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Mackenzie Malfoy
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La noche caía a plomo con su oscuridad implacable cuando Versaron se aproximó al carruaje tirado por cuatro enormes percherones que lo elevaron raudo hacia la espesa negrura que cubría un firmamento repleto de jirones de sombras. En sus quince años de vida, Polen no había visto nunca al Regidor antes de aquella noche y, aunque era algo sabido por todos y mil veces oído por el muchacho, éste no pudo evitar una exclamación entre el horror, el temor, el asombro y el asco más absoluto, al contemplar aquellos jirones de pura oscuridad y detritus astrales. Su madre le había hablado de la sensación que producía estar ante el hombre más poderoso de Enaria. Le había advertido de la agobiante angustia que le dejaría sin respiración, de la amarga desazón que inundaría su alma de una tristeza imposible de explicar del todo ni mucho menos de soslayar, del absoluto pavor que paralizaría sus músculos ante la mera presencia de Versaron y de aquel nauseabundo olor que inundaría sus fosas nasales cuando el Astral Oscuro del Regidor se hiciera visible, mostrando su negra y viscosa luminiscencia entre jirones de bruma, pues tal era la forma del mayor Astral que Polen había visto en su corta vida. Aún podía observarlo en la lejanía, cubriendo kilómetros de oscura bruma a su paso, mientras su voz advertía a la sobrecogida muchedumbre que se había congregado para asistir a las celebraciones de aquella noche, sobre la presencia de Versaron, el Regidor. El hombre más poderoso de todo el mundo de Enaria.

Polen se alegró al ver cómo se alejaban Versaron y su Astral Oscuro y descubrió a su propio Astral mirando en la misma dirección,  con los ojos semicerrados y tristes. No era más que una pequeña crucecita de luz apagada que raras veces se hacía visible y, cuando lo hacía, no solía despegarse del bolsillo de su chaqueta de cuero. Por supuesto, como todos los astrales succionados, Elaisa no podía hablar. Nunca había llegado a ser un astral de verdad y casi lo prefería. Al Elaisa, el Astral de Polen, lo succionaron pocas horas después de su nacimiento, como decretaba la ley de Enaria. No recordaba haber pasado por la pena y el dolor que tuvo que pasar su amiga Laira, quien había llegado a Kassia, la capital de Enaria donde vivía Polen, con un Astral íntegro, sin succionar. 

Apenas quedaban Astrales así. Sus padres habían oído las viejas leyendas de boca de sus ancestros y Polen sabía que el mundo no siempre había sido el que el muchacho conocía. Cien años atrás, el Regidor no era más que un mago común, como cualquiera de los habitantes que poblaban por entonces Enaria. La humanidad  nunca antes había oído hablar de Astrales Succionadores y todo el mundo tenía su propio Astral que lo conectaba a los planos superiores y le permitía controlar las fuerzas de la naturaleza. Por entonces, todos en el planeta habían sido magos. Sin embargo, aunque nadie sabía muy bien cuándo, cómo ni porqué habían aparecido los Succionadores, cuando el Regidor y sus Sententa y Dos aliados se revelaron contra la Asamblea y derrocaron al antiguo gobierno, quedó claro que el mundo jamás volvería a ser el mismo. El poder que los Succionadores aportaban a sus magos era imposible de batir. Uno tras otro, los Astrales de los antiguos gobernantes fueron succionados y éstos quedaron sin la capacidad mágica necesaria para enfrentarse con una nueva clase de magos cuyos poderes crecían cuantos más Astrales succionaban. 

Ahora el mundo de Enaria apenas tenía magos. El poder del Regidor y sus Sententa y Dos aliados, todos ellos con Succionadores o Astrales Oscuros, como también eran llamados, se había hecho imparable, subyugando a un pueblo que quedó relegado a una vida de miserias y sometimiento.

La vida de aquellos poderosos magos se había alargado tanto que mientras que la familia de Polen había pasado por tres generaciones durante los cien largos años transcurridos, el Regidor y sus Sententa y Dos aún vivían y no parecían temer a la muerte. Durante aquel siglo, unos pocos magos habían sido bendecidos con Astrales Oscuros, capaces de succionar el poder de otros Astrales, pero la mayoría de los habitantes de Enaria eran despojados de sus espíritus superiores a las pocas horas de nacer, como le había ocurrido a Polen.

Y, sin embargo, a pesar de tan grande poder, una región de Enaria parecía haber sobrevido al yugo de los Elevados, como se llamaba honoríficamente a todo aquel con un Astral Oscuro. Remora, la región de la que procedía Laira, la mejor amiga de Polen, era una lejana isla en mitad del Océano cuyos habitantes habían logrado mantener sus Astrales intactos. Para los Elevados, los remorenses no eran más que indeseables piratas que rompían la paz de un mundo en orden, pero en las calles, lejos de las miradas de los Elevados, la gente los consideraba héroes.

Laira y su padre habían sido capturados durante una incursión de los piratas a las costas de Leronte, al sur de Kassia. Su madre y sus hermanos murieron durante aquella incursión y ella siempre decía que hubiera preferido correr su misma suerte, antes de ver cómo Soke, intacto hasta su captura, había sido succionado. El Astral de Laira, había sido una bella ondina de luz, que a veces tomaba la forma de una enorme mariposa. Era poderosa y sabia y Laira había sido considerada por los suyos una prometedora maga. Pero tras la captura y posterior succionamiento, Soke se había convertido en una minúscula gotita de agua que a veces brillaba en tonos apagados cerca de Laira. Ya no hablaba ni mucho menos podía conectar a Laira con los planos superiores, por lo que su enorme poder elemental, que había hundido a barcos enteros con sus poderosos rayos y bolas de fuego, había quedado reducido a prácticamente nada. Polen pensaba que aquello era algo terrible, perder de pronto una capacidad mágica como la que Laira y su padre, el panadero del barrio de Polen, describían. Pero Laira siempre argumentaba que perder la magia no había sido nada en comparación con la pérdida de Soke. 

Laira soñaba con escapar a Remora, pero Polen sabía que los Elevados nunca lo permitirían. Ella pensaba que si fuera capaz de volver, en su tierra aún había esperanza. Le había contado a Polen muchas historias y el muchacho a veces pensaba que sólo eran fruto de la imaginación de la chica. Él prefería vivir aceptando lo que tenía y no creer en viejas leyendas que sólo traerían frustración y problemas. Pero Laira insistía en que debían encontrar a los Principios, una especie de Astrales, según decían los remorenses, que no estaban conectados a ningún mago en concreto, pero de ellos partían todas las demás conexiones. Decían que eran espíritus astrales de los planos energéticos más elevados del universo y que algo les había sucedido cuando Versaron se hizo con el control de Enaria. Polen no sabía si creerla, también decía que los Astrales Oscuros o Succionadores no eran en realidad una clase diferente de Astrales, sino que eran las mismas entidades, subyugadas o sometidas por sus propios magos. Aquello era algo que a Polen le resultaba muy difícil de creer, teniendo en cuenta lo que sus propios padres habían oído de boca de los abuelos de Polen. Los Astrales, antes de la existencia de los Succionadores, no eran entidades que pudieran ser sometidas.  Pero Laira insistía en aquellas historias. Hablaba de las Puertas de los Mundos, donde probablemente se encontraran atrapados los Principios, pero cuando Polen quería indagar más sobre aquello, la muchacha decía que en Remora tampoco sabían todo. Sospechaban que, de alguna manera, Versaron había conseguido evitar que los Principios manaran su energía sobre Enaria y, de esa forma, habían convertido a sus propios Astrales en Succionadores, obligándoles a beber la energía de otras entidades superiores y tornándolos ávidos de ella, carentes de voluntad y vulnerables al control de un mago.

Polen prefería no creer en los cuentos de Laira, pero al abandonar el lugar donde habían tenido lugar las celebraciones por el Aniversario de la Gran Elevación, todavía con la desazón rompiéndole el alma por dentro, tras contemplar aquellas brumas pútridas que emanaban del Regidor, pensó, por una vez, que desearía creer en los cuentos de Laira.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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De regreso a casa.

Remora era todo lo bueno que se podría imaginar, después de todo, los elevados y seguidores del temible Versaron, controlaban el resto del mundo a su antojo. A veces, en el máximo consejo de ancianos de la isla, se discutía si era o no necesario resguardar a los remorianos a tal punto de esconderles la verdad sobre el mundo exterior y así protegerlos de las inestables energías de los succionadores; luego se apostaba por una de las guías que glorificaban a los Magos Piratas o mejor conocidos como Mapis, la verdad. Esta última era la directriz con la que los mapis guiaban sus velas a mar abierto, más allá de la isla, buscando adeptos que se unieran a la resistencia para enfrentar la mentira de Versaron y sus seguidores. La pregunta era ¿los principios habían muerto?... 

...¡Están vivos!...

-¡Despierten sabandijas malolientes! ¡alisten sus pertenencias porque el astral del capitán ha vuelto...siempre quise decir eso- susurró lo último.

-¡TIERRA A LA VISTA!- se oía a lo lejos.

-¿Malolientes?- uno de los piratas llevó la nariz hasta su axila mientras reposaba en una hamaca bajo cubierta.

-¡Apestas a pescado!- saltó otro que se acomodaba en su tumbona mientras un pequeño primate luminoso iba saltando de panza en panza por todas las mecedoras.

-Es que se quedó dormido en las bodegas, vieras como besaba esa boquita...

-¿Besaste un pescado? ¿porqué besaste un pescado? ¡que ascghgha ahhhgggg!...- comentaba otro medio que dormido al tiempo que recibía un balde de agua por parte del astral del contramaestre- ¡porqué el agua! he visto agua desde hace meses, quiero algo de paz seca (?) ...

-¡Hey Ulen! ... ¡Ulen!

El joven mago reposaba con una pierna caída desde su hamaca y un brazo extendido hacia el techo mientras Selk, su astral, se enroscaba hasta su mano y pasaba al otro brazo. La luminiscencia de Selk sombreaba el perfil del pirata al igual que el resto de astrales que allí se encontraban; era una luz tenue pero cálida a la vez. Resopló con desgano y volteó el rostro hacia sus compañeros con media sonrisa. 

-Ya les dije, no le diré a mamá que prepare pato asado. ¡Quiero comer una pierna de cerdo con patatas!- les dijo el chico mientras buscaba acomodo para sentarse y comenzar a alistar sus cosas. 

-Pero el pato asado es la especialidad de la señora Tamy...

-Con esa salsa de hongos y hierbas frescas...

-Y ese zumo de naranja recién exprimido...

Las últimas tres frases parecían haber sido un coro a los oídos del joven pirata, uno que se repetía y se sumaba a otras súplicas dentro de la guarda, mientras el chico metía algunas prendas en una vieja bolsa de lino y se la echaba al hombro para subir a cubierta. El sol le dio de lleno en la cara, entonces observó sobrevolar al astral del capitán, un halcón luminiscente y dorado que parecía ser el mismo sol.

-¡Recojan las velas!...

El aroma a la salinidad del mar y la proximidad a tierra firme le dio a Ulen una tranquilidad sin igual mientras se apoyaba de la baranda y sacaba medio cuerpo del barco para observar el asentamiento de remorianos a orillas de la playa al mismo tiempo que Selk, su astral, se anclaba al palo más cercano para evitar que cayese al agua si se desetabilizaba. De seguro allí estarían sus padres esperándolo con algún pedazo de pan fresco y una fruta que le quitase la sed. Estaba en casa. 

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Buscando el tabaco - Gabriela Ariel 

La sal y el salitre se olía más cerca que antes, ¿qué hacía ella esperando un barco? nada en lo absoluto en realidad, gruño por lo bajo sintiéndose perdida de haber ido hasta allí y es que iban a traer de contrabando su tabaco y sus bebidas espirituosas para vender a la población de Ramora, hoy llegaba el cargamento o eso era lo que le habían dicho, así que mejor era estar preparada, por eso llevaba su bolsa de carga y lucia su semblante adusto y para nada amigable, estaba cruzada de brazos apoyada indolentemente en un árbol, alejada de toda la muchedumbre de piratas que esperaban el barco o personas deberían de ser mejor llamarlas así que con el termino despectivo de piratas. 

 

- Los veo llegar, ¿ese es su barco no? ojala traigan más cigarrillos y mi remedio para la artritis, ¿crees que podrán traerlo a tiempo? - Decía una señora que agitaba un pañuelo blanco y parecía entre preocupada y feliz de ver el barco, como si esperará a alguien querido de allí arriba - 

 

Por segunda vez se entristeció pensando en sus propios padres, a quienes ya creía muertos de tantos años que no los veía, no habían vuelto más de su viaje para traer tabaco, alcohol y remedios, igual que hacía ese barco que parecía venir allí o eso es lo que pensaba que traían en realidad no tenía ni idea de que tenían en su haber en esos momentos, parpadeo para no ponerse sentimental y  volvió a su semblante cansino y de pocos amigos que siempre portaba gruñendo por lo bajo por ser sentimental, algo que odiaba más que nada en el mundo, pensaba que los que eran así perdían el tiempo y no se fijaban en lo importante que era comerciar y llegar a sobrevivir en esa comarca lo más que pudiera. 

 

Sus cabellos pelirrojos y sus ojos verdes brillantes contrastaba con su gesto como de estar oliendo caca por donde caminaba, en realidad solo era huraña y tenía un gran corazón en su interior, a su lado su astral convertido en un tigre de bengala blanco, saltaba y corría por todos lados, molestando a los demás que estaban esperando a los viajeros llegar con su cargamento, de nada servía sus gruñidos para con su astral, siempre hacía lo que quería y lo que le venía en gana, así que había aprendido a no meterse con él y dejarlo hacer a su antojo como siempre había sido desde su nacimiento. 

 

Pero algo paso que esta vez su tigre se quedo quieto a su lado, ¿su astral había percibido el dolor físico que le causaba cuando se alejaba demasiado de ella? sea por lo que fuera se paro a su lado bastante educado, para ser él que siempre gastaba bromas a todos los que estaban a su alrededor, suspiro mirándolo de reojo y preguntándose que mosca le habrá picado esta vez para actuar de esa manera, pero como con todo no le dijo nada ni le pregunto por aquello, primero porque sería raro hablarle a su astral y segundo porque no estaba de humor para saber que diablos le había pasado, estaba cansada, tenía hambre y quería recoger ese cargamento para irse a casa y alejarse de toda la algarabía que tenía a su alrededor, tanto amor y devoción por las personas que llegaban le estaba dando arcadas y nostalgia por algo que había perdido y que jamás volvería a recuperar.  

 

Pateo una piedra que había por allí y volvió a atarse mejor su pelo pelirrojo oculto en el pañuelo rojo con pintas blancas que usaba en su cabeza, tiempo atrás había llevado su pelo suelto con orgullo, ahora el mismo solo era un recordatorio de su mamá, la cual tenía sus mismos cabellos y ojos, de hecho muchos en Ramora solían confundirla con ella cuando se hizo mayor, algo que la hacía hinchar el pecho de orgullo tiempo atrás y que ahora solo le daba rabia, tristeza y culpa por haberlos dejado ir solos y no haberlos acompañado aquella vez en su travesía al mar. 

 

Se ruborizo al pensar en cuando era chica y preguntaba a los que llegaban en un barco como aquel, aquella absurda pregunta infantil que aún poblaba su mente pero que había aprendido a no decir por nada del mundo: "¿aquí vienen mi papá y mi mamá?" "¿me trajeron muchos regalos y comida?" recordaba cuando los habitantes de Ramora solían ser condescendientes y amables con ella y le decían que no sabían de que hablaba y que no habían visto a sus padres, porque si hubieran visto a su madre, de seguro se hubieran casado con ella tiempo atrás.

 

Suspiro sintiéndose cada vez más extraña de estar esperando allí, pero necesitaba el tabaco y el alcohol para irse por patas de la alegría general, rara vez hablaba con nadie de la comarca y era considerara "la contrabandista huraña de Ramora" eficaz y muy buena en su laburo pero solitaria y para nada amigable con nadie, hablaba lo justo y necesario y jamás se quedaba en ninguna fiesta que tuvieran por los viajeros, solo saludaba, agradecía que trajeran sus cosas y se iba de allí, sin dar más muestras de gratitud que una sonrisa vaga y un gruñido parco, yéndose lo más rápido que pudiera antes de que alguien más se acercará a saludar a los viajeros que llegaban y ese había sido su método por varios años, sin saber que algo cambiaría su modo operandus de siempre, algo que estaba por pasar cuando los piratas llegarán al fin, después de un viaje largo y a veces para nada agradable, a su cálido y dulce hogar. 

Editado por Luna Gryffindor Delacour

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La vida de Kima había cambiado mucho los últimos meses. La joven nunca se había imaginado a merced de las olas, rodeada de agua salada y aquellos sujetos que poco sabían de modales. A fin de cuentas, empezaba a convertirse en una más de ellos. Su largo y rojo cabello, que solía llevar prolijamente recogido en un rodete en su nuca, ahora azotaba sus espaldas, desprolijo y desprovisto de la pulcritud que anhelaba. Bueno ¿quién podía estar “aseado” tras una travesía larga como la que acababan de mantener? Ni con su mejor esfuerzo lo lograba. 

Los primeros viajes habían resultado una verdadera tortura, ahogada entre las lágrimas por su pérdida pero alimentada por el coraje de volverlo a encontrar… era una mezcla de sensaciones difíciles de llevar en simultáneo, y al mismo tiempo el dejar las comodidades de su vida en tierra no había sido de mucha ayudar. Sin embargo, allí estaba aún, con la mirada en alto y dispuesta a continuar expedición tras expedición.

Si bien el anuncio de que habían divisado tierra generaba alivio para todos, para ella era el regresar con las manos vacías a su hogar aún más vacío. No obstante, no dejaba que el resto conociese su dolor, ensanchando la sonrisa y fingiendo poner atención en las triviales conversaciones. 

Sentada sobre un gran barril de vino, escuchó la orden de recoger las velas. Dio de inmediato un salto para ponerse de pie, y corrió ágilmente a desamarrar las gruesas sogas que le permitirían manipular las velas del mástil principal. Lo hizo casi sin pensar, con la destreza lograda durante su tiempo a bordo. Las demás velas también parecieron ser manipuladas con el mismo éxito y la orden fue cumplida. 

Regresó a cubierta tranquilamente, el resto de seguro ya estaba preparando sus cosas para descender, poco era lo que ella tenía para llevar “a casa”, apenas un par de cambios de ropa y utensilios básicos. 

Un zorro plateado pareció recorrer la cubierta frente a sus ojos y regresar a su lado. Siempre estaba allí, la acompañaba, le daba fuerzas cuando creía haberlas perdido. Era silencioso como ella y poco demostrativo, sin embargo, su poder era indiscutible. 

La tierra anunciada empezó a hacerse visible, pronto el barco estuvo lo suficientemente cerca como para reconocer la isla de la que todos provenían… comenzaba para Kima el tiempo en que se sentía “en pausa”, puesto que todo lo que haría sería esperar la siguiente expedición, no había más para ella. 
 

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Sorpresa inesperada- Gabriela Ariel

Nada la preparada para aquello, nunca pensó en volverlo a ver, su querido tío estaba en ese barco, aquel señor amable y siempre bueno, allí estaba y en esos momentos no se sintió tan sola, pero no hizo ningún movimiento, no grito de felicidad, no le pregunto si era su tío o no, solo lo miro asombrada y una sonrisa franca, la primera y única, apareció en sus pálidas facciones, gruñeo porque era lo único que sabía hacer y no dijo más nada, se mantuvo quieta como si esperara algún juicio de valor sobre su persona o algo por el estilo. 

 

"Seguro no me recuerda y ni sabe quién soy, después de todo, cuando él se fue apenas si tenía 10 años, no había forma que me conociera" - pensé tristemente mientras me mantenía quieta e indecisa de que hacer acontinuacion -

 

Nunca pensó en volverlo a ver, tampoco quiso dar muestras de gratitud o alegría, dejo de sonreír y permaneció alejada de todos aún, sin saber que hacer, su astral estaba mirando al que creía que era su tío asombrado y seguía quieto a su lado sin moverse, se sentía protegida por aquel perro grande en el que se había convertido y se preguntó si no estaría exagerando en su alegría y si su tío la reconocería o no a ella y sus cambios físicos bastantes notorios.

 

Ya no era la niña que todos conocían, ahora era una mujercita bien parecida, con sus cabellos bien peinados y sus ojos azules claros francos y sinceros, mirando todo asombrada o así había sido antes de que sus padres perecieran en el mar, ahora solo estaba sería y rara vez sonreía, manteniéndose alejada de todos o casi todos en realidad. 

 

- Creo que ese de ahí es mi tío o al menos, se le parece bastante - Dije al aire, confundida e indecisa de si realmente era o no mi familiar - 

 

Habían pasado tantos años que bien podría no ser él, hacía siglos que no sabía nada de su tío, lo mismo sucedía con sus padres, ella solo se dedicó a seguir comerciando, mantenerse alejada de todos y solo ir a buscar la mercadería, ese era su modo de sobrevivir a todo y se preguntó si realmente no sería una privilegiada y no se daba cuenta de ello, tenía salud, un techo y trabajo y no todos podían decir lo mismo, así que sonrió por segunda vez y se quedó quieta a la espera de que pasaría a continuación y si sería o no familiar suyo en realidad. 

 

 

 

 

 

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ULEN

 

Ulen era un mapi agradecido de la vida, amaba el sol en su rostro y así lo demostraba al aferrarse a brazo extendido mientras que con el otro se entrelazaba con las gruesas cuerdas del escale que conectaba con la torre de vigía en el palo mayor. Sonreía a la fresca brisa en su torso mientras la camisa le flameaba con la armonía del paisaje; la playa y el puerto se veían cada vez más cerca mientras el barco avanzaba surcando las corrientes calipso de un mar tropical. ¡Estaba en casa! ¿Quién no era feliz de llegar a casa? ...

Fue así como el moreno volteó hacia cubierta para admirar el rojizo cabello de Kima, quien guardaba una mirada un tanto melancólica. Observó luego a Selk, su astral, y se adentró parándose descalzo en el borde de la baranda al mismo tiempo que la serpiente de enérgica luz se pasaba de un brazo a otro enroscándose por su largo. Finalmente y cuando su fuente de vida se enroscó como cinto a sus bombachas, dio un brinco hacia cubierta, agachándose a recoger su pequeña bolsa de género amarrada con nudo ciego, al paso con el que se acercaba a la pirata.

-Siempre te pones extraña cuando volvemos a tierra, eh Kima...- le dijo con un gesto de fingida indiferencia para luego sonreírle a su zorro guiñándole uno de sus ojos, disimulando muy mal tras observar el mismo punto que ella- velo de este modo- intuyó cuando compartió la sensación de volver con las manos vacías en tantos otros aspectos- ... al menos los niños, futuros mapis, tendrán de qué alimentarse con todo el pescado que logramos obtener...

Juntó sus manos y escondió una sonrisa entre ellas como quién finge un rezo mientras el pardo color de su mirada reflejaba a cuatro chicos y dos chicas patearse un balón de cuero por la arena. Entonces dejó caer su puño sutil y suavemente en el hombro de Kima instándole a levantar el ánimo.

-Para la próxima no resbales del bote de expedición eh... ven a cenar junto a la camaradería esta noche. Tamy hará cena para toda la tripulación- concluyó refiriéndose a su madre.  

A él siempre le había parecido extraño e interesante, que una pirata fuese de tez tan pálida como la que lucía la mujer, después de todo las horas al sol eran notorias en la mayoría de los isleños. Chifló luego un silbido que llamó la atención de otros cuántos Mapis, más él quería que la chica nueva se voltease hacia ellos. 

-¡hey tú!, la nueva...- gritó hacia una tal...- ...¿Cómo es que te llamas? ¿Ana Gabriel, Ariel Gabriel?... ¡¿Te acostumbraste a cubierta ya o te quedarás en la isla para la próxima expedición?!- le cuestionó con ambas manos como megáfono cerca de su boca.

Uno de sus camaradas le gritó a lo lejos.

- ¡Hey! ¡Ulen!... ¡Mira!...

El mapi apuntó hacia uno de los costados de la nave por donde se asomó una inmensa figura de brillos azules y destellos lilas. Era el astral del jefe de la Isla quien desde un peñasco en lo alto de un acantilado que daba al mar, observaba a uno de sus capitanes llegar con la tripulación a salvo. Ulen amaba admirar la belleza de esa ballena energética. 

 

Editado por Aaron Black Yaxley

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Ahri-Pride1

 

— No se trata solo de robar y bien lo sabes—la voz de su hermano resonaba en su cabeza como lo hacen las campanas de una vieja iglesia. No llamaban a misa sino al siguiente juicio que se iniciaría contra los que deseaban oponerse a los deseos de los seguidores de Versaron. Aquel hombre que veía las cosas con una perspectiva que en todo momento enfilaba sus pasos hacia el futuro, cambios radicales eran lo que se necesitaba dentro de esa sociedad, que se empeñaba a gozar de los mismos privilegios que el resto. Ladeando la cabeza sacaba de está su última cacería una joven de cabellos castaños que antes de poder entablar comunicación con su astral se vio consumida por una profunda confusión.

— Es mi deber, no robamos nada que no este permitido o ¿si?—le increpaba con una mirada lacerante, semejante a un cuero plagado de púas filosas. Aquellas que eran capaces de arrancar la piel de la zona que se vieran obligadas a azotar, dolor y más dolor era lo que iba dejando allá donde sus pasos le llevaban. Debían detener a como diera lugar a los rebeldes, ponerles un alto definitivo y no permitir que los nuevos seres que estaban por llegar al mundo tuvieran el menor contacto con sus astrales. Los poderes de Ahri iban en aumento, acrecentado parte de la sabiduría que le legarán sus padres antes de dejarla andar a sus anchas. 

Jugar con la mente de los demás era su pasatiempo favorito, saciando de ese modo la sed de energía que jamás acababa de apaciguarse del todo. Saliendo a cazar por las noches, resguardándose entre las sombras que eran proyectadas por los rayos de luna que golpeaban alguno que otro objeto que se cruzará en su camino— Sigilosa y mortal—escuchó el siseó de su astral. Aquella criatura que habitaba dentro de ella, cambiando su aspecto un poco apareciendo en su cabeza un par de orejas de gato de color blanco, adoptando una postura falsamente compasiva.

— La ternura suele ser un arma que causa más dolor que el mismo odio, justo por eso me gusta ver como caen rendidos ante mi dulzura—saboreando uno a uno los tramos de energía que iba consumiendo. Críos abandonados dentro de un orfanato, no podían ser sino la mejor muestra de que el destino estaba de su lado obsequiándole todo un manjar digno de los dioses romanos. Indefensas criaturas que dormitaban dentro de camastros adecuados para darles un maloliente hogar—Jamás he sentido compasión por los desvalidos, no los considero dignos de eso—sonriendo con suficiencia acariciaba los barrotes de metal, el frio que brotaba de ellos erizaba su piel sin demasiado esfuerzo. 

Disfrutando de sus travesuras terminaban de mutar el resto de su apariencia, relamiéndose los bigotes como un mínimo que acababa de darse un bien atracon con un litro de leche o un exquisito plato de salmón. 

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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