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Edicto #2 sobre la Educación en las Escuelas Mágicas


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Cuartel General De Aurores- Luna Gryffindor Delacour, Jefa del Departamento Auror de Gran Bretaña. 

 

Mis botas violetas se escuchaban fuerte en piso del cuartel general de Aurores, ni llegue a sentarme en mi silla cuando de repente un Auror salido de quién sabe dónde me dijo a voz en grito, como si estuviera apurado por irse a algún lado.

 

- Señorita Luna, Darla le pide que vaya a Kings Cross, están atacando los mortifagos, me dejó para que le avise - dijo mientras corría y se desaparecía con una llamarada verde por una chimenea -

 

Abrí mis ojos azules claros, sorprendida mientras sin sacarme el saco violeta corrí varita en mano hacia el ascensor y luego hacia la salida del ministerio a la cual bordie más rápido de lo que se dice hechizo. 

 

No tarde mucho en salir a la calle y con una llamarada violeta me desaparecí más nerviosa de lo que había estado nunca, hacia mucho tiempo que no tenía una batalla de esas y eso me ponía más ansiosa de lo que nunca le había dicho a nadie. 

 

Estacion de Kings Cross 

Habia soñado muchas veces con volver a empuñar su varita contra los mortifagos, pero jamás imaginó que sería en su querida Kings Cross, desde donde cada año se iba a su amado Hogwarts cuando era chica, casi sentía la magia en el lugar todo derruido y temió por la vida de todos, en especial de su amiga y compañera Darla, a quien buscaba en medio del caos, el polvo y los gritos de sorpresa que había en el lugar. 

 

Llegó a escuchar a alguien de lejos hablando y el hechizo Confringo, luego vi asombrada como el vagón caía y alguien que no conocía se apartaba, no me tomo mucho tiempo encontrar a Darla y corrí a su lado casi aliviada de verla. 

 

- Nada me alegra más que verte, no puedo creer todo esto, por Merlín, que le pasó a mi amado Kings Cross - Dije asombrada con mi repique de campanas más alto de lo habitual - 

 

No le dije más nada y alcé la varita mágica que ya empuñaba en mi diestra, preguntándome si ese sería el momento para pensar en que estaba oxidada y no sabía si realmente podría hacer esto bien. 

 

- Rictusempra - Dije esperando que les diera risa y no pudieran hechizar correctamente - 

Comencé a repartir hechizos a diestra y siniestra por todo el lugar, preguntándome si podría realmente lograr salvarnos y que todo no se transforme en una carnicería, sólo esperaba que tanto mi amiga Darla como yo saliéramos vivas de esto.

 

- Densaugeo - Pronuncié apuntando a Sybill y esperando que le crécieran los dientes incisivos, impidiéndole así pronunciar correctamente los hechizos - 

 

Suspiré con la varita en guardia por cualquier cosa y me dije que daría todo de mí porque nada nos pasará, igual me sentía a salvo y feliz de estar con Darla y de poder ayudar a que la comunidad mágica vuelva a estar en paz. 

 

 

 

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La noticia del Edicto y su contenido era de locos. Tanto que habían perdido bajo el gobierno de Aaron, cualquiera pensaría que la nueva gobernante lo haría mejor pero no era así. No solo era peor que el anterior, sino que había perdido totalmente la cabeza y llevaba en caída no solo a la comunidad mágica sino al país entero. Ya no había salvación y Sofia lo había visto a tiempo. Ahora se arrepentía de no haber aceptado su invitación a huir del país con ella aunque no se sentiría a gusto sino hacia lo posible por salvar su hogar luchando hasta su último aliento.  

 

En aquel momento se encontraba caminando cerca de la Estación de Tren y se quedo observando un momento con nostalgia el viejo King Cross, tantos años usando el andel 9 3/4, para ir a Hogwarts cuando su única preocupación era llegar a tiempo para no perder el tren, ahora las cosas eran mas complejas que eso. Continuo su camino, o al menos lo intento cuando escucho explosiones, gritos y gente huyendo de la Estación. Saco su varita y corrio en sentido contrario al resto de la multitud para ver si podía ayudar en algo pero al entrar solo podía ver polvo, muerte y escombros y algunos magos lanzando hechizos por todos lados. Avanzo como pudo protegiendose y buscando alguna cara conocida o alguna situación en la que pudiera intervenir.

 

De pronto vio a Luna, la sobrina de Sofia y parecía que también estaba Darla aunque no estaba segura. No sabía si acercarse y apoyar a las auroras, estaba segura que tanto Luna como Darla la reconocerian de sus tiempos de secretaria del Cuartel o eso esperaba.

 

  

 

 

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Castillo Triviani

Caos. Hacía cinco minutos que había vuelto a pisar Londres y su recibimiento no era más que un tatuaje exigiéndole una respuesta y una sirena dando la alarma de algún ataque, en algún lugar. Ella sabía, desde luego, para dónde debía marchar si quería lavarse las manos en esas circunstancias; después de todo, nadie sabía que había vuelto a la ciudad, esperaba que la diesen por desaparecida en acción o algo por el estilo. Sin embargo, tendría que hacer una parada antes por cierta estación, necesitaba recolectar algunos elementos.

Podría llevarte conmigo... —murmuró mientras deslizaba la mano por las duras escamas de Silas. Un siseo amenazador le hizo girar la cabeza y sonrió al ver al enorme basilisco apareciendo desde el interior de una de las mazmorras. — Podría llevarte también, pero no puedes traerme de regreso por las alcantarillas, tengo otros planes para ti… —respondió al siseo.  

 

King Cross

Si algo le hacía falta a esa escena era un dragón, Silas, y a una bruja que, gracias al efecto del amuleto obtenido con el último libro de hechizo que había adquirido, estaba montada sobre él. No llevaba máscara, por supuesto, su pálido rostro asomaba por encima del lomo de la colosal criatura mientras se aferraba a él con ambas manos; en una llevaba la varita, porque había aprendido que, aun cuando se sobrevuela un lugar, tenía que estar armada y preparada (¿?). Elevó la pierna que tenía cruzada para quedar a un lado de Silas y se acomodó para saltar, no sin antes hacer su aporte a la situación. 

Silas planeó sobre el campo de batalla y aterrizó sobre las columnas más altas que se mantenían en pie en King Cross, desde allí rugió para luego escupir fuego en dirección de los aviones de guerra que comenzaba a hacerse presentes, a la gente que correteaba por los alrededores, y hacia dos figuras que se alzaban sobre unas Necrohands. La gitana desapareció del lomo del dragón en cuanto reconoció las máscaras de esas dos figuras, pero ya era demasiado tarde para impedir que Silas atacase.

Candela se materializó en medio de aquel desastre, donde una sombra -inestable, por lo que pudo observar- se expandía entre ondas lentas. Vio muggles corriendo por su costado, los ataques mágicos que se daban entre los que, aparentemente, querían defender lo indefendible -seamos realistas, la estación no daba para más- y los que estaban allí para destruir hasta el último ladrillo, aunque la bruja precisase uno de ellos. Avanzó entre la multitud, cubriéndose de los escombros que le saltaban a la cara con un brazo, esperando encontrarse alguien que le explicara qué demonios estaba pasando allí. Aunque no tardó en ubicar a una muchacha que intentaba a atacar a... Ay, Merlín...  Invocó su Daga del Sacrificio en una mano y, con la mirada fija en la que acababa de lanzar un rayo a Sybilla (Luna Gryffindor)— Inmolo Oppugnare —siseó y se cortó la mano equivalente al de Luna con la que sostenía la varita, de modo que su siguiente rayo salió desviado.

No veo cómo dos mujeres y, —ladeó la cabeza para distinguir entre ellas a Matt— un hombre, sí, un hombre, que parecen estar ocultándose pueden ser una amenaza para ti. —esbozó una media sonrisa— Supongo que si atacas a civiles, debes ser parte del grupo ese horroroso de los mortífagos... ¡JA! ¡Ya sé, no me digas... NO ME DIGAS! De la Orden del Fénix, ¿no? Que lo último que supe de ellos fue que también atacaban civiles. —desde luego, Candela sabía que aquella muchachita no podía ser una bruja tenebrosa.

De pronto, reconoció otra máscara en medio de esa polvareda, y supo que tenía que irse pronto de allí.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Esperar por la Ministra había resultado un verdadero chasco. Miró a Mael con resignación y lo despidió con un movimiento de cabeza, antes de marcharse. Sus pasos se dirigieron a su despacho, con la mente yendo y viniendo por toda la molestia que le generaba la realidad en que su comunidad estaba incorporándose ¿acaso la Ministra estaba loca? ¿Cómo había cambiado así? Era totalmente frustrante no lograr una respuesta, si tan solo hubiese tenido la posibilidad de enfrentar a la bruja, tal vez habría logrado al menos descartar su sospecha de una maldición sobre ella… pero no, no había sido recibida, tan solo había aguardado por una puerta que nunca le dio paso. 

Abrió por primera vez en años el acceso a su despacho. Había pasado una década desde la última vez en que había estado allí. El sitio parecía estar vacío desde hacía mucho, por lo que al abrir las cortinas que cubrían la encantada ventana, la luz dejó ver enseguida una importante capa de polvo sobre todo el recinto. Cientos de papeles se acumulaban en el escritorio, los mismos eran anticuados y ya no tenían importancia alguna, así que los juntó sin pensarlo y dejó que cayeran a la basura. Fue todo lo que hizo entonces, y se dejó caer en la silla que sería su sitio de trabajo en adelante. 

Inconscientemente se llevó las manos a la cara, intentando calmarse, mientras respiraba profundamente una y otra vez. Empezaba a arrepentirse de llegar sola aquella mañana, de amanecer tan temprano y dirigirse hasta allí. Definitivamente no estaba lista para ese tipo de situaciones. Aunque ¿quién lo estaría? Solo quienes eran afines a exterminar a los muggles y todo aquel que naciera de ellos. Parecía que había magos y brujas con la mente demasiado cerrada como para convivir en paz. Rencores del pasado solo estimulaban esos instintos de exterminio que ya no tenían sentido alguno. 

En eso vagaba su mente cuando una nota llegó ante sus ojos. La tuvo que leer y releer varias veces hasta que pudo entender su contenido, no por falta de claridad en las palabras sino por la gravedad de lo que enunciaba. 

No hizo mucho más que tomar la varita y ponerse en marcha, no había tiempo que perder intentando tomar decisiones, solo se detuvo a invocar el plateado búho que representaba su patronus.

“Están atacando King’s Cross, no hay tiempo que perder.” 

El mensaje llegaría a cada uno de sus compañeros de bando, a la espera de que pronto pudiesen responder a dicho llamado. Por la gravedad que mostraba la nota de Darla.

Casi corrió el camino hasta salir del Ministerio, apenas preocupándose por buscar un sitio donde no fuese demasiado vista como para poder desaparecer con destino en la terminal de tren que, en cierto punto, compartían con los muggles. 

Al arribar al lugar de los hechos, sus ojos se llenaron de lágrimas enseguida. Un dolor muy profundo en su pecho se instaló, al pensar en cuántos muertos y heridos habría por el incidente. Caminó con prisa, hacia donde parecía estar empezando un enfrentamiento. Pudo ver varios mortífagos y tan solo a un par de “los suyos”. Reconoció a Darla y a ¿qué hacía Luna allí? Sabía del valor de su sobrina, pero era tan insegura en esas situaciones que no haría más que ponerse en riesgo. Vio cómo ella intentaba atacar a una mujer, la cual no parecía estar haciendo nada malo hasta el momento.

 —¡Luna no!  inquirió, intentando frenarla, al tiempo que notaba el movimiento de otra dama que atacaba a su sobrina.— Está confundida, ella no es "de los malos"  —intentó explicar— Expelliarmus  —dijo apuntando a su sobrina con la varita, si las noticias de la Directora del Departamento de Aurores atacando a civiles en medio de un ataque mortífago llegaban a oídos de los demás... estarían en problemas. 


 

Editado por Mica Gryffindor
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Estación de King Cross

Miré alrededor, sintiéndome impotente al mismo tiempo que escuchaba la voz de @ Sybilla Macnair . A lo lejos, el grupo de mortífagos se concentraba, dejando la muerte y destrucción a su paso. Nadie parecía pensar ayudar. Cuando volví la vista hacia ella, noté su mirada vidriosa, y como un flash, recordé qeu ella seguramente acababa de enterarse que tenía una hija...cuanto hacía que no charlábamos como dos viejos amigos? Teníamos que retirarnos y sacar a todos los que aun siguieran con vida...estaba a punto de asentir, cuando...

 

Pero supongo que, al final, alguien escuchó la llamada. Sentí a @ Scarlet Akane  y a @ Luna Gryffindor Delacour  llegar al lugar. Eso me dio esperanza....era mejor que nada. Era un principio de ayuda. Lo malo era que más mortífagos parecían llegar, y los hechizos comenzaron a explotar los pocos restos qeu resistían en pie. La viga qeu amenazaba con caer sobre nosotros no aguantó más, y cayó , arrastrando consigo parte del techo. Empujé a Cissy lo más lejos posible. mientras aquel gran muro de escombros nos separaba. 

- Estás bien? Escúchame, sal, saca a los que encuentres y márchate. - rogué. - No seas tan idi*** como yo. Vuelve a casa con tu hija. Yo encontraré otra forma de entrar.

 

Hacia donde ir? Hacia lo que detectaba. En dirección a las voces. En dirección a los llantos. Alcancé un pasillo que parecía extrañamente vacío cuando noté las vidas qeu se apagaban. Cerré los ojos, lamentando aquello, mientras las risotadas de los mortífagos llegaban de algún punto cercano, y la voz de uno de ellos se proyectaba, llamando a los demás para qeu se les unieran. Apreté la varita, gruñendo, avanzando decidido.

 

Hasta dar con un pequeño grupo qeu lloraba. eran muchachos, solo eso. Aquella sala, seguramente de espera, con las paredes derruidas y el mobiliario destrozado, había "protegido" temporalmente a un pequeño grupo de chicos y chicas que ahora lloraban asustados. No pensé demasiado, y al mismo tiempo que el mortífago alzaba la varita, moví el brazo derecho, lanzado el hechizo.

- Kiorke - gruñí. El látigo, de color azul intenso, brillante, restalló para enroscarse con fuerza alrededor del brazo del agresor, que quedó en alto, pero inmovilizado. Tiré hacia atrás, obligándole a girar y quedar frente a mi.

- Ya basta. Salid. - ordené a los muchachos

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Estación King's Cross

Quedaban pocos vivos en la estación, miraba a través de mi máscara de márfil con gotas de sangre todo el destrozo que habíamos causado los mortífagos. Éramos muchos sí, pero sabía que no tardarían en llegar los aurores. Sentí como la especie de un rugido de un dragón. "Lo que me faltaba" pensé para mí, con una sonrisa debajo de la careta. Seguramente fuese una bruja de gran poder para poder manipular un bicho de esos. 

El helicóptero estaba por encima de nuestras cabezas. Y lo último que me apetecía era enfrentarme a los fenixianos. Quería llevarme a Matt conmigo, él seguía peleando en contra de mis compañeros. Su buena fe, bueno, hacía que yo negase con la cabeza. Intentaba proteger a los muggles, aunque sabía que no era fenixiano, o eso me esperaba. Tuve la tentación de agarrarlo con mi voluta de humo negro y sacarlo de allí. Esperaba y rogaba que, si la Ministra Sagitas llegase en algún momento lo sacara de allá a patadas por enfrentarse a magos oscuros. 

Me giré sobre mis talones y una voluta de humo negro envolvió mi cuerpo y salí disparada hacia el exterior. A través de las sombras pude comprobar que no era de la policía, sino de la prensa "buitres" pensé para mí. Así que, me giré en redondo, lo envolví y lo hice caer desde una altura considerable. Pero ésta vez no iría a dar a la estación completamente destrozada, sino a las vías de entrada de los convoyes. La explosión que se escuchó fue ensordecedora... Me fijé en cómo la bola de fuego subió dos metros antes de rebajar su potencial, pero seguía ardiendo... Por mi parte, mi trabajo había acabado.

Con rapidez y sin demora, me dirigí hasta casa. Me adentré en el bosque de Ottery y con otro movimiento de mi varita, la desplacé por la cara he hice desaparecer cómo así el resto de mis ropajes, tanto el jubón con la marca, los pantalones y la capa con ribetes plateados. En su lugar, se cambió por un jersey negro y unos tejanos azules, además de las botas de piel de dragón y mantenía aún los guantes de cuero. Cambié la varita que llevaba. Era cierto que, había usado una de mi padre, y también la llamaba Maat, pero nada que ver con el potencial de la mía. Pero al menos, era mejor no dejar restos por si me pillaban.

Después del cambio, me desaparecí del bosque, para hacerlo enfrente a la verja de la mansión Potter Black. Crucé los terrenos y me dirigí a la cocina. Me serví un whisky de fuego para calmarme un poco. Le eché unos hielos y fui al salón a descansar un rato...

p.d.: cuando termine la fiesta (?) me apareceré como jefa de accidentes a reparar xD 

 

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La presencia de mis compañeros no se hizo tardar. Por supuesto, el primero fue Caelum, alguien quien me caía muy bien y muy mal a la vez. Era extraño lo que sentía cuando él aparecía. Él ordenaba, yo no me deja ordenar; él daba órdenes muy acertadas, obedecía aunque sabía que eso no significara que me cayera bien sino que hay que reconocer cuando un mandato es el adecuado. De todas formas, cuando dijo que nunca olvidaría mi nombre, medio sonreí. Yo le había prometido que no llegaría a olvidarlo, tras nuestro primer encuentro en la Taberna de El Basilisco Ahorcado (y su guantazo en la cara) y nuestro segundo encuentro en aquel bosque donde nos había reunido para "charlar un rato".

Aún así, no era el momento. Ahora, tocaba acabar con la estación de King Cross. Vi como llegaban, unos tras otros, y como la Marca se iluminaba en el cielo. El Morsmordre tal vez no hubiera lucido en el inicio de aquella mañana turbia, siempre nublada en aquel Londres cotidiano. Pero hoy relucía brillante sobre la mancha del Obscurus que entraba y salía por el techo de la estación, destruyendo los tejados, la cúpula, las paredes, todo lo que encontraba a su paso. Era curioso el cambio que había sufrido en cuestión de 6 meses. Ahora no movía ni un músculo ante los ataques hacia los muggles, ni me inmutaba ante los Absorvere de Goldor o el paso firme de Ix Chel al interior de la estación. 

A quién no me esperaba era a Matt. ¿Qué hacia ese pedazo de... burróscopo allá? Había dado órdenes precisas a Harpo de que no les dejara salir de la mansión. Fue el primer y único momento en que dudé. ¿Estaba haciendo lo correcto, arriesgando la vida de personas ajenas, a mi propia familia? Me sentí algo más tranquila al ver que Xell se hacía cargo de él, sin dudar que lo mantendría a raya sin hacer peligrar su vida. O eso esperaba. ¡Ya le tiraría de las orejas cuando llegara a cas! ¡Agg, no podría sin delatarme!

Recuperé la inmutabilidad al momento y recuperé el control del Obscurus. Sé que a mi alrededor pasaban cosas. Mi mente retenía todo lo que sucedía como si fueran fotografías mágicas de las que se mueven. Me mostraban la transformación de postes de la luz con Vitaes, fuegos malditos que iban quemando todo lo que tocaban, Obsistens, Absorveres que quebraban huesos... La policía no tardó en aparecer, ¡pobres lerdos!, poco podían hacer con sus vulgares armas contra nosotros. La cosa se animó un poco cuando unos heliococoteros (creo que se dice así, ya no me importaba tanto conocer de forma apropiada los vocablos muggles) enviaron su munición contra Caelum y contra mí. Sonreí. Ya se apañaría el Sr. Mandón-Black para evitarlo. Yo lo tuve fácil, con un leve movimiento de muñeca generé un movimiento de desvío que provocó el derrumbe de uno de los edificios aledaños. Aquellos aparatos voladores desaparecieron y pude detectar cómo se estrellaban en la ciudad. <<Bueno, otra vez será, Caelum>>, pensé, sabiendo que había sido él quien se había hecho cargo de destruirlos.

Un compañero enmascarado apareció. No le reconocí; en realidad, había visto a muchos en la taberna pero a cara destapada. Sus máscaras les harían tan irreconocibles para mí como para los muggles que escapaban del lugar, gritando aterrorizados por los múltiples ataques. Sin embargo, su pregunta fue hábil aunque me irritó. ¿Por qué me irritaba tanto este día?

-- Sólo tenemos uno porque es el único que hemos podido robar en el Mall. -- Ni loca iba a confesar en voz alta que era de mi propiedad. Ya bastante preguntas tendría que contestar por ser una (¿o la única?) poseedora de un Obscurus en Ottery. (Matthew Triviani)

Avancé. Al fin y al cabo, yo tenía una idea muy concreta de lo que tenía que hacer. Tal vez Caelum pensara que yo había provocado aquella destrucción sólo por pura diversión. Yo no era tan lineal en ese aspecto. Tal vez, más retorcida o planificadora, en cierta manera fría. Yo tenía un objetivo y un fin. Por ello, entré en la estación por lo que antes había sido un gran lienzo de pared de ladrillo. Allá dentro había caos, lo que necesitaba para conseguir mi plan. Me permití un segundo para comprobar todo el entorno, buscando a...

Lancé un breve suspiro en el que el Obscurus aprovechó para volar por encima de nosotros y destrozar una zona más amplia de la prevista, cerca los primeros andenes. Agaché levemente la cabeza al ver volar un vagón de mercancía que giraba como loco y se estrelló en la calle. No podía preocuparme por Matt, ¡maldita sea, él y su madre!. Vale, estaba irritada, sí, pero ahora tenía que hacer lo que había venido a hacer. Mi mano y mi varita se dirigieron hacia la masa oscura y vacilante que parecía quieta sobre el andén 5. Logré contenerlo, intentando aislarme, aunque era difícil sintiendo voces amigas y familiares que hablaban con Matt, una era Cissy (¿Cissy¿) y otra era Heliké. Alejé pensamientos de mi cabeza, ya bastante difícil era dominar aquel ser como para lidiar con los sentimientos encontrados.

Fue un error. Casi. Me di cuenta a tiempo que allá en medio, entre tanta gente que salía huyendo, atacaba, se defendía..., yo no podría mantener indemne si mi atención era exclusivamente para el Oscurus. Invoqué unas Necrohands que me rodeaban y me protegieran, evitando daños. A tiempo. Enseguida vi una luz estrellarse contra una de ellas y, de reojo, vi que Matt había lanzado algo contra mi figura. Me mordí el labio inferior en un gesto tan típico que me reñí porque cualquier conocido que se hubiera fijado podría haberlo reconocido, pero pasé de largo, concentrada en ir moviendo la masa gris hacia la zona de la que yo quería que se encargara. Las palabras de Caelum resonaron en el lugar, llamando a la lucha, a las armas, a dejar de estar ocultos... Para él la política, ya se le notaba a la lengua que tenía mucha labia. Para mí, la batalla.

-- Ahí, ese es... La entrada al andén 9 y 3/4... ¡Destrúyelo!

Y, tras la explosión, la verdad... El Hogwarts Express parado en la vía, preparado para iniciar su marcha. En mi mente, una única orden, "destrúyelo, destrúyelo, destruye y conviértelo en un amasijo de hierro", repetida una y otra vez con rabia. El conductor, sin embargo, no parecía tener intención de quedarse allá. De repente, sin aviso (aunque, ¿quién en su loca cabeza avisaría que salía viendo la destrucción y la caída de la estación sobre él?), se puso en marcha. Grité de rabia.

-- ¡¡Aaaaaaagg!!

Me desaparecí y, cuando aparecí, el tren había adquirido tanta velocidad que sólo pude agarrarme con fuerza a un apoyamanos de los que ayudaba a subir a los pasajeros. El tren ya había abandonado lo que debió ser King Cross y se alejaba del paisaje urbano. No sé si llevaba alumnos, profesores o iba vacío. Una única idea me invadía: no había hecho tantos cambios ni llegado tan lejos para que un vulgar ferroviario, un simple squib conductor hiciera fracasar mis planes.

Mi afán eran tan grande que ni pensé en el peligro que corría. Conseguí llegar a la plataforma y entrar en aquellos vagones. Corrí hacia el inicio de la locomotora tan rauda que casi parecía que yo misma iba más rápida que el tren. No vacilé. Cuando vi al hombrecillo que tenía la gorra roja y lucía un Hogwarts en la chaqueta azul, no lo dudé. Ni siquiera sus ojos llorosos por la súplica me hicieron titubear al lanzar el Avada hacia su pecho.

Cuando miré delante de mí, a lo lejos, el tren que separaba el territorio inglés del escocés se acercaba demasiado rápidamente. Moví la mano instintivamente y ordené al Obscurus que destruyera el puente, que dejara la vía inservible, que el tren se despeñara... 

Y me obedeció.

Y yo olvidé que iba dentro del tren.

Por tercera vez aquella mañana, maldije en voz alta. Tenía una citas importantes hoy en el Ministerio, se publicaría el Edicto sobre Educación, yo tenía unas citas importantes que atender y Sean tenía que hacer una conferencia de prensa. 

No podía morirme por un ligero error táctico.

Editado por Sagitas Potter Blue
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Luna Gryffindor Delacour- Jefa del departamento Auror de Gran Bretaña.

Al escuchar el grito de mi amiga Darla me di cuenta de mi error y agradeci que impediera que saliera mi hechizo, como tantas veces me pregunté si en algún momento sería buena con los duelos y en el lío que me hubiera metido si ella no me hubiera salvado a tiempo, también agradecía que mi tía Mica me ayudara, de veras que no era buena para esto y agradecía tener ayuda en estos momentos de confusión. 

 

- Bueno gracias por eso y perdón por mi despiste, pero volveré a la carga si no importa demasiado - Le comente a Darla y a Mica quienes habían intervenido para qué no hiciera desastres - 

 

Esta vez me percaté de que alguien me había cortado la mano para desviar mi hechizo, muchas cosas estaban pasando a la vez y era evidente que había pasado mucho tiempo sin entrar a la acción, pero no por eso me daría por vencida y lucharía como pudiera hacerlo. 

 

- Episkey- Dije apuntando a mi mano herida viendo cómo se empezaba a curar despacio - 

 

Entre medio del caos que se había formado pude divisar a alguien que se burlaba de mí, de acuerdo quizás nunca había sido buena en duelos pero si era cierto que no permitirá que nadie se mofara de mi error de aquel día. 

 

- Me alegra resultarte graciosa, pero ya verás de lo que si soy capaz - Dije dirigiendo mi varita y mi mirada hacia Candela Triviani - 

 

- Langlock - Dije esperando que la lengua se le pegue al paladar a Candela y no pudiera decir bien sus hechizos - 

 

Miré con el rabillo del ojo a Mica y a Darla, preguntándome si de nuevo no estaria metiendo la pata, pero la realidad era que no me rendiria por una cosa que no me saliera bien, había ido ahí para luchar y eso sería lo que haría, esperando salir viva de allí más que cualquier otra cosa y poder salvar a la mayor cantidad de civiles posibles. 

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Zona del expreso a Hogwarts. Persiguiendo a Nemetona

El látigo se estrelló contra algo que no veía. Tan solo alcancé a diferenciar lo que me parecieron unas manos fantasmales, qeu protegieron la figura. "Necrohands" pensé, mientras el mortífago se giraba. Como en mi primer enfrentamiento, traté de fijarme en su aspecto. Vestía todo de negro, como recordaba que vestían los mortífagos, aunque este portaba una máscara que me recordaba a un búho en un baile de máscaras de Venecia. 

 

Pero algo....algo me detuvo. El tren se le escapaba y tuve la vaga esperanza de que lograsen escapar. Pero en lugar de eso, el mortífago desapareció en el interior de aquel tren escolar. Me quedé paralizado un segundo, recordando la expresión vacía de la máscara y los labios....eran demasiado llamativos en aquel "rostro" blanco que cubría su verdadera identidad. Violeta. Labios violeta que se mordían en un tic nervioso.

 

"No...."

 

Con un gruñido, me aparecí, siguiéndole. Llegué tarde para ver como el revisor caía, inerte al suelo, mientras el obscurus destruía la vía del tren. Con un gruñido, rabioso, intentando ignorar lo qeu había visto, me abalancé sobre el enmascarado. Quien va a pensar que usarían la violencia física en su contra? Pues ese era yo. Lo sujeté por la solapa de la túnica y al instante, sin dejarle pensar, me aparecí, arrastrándolo conmigo.

 

Aparecimos en un callejón, solitario. A lo lejos se escuchaban sirenas de ambulancias, órdenes de agentes del orden y llantos muy lejanos. La marca era visible, lo lejos, sobre el cielo. Habia elegido aparecer en el viejo callejón cerca de la entrada del ministerio, aquel que, en los viejos tiempos, habíamos usado para aparecernos sin llamar la atención. Ahí caimos, estrellándonos contra el suelo de piedra fría. Me apresuré a levantarme, antes de que el siguiente hechizo me alcanzara. Necesitaba....no lo se. Mi idea, cuando desaparecí en la PB, no era precisamente esa. Pero ahí estábamos, en medio de una calle que en otros tiempos me trajo buenos recuerdos, la única que se me ocurrió para alejarnos de todo el bullicio. 

- No teníais suficiente con quedaros en vuestro agujero? Gruñí, mientras asía con fuerza la varita, recordando una vez más aquel pequeño gesto.

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No lograba comprender qué pasaba por la mente de su sobrina. Atacar a una civil no se justificaba en absoluto con un “perdón soy distraída”, y mucho menos con su puesto como responsable de la seguridad mágica y vínculo con la Orden del Fénix… aunque ¿sería posible? Por su mente se sucedieron entonces varios momentos vistos recientemente, la misma Luna los había expuesto a todos en la Gryffindor, escenas donde su padre moría en dudosas circunstancias. Desde entonces el hecho de que Luna hubiera sabido la identidad del atacante sin denunciarlo debidamente, y su presencia en dicho momento sin intervenir, le había resultado sospechoso, pero ¿era ella capaz de estar siendo “doble agente”?

La miró boquiabierta mientras intentaba, sin éxito, curar aquella herida en su mano. Aparentemente estaba tan fuera de sí que ni siquiera notaba que no tenía en su dominio la varita. Luego, alzó su mano hacia Candela y trató de atacarla también. ¿A dos civiles? ¿Acaso su sobrina no entendía lo que hacía o intentaría mostrarse como “confundida” una vez más? Pues no podía permitirle tal cosa.

--Petríficus Totalus --dijo con voz firma, volviendo a apuntar a Luna, esta vez con un rayo plateado que viajó hacia su pecho, encontrándola desarmada y vulnerable a aquel ataque --Incárcerus-- se apresuró a agregar a continuación, enviando tres gruesas sogas a amarrar a la supuesta fenixiana, inmovilizándola durante el tiempo necesario. --Tus días como Auror terminarán “querida sobrina” --la ira en su voz no era algo que pudiese ocultar, se encargaría de que su accionar no pasase desapercibido. 

Entonces, su mirada recorrió el andén destruido, no lograba entender el por qué de tanta destrucción. Ya debería encargarse también como Directora del Departamento de Transportes, pero en ese momento su mente no daba para más, solo defendería a los suyos y a aquellos muggles que aún continuaban con vida.
 

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