Jump to content

Prueba de Nigromancia #23


Báleyr
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Unos tímidos rayos iluminaban el cielo oscuro de la noche, haciendo que lentamente éste se fuera aclarando con la llegada del nuevo día. Báleyr llevaba ya más de media hora en el lugar esperando a sus pupilos, si bien sabía que estos no llegarían hasta el alba. O eso esperaba, tal y como les había indicado el día anterior. Tras distintas pruebas y prácticas, ambos habían demostrado estar perfectamente capacitados para rendir la prueba que les vincularía a la habilidad de la nigromancia, una de las ramas más oscuras de la magia. Había perdido la cuenta de cuántos nigromantes nóveles había visto perderse en aquel portal, y cuántos otros se habían perdido después en los irregulares caminos de su especialidad. Cuántos habían perdido su identidad, o su cabeza... a veces incluso literalmente. Aquella reflexión le hizo sonreír con cierto pesar. 

El sol cada vez estaba más alto en el cielo, y pronto vio cómo sus pupilos aparecían en el lugar. No les miró directamente, sino que su ojo estaba posado en el horizonte, más allá del lago. Allá donde sabía que se encontraba el Portal, en el interior de la pirámide. 

— Creo que ambos estáis familiarizados con lo que viene a continuación. Tendréis que alcanzar la pirámide y, por consiguiente, el Portal de las Siete Puertas. Yo os esperaré allí. En el camino, deberéis vencer las pruebas que os he preparado y que me demostrarán que, verdaderamente, estáis preparados para lo que vendrá luego —ahora sí les miró y alargó su huesuda mano derecha hacia ellos—. Tomad, aquí tenéis vuestro anillo de aspirante. Como sabéis, si el Portal considera que sois dignos... cuando emerjáis de él, éste quedará transformado en vuestro anillo de habilidad, y ligado al mío —alzó la mano en la que llevaba el suyo—. Mientras tanto, os servirá para que yo sepa si necesitáis que os salve el cuello. Dicho esto, ¿os sentís preparados para realizar la prueba? Si es así... adelante, aún os queda un tramo hasta vuestro objetivo. 

Con las últimas palabras, realizó una ligera reverencia hacia ellos y desapareció. Como les había explicado, él les aguardaría en el interior de la pirámide, aunque vigilaría el camino por si le necesitaban en algún momento. 

Deberían pasar cuatro retos en su camino hacia la pirámide. El primero, como siempre solía ser, sería cruzar el lago. En primera instancia, todo sería fácil. Pero, a mitad de camino, un grupo de inferis les asaltaría y deberían derrotarlos para poder avanzar. 

Cuando alcanzasen la otra orilla, se toparían con la segunda prueba que, en realidad, era más bien un obstáculo que les acompañaría el resto del camino: se quedarían sin poder realizar magia con sus varitas.  Y eso les llevaba directos a la siguiente etapa: temporalmente perderían la vista, y deberían avanzar a través del frondoso camino valiéndose del resto de sentidos, esquivando y superando también a las criaturas que les acecharían en las sombras. Estas no suponían un peligro real, pero sí un incordio para su avance. 

Una vez salieran al pie de la pirámide recuperarían la vista, pero se encontrarían con que no podrían acceder al interior sin superar el último obstáculo: un espíritu les esperaría en la entrada y, si bien no era hostil, deberían convencerle de que eran dignos de presentarse ante el Portal como futuros nigromantes. 

Báleyr se apoyó con gesto cansado en la pared y cerró su ojo sano. Estaba deseoso de ver si aquellos dos singulares magos valían tanto como ellos creían. 

 

@Darla Potter Black @Aaron Black Yaxley

  • Me gusta 1
  • Gracias 1
nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

No me iría de Mahoutokoro, no sin antes obtener los conocimientos de la Nigromancia ¡ese era mi cometido! y si Gellert o Tom no lograron conquistar a la muerte ¡yo la dominaría!... yo sería el último suspiro de su tenacidad y junto con ello alcanzaría la cúspide de los secretos de la magia ¡daría la vida y la quitaría a mi antojo! ¡me convertiría en mi propio temor! ¡Yo!, yo, Aaron Black Yaxley, descendiente de las más altas cunas de la pureza mágica le devolvería al mundo mágico el poder y apogeo que merece... ¡me convertiría en la primera deidad de mi clase!...

Mis manos se aferraban al borde del lavabo, mientras observaba el reflejo de la fría y gris mirada en el espejo de una cabaña donde seguramente los estudiantes de la academia se dedicaban al cultivo de plantas mágicas. Observé mil y un rostros, en todas las facetas, en todas las emociones, ¿estaría preparado? ¿de qué dudaba? ¡el poder sería mío! y luego de la nigromancia solo me quedaría alcanzar la cúspide para asesinar a Baleyr algún día.... ¡YO SERÍA EL NIGROMANTE!

-Toujours pur... Toujours pur...- repetía una y otra vez ante el espejo hasta que finalmente di vuelta a la manilla y mojé mi rostro para lavarlo de la suciedad del infierno que habíamos vivido anteriormente con Darla. 

Para el alba ya me encontraba llegando a orillas del lago como habíamos quedado con el anciano. A paso sereno, el crujido de las hojas y ramas hasta la suavidad de la arenilla junto al agua, no serían los primeros indicios que el arcano apostaría por mi presencia, sin embargo sí había algo que él no podría saber, sí había algo que ni siquiera lo mantenía en mente para su lectura... yo usurparía la nigromancia y nadie me podría detener al respecto.

Olía a quemado, mis prendas estaban chamuscadas en la mayoría de sus pliegues y casi de apariencia apolillada, como si me hubiese presentado inmediatamente después de una batalla, y así había sido. Esta vez estaba sin máscara, ya que me presentaría a las siete puertas con el rostro que recordarían de por vida. Siempre con aquella seriedad en mi semblante, indiferente y determinante, quedé a un par de pasos del viejo tuerto mientras este observaba el horizonte. Le oí, me puse el anillo y sin siquiera sentir, vi como desaparecía despejando el horizonte. 

-Bien... - dicté en voz alta mientras desenvainaba la varita y la apuntaba en frente-... la magia es poder...

Desde la punta de la varita se extendió un hilo que se perdió en lo extenso del lago, un fino y delgado hilo plateado que de seguro llegaría hasta la otra orilla, uno que cuando tocó el agua luego de haber sobrevolado la serenidad del agua, la remeció. Se formaron corrientes turbulentas y como si se tratase de algún milagro muggle, las aguas comenzaron a separarse con el hilo siempre indicando el camino. 

-¿Vienes o tendrás tu manera de cruzar?- pregunté a la bruja por sobre el hombro. 

Sin oír respuesta, me adentré observando las paredes de agua por mis dos costados, caminando sobre suaves arenas hasta algunos roqueríos que no fueron difíciles de atravesar. Parecía fácil, tanto así, que paradójicamente parecía aumentar mi alerta ante cualquier peligro que surgiese de imprevisto; la baja temperatura, la humedad, la poca luz del sol ante la profundidad, el rocío de las corrientes intentando conectarse... hasta que se cerró, de arriba hacia abajo, comenzaron a juntarse las aguas formando un túnel donde las corrientes de aire parecían azotar con gran fuerza. No quería utilizar otra clase de magia... ¡quería vivir la experiencia!...

-Lumos...

Oía el rugido de las aguas o al menos eso creía que eran, hasta que algo pareció emerger de las arenas, de los costados, en frente y posterior a mi posición... ¡INFERIS!... ellos buscaban la esperanza, la luz... la luz de mi varita. Me rodearon, se abalanzaron, presionaban sus manos contra mi cuerpo, hundían sus dedos en mis prendas, como si buscasen algo de lo que aferrarse ...¡era vida para ellos!. Y fue así, que con la mano cuyos dedos presentaban el anillo de la nigromancia, la extendí sin miedo, como quien acaricia una mascota para terminar sonriendo y observando a entes sin vida intentando encontrar la suya...¿acaso mantenía algún control sobre ellos? ¿sería el anillo de la nigromancia?...

Seguramente tendría que derrotarlos...pero lo ideal era vencer sin luchar. Debía guardar energías para la prueba real; y así el anillo que me dio Baleyr emitió un brillo particular, uno que pareció iluminar a aquellas criaturas desde su interior, estallando y desintegrándose en un polvillo que se arremolinó ante mí para teletransportarme a la orilla del lago, a destino. Acto seguido observé como se desintegraba mi varita ¡desde mis propias manos! intentando apresarla en una neblina que se disipó ante el sol de aquella mañana, astro que al observarlo me dejó encandilado ¡ciego!, preso de lo que serían mis armas, mis sentidos. 

No ardía, no molestaba, simplemente era un obstáculo más que superar. ¿Olfateaba la frescura de los árboles que escondían mi destino? ... sentía el calor en mi cuerpo, sí, como también un genuino ardor en el anular donde figuraba el famoso anillo, ¿me indicaría el camino?... Elevando la mano, pude distinguir, en contraste,  un punto negro entre la luz que me había cegado y que aún nublaba mi visión, ¡era el anillo! ¡el poder de la nigromancia llamándome!. La cuestión estaba, en que intuitivo y decidido de obtener la gloriosa habilidad, oía susurros de mi mismo evitando que prosiguiese la senda...hasta que tropecé con una raíz que me hizo caer y resbalar por una quebrada que me permitió oír un riachuelo de agua fresca. Me acerqué a tientas y ciegas para lavarme el rostro recuperando la visión poco a poco, de tal forma que al elevar la mirada admiré la silueta transparente y de bordes destellantes, de un monje que me pedía estar de pie con un gesto de su mano, la misma que volvió a unir con la otra bajo las anchas mangas que casi rozaban la tierra. De fondo se apreciaba una gran pirámide. 

¿Os sentís preparados para realizar la prueba?... recordé en mi mente la pregunta del arcano.

-Estoy preparado para enlazar mi vida con el arte de la nigromancia...

 

 

ISh3z7l.gif

1yVXGup.png
xV0xd.gifmdbNxIw.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

wWHgpp5.png

 

Había pasado media noche cazando, no se había molestado en cambiarse antes de salir, el bajo mundo londinense tenía tantos especímenes disponibles como cualquier bosque o selva a los que habitualmente acudía.  Siempre había pensado cambiar su esencia, aunque su prometido estaba dispuesto a cambiar por ella jamás se había decidido a condenarlo a aquello y ahora que él no estaba sentía que más bien era el castigo por su arrogancia, aquella a la que Báleyr había hecho referencia.

 

La rápida ducha que se había dado la tenía allí, frente al espejo, con los cabellos aún mojados y su rostro, su verdadero rostro, reflejando el dolor de la ausencia y preguntándose si el no separar las almas había sido un acto de cobardía o si eso vendría cuando estuviera en la pirámide. La verdad es que no lo sabía.

 

Se vistió con la lentitud de quien va a la hoguera, ya había estado allí y había salido una vez victoriosa, solo que ahora no contaba con Gabriel Van Helsing para ayudarla a revivir. No, contaba con ella misma, iba a ser nigromante, iba a terminar de conocer y dominar esos dos mundos en que se movía, la vida y la muerte e iba a poder elegir en cuál se quedaba. Terminó de atar los cordones de los borcegos que llevaba junto a un ajustado pantalón negro y una polera de mangas largas y cuello medio polera. A la cintura tenía el bolso de piel de moke, su varita y se había terminado por poner una chaqueta que cubría su cuerpo hasta mitad de las caderas. Todo demasiado negro para un amanecer como aquel.

 

Cuando llegó al punto de encuentro ya el arcano y Caelum estaban allí, Aaron corrigió Scarlet en su mente, era verdad, el mago traía su rostro descubierto. Darla sonrió con ironía, le gustaba mostrarse, le gustaba que todos supieran quién era, allí el arcano tenía razón, no medía, se dejaba llevar por su orgullo, sus ojos destellaron con un tono esmeralda y la Potter Black dejó que su alter ego tomara su lugar.

 

—Buenos días —saludó con una inclinación para luego escuchar con atención las palabras del arcano.

 

—Sí lo estoy —respondió la Akane mientras tomaba el anillo que el arcano le tendía y lo ponía junto al de compromiso en su dedo, junto a uno de plata y lapislázuli.

 

Escuchó las palabras de Aaron mientras el arcano desaparecía y se giró hacia él, observándolo con curiosidad, como si fuera la primera vez que lo veía. La Akane no podía entender lo que Darla veía en él, de hecho nunca había entendido qué había visto en cada hombre que se había cruzado en su vida. Se encogió de hombros y fue tras él, desenvainando la varita de la Potter Black, por la esencia de ambas Edelweiss siempre le obedecía y le era fiel.

 

—Llegamos juntos hasta acá, suena lógico seguir —dijo la pelirroja recordando sus propias palabras, o más bien las de su recuerdo en el manicomio, podía sentir sin embargo toda la fuerza y el deseo de protegerlo que surgía de Darla.

 

El túnel de agua le recordó experiencias leídas del pasado, historias de muggles en parques acuáticos, leyendas de hombres atravesando el Mar Rojo y sus seguidores ahogándose. Mientras no fueran ellos los que se ahogaran. Aaron había invocado un lumos, ella no lo necesitaba. Minutos después como si la luz atrajera a aquellos seres los inferis los rodearon. Scarlet maldijo con fuerza, no quería recurrir a sus poderes de clan otra vez, ya sabía lo fuerte y peligroso que podía ser, de reojo vio como el mago se las ingeniaba.

 

De pronto se dio cuenta que no era la luz lo que les había atraído, era la vida… vida que ella solo mantenía a medias… y sin embargo si compartía algo con ellos… la muerte…  en su mano el anillo de nigromancia le transmitió un calor inesperado. Sin dudarlo extendió su mano con el anillo mientras pronunciaba unas palabras que no estaba segura si venían de su mente o del propio anillo.

 

— Invoco te, frater, non tibi noceat te: et tu inferi non sum tuus; altera ex me solum relinquatis in litore condunt.

 

Si la aparición te apretuja y un traslador te jala, el roce de los dedos de los inferis fue como mil esquirlas de hielo clavándose en la piel para luego nada. Allí estaba en la otra orilla presenciando como un Aaron desesperado intentaba tomar su varita, entreabrió los labios pero fueron sus propios dedos los que intentaron atrapar el humo azul en que se desvanecía Edelweiss. En ese  momento el humo con que se desvaneció la varita llenó sus ojos y cuando quiso apartarse lanzó un improperio… no podía ver.

 

Escuchó con atención, notando como Aaron se alejaba, despacio recordó cada detalle de los caminos que había recorrido Darla en cada una de las pruebas anteriores. ¿Qué debía hacer? ¿Preocuparse por el Black o seguir su propio camino? En definitiva, si él era listo sería el mismo. El aroma a pino llegó hasta ella, así como el de ropas chamuscadas, ambos venían de frente pero por distintos senderos. Iba a tomar por el de los pinos y el dolor en su dedo le llamó la atención, molesta dudó y siguió el sonido de un río a lo lejos y el aroma a guerra y muerte.

 

Esta vez la sensación del anillo fue más cálida mientras ponía sus manos al frente para evitar llevarse algo o alguien por delante. Sintió la aspereza de los troncos y recordó al sentir sobre ellos que crecía el musgo lo que había aprendido en herbología. El musgo crecía al norte, recordaba la última vez que había visto la pirámide estaba hacia el este. Iban bien entonces. Un sonido de piedras deslizándose más adelante la hizo dudar, pero no había habido gritos y no olía sangre. Aaron debía estar bien.

 

Caminó tanteando el piso, con la gracia y flexibilidad de un felino, no por nada salían a cazar y utilizaban todos sus sentidos. Como vampiro sus sentidos eran más finos, no solo se manejaban con la vista, el tacto, el olfato, el oído y hasta el sabor se habían desarrollado más. Por eso y por la tibieza que sentía en su dedo cada vez que tomaba el sendero correcto supo que aunque había podido sentir sobre ella más ojos que el del nigromante y había olido a las más extrañas criaturas en su camino, había podido llegar allí. En un momento se habían desbandado frente a ella mientras se acercaba al lugar en que sentía corría el río, la humedad se había incrementado y la podía sentir en la piel a pesar de la calidez del sol.

 

Ya llegando al lugar sus ojos parecieron ir recobrando la visión y de la capa azul grisácea que los había cubierto ya casi no quedaba nada, dejando demasiado visibles los verdes ojos de la Akane, quien sin saberlo no los cubrió con metamorfomagia.

 

—Si llegaste —dijo mirando al mago junto al río y acercando sus pasos hacia la pirámide para detenerse de pronto cuando un monje extendió su mano y le hizo una señal de que se detuviera —¿Y ahora qué hiciste? —le reclamó al Black casi instintivamente al verse frente a aquel hombre que la veía con mirada sería y volvía a tener el gesto impertérrito de quién no piensa dejar su puesto ni que nadie avance hacia él —ésto es nuevo —susurró molesta.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 2 semanas más tarde...

El anciano no tuvo que esperar mucho para sentir que sus dos aprendices se enfrentaban a las vicisitudes del camino, rumbo al punto en el que él se encontraba. Sintió removerse la magia de su anillo, sabiendo que ellos usaban los suyos. Soltó un gruñido, sabiendo que era buena señal: la magia nigromante parecía fluir con ellos con soltura. Sí que estaban preparados, después de todo. 

No obstante, siguió allí plantado con el ojo cerrado y las manos apoyadas en su vara de cristal, aguardando. Sintió cómo ambos se enfrentaban al espíritu que custodiaba la entrada de la pirámide. ¿Por qué ninguno de los dos hacía esfuerzo real por convencerle? Chasqueó la lengua y se encogió de hombros. Los chicos de hoy en día estaban demasiado acomodados. 

Al cabo de unos minutos, sintió ambas presencias cerca y abrió el ojo de golpe, clavándolo en los muchachos. 

— Así que ya estáis aquí. Bien, no esperaba menos. Andando —les hizo un gesto con la cabeza para que le siguieran hasta la sala de los Portales, uno por cada Habilidad. ¿Cuántas veces lo habría visitado ya? ¿Cuántos muchachos había dejado perdidos dentro del portal de la nigromancia, superados por éste e incapaces de dominar su magia? No se caracterizaba por ser un hombre afable y preocupado por la seguridad de los aprendices. Ellos se dirigían hasta allí bajo su propio criterio, y él se limitaba a enseñarles y guiarles. El resto, evidentemente, era cosa suya—. Vuestra andadura juntos termina aquí. Lo que viene a continuación será individual. El Portal os pondrá a prueba como considere conveniente, y debéis hallar la forma de demostrarle que sois dignos de vincularos a vuestros anillos. Si lo lográis, este se transformará en el anillo de habilidad y quedará ligado al mío, como ya sabéis —hizo una breve pausa, mirando su propia mano con gesto pensativo—. Es mi deber preguntaros una vez más. ¿Estáis listos? De ser así... adelante, yo ya no tengo nada más que deciros. Si necesitáis ayuda, solo tenéis que pedirla al anillo y yo os sacaré de allí. Pero sabed que, si eso ocurre, perderéis la oportunidad de vincularos con la nigromancia para siempre. Sabiendo todo esto, adelante. Y buena suerte, aprendices. 

Guardó silencio mientras se hacía a un lado, con paso solemne. La suerte para ambos ya estaba echada. Ellos eran los únicos dueños de su destino, y ahora debían demostrar que estaban verdaderamente preparados. 

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El monje parecía no responder ¡como si fuese una estatua! ¿quizás esperaba algo más? ¿qué debía perder aparte del amor, mi orgullo? ¡¿mí orgullo?!... Sentí una gota de sudor, escalofrío que recorrió mi espina desde la sien, entonces apreté el puño cuyos nudillos partidos habían demostrado todo lo que habíamos atravesado para llegar allí. Impotente, pensé en arrodillarme- no para suplicar, eso jamás lo haría- como un noble a alguna clase de superioridad benéfica ¡que me viera! ¡que supiera que estaba preparado! Y justo antes de resignarme a ello, a demostrar algo de respeto, la voz de la bruja me sacó de la ridiculez que hubiese cometido...

>>...Si llegaste...<<

¿Hubiese pedido un favor?

Observé a la mujer y alterné la mirada con el monje a quién arrebataría la vida si no me dejaba pasar a cumplir con la prueba. Fue en ese momento que Baleyr se dignó a revelarse; al parecer él mismo había sido el monje y la mayoría de la pseudo prueba anterior. ¿Qué buscaba aquel anciano?. Esbocé una sonrisa floja mientras observaba mis pies y le oí, volviéndome a la bruja cuando nos pidió que lo siguiéramos hacia el salón de las siete puertas. Asentí hacia Darla y me volví hacia el arcano, fijando la serena y gris mirada en su espalda... algún día, algún día...

Dentro de la pirámide, con el anillo en mi anular, espigado sobre la figura de la estrella de cinco puntas y los siete portales allí aguardando. El anciano volvió a preguntar si es que estábamos preparados; me dieron ganas de gritarle ¡tenía ansias! ¡ansias de lo que estaba por delante!

-Sí, lo estoy...- contesté suave, tanto como la fría brisa que se arremolinó cuando este dio media vuelta para librarnos el paso. 

***

Tras haber avanzado un par de pasos hacia el portal, extendí mi mano con cierta aspereza ¿acaso dudaba? ¿de qué?... Elevé mi índice flojamente hasta la puerta y el sello pareció maquinar como pequeñas piezas de un reloj, para luego alargar mis dedos y comenzar a absorberme ¡a absorber mi piel! ¡mis tejidos! yo... yo... ¡yo podía ver los huesos de mi mano, de mi antebrazo, la sangre siendo succionada por un pequeño agujero negro que se abría ante mí!... ¿Qué demonios estaba pasandoOoOoO!....

-AaaAaaAghHH....

El portal comenzó a succionarme, ¡a pulverizarme! como si fuese una fina estela cósmica que cruzó a la dimensión donde me probaría como un futuro nigromante. Me sentía completamente intangible, ¡incorpóreo!, hasta que todo pareció ir tomando forma desde un tosco suelo que había pisado más de una vez. Arrodillado y con ambas manos apoyado, jadeando, tendí a vomitar. Primero fueron las náuseas, espasmos que de seguro eran producto de aquella extraña desaparición, luego una tos acompañada de arcadas hasta botar una espesa nebulosa color rosa... ¡brillaba! ¡centellaba en miles de otros colores! ... Con la manga de la túnica limpié por inercia mi boca y me di cuenta que tenía mis manos allí, ¡me di cuenta que estaba vivo!...

-Dónde... ¿qué dem...

Tras percatarme de la estancia que me rodeaba, lo creía imposible ¡todo este tiempo esperando la prueba para que al viejo ese se le ocurriese enviarme de vuelta a casa!. Estaba en el castillo Black. Molesto y a duras penas, me puse de pie, me apoyé en la pared y crucé la varita ... ¡esperen!...¿y mi varita?... no lograba encontrarla al tiempo que tanteaba mis prendas, mis maltraídas prendas... 

-Maldito anciano de mala muerte, ¡Nius!...- alegué intentando recomponerme aún más- lo mataré, juro que lo mataré, ¡Nius! ...- llamaba a mi elfo sin respuesta- ¡maldita criatura inservible! ¡malditos todos!...

Conociendo el camino, sabía que me encontraba en los calabozos a varios metros bajo tierra y apenas tomé una de las antorchas que se apegaban a la enmohecida pared, se oyeron unos grilletes desde la esquina más oscura de la estancia. Un hombre comenzó a reír tan ligeramente que parecía estar al borde de un ataque de tos... de un ahogo... Extendí la luz hacia su posición. El tipo estaba tan solo con un rabo, parecía no haber comido en un par de semanas y su pelo largo caía sobre su rostro.

-¿Quién eres y quién te trajo aquí, sucio muggle?- pregunté con desprecio. Era mi castillo. 

-Muggle...- soltó repitiendo mis palabras a duras penas. Aún brotaba de él aquella risa adolorida y burlesca-... est...est****o... ¿es que acaso no eres capaz de reconocerte?...

La mueca de impresión fue tal en mí que aquél prisionero logró que diese un par de pasos hacia atrás hasta dar con un esqueleto humano que colgaba de los pies. Giré con la antorcha en la mano hasta quedar frente a frente con la pelvis, entonces me volví hacia ...¿mí?

-Esto... esto no, no puede ser posi...¿cómo ha pasado és...cómo es que tú, es decir, yo... ¡tú debes ser una de las copias que he ideado para evitar que me descubran!

-¡Calla ingenuo!- bramó en un solo aliento. Tosió, se volvió a reír y tras enredar sus huesudas manos a las cadenas cuyos grilletes le mantenían los brazos por lo alto, intentó ponerse de pie.

¿Cómo iba a ser yo ese debilucho de allí? ¡YO!

- Si llegaste ¡cof cof!, si llegaste hasta acá, es porque logr...¡cof cof!... lograste entrar al portal ¿verdad?- preguntó sin darme tiempo de respuesta. Él parecía conocer la historia, nuestra, mí historia- Eso que vomitaste ahí...¡ja!...¡cof cof! ¿cómo olvidarlo? ¡cof cof!... eso de ahí es el amor, el amor a la madre del pequeño Kalevi...

La nebulosa de color rosa parecía iluminar tenuemente algunos centímetros a su alrededor. Parecido a un patronus sin forma, no era para nada algo turbio ni mucho menos un conjuro de magia oscura. 

-¡Dámelo...- pidió el yo de quizás qué plano- acércalo, Ca... ¡COF!...Caelum. Acércalo...

Entonces y con algo de incredulidad, tanteé mis opciones sin mas remedio que hincarme al lado de la pacífica nebulosa para tomarla entre mis dedos tal cual los recuerdos se enredan en la punta de una varita; fue el momento en el que extendí la mano y el Aaron sin brillo alguno lo aspiró como si silbara hacia adentro. Él parecía agarrar fuerzas y yo no entendía nada.

-Porqué- pregunté- qué importancia tiene ell...-entonces sentí una feroz cachetada de revés, la misma que había despojado del grillete con una fuerza bestial.

-¡No es ella est****o insensato!- me retó mi propio yo- ¡Es el amor de una madre! ¡tú nunca has amado a nadie más que a ti mismo!  aún así, jamás te olvidaste de tu madre. Fue por ella que te abriste paso, que quisiste ser visto, ¡que demostraste llegar a la cúspide de un grupo de brujas y magos a los que costó recalcarles el honor de ser llamados mortífagos!...

>>Jamás llegarás a ser un mago reconocido...<< fueron sus palabras, sus frías palabras a mis diez años. 

-Eso es lo que te faltó, lo que nos faltó y jamás nos dimos cuenta. Creímos... ¡dah!- soltó en una mueca para arrancar el otro grillete y ponerme una de sus manos en uno de mis hombros como si me alentase a algo- creímos que perdiendo tal cosa nos haríamos más fuertes, ¡pero míranos!, criaste al muchacho, le diste el cariño de un padre como no lo hiciste con Matthew, ni Jeremy o mucho menos Orianthi, ¡le enseñaste todos tus valores sobre la pureza mágica! sí, lo hicimos...- observó por sobre sus hombros hacia la esquina donde quizás cuánto tiempo estuvo cautivo. La musculatura en su cuerpo estaba recuperada como por arte de magia- y mira dónde nos trajo. No es esto lo que debes perder, no es esto lo que debemos entregar... ¡he pasado años prisionero de mí! ¡he pasado décadas pensando en cómo forjar un camino útil! ...- me soltó y cuestionó en decirme- perderás la guerra contra el muggle, la perdimos sí, en algún momento... pero ya sé como la retomaremos y será por eso que otra cosa ofrendaremos al arte que te trajo hasta aquí... a la nigromancia...¡ven sígueme!...

Fue entonces que salimos del calabozo para guiarnos escaleras arriba. Todo parecía estar en blanco y negro menos la flameante llama de la antorcha en mi mano. Los salones a los que llegamos eran fiel copia de las épocas de Fernando, Glenin y otros tantos que hicieron del castillo una secuencia de terrores que azotaron por años a Ottery; los pasillos por donde recorría de niño la búsqueda de una madre ausente y el cariño de una hermana sumida en la oscuridad de la magia...

-Solo nos enseñaron una parte, mi querido e inmaduro yo...- me repercutió como si se retase al él mismo cuando nos veíamos de la misma edad. Bordeábamos los cuarenta años- ¡una parte de la magia! cuando en realidad no hay partes en estas artes, por el contrario, solo existe el conocimiento y en ellos los cimientos de lo que queremos alcanzar ¡para alzar! ¡enaltecer esa varita a la que tanto temimos ver partida entre las garras del fénix! ...

Definitivamente era yo. Mi boggart era un fénix, pero no por el temor a sus seguidores sino a sus ideales y de cómo podrían desvirtuar la magia al punto de diluir su más puro esplendor; Cruzamos varios pasillos, estancias y salones vacíos, muchos hasta llegar a lo alto de una torre donde se hallaba una pequeña compuerta, una a la que solía acceder desde pequeño...

- Tú debes entregar tu ingenuidad para obtener lo que deseamos, ¡debemos arrancar la piedad de raíz! ... tus sentimientos, Aaron, Caelum ...¡JAJA! ¡El Cincel! que buen nombre se me ocurrió en esos entonces- mantuvo entre risas. 

-Yo no soy un mago piadoso...- comenté con cierta molestia ante sus, mis palabras. Él ladeó su rostro, dejándolo caer sobre su hombro como si intentase creernos. 

-No somos buenos, Aaron... a los ojos de algunos somos villanos y eso ya no nos convierte en los héroes por mucho que quisiéramos salvar la pureza mágica. Somos nuestros propios antagonistas, de eso se trata, de luchar con uno mismo... de tener todos los papeles, ¡todas las facetas, Black! ¿Ya tienes dos horrocruxes, verdad? ¿A costa de qué?! ¡¿grajeas?! ... ¡VIDAS MUCHACHO! ¡VIDAS!...

 

...Continuará (?)...

 

ISh3z7l.gif

1yVXGup.png
xV0xd.gifmdbNxIw.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

tr34aPn.jpg

 

La mano de Darla se extendió hacia el espíritu, sus ojos brillaron por unos segundos mientras intentaba una invocación con el conocimiento de las sombras de convocatoria de espíritus pero allí no había un alma en pena, no se trataba de espíritus agresivos ni malvados. Darla asintió mientras con la misma mano dibujaba runas en el aire: Thurisaz, Raidha, Berrana, Tyr, Dagaz y finalmente Ehwaz. Repasó mentalmente mientras veía el efecto sobre el espíritu frente a ellos, camino, viaje, crecimiento, guerreros, paz en tiempos de guerra y decisión.

La figura pasó los ojos de uno a otro y Darla no pudo evitar sentirse analizada, notando la duda en su mirar, lanzó un suspiro y estuvo a punto de decir  en voz alta algo que no esperaba decir jamás pero se contuvo. El espíritu pareció comprender y ser reveló como lo que realmente era.

Sostuvo la mirada de Aaron y al igual que él asintió, solo se concentró en cerrar su mente con oclumancia y sus facciones mantenerlas firmes con metamorfomagia, sin expresión alguna, no quería revelar lo que había en su mente: Sí, habían iniciado juntos el camino, sabía que se separarían en la pirámide pero se habían ayudado a atravesar el campo del conocimiento hasta la prueba y… , Darla observó la nuca de Caelum, Aaron y termino de reconcocerse a sí misma que sí confiaba en él y sí, le confiaría su vida.

Al ingresar a la pirámide al fin el nigromante les volvió a hablar. Sus palabras le parecieron más moderadas que durante la cacería previa en su clase. Al llegar a la sala de los portales tuvo como un deja vú, era la cuarta vez que se encontraba en aquel lugar. Escuchó una vez más la pregunta que le dirigían y asintió tras las palabras de Aaron.

—Sí lo estoy.

Dejó que una vez más Aaron se le adelantara, sin girarse a verlo, solo enfocando su mirada en el arcano. Esperó unos segundos, sin enterarse de cómo había entrado él, solo dejándose llevar por aquella sensación de que si algo no estaba bien, no estaba del todo mal. Finalmente, tomó impulso y se giró, acercándose a la puerta con la marca de nigromancia en ella. Extendió su mano y fue como si la puerta se desvaneciera en una neblina gris y espesa, dio un paso al frente y se sumergió en ella.

«Con la fuerza de todos tus muertos»

Dio un respingo, la neblina se iba disolviendo o más bien volviéndose luminosa mientras ella comenzaba a percibir formas y sonidos a su alrededor.

Aquello no era lo que hubiera esperado encontrar, lamentablemente reconocía bien muchos de los rostros que había en aquel lugar, pero lo peor es que la construcción, abierta, de ladrillos vistos, con arcadas y jardines a su alrededor le resultaba familiar, pero más bien como en un sueño. Había estado allí de niña y no hubiera sido capaz de reconocerla si no hubiera fotografías en un viejo álbum familiar en que su rostro tímido y la sonrisa de sus familiares no le devolvieran la mirada al otro lado de la cámara.

Sin embargo los que estaban allí no eran precisamente los de las fotografías, bueno, sí, varios de ellos sí, porque habían pasado a ocupar el otro lado de la vida. Sin embargo, uno de los rostros que vio no era uno que esperase encontrar allí. Sus voces mencionaban su nombre, repetían frases dichas en el pasado, mencionaban cosas, algunas que ella no quería escuchar otra vez y otras que no sabía si eran reales o no. Pero su atención se centró en aquel rostro nuevo o más bien inesperado.

—¿Es esto real? —no era que dudase si estaba o no pasando, era más bien que no quería creer que su prueba de nigromancia ocurriera con la presencia de alguien tan cercano de su pasado, pero que debiera estar vivo.

—Tan real que aún duele —dijo el joven de los cabellos rizados con una sonrisa triste, extendiendo su mano hacia ella.

Darla se acercó y lo abrazó con fuerza y él le susurró su nombre al oído, arrancándole lágrimas mientras sus manos se teñían de rojo a las espaldas de su amigo. Se separó unos segundos, con el aroma metálico de la sangre en sus fosas nasales y clavando su mirada en aquellos ojos castaños siempre tan cálidos, como su sonrisa.

—¿Por qué? —pero él negó.

—Pregunta equivocada, todo ocurre para algo, tú estás aquí, ahora, buscando demostrar tus capacidades, yo estoy aquí, ahora, esperando pasar al otro lado… ¿entiendes ahora el para qué?

La pelirroja respiró profundo, intentando contener las lágrimas que se le caían mientras asentía.

—¿A él también le dolió?

—Ya no, pero él estaba preparado, tú debes descubrir cuál es el camino que los une y cómo mantener ese contacto con los detalles tan pequeños como los objetos que contienen nuestras almas y nuestra esencia —ella dudo, y él sonrió —sí lo sabes, vamos, sígueme —agregó tendiéndole la mano y guiándola, guiándose mutualmente a través de aquel, ahora laberinto de paredes de piedra y setos verdes.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Vidas, la vida, aquella concepción quedó bailando dentro de mi cabeza mientras aún nos encontrábamos con mi otro yo frente a la puerta de la pequeña salita, en lo alto de la torre del castillo Black. ¿Sería acaso un elemento sustancial del arte que estaba aprendiendo en esos momentos? ¡claro que sí! la nigromancia iba más allá que predicciones previa invocación de los muertos o prácticas para causar daño a los demás, esas cosas quedaban más para los ansiosos de conocer su futuro o los débiles, por requerir de otros, lo que no podrían lograr por ellos mismos. 

- Nunca he intentado ser un héroe...- respondí a quien paradójicamente, vestía, caracterizaba y hablaba igual que yo- ni tampoco un villano. Solo quiero entregarle a mi gente lo que le corresponde...

>>La libertad- dijeron ambos. 

- ¿Cuánto te ha costado esa libertad?- me preguntó mi experimentado futuro- ¿Qué nos costó esa libertad?...

- La soledad...- murmuré.

Siempre había actuado por mis propios lineamientos, lejos de una familia predilecta, de una abuela que intentó guiarme por un camino de paz muy distinto al que predicaban los fenixianos, alejado de hermanos, amigos como Roxanne, Dorothy, Soamily, Perseus... ¡genuina ingenuidad! ¡niñez!... atrapado por lo que otros denominaban magia oscura, negra, ¡prohibida! pero que yo comencé a ver como escondida, fuera del conocimiento público ¡no por su poder! ¡no por su práctica!... Por su libertad. 

-Tras esta puerta hay una vida que deberás tomar... 

Se oía fácil. Tampoco es que me hubiese dolido tomar otras para la creación de mis horrocrux, sin embargo la de Elvis sí me había afectado y es por ello que hoy por hoy, mi alma guardaba su honor como duelista en el prendedor de la familia Yaxley, aún así, el resto de vidas muggles en Kings Cross u otras en el camino no remordían en lo más mínimo mi conciencia... al menos no allí, no a mi yo actual. 

-Yo no fui capaz de hacerlo...- confesó el Aaron con el que había llegado hasta allí- ... simplemente no pude, pero tú, yo, nosotros ...

El mago llevó la palma de la mano hasta la cruda madera para empujarla un poco y vislumbrar a un niño apoyado en el borde de una ventana sin cristal. Ese niño era yo de pequeño.

-Aaron...

De pronto sentí la voz de Caelum, él y yo habíamos entrado con las máscaras que distinguían nuestra apariencia mortífaga- la de él más gastada y bien golpeada. La mía tan rústica como la de él, pero no tan maltratada por los años y las batallas- El pequeño yo se volteó y nos observó con algo de incredulidad. ¡Cómo habrán sido esos tiempos! ¡cómo!... a pesar de lo que significó Lord Voldemort, su vil poderío y las historias que poco a poco se fueron prohibiendo entre brujas y magos, para un niño como yo de casi diez años, era normal ver a otros enmascarados dentro del castillo Black. 

-¿Eres amigo de mi hermana?...- cuestionó el pequeño Black con un tono mucho más agudo. Ingenuo. 

-Algo así...- contestó el otro Aaron que me acompañaba-... tú debes ser el pequeño hijo de Mahía, ¿verdad?...

-¿Mi madre está aquí en el castillo?- preguntó emocionado la pequeña versión de mí. Sus ganas en el nombre de la bruja eran la más pura concepción de un amor entre madre e hijo, o en este caso, hijo a madre, madre ausente.

-Oh...- se apresuró a responder el otro mago en una sutil sorpresa de desesperanza- no muchacho. Tu madre no está aquí, pero te ha querido dejar un mensaje...

Yo observaba todo a un par de metros, espigado y con un asombro que no sería visible por la identidad que escondía la apariencia de Caelum, mi seudónimo con el que era reconocido entre los mortifagos de la actualidad.

-...Si quieres verla debes hacer un encantamiento con la varita, uno muy fácil que te enseñará el amigo con el cual vine hasta aquí...

-...¿Un encantamiento?... - preguntó el chico quien sacaba su varita, una que en esos años era casi del porte de su antebrazo.

-...es fácil de pronunciar, deberás lanzármelo a mí y así yo lo recibiré para abrir un portal mágico y poder enseñarte a tu madre...

- ¿Qué hechizo me...le enseñarás?...- cuestioné acercándome un par de pasos. El susurro de mi apariencia rebotó en cada rincón de la salita. Un flechazo de recuerdos me vino a la mente, ¡una luz!, un verde destello...

-El Avada Kedavra...

A esa edad ningún niño de la edad podría conocer los maleficios prohibidos. Estaba solo, siempre lo estuve y algunas veces era Nius quien me acompañaba (mi elfo), pero dentro de las paredes del castillo Black el ego era tan grande que cada uno velaba por sí solo. ¿Qué protecciones habrían contra la inocencia de un crío? 

Alcancé el muñeca de mi otro yo, de Caelum, evitando que le enseñase a un niño tal acto de maldad ¡una maldición asesina!. Entonces él, sin querer alertar a la versión ingenua de ambos, me tomó el hombro y buscó la serenidad del momento. La insensata y engañosa serenidad. 

-Ahí lo tienes... por eso no fui capaz. Pero para llegar a ser alguien que busque equilibrio dentro de la piedad que dices tener, es algo que debe pasar. Pasará entre nosotros, aquí, donde no existen otros...

-¿Qué es un avada kedavra?...- preguntó el pequeño Aaron.

- Un encantamiento muy fácil. Solo debes tener la intención de que yo desaparezca como una palabra...¿ves?, es muy simple. ¿Puedes concentrarte en eso eh?... para ver a tu madre, ya sabes...

¡Que vil acto era el que estaba a punto de cometer! ¿cómo es que no recordaba nada de esto si supuestamente y por lógica, estábamos en alguna línea temporal a al cuál no lograba llegar? Caelum me observó y se hincó frente al muchacho. 

-Deberás utilizar el obliviate, luego...

¿Yo? ... ¿yo hice que ésto pasara? me obligué a ...¿olvidar?

-¿Qué ganamos con ésto?...

El tipo se puso de pie.

-Comprenderás que con el paso de los años, la delicada línea entre la vida y la muerte, depende de un conocimiento y manejo único de la frialdad... la ausencia de sentimientos y para ello, esa inocencia de querer el amor de una ma...ya sabes, el amor ausente, ¡debes dominarlo Caelum! ¡dominar tus instintos!...

El chico parecía querer irse. 

-Espera... a tu madre, ¿recuerdas?. Solo tomará diez segundos, pero no olvides la intención de querer que yo desaparezca como una palabra ¿sí?...

Incrédulo, el pequeño Aaron quien solo tenía ganas de ir a jugar un rato con los caballos del establo, recorrer los jardines y quizás reunirse con tía Lu para que lo llevase donde su prima Maida, asintió. Después de todo, me estaba convenciendo a mí de lograr ir más allá...

-Ahora...¡apunta!...3....

-Ava...

-2....

-da...keda..

-1...

-¡Avada Kedavra!

El resplandor bañó de una esmeraldina luz las paredes frías en lo alto de la torre. El destello fue tal que la luz se dispersó por la ventana hacia las copas de los árboles que formaban el bosque y de pronto, todo se volvió un cúmulo de emociones, escenas que pasaban rápidamente por mi cabeza. ¡El cincel! ¡Caelum! yo me había esculpido para formar lo que era, un vil mago sin sentimiento alguno... había logrado expulsar aquél amor propio, aquel ego, aquella inocencia que me llevaría a ser el mago más cruel de la historia de la magia. Un pago original, un pecado de atentar contra la vida misma, un paso para conocer los lineamientos de vida y muerte...¡la existencia de seguir allí a pesar de haberme ....de haberme asesinado!  

ISh3z7l.gif

1yVXGup.png
xV0xd.gifmdbNxIw.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

tr34aPn.jpg

 

Recorrieron el laberinto de almas en silencio, entre los setos y tras las paredes las podía sentir y por momentos ver. Al final podía verse un suave destello color perla, pero cuando llegaron a mitad del camino el joven de los ojos color miel se detuvo. Su mirada ahora más oscura, ora más clara se fijó en ella y una sonrisa pálida se dibujó en sus labios.

—La nigromancia requiere sacrificios, tú, sacrificaste lo que no era tuyo, ahora toca que realmente sacrifiques algo que te corresponda a ti —Darla sintió que todo su ser se estremecía.

Eze tenía razón, había sido Scarlet quien había ocupado su cuerpo frente al cuerpo calcinado y había sacrificado el recuerdo del nacimiento de su hijo, para luego dejarla a ella junto a otro gran amigo, Lucas. Darla cerró los ojos, todos sus muertos, ellos, uno a uno habían estado alejada de ella cuando habían partido, sus padres de crianza, su abuela materna, sus amigos, su prometido. Por primera vez en mucho tiempo los ojos de la vampiresa volvieron a rezumar lágrimas que como cristales de hielo rodaban por su mejilla, pero ardiendo no de lo fría sino de lo cálidas que eran.

—Todos mis muertos menos tú —él asintió y la pelirroja lo vio a los ojos una vez más. ¿Cómo dejar un recuerdo que realmente amaba? En su mente sintió un vacío que la obligó a volverse hacia los setos e inclinándose vomitó… solo bilis…

—No puedo —susurró casi con desasosiego cuando sintió la mano de él sobre su hombro, mientras con el dorso de su mano limpiaba sus labios ahora más pálidos que nunca.

—Debes poder, no puedes reprobar, necesito que me ayudes a llegar y esa la única manera —era egoísta, para ambos, por él que le pedía que tomase su alma en sus manos y la liberara guiándola al más allá y para ella que dejaría lo que más amaba por obtener un conocimiento que era precisamente para lograr llegar al que más amaba y si era posible, recuperarle.

¿Cómo podía hacer trampa? Bueno, en realidad ya lo había hecho, levantó la vista y miró al joven frente a ella y asintió. Caminaron de nuevo en silencio hacia el centro del laberinto en que el destello perlado se hacía cada vez más fuerte.

La cabeza de Darla daba mil y una vueltas y supo en ese momento qué es lo que debía hacer. En su niñez había aprendido un juego de cartas, sencillo, astuto pero sobre todo, mentiroso. Ella sabía blofear en el póker, pero sabía aún mejor mentir en el truco. No era la más excelente jugadora pero siempre había sabido jugar con la inteligencia y astucia para obtener ventajas aún de sus pobres manos, era el momento de utilizar esa jugada en favor de su amigo y de su amado.

En el centro del lugar la sensación de vacío era extraña, la sorprendió descubrir que el brillo de perlas provenía de una esfera suspendida en el espacio del lugar. Como una gran perla realmente, como un agujero negro invertido, porque su luz era blanca. Claro que ella bien lo sabía, los agujeros negros no dejaban salir la luz, aquella esfera era todo lo contrario, pero no cegaba.

—Es el portal, algunos lo llaman la luz, otros cielo, otros la nada, pero solo los muertos sabemos que es nuestro hogar verdadero —Darla escuchó en silencio y asintió.

—El pago para las almas es el mismo que para los vivos, todos dejamos lo más triste atrás, pero ustedes dejan…

—Lo que más nos cuesta —completó Darla la frase y sonrió girándose hacia Eze y utilizando la magia más elemental y sus habilidades de modificadora de la memoria apoyó su diestra en la sien, como si se pegasen a sus dedos pequeños hilos plateados fueron aflorando, como si un imán los atrajera, poco a poco los estiró e hilvanó entres sus dedos, creando un pequeño ovillo de recuerdos, de un recuerdo en concreto y luego extendió su mano.

La esfera pareció brillar con más intensidad y Darla dudo, sintió un temor reverente y un estremecimiento que recorría todo su cuerpo mientras terminaba de entregar el recuerdo. Como si se tratara de un pensadero, apenas recibió en su interior los hilos de plata, el centro de la esfera reprodujo aquella estancia, Nurmengard, ella, más inexperta, ya que nos más joven como vampiro, corría en medio de sus murallas atesorando a Edelweiss entre sus manos y una varita entre sus ropas, la varita del Granger que su entonces novia le había entregado.

—Alohomora —se oyó decir mientras abría la puerta de la celda, el joven mago de ojos azules la miró sorprendido —ten tu varita, me envía tu familia, vámonos —recordaba, y ahora lo volvía a ver, como habían corrido para salir de la prisión mientras sus compañeros luchaban, pero esa no era su misión, su misión era rescatar al joven aspirante. Cuando al fin salieron de los muros de la prisión mortífaga su brazo alrededor de él fue más firme y lo miró a los ojos antes de desaparecer —no temas —él no tenía aún licencia para desaparecer y era su primera desaparición conjunta, segundos después Darla Potter Black y Seba Granger llegaban de regreso a los terrenos de la Orden, donde una Luna feliz recibía a su novio. Su primera “cita”.

A sus espaldas Eze río y luego le susurró al oído.

—Bien hecho, gracias —Darla se giró para decirle algo pero él ya no estaba, todo había desaparecido, la esfera, su recuerdo, las paredes, los setos, estaba ella sola, allí, en medio de la nada y una presencia de luz le llenó por unos segundos su propia alma.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 2 semanas más tarde...

Los aprendices se metieron en el Portal por separado y Báleyr no podía más que esperar y desear que todo les saliera bien. Aunque le costaba reconocerlo, y jamás lo haría en voz alta, sabía que ambos estaban perfectamente capacitados para superar aquella prueba. Pero, a veces, esa ciega confianza era la piedra con la que algunos aprendices tropezaban. Y entonces, cuando querían rectificar, era precisamente cuando ya estaban perdidos. 

No fue el caso de ninguno de los dos muchachos que, ahora, se vinculaban con el anillo de la nigromancia para siempre. El anciano podía sentirlo: su anillo parecía vibrar en su huesuda mano, como si sintiera que se estaba ligando a otros dos nuevos anillos, que dejaban su status de anillos de aprendiz para convertirse en anillos de habilidad. Sin embargo, el portal no terminaba de abrirse para devolver a ambos chicos al mundo real. Báleyr, que se había retirado hasta el otro lado de la sala, observaba con su único ojo el lugar en el que debían aparecer. 

Los minutos le parecieron horas, y las horas parecían días. A pesar de la inquietud que sentía, el anciano no vaciló en su espera y aguardó con gesto neutro. Ya volverían. 

Finalmente, ambos emergieron del portal. Parecían un poco confusos, pero aquello era lo más común después de enfrentarse a una prueba de semejante magnitud. Con una sonrisa irónica, caminó hacia ellos lentamente apoyándose en su vara de cristal.

 — Bien hecho, muchachos. Al final no sois tan tontos como me pareció al principio  —les dijo, aunque en su voz no había acritud. Señaló el anillo de ambos—. Ahí tenéis la prueba de que habéis conseguido superar al portal. Ahora los dos sois nigromantes, os doy mi enhorabuena  —hizo una pequeña inclinación en su dirección —. Lo más importante es que recordéis que un gran poder conlleva también una gran responsabilidad. Vuestros anillos de habilidad están íntimamente ligados al mío propio. Así que, si usáis de mala manera vuestros poderes... lo sabré, y podré actuar en consecuencia. Espero que no lleguemos jamás a esos extremos. Ahora sí, me despido. Buena suerte. 

Dicho aquello, Báleyr volvió a hacer una ligera inclinación de cabeza hacia ambos y se dirigió hacia la salida con un lento caminar. Su trabajo con ellos había terminado. 

 

  • Love 1
  • Gracias 1
nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.