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Juliens
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Y entonces todo se derrumbó.

Los cielos se desprendieron y golpearon el suelo.

Las aguas subieron hasta que la tierra estuvo completamente sumergida.

 Tanngnjóstr, Tanngrisnir, Hugin y Munin caminan junto al grupo de magos y brujas que van a desatar el Ragnarök. Piensan en huir pero se mantienen cerca. Junto a ellos también está la reliquia de Freyja que es custodiada por los Oscuros. En conjunto, todas ellas, no son ningún peligro. La reliquia de Odin, la reliquia de Thor y la de Freyja son tres entes mágicos que no pueden juntarse en armonía.

Al menos que aparezca un cuarto elemento: el Mjölnir. A diferencia de la réplica que normalmente suelen invocar los paladines, en ese momento es el mismísimo martillo de Thor el arma empuñada por uno de los paladines que lideran la avanzada. Sostiene el arma en su mano como si fuese una extensión de su cuerpo, de su magia.

Benjamin no tiene muy claro todo lo sucedido en las últimas horas, sin embargo lo que sucedió fue: envió un patronus a toda la orden del fénix para citarlos en el cuartel general. Puso a todo al mundo al día y presentó -junto a Helene- las dos reliquias que estaban en su posesión. El mensaje para los oscuros fue un poco diferente, ellos además debían llevar consigo la reliquia de Freyja. Cuando todas las reliquias  estuvieron juntas hicieron un dibujo de un mazo sobre el mapa. Indicando el punto en dónde se encuentra la isla de las Tormentas.

—Es posible que  no sobrevivamos a esta batalla. Aún están a tiempo de irse. Nadie los juzgará.

Y era verdad. Enfrentarse a magia tan antigua y desconocida era muy peligroso. Lo era mucho más juntar toda esa magia y despertar a una mucho más peligrosa y desconocida que incluso tiene nombre propio: Ragnarök

La Puerta de la Desolación está justo al frente. Sellada con magia. Pero ellos tienen la magia, el poder de Thor, el poder de Odín y el poder de Freyja. Solo hace falta que caminen un poco más por el punte arcoiris para que la puerta y la reliquias reaccionen y comience el Ragnarök.

 

 

Conocimiento de Bando I

Herrería sagrada
@Mica Gryffindor

 

Conocimiento de Bando II

Control de energía psíquica

@Helene Eloise Bellerose

 

Conocimiento de Bando III

Conexión natural

@Rory Despard

 

Poderes de Clanes

Editado por Nate Weasley

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Todo había cambiado mucho desde sus viejos tiempos entre los Paladines. Los Clanes habían crecido mucho, animándose a salir a la búsqueda de aquellos poderes que les pertenecían por naturaleza. Ella se había perdido todo aquel renacer, estando alejada no solo de su clan, sino también de su bando, su familia… todo se había ido de su memoria, y había vagado por años en búsqueda de quién era. Ahora, poco a poco empezaba a recuperar quién era, pero ya todo era diferente y algunos cambios irreversibles. No obstante, sus convicciones y deseos de justicia la habían llevado al sitio al que pertenecía. 

Caminando orgullosa, junto a miembros de su bando, iban y venían por su mente imágenes del pasado que no había tenido oportunidad de rememorar hasta ahora. Se sentía “en familia”, así como tantos años antes cuando había tenido oportunidad de escoger su bando de pertenencia, o como su regreso años después tras lograr liberarse de Agatha. Estaba rodeada de gente en la que confiaba, a pesar de que a la mayoría apenas los estaba conociendo. 

No sabía mucho sobre las anteriores misiones, no más que lo que había llegado a sus oídos tras los importantes logros. Al momento en que Benjamín la había convocado junto con el resto en el cuartel, la curiosidad la invadió a tan punto que tuvo que contenerse para no soltar un mar de preguntas. Sabía que ya serían resueltas mientras se adentraban en aquel desafío. 

Observó al caballero que caminaba al frente, sosteniendo el martillo de la deidad que los representaba. Sabía que era quien lideraba hoy a los paladines, y eso le despertaba un profundo respeto. Sus palabras no le resultaron alarmantes, estaba dispuesta a dar la vida por su bando, siempre lo había estado. No estaba en sus planes abandonar antes de tiempo. 

Esperaba lograr estar a la altura de las circunstancias llegado el caso, pues poco conocía de cuánto podían hacer los de su clan realmente. Haría su mejor esfuerzo, de eso sí estaba segura. 


 

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La híbrida aun no se reponía del todo de la adrenalina que había vivido hace poco en su primera misión oficial de bando. Junto con Benjamin habían logrado recuperar las primeras reliquias, la misión más confusa y emocionante desde su entrada al bando.

Si alguien le hubiese dicho que iba a terminar rescatando cabras, la Hélene del pasado hubiese reído con ganas, ahora no podía encontrarse más agradecida de haber podido participar en ese momento tan icónico. Aún así, la idea de desatar el apocalipsis le seguía persiguiendo como una constante espinita. ¿De verdad había que ser tan radicales? No había logrado obtener del todo las respuestas que había formulado la primera vez, pero no le preocupaba. Confiaba en ese equipo más que en nadie y había aprendido a respetar a Karkarov profundamente a raíz del primer encuentro.

Se había tomado el tiempo suficiente para asearse y descansar un poco ya que le habían advertido que la misión que ahora tenían que enfrentar tenía que llevarse a cabo lo más pronto posible. Se había convocado a más miembros del bando con la esperanza de que con el desarrollo de los poderes de sus respectivos clanes pudiesen llevar la misión a su final con éxito, de todo corazón ella lo esperaba.

Sus recientemente desarrollados poderes del clan de los oscuros aun le resultaban novedosos. Había disfrutado de sentir un poder nunca antes conocido, aunque a las fuerzas había aprendido que esa magia tan antigua tenía su propia forma de equilibrarse. Aún se sentía un poco adolorida a consecuencia de su primer manejo de energía, pero eso no le amilanaba pues deseaba aprender a dominar la magia del clan de los oscuros más que nada en ese momento.

Cruzó las puertas del cuartel general con paso decidido, curiosa más que todo por ver quien más había sido convocado. No se sorprendió de encontrar a Mica junto a Benjamin y esa perspectiva le hizo sonreír. Conocía poco a Mica, pero le agradaba mucho. Ahora le agradaba incluso más, estaba probando su valentía.

Negó con la cabeza ante la advertencia de Benjamin. No deseaba irse, por el contrario, estaba más segura que nunca que ese era el lugar en el que debía estar.

Saludó a ambos con un suave asentimiento y esperó las instrucciones. Estaba segura de que para esta misión estaba mejor preparada y deseaba ver qué le deparaba el Ragnarok.

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Tomó una bocanada de aire, como si su vida dependiera de ello y observó por última vez su minúscula habitación en el Pink Palace. Cuando meses atrás, había comenzado su propia vinculación a la magia de la naturaleza, jamás había imaginado que su destino sería ese: ayudar a desatar un cambio irreversible para el mundo.

Pero ¿acaso las visiones que lo atormentaban por las noches no habían hecho ya una advertencia al respecto?

Mientras dejaba una nota en recepción y algunas indicaciones sobre el tiempo que (presumía) estaría ausente, la mente de Rory intentaba imaginar lo que encontraría al llegar al Cuartel General. Dada la magnitud de la tarea que tenían por delante, la convocatoria había sido a todos los miembros del bando sin excepción, pero también sin obligatoriedad.

Aunque lo criticasen por tal libre albeldrío en tiempos de guerra, su voluntad era férrea al respecto.

Su entrada a la reunión fue más bien discreta, un esbozo de sonrisa que no alcanzaba a sus ojos preocupados, aun cuando se sentía contento de volver a ver a Mica y Helene. Había conocido a ambas en circunstancias muy particulares en la residencia Potter hace un tiempo, pero le impresionaba la rapidez con que habían sabido acoplarse al ritmo infernal que exigían las actividades del bando, tanto que a veces impedía poder conocer un poco más a las personas, más allá del ideal que todos tenían en común.

Si veía hacia su interior, era capaz de notar que el tiempo que llevaba en la Orden del Fénix había fortalecido su fe en los demás y en él mismo, sintiéndose un poco más seguro del cargo asumido como respuesta al mandato de Dios (que así lo seguía creyendo en lo profundo del corazón), pero eso no significaba que cada tanto no tuviera dudas sobre el asunto, especialmente cuando veía a su alrededor a otros miembros con muchísimas más cualidades que él.

Benjamin por ejemplo, estando allí a su lado, con el martillo sujeto con firmeza entre sus dedos, y ni una sola nota de temblor en la voz, parecía el líder ideal que se necesitaba en los aciagos tiempos que les tocaba vivir. No era casualidad, en el modo de ver las cosas de Rory, que fueran los paladines los que guiaran a desatar el Ragnarök y consigo, la promesa de que el mundo cambiase y se recuperara el equilibrio que los dementes actos cometidos por muggles y magos habían dañado.

Era probable, que a lo largo de esa misión, y como en otras ocasiones, sintiese estar dando poco por comparación a los demás. Él no era un guerrero, sino un predicador, y quizá por eso, mientras asentía a las palabras de su compañero, volvía a sentirse como Moisés, sin todas las fuerzas para la misión que Dios le había asignado. En los días de retiro que habían seguido al fatídico rescate de un particular grupo secuestrado por las fuerzas del inquisidor, había vuelto a las Sagradas Escrituras para nutrir su alma resquebrajada de la sabiduría divina manifestada en ellas, ese testimonio que lo ayudara a renovar sus formas de pensar, para seguir pregonando con el mismo ímpetu y esperanza que un mundo mejor era posible.

Aun si el costo fuera la vida misma, valdría la pena despertar al caos para conseguir la tan anhelada paz en comunión con los demás.

Frente a la Puerta de la Desolación, Rory alzó la varita, repitiendo las palabras de Joel 2:11

El Señor da su voz delante de su ejército, porque es inmenso su campamento, porque poderoso es el que ejecuta su palabra. Grande y terrible es en verdad el día del Señor, ¿y quién podrá soportarlo?

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Leonid

El viento sacudía con fiereza helada la ropa del mago, podía sentir sus garras atravesar las varias prendas que llevaba puestas mientras aguardaba junto al pequeño grupo a que la aventura diera inicio. El ruso fue uno de los últimos en llegar, fueron las dudas de verse involucrado en una historia de la que se había perdido los primeros capítulos, las que lo retuvieron. 

 

Era el nuevo, el novato, el recién llegado y todo aquello era un combo que normalmente impiden abrirse y sentirse cómodo desde un principio frente a la nueva dinámica, le faltaba aún ese sentido de pertenencia y familiaridad que compartían todos sus compañeros en aquella misión. 

 

Su vida se vio envuelta en cambios radicales en el último tiempo, básicamente todo le era algo novedoso y pese a que se consideraba un hombre práctico no podía negar que todas esas nuevas sensaciones resultaban un poco desgastantes tanto física como mentalmente. De todas formas aceptó la invitación que la Orden del Fénix dejó sobre la mesa, decidió que aquel momento era igual de propicio que cualquiera para dar sus primeros pasos y demostrar su compromiso con la causa que la organización defendía. 

 

Había encaminado su destino y estaba dispuesto a afirmarlo con hechos. 

 

Asintió en silencio reafirmando su decisión de formar parte de aquello cuando Benjamín ofreció la oportunidad de salirse si alguien no se sentía del todo preparado. Leonid escogió una intensa y desafiante bienvenida como su iniciación dentro del bando, de eso no había dudas, desatar el Ragnarok era una locura y el pelirrojo estaba dispuesto hacer su parte en el apocalipsis que estaba por dar inicio. 

 

Observó nuevamente a sus compañeros, sus rostros le resultaron desconocidos, no conocía sus nombres, desconocía sus orígenes, no podía descifrar lo que pudiera estar pasando por sus cabezas en aquel momento, pero una presencia le hacía sentirse no del todo fuera de lugar en aquel pelotón.  

 

Helene, la bruja que lo rescató del oscuro mundo por el cual deambulaba sin rumbo, se encontraba allí. Durante los últimos meses la relación que comenzaron a edificar entre ambos se fue curtiendo frente a los distintos embates y dificultades que tuvieron que arrostrar. Pero resultaron fortalecidos y para el cosaco no había persona más importante en su vida. 

 

La luz danzante y cambiante del Bifröst, el puente de luz con los siete colores del arcoiris relucía con intensidad frente a ellos, era el único camino que los llevaría al Ragnarok. En el otro extremo, antiguas y desafiantes se alzaban las Puertas de la Desolación, su primer desafío, la primera barrera que debería saltear. La adrenalina comenzó a correr con vigor por las arterias del mago, despertando sus ansias de combate, ocultando las tribulaciones bajo un manto de osadía. Aferró su varita con fuerza, estaba listo.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Al tiempo prolongado de silencio le siguieron luego los primeros pasos. Un último miembro se había al grupo, y junto a él, avanzando por aquel puente, Rory miraba inquisitivamente a Benjamin esperando por el siguiente movimiento. Sentía un hormigueo en todo el cuerpo y la sensación no se detuvo, y al contrario, aumentó cuando deteniéndose ante las puertas, por fin estaban en el punto donde todo debía iniciar.

La vasija de Freyja se encontraba allí, al pie, rodeada de una luz iridiscente. Tanngnjóstr, Tanngrisnir, Hugin y Munin dieron un último paso y entonces, la luz fue tan potente alrededor de todos ellos, que Rory tuvo que apartar la vista y cerrar los ojos. Un ensordecedor ruido lo inundó todo, él imaginaba que eran las puertas de la desolación, pero antes de poder comprobarlo, sintió el suelo bajo sus pies temblar. 

Y entonces, una nueva visión reverberó en su mente. Todas las tierras arrasadas en fuego, y en medio de ello, un árbol gigante, con las raíces  extendidas hacia los cuatro lados del mundo y que no alcanzaba a verse donde terminaban.  Rory cayó de rodillas, atormentado por la visión de ese fresno perenne, del que manaba agua.

Manaba vida.

Cuando volvió a abrir los ojos, comprobó que estaban en un páramo. La oscuridad era densa, y aunque con su varita pronunció Lumos una y otra vez, ninguna luz acudía. Sin embargo, se oían ruidos, tenían que ser sus compañeros ¿o no? Comenzó a llamarlos en voz alta con la esperanza de que alguno respondiera. No había nada que los guiara, que los ayudara a saber si estaban yendo en la senda correcta.

¿O es que acaso esa creciente desesperación era la señal del infierno que por sí mismos habían desatado?

No, no podía dejarse ganar por esos temores. Eran pocos, así que necesitaban más que nunca concentrarse y confiar en la magia originaria que cada clan de la Orden poseía. Si un nuevo orden de las cosas iba ser instalado, esos poderes eran indispensables para conseguirlos. Así respiró varias veces hasta calmarse, y pronunció serenamente Llamatus Seres.

De inmediato, aquel escenario de soledad se transformó. Rory no estaba solo, había docenas de almas a su alrededor, todavía silenciosas, pero quizá todo lo que se necesitaba era hablarles. Llamarlas, como había llamado a sus compañeros, algunos de los cuales empezaban a responderle.

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Si algo me caracterizaba era que solía ser muy patosa y torpe, todos sabían que me caí o me tropezaba con todo a mi paso y eso había sido un peligro en anteriores misiones, así que suspiré esperando que en esta eso no fuera un impedimento para ayudar a mi familia como siempre lo había hecho.

 

Camine segura y rápido por la calle hasta llegar al cuartel general, suspiré indecisa y al final entre preguntándome si podría aportar mi granito de arena y ayudar de alguna manera a que está misión llegará a buen puerto. 

 

Me alise mi traje violeta en un gesto mecánico y restregue mis zapatos de tacón alto violeta, para darles brillo denotando mi nerviosismo más del que tenía momentos antes. 

 

En años venideros nunca recordaría porque sonreía tan alegre y tampoco recordaría mi mirada de asombro cuando una luz me cegó haciéndome parpadear y tampoco recordaría el frío que sintió en esos raros momentos, lo que si sabría es que algún tipo de magia se había activado sin saber ella el porqué de esto. 

 

Lo que si pude ver fue un páramo y tanta oscuridad que querría haber escuchado a Rory decir "Lumos" aunque no estaba segura de que eso no fuera cosa de su imaginación. 

 

- Bueno si alguien quiere asustarnos o matarnos, eligieron el lugar perfecto, no creen? Qué hacemos aquí? Cómo ayudaremos? - Pregunté con mi repique de campanas más bajo de lo habitual, evidenciando mi nerviosismo por no saber dónde estamos ni que hacíamos allí - 

 

No dije más nada y espere a ver si podía ayudar o entender que sucedía allí, era evidente que estábamos como en un inframundo raro y me propuse entender que sucedía y ayudar a que todos estuviéramos bien lo mejor que pudiera hacerlo. 

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Si algo le gustaba de Nueva York era su clima, como el clima era bastante templado, tirando a frio, podía cubrirse de pies a cabeza sin causar suspicacias. Y alejarse de la Orden y de Londres había hecho que pudiese encontrar la paz que aquellas tierras no le daban. Aquella noche había salido a dar su acostumbrado paseo nocturno en busca de algo para cenar cuando pudo sentirlo, parecía como si un extraño y oscuro poder se acercase rápidamente como una enorme ola. Cerro los ojos y dejo que sus dotes de adivina buscaran la fuente de aquella perturbación y a su mente vino la imagen de una persona, Rory Despard, el único hombre que había acudido al llamado desesperado de Luna.

 

Abrió los ojos y miro hacia el cielo estrellado, suspiro y espero a que la onda llegase a donde ella estaba mientras se concentraba en su propia oscuridad y la del clan al que pertenecía. Detener la amenaza no era una opción, temerle no lo era tampoco porque ella era parte de oscuridad misma, pero si podía hacer una cosa. Prepararse para cualquier amenaza dentro de esta.

 

- Maledico - susurro, invocando su arma favorita, una guadaña de color oscuro con un brillo fantasmal, como si tuviese un eterno fuego morado recorriéndola. - Maldita sea, párroco, que hicieron ahora. Y de pronto, todo desapareció y solo quedo la oscuridad. Por un segundo pensó que finalmente había muerto, pero el arma en la mano la saco de su sueño, un muerto no ocupaba armas. Intento entonces mirar si había alguien mas pero estaba todo tan negro que no podía verse ni su mano, solo aquella que su arma iluminaba.

 

De pronto a unos pasos le pareció percibir algunos espíritus y decidió acercarse, tal ves ellos podrían decirle donde estaba y si ella era la única, pero cuando se acerco lo vio, Despard estaba ahi. la tenue luz de aquellas almas iluminaban aquel rostro conocido para ella y su arma lo hacia con su propio rostro.

 

Despard...que esta pasando aqui - le dijo buscando respuestas en su lider y esperando que este pudiese responderle

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Días, semanas, meses quizás, la Potter Black no sabía cuánto tiempo se había permitido sumergirse en aquella vorágine interior que no la llevaba a nada. Bueno, no, eso no era del todo cierto, sí había ido obteniendo respuestas. Pero lo peor de todo que ninguna era la que esperaba. Darla estaba sentada en el invernadero de Eros, el elfo de Seba, si éste lo supiera pondría el grito en el cielo. Sus ojos estaban cerrados, tenía frente a ella un caldero en cuyo interior una poción desconocida bullía aún a pesar de haber apagado el fuego bajo ella.

La Potter Black es estremeció, el aroma inundaba el lugar y ella podía sentir esa extraña sensación recorriéndole el cuerpo. En uno de sus dedos una extraña tibieza comenzaba a desarrollarse pero para cuando observó el anillo detector de enemigos éste se había enfriado tan repentinamente como había avisado que algo ocurría. Aquello no podía ser buena señal.

La pelirroja se puso de pie y con un movimiento de la varita hizo que la poción quedara encerrada en el caldero hasta su regreso. Justo a tiempo de hecho, un patronus con forma de tigre de bengala había llegado a su residencia. No le hacía gracias, había oído hablar de la custodia de la reliquia de Freyja pero al mantenerse alejada desde la muerte de Seba no había sabido qué es lo que sus compañeros oscuros habían hecho con ella. Lo mejor sería ir al cuartel directamente.

No había tiempo para avisar a sus elfos y ellos ya estaban demasiado acostumbrados a sus erráticas decisiones desde seis meses atrás  a la fecha.

La bruja que atravesó la puerta del cuartel general parecía la sombra de la Potter Black, túnica negra, una capa de terciopelo sobre ella, un cinturón de cadenas donde se veía de un lado un bolso de piel de moke y del otro un puñal de plata. En su cuello una gargantilla azul le daba el único toque de color, no llamaba la atención, ni las altas botas emitían sonido en su caminar felino.

Le causaba gracia el comentario de Benjamín, demasiadas veces había enfrentado la muerte como para dejarse amilanar hoy. Por eso solo sintió curiosidad al llegar a las puertas de la desolación, curiosidad agrandada por las palabras de Rory frente a ellas. Claro que primero deberían recorrer el puente de los siete colores. ¿Acaso no dicen que hay una olla con oro al otro lado del arco iris? Mientras no fuera oro Leprechaun se dijo, observando de reojo a un nuevo integrante de la Orden. ¿Cuánto tiempo había permanecido alejada de sus hermanos que no les reconocía? Y precisamente esa expresión que había usado le dio una clara razón de por qué huía.

Escuchó en silencio las invocaciones de sus compañeros y las palabras de Lunita, el reclamo de Sophia, sus ojos se cerraron por unos segundos, podía sentir las vibraciones en el aire. ¿Por qué habían reunido las reliquias? ¿Por qué estaban allí? ¿Serían todos sus compañeros capaces de mostrar sus poderes de clan, pero sobre todo de miembros de la Orden? Necesitaban unirse. Se dio cuenta que había elegido ella no hacerlo, había llegado tarde al Cuartel a propósito, se había demorado en acompañarlos con la excusa de avisar a sus elfos, se encontraba allí aún más luego que la bruja que había partido a Nueva York… momento… Sophia no estaba con ellos, y ni siquiera entendía cómo ella misma estaba allí.

« ¿Estáis listos? De ser así... adelante, yo ya no tengo nada más que deciros.»

La voz de Báleyr volvió a sonar en su mente. ¿Había pasado la prueba de Nigromancia? ¿Estaba de nuevo en ella? ¿Acaso todo lo que había visto y vivido era un sueño? La poción.. Darla abrió de nuevo los ojos y estaba allí, no había ido con ellos, no veía nada pero lo sabía, no había acudido al llamado, lo pensó pero no lo hizo, había continuado en posición de loto frente a la recién creada poción, su mente, una proyección astral o esa poción habían hecho que sintiera y viviera como si estuviera junto a sus compañeros, pero no era verdad.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, percibiendo la presencia de cada miembro de la Orden, eso no era una habilidad suya, sin dudas.

Criaturas de Sombras, pensó la pelirroja y a su lado dos fieros lobos de las estepas se pegaron a sus piernas, una brisa venida de alguna parte sacudió su capa y su túnica, haciendo que Darla se preguntara una vez más ¿Qué estaba pasando allí?

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Otros empezaron a sumarse a la marcha. A algunos los reconocía aunque aún no había tenido tiempo de interactuar demasiado. Vio a la joven francesa que sabía que era matriarca del lugar en que vivía y al predicador que había visto por primera vez en el funeral de su mellizo. A ambos los había cruzado posteriormente en la casa de los Potter, pero sin llegar a tener una conversación con ninguno. También había un joven del que nada sabía, solo que era miembro de la Orden al igual que ella.
 
Se preguntó por un instante si estaba haciendo las cosas bien. Años atrás habría podido arriesgar que conocía casi todo el mundo en la Orden, para bien y para mal, sabía con quiénes se rodeaba y eso la hacía pertenecer plenamente a su bando. Hoy todo era diferente, pero sabía que podía confiar igualmente en todos ellos. 

El camino que llevaban recorrido en ese tiempo era arduo, había sabido pocos de los hechos que ellos habían enfrentado antes de su llegada, pero los logros eran inminentes. Llevaban las reliquias de cada uno de los clanes con ellos, estaban listos para enfrentar lo que seguía, o al menos esa era la sensación que imperaba en el grupo. 

Pronto estuvieron frente a aquellas puertas que había escuchado mencionar en relatos.  Rory caer de rodillas, no sabía qué le sucedía pero notaba desde su alrededor cómo las reliquias empezaban ¿activarse? No estaba segura de lo que hacían pero las sentía. Fue entonces cuando en un abrir y cerrar de ojos no pudo ya ver nada alrededor. Solo lograba escuchar cómo sus compañeros se movían e intentaban iluminar.

La voz de su sobrina la sorprendió ¿cuándo había llegado y por qué no había notado su presencia? De seguro no era lo único que no había notado. Otra voz familiar la sorprendió, evidentemente acababa de encontrarse con el grupo. Se alegró de que Sophie estuviese allí y al mismo tiempo temió por ella ¿cómo debían actuar en esas situaciones?

Buscó entre su túnica el Tambō, arma que no había portado nunca aún puesto que apenas estaba aprendiendo al respecto. La mantuvo en su mano, lista para poder utilizarla en caso necesario. En su diestra sostuvo la varita, arma que la hacía sentir más segura en su uso y de la que no prescindiría. 

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