Prueba del Libro de Hermes Trimegisto - Mayo 2021

[Badru]

La cima de la montaña más alta del monte Sinaí era el sitio escogido por el guerrero uzza para que Sagitas demostrara los conocimientos adquiridos del Libro de Hermes Trimegisto. Se trataría de una interesante prueba práctica en donde tanto ella como él deberían utilizar los poderes a su alcance, incluyendo el amuleto del dragón para luchar encima de uno.

Para colmo, una tormenta en pleno desierto parecía amenazar la visión de ambos contendientes. Esperaba que la arena no llegara a las alturas de la montaña.

—Sagitas —murmuró Badru, antes de realizar una pequeña reverencia y montar en su dragón.

La agilidad con la que el guerrero trepó en la criatura parecía un truco de magia, pero la costumbre lo dotaba de una maestría inalcanzable para la mayoría. De todos modos, esperó a que su pupila escogiera, podía montar en el dragón o no hacerlo. Aguardaba además que ella iniciara el duelo.

 

* * *

 

• No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
• Duración del duelo: Del 17 al 27 de mayo.
• Nos guiaremos por las reglas Nuevas de duelos existentes.
• Lista de Hechizos (con especial énfasis en el Libro de las Hermes Trismegisto)
• Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic de Dudas.
• El escenario debes completarlo tú, y si quieres usar el dragón, debes llamarlo en el turno 1.
• Importante: en el turno 3, 6, 9, etc, el dragón se moverá tanto que no podrán acertar hechizos que requieran puntería. Si deseas no utilizar el dragón, quien no lo use también tendrá problemas de puntería en esos turnos (ya que al moverse tanto el dragón, será difícil acertar al mago/bruja).
• Por si acaso, los dragones no atacan ni nada por el estilo, es más que nada un uso rolístico para romper la monotonía.

[Sagitas E. Potter Blue]

La vista desde aquella cima era maravillosa. Al margen de la mitología religiosa que le atribuía la creación allá de las Tablas de los Diez Mandamientos, decálogo primordial en el Cristianismo y el Judaísmo, aquella montaña escarpada era un lugar muy especial desde el que se notaba cierta vibración energética terrestre, como si allá hubiera "algo" que sólo los entes más sensibles podían detectar. En ello se incluían los sacerdotes y las sacerdotisas, los animales y otros seres espirituales que son muy largos de enumerar. Por ello, cuando había visto el dragón sobre aquella piedra, supe enseguida que él estaba nervioso. No a todos les gusta sentir aquella sensación en la piel.

Era el momento del duelo y, por lo que recordaba, no me iba a gustar. En sí, la pelea sin motivo no me gustaba y sólo mataba (¿he dicho mataba?, qué idea más nueva esa que había aflorado en mi mente) o usaba la varita cuando era necesario, aunque últimamente la definición de "necesidad" se había hecho un poco particular. Me acerqué de mala gana al dragón y supongo que lo notó, pues gruñó con ese rugido gutural que indica un aviso muy indicador de que no era bienvenida. 

Fruncí el ceño. El Uzza sólo había dicho mi nombre y después se había alejado, montado en su dragón con un salto grácil, demasiado fácil. Toqueteé el colgante en forma de dragón que llevaba aún puesto desde la clase y hablé con el animal, a cierta distancia, tratando imponer mi voluntad de acercarme. Soy una gran magizoóloga y trataba con animales desde que era una chiquilla, así que tenía experiencia que, unida a aquel collar del Libro de Hermes Trimegisto, debería evitarme problemas con el dragón. Aún así, prefería no imponer mi voluntad sino convencerle de que necesitaba su ayuda.

Parece que funcionó porque me dejó subir a la primera. Bueno, la primera fue algo así como diez intentos en los que él no se movió ni para revolverse ni para ayudarme a subir a tanta altura. Acabé siendo yo la que gruñía y me aparecí directamente sobre su cogote. En cuanto sintió mi (leve) peso, la criatura ascendió en un ángulo demasiado agudo, casi sin darme tiempo a sujetarme. Resbalé por el cuello y agradecí mis pantalones de cuero en negro con el que me había decidido para pasar aquella aventura, sabiendo que el frío era intenso en aquellas alturas de unos 2.000 metros. De haber llevado algo menos resistente o unas faldas, seguro que mis piernas estarían heridas y necesitaría curarme urgente para que el olor a sangre no acabara derribando el control que ejercía sobre él.

Acabé sentada en la zona plana entre el cuello y las alas, agarrándome con las dos manos a aquellas escamas tan duras. Enseguida pasé de la precaución al riesgo. Ya había volado con mis animales de la Reserva del Circo, pero no era nada comparable con aquello. Por un momento, olvidé el Libro y el Uzza. Grité de felicidad, sujetándome con fuerza con las rodillas, elevando las manos al aire, como si quisiera agarrarlo, sintiendo su susurro entre mis dedos, oyendo el eco de mi grito expandirse por aquellas alturas. El dragón dibló en piruetas de manera tan maravillosa que, por un instante, sentí que él era yo y yo era él, unidos en un control férreo entre jinete y montura. Pasamos a ras del Monasterio de Santa Catalina y volviendo a ascender.

Era feliz, pero la paz dura poco al ver, a lo lejos, entre las escarpadas laderas de los montes colindantes, sin pizca de vegetación, sólo tierra roja y arcilla modelada por el tiempo y el agua, el otro dragón y al Uzza encima. ¿Qué pensaría de mí? Me puse sería. Aquel libro lo era, muy importante y serio. Bueno, era un duelo, sólo un duelo... Le señalé con la varita y empecé con un sencillo...

-- Mutis.

Esperaba que el silencio le obligara a usar hechizos no verbales que, aunque no menos peligrosos, al menos limitaba un poco la elección que pudiera escoger. El dragón aleteó frente a él, a bastante distancia pero ambos visibles. De repente, sentí frío, debería haberme arropado más para aquel duelo que un sencillo suéter de cuello redondo. Esperaba no congelarme antes de acabar el Duelo.