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Estudios Muggles & Conocimiento de Maldiciones ~ Junio 2021


Kahlan Blackthorn
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Jamás sintió el menor apreció por los muggles, no por considerarles seres inferiores, sino que para ella era como convivir con fantasmas del otro lado de un muro infranqueable. Eso si, no podía negar su atracción por los diversos artículos, que solían emplear para realizar toda clase de tareas manuales o de carácter mecánico. Construcciones imponentes que engalanaban las diversas ciudades que conformaban la sociedad muggle, claro ejemplo era la Antigua Grecia. 

— Excelente dominio de la arquitectura. Pero, ¿Cómo es posible que esos seres crearán algo tan maravilloso?—se cuestionaba preparando algunos elementos que le serian útiles para sus clases. Las maldiciones siempre iban de la mano con objetos antiguos, justamente por eso el empatar ambos conocimientos calzaba a la perfección. Un museo sonaría demasiado trillado, pero una casa embrujada que antes de ser un sitio donde se exponían toda clase de obras de arte, no le desagradaba del todo. Era ahí donde entraba uno de los hechizos que más le gustaba poner en práctica.

— Abriremos un portal, pero no para perturbar el pasado, sino para conocer un poco mejor a los antiguos muggles y las maldiciones que lanzaban con su compleja magia—le regodeaba tener esas ideas alocadas de cuando en cuando. Sus orbes de dos tonalidades diferentes destallaron, al sentir el tatuaje de la Hidra y la Quimera removerse en su espalda—Ya es hora—cerrando su equipaje, no le quedaba nada más que comenzar con su profunda concentración. Haz de la Noche pensó con total serenidad, abriendo poco a poco un portal que le llevaría a la zona  más apartada de Castelobruxo. 

El sitio ideal para encontrarse con sus alumnos, al estar los tres congregados procedería a dar las explicaciones pertinentes. Ahí donde no se atreverían a entrar, ni los más osados del mundo mágico—Algunos sitios suelen ser afectados por toda clase de maldiciones, creo que me olvide de reparar el daño causado en mi última visita a este recinto—esbozando una lóbrega sonrisa en sus labios, recorría estos con su lengua tal y como una serpiente lo hace al arrastrarse por el suelo. Dejando marcas de su paso por la tierra, aquella idea le encantaba sobremanera. 

Tal y como lo hacían los edificios o  los objetos que perduraban a través de los años dentro de mansiones o sitios abandonados. Recuerdos vivos de que algo maligno se anido en los cimientos que soportaban aquella imponente estructura, pero que poco a poco el tiempo fue deteriorando cuál ratón que roe un trozo de queso para saciar su hambre. Dándole la espalda al atardecer, esperaba ver las primeras estrellas aparecer en el firmamento o en el mejor de los casos una luna llena que alertará a los hombres lobos a salir a cazar como lo hacían cada mes. 

@ Crazy Malfoy @ Jeremy Triviani

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Crazy aspiró lentamente de la boquilla de su pipa de roble, exhalando una vaharada de humo blanquecino que se elevó en círculos hasta el techo del salón de la mansión Malfoy.

- Luego, claro, todos los muebles huelen a cenicero  - resonó la vocecilla de un elfo doméstico a su derecha -  Y es Chávez el que tiene que limpiarlos antes de que leguen las visitas

Crazy volvió a aspirar.

- Algunos son obras de arte, más valiosas que muchas de las mansiones vecinas...

Crazy exhaló.

- Pero no pasa nada, Chávez limpia, el trabajo sigue

El patriarca Malfoy estaba tumbado sobre uno de los divanes, con los pies cruzados y los zapatos sobre el caro terciopelo. Se sentía cansado tras la última batalla en la que lo habían liado los clanes. Durante un tiempo creyó que jubilarse consistiría en una interminable procastinación donde lo más interesante del día sería decidir entre irse a beber o cortejar a alguna de las viudas ricas del vecindario. Sin embargo allí estaba, con la mitad del torso vendado tras haberse visto arrastrado al enésimo berenjenal político.

- Ya, ya me voy, de todas formas he quedado

- Vaya, que lástima que el patrón abandone tan prematuramente su querido...

Crazy no escuchó el resto, pues desapareció al agarrar el pequeño traslador con forma de piedra que llegó con la carta de la Universidad. Como no se había molestado en levantarse, cayó sentado de culo en un lugar oscuro, que al parecer sería el escenario de su próxima clase. ¿Dónde estaba?

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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Un hombre hizo una entrada poco ortodoxa dentro de su clase, parecía que los vicios muggles se colaban con facilidad dentro de la comunidad mágica. No le molestaba la forma en que llegarán con tal de hacer acto de presencia dentro del sitio acordado, poco o nada se podía aprender si se jugaba al fantasma que no da señales de que posiblemente existió cuando tuvo vida. Algo familiar le recordaba ese hombre, la fuerza acumulada por el paso de los años en su anatomía no era algo sencillo de pasar por alto.

—Macnair es un placer darle está clase—saludaba con cortesía dedicándole una ligera reverencia. Ante todo la elegancia y  la educación, no deseaba que se fuera cotilleando que no era una profesora que gozará de buenos modales— ¿Qué conoce del mundo muggle a grandes rasgos?, sabe que poseen artefactos que dejaría a más de un mago con la boca abierta—comentó con jocosidad. No deseaba que la clase fuera demasiado teórica y se decantaría por la práctica. Apareciendo un mundo de artilugios de diversos tamaños, clases y materiales. 

Entre ellos destacaba un cofre de color negro, objeto que era empleado para guardar ropa, comida o hasta armas dentro de su espacioso interior— Los muggles suelen coleccionar toda clase de cosas, no creo que tenga que ahondar demasiado en ese punto o ¿si?—agregó alargando la mano para tomar un ojo de ámbar. Similar a los que suele decirse que los dinosaurios poseían para mirar con claridad donde estaban sus presas— No son tan diferentes a nosotros, salvo por el pequeño detalle que ellos no poseen el donde la magia corriéndoles por las venas—restándole importancia a su comentario. Apilaba una fila de cartas sobre un banco blanco, trucos que aprendió en uno de sus muchos viajes al mundo donde le condenaban por dominar la varita con pericia. 

Dejando de lado el uso de la magia, centraría su atención en enseñarle como mezclarse con los seres no mágicos. Pasar desapercibido dentro de sus filas y convertirse al menos por un par de horas en un hombre que podría ser todo menos común y corriente. Esperando su respuesta ante su cuestionamiento, nole quedaba nada más que aparecer un par de monedas en su surda y lanzarlas sobre el suelo.

@ Crazy Malfoy

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Todavía sentado en el suelo, Crazy se sorprendió al toparse con alguien conocido. Llevaba mucho tiempo sin ver a su hija y su aspecto físico había cambiado lo suficiente para resultar muy difícil de reconocer, pero había algo intangible en su forma de moverse, incluso en su forma de observarlo, que le recordó a la pequeña díscola que correteaba por la mansión Malfoy buscando algún lío en el que meterse. Esbozó una media sonrisa y se levantó tranquilamente, preguntándose si realmente sería el único alumno de aquella clase.

Observó de reojo la vetusta pirámide de Castelobruxo, que despuntaba entre el denso follaje de la selva. Incluso a aquella distancia considerable, parecía cernirse sobre ellos como un gigante vigilante. Aquellos magos sí que sabían como construir una...  El tren de sus pensamientos descarriló súbitamente, ¿Macnair? Se giró para observarla, tratando de discernir la broma. Había pasado mucho tiempo y él estaría muy cambiado también, pero incluso sin tener en cuenta su parentesco, el rostro de Crazy era una fotografía recurrente en la prensa mágica. Había que vivir encerrado en donde Merlín perdió la sandalia para confundirlo con uno de aquellos Macnairs. ¿Se habría equivocado al reconocerla?

- El placer es mío, profesora  - respondió con una sonrisa, siguiendo la corriente -  Sobre los muggles...

Crazy se detuvo un instante a reflexionar, intentando que la aparente amnesia de su hija no lo distrajera del propósito de aquel viaje. ¿Qué sabía de los muggles?  Mucho sobre su naturaleza, eran una civilización mezquina basada en el miedo, que había forjado su historia colectiva en base a una sucesión casi infinita de guerras y matanzas que hacían palidecer en comparación cualquier guerra mágica que hubiera tenido lugar. El miedo que los dirigía como grupo los había hecho aislarse, erigir muros y fronteras e inventar algo que denominaban ejército, consistente en una amalgama de máquinas y hombres cuyo único objetivo era matar de manera profesional. Habían logrado avances significativos a pesar de su carencia de magia, construyendo una serie de artilugios que realizaban hazañas que en otra época solo hubieran sido posibles para los magos. Todo ello a expensas de haber encaminado el planeta, y a su propia especie, al borde mismo de la extinción. Habían degradado el entorno natural con tal velocidad y voracidad que era probable que la tierra misma dejara de ser habitable en un par de generaciones, si es que no lograban impedírselo antes aquellos magos con la cantidad de cerebro suficiente para comprender que aquella plaga muggle tenía que ser detenida y no protegida.

- La verdad es que no sé mucho  - dijo, sin embargo -  Se visten muy variado, usan un sucedáneo de magia que llaman electricidad y cada vez que le digo a uno que soy un mago insiste en que he perdido la chaveta

Su interlocutora hizo aparecer una serie de artilugios muggles de lo más variado. Crazy reconoció vagamente algunos de ellos, otros no eran tan diferentes de los objetos que usaba el pueblo mágico, pero la mayoría le resultaron completamente ininteligibles. 

- A mí lo que me fascina es ese rectángulo de colores que llevan consigo a todos lados y que observan a todas horas, los hipnotiza de algún modo y no dejan de mirarlo ni para caminar  - rebuscó por entre los objetos sin encontrarlo -  Mantener el estatuto para el secreto de la magia nunca había sido más fácil, no me verían ni aunque pasara volando con la escoba sobre ellos

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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—Creo que se a cuál se refiere—chasqueando los dedos apareció un artefacto que era empleado por los muggles para comunicarse a través de largas distancias sin necesidad de estar cerca uno del otro.. Tras sacar los ojos del cachivache,, no pudo evitar traer a su mente todas las conversaciones que de pequeña su padre compartió dentro y fuera de la mansión Malfoy. Vivencias que retrataban la ajetreada existencia del Malfoy, sucesos que marcaron un antes y un después dentro de la formación personal y académica de la Oclumante.

— La pretensión de esos seres rivaliza a la perfección con la poca inteligencia que poseen. No se puede negar que han creado cosas magnificas, pero esas mismas cosas—reflexionaba antes de exponer su punto. Delante de ella estaba un hombre sabio y culto, no podría irse por las ramas o intentar impresionarlo con un lenguaje rimbombante. Ella aprendió todo del mejor maestro, tras leerse infinidad de tomos que abordaban diversos temas— Armas que han derivado en un daño que a estás alturas, ya no será tan sencillo reparar o subsanar—asestaba el golpe contra esos seres tan innecesarios en el mundo.

Algunos de ellos se mofaban de la magia que brotaba de los trozos de madera que los magos llevaban a todos lados, pero debían caer en cuenta que ellos no eran capaces de causar una devastación mayor a la que dejaba un tanque de guerra o una bomba termonuclear. La electricidad había sido uno de sus mayores logros, pero al mismo tiempo fue la punta del iceberg, que desatará de forma incontrolable la explotación desmesurada de todos los elementos que les rodeaban.

La flora y fauna pendía de un hilo y que decir de los mares o mantos acuíferos que eran contaminados por toda clase de químicos emitidos por las grandes industrias. Los muggles en su muy humilde y lapidaría opinión, deberían ser exterminados por los magos y darle paso a una nueva raza que supiera valorar lo que la tierra le brinda y no intentar pasar por encima de la sabía madre naturaleza— Tanto tiempo, padre—respondió sacudiendo un poco la cabeza. Espantando los recuerdos que jamás se irían de su memoria, similares a los tatuajes que llevaba plasmados en varias partes de su cuerpo. 

Tenerlo como alumno era algo más que un honor, jamás se imagino enseñarle a su padre dentro de Castelobruxo. Lo natural era que los padres guiarán a sus hijos, dotándolos de conocimientos que les ayudarían para sobresalir dentro del mundo mágico y las armas necesarias para poder defenderse en cualquier clase de situación o obstáculo que se les presentará en el camino— Este aparato a matado a demasiados y no precisamente por ir caminando sobre una acera—indicaba dejándolo levitar en el aire— Si no porque centran su atención y no en el camino cuando van conduciendo por una carretera o vía cargada de trafico— remataba con ese comentario cargado de coraje.

— Tú debes saber más de ellos que yo, no he olvidado todos esos relatos fantásticos que me contabas por las noches— aquella sonrisa lóbrega afloraba en sus labios. La sangre que les corría por las venas era la misma, ni el pasar de los años desdibujaría las líneas de vida que como raíces mantenía en pie el linaje del árbol genealógico de los Malfoy. Volver a sus inicios siempre fue algo más que un bálsamo improvisado para la Nigromante, el tener la seguridad de que su padre siempre estaría en el mismo sitio donde le diera su primera lección de vida. 

@ Crazy Malfoy

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Crazy sonrió al escuchar las palabras de su hija, reconociéndola cada vez más en los gestos y el tono de voz, a pesar del tiempo que llevaban sin verse. Quizás fuera algo común a todos los progenitores, pero al verla allí compartiendo aquellos conocimientos no podía evitar que la imagen de la niña traviesa que un día fue se mezclara con la adulta poderosa que actualmente era. Eran como dos imágenes superpuestas, dos personas similares pero diferentes, hablando a la vez unidas por las finas líneas de la vida y las experiencias.

No por primera vez se sintió satisfecho. Su vida había sido larga y atareada, repleta de intrigas y quizás demasiada sangre, había hecho cosas terribles en nombre de la paz y el progreso, pero siempre podía volver la vista atrás, observar a sus hijos y sentirse orgulloso de cómo los había educado para ser libres, para defenderse a sí mismos y perseguir sus ideales hasta las últimas consecuencias. El resultado era que todos ellos habían disfrutado de una vida plena e importante, en el sentido menos banal del término. Así que ese, al menos, era un legado del que sentirse satisfecho.

El pequeño aparato flotó en el aire y Crazy se acercó para observarlo detenidamente. La pantalla brillaba con fuerza y al tocarlo con un dedo, cambió al instante de color y desplegó unas letras e imágenes. Realmente era maravilloso cómo los muggles habían sorteado su natural falta de magia con ingenio, y las cotas a las que lo habían elevado. Lástima que hayan enfocado ese genio hacia el camino de la autodestrucción y el exterminio.

- Sé muchas cosas de ellos, pero no sé si más que tú  - respondió a su hija -  Son una raza tan cambiante que apenas un par de años desconectado de su cultura puede volverlos irreconocibles

Sí que era cierto que en algún momento había conocido en profundidad a los muggles. Quizás no las sutilezas de su cultura, o los códigos de su vestimenta o medios de comunicación, pero sí se había esforzado por comprender su industria armamentística para analizar hasta qué punto su tecnología era una amenaza para los magos. Había tratado con muchos de ellos también a lo largo de las décadas, primero como mortífago donde los encuentros no solían ser muy placenteros para su contraparte y luego como primer ministro, donde tuvo trato con gran cantidad de políticos muggles. Aquella experiencia no había dejado una impronta muy positiva en él, aquellos que los propios muggles elegían para gobernarlos tendían a ser unas alimañas sin escrúpulos, a pesar de sus estudiadas sonrisas y elegante vestimenta.

- No he tratado con muchos desde mi dimisión, y creo que en estos años han cambiado bastante  - se detuvo un instante a reflexionar -  Nunca creí que diría esto, pero me gustaban más los muggles de antes

Estudió de nuevo aquel extraño aparato. ¿Servía para comunicarse a distancia en cualquier lugar? ¿Y mediante imágenes?  Arrugó la frente cuando la preocupación ensombreció su rostro, apagando la sonrisa como un nubarrón oscuro apaga un día soleado. ¿No era aquello acaso más de lo que la propia magia común era capaz?  Los magos tenían muy variadas maneras de comunicarse, algunos usaban patronus, otros se enviaban lechuzas, o se comunicaban a través del fuego de las chimeneas, pero no estaba extendido en el mundo mágico un método instantáneo y visual de acceder a cualquier mago del mundo. Que los muggles estuvieran superándolos siquiera en un aspecto era...  turbador.

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La idea de ver el mundo que la vio nacer, convertido en algo diferente, no le calzaba para nada. El ver como la ignorancia de los muggles compaginada con un ingenio y creatividad envidiables, pisotear la magia y los dones que la misma le proveía a los que la poseían, no hizo más que despertar la ira más destructiva que habitaba dentro de ella. Aquel aparato antes de caer al suelo estalló en mil pedazos, evitando que eso causará malestar en su padre apareció otro artilugio similar al anterior.

— Este también sirve para comunicarse a largas distancias, descubrí que se pueden enviar correos electrónicos—terciaba una amarga sonrisa en sus labios— Yo sigo prefiriendo las lechuzas o los memos interdepartamentales—carraspeó recordando el extinto Ministerio de Magia. Ella laburo mucho tiempo bajo las ordenes de su padre, aprendiendo del mejor cuál era el método ideal para hacerse con el control de varios países muggles sin necesidad de emplear la fuerza bruta. Lo mental era lo suyo, colarse en la mente de sus enemigos como una serpiente sedienta de sangre y pillar un buen sitio donde hincar los colmillos. 

— Quizás nos hayan superado en algunos aspectos, pero en otros se han vuelto unos carniceros de su propia especie—arremetía contra los seres que buscaban dominar a los magos. Era bien sabido el dominio bélico que poseían, porque las armas que ellos fabricaban, no era precisamente para lanzar chorros de agua— Concuerdo contigo, yo me quedo con los muggles de antes. Eran mucho más relajados y menos destructivos, posiblemente si causaron daños en su entono. Pero no de la clase que actualmente, les esta pasando una alta factura—imágenes de criaturas extintas se proyectaron en su mente. 

Era semejante a una película en tonos sepia, cambiando a blancos y negros, pero cuando tocaba que el rojo empañará con su coloración todo aquello se transformaba en una zona de guerra. Ella había asesinado a decenas de magos y brujas, pero jamás se atrevería a atentar contra alguna criatura mágica— Nosotros sentimos respeto por lo que nos rodea, no pasamos por encima de lo que consideramos parte del equilibrio de nuestra existencia—cuando era niña se armaba castillos de arena en el aire. Pero la dureza comenzó a colarse en su persona, deseosa de destacar dentro del mundo mágico y llevar por encima de cualquiera la estirpe que le corría por las venas. 

— Poco o nada queda de las andanzas que me contaste, cuando salías de viaje y tardabas meses en volver—echando en falta la presencia del ser que le diera la vida. Jamás podría negar que era parte esencial de su existencia cada una de esas historias, porque gracias a ellas pudo forjarse el carácter y personalidad que dejaba sentir allá donde le llevaban sus pasos— Han perdido la brújula y dudo que la puedan pillar de nueva cuenta—le sacaba una sobria sonrisa de los labios, imaginarlos intentando enderezar el camino que torcieron por las atropelladas decisiones que tomaron desde que ascendieron al poder. El enseñar y aprender, siempre iba de la mano con compartir cada uno de los sucesos o experiencias que enriquecían de forma desconocida a cada ser viviente. 

Se decantaba por la serenidad que le provocaba ver correr la sangre por el pecho de algún infeliz— Han matado más que nosotros y no encuentro una justificación sensata que los libre del castigo que se merecen—ladeaba la cabeza deseando poder saltarles a la yugular y arrancarles la vida de un solo tajo. Pero no, sería más de su estilo aguardar el momento adecuado, planeando con la perfección de un cirujano clavar el bisturí profundamente cortando las capas de piel y musculo necesarias para dar alcance a su objetivo— No tengo nada más por enseñarte, pero podemos reunirnos en casa y tener una charla un poco más amena—dedicándole una ligera reverencia se despedía de su padre, desapareciendo abrazada por una bruma espesa que tomará la forma de un basilisco.

@ Crazy Malfoy

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