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Mael Blackfyre vs Arya Macnair


Arya Macnair
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PV: 100

PP: 8 

Aquel duelo forzado, casi obligado, hacía que me doliera el estómago. Llevaba un año sin tocar la varita, presenciar un enfrentamiento o atacar a alguien, más no pude negarme a "factor sorpresa" que Aaron nos sugirió a los organizadores del Torneo de duelo. No conocía a Mael pero desde un principio se presentó como el más fiel adepto de Black y su doctrina Grindelwalista, no me caía bien, eso se caía de maduro, además frente a mi ojos no hacía más que intentar llenar unos zapatos que ni el mismísimo Merlín podría llenar, opinión personal. Verlo me causaba agonía, hacía que mis pensamientos se remontasen a semanas atrás en la taberna donde, sin tapujos, se me informó que Elvis había sido asesinado por nada más ni nada menos que Caelum. 

Llegué antes de lo estipulado, ataviada en negro de pies a cabezas pues aquel homenaje resultaba angustiante. Clavé los tacones en el suelo suave y pedregoso, admiré el cielo vespertino respirando cálido aire fresco a la espera de mi contrincante. La madera de nogal negro rechinaba contra el cuero de los guantes, sonreí a medias haciendo un ademán con la zurda a centímetros del rostro, como si me quitara una tela que no me permitiese ver y rápidamente la máscara de ónice protegió mis facciones. 

—Buenos días lázaro— Saludé cuando lo vi llegar, no estaba segura de si me oiría o no, nos encontrábamos a nueve metros el uno del otro.

Habíamos decidido utilizar las inmediaciones del bosque donde el Clan Walpurgis residía para no ser vistos. Como mano derecha del Alpha tenía los permisos necesarios, o caso contrario podríamos ser echados de por vida e incluso atacados en pleno duelo. Nos rodeaba verde, naturaleza, vida. Árboles talados que servían de asientos, viejas estatuas devoradas por madreselva, flores, rocas de todos los tamaños, tierra aromática y criaturas de diversos tamaños que nos espiaban, curiosos y precavidos a la vez. Sorbí por la nariz en cuanto lo vi mover un solo músculo, la espalda se me tensó y sentí un tirón en el cuello, mi cuerpo estaba alerta, al igual que mis sentidos. 

—Maldición. Pensé

Cualquiera sea la estrategia de Mael fallaría, su verbalización podría hacer que el hechizo en mente desembocase en otro totalmente diferente o que directamente no saliese, igual si solo lo pensaba, sus ideas de enredarían como los arbustos que teníamos alrededor. Gratitud sentiría si lo veía tropezar, pero su forma de mirarme y de analizar cada centímetro del espacio que nos separaba me daba la pauta de que me encontraba ante un rival duro, uno como tenía tiempo sin enfrentar. 

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 Tal vez los buen dia, son para ti, chica –murmuré desde los nueve metros que nos separaban. Miraba desde aquella posición a mi futura rival y veía a una chica hermosa, claramente. Tal vez me atrevía a decir una de las más sensuales, ésa que tenía un toque mágico, cautivador. Pero no tenía que dejarme llevar por aquellas desviaciones porque teníamos un trabajo conciso: enfrentarnos. Cuando hablaban de duelos, mi corazón palpitaba más fuerte. Tan fuertes como los pensamientos de la Macnair—. Aunque puede que tenga un buen dia si callas un poco tu cabeza.

Me llevé la mano a la cabeza entrecerrando un poco los ojos. Debía haber cerrado mi legeremancia tiempo atrás. Su cabeza exclamaba lo que muchos hacían desde hacía un par de semanas atrás. Elvis. Elvis. Elvis. Cada paso que daba dentro de aquella comunidad me encontraba con un problema así. Había solucionado algunos cuántos pero no era suficiente. Me paré con la varita en la mano, la máscara que cubría mi rostro y la túnica que ondeaba lentamente en el lugar.

No pude decir nada más. Arya se había encargado de maldecirme. Sabía de qué se trataba ése hechizo. Pero esperaría. Al parecer la joven Macnair tomaba una posición a la defensiva por lo que me daba a entender que tenía que se cauteloso. Solamente había concentrado en mi cabeza un Encantamiento Desecador, siendo que no era útil para nada y siendo el hechizo que sea, no iba a salir tampoco. ¿Iba a atacarla? No, la esperaría a ver que hacía.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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—¡Sectusempra! Arremetí.

Sus palabras hicieron que me sonrojara pero esperaba que la distancia estuviera a mi favor, si era capaz de leer todos mis pensamientos no sería un duelo justo pues el dolor que su presencia me causaba le distraería o lo enfurecería entorpeciendo sus actos. Anhelaba que nada de eso sucediera mientras un latigazo de mi mano buena hacía vibrar la varita de donde un mortal rayo salió despedido rumbo al estómago de Mael, ni el pecho ni el cuello, quería verlo desangrarse lentamente. Aidan solía decir que mi carácter tranquilo y casi bobo, aquel que todo el mundo pisoteaba —luego de nacidos los gemelos— se debía al miedo que yo misma me tenía. 

A veces creía que era cierto, sabía de lo que era capaz, hasta dónde el odio y el rencor me podían hacer llegar, cuál era el alcance de mi poder luego de tanto entrenamiento y sufrimiento. Llevaba mucho tiempo sin desear ver a alguien retorciéndose gracias a mi. Así que si el rayo impactaba y mi rival no era cuidadoso podría morir. 

—¡Morphos! Exclamé.

Apunté a su túnica, aquella que parecía una sombre sobre su cuerpo. Rápidamente y bajo los efectos del hechizo la tela mutaría en un cordal de alambre de púas, el mismo rodearía a Blackfyre a lo largo y ancho de lo que previamente ocupó la prenda de vestir; maniatado desde cerca de las rodillas, por encima de los brazos y hasta los hombros, hiriendo la piel levemente en lo que se movía o intentaba quitárselo. 

—Hurgar en la mente de una mujer es como hurgar en su bolso, nunca sabes qué puedes encontrar e incluso puede que no te guste...

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Y allí estaba, la Arya Macnair de la que varias personas susurraban cómo era. Al parecer había removido algo que no le había gustado y eso me demostraba su punto débil (o al menos uno de ellos) Sonreí, detrás de mi máscara, esperando a ver qué más hacía. Estaba seguro que en cuánto se descuidara, ganaría aquello. Tenía que tener paciencia pero jamás subestimarla. Vi su furia y mis ojos recorrieron aquel escenario.

- Kiorke… —murmuré, al ver como ésta gritaba aquel hechizo poderoso, si, porque podría llegar a matarme si me descuidaba. Mi látigo de neón azul eléctrico se extendió con un movimiento de mi varita, rodeando una estatua por el torso. Ésta se levantó en el aire tras mis órdenes y la antepuse justo enfrente de mí, para defenderme del Sectusempra. El ruido se escuchó en aquel bosque.

La estatua era una especie de figura humana. Su rostro había sido mitad humano y mitad oso, las vestimentas y su espada en la mano eran claramente de un guerrero pero que por el impacto del rayo, se perdieron tanto la cabeza, como la espada y un brazo. Aquello no aguantaría otro rayo, asi que hice lo que sabía hacer. Con otra orden mental, el látigo se hizo para atrás y para adelante luego, lanzando la estatua contra Arya. La impactaría y le provocaría una contusión y herida leve.

Mi cuerpo de golpe se vio aprisionado. Sentí tanto la presión como los pinchazos de aquellas púas. Maldije por lo bajo a la pelirroja porque me había agarrado desprevenido. Pero no era ningún daño fatal. Era una suerte que no hubiera soltado mi varita. Murmuré por segunda vez.

 Morphos… —aquella cinta gruesa de alambre de púas, que estaba rodeándome por completo desde los hombros hasta casi las rodillas, se transformó en un montón de pequeñas plumas negras, como las de un cuervo, que cayeron al suelo como hojas de los árboles en otoño. Llevé mi mano a una de aquellas heridas, no era urgente. La rocé con mi dedo índice y llevé aquella sangre a mi boca—. Ouch… ya verás —la amenacé en voz baja.

La máscara me molestaba. Me la quite y la solté en mi mano, desapareciendo tras una voluta de humo negro. Acomodé mi cabello. Ahora estaba mejor.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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PV: 100 - 10 = 90 

PP: 8-1 = 7

Sonreí con cierta satisfacción, al menos uno de mis ataques había sido certero. Mientras Mael se veía aprisionado en alambres de púa una estatua viajaba rápidamente hacia mi. —Salvaguarda mágica— pensé, algo sorprendida por la astucia en su respuesta. Mi cuerpo se desdibujó de la escena y el mármol fue a parar unos tres metros detrás haciéndose añicos, para cuando la femenina silueta volvía a verse en el bosque la lluvia de piedras había cesado. Quizás una que otra esquirla me rosó la mejilla dejando una fina línea rojiza como firma, toqué la zona con la yema de los dedos, el daño era menor, pero aun así me había dado, actuando con puros efectos inmediatos era que se conseguía llevar un ritmo de duelo fluido, tenia años desde uno así. 

—Me da la sensación de que sabes más de mi que yo de ti, y aunque no esté demasiado interesada, sí me da curiosidad el cómo Aaron confía tanto en ti ¿Quién eres?

Separé los labios y lo vi tensarse, iba a atacar pero preferí hacer aquella pregunta, que aunque no cierta en su totalidad, algo de verdad debía de tener. Black no confiaba en absolutamente nadie, bien lo sabía yo que duré años enemistada hasta convertirme en quien era hoy día, su mano derecha. Entonces, saber quién era Mael Blackfyre, de dónde provenía y cuáles eran sus intenciones quizás me ayudaban a despreciarlo menos... No, eso no pasaría. 

Volví a pensar en Elvis, noté su mueca de desagrado, quería evitar que oyese mis pensamientos pero gritaban agónicos. 

—¡Flechas de fuego! Exclamé mentalmente. 

Tras un latigazo de la varita una andanada de filamentos anaranjados surgió y avanzó rápidamente en dirección al mago tenebroso. Si lo alcanzaban, las flechas de fuego quemarían su ropa y su piel creando heridas que requerirían de sanación específica o seguirían ardiendo por siempre. 

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  • 2 semanas más tarde...

Pude ver como poéticamente la estatua volaba por los aires para impactar contra la bruja hermosa que tenía delante de mi y que estaba obstinado a derrotar. Tenía un objetivo dentro de aquella comunidad y era derribar todos los prejuicios que se hacían contra mi. En cada rincón que iba, en cada sitio que me presentaba, tenía que demostrar quién era. Al parecer, era algo que solían realizar en ése grupo de magos tenebrosos también.

Mientras que Arya se desmaterializaba, pude escuchar su pregunta. No la ignoré, al contrario:

Tal vez no dependa de mi, señorita. Tal vez dependa que él no tiene en nadie más quien confiar ¿Algo solitario tal vez? —sonreí. Todos parecían reclamar lo mismo pero en las pocas veces que el líder de la marca tenebrosa había hecho algún plan, no había nadie más. No me habían regalado nada, sino que me estaba ganando ésa posición y tal vez algunos temían o tenían envidia.

Pero automáticamente recurrí a los saberes que poseía de los libros Uzza y afecté a mi rival con una Maldición. Provocaba que cualquiera cosa, se deformara. Y así fue, porque ella se concentró y me apuntó pero no salió nada. Sonreí. La imité en el gesto y pensé en unas Flechas de Fuego. Tal vez tenía que enseñarle cómo se hacia. Casi sin mover el brazo (aunque estaba extendido contra ella) salieron una docena de filamentos flameantes con el objetivo de lastimarla y además, prenderle fuego la ropa.

Tal vez deberías preocuparte por tu posición en el bando más que por el mio —terminé de comentar. Estaba seguro que había aceptado el duelo para sacarme información, que claramente, no obtendría de mi parte. "Que le explique su Lider" pensé.

 

@ Arya Macnair  perdon perdon perdon, colgué con el duelo. Ya lo tengo agendado para no olvidarme nunca mas jaja

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 3 semanas más tarde...

—¡Ignea! Vociferé. 

Los filamentos de fuego chispearon ante mis ojos y mientras viajaban como látigos hacia mi ubicación una fina lluvia translúcida pero brillante, como estrellas, cubrió mi cuerpo y protegió mi piel del ataque inflamable. El impacto resultó gratificante, fue un estruendo sonoro, como los efectos especiales de una película muggle; Mael no estaba listo para dejar pasar los segundos así que no aparté los ojos de él incluso cuando sus palabras me ofendieron. 

El viento soplaba entre nosotros, comunicaba las malas vibras. Me temblaba un poco el pulso por el coraje, más me aferré a aquella sonrisa cínica que caracterizaba los enfrentamientos que protagonizaba. 

—Mi posición dentro del bando no se cuestiona, muchacho. Dudo mucho que Aaron se sintiera tan solo como para acudir a un Gryffindor… la comunidad mágica habla, usurpador, susurra en mis oídos más de lo que podrías imaginar

Con un limpio movimiento de la diestra cambié la varita por una daga con hoja de cristal. Realicé un profundo corte en la misma mano con la que Mael portaba su arma, el ardor era insoportable, la sangre comenzó a brotar por montones escurriendo cuando cerré un puño. La herida se proyectaría en mi rival puesto que al momento de cortarme invoqué la "daga del sacrificio" y murmuré entre dientes: 

—Dañar. 

Solo así causaría daño en Blackfyre.  Y para no verme debilitada debido a mi accionar, mi mente pensó por instinto en una curación de emergencia que cicatrizó La herida tan rápido como mis pulmones se llenaron de aire.
 

@ Mael Blackfyre

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Me reí. No podía creer que aquella Macnair, al fin de cuentas, había resultado una egocéntrica.

— Un Gryffindor, dices…

Estaba dolida, no la conocía pero lo sabía.

— Los susurros se pueden alterar. Y tú mejor que nadie lo sabe…

No dije más nada, porque no quería entretenerme demasiado con aquella jovencita, solamente quería concentrarme en el hecho de que tenía que destruirla en el duelo para mostrarle que no podía jugar demasiado conmigo. Y además, demostrarles a los otros inútiles de bando quién era el que llevaba la varita bien puesta. Incluso al Líder mismísimo Aaron Black o mejor conocido como Caelum. Aquel encantamiento que se estaba lanzando sobre si misma, la estaba inmunizando para el fuego. No la quemaría ni lastimaría.

Bien jugado.

Morphos… —susurré, a continuación de su protección. En el momento en que su guante brilló ante mi vista, pude darme cuenta que podría utilizarlo. Su mano contraria a la varita estaba cubierta por un guante. Que rápidamente se transformó en una araña viuda negra que siguió mi orden: inyectarle veneno. Y así fue como la envenenó, ella tan concentrada en ver cómo seguir el duelo, mientras el veneno recorría sus venas.

Hice un paso atrás esperando el daño, mirando fijamente a la pelirroja al ver que invocaba su daga y me miraba cínicamente esperando que su acción se repitiera en mi. Su hoja afilada de la daga recorrió su mano y empezó a sangrar cuando la hirió. Pero había algo mal.

¿Dañar?” había murmurado la bruja. ¿No se daba cuenta de su error? Al parecer la Macnair se había salteado la clase donde los Uzza enseñaban las palabras que tenían que decir para que ésta daga efectuara el daño deseado. La bruja se hirió a ella misma de todas maneras y se curaba mientras tanto. Pero no había logrado proyectar eso mismo en mi. Le faltaba las palabras mágicas.

Absorvere —una mano había sido afectada por la mordida de la araña. Y la otra, la que portaba su varita, ahora era afectada por un sonoro “crack” y sus huesos que quebraron. No podía utilizarla hasta que no la curara. La miré. La haría sufrir en cada acción. Y esperaba abarrotar su vida de allí mismo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Estaba cegada por sus palabras, había logrado distraerme puyando mi orgullo y no fui capaz de notarlo. Un error imperdonable dentro del campo de batalla, bien recordaba los consejos de Jank en cada entrenamiento "Las palabras hieren más que las armas", cuanta razón tenía. Sacudí la mano atacada por el arácnido y lo pisé antes de que causase más problema viendo mi guante instantes después ¿Por qué no me los quité antes? había algo en aquel muchacho que me obnubilaba a tal punto que atrofiaba mis bastos conocimientos sobre duelos. Más no por un tropiezo iba a dejarme ganar. 

—Cinaede

Cómo un reflejo mis sentidos se activaron. Tuve que morderme el labio para no gritar mientras sentía como los huesos de mi muñeca se rompían y la sangre se acumulaba formando un horrible hematoma. Para fortuna no hizo falta apuntar adecuadamente ya que el efecto atacaría directamente las vías respiratorias superiores de mi rival, Blackfyre sería rodeado por un gas que detendría el flujo de oxígeno y lo asfixiaría de no actuar con rapidez. 

Llevé la mano herida a mi pecho y noté como el sudor cosquilleaba por mi cien. Pronto el dolor se volvería insoportable así que, con labios temblorosos musité un Episkey, más pensado que pronunciado, que devolvería los huesos rotos a su sitio recuperando el flujo sanguíneo y mitigando el hormigueo que me podría haber hecho perder la extremidad. 

Por otro lado, el mortífago seguidor de Aaron estaba ligeramente en desventaja, lo que me permitiría atacar en mi siguiente movimiento, gracias a la curación en vano y casi desperdiciada de momentos atrás, que acabó por cerrar completamente las heridas superficiales que la estatua dejó en mi rostro al romperse en mil pedazos. 

@ Mael Blackfyre

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De alguna manera, sabía que Arya podía dar mucha más pelea de la que estaba demostrando. Era entendible que no sintiera aquella furia por mi, pero era una forma de ambos de desquitarnos un poco por los malestares que nos atravesaban por los hechos en la comunidad mágica. Y conocernos, también. Lo había visto. Juntos podríamos hacer cosas maravillosas. Iba a decirle algo, pero la desgraciada pudo hacerse de las suyas.

Bien hecho” podría haberle comentando pero la nube de gas me envolvió por completo y me afectó, todo mientras su mano se rompía y se volvía putrefacta. Respiré profundamente.

Séneca —comenté. Si iba a lograr vencerla, debía sacarle todas sus opciones. Estaba envenenada. Estaba con los huesos de su muñeca rotos (ahora curándoselos) y ahora además, no podría hablar. Sonreí aunque podía sentir dentro de mis pulmones que aquel gas venenoso hacía de las suyas.

Tenía que demostrar que era valiente, que el dolor a veces podía ser nuestro mejor amigo. Aún así, me concentré en un Anapneo para curar las heridas de aquel gas venenoso y poder continuar viviendo. Incluso tuve que reforzar mis habilidades curativas con una Curación, aquel poder de los Uzza que nos habían permitido poder utilizar y que en ése momento me ayudaban a sacarme de encima los efectos del Cinaede.

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