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Libro de Merlín - Julio 2021


Asenath
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Había permanecido durante la clase pasada quizá demasiado tiempo sobre la colina que había escogido para poner a prueba a su alumna, sin embargo comprendía que cada quién tenía su momento de elegir aprender. Sabía que ella volvería pronto, y eso se confirmó cuando nuevamente recibió noticias respecto a nuevos estudiantes. Darla y Sagitas. Tal vez solo las conocía de nombre, o quizá antes habrían cursado alguna de sus clases, puede que muy atrás en el tiempo... pero no se apegaba a ninguno de los estudiantes que transitaba sus desafíos, no. 

Eligió el mismo sitio para su nueva clase, ya que estaba pensado para Darla y de seguro con su compañera sabrían complementarse. Así que una vez más subió temprano a la colina y tomó asiento en la parte más alta, donde había un pequeño claro sin árboles.  Dejó descansar su mente mirando un horizonte en que el sol se alzaba perezosamente. El aterciopelado azul del cielo comenzaba a matizarse, diversificando sus tonalidades, pasando por un violeta oscuro y cambiando para terminar en un anaranjado intenso. Siempre le agradaba mirar el cielo. Sabía que a sus espaldas aún algunas estrellas estarían terminando su guardia. 

Asenath permanecía sentada con las piernas cruzadas y las manos a ambos lados del cuerpo, apoyándose en las mismas. A su lado, su espada reposaba, no era momento de combatir, ese era un lugar seguro… al menos para la Guerrera. 

Sus alumnas serían citadas al pie de la colina, y subir la misma sería parte de su proceso de aprendizaje. Durante el ascenso pasarían por varios obstáculos, algunos que pondrían a prueba sus conocimientos antiguos y otras los nuevos... incluso algunos de aquellos desafíos serían imaginados por alguna de ellas. Para ello primero debería ponerse al día con lo nuevo que tenía para transmitirle. Así que, al arribar a la parte baja de la colina, la voz de la Uzza resonaría en sus mentes.

“A partir de este momento los libros que en blanco se encontraban tienen los conocimientos que necesitan, las invito a sentarse y reflexionar sobre ellos antes de continuar su avance. El camino será una prueba para saber si son dignas de tener el último de nuestros libros, aquel libro que representa realmente a uno de los suyos, al mejor de ellos.”

Solo a partir de ese instante invisibles letras recorrerían las páginas los libros, explicando en el idioma de las brujas los hechizos y objetos que podría utilizar si terminaba debidamente la clase y su prueba. 

Asenath se quedó esperando, desde allí podría percibir lo que pasara con las estudiantes.

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Se sentía culpable por haber fallado a la clase anterior y no quería repetir ese error de cálculo. Se sentó frente al espejo y observó su rostro, se veía tan pálida como siempre y pensó que quizás convendría que se maquillara, pero para una clase ya le parecía excesivo. Acomodo sus cabellos, pasó una mano por su faz para eliminar cualquier rastro de cansancio. Cuando se giró se veía con mejor aspecto, el look no era la gran cosa, un pantalón cargo azul, unas zapatillas tipo bota, una remera azul mangas tres cuarto y encima una chamarra deportiva, con la doble T bordada con forma de dos pequeños tornados del lado izquierdo a la altura del pecho.

Cuando se desapareció de su cuarto en House of Books llevaba en la cintura la bolsa de piel de moke con varias pociones curativas, el libro y una pila de amuletos y anillos, en el bolsillo lateral derecho iba su varita. Al aparecer en la colina se sintió culpable una vez más por la tardanza, mientras ascendía tendría tiempo de pensar en cómo disculparse, sí, había pasado un mes y aún no sabía cómo lo haría.  Pero parecía que no sería así, escuchó la voz en su mente y se sorprendió, pero obediente tomó asiento en una de las rocas de la base, de algo menos de un metro de alto, se sentó allí y buscó en el bolso de moke la copia del libro, el cual mostraba ahora en letra prolija los hechizos de Merlín.

Entre sus manos Darla tenía el amuleto Caudex, cuyo ópalo acariciaba distraídamente, notando su forma de pequeño corazón que sentía tentación de prender sobre su propio pecho, junto a la doble T de su chaqueta. Concentrada como estaba no noto la llegada de su compañera de clases hasta que esta habló.

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El último gran libro conocido de los Uzza (aunque no dudaba que ellos aún podían sorprendernos con magia mucho más avanzada que no habían querido compartir con los extranjeros) estaba en mis manos, recién comprado en la tienda mágica. La curiosidad me podía y apenas llegué a casa, lo había abierto. El libro estaba en blanco. Por supuesto, eso debía de ser un error, un fallo de impresión, una errata inconcebible de los Conciliadores...

Sin embargo, el olor de la magia que despedía aquel tomo era absorbente; allá había magia, yo lo notaba. Entonces... Dar este paso me costó mucho. En un principio, iba a pedir que me lo cambiaran, pero me pudo esa campanilla interna que te avisa de las cosas, como un sexto sentido. Así, acudí a la llamada del Uzza (¿o era la Uzza? El nombre de Asenath no me decía mucho sobre el género del o la guerrera) con ese libro errado, sin saber porqué no iba ahora mismo al Mall a cambiarlo. 

Me resultó curioso encontrarme con Darla allá, en aquella colina donde nos había citado el/la Uzza. Miré hacia la cima, estaba muy alto. ¿Tendríamos que subir o el encuentro sería allá abajo? Me acerqué a mi amiga, quien parecía concentrada en algo que yo no veía porque estaba de espaldas.

-- ¡Darla! ¡Vieja amiga! Siempre nos encontramos en los lugares más dispares. -- Después pensé que tal vez era ofensivo mi forma de saludarla. -- No te llamo vieja, quiero decir que nuestra amistad es vieja..., es antigua..., es... Bueno, hola, Darla. ¿Tú también has venido a las clases de...?

Le enseñé el libro. Si sabía lo que era, no necesitaba más. Pero si no lo sabía, aún podía guardarlo sin añadir nada pues... ¿no se suponía que los libros Uzza eran secretos excepto para los que lo estudiaban? Aunque... ¿Qué más iba a hacer allá a aquellas horas de la madrugada, cuando aún empezaba a amanecer? Algo sacudió mi mente y, de repente, oí una voz (¡femenina!) que me hablaba:

“A partir de este momento los libros que en blanco se encontraban tienen los conocimientos que necesitan,

las invito a sentarse y reflexionar sobre ellos antes de continuar su avance.

El camino será una prueba para saber si son dignas de tener el último de nuestros libros,

aquel libro que representa realmente a uno de los suyos, al mejor de ellos.”

-- ¡Ostras milenarias! ¿Has oído eso? -- No, lo había oído en mi interior. Eso era extraño. -- ¡Uffa, no debí desayunar un vaso de whisky de fuego antes de acudir aquí! -- le dije a Darla, sentándome en el suelo y abriendo el libro. Ya no estaba en blanco sino que miles de letras y dibujos inundaban sus páginas.

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Sus alumnas llegaron y pronto estuvieron atentas a las indicaciones dadas por al Guerrera. Las páginas del Libro de Merlín eran leídas por primera vez por aquellas brujas que, desde ese momento en adelante, serían desafiadas para conocer su aptitud para tenerlas en forma definitiva. 

La prolija caligrafía que recorría las páginas describía uno a uno: Vínculo, Amuleto Caudex, Expavescerent, Vulnera Sanentum… debían leerlos, comprenderlos y, si así lo querían, practicarlos.

Sin embargo, no estaban ya solas. Debían hacerlo antes de ser descubiertas. Aún no habían percibido otras presencias que rondaban en la colina y que, en cualquier momento, podían llegar a tornarse en su contra. Muchas de ellas eran meras proyecciones creadas por la Guerrera para ponerlas a prueba, pero nunca sabrían distinguir entre éstas y los peligros reales. 

El frondoso bosque que cubría el terreno que deberían transitar en su ascenso era un escondite perfecto para todos aquellos enemigos ocultos ¿cuándo cruzarían al primero? 
 

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No había transcurrido demasiado tiempo desde que había llegado a la base del monte en que le citara Asenath cuando una voz más que familiar sonó gritando su nombre. La Potter Black sonrió al descubrir que cursaría ese libro junto a Sagitas, le divirtió de pronto saber que si no había más alumnos serían ellas dos las que se enfrentarían en el duelo final que solían tener los cursos de los Uzzas. No le preocupaba, tanto, su tía y Ministra tenía más nivel que ella y la pelirroja no lo iba a negar, estaba bastante oxidada en duelos.

—Que gusto mujer, es verdad, pero no puedes negar que estar lejos del Minsterio, al aire libre, en un día que no resulta para nada desagradable, es algo que vale la pena —Darla respondió y casi lanza una carcajada ante la aclaración de la pelivioleta. En cierta forma ella era mayor gracias a la sangre vampírica que corría por sus venas y a los recuerdos de su alter ego del cual ella era un horrocrux consciente.

—Tranquila sí, entendí… —había comenzado a decir cuando la voz de la Uzza se escuchó en sus mentes. Vaya, podía evitar las barreras oclumánticas, aunque no podía negar que tenía la guardia baja. Sagitas también le había oído y ante su reacción esta vez sí no pudo evitar lanzar una carcajada.

—¡Ostras mujer! ¿es en serio? —no que le disgustara o la juzgara por el whisky de fuego, que cosas más fuertes había tomado ella y a horas más locas aún, pero la diversión parecía que apenas iba a comenzar.

—Leemos y subimos pues —agregó al ver que su tía abría el libro e imitándola lo leyó para luego murmuras mientras aparecía a Edelweiss en su diestra —qué interesante…  Vínculo…  —dijo elevando un poco más la voz y de su varita surgía una energía que al extender su otra mano hacia Sagitas se deslizó desde la varita hacia su mano y de ella pasó a la cabeza de la pelivioleta, deslizándose por su cuerpo y vinculando a ambas brujas. La sorpresa llenó la mente de Darla, al sentir la presencia de Sagitas en forma tan vívida y descubrir que todas aquellas emociones que envolvían a la pelivioleta por sus decisiones llegaban a ella como en catarata, Darla lanzó un silbido y se alegró que fuera solo emociones y estados de ánimo, no las ideas concretas que había en las mentes.

—Creo que si ya leíste mejor comenzamos a subir, porque tienes razón, ese whisky de fuego está haciendo un loco efecto —y dejó escapar una risita tonta a la vez que se ponía en pie.

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Al leer por primera vez toda aquella sabiduría, me sentí extrañamente feliz. Hacía tanto tiempo que buscaba una magia de este tipo que leer los hechizos que contenía para su aprendizaje me produjo un escalofrío agradable, mitad miedo mitad expectación. Leí, casi vocalizando, el primer hechizo que encontré, resiguiendo la línea con el dedo. Después, por fin, tras un pequeño silencio, levanté la mirada hacia Darla, aún sentada en el suelo.

-- ¿Crees que esta postura es muy natural o que debiera poner hierática como esos ministros que lleva un ... en...? Bueno, es igual. ¿Has leído ésto?

Ahora no tenía ninguna duda que ella estaba allá por lo mismo que yo, aunque algo me decía que ella ya había leído todo y que sabría. Las dos a la vez dijimos el nombre.

-- Víncul0

No sé porqué lo dije ni sé si funcionó. Es decir, funcionó, de eso estaba segura pues, de repente, sentí una oleada de emociones que no me eran conocidas, una sensación de firmeza, frialdad ante ciertos hechos y emoción excepcionalmente hiperbolizada por otras que yo no conocía en mí misma. Pero... ¿Había funcionado? ¿En quién? ¿En ella por mí? ¿En mí por ella? ¿Las dos nos habíamos vinculado la una a la otra?

Me agarré al suelo y unas briznas de hierba se mezclaron entre mis uñas. La miraba a los ojos y, sin embargo, veía a una Darla emocionalmente inestable en emociones dispares que se movían de un lado a otro, según lo que estuviera pensando. Era ver, notar, qué sentía ella ante lo que le rodeaba, ante los recuerdos, ante los amigos que yo no conocía y ante los amigos y enemigos comunes.

-- ¡De...! ¡...monios! -- exclamé, por fin. Me pasé la mano por el pelo con un cierto gesto coqueto. -- ¿Eso piensas de mí? Guala...

De repente, me sentía más animada, más viva, como si estar vinculada de alguna manera a mi amiga me diera más fuerzas, más energía, más ganas de proseguir. Fue como un rayo de esperanza porque, en el fondo, llevaba una temporada alicaída por todo lo que sucedía en el Ministerio.

-- No sé cuánto dura esta sensación, pero... Es imparable, me siento... ¡Ay, amiga! -- Y, de repente, estaba abrazándola y apretándola como si hiciera mucho tiempo que no lo hacía. Bueno, en realidad era así, hacía mucho que no la había abrazado, ni siquiera en momentos clave de nuestra relación de amistad. -- ¿Te he dicho que me caes muy bien? 

¿Y eso a qué venía ahora? ¿Era yo o era el hechizo? Era yo, por supuesto. Si el hechizo había funcionado en ambos sentidos, sólo había alentado algo que ya sentía por dentro y que pocas veces decía a nadie. No soy una mujer que suelte a menudo sus sentimientos si no es en un círculo muy íntimo, nunca en exteriores. Y no, no era el whisky; el alcohol solía hacer un efecto diferente, me daba por llorar, no por estar contenta y animada. La solté y empecé a subir aquella cuesta. Si ella decía que había que subir, subiríamos.

Con un movimiento de varita, hice volver a mí el libro del Uzza, que se había quedado en el suelo tras mi efusivo abrazo.

-- Oye... -- Subir no parecía tan fácil; por algún motivo aquello era algo más que una cuesta, las rocas parecían difíciles de sortear. -- ¿Has leído lo que hace el maldito Caudex... Me pregunto...

No sé si Darla llegó a entender lo que pasaba por mi cabeza en ese momento. Una vez, perdí la magia gracias a un dardo que contenía "medicina" contra la magia. ¿Y si el Caudex hacía eso? O peor, ¿y si El Inquisidor conocía este objeto? ¿Cómo sería posible, de ser así? ¿Tendríamos una mago revolucionario en sus filas, un gran mago, si ya conocía ese nivel de Magia? ¿O si un Uzza...? No, eso era impensable.

De repente, tuve ganas de conocer a nuestra enseñante, para saber cómo era.

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Había escuchado con atención las palabras de Sagitas y en ese momento había sonreído, negando con la cabeza.

—No se trata de la postura natural de uno u otro ministro, tú debes hacer lo que te haga sentir cómoda, no se trata de imitar a nadie… —miró el libro al cual se refería Sagitas —pues sí, lo siento un poco menos grave que el de Hermes sin embargo…

La sensación que había recorrido su cuerpo fue extraña, era como si la vista se le despejara tras despertar de un sueño, en un día de luz brillante y alegre, con un cielo azul y un sol cálido que acaricio tu pecho. Darla dio un largo suspiro, las emociones eran fuertes claras y a la vez extrañas y sorprendentes. Miró a Sagitas, sintiendo los miedos, dudas y certezas que la hacían actuar como lo estaba haciendo, dio un largo silbido a la vez que Sagitas daba una exclamación y no pudo evitar reír con su gesto, esa coquetería le recordó una de antaño, seguramente ella no la tendría en cuenta, ni lo recordaría.

—¿Cuánto dura? —repitió estando de pronto consciente de que no tenía idea de cuánto duraba y quedando de golpe sorprendida por la efusividad de la pelivioleta que le arrancó una risita nerviosa y divertida a la vez, desorientada a medias por el gesto.

—Pues no últimamente pero es mutuo —dijo sonriendo, si fuera humana seguramente tendría las mejillas más rojas que los tomates de la quinta en House of Books.

Luego del momento emotivo se puso en camino tras Sagitas para ir a donde les esperaba la arcana, de pronto recordó que si hubiera venido con Seba hubiera traído una mochila con botellas de agua y barras de cereal. Suspiró y se abrazó al libro, no habían hecho un solo libro juntos y había quedado pendiente la animagia, no sabía si algún día se atrevería a compartir criatura con alguien más aparte de que su criatura era tan única y especial para ambos, resopló, obligándose a dejarle ir.

Las palabras de la Potter Blue la arrancaron de sus pensamientos y abrió la boca, el amuleto estaba en el cuello de ambas seguramente, era la forma más cómoda de llevarlo. Pasó su mano sobre el ópalo que lucía colgando junto a otros amuletos de una cadena al cuello y dio un respingo, aunque no sabía si Sagitas  había pasado el ópalo dos veces por sobre su corazón, el pronunciar el hechizo fue como si la galaxia se revolviera.

En ese momento sintió una tristeza como de ensueño, como si despertara de un sueño tan triste pero que le costara recordarlo, la sensación de que algo había pasado, como si una marca de Caín hubiera sido puesta sobre su frente o como si una cúpula hubiera descendido sobre su ser, bloqueándole la magia.

—Expavescerent —pronunció moviendo la varita como queriendo deshacer con una chispa el efecto del  hechizo que acababa de pronunciar Sagitas, pero el libro no lo decía ¿desaparecía el efecto de un Caudex si no se le intercalaba el expavescerent? Pero precisamente se trataba deshacer el hechizo anterior ¿era tan poderoso el Expavescerent para deshacer el hechizo que te convertía en squib una vez lanzado? Eso era algo que tendría que preguntarle a la arcana —me siento extraña —dijo la pelirroja a su compañera mientras seguían avanzando llegando al inicio del bosque que cubría parte de la montaña en que estaban y encima, sentía que no estaban solas.

Editado por Darla Potter Black
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Caminaba por delante de Darla, sin parar de hablar. Mi verborrea era famosa entre los que me conocían pues, entre amigos, solía soltarme y hablar mucho, sin detenerme a pensar, sin cuidar mis palabras, sin ser diplomática. Tal vez, por eso, como Ministra era más callada, para no meter la pata. Seguía soltando un montón de palabras por la boca cuando mi sobrina dijo algo.

-- ¿Qué dices, Darla?

Sonó a "efervescencia" y me pregunté si hablaba de una bebida alcohólica o de una poción milagrosa contra la viruela de dragón. Ni tiempo de preguntar nada más, ella me decía que se sentía extraña.

-- ¿Habrás comido algo que te sentó mal, antes de venir? A ver si no he sido yo sola la del whisky de Fuego para desayunar.

Me puse a reír y le miré por encima del hombreo; su cara me hizo pararme en seco al notar que ella pensaba en algo muy diferente a lo que yo había supuesto. Sí, soy algo corta en el avance, pero entendí qué parecía haber sucedido. Solté un chillidito y me puse las manos en la boca. Algo se había movido tras uno de los árboles del bosque que comenzaba delante de nosotros. Aunque intenté otear qué había más allá, aún no había amanecido lo suficiente como para comprobar si no era una ilusión óptica. En realidad, no creo en eso, más bien creo en personas escondidas bajo una capa de invisibilidad o algún tipo de animal que se camufla con el ambiente o... Mi cabeza dejó de pensar en el posible peligro cercano para preocuparme por mi amiga.

-- Da... Darla... ¿Qué quieres decir con que te... sientes extraña? ¿Quieres decir que este objeto tan feo... el Cau... ésto... te ha podido hacer... 

No quise pronunciar su nombre, debería haber estado marcado con mil señales luminosas que pusiera "no pronunciar si no quiere arrepentirse". 

-- Pe... Pero... Si yo sólo he dicho su nombre... ¿Tan potente es el valor de lo nombrado que...? -- ¿Es qué yo no era una buena hechicera que no sabía que el nombrar lo innombrable era tan peligroso como el querer usarlo? -- Glups... Espera, tiene que poner algo por aquí...

Abrí el libro a toda prisa y pasé tan rápido las páginas que me llevé una esquina en la punta de los dedos. El trocito de página brilló y desapareció como ceniza al caer al suelo. La magia de los libros Uzza era muy fuerte, tanto que sólo el dueño del libro podía leerse y, de romperse, desaparecía en el suelo antes de permitir que otra persona pudiera leerlo.

-- Mira, mira aquí, Darla -- le grité. Sí, estaba alterada por si había convertido a mi sobrina en una squib y tenía que obedecer mi propio edicto y registrarla como una persona sin magia que conocía el mundo mágico. ¡Ay, yo y mis edictos! -- Espera. Dice que hay que moverlo dos veces sobre el corazón de la otra persona y yo no me he acercado a ti, así que... Al menos que cuente cuando te he abrazado. ¡Te juro que no me he restregado contra ti, así que no sé cómo podría haberte toqueteado los... las... la zona del pecho. -- Sí, yo solita me liaba. -- Además, yo no me lo he puesto en el corazón dos veces. Con lo largo que es el collar, como mucho me lo habría frotado dos veces por la tripa. ¿Eso serviría?

Sí, hablaba mucho mientras leía y releía todo lo que decía el libro. Aquel maldito hechizo podía ser algo muy cruel si se usaba, aunque la solución para mis problemas, si llegaba a encontrar a la persona que buscaba. 

-- Mira, lo podemos contrarrestar con... ¡Oh, ésto es lo que dijiste! Expavescerent. ¿Ha funcionado?¿Puedes hacer magia? ¿Y si te digo Finite? Un Finite Incantatem puede con todo, es el efecto más potente que... No. No sirve, sólo para neutrales y no verbales. Dudo que un hechizo Uzza tan extraordinario como este amuleto pueda ser detenido por un hechizo tan... humano... Hum... ¡Prueba a hacer un...

Grité de nuevo. Una púa de erizo de un tamaño descomunal se acababa de clavar en el libro Uzza, a la altura en que debería estar mi pulmón derecho. Varias más pasaron a nuestro lado, con una velocidad que me recordó a los seccionatus.

-- ... Floreus! -- Acabé la frase. -- ¡Corre! ¡Nos atacan!

Me alejé y abrí un portal lo suficientemente grande como para pasar las dos a la vez, aunque... ¿A dónde nos llevaría? No estaba muy segura de eso...

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Asenath no sonreía con facilidad. Era lo normal contemplar su semblante, tal vez por demás, serio y estricto. Sin embargo, al ver a aquellas dos brujas interactuar no pudo evitar que la comisura de sus labios se plegase. Su modo de moverse las ponía en peligro constante, haciendo que la Uzza estuviese todo el tiempo a punto de intervenir. ¿De verdad acaban de usar de modo tan imprudente el amuleto? ¿De verdad pretendían que un Finite Incantatem sirviese contra magia tan poderosa? ¿Estaban realmente listas para continuar? 

Por fortuna, una de ellas, invocó a tiempo un portal que, tal vez de casualidad o tal vez por intervención de Asenath, las dejó justo frente a ella en la cima de la colina. 

-Sientense…- las invitó señalando los sitios frente a ella- creo que tienen más dudas de las que creí que tendrían, tienen unos momentos para formularlas antes de ir a su prueba. No los desaprovechen – estaba seria pero dispuesta a responder todo lo necesario, confiaba en que hiciesen un buen trabajo después de todo. Eran brujas experimentadas.

Tras hablar dejó a su lado una roca que en algún momento había pasado a sostener. La roca comenzó de a poco a adquirir un tono azulado que resplandecería más llamativamente cuando terminase de activarse como traslador.
 

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Darla escuchó las palabras de Sagitas pensativa, ella sí había pasado la piedra por su corazón, no sabía cuántas veces, solo había buscado sacarle de nuevo brillo por las marcas de sus dedos y la de sus elfos cuando la había sacado del sobre de tela en que venía. Era tan bonito que no habían podido evitar la curiosidad de verlo todos, hasta la reacia Lualú le había prestado atención.  Quizás era eso, pero ella no había pronunciado el hechizo, sino Sagitas, quizás al estar unidas por el “vínculo” había hecho que el sentimiento de perder la magia le causara la angustia que sintiera Sagitas cuando la perdió. No estaba segura de nada.

De lo que sí estuvo segura es que había que hacer algo, el anillo de aviso de peligro ardía en su dedo, podía sentir presencias que no tenía la seguridad que fueran criaturas del bosque aunque no podía garantizar qué era. Sí sentía a una amiga en su compañera, un apoyo incondicional mutuo pero ¿qué había allí?

—Creo que debemos calmarnos, no sé si son mis sentimientos o son tuyos… —empezó a decir —sí debe ser potente, es el Libro de Merlín… —se detuvo de nuevo, mientras Sagita revisaba el libro, estaba algo desorientada con los tiempos, el aturdimiento mutuo.

—¿Finite? —preguntó ¿y por qué no? La historia contaba que el Finite combinado de los Scamander, Tina Goldstein, Nicolás Flamel y Yusuf Kama había detenido el Fuego Maldito que había invocado Grindelwald, claro, pero eran varios y habían conformado un círculo alrededor del mausoleo Lestrange, y lo habían invocado en forma conjunta… pero quién sabe... podía funcionar... 

Sagitas seguía tirando ideas y ella seguía como en esa nube extraña de sensaciones propias y ajenas, levantó la vista del piso con el grito de la Potter Blue. ¿Qué demonios?

—El anillo de las bestias, primer libro, *****, no creo que en éste haya algo para calmarlas a menos usemos el vínculo y… —Sagitas había invocado un portal utilizando un fulgura nox y no dudo en seguirla para encontrarse frente a una mujer con una expresión seria aunque con una chispa divertida en su mirada, que desapareció pronto de sus ojos.

Como una niña pescada en falta la Potter Black tomó asiento en una piedra frente a la Uzza. Mientras pensaba que la mujer tenía razón, tenía varias dudas, carraspeó y empezó a hablar luego que su mirada se desviara por unos segundos a la piedra brillante que Asenath había dejado a un lado. Por un momento había pensado era un ópalo pero ahora veía que era un traslador.

—Buenos, dudas, sí, es verdad que tengo varias, soy Darla por cierto, gracias por ser nuestra mentora —dijo la pelirroja antes de exponer sus dudas.

—¿El vínculo se puede usar sobre criaturas inteligentes? ¿Cuánto dura además de hasta que se vincule con alguien más o caso contrario es de por vida? —esas eran sus dudas menos duelísticas pero Darla tenía más.

—Para que el Ca… u… dex… —lo pronunció espaciado y mal para no provocar su efecto —funcione en un duelo debo llevar el amuleto y haberlo pasado por mi pecho pero ¿me lo pueden robar con accio o evanesco haciendo que no se pueda usar? —hizo una pequeña pausa —y para evitar su efecto  ¿debo  intercalarle el expavescerent o puedo usarlo a posteriorei? Porque  precisamente se trata deshacer el hechizo anterior pero ¿es tan poderoso el Expavescerent para deshacer el hechizo que te convierte en squib una vez lanzado el cau… eso?—ante la duda si al lustrar el ópalo lo había activado Darla no se quería permitir utilizarlo por error.

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