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Prueba de Legilimancia - Julio


Rosália Pereira
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Rosalía y Matthew habían pasado una curiosa aventura juntos, el mago había demostrado un manejo fluido de la habilidad pero —como algunos creían— no era la Arcana quien tenía la última palabra. Una carta llegó, meses después, a la morada de los Triviani dirigida al joven pelinegro indicando que a pesar del tiempo transcurrido había sido seleccionado para dar la prueba final que le permitiría convertirse en un Legeremente. Pereira había redactado a pulso aquel pergamino, entregado a un cuervo blanco de ojos rojos, extremadamente raro dentro de su especie, con la esperanza de que aquel día, cuando los primeros rayos de sol acariciaran la tierra, Matthew se presentase ante ella listo para dar los pasos finales hacia el éxito, o hacia una vinculación perfecta. 

El sitio pactado siempre era el mismo, salvo que esta vez no habría laberinto terrenal, ni barcaza que tuviese que utilizar para llegar al otro lado. Los pastizales que rodeaban el lago del Ateneo habían crecido lo suficiente como para llegarle al muchacho hasta la cintura, más era una grama suave con esencia perfumada que acariciaba danzando al compás del viento, una brisa cálida que guiaría los pasos del pupilo hacia su maestra, la que descalza sonrió al verlo llegar. 

—Dichosos los ojos que lo ven, señorito Triviani. 

Al parecer, por su expresión de fastidio, no estaba contento con el mes de total silencio por parte de la Arcana así que esta decidió no dar demasiados rodeos. Entre las manos portaba una caja de cristal ,tan frágil como mágica, donde le pidió que depositase todas sus pertenencias del suelo que pisaba, amuletos uzza, varita mágica y cualquier polvo alquimista que portase en los bolsillos. La prueba debía abordarse únicamente con el conocimiento adquirido sobre la lectura de mentes ajenas. Acto seguido la cajita se elevó hacia el cielo y fue consumida por una luz cegadora. Rosalía hizo un ademán despreocupado y le dijo que más tarde se lo devolvería todo. 

—Este momento puede parecerle difícil, pero me ha demostrado que nada lo sorprende joven. Las aguas de lago han sido encantadas para que ingrese en ellas, no se asuste cuando sienta que llega a sus pulmones, permítele entrar y el viaje resultará fugaz. Aunque sí, el tiempo dentro de una mente se comporta de forma diferente al de ahora— extendió los brazos haciéndole énfasis a lo que los rodeaba —Podrá sentir que transcurren horas, quizás días, y aquí solo habrán pasado minutos. 

Pereira le explicó que no corría peligro alguno, que ella siempre estaría cerca de él mientras no se quitase el anillo de aprendiz que en un parpadeo rodeó su dedo anular. Matthew podría sumergirse hasta la cintura, el descenso tomaría unos segundos —eternos para él— y cuando su cuerpo se encontrase impregnado en la magia de lo sensorial comenzaría a flotar, preso de un trance sereno y silencioso. Sus sentidos se abrirían como flores en plena primavera. Al "despertar" estaría en un cuarto totalmente blanco que cuando más admiraba, tomaba tintes familiares; un recuerdo añorado quizás, abovedado en lo más profundo del inconsciente, allí donde el cuerpo enviaba a Triviani cuando éste se encontraba estresado o al borde del shock ¿Un lugar seguro dentro de su cabeza?

—Identifica dónde estás, Matthew. Para encontrar la puerta que te llevará al laberinto tendrás que romper el nexo entre tu mente y ese recuerdo afianzado. Tienes que poder poner en orden ahí arriba para dominar y comprender las mentes ajenas sin salir perjudicado. Toda magia tiene un costo y un balance en el mundo. Esa es tu primer prueba. 

@ Matthew B. Triviani

 

Editado por Rosália Pereira
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  • 1 mes más tarde...

Una notificación había llegado a su castillo, pero él no se encontraba en ese momento, por lo que uno de sus hermanos se había encargado de hacer que llegara a sus manos. Rosália había citado al gitano a las orillas del lago del ateneo, por fin su prueba había llegado al inicio, por lo que con un suspiro a modo de queja, desapareció cruzando un portal que había creado. 

Sin dudar, y había aparecido en el lugar que le costó algunos minutos reconocer. Entorno los ojos mirando a su alrededor y se dio cuenta de que la Arcana se encontraba allí, a unos cuantos metros de donde el gitano había aparecido. ¿Por que lo hacia venir a un lugar totalmente desolado? los pastizales que rodeaban el lago parecían estar en total abandono, pero, ¿Qué pruebas serian? rodeo a la mujer, mientras sostenía su varita en la mano, ignoro el primer saludo que recibió, no estaba deseando recibir halagos por parte de ella, después del silencio que lo torturo durante un tiempo indefinido. 

La sensación térmica era algo más fría, o eso le parecía a él. 

Como era de esperar, Pereira tenia entre sus manos una caja de cristal, encantada, donde pidió que depositara todos sus artículos mágicos, para entrar completamente desarmado a la prueba y pasarla por su propio esfuerzo, sin ayuda de magia. Sabia que aquel proceso debía ser abordado únicamente por el conocimiento adquirido en la lectura de mentes ajenas. Luego de depositar sus cosas en ella, la caja se elevo y fue consumida por una luz extraña. Sus azabaches se perdieron en ella, y al cabo de segundos bajaron hacia la Arcana. 

¿Dónde estaba?—se preguntó, aún sin emitir palabra alguna, pero asumía que ella podía oír sus pensamientos. 

Se sumergió en el lago encantado, se concentró, tal y como había hecho durante la clase con Rosália. Necesito entornar los ojos para que sus ojos dejaran de distraerse con cualquier detalle, aunque no los cerro del todo para no perder la vista de los arboles que habían del otro lado. Se centro en ellos tanto como pudo, en la suavidad del movimiento de sus hojas y el sonido tranquilizador que producían, en la corteza rugosa de su tronco y en lo que guardaban las ramas más bajas de uno de ellos. Un segundo, ¿Cómo había llegado aquella información a su cabeza? Se dio cuenta de que se sentía conectado de alguna forma a aquel árbol del tronco rugoso, como si hubiera conseguido que su mente penetrara en él. Era una sensación distinta a lo que había sentido durante la clase, cuando había entrado en la mente de algunas personas en aquel museo. Decidió aventurarse en aquello, saber si su poder funcionaba como él pensaba. 

El tiempo parecía haberse detenido, necesitaba focalizar donde se encontraba, y lo había logrado. En su mano había aparecido una llave, pero aún necesitaba saber en que dirección se encontraba la puerta en la cual introducir la llave, las plantas parecían hablarle, y algunas buscaban confundirlo, pero entre toda su confusión, pudo encontrar donde realmente estaba escondida. 

Suspiro, pese al agua que impregnaba sus pulmones, gracias a la arcaica magia de Rosália él podía hacerlo y en un intento más de lograrlo, observó un árbol cercano, utilizando la Legilimancia con él, a unos metros de su izquierda, Matthew vio como uno de ellos movía sus ramas más bajas, lentamente, y tras una de ellas, apareció la cerradura metálica que buscaba.

Lo logre. 

Fue todo lo que dijo al salir del agua y tomar una bocanada de aire. 

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  • 1 mes más tarde...

Muy bien, muchacho. Aunque esto es solo el comienzo —la Arcana le tendió su mano para ayudar a su alumno a salir de aquellas aguas frías. Con un movimiento de su Vara de Cristal lo secó. Lo necesitaba fresco, atento y relajado. Le señaló a un costado del lago para que ambos caminaran unos pasos más alejados al agua. Los árboles se movían lentamente, como esperando que algo sucediera. Rosália Pereira miró severamente a Matthew, era un joven que tenía una mente intranquila, y necesitaba de toda su concentración antes de llegar a la pirámide.

 

La Arcana de Legeremancia movió su varita con una mano y la otra libre, hacía algunas volteretas y figuras con los dedos. El lago desapareció y no se inundaron en la plena oscuridad, sino que absolutamente todo se convertía en un estado gaseoso que perdía la forma y empezaba a ascender: el lago, los árboles, el cielo, la pirámide y e suelo. Todo brillaba intensamente y ahora era el momento del pupilo de tomar las riendas de la situación.

 

Para llegar a la pirámide, deberás pasar por tres pruebas, momentos o situaciones. Pasado, presente y futuro —Rosália miró desafiante al joven alumno. La llave que tenía en la mano se esfumo como humo—. Debes permanecer con la mente en blanco, debes usar todo tu poder. O la pirámide no se abrirá ante ti. Principalmente usa tu cabeza. Y usa la de los demás. Será la balsa en aguas peligrosas o el farol en las noches más oscuras

 

Rosália Pereira caminó un par de pasos, observando la nada misma, porque todo el entorno no había tomado ninguna forma, al menos hasta que Matthew se concentrara en ello. Era una prueba dividida en tres momentos a los que debía enfrentar. ¿Dónde iríamos a parar? Se lo preguntó con una voz aterciopelada.

 

¿Dónde vamos? Estaré a tu lado, aprovecha todo esto porque dentro de la pirámide estarás solo. ¿Éstas listo? —preguntó Rosalia—. Vayamos al pasado.

 

La voz de la Arcana le incitó a hacerlo inmediatamente. Le explicó al joven alumno que su visita al pasado se trataría como dos fantasmas en un entorno o como si visitaran un pensadero. Pero en cualquier momento que Matthew quisiera llegar del pasado, usaría su nueva habilidad para ver como se desenvolvía. ¿Y si encontraba algo que había estado evitando durante años? ¿Y si eso le servía como llave para muchísimas puertas del futuro? Todo era posible, por eso Rosalia se quedó unos pasos más atrás. Ella vería, sentiría, escucharía todo lo que el joven hicieran, incluido sus pensamientos.

@ Matthew Black Triviani

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Acepto tomar la mano de Rosália para con su ayuda salir de ahí, no necesitaba que lo hiciera, pero en esos tiempos un gesto de amabilidad a veces podía cambiarlo todo... Aun que Matthew no precisamente se caracterizaba por ser un mago amable, un movimiento en seco de la vara y quedó completamente seco. Si, definitivamente se estaba por volver loco, pensó por un momento que aquel lago tenia efectos alucinógenos o algo por el estilo, todo frente a el comenzó a verse borroso, lo que estaba creado por materia se volvió gaseoso, y desaparecía entre las nubes. 

Y por un motivo desconocido, al menos hasta que comprendió lo que pasaba, su mente recibió una especie de descarga que lo hizo cerrar los ojos con fuerza. Como un flash, muy similar a lo que ocurría cuando se recibía un Strellatus. Al abrir los ojos, sintió que estaba viviendo una realidad paralela, como si hubiera pasado de un plano a otro en un instante. Ya no estaba en el lago, los colores ya no eran vivos. Estaba en un lugar que recordaba bien, en medio de un Londres antiguo y algo derruido, una zona que le recordaba sus años de soledad y que no tenia ganas de recordar. 

Apretó los dientes y otra vez el mismo dolor de cabeza lo invadió, cuando intento cerrar sus pensamientos para reprimir el recuerdo. Regreso a la nada misma, si, ¿pero a que coste? Incluso se sintió mareado, puesto que lo que estaba pasando no era una intromisión de Rosália, sino de su misma mente. Su mente le estaba exigiendo que leyera su propio recuerdo, casi como si estuviera adentrándose en su mente como si él mismo, curiosamente, fuera su propia victima. Torció el gesto, mirando hacia la Arcana y sopeso la idea de continuar, aunque recordó el mar recuerdo de Baleyr y decidió que tal vez no era tan buena idea. 

¿Por qué ese precisamente? —murmuró de mala gana, marcando todo el acento rumano en cada palabra.

Se toco la frente como si estuviera cansado aun sin haber empezao y suspiró, proyectando en aquel brilloso fondo blanco diferentes situaciones.

Bien.

El primer escenario fue de su niñez, cuando sus padres habían muerto, un recuerdo no tan doloroso por eso, si no por los años que vago en soledad hasta el reencuentro con sus padres biológicos, Candela y Aaron. 

Volvió a cerrar los ojos, esta vez con más parsimonia que antes, acompañando el gesto con un suspiro largo de preparación. Era momento de volver a la época en la que había vuelto duro, que lo había hecho madurar. Tan solo hacerlo sintió la intromisión, como buscaba en los compartimientos de su memoria hasta dar con al fecha exacta. El día de su expulsión, el primero y el ultimo que había pasado en la calle. O no en la calle, en ese sitio desagradable e inmundo que llamaban hogar de acogimiento. No era huérfano porque hubiera periodo a sus padres, era huérfano porque había matado a los muggles que se había hecho pasar pro tales. 

Aquel segundo escenario, seguramente no seria sorpresa para Rosália, pero antes de que pudiera decirle algo, ya lo había visto... 

Abrió los ojos lentamente, con la mandíbula fuertemente apretada, su ultimo y tercer recuerdo, se había materializado al ras del que el anterior se evaporaba. El tortuoso recuerdo de su reencuentro con sus padres... Fue aquella vez, la primera que el gitano pudo sentirse completo y eso, lo hacia sentir orgulloso de sus raíces.

Con eso, esperaba haber completado aquella prueba con éxito. 

@ Rosália Pereira

 

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Rosália Pereira sonrió al ver que Matthew Triviani se empezaba a desenvolver con la postura que ella buscaba. Ella flotaba atrás de él sin que éste se diera cuenta. Y a pesar de que el alumno quería que todo pasara rápido había ido directo al grano. Era valorable. Esperó agraciadamente a que se recompusiera, Rosália sabia que a veces podían ver cosas que no eran tan fáciles de procesar. La Legilimante chasqueó sus dedos y volvieron al lado del lago, esperando que la brisa de la tarde ayudara a llegar a sus pulmones para despejar su mente.

Para llegar a la mente de los demás, deberemos conocer la nuestra —explicó tranquilamente—. Imagina nuestras mentes como un laberinto de pasillos, donde hay puertas. Y ubica a cada pensamiento en un cuarto diferente. Todos conocemos lo que hay en cada habitación de nuestra casa. ¿No lo crees? —Rosália emitió una sonrisa, era muy igual cuando el sol salía en primavera ante los árboles que largaban sus primeros brotes—. Bueno, eso te permitirá entrar a la casa de los demás.

Rosália apoyó una mano en el hombro de Matthew para incentivarlo. Estaban a mitad de camino de la pirámide

Deberemos mirar alrededor. Ver nuestro presente. ¿Qué crees? La legilimancia es muy útil a la hora de conocer nuestro entorno —la Vara de Cristal de la Pereira se movió, trasladándonos a otro lugar, un lugar donde nuevamente Matthew sería el encargado de ubicarlos—. En ésas habitaciones tuyas, algunas vacías, puedes poner información que recopiles de otras cabezas. Información que te sea útil, información que te de cierto poder, porque de eso se trata la legilimancia. A veces debemos ser precavidos con lo que nos enteramos porque puede ser un secreto peligroso —miró desafiante al chico—. Necesito ver cómo te desenvuelves en tu entorno. Has aprendido a dejar tu mente en blanco y a saber cuál es tu mente. Ahora empieza a merodear por tu alrededor…

El resto era trabajo del chico. Nuevamente Rosalia se quedaría un paso atrás para vigilarlo.
@ Matthew Black Triviani

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Tardo un minuto, por no decir varios, en percatarse de lo que Rosalia le estaba diciendo. Ese recuerdo siempre le provocaba dolor de cabeza, un vacío en el estomago que no podía combatir sin tomarse un momento para respirar y digerir el pasado. Aun no lo superaba, dudaba en hacerlo en algún momento, así que tardaba un tiempo prudente en volver a guardarlo en lo más profundo de su cabeza para cuando fuera que alguien quisiera volver a sacarlo. Pero en ese instante, bajo la tutela de la Arcana y en medio del camino a la Pirámide, no estaba intentando guardarlo. De hecho, no había intentado nada mas qeu permanecer en paz con él y pesar de lo mucho que le doliera y una vez que puso un pie en el nuevo escenario, el otro lo siguió por inercia. 

El recuerdo se había cortado a la mitad y estaba seguro de cual era el motivo, aun tenia que llegar hacia la pirámide y Rosalía había puesto una prueba más en su camino, ahora eran puertas, luego de su breve explicación y el notorio apoyo a su pupilo, Matthew cerraba los ojos para seguir ahondando en esa memoria. No le hacia gracia ni le entusiasmaba, pero si debía hacerlo entonces lo haría con la frente en alto y una expresión de neutralidad aprendida. Al menos su mandíbula se había relajado después de unos minutos de presión, dejándole sentida la zona y con la compañía de los latidos de su corazón.

Sus pasos llevaban un ritmo apremiante, aunque no iba apurado, conocía lo que debía hacer y por ello no tenia dudas al momento de andar, de seguir los serpentosos claros que permitían moverse entre los recuerdos de otras personas. Una pequeña gota de sudor bajó por el costado de su frente, algunas habitaciones vacías empezaban a ser llenadas, como si pequeñas imagines fueran creándose de la nada misma, como si los recuerdos flotaran en una nube tormentosa, flashes de memorias pasadas, presentes y pensamientos futuros... La mente de las personas podían ser muy curiosas, algunas un poco extrañas y perturbadoras, como la suya. 

Observó a la Arcana flotando a su costado, con una sonrisa, y por más que lo intentó, no logro ubicar un recuerdo de su mente en aquellas habitaciones, por lo que siguió caminando mientras tocaba cada marco de ellas.

Este no era tan malo.

A diferencia del primer recuerdo, se veía mayor y no solo en facciones, sino que la edad y el conocimiento parecían gritar de sus ojos, cosa que se mantenía en la actualidad. Había dado un estirón considerable en tres años y sin explicación alguna. No era necesario explicárselo a Pereira, ella podía oír sus pensamientos claramente, como si fuera algo involuntario.

Creo que será algo entretenido, mientras yo me sumerjo en viejos recuerdos, usted aprende de mentes que aún no ha leído—intentó sonreír, pero solo una mueca se dibujo en su pálido rostro, intentaba no notarla, pero sabía que cada paso que daba, iba a ser vigilado por ella. 

¿Es posible quedarse atrapado en un recuerdo?—tenia dudas, sentía curiosidad por tocar aquellas nubes en cada cuarto.

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Claro que lo es, Matthew. Si lo piensas, no es algo muy loco. Especialmente para los legilimánticos —nuestro alrededor se volvió a cambiar de lugar. Pero no regresamos al lago donde estábamos parados, sino que todo parecía convertirse en niebla para darle forma cuando el joven alumno tuviera ganas. Rosália se acomodó su cabello hacia un costado mientras observaba como la mente de chico se acomodaba mejor—. ¿No te imaginas aferrado a un recuero? ¿No crees que es tentador quedarse en el recuerdo de alguien desconocido?

Pereira caminó algunos pasos esperando que el chico respondiera, mientras terminaba de hablar y de explicarle a Matthew. No había nadie más allí y la pirámide parecía  querer atraernos para ver en qué resultaba todo eso. Su Vara de Cristal atravesó el aire una vez más.

Ésta es la fase última. ¿Te imaginas un posible futuro como legilimántico? ¿Cómo podrías diferenciar ése recuerdo de alguno verdadero? –miré desafiante al chico, ya que lo había puesto a prueba en la última etapa de aquel preámbulo antes de entrar. El joven le había dado pie para adentrarse a la siguiente actividad. Y para ver si realmente merecía entrar a la prueba, Matthew debería demostrar que nada de lo que vería lo tomaría como algo tentador a querer mantenerse en un recuerdo falso para toda al vida. No solo tendría que controlarse, sino diferenciarlas entre si.

La Arcana de la legeremancia le hizo una seña para que empezara.

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Dividir su mente era la parte complicada de todo aquello, porque ya había tenido que hacerlo en varias ocasiones, tanto en oclumancia como en la clase que estaba por finalizar. Tenía que centrar su atención en dos puntos y en uno ejecutar más acciones que el otro y no era tarea sencilla, ni siquiera para alguien con todos sus conocimientos. Suspiró. ¿Qué más podría hacer? Si no lo hacía, lo más probable era que Rosália se negara a presentarle la última prueba y no tenía ni tiempo ni ánimos para perder esa oportunidad, ya tenía demasiado tiempo pasando los obstáculos, más de lo estipulado, como para querer demorarse un poco más.

—¡Matthew!

La voz no era del presente, era una voz que conocía bien y era una voz que venía de otro tiempo, de un recuerdo, de su mente. Cerró los ojos, concentrándose, antes de dejarse llevar.

Era la voz de Aaron.

Al principio le costó andar y recordar a la vez, porque era como entrar y salir de su recuerdo, tal como si su mente fuera un pensadero y el un intruso. Pero después de unos minutos de ensayo y error, logró ver a medida que sentía el movimiento de la varita en su mano, apuntando hacia distintos lados. Incluso logró verse en el pasado, como si fuera un espejismo borroso de la actualidad. Era su propia palma, joven y sin nada en el recuerdo, con la estructura de cristal moviéndose con parsimonia tal como si fuera un reflejo muy ténue de lo que pasaba en el otro plano. Complicado, pero perfecto.

—¿Aaron? —se preguntó en sus adentros.

La casa en donde estaba era pequeña y confortable, la típica casa inglesa de época que solía conservarse en la actualidad como tiendas de aire antiguo o incluso cafeterías. Las lámparas de gas estaban encendidas a pesar de que era de día, quizás porque el clima ameritaba un poco de luz. El ocupaba un sillón de cuero más suave de lo que aparentaba ser en realidad, con la espalda recta y la mirada perdida por las ventanas abiertas que daban a la calle, observando con cierta renuencia la fachada londinense. No había pisado la ciudad en tantos años, casi una década, que no podía evitar sentirse un intruso o incluso sentirse en peligro.

Y así como el tiempo había pasado para la ciudad, también había pasado para ellos. A diferencia del último recuerdo, ya no era un niño, ni siquiera en edad estudiantil. Era una hombre ya adulto, según los criterios de la comunidad mágica y estaba pronta a su gradución. Sus rasgos se habían marcado, no lo suficiente como para hacerlo ver como se veía en la actualidad, porque para eso habían pasado varios años más desde ese recuerdo, pero sí como para que fuera evidente que algo pasaba con el.

Así que no fue ninguna sorpresa que Aaron lo reconociera con cierto matiz de, a su vez, no saber a quién estaba mirando. Enfundada en la típica túnica negra con dos cadenas de hierro simulando plata, el gitano en su sala de estar tenía una sombra casi lejana del niño que había sido la última vez. Era Matthew, sí, solo que sin ese aire infantil y esa inocencia escondida en algún lugar de un mal genio constante e injustificado. Ésta era un Matthew duro y con cierta oscuridad en el fondo. Pero cuando los dos se miraron, no hubo dudas de que eran los mismos de siempre, aunque tuvieran la misma cantidad de años crecidos sin verse.

Sabia, que no debía quedarse ahí, donde su felicidad estaba en auge, eran recuerdos, o imágenes proyectadas de lo que él hubiera querido, nada de todo lo que estaba viendo era real, no debía quedarse, por lo que solamente sonrió de costado y avanzó por el lugar, recorriendo con su mirada una ultima vez la casa de su niñez, antes de llegar al umbral, para desaparecer por el, giro, y dedico una ultima palabra a quien se encontraba sentado...

—Es relativamente fácil ubicarte —admitió el gitano—. Tal vez deberías ocultar un poco mejor tu dirección, nunca sabes quién podría encontrarte.

Y desapareció hacia el cuarto blanco que Pereira había creado en un principio. 

 

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La sonrisa de Rosália Pereira se enmarcaba en aquel rostro fino, de piel clara, cuando el joven salía del último 0bstácu.l0 al que la Arcana le había impuesto, para probar que realmente estaba preparado. Cuando el chico salió de aquella especie de trance, lo recibió con ambos brazos abiertos. No esperaba abrazarlo, solo darle la re bienvenida, para mostrarles que su éxito los había trasladado directamente al centro de la pirámide.

Muy bien. De ahora en más, ya no hay vuelta atrás, Matthew. Has hecho un gran trabajo, a pesar de las turbulencias y esperas en medio. No voy a preguntarte si estás listo porque sé que lo estas —dijo confiada de su pupilo. Hasta el momento lo había podido acompañar. Ahora entraría solo por aquella puerta que aparecía cerca de los dos. Ella tocó su hombro y tendió su mano. Encima, brillaba aquel Anillo de la Habilidad—. Te acompañará en tu camino. Si me necesitas, puedes utilizarlo para comunicarte. Te espero a la vuelta

Lo dijo más confiada. Aunque no tenía que trasmitirle los pensamientos al chico, al saber que si fallaba dentro, no había vuelta atrás y no podría volver a atravesar el umbral. Si ahora no lograba vincularse con el anillo, sería su última oportunidad. Rosália Pereira movió su Vara de Cristal y el portal se abrió, invitando al chico a pasar y deseándole éxitos.

@ Matthew Black Triviani

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—Claro —respondió con la misma tranquilidad, viendo como el portal se abría ante el. 

El nuevo anillo de habilidad se posó en su anular y se quedó mirándolo durante un segundo, tal como había hecho en otras ocasiones, apreciando el poder que salía del material del que estaba fabricado. Aun no era suyo, para conservarlo debía demostrar que sabia controlar plenamente la habilidad que había adquirido durante la clase y aunque acababa de pasar tres pruebas tediosas en cuanto a el peso de poder mental que tuvo que usar, ésta era la que realmente importaba, la definitiva. Todo lo que  había hecho hasta el moment oera solo una excusa para ubicarse ahí, frente a ese portal. Ahora el tiempo era relativo, debía demostrar que realmente era un legilimante. 

Dedico un segundo mas a una inclinación hacia Rosalia en señal de respeto, que era lo que sentía por todas las figuras que habían alcanzado un nivel tan grande en el mundo mágico a costa de méritos acumulados y, posteriormente, atravesó el portal. Automáticamente un gancho incómodo se apoderó de su vientre y una oleada de colores cegó a sus ojos. Y después, todo quedó en blanco. Hasta que se acostumbró a la nueva luz.

~ * ~ *~* ~

¿Aquello era el tiempo actual?

Con el ceño fruncido, escudriñó el entorno con cierta desconfianza. Las calles londinenses eran exactamente lo que eran en la actualidad, con los autos de los Muggles decorando las carreteras y los mismos Muggles cumpliendo sus actividades cotidianas, sin notar la magia que los envolvía, entrecerró los ojos,  ignorando que entre ellos habían magos escondidos -suspiró con enojo-. Pero lo que más le llamaba la atención es que no parecía uno de sus recuerdos. Podría haberse regodeado de una memoria perfecta de no ser porque, más que una virtud, era un gran defecto. Pero basándose en eso, no recordaba haber estado en ese lugar ni días anteriores ni años atrás.

No era una zona concurrida, a pesar de estar cerca del río Támesis, ubicado al sur de Inglaterra, pero aún así había suficientes personas como para considerarlo poco privado. Nadie hacía nada muy relevante, ocupaban bancos e incluso se reclinaban en la cerca que separaba el lugar del río, para evitar accidentes. Conversaban o sólo pensaban. Y curiosamente, él podía escuchar el murmullo de sus pensamientos si los veía con suficiente atención. Por un momento se cruzó el asesinarlos creando una pequeña tormenta con el agua del claro río, pero eso haría que su prueba fuera en vano. No escuchaba palabras concretas, no veía imágenes nítidas en un principio, sólo detectaba si era una mente que podía penetrar de proponérselo. Se acercó con cautela y algo de desprecio a un muggle que estaba sentado en uno de los bancos cercanos.

El estaba sumido en sus pensamientos, con las pupilas inmóviles en el vaso de cartón que tenía en las manos o, tal vez, en el humo que expedía de un pequeño agujero en la tapa de plástico. No parecía abatido, aunque sí preocupado y su misión en ese momento, fue averiguar por qué. Ésta vez le costó muy poco en comparación a la primera vez que intentó hacer algo relacionado a la Legilimancia. Tal vez por la distracción del muchacho, tal vez porque se trataba de un muggle sin la concentración mágica que podía llegar a tener un oclumante. Pero sólo con ver sus ojos y poner un poco de su parte, supo qué era lo que le preocupaba. Exámenes, impartidos por una universidad cercana, algo que lo devolvió a su niñez, donde hubo un tiempo donde se preocupaba por ello, antes de saber que era un mago. 

Torció una ligera sonrisa cuando el muggle alzó la mirada, sintiendo la propia en él. No pareció disgustarle y el no se mostró arrepentido, por lo contrario, siguió andando en busca de una nueva mente que leer. Viéndolo desde el punto de vista de quien no está poniendo verdadero esfuerzo, era una tarea sencilla. Descubrió a una anciana que había olvidado comprar la comida del gato, un niño que había perdido la libra destinada a una golosina que no conocía y un hombre con preocupaciones adultas y muy profundas para la hora del día. Sin embargo, nada sucedía.

Fue entonces cuando un murmullo más fuerte y más llamativo llegó hacia el, cercano a donde se encontraba.

A diferencia de los demás, tenía una chispa que conocía bien. Era una chispa mágica. Pensamientos que estaban ligados a su mundo, a sus creencias, a lo que el podía llamar cotidiano, a lo que realmente conocía como inconvenientes de gran escala, por encima de cualquiera de las problemáticas muggles. Llevada por la curiosidad, se inclinó a un par de metros de la persona en cuestión, con los brazos reposados en la cerca que daba al Támesis. El agua se movía con la misma suavidad de los pensamientos del individuo que intentaría leer, lentos y parsimoniosos, ligando algo en completo silencio. Pestañeó con un par de segundos de retraso, serenando su mente, antes de ladear la cabeza y fijarse en ella con disimulo.

Movía las manos entre ellas como si amasara, lo que daba la impresión de que estaba pensando en controlar algo. Basada en eso, extendió su mente intentando leerla y por primera vez desde que había cruzado el portal, no lo logró a la primera. Tensó ligeramente los músculos de la espalda, usando su cuerpo como ancla para su mente, algo que no podía sentir pero que sabía que podía impulsar. El segundo intento costó más que el primero, como si el hombre se negara a la intromisión. Pero no lo hacía, seguía completamente ajena a su presencia, a sus intentos de leerle la mente.

Volvió a intentarlo, ésta vez desligándose de sí mismo por un segundo, olvidándose de lo que estaba haciendo, olvidándose de la prueba y lo que la rodeaba; era el, su mente y la del desconocido a su lado. Y funcionó. Sólo que no esperaba precisamente que fuera esa la mente la que estaba leyendo. Al principio se sobresaltó, viéndose a sí mismo en la cabeza de esa mago desconocido, en sus años de verdadera juventud, cuando había quedado congelado en esa apariencia que aún en la actualidad la acompañaba. Pensó que era un error, que había regresado a internarse en su propia cabeza. Pero lo cierto era que no, no eran sus pensamientos, porque lo que empezó a ver después no tenía nada que ver con el.

Primero se vio a sí mismo, con veinticinco años, esperando con arrogancia y cierto descaro delante de la misma puerta que años atrás había cruzado como invitado y por la que había salido siendo un asesino. Con un aura distinta, con el brillo de la raza envolviéndolo en un manto que ni siquiera la magia podía ocultar. Las facciones marcadas, las nubes en su iris mucho más visible y el cabello alborotado cayendo como una invitación, o como un insulto en ese caso. Demasiado bien, demasiado entero. Vio desde otra perspectiva la pelea entre el y su padre, el intercambio de veneno entre ambos que había surgido de su arrebato inexplicable de odio, un berrinche injustificable. Y vio en primera persona el ataque de Aaron.

No quiso verse tendido en el suelo otra vez, perdiendo sangre debido al desalmado ataque de su padre, que más que matarla, lo había extasiado hasta dejarlo inmóvil e indefenso, débil y moribundo. Sintió los pensamientos de Aaron. Arrepentimiento mezclado con una sed incontrolable, odio desmesurado y un cariño muy profundo, opacado por la venganza que necesitaba cumplir. Dejó de verse tendida en la nieve en medio de un invierno casi ocho años después de la muerte de sus padres adoptivos muggles.

En algún punto que realmente no podía ubicar, su cerebro lo obligó a poner un alto o, al menos, un límite entre lo que quería saber y lo que ya sabía que se estaba entremezclando. La barrera, al igual que la mente y los recuerdos, no era sólida ni tangible, no era una pared que el pudiera ver o sentir o que se interpusiera entre cada recuerdo. Pero era lo bastante real como para indicarle cuándo debía poner cierta distancia. En más de una ocasión, viendo los distintos momentos en que el y Aaron habían compartido disculpas, enfrentamientos y abrazos, tuvo que recordarse que estaba en su cabeza. Centrarse sólo en lo que el gitano percibía de cada momento. Ira, amor, odio, pena...

Y, finalmente... Paz, una paz completa y plena que iba de la mano con Matthew, a pesar de todo lo que habían pasado, al final, solo podía percibir como Augustine lo apreciaba, a su manera, la forma en que lo veía y ya no sentía ninguna de esas cosas. También podía sentirse a el mismo, ajeno a algo que conocía, ajeno a una mezcla poco favorable de dos cabezas unidas por una misma memoria. Al final pudo dejar de leer a voluntad, cuando quis, cuando hubo leído lo suficiente, sus ojos volvían a estar en la sala del portal, su postura estaba relajada.

Así que el mismo decidió que ea tiempo de dejar de leer, que la prueba dentro de la prueba era aprender a salir del portal a cuenta propia y no porque este quisiera sacarlo. Se separó y avanzó hacia atrás, liberando su mente. Y después dd unos segundos, estaba de vuelta en la pirámide, con una luz tenue y el anillo con su nombre más unido a su dedo que nunca. 

Poso los ojos en Rosalia, sabiendo que había estado atenta a todo lo que pasaba y una vez más con la sombra de una sonrisa adornando la comisura de sus labios, le dedico una inclinación de cabeza. 

Editado por Matthew Black Triviani
se mando mal +.+

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