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Destrucción del Aeropuerto de Heathrow


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En la Fortaleza Oscura, los mortífagos estaban algo inquietos. Era el preámbulo de la salida que todos esperaban. Pocos sabían qué iban a hacer, excepto la promesa de destrucción de un importante lugar muggle. Además, muchos habían acudido al punto de encuentro con sus mascotas aladas. El poder usar dragones en aquella incursión era un aliciente que pocos miembros de La Marca iban a dejar pasar. Había todo tipo de dragones que gruñían y batían sus alas con furia en el amplio campo de los terrenos del bando.

La llamada no tardó en llegar. Los presentes, a punto para salir, sintieron la quemazón en el tatuaje marcado de la calavera y la serpiente. Otros mortífagos, en lugares dispersos, algunos ya apostados en el lugar de destino, otros en sus mansiones o negocios o dispersados por los barrios limítrofes a la ciudad de Londres, sintieron que había llegado el momento.

Un grito de alegría, rabia, deseos de aventura y de caza de muggles unió a todo el grupo que se apresuró en montar en los dragones, algunos propios, otros como acompañantes. Los que no tenían acceso a estos animales, desaparecieron como estelas oscuras siguiendo el rápido vuelo de estas magníficas criaturas, todos rumbo al mismo punto, al oeste de la ciudad de Londres, donde se encontraba el Aeropuerto de Heathrow.

Apenas eran las once de la mañana y el Aeropuerto estaba lleno de muggles que planeaban un fin de semana fuera de la ciudad, aprovechando que las vacaciones de verano estaban a la vuelta de la esquina,  buscando lugares más cálidos y soleados que la siempre nublada Londres. El ir y venir de los trenes y autobuses en las terminales acrecentaban las colas en el interior del aeropuerto. Los aviones tomaban tierra o despegaban cada cinco minutos, en un terrible estruendo que no era audible si no estaban en las pistas...

O sobrevolando el cielo...

Los dragones que llegaron primero parecieron juguetear con aquellos pájaros de hierro que cayeron abatidos por sus llamaradas. A estas criaturas no les gustaba el olor a queroseno ni el ruido que hacían en el despegue, así que actuaron con rapidez, alentados por sus jinetes mortífagos que aullaban al viento. Pronto una calavera verdosa se movió en el aire, con una serpiente que giraba sobre sí misma, como si oteara el horizonte que se llenaba de mortífagos, listos para atacar las cinco terminales.

El Aeropuerto de Heathrow estaba en llamas.

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Me había ido antes de la Fortaleza Oscura. Tenía que admitir que los planes eran realmente maravillosos a la hora de llamar la atención. No había entendido muy bien pero me habían convocado. Luego de la destrucción de la entrada a la plataforma 9 y ¾, me necesitaban otra vez. Eso me hizo sentir bien ya que me hacía un lugar dentro de las filas. Pero una vez contratado, por asi decirlo, lo haría a mi manera.

Aparte del nuevo caos que formaríamos los mortífagos, había dos ideas plasmadas en mi cabeza. Los famosos miembros de la Orden del Fénix, un grupo secreto que al parecer estaban para detenernos. Y según los rumores hacía años que no aparecían. Elvis había muerto y al parecer la Orden del Fénix igual. Porque había sido el último en actuar en su nombre. Asi que mi primer objetivo era revolver el avispero. ¿Saldría alguno? ¿Intentaría alguien detenernos?

Sonreí ante la idea.

El segundo y no menos importante, era mis ideales dentro del bando. En las últimas semanas habían transcurrido dentro de mi cabeza algunos pensamientos que me habían movido el piso, por asi decirlo. No sobre lo que hacíamos dentro del bando, sino específicamente “¿Por qué yo?”. Muchas batallas eran propias de la comunidad mágica en Inglaterra, era entendible. Pero había crecido alejado de muchas cosas y no me tomaba muchas de ellas de manera personal. Tal vez por eso, podría tomarlo como ventaja y usarlo a mi favor.

Una estela de humo negro se arremolinó en medio de la calle. Era la mañana, asi que había algunos autos merodeando por allí. Con mi varita pude desviar un auto que venía a gran velocidad, al parecer salía del aeropuerto, el cual se corrió por mi encantamiento y chocó contra otro a un costado. Mi identidad estaba refugiada detrás de la máscara que me daba a conocer como Goldor. Mi túnica negra y varita en la mano aparecieron en medio de aquellas calles. Algunas personas se detuvieron.

Otro movimiento con mi varita y dos autos, en el otro carril, se dieron vuelta y se corrieron de mi camino. Los ruidos y choques empezaban a llamar la atención. Algunos de éstos se detenían un poco atrás. Me detuve a respirar algunas bocanadas de aire. De tan solo de pensar en la libertad que tenía en ése momento, provocaba que mi corazón latiera más aceleradamente. Mis deseos de sangre aumentaron y me dejé llevar por aquel sentimiento. No estaba seguro muy bien de qué se trataba pero me relajaba, me descomprimía por cada una de las veces que hacíamos aquello.

Bombarda

Murmuré mientras empezaba mi camino. El rayo chocó contra uno de los autos y éste explotó en miles de pedazos. Metal, vidrio y cuero salieron volando por todos lados y los gritos aumentaban. A unos 200 metros estaba la gran estructura del aeropuerto, rodeada por aquellos paneles enormes de vidrios y un techo claro. Aún no era mediodía. Miré alrededor. Había logrado llamar la atención de los transeúntes. El auto explotado empezó a incendiarse y a chorrear sangre. La primera víctima.

— Bombarda…

Volví a murmurar, ésta vez apuntando a los vehícul0s que venían del otro lado. Ésta vez, no solo que explotaron, sino chocaron entre si y esparcieron al montón de muggles que se iban acercando y agrupando para ver todo. Avanzaba con paso decidido. El aeropuerto se acercaba cada vez más, mientras mi capa rozaba mis talones. Mis ojos miraban cada rincón. Aún no había policías. Nadie hacia nada. Solo miraban expectantes. Y aquello recién empezaba.

Cuando estaba a unos cincuenta metros del aeropuerto, pude visualizar mi siguiente objetivo. Los agarré justo a tiempo, era mi escena preferida, casi como un sello personal: Mi varita se movió contra tres muggles. Al parecer era una familia, un padre, y dos niñas, una de ellas casi a la edad adolescente. Los gritos de la madre intentando llegar a una de ellas eran el mejor espectácul0 porque llamaba aún más la atención. Los tres cuerpos (que no dejaban de sacudirse y gritar) se elevaron unos dos metros. Así llegué a la entrada del aeropuerto Heathrow, deteniendo mi paso, girando y moviendo una vez más mi varita:

— ¡Avada Kedavra!

El rayo asesino voló contra la madre y ésta cayó inerte contra el suelo. Su cuerpo sin vida estaba a los pies de sus tres familiares, que aumentaban sus movimientos exageradamente mientras la pequeña se desmayaba de la conmoción. Levanté ambas manos e hice una reverencia para las personas que aún se atrevían a mirar. Muggles. Empezaba a ver que eran realmente molestos. Con ésta otra víctima, invoqué la Marca Tenebrosa.

— Morsmondre….

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Brilló a la luz del sol. Aún siendo de día, tenía la característica de seguir brillando. La calavera con una lengua como serpiente, se posó por encima del aeropuerto.

Ya lejos, se escucharon rugidos, dragones…

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 2 semanas más tarde...

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La torre sur del Chateau Dumbledore estaba absorta en la música melancólica del violín, como era costumbre la rubia estaba sentada en los tejados del edificio, donde estaban sus habitaciones, practicando el instrumento que tanto amaba. Descalza y con el cabello suelto al viento estaba consumida en una melodía que la hacía transportarse en el tiempo y el espacio… La llevaba directo a París, al Chateau de Malmaison en donde su familia materna le había llenado de mimos durante su infancia, donde vivía aquel al que amaba con locura y que no estaba cerca de ella, Maldecía el anhelo de tenerlo y extrañarlo.

 

Un ardor en su espalda la hizo arquearse pero sin perder la melodía, siguió hasta terminar, abrió los ojos y un extraño brillo salió de ellos, una locura demencial adorno su sonrisa y con habilidad bajo por el tejado hasta sus habitaciones, sacó de porta varita de su muslo a Ma’at, su varita y con una floritura sacó la máscara de Galia y la colocó sobre su rostro, irguió su cuello y colocando finalmente se vistió con su Kfatan Malkuth y encima su capa de camaleón, botas de montar hasta encima de la rodilla. Sabía que debía estar a la altura del ataque así que con anterioridad su hermano Fleamont le había facilitado el usar su dragón Opaleye de las Antípodas y estaba justo escondido en un refugio en medio del bosque posterior del Chateau. Baje con rapidez desde mis habitaciones hasta la parte posterior del edificio y allí en medio del bosque encontré al monumental animal de ojos multicolor centelleante, en cierta forma le recordaba a su hermano mayor. Subí a su lomo y tomando con fuerza las riendas le hice elevarse: su destino Heathrow.

 

Tras una hora de vuelo arribe al aeropuerto, al parecer mis compañeros ya habían iniciado la fiesta y era solo momento que Galia empezará, lleve al Opaleye justo encima de una sala de espera donde cientos de personas empezaron a gritar mientras que el gran animal blanco perlado se acercaba, lo hice posar sobre el techo que pareció ceder poco ante su peso y dirigí su flama justo al techo. La llama escarlata intenso empezó a derretir la estructura del techo y los gritos de la gente se escuchaban, disfrutaba que los muggles sufrieran así como habían hecho sufrir a los pequeños magos de Hogwarts tiempo atrás, por eso no los compadecía.

@ Sagitas Potter Blue

@ Mael Blackfyre

 

 

 

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Di tantos pasos en aquel suelo que estoy segura que mis pisadas quedarían marcadas en el pavimento de la Fortaleza. Nos habían llamado y allá estábamos, todos nerviosos (al menos yo), caminando de arriba a abajo (al meno yo) y mordiéndonos las uñas (al menos yo). Había participado en otros encuentros, por decirlo de algún modo, pero ninguno como el de la estación de King Cross. Este prometía ser igual de excitante. Por eso, cuando por fin se produjo la llamada, grité con mis compañeros en un grito de liberación de tanta espera, unidos a ellos en las ganas de acabar con el punto de encuentro.

Porque ese era el fin, destruir una zona de comunicación aérea de los muggles, quienes no respetaban el edicto de transportes que había dictaminado la Ministra de Magia inglesa. Tal vez se creían que ellos no debían cumplirla, por ser muggles, pero hoy le demostraríamos que los aviones no podía volar. Desaparecimos todos en rumbo al Aeropuerto de Heathrow, yo montada en mi Longhorn Rumano, que había "soltado" de la Reserva donde lo guardaban por orden del Ministerio. Tal vez no lo devolviera y lo llevara al Circo cuando acabara el ataque.

La luz era verdosa. Habían empezado antes de que yo me situara, buscando dónde dejar huella y el cielo estaba ennegrecido por el humo. Entre esas nubes de destrucción, alguien había hecho brillar el Morsmordre, causándome una sonrisa ante la visión. Los dragones sobrevolaban entre los pocos aviones que aún estaban en el aire, muchos buscando alguna pista en la que aterrizar antes de ser devastados por el fuego. 

A mí me llamó la atención de la Torre de Control. Había gente en el interior, muchos mirando por la gran cristalera, como si no lo pudieran creer. Apreté las piernas sobre el cuello del dragón y nos fuimos los dos contra ella. A pocos metros de distancia, el fuego del dragón derritió parcialmente la parte superior de la misma. Se dobló sobre sí misma y acabó derrumbándose, en medio de un gran estrépito. Levanté los dos brazos en alto, en forma de "V" de victoria, y grité muy alto, un "yujuuuuuuu" que se tuvo que oír por todo el aeropuerto.

Se veía todo negro y nadie nos había impedido destruir aquel lugar. Aún quedaban pequeñas zonas libres de la destrucción. ¿Qué podía atacar ahora?

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

A la luz de una antorcha, leía uno de los libros de la enorme biblioteca de la Torre Negra. Había revisado durante horas algunos documentos para colocarlos todos de nuevo en su lugar. Buscaba conocimiento que me ayudase a mejorar en mis habilidades en las pociones. Me consideraba buena, pero no era tan excelente como para obtener un Extraordinario en un exámen común. Así que ahí estaba, revisando viejos pergaminos desenrollados con cuidado y colocados, mientras yo, apoyada en un mullido sillón, descansaba mis pies encima de la mesa repleta de libros abiertos y anotaciones en varias hojas. Había visto la fórmula para hacer un fluído explosivo y con la pluma anotaba en un documento aparte, hasta que sentí el arder de la Marca grabada en mi antebrazo izquierdo. Bufé furiosa...

No me gustaba que me interrumpieran en mis quehaceres. Aunque era bien cierto que la soledad inundaba la enorme biblioteca. Sólo se escuchaba mi rasgueo encima del papel de vez en cuando, y el crepitar de las llamas de las antorchas y se veía el titilar de las llamas de los candiles que estaba colocados estratégicamente. Estaba vestida con colores negros que me camuflaban en la oscuridad de la villa en dónde se asentaba el pueblo. Llevaba un jubón y pantalones negros pero sin ninguna insignia y unas botas de piel de dragón. Llevaba la capa puesta y me había arrebujado con ella en el lugar en dónde estaba sentada. Aunque era cierto que no me gustaba para nada las interrupciones, entendía el significado del deber.

Dejé la pluma encima de la mesa y con un par de toques de varita coloqué los tomos que había usado hasta el momento. Llevaba el morral de cuero guardado en el bolsillo y sin esperar más con una voluta de humo negro me dirigí hasta el lugar en dónde habría la reunión... Cuando llegué, ya había varios mortífagos esperando. Y por supuesto la mujer dando órdenes con el rango que le correspondía. 

- Lamento llegar tarde - dije en un susurro. Pero cada vez que veía a esa mujer, me recordaba a mi tía Sagitas. Tenía la intuición de que era ella pero tampoco podía asegurarlo. Era la segunda vez que planeaba un ataque tan potente a un lugar tan emblemático y estratégico como el aeropuerto. El primero había sido la Estación de King's Kross que todavía y que yo supiera, aún no se había mandado restaurar. ¿Cuál sería el siguiente, atacar el puerto? Mejor no darle ideas...

- Podíamos emplear esas infraestructuras para tenerlas controladas nosotros. Si queremos tomar el poder...- comenté nuevamente en un susurro pero muchas de las personas que estaban presentes ya se habían ido. Negué con la cabeza. Al final, me había quedado sola y para no parecer desleal con el bando ante de irme, volví a murmurar...

- Está cometiendo un grave error... No es así como se hacen las cosas - negué con la cabeza y mientras tras un giro de mis pies y envuelta en una voluta de humo negra, me dirigí junto a mis compañeros hacia uno de los aeropuertos más grandes de Europa. 

@ Sagitas Potter Blue

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pSL0I3v.pngDesde el suelo, quieta sobre aquel asfalto grisáceo que conformaba el acceso a la zona de tráfico para descarga y recogida de pasajeros, tenia una visión muy clara de lo  que estaba sucediendo. No sólo por la marca verdosa del Morsmordre que lucía en el cielo, ni por la humareda que los dragones estaban originado en la zona de las pistas, sino también por los gritos de miedo y la bandada de muggles que escapaban del interior del aeropuerto. Los autobuses, autocares, taxis y vehículos particulares se amontonaban allá, intentando evacuarlos lo antes posible, para dejar limpio la parrilla y dejar entrada a los servicios de emergencias que intentaban llegar al lugar.

Allá estaba yo, en aquella zona de lo que era una gran área de transportes aéreos internacionales, dejando que el viento hiciera ondear mi capa verde oscuro. Estaba enfadada, sí, pero no con aquellos insignificantes muggles sino con mi sobrina Heliké quien, antes de venir a cumplir con su deber como mortífaga, había protestado por sobre cómo se hacían las cosas. Supongo que no hizo variar en nada mi actitud, que hubiera hecho exactamente lo mismo que hice ahora... O tal vez no... La cuestión es que acaricié la cabeza de mi Hodag y él gruñó ante ese gesto amoroso, intentando encontrar mi mano, arañándola levemente con sus cuernos laterales. 

Le sonreí y después sonreí a un par de taxistas que nos miraban como si fuéramos algo extraño. Para ellos tal vez, pero para mí era muy agradable haber rescatado a mi humilde perrito-sapo de la reserva y haber podido traerlo conmigo. Le volví a dar unas palmaditas, esta vez de impulso, animándole a hacer lo que quisiera entre aquellos vehículos y sus conductores. Era una criatura muy juguetona y pronto estuvo embistiendo de un lado al otro, levantando coches de una sola cornada, embistiendo a muggles que huían ante sus ataques. Miré arriba y noté que mi Hébrido Negro sobrevolaba el espacio aéreo, ahora cerrado a los aviones. Noté que aún emitía varias llamaradas, algo tristes pero aún enérgicas. Seguro que se había quedado sin fuselajes que derretir. Aquellos malditos muggles parecían haber entendido el mensaje: no se podían usar aviones para entrar o salir del país.

Eso es lo que ponía mi última edicto y parecía que no les había quedado claro.

Parecía que todo estaba controlado por los mortífagos, nadie había aparecido a controlar aquel ataque, excepto aquellos ineptos policías que intentaban ponernos freno.

Muggles...

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Mael, gracias por darle like al rol, pero si te soy sincera, lo hice con cero inspiración, no me gustó mucho cómo quedó 😅😂😂

On:

En cuánto puse los pies en el cemento de ese lugar ya había fuego, destrucción por doquier y había escuchado una voz femenina montada en un dragón. Me sorprendió. Se tenía que tener un alto poder mágico para poder controlar esas bestias sin que se rebelaran a su amo/a. No tenía ni idea de quién estaría por ahí rondando. Había visto otra bestia o mejor dicho, dos. Un hébrido negro. ¿Cómo? Fácil, era distinguible por su tamaño (?)

- Con lo fácil que hubiera sido tomar sus infraestructuras y aprovecharnos de ese poder, ahora se hace tierra quemada - bufé por lo bajini, esperando y rogando que ningún mortífago me escuchara.

Seguía con los mismos ropajes, pero con un cambio (capa negra; jubón y pantalones negros además de las botas de piel de dragón). En mi cara llevaba puesta una máscara de márfil blanca, con gotas de sangre. Debía de dar miedo con ella porque varios muggles cerca se asustaron al verme con la capucha puesta y sin pensarlo les lancé una maldición asesina. Impactó a uno de ellos y terminé el trabajo. Accedí al interior de las instalaciones, a aquellas en dónde la Torre de Control no había conseguido dañar. Por lo que parecía los hangares en dónde estaban los aviones aún permanecía intacto. Pero mientras tanto me dirigí hacia el centro de la pista, y con un susurro, apunté hacia el morral de cuero que llevaba guardado en el bolsillo:

- ¡accio Saeta de Fuego! - la escoba estuvo a punto de tirarme por la fuerza del conjuro al salir de dónde estaba resguardada. La agarré con las dos manos y puse los pies en ambos lados, di un pisotón fuerte en el suelo y me elevé rápidamente, cómo correspondía a un objeto de ese nivel usado para la práctica del quidditch. Consideraba que tenía pocas habilidades pero las que tenía como bruja y jugadora, no se me daba nada mal. Sentí cierto resplandor verdoso reflejado en una de las cristaleras aún intactas y giré la cabeza hasta ver la Marca Tenebrosa resplandeciente en el cielo, y sonreí a través de la careta. La capucha se me había caído con la fuerza del empuje y mi cabellera atada a una cola de caballo alta ondeaba con furia a causa del viento ejercido por el movimiento.

Hice un giro con la Saeta y me dirigí hasta el lugar en dónde se guardaban esos aparatos. Nunca me gustaron, demasiado ruído, ineficaces y contaminantes. Les ahorraríamos a los muggles un futuro negro a causa de esos trastos. No estaba muy alta, aproximadamente unos quince metros aproximadamente después de una subida de unos treinta. Bajé un poco más pero fuera del alcance de los guardias que estaban apuntándome, tenía que tener cuidado. Estaría ahora a unos 8 en total. Lo último que me faltaba, era que me dieran con esos objetos sangrantes...

- ¡sectusempra! - lancé el hechizo a uno de ellos gritando con furia, que entre gritos de dolor, se retorcía en el suelo y otros de sus compañeros corrieron a atenderlo mientras se desangraba profusamente a causa de las heridas en dónde había impactado el conjuro desangrador. Le había dado de lleno en la barriga y parecía una fuente pero macabra, en menos de cinco minutos estaba muerto y rodeado de un charco de sangre.

Me elevé nuevamente y ahora sí, apuntando a uno de los aparatos grité:

-¡Vitae! - lo había usado en muchas ocasiones sobre todo en duelos. Era uno de mis favoritos. Enseguida se transformó en un dragón, en un Ironbelly Ucraniano. Los veinte metros de largo que tenía el aparato, servían sobradamente para ese propósito. Pero ya que no podía traerme mi propio dragón, al menos transformar algo en uno. Con un movimiento de mi varita elevó sus alas de metal y le indiqué que aterrizara encima de los otros dos aviones que quedaban. Al menos si no podía expulsar fuego, que causara la mayor destrucción posible. Me aparté lo más rápido posible y enseguida se excuchó una fuerte explosión a causa de la caída del híbrido que había animalizado. Noté el aroma a queroseno, chapa, metal y demás en el aire. Enseguida otro camión de bomberos vino enseguida al encuentro de ese infierno. Se escuchaban gritos y mientras observaba tranquila en la Saeta, no esperé más... La dirigí nuevamente hacia a dónde sonaban las sirenas con mucha potencia y rugí:

Cyclone maximus - entre mi varita y el suelo la distancia era unos veinte metros. El vórtice de aire se movía furioso y con un movimiento de mi arma mágica la dirigí hasta el camión que enseguida se elevó y cayó con estrépito al suelo. Se escucharon más gritos que clamaban ayuda... Lo que me extrañaba era que, en tal aspecto no estuviese ya el ejército muggle intentando paliar la situación, tal era importante la edificación para su uso diario, anto de mercancías como de personas. 

- Lástima... oro perdido para nada - bufé nuevamente. Se le podía sacar mucho jugo y eso era lo que no comprendía Nemétona. 

Mientras el resto de mortífagos se iban moviendo con sus animales, me dirigí hasta la que era líder por el momento de ese caos. Aunque llevaba el pelo oscuro su aroma me indicaba que era Sagitas, pero tampoco podía confirmarlo y de momento, no había visto a mi marido y era mucho mejor así. Lo último que necesitaba era enfrentarme a él y tener más broncas en casa. Aunque eso sí, cada vez que pensaba en eso, sentía cierto pellizco en el pecho por no decirle la verdad completamente. Pero tal y cómo rezaba el dicho semper fidelis. A todo eso se resumía, el deber y la fidelidad encima de cualquier otra cosa, aunque no me gustasen las decisiones que se estaban tomando últimamente. Se podía aprovechar todo el tirón del levantamiento del secreto para sacar tajada, pero no, lo mejor era destruírlo todo. Tendría que hablarlo con Nemétona. 

Aunque esa mujer por el momento era el más alto rango dentro de la Marca en ese acto, y aunque no me gustaba un pelo tendría que dirigirme a ella y así lo hice. Aterricé suavemente, acostumbrada por el juego del quidditch. 

- ¡Mi señora! - le dije con una inclinación en la cabeza- el hangar de los aviones está destrozado. Tardarán meses en volver a su normalidad, un camión de bomberos voló por los aires - dije con una sonrisa carcajeante y maligna- aunque no me gusta para nada lo que está haciendo, lo entiendo... pero podíamos aprovecharnos de los muggles, sacarles todo su jugo para nuestro propio provecho. No hacer tierra quemada y menos aún si no quiere acabar como Voldemort - dije con firmeza en mi voz, sin temor - porque eso es lo que conseguirá. Muchos le seguirán por miedo y otros por desconfianza. Yo sólo lo hago por diversión y mi lealtad al bando por supuesto. Pero espero que siga mis consejos y para la próxima piense mejor el siguiente ataque... por favor - le pedí con cierta súplica.

Sentí unos alaridos y antes de que otros guardias de la zona intervinese con sus cacharros:

- Kiorke - de la punta de mi arma mágica salió un látigo de azul neón de ocho metros y con un movimiento de Maat apunté y se enrolló al cuello de uno de ellos. Por la graduación que llevaba en la parte de arriba de la camisa negra, parecía que debiera ser alguien importante dentro de ese cuerpo...

- Nosotros también somos, oficiales de alto rango - dije con cierta sorna. Y con fuerza y aullando a causa del dolor, hice con su cuerpo y con potencia impactase conjuntamente con los otros dos que le acompañaban. Dieron con sus cabezas en las paredes, quedando inconscientes. Con varias maldiciones asesinas más, sus cuerpos quedaron inertes...

- Disculpe la interrupción, pensaba que no estaban esos ahí - bufé, negando con la cabeza- le ruego por favor, que considere lo que le he dicho. Y considerese afortunada de que no soy de pedir clemencia, se lo advierto -le dije en un tono tenebroso y si no llevara la máscara de marfil, vería una ceja levantada en señal de advertencia. 

@ Sagitas Potter Blue

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— Hemos esperado mucho por este momento—siseó tras observar como Kreston agitaba las alas con violencia— Van a conocer de lo que somos capaces, no puedo darle crédito a tanta estupidez contenida en un solo sujeto—sonrió detrás de la máscara. Era la nueva faceta de Hysy, el lienzo blanco permanecía intacto debajo de esos dos colores, expectante ante las acciones que perpetraría su portadora. Era como pintar un cuadro en tonos sepia, mutando a colores más vivos, rematando en blanco y negro. Aprendió todo eso del creador de su máscara, Faceless era como una copia exacta de Hasani. Calzándose unas botas de piel de dragón sintéticas, percibió un ardor exquisito en la zona de su nuca, ahí donde anidaba silenciosa su marca tenebrosa.

— La misma sensación de antaño—murmuró cubriendo sus hombros con una capa de viaje. Destacando en la zona de la espalda el escudo de la casa de Slytherin, no encontraba mejor manera de mantener unido a su bando y la casa que le dotará de todo el conocimiento que poseía actualmente. Era una fiel seguidora de los ideales oscuros, desde que tuvo uso de razón su padre Crazy, se encargó de sembrar la semilla de la maldad más pura y destructiva que pudiera existir dentro de la comunidad mágica. No decepcionaría a su progenitor, siempre haría lo que fuera necesario y más para mantener por todo lo alto el nombre de la Marca Tenebrosa. 

— La horda de dragones esta lista, parece que sembrarás el terror con la artillería pesada. Nunca perderás ese toque, siempre tan caótica tú—la intromisión de Azai, le dejaba de una sola pieza. Le creía muerto y ahora estaba ahí detrás de ella, susurrando tan quitado de la pena. Clavando sus uñas sobre la barbilla del hombre, le atrajo hacia ella mirando esas facciones que perdieron nitidez dentro de sus recuerdos— Eres como un muerto viviente, ¿sabes?—le hablaba al viento. No existía delante de ella nada o nadie que pudiera captar ese mensaje— Espero que no hayas tocado a mis dragones, no será sencillo sacarles la mugre de las escamas—profirió soltándolo con fuerza.

— Jeriel...—llamó a su mellizo con pocas ganas en la voz— Nos vamos—el agarré del menor de los Malfoy, le hizo recordar sus travesuras dentro de los jardines de la mansión. El verse correr uno detrás de otro, intentando escapar sin mucho éxito del hechizo que se les venía encima. Desapareciendo ambos en medio de un vórtice oscuro, fueron recibidos por una ola de humo oscuro y gritos ensordecedores. Sus camaradas, ya habían iniciado la fiesta con varios minutos de antelación— Ya saben lo que tienen que hacer—la orden fue directa. El Colacuerno húngaro y el Vipertooth peruano, no tardaron en lanzar llamaradas que alcanzaron lo poco que quedaba de los aviones. 

— Quiero que arda como ardió Troya ante el embate Griego—vociferaba viendo como el resto de sus dragones de divertían como ella lo solía hacer en los viejos tiempos. Ver morir a los humanos comunes o muggles, si que era un placer que no era capaz de negarse por nada del mundo— Que mueran como lo que son, desperdicios que ensucian el planeta que es dominado por los magos más poderosos que han existido y seguirán existiendo—la marca ardía con más fuerza en su nuca desatándose dentro de ella aquel caos que arrasaba con todo a su paso. 

Cada uno de los grabados que llevaba tatuados en su cuerpo, se removían adquiriendo una fuerza que derivo en un ataque letal y destructivo. Enviado contra un grupo de humanos que intentaban salir corriendo por una puerta envuelta en llamas— Disfruten el infierno—sonrió dejándose esa mueca desquiciada detrás de la máscara que cubría su marmórea faz. 

 

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Era de lo más agradable estar allá, sobre el dragón, disfrutando del espectácul0 que estábamos dando ante los muggles. Era divertido sobrevolar los aviones y ver cómo intentaban esquivarnos. Algunos consiguieron tomar tierra, otros tuvieron que abandonar las pistas de aterrizaje a toda prisa para no chocar con nuestros dragones. Era una maniobra improvisada por los mortífagos, pero lo habíamos conseguido: las pistas de acceso al aeropuerto estaban en llamas.

No solo ardía el suelo donde estaban los aviones. Más allá, en la zona de parking, se veían numerosas volutas de humo. Por lo que vi, no sólo estábamos atacando los grandes artefactos de hierro que volaban sino también las zonas de huida por transportes de tierra. Los muggles lo iban a tener muy difícil para huir del lugar. El dragón gruñó, como si hubiera visto una presa apetecible, y surcó el aire por en medio de una gran nube negra. Empecé a toser, pues aquello olía a caucho quemado, telas y algún que otro fuselaje retorcido con su pintura que dejaba un mal olor en la ropa.

- ¡Maldito bicho! - susurré al dragón, sujetándome con fuerza con las dos manos para no caerme. -¿Es qué no podían haber bordeado la columna de humo? Ahora oleré a gasolina quemada durante un año.

El animal no me hacía caso y giraba sobre sí mismo, dándole un coletazo a una avioneta que había intentado despegar. Su tamaño era más pequeño de los normal pero el dragón acertó de llenó, lanzándola bien lejos, dando vueltas sobre su eje. No temí por los muggles, en aquel momento sólo pensaba en qué sería lo que había atraído al Longhorn Rumano. Nos adentrábamos en la zona llena de coches, donde había varios fuegos. Allá, de pie, con un porte orgulloso, la tía Sagitas daba palmaditas a un bicho feo y con cuernos.

- ¡Ah, no, no! ¡Ah, nooo! Eso no se come. ¡Sagis te mata si tocas su animalito. Frena, frena, frenaaaaa!

El dragón casi se paró en el aire y lanzó un gruñido de... ¿aviso, alarma, miedo? Delante de nosotros, un Hébrido Negro interfería su paso, como si protegiera a aquella especie de toro que atacaba los autobuses y coches, uno detrás de otro.

Una mujer saludó a la tía Sagitas. No reconocí su máscara. Bueno, tampoco debiera decir que era la tía Sagitas quien se escondía tras la imagen de Nemétona, pero yo sabía que era ella, así que casi grito su nombre.

- ¡Aparta tu dragón o se pelearán entre ellos!  - No acabé la frase, que era "y yo voy montada encima del mío y seguro que me mato, o por fuego o por caerme al suelo desde esta altura".

Había mucha más gente de nuestro bando atacando el aeropuerto. No quería ser yo la única baja de La Marca por no saber desmontar de un dragón enfadado.

@ Sagitas Ericen Potter Blue , @ Helike R V PB , @ Juv Macnair Hasani @ Ada Camille Dumbledore , @ Mael Blackfyre

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La máscara era corta y permitía mostrar mi boca, pintada en un color violeta purpúreo que destacaba con lo parduzco de la misma y con los pelos tan negros. Sonreía. No era para menos. Ver a mis dos criaturas disfrutar en aquel aeropuerto como si fueran un paseo campestre me producía mucha gracia. La actitud del dragón era muy normal, pero ver el Hodag atacar los coches y los autocares apartados, perseguir los viajeros e incluso a la policía del aeropuerto... Parecía un perrito cariñoso que juguetea con un peluche.

Pronto, se unió a mí una mortífaga. Arrugué la nariz. No me molestaba tener compañía del bando, lo que me molestaba, en cierta manera por mi espíritu cotilla, era no reconocerla. A punto estuve de poner su nombre en mis labios, Heliké..., pero no podía estar segura, ya que nunca nos habíamos enseñado las máscaras la una a la otra. Ni sabía su nombre. Ella sí, mencionó que era Nemétona. La contemplé de arriba a abajo en un gesto tal vez poco respetuoso. Toda vestida de negro, que original. Aunque sus botas de piel de dragón me llamaron la atención. Fruncí los labios. Un dragón era demasiado noble para servir como ropaje a la gente.

-- Veo que te gusta la sangre... -- Dejé un espacio en blanco sin hablar, por si me decía su nombre. Después proseguí. -- Y fardar de hechizos chulos.

Esta vez, muy tono fue divertido. No sé... Encontraba que causar destrucción le producía cierta alegría.

-- ¡Oh, vamos! No me llames "Mi señora", no soy tan respetable, soy otra mortífaga como tú. -- Sí, bueno; otra como ella, mis narices. Pero eso no se lo iba a confesar. -- Las órdenes son destruir, no hacer nada más, mujer. ¿Te crees que quienes han ideado ésto no han pensado en todo? No me entorpezcas con tus pensamientos. 

En realidad, me había molestado un poco su consejo, como si yo no supiera hacer las cosas. Si no fuera un momento trágico, hubiera añadido un "ñiñiñiñi" de burla, pero eso delataría enseguida quién era yo y, además, no era el momento de sacar la lengua a nadie. Por todas partes había mortífagos atacando, no iba a quedar como una boba porque me pusiera a hacer payasadas, muy mías, por cierto.

Sentí que una voz femenina decía algo de "Arder Troya" y sonreí. Aquel era el espíritu de los miembros del bando, destruir y dejar a los muggles sin ningún medio de transporte aéreo y disfrutar mientras lo hacían. Aquella mujer, a la que desconocía, aunque sabía que se hacía llamar "Hysy", daba miedo. Se le notaba bien terrorífica. Y eso era lo que necesitábamos ahora, que los muggles la temieran, nos temieran a todos. En cierta manera, me gustaba hacerles pagar por lo que me habían hecho en su momento, aquellos muggles que "estudiaban" la magia y se atrevían a quitárnosla, como si de una enfermedad se tratara.

Pero me pareció sentir mi nombre y dejé de pensar en aquello. ¿Alguien había gritado el nombre de Sagitas en el aire? Me giré para ver y me mordí el labio inferior con algo de rabia. ¡¡Maldita Xell!! ¿Es qué no sabía guardar un secreto? Apreté los puños e intenté no gritar, ya sabéis, para dar apariencia de dominar la situación.

-- ¿Por qué he de apartar yo a mi dragón? Estaba primero.

 

@ Xell Vladimir Potter Black  @ Juv Macnair Hasani @ Helike R V PB

 

 

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