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Rompiendo la ley


Melrose Moody
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Durante la mayor parte de su vida, solía despertarse a la mitad de la noche, con el corazón acelerado y una opresión en el pecho que casi no la dejaba respirar; una sensación de terror y preocupación que no sabía de dónde venía, pero que debía tener alguna causa. Pasó la mayor parte de su vida encontrando causas para atribuirle a esos episodios; un enemigo imaginario, un misterio donde no lo había, un problema, algo malo, cualquier cosa funcionaba. Y con el pasar del tiempo, cuando estos episodios comenzaron a desaparecer a pesar de que los problemas no lo hacían, era casi como si extrañara sentirse así de atormentada. ¿Qué era ella sin la paranoia, la ansiedad y el sufrimiento? ¿De qué otra forma podía relacionarse con los demás, si no era de forma tóxica y enfermiza? Es por eso que se queda sin palabras. No sólo no sabe estar bien, sino que no sabe tener una relación normal con los demás. Pero ¿es por el precio que pagó en el mundo de los muertos, o es porque es así como siempre ha sido?

Con las manos en los bolsillos, observa a Catherine alejarse; poco a poco, el sonido de la fiesta se eleva en sus oídos. ¿Desde cuando había tanto ruido? Le gustaría sentir el impulso de romper su año de sobriedad con una copa de vino, o de salir a fumar un cigarrillo, o de hacer un espectáculo mucho más dramático —con todo y hechizos lanzados al azar— y arruinar por completo la velada... Pero no es nada así. Su corazón late a un ritmo perfectamente normal y no tiene problemas para respirar. Sus manos no tiemblan y no está mareada. Se siente tranquila. No sabe si es insensibilidad o paz, si es que hay alguna diferencia, pero sabe que tiene que aferrarse a ese sentimiento. Quizás esa es la única forma de romper con la maldición.

—¡Madeleine! —Ellie le pone una mano en el hombro— Te traje un refresco, en la cocina había una caja entera, pero parece que nadie les está prestando atención. Como sé que no te gusta beber...

—Bien, gracias —masculla, tomando la lata que le ofrece Ellie, aunque ya se está tomando uno—. Iré a buscar algo de comer.

Sin embargo, cuando Ellie vuelve el rostro hacia la mesa de donde se han estado sirviendo comida, se da cuenta de que allí no está Madeleine. Quizás regresó al baño... La verdad es que aquello no le preocupa mucho, pues de todas formas aquel no es su tipo de velada. Tampoco necesariamente el de Ellie, pero el hecho de que hayan personas conocidas hace que se sienta cómoda y feliz de estar allí. La misión que Rory les encomendó ha marchado bien —por cierto, ¿dónde se había metido el predicador?— y, además, es evidente de que en la comunidad persiste la convicción de resistirse al gobierno autoritario. Hay esperanza, sin duda. Observa a Mel y decide acercarse a saludarla, pues han pasado algunas semanas desde que visitó su hogar en Luss; sin embargo, se tropieza con alguien más.

—¡Ah, perdón! —suelta por inercia, antes de ver a quién se trata. Es un personaje con el que ha tenido encuentros muy extraños, por no mencionar que rompió su Saeta de Fuego y la hizo molestar en más de una ocasión. Bueno, no todos los momentos fueron desagradables. Es ahora que se da cuenta de que ha pasado mucho tiempo desde que no lo ve, aunque es cierto que ya no visita el hogar de la familia Ollivander— Hiya, Grelliam, cuánto tiempo.

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Al parecer aquella noche iba para largo, sin embargo, Lily sonrió correspondiendo al fugaz abrazo que su tía le brindaba, antes de volverse y encontrarse con más caras de las que podía recordar.

Sin dejar de sonreír sutilmente se acercó a la mesa provista más que abundantemente de alcohol y comida para servirse una copa de un vino rosado que se encontraba por ahí. 

Risas, actos por demás inusuales (si es que eso se podía en esa familia) y una que otra charla importante ocurrían ante sus ojos a una velocidad por demás lenta comparada con la que bebía, así que pensándoselo mejor, tomó la tercera copa y comenzó a pasearse por el lugar, sintiéndose como una intrusa. 

Mientras tanto con delicadeza sus dedos recorrían el pie de la copa mientras las palabras de Bel respecto de aquel juego de bebida llegaban a sus oídos. - Suena interesante - musitó ahora esperando que su hijo en definitiva no se apareciera por ahí. 

Los demás parecieron concordar con la idea, por lo que con soltura dirigió su andar hacia un sillón algo apartado y de aspecto viejo pero mullido, dejando caer su figura de una manera por demás cansada.

- sobre mi tumba, sobre mi tumba - canturreo de forma cansina antes de apurar el vino una vez más. Estaba sombría y melancólica, y ver a Madeleine allá poco ayudaba a mejorar su humor ácido, por lo que se propuso a tratar de participar si se lo pedían, además la presencia de lo que parecía otra hija de Bel y el chico que como ella se paseaba por el lugar llamaban por demás su atención tomando en cuenta que el aura oscura rodeaba a aquel hombre contrastaba sobremanera con el de la mayoría de las personas ahí presentes. 

<<Seguro estás paranoica, mujer>> se regañó, haciendo un gesto imperceptible con su siniestra, si estaba allá es por que se había ganado la confianza de la familia y ella no sería quién refutará aquello.  

 

 

@ Melrose Moody @ Rory Despard

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Incluso cuando se trataba de salir de una chimenea, le resultaba admirable a Rory como Hessen lo hacía con una prestanza que en nada se parecía a las reacciones usuales de la gente ante esos viajes, como la irritación de los ojos o una tos persistente por varios minutos. Impecable, limpiando apenas con suaves toques algunos rastros de ceniza (por demás imperceptibles dada la luz tenue del ambiente),  escuchó las primeras impresiones que el mago le daba, casi como un cumplido, lo que hizo que automáticamente quisiese devolverle aquel detalle cortés.

— Sí, la idea era que fuera lo más discreto posible,  que bueno que le parezca que cumple con su cometido.

Estaba intentando todavía ir más allá de la típica sonrisa encantandora de él, para averiguar si Crouch encontraba el espacio antojable por motivos profesionales o banales (o quizá las dos cosas) cuando la aparición de una segunda figura tras la chimenea lo sobresaltó, al punto de levantarlo de la butaca. La espalda de Hess había impedido una tragedia mayor, pues Rory había creído fervientemente por como fue expulsado que podría haberse dado un duro golpe en el suelo. 

La apariencia de Grelliam Ollivander es igual de particular que en todas las anteriores veces que ha visto al mago. Su letargo casi natural lo hace ver inofensivo, pero los poderes sacerdotales de Rory son capaces de percibir la oscuridad que siempre acompaña a Ollivander, esa sí tran intrínseca a su alma, que es la razón por la que él le inspira tanta desconfianza. Evidentemente, está más allá de sus objetivos esa noche intentar averiguar algo al respecto, y no piensa mover ficha porque (y apenas cae en cuenta de eso al verlo), aun si es egoísta por ese pensamiento, como le pasa con la misma Heredad,  aunque ya no les tenga miedo, siente que es mejor, siempre que pueda, evitarlos.

Así que se limita a permanecer en silencio, sus ojos de regreso en los papeles, repasando una última vez todos ellos, hasta que la interacción de los dos hombres termina. No le ha pedido ningún comentario, pero parece que la mejora de ánimos del señor Ollivander, aventurándose más allá de su residencia, pone de buen humor a Hess. ¿Sería solo porque así tienes menos carga de trabajo o porque le importa genuinamente el mago? Nuevamente, parece haber una mezcla de ambas cosas, pues tal es la naturaleza ambivalente que, con cada nuevo encuentro, va reforzándose en su percepción sobre Crouch.

— No tiene que disculparse, de seguro Dios premiará su buena acción de ayudar en la mejora de salud del señor Ollivander.

 

Una vez solos, y con aquellos ojos claros mirándole detenidamente, Rory exhala largamente antes de empezar a explicar, con las palabras que ha ensayado una docena de veces en su cabeza, el tema que los tiene allí. Extiende sobre la mesa ratona un mapa de Inglaterra, y saca delicadamente su varita del maletín del que rara vez se separa, para conjurar un lumos que alumbre mejor el pergamino para que Hessen, de forma que pueda apreciar los puntos que se han marcado con tinta roja en más de una docena de lugares.

— Seguro conocerá de sobra los edictos que la ministra dictaminó a lo largo del año. Entonces, el trabajo que ve aquí comenzó tras el segundo edicto. Con miles de jóvenes perdiendo la oportunidad de educarse, en la Orden del Fénix tratamos de encontrar una solución a esto. Establecimos algunas alianzas, y con paciencia y la guía de Cristo, afortunadamente, muchas puertas se abrieron para nosotros. 

Por la comodidad que le daba para esquivar así cualquier otro guiño coqueto de Hess, Rory no levantó la cabeza del mapa y prosiguió con su explicación, asumiendo que tenía (¿y cómo no la tendría?) toda la atención del mago en él,  algo que tampoco quería sobrepensar porque eso podía traerle un nerviosismo que en esos momentos no necesitaba.

La cuestión es que nuestro presupuesto nos permite implementar tan solo media docena de centros de educación comunitarios. Un primer piloto, de la mano de Ellie Moody fue implemento con éxito en el pueblo de Ravenrock,  y eso solo ha elevado las expectativas. No me gustaría decepcionar a nadie, pero teniendo el triple de lugares solicitando y hasta cediendo espacios, tengo un dilema muy grande respecto a cuáles debería priorizar. Y allí, estimado señor Crouch, es que espero su apoyo y colaboración.

Volviendo a acomodarse en la butaca, con la garganta ligeramente seca, Rory tomó un vaso de una infusión, que según lo poco que había podido reconocer tenía algunas hierbas calmantes, combinadas con un alcohol que el predicador fue incapaz de reconocer, pero que esperaba, no fuera a subírsele muy pronto a la cabeza. 

@ Hessenordwood Crouch

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Garrito

¿Cu-cuánto tiempo?-, repite para sí mismo por lo bajo mientras sale del aturdimiento cerebral que no solo le provoca chocar su demacrado cuerpo con el de otra persona, si no que además se trata de Eileen Moody. Vaya muchacha extraña. Y, sin embargo, la recuerda muy bien, bastante lúcidamente, mejor incluso que a otros que no han dejado este lugar en tanto tiempo como él, como si sólo hubieran pasado horas desde la última vez que se vieron y no tanto como ella menciona. —¿Qué quieres decir con eso? ¿me estás preguntando cuánto tiempo llevo en este lugar? ¿cuánto tiempo ha pasado sin vernos? O ¿simplemente estás sugiriendo que ha pasado mucho tiempo que, bueno, que no nos vemos?

Tosió, se siente sin aliento luego de decir aquello con más prisa de lo que arrastran sus sílabas habitualmente.

Si, Eilleen Moody-, sus pálidos ojos regresan al rostro de ella, no le rehuye pero tampoco puede sostener el encuentro por mucho tiempo. —Supongo que ha pasado bastante tiempo-, él hace el intento de palpar suavemente sobre el  brazo de ella, pero finalmente no se anima al contacto. —Espero solo que te hubiera quedado algo para encontrar aunque sea una de esas páginas de cuento que me debes. De otro modo, tendré que exigir una devolución-, bostezó. —Ya no es algo tan bueno dejarme las cosas a medias-, era una amenaza solo si ella quería que lo fuera.

Del otro lado del salón las apuestas sobre el contenido de los obsequios para Kutsy van en aumento. No se ha animado aún a acercarse (se ha colado al sitio después de todo), pero ha pasado más bien todo este rato tratando de averiguar quién de los presentes será el de mayor aciertos y quien terminará panza arriba ahogado en alcohol. El cálculo se ha vuelto algo complicado desde que escucha al muchacho decir que beberá gane o pierda la ronda. 

Se siente inusual, a pesar de  no haber notado esta brecha de tiempo entre ellos, el encontrarse con la Moody ahora, al igual que volver a ver todos estos rostros casi reconocibles que remueven demasiadas ideas del pasado que no necesita mezclar con este presente que se ha decidido crear para él.

Un segundo malestar lo hizo temblar apenas, y recordar, otra vez, que no está ahí solo. Pero en su defensa, Eileen tampoco ha aprovechado para escapar.

Te importa si … es que no me… voy a… me voy a meter aquí, ¿está bien?-, de todas formas, sin esperar la respuesta de ella, buscó su brazo para enganchar el suyo y dejar caer algo de su peso con cansancio. La última noche de luna llena no fue blanda con él, aun si ha estado sanando mejor últimamente. Pero está bien, solo algo dolorido. —Entonces, ¿puedo preguntar por el motivo de esta reunión?...ah si, Eileen, vuelve a lo tuyo si quieres-, señaló con torpeza en dirección a Melrose. —N- no es necesario que platiques conmigo, puedo quedarme callado, solo no me dejes aquí, donde no hay nada de donde sujetarme.
 

@ Ellie Moody

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La sonrisa de Hann era tan bonita de ver, pero solo cuando la vi sonriendo, justo en ese preciso momento, noté cuanto es que me había estado haciendo falta. De seguro, iba haber tiempo más adelante para que pudiese contarme los pormenores de su nombramiento, pero que tan solo en esos minutos, pudiese verse despejada y feliz era ya la mayor de mis recompensas.

—Ah sí, protocolos… son terribles— mientras el vaso se autorellenaba de licor suspiré aliviada de que aquellos tiempos de funcionaria ministerial estuvieran en el pasado—quiero decir, la verdad es que nunca pude asimilarlos del todo, se supone que se crearon para “facilitar” las cosas, pero con el tiempo, lo único que han hecho es complicarlo todo.

Jank se había acercado a la mesa para unirse al juego de adivinar los regalos de Kutsy. El peso de los años transcurridos se reflejaba en su semblante, con las cicatrices de las innumerables batallas en que había participado y las arrugas y ojeras por causa de incontables noches de desvelo y en vigilia, atento a que pudiesen recibir un ataque. Estaba distinto, pero aun con todo eso, y  que no eran muchos los años de diferencia que nos llevábamos, sin tener la apariencia de sus años más brillantes, había un rastro de juventud en él, que resultaba indeleble al tiempo, y que encontré extrañamente familiar al que había tenido mi padre, la primera vez que lo había conocido, en el enorme salón del Castillo.

—¡Uh! Salvaje empezar con hidromiel en un cuerno, creo que alguien quiere demostrar que ya no es un chiquillo—exclamé riendo mientras escuchaba las suposiciones sobre lo que podía ser el primero de los regalos, y este pasaba a las manos de Melrose— entonces ¿desde dónde estás viniendo sobrino? Ya no recuerdo de dónde llegó tu última postal…

Debía ser Richard el que volvió a abrir la puerta, pero olvidé ese detalle por completo cuando la colorida cabellera azul de Ania apareció tras él. Mi sobrina estaba bastante cambiada, pero conservaba aquel ánimo optimista, y por supuesto, honrando aquella amistad que había precedido a su unión en la Evans, sabía que si la teníamos con nosotros, era por Kutsy. 

¡Tiendan un tequila para Ania, tiene que ponerse al día!— no supe quien, pero un vaso ya flotaba en dirección a mi sobrina— ¡y también para Scavenger y su acompañante, que aun no han bebido nada!

Con el caos de la vida mágica, había sido una decisión acertada que varios Evans eligiesen vivir en el mundo muggle la mayor parte del tiempo. Aun con todos los riesgos, estaba convencida que ese entorno podía serles más afín, que la cada vez más turbia Londres mágica. Incluso a mí, me había ayudado a sanar.

Lils se había ido a acomodar a una butaca, y le hice señas para que también intentara adivinar el regalo, pero como vi que no me hacía caso, me acerqué hacia ella, y fue entonces comprobé que en lugar de la mesa principal, tenía la vista puesta en Catherine y Madeleine, y en la conversación de ambas que no parecía haber tenido un feliz desenlace. 

Las hijas de Pandora eran ambas muy diferentes, pero cuando las envolvía la melancolía era casi como ver reflejados en los ojos de ambas, la esencia de su madre. ¿Y qué era lo que estaba pasando conmigo? ¿Por qué es que en lugar de concentrarme en los presentes, mi mente empezaba a añorar a los miembros de mi familia que sabía que estaban ya más allá de mi alcance? No dije ni una palabra, sin poder encontrar en realidad una que supiese de consuelo o distracción para Lils, pero quedé con la vista en sus ojos y siguiendo el rastro de su mirada, fue que me encontré de repente con que Garry también se encontraba en la reunión.

¡Pero en qué momento había llegado! ¿Era él realmente, o me estaba comenzando a afectar la bebida? Sabía de sobra lo poco que toleraba Garry a mi familia (y especialmente “ese” aspecto fiestero que caracterizaba a la mayoría), así que no había considerado invitarlo, pero entonces ¿quién lo había hecho? ¿Hannity?  Tuve que volver hasta donde ella se encontraba, para sacarme de dudas.

— ¿Lo has visto? Allí está tu padre, junto a Ellie Moody ¿fuiste tú quien lo invitaste? Porque imposible que P-ko lo hiciese.

@ Hannity Ollivander Evans @ Lillian Potter Evans  @ Melrose Moody  @ Ellie Moody  @ Kutsy Stroud Lenteric  @ Scavenger Weatherwax  @ Ania Evans Weasley

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Antes de llegar con Madeleine se había tomado una copa de vino, que se ya se le había subido a la cabeza. Quizás por eso, en lugar de extrañarse por las divagaciones de Grelliam, se limita a asentir mientras se ríe, como si se tratara de una broma. Ha pasado algún tiempo desde la última vez que estuvo en ese tipo de ambiente, y está dispuesta a disfrutarlo. Quizás que el vino, es la atmósfera lo que la embriaga; aunque es una persona introvertida, extrañaba la socialización y, especialmente, esa sensación de normalidad. Olvidar los problemas por un momento y enfocarse en las victorias. 

—Ah, qué gracioso, veo que conservas tu buen humor —replica Ellie con una sonrisa evasiva, pues la verdad es que hacía muchos meses que había olvidado "aquel asunto pendiente" de las páginas perdidas y no estaba en las condiciones de realizar una devolución de fondos. En términos de dinero, estaba en serios problemas... Pero, de nuevo, era otra de las cosas en las que no quería pensar por aquella velada—. Ya que estamos recordando las viejas aventuras, ¿no recuerdas esa vez que me empujaste a un pozo y mi escoba voladora se partió? Fue divertido, ¿verdad?

Piensa haber evadido aquella bala con sus increíbles dotes sociales —sí, definitivamente el alcohol comenzaba a hacer efecto—, así que echa un vistazo al mago para cerciorarse, y advierte que parece no estar en buena forma. Es decir, claro que en términos generales él no tenía el aspecto más sano, pero Ellie creía reconocer su "estado normal". Y quizás aquel no lo es. Cuando se sostiene de su brazo, advierte que está apoyándose en ella, como si estuviera cansado o adolorido. Frunce los labios al recordar que no trae consigo su kit de pociones y no sabe para una fiesta alguien tendrá un tónico vigorizante; además, por algún motivo, también le parece que Grelliam quiere disimular aquello.

—Vaya, en verdad no tienes buen aspecto —es lo único que puede replicar Ellie, dejando su segunda copa de la noche, ya vacía, en el estante más cercano y arrepintiéndose de haber tomado tan rápido, pues ya se siente un poco mareada y no quiere caerse y que el mago la aplaste—. ¿Es que comenzaste a tomar temprano o...? Uhm, ¿estás enfermo o algo así?

Decide echar un vistazo alrededor, y se da cuenta de que Bel y Hannity están mirando en su dirección. La verdad es que Ellie no está "actualizada" acerca del estado de su relación, o quizás simplemente no recuerda los detalles importantes; sus recuerdos, de hace algunos años atrás, son los de la boda a la que la invitaron y de sus contadas visitas a la Heredad Ollivander. Ni siquiera presta mucha atención a sus pensamientos cuando levanta la mano libre y sonríe, esperando llamar la atención de ambas brujas.

—¿Alguien podría pasarme una silla, por favor?

@ Rory Despard  @ Hessenordwood Crouch  @ Hannity Ollivander Evans

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Era sorprendente como al estar en aquella reunión, bastante informal a comparación de lo que ahora tenía que soportar con el cargo ministerial, en donde conocía a unas cuantas personas que a pesar de ser de la familia de su madre eran extraños para ella, se sentía en completa calma, algo que no había tenido desde hace más de seis meses. Dió un pequeño sorbo de su primer copa de vino qué aún no terminaba, ella tenía cierta tolerancia al alcohol pero esa noche no quería que las cosas se fueran de sus manos, a fin de cuentas aún recordaba, o eso creía, lo que había pasado la última vez. 

 

Escuchaba como hacían apuestas de la primer caja de regalo para la festejada, muchas cosas podrían ser, pero ella aún no se animaba a entrar en la apuesta, se dirigió a un lado del sofá y se sentó en el brazo de éste,  sus pies colgaban e inconscientemente ella los columpiaba, era tan relajante ver que en cierta forma estaba, o se sentía, a salvo. No podía evitar sonreír.

 

De alguna manera algo le hacía sentirse diferente por momentos, aún no sabe por qué,  no logra identificar aún el hecho de que el cosquilleo, ardor o dolor en la palma de su mano izquierda se debe no solo a la cercanía qué puede tener con la magia oscura, la cual en ese momento parece haber cerca, pero esa sensación se debe más a la proximidad que puede haber con su padre, no es consciente aún de que cada vez que su padre está cerca de ella su mano duele o tiene aquella sensación de quemor, como la vez que sus manos se juntaron,  es por que Grelliam Ollivander se encuentra en el mismo lugar que ella, como qué sus esencias se reconocieran desde aquella vez que ella ingreso al palacio.

 

Estaba mirando su palma, la rozaba con sus dedos, aquella sensación de picor y cosquilleo muy similar a cuando una parte del cuerpo se entume la tenía distraída de lo que pasaba a su alrededor, no fue hasta que qué su madre se acercó a ella que levantó la mirada.

 

¿Lo has visto?

-¿A quién?- No tenía la menor idea de que era lo qué su madre preguntaba, la había tomado tan de sorpresa, que no fue hasta que dirigió su vista a donde ella le decía que estaba la profesora Moody que  le vió, el Ollivander no tenía un buen aspecto -No, yo no le invité...

 

Se paró de un salto al ver a Ellie Moody hacerles señas y pedir una silla, tomó su varita y con ella le acercó la silla qué necesitaba para que su padre se sentara en ella, de inmediato fue hacia donde estaban, no se fijó,  pero estaba casi segura que su madre seguía sus pasos.

 

Su palma ardía, aquel cosquilleo había comenzado a quemar, pero no le tomó importancia aunque limitaba sus movimientos.

 

Al llegar donde estaban sacó de su mochila un frasco de poción herbovitalizante,  ya era una costumbre suya llevarla, la destapó y la puso en las manos de su padre. - Bebela.- Con un toque delicado examinaba su rostro. Costumbres qué aún tenía a pesar de haber dejado de ser medimago.

 

-Muchas gracias profesora Moody...- no tenía más palabras para agradecerle el que hubiera estado en ese momento con él,  le sonrió timidamente para después dirigirse al Ollivander -¿Te sientes mejor?

 

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En teoría, entendía que las relaciones sanguíneas podían dar como resultado todo tipo de complejidades, aunque nunca las hubiera experimentado. El concepto de familia para ella siempre había sido cambiante, y a la mitad de ese salón lleno de gente (cuya gran mayoría no conocía más que por nombre y pinturas en el castillo Evans, y a algunos ni por eso) podía ver un par de esas complejidades en acción. 

Después del abrazo fuerte con el que Bel la había recibido, ella y Agnes se separaron un poco del grupo. Confiando en que los demás no notarían si no se mostraban muy activas en la reunión, poco a poco fue explicándole a la pelirroja lo que sabía acerca de cada uno de los presentes. 

— Déjame ver sí entendí, — empezó Agnes después de la tercera vez que Scavenger admitió el no tener idea de quién era uno de los presentes. Enumerando con su mano enguantada mientras hablaba — Llevas aquí cuatro años, has vivido en el castillo de esta familia por más o menos casi ese mismo tiempo, de algún modo recibiste una invitación para una fiesta privada en la cuál no conoces casi a nadie, y a pesar de todo, me trajiste aquí para presentarme con ellos. 

Scavenger tomó un respiro profundo. Puesto así sonaba como una locura, sí. 

— No es una situación ideal, me queda claro. Pero es mejor que nada. — Mirando al grupo de gente reunido cerca de la mesa de regalos, decidió que era hora de socializar, o Agnes jamás se terminaría de burlar de sus habilidades sociales. Con un gesto de cabeza, caminó hasta la mesa, al mismo tiempo que un par de tragos se dirigían flotando hacia ellas. 

La idea era presentarle a Agnes a un par de personas para que no se sintiera tan sola, recién llegada de su pueblito en la frontera de Inglaterra. Lo que no tomó en cuenta es que ella en sí casi no conocía a nadie en ese lugar, últimamente había pasado más tiempo viajando por motivos personales que relacionándose con la comunidad mágica. Scavenger sabía que tendría que ausentarse de nuevo muy pronto y este era su intento (muy pobre, pero genuino) de darle a su amiga una red de apoyo. Scavenger entendía lo que era llegar a este lugar sin conocer a nadie, el mundo mágico requería cierta destreza que ella apenas y podía manejar, sólo esperaba que Agnes pudiera manejarlo con más facilidad que ella. 

Tomando un regalo en las manos, lo examinó y dijo en voz alta, — ¿Vuelaplumas? — después lo depositó en las manos de Agnes con una sonrisa. 

— Eh… ¿Cámara fotográfica? — escuchó a la bruja decir. Sí, era un intento muy pequeño, pero la velada apenas iba empezando. 

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El silencio se espesó entre ellos junto con el aroma de las velas a su alrededor. Hessen, que se había unido a Rory alrededor de la mesa, permaneció más tiempo ahí, con la clara mirada puesta sobre el mapa luego de que Rory terminara con sus explicaciones. Puede apreciarlo mejor ahora que el muchacho pelirrojo ha apartado la irritante luz de su varita del plano. Observó detenidamente la carta extendida sobre la mesilla de centro con el cuidado de alguien que busca algo más allá de las marcas y signos que han dibujado sobre él, como si quisiera encontrar un secreto oculto en todo esto. 

A su alrededor, puede sentir a Rory removiéndose en su propio espacio.

Después de casi dos minutos más de silencio finalmente levanta la mirada. Lo hace mientras llena sus pulmones del aire de la habitación y recarga el peso de su cuerpo en el respaldo de la butaca que ocupa frente a Rory, su rostro es incapaz por ahora de dejar escapar cualquier pensamiento o idea que esté cruzando por su mente. No obstante, sus azules ojos  parecen vibrar ante la claridad de alguien que está maquinando un puñado de ideas en tan solo segundos. Cruzado de piernas, la punta del pie que se ancla al piso comienza a trastabillar como un metrónomo que media la velocidad y orden de sus ideas, que son tantas y tan de diferente razones que se empalman rápidamente unas sobre otras.

Entonces esto era.

Participar en las actividades de la Orden del Fénix es sin duda un tema particularmente complicado. Por un puñado de razones todo esto le resulta una mala idea, podría decir que lo ha pensado desde el mismo instante en el que Rory lo ha citado para hablar de negocios . En primer lugar  estaba el hecho de que trabajar para la orden del fénix no solo perjudicaba en gran medida la reputación de su negocio, sino que además pone en riesgo lo poco o nada de recursos que ha conseguido para su propia empresa. Y para sus servicios actualmente activos.

Esta no sería la primera vez que ellos dos mencionan algo sobre esto; Hessen ya le ha dejado claro al muchacho, en más de una ocasión, y con la sutileza que emplea para abordar temas tan discretos, el poco interés que tiene en que lo vean colaborando con un grupo como lo es la actual Orden del Fénix, que a su parecer, a su manera, no pueden más que causar igual o mayor caos que el otro bando que contamina la gran Londres. Pero está seguro que Rory es más que consciente de esto y que, de todas formas, no lo hubiera citado aquí si no estaba dispuesto a escuchar tan siquiera sus condiciones y, claro, garantizar los beneficios acordados, según fuera el caso.

En otro orden de ideas, toda esta iniciativa que le plantea sobre estos centros de educación es, incluso, más que buena, algo poco ambiciosa a su parecer, pero no es menos interesante solo por eso. Hessen tiene sus dudas sobre la ejecución de este proyecto a pesar de que Rory le proporciona los resultados de sus pruebas piloto. Aún queda demasiada información que compartir por ambas partes, pero, en general, le gusta. Después de todo ha hecho cosas peores que contradecir mandatos ministeriales. 

Así que la punta de su pie se detuvo con un último y seco golpe sobre el suelo y la media sonrisa finalmente apareció ablandando apenas su pálido rostro.

De acuerdo-, su voz es suave y casi canta aquello melosamente. —Estoy seguro de que, si, algo puedo hacer por usted-, dice y comienza luego a moverse sobre su asiento para ponerse de pie. —Antes que nada, quiero decirle, Despard, que habitualmente reservo mis opiniones personales, pues, solo para mí-, continúa hablando tan tranquilamente como lo son sus pasos al rodear la mesa que los separa. —Sin embargo, debo dar méritos cuando veo un gran trabajo-, se sentó sobre el borde de la mesa, frente a Rory. —Y esto, bueno, sí que lo es-, señala, sin quitarle la mirada de encima, en dirección al mapa ahora detrás de él. 

Hay otra pausa, aunque no tan larga, donde se imagina que Rory se ocupa de intentar ofrecerle un cumplido que no necesita o de añadir algo para restarle valor a su contribución a este trabajo. Muchacho tonto.

A pesar de eso-, continúa, es tiempo de hablar de lo que le interesa más a él sobre este proyecto. —Debe saber desde ahora que el costo de este servicio quizá no sea del todo tolerado por usted y su equipo-, se inclinó hacia adelante a esta distancia y pudo percibir mejor los gestos de Rory difuminados por la luz de las velas. —Entienda por esto que el precio de esta labor requerirá algo más allá que solo el modesto valor monetario que su presupuesto me pueda ofrecer-, permaneció ahí un segundo más antes de volverse a erguir, con las manos sobre el borde de la mesa. 

No pretende dañar significativamente la economía de estas personas, además entiende la magnitud del proyecto y comprende que los alcances finales requieren de una inversión considerable. Administrar sus pocos recursos y saberlos colocar en el lugar correcto era, por lo que ve ahora, lo único que mantendrá esta idea a flote. Sin embargo, negocios son negocios y el no va a quedar a la deriva solo por realizar una buena acción

Por otro lado, podría ajustarse a diferentes métodos de pagó, siempre y cuando fueran inmediatos, o a corto plazo. Y está seguro de que Rory, en su aparente sencillez, tiene algo que ofrecer.

Si está de acuerdo con esto, mi señor Despard, entonces hay solo un par de cosillas importantes que debemos dejar en claro antes de continuar-, decía en un tono algo más relajado.
 

@ Rory Despard

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Bel Evans Ollivander 

Hannity reaccionó con prontitud en cuanto vio a su padre, dejando de lado la observación de la palma de su mano, para acomodarlo  en una silla, y aliviarle el malestar con un poco de poción herbovitalizante. El esmero de sus cuidados era reflejo del cariño que sentía por él, lo mismo que sus palabras agradecidas para con Ellie.

El lazo que ambos habían formado, a su modo, era sólido y me sentía alegre de ello. Ella no necesitaba protestarle, o presionar para que cooperara, porque había aprendido, posiblemente mejor que yo, a moverse entre sus silencios y sus gestos breves. 

No tenía idea de dónde es que Ellie había salido, pero me alegraba de que estuviese presente, pues algo había escuchado del arduo trabajo que venía realizando en Ravenrock. 

— Hey Ellie, me alegra mucho que te animaras a venir, haciendo un alto a tus actividades —dando unos toques suaves a su hombro, sonreí al ver cerca del estante un par de copitas vacías— Melrose está allá por la mesa, muy animada en la dinámica de adivinar los juguetes de la cumpleañera ¿No te animas a ir también?  Creo que con tu sobrada inteligencia, traes ventaja para evitar embriagarte como otros...

La voz de su prima se alzaba con notoriedad por encima de las de los otros, casi tan alta como la de Jank que no había mentido respecto a tomar sea cuál fuese el resultado. Alguien, que desde donde me encontraba no terminaba de notar, había conseguido una vuvuzela y el sonido me había parecido atronador, hasta que una salva de chiflas y golpes en la mesa se dejó oír. 

Uno de los regalos había sido identificado,  una bonita camara fotográfica, pues varios conocían de la gran afición de Kutsy por el arte. Lo sorprendente había sido que la recién llegada invitada de Scav (Agnes) lo hubiese averiguado bastante pronto. No había tenido tiempo hasta entonces, más allá del abrazo fuerte que le había dado por todo el tiempo sin verla, para conversar con Scavenger y conocer tambien a la misteriosa Agnes, que por lo pronto se iba colocando a la cabeza del juego. 

— Y creo que te surgió competencia — murmuré cruzada de brazos y riendo mientras en la mesa todos los perdedores tomaban de sus bebidas—igual y si prefieres quedarte aquí, también lo entenderé. La compañía de Garry es una experiencia de lo más particular...

Que él pudiese, de alguna manera esa noche, interactuar con alguien más que no fuera solo yo o Hann podía ser un deseo ambicioso, pero me reconfortaba que de cierta forma se estuviera cumpliendo teniendo a Ellie allí. Y no me importaba si habían charlado poco o mucho, sino el sencillo hecho de que lo hiciesen.

Parecía un tiempo muy lejano aquel obsequio de un libro incompleto proveniente del negocio de Ellie en el Knockturn, y mucho más el día de su visita a la Ollivander, dónde se había visto envuelta en el "despertar" de los fantasmas de Geriant y Odette, un asunto que luego había marcado para siempre el resto de mis días en la Heredad, y en cierta medida, había terminado siendo el preludio de todo lo que vino después.

Volví a beber otro poco y a fijarme en como estaba reaccionando Garry ante la poción, incapaz todavía de decir o hacer algo, como si temiese romperlo o decir algo que solo consiguiese alterar el estado de relativa calma en que el calor del contacto con Hannity lo había colocado. 

Y es que además, todavía seguía sin despejar mi duda sobre  cómo es que había llegado hasta allí.   Encontraba difícil que lo hubiese hecho solo y por cuneta propia, pero la otra opción más factible era que lo hubiese hecho con apoyo del administrador de la Heredad, pero entonces ¿Significaba que Hessen estaba merodeando por ahí? La altura y robustez de ese hombre no tenían forma de pasar inadvertidos, pero me esforcé por mirar alrededor por si en el tumulto se me había pasado algo.

Pero nada, definitivamente, él no se encontraba allí.

@ Ellie Moody  @ Hannity Ollivander Evans  @ Hessenordwood Crouch

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