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Pociones - Setiembre 2021


Maida Black Yaxley
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LAS POCIONES MÁS DIFÍCILES

De las pocas cosas que podían entusiasmar a Maida Yaxley al volver a su rutina, dar clases tenía que estar en la cima de su lista, incluso se había dispuesto a madrugar para dar la clase que le correspondía aquel día. Se había colocado una túnica gris, como siempre, porque si además de todo tenía que supervisar pociones pues ir con ropa muy prístina no era lo apropiado, tampoco tener el cabello suelto, en fin, que ella estaba como siempre, enfundada en capas de tela pero descalza. Se trasladó a Castelobruxo super rápido con algunos pergaminos y frascos en una cesta de mimbre, si no fuera por la mirada severa que traía, podía ser confundida fácilmente por la Caperucita del cuento. Aún no había revisado la lista de alumnos que tendría pero sabía que no impartía la asignatura popular en esta ocasión. Apenas llegó al aula que había seleccionado, movió la varita para que la pluma a vuelapluma hiciera su trabajo: "Por favor, asistir a aula de Pociones en Castelobruxo, sótano, último del pasillo izquierdo. De preferencia traer guantes de protección, piel de dragón. Cordialmente, Maida Yaxley". Sencillo, el pergamino volaría a su destinatario y la clase comenzaría en cuanto se apareciese.

Ella era una apasionada de las pociones y de la herbología, era uno de sus sueños más íntimos conseguir una poción igual o más fuerte que el Filtro de Muertos, sobre todo si podía eliminar los rastros que podían luego identificar los medimagos. Había diseccionado, por ponerle algún nombre, casi todas las pociones de las que se había hecho acreedora en el Magic Mall, y siempre que tenía galeones de sobra, compraba alguna novedad que le apeteciese. Sabía que en las pociones estaba una de las mayores fortalezas de la magia, en canalizar lo que fuera que la naturaleza les pusiera a mano. Eliminar el veneno del acónito pero preservar la capacidad de paralizar las funciones vitales era una de las cosas que tenía mapeadas para futuros experimentos, eso y fundirlos con polvos de huesos, para la rigidez. Maida solía tener escrúpulos para un montón de cosas, al punto de no parecer miembro de la casta mortífaga, pero los perdía todos en nombre de las pociones y las reacciones químicas que estas solían producir. Sacudió la cabeza, como hacía siempre que intentaba ordenar sus ideas. Pronto tendría a alguien en el aula y no quería parecer distraída, aunque esa cualidad fuera innata en su semblante. 

Estudió un poco el lugar, hacía mucho no pisaba el aula, sonrió de lado, pensar que ella aprendió la especialidad en una choza de lo más lúgubre, gracias a las malas nociones de pedagogía que tenía su profesor de aquel entonces. La había asustado pensando que le había envenenado. La choza destartalada distaba mucho del muy cuidado espacio que tenían en Castelobruxo, con estantes organizados en el fondo, con balanzas de distintos tamaños.

Nada más triste que realizar una poción como si fuera una receta de cocina —sentenció en una especie de susurro—, y perderse de las posibilidades de tirar un pelo de unicornio de más en la mezcla. 

Un par de pupitres con calderos, también de distintos tamaños y material. ¿Qué poción podría poner en aprietos a alguien? ¿Cuál era la poción que todos daban por sentado?

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Una de las pocas cosas que no emocionaba a Cubías era volver la rutina del aprendizaje en clases convencionales, pero ese era un suplicio que debía pagar en su afán de dominar cada arte que le hiciera obtener nuevos conocimientos y dominios. Si bien el Malfoy era un tanto perezoso para seguir las formalidades, ese aspectos procuraba no mostrarlo abiertamente, pues después de todo sabía que todo era por una necesidad y por tanto debía mostrarse agradecido por la oportunidad de ser enseñado. 

Cuando hubo recibido la notificación de aceptación a la clase de pociones Cubías no evitó preguntarse quién sería su maestro o maestra, sin duda era una pregunta que empezó a carcomerlo de curiosidad. Por un lado temía que fuese alguien de quien no aprendiera nada, y por otro temía ser él quien no diera el ancho en el arte de la creación de pociones, después de todo y pese a su edad y pericia en otras artes, las pociones era algo que había dejado relegado por mucho tiempo, tanto que parecía evitar el tema, ni siquiera recordaba si alguna vez se había visto en la necesidad de crear alguna, por tanto aquello sería todo un mundo por conocer.

Con todo ese embrollo en la cabeza, el ojinegro llego frente a las puertas del salón que albergaría la clase, era una curiosa ubicación, pues la sala indicada estaba al final de un pasillo en el sótano, al notar eso Cubías se imaginó un escenario trágico en el que una poción mal lograda explotaba e inundaba el lugar de toxinas que acabarían con el poco aire que seguramente circulaba por el sitio. Aquella imagen desapreció de la cabeza del Malfoy Triviani cuando llegó al umbral de la puerta y se topó con un pergamino lleno de indicaciones. 

-Guantes de piel de dragón... vaya cosa- susurró mientras pensaba en las casualidades de la vida, pues recién había adquirido un par de esos. 

Cubías avanzó hacia el interior del lugar, estaba vacío, no había ningún otro estudiante, en la sala solo estaba la figura de quien sin duda sería la encargada de impartir los conocimientos. Desde lejos el Malfoy no distinguió de quien se trataba, pero siguió sus pasos hacía el frente para acercarse al tiempo que saludaba cordialmente. -Buen día, vengo por la clase de pociones-

@ Maida Black Yaxley

 

 

 

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La voz del que ingresó la sobresaltó un poco, nada fuera de lo normal para la Yaxley, ella se pasaba la vida, sobresaltada. Aclaró la garganta y realizó una corta reverencia a modo de saludo, indicándole además con la mano izquierda que se colocara dónde mejor quisiera, pero dentro de la clase. Le pareció conocido, seguramente lo había visto en algún retrato dentro de las viviendas que había visitado, eso le pasaba también a menudo.

— Buenos días, tú debes ser... —y miró, por fin, el pergamino con los datos de la clase del día—, Cubias. Mucho gusto, Maida Yaxley y bueno, el día de hoy saldrás, espero yo, queriendo crear tu propia primera poción. Como ves, aquí cuentas con casi todo lo necesario para eso, pero antes, cuéntame, ¿Hace cuánto no realizas una poción con tus propias manos? Nada de compras en el Magic Mall. O mejor aún, ¿Cómo eran tus notas cuando eras sólo un aprendiz de magia?

Eran las preguntas básicas de cualquier profesor, pero justamente Maida profesaba ese tipo de interacciones, ir desde lo básico para sorprenderse de lo fácil que ignoramos estos pasos que podían llevarte a descubrimientos casuales. Se acercó a los calderos.

Si estuviéramos haciendo un Filtro de muertos, ¿qué caldero utilizarías? o aún mejor, ¿qué ingrediente de un Filtro de Muertos te serviría para realizar un veneno que no pudiera rastrearse? —se cruzó de brazos y le dio la espalda mientras parecía que ella misma analizaba las respuestas. Más importante que saber estas cuestiones, era el camino que te llevaba a las soluciones posibles. Eso sería lo que iba a determinar, si alguien servía o no para el delicado, fino y ancestral arte de de la elaboración de pociones. 

El olor de la belladona comenzó a inundarle la nariz y antes de sufrir algún mareo no intencionado, retrocedió un par de pasos para no tener un espectáculo frente a Cubias. Sacudió las manos, como si tuviera polvo en ellas y volvió a enfrentar el rostro del estudiante, cómo si exigiera rapidez en las respuestas, aunque no fuera del todo cierto. 

@ Lord Cubias

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Ya que el lugar estaba ocupado únicamente por ellos dos, Cubias tuvo libertad total de elegir su ubicación dentro del salón, por un momento se preguntó qué sería lo más prudente ¿estar en primera fila o en cualquier otro espacio mas alejado de los calderos?, no tardó mucho en responderse a sí mismo y decidió posicionarse lo más cerca posible de la maestra que se había identificado como Yaxley.

Casi sin darle tiempo de acomodarse, la pocionista empezó a atacarlo pregunta tras pregunta, la clase ni siquiera había empezado, o quizá sí, pero Cubías ya estaba expuesto a tener que responder lo que la maestra requería. -A decir verdad, no recuerdo cuándo fue la última vez que hice una poción, todo lo necesario ha estado al alcance de un par de galeones- respondió el ojinegro a la primera interrogante de la chica. 

La segunda pregunta lo hizo volver muchos años atrás en su vida, cuando recién había ingresado a la academia siendo un joven sin ningún tipo de experiencia en la magia, ráfagas de imágenes llegaron a su cabeza, atesoraba especialmente el recuerdo de la directora en aquellos tiempos; Misty Malfoy. Los pensamientos de Cubías lo hicieron llegar al momento exacto cuando fue elegido prefecto de la clase, la verdad era que en aquel tiempo había destacado entre los demás. Sus pensamientos culminaron con una imagen muy vívida de cuando se convirtió en el primer reclutado por la Marca Tenebrosa, pese a ya no profesar los principios oscuros, era un recuerdo que el ojinegro atesoraba en su cabeza.

-Creo que nadie se puede quejar de mi vida académica, espero que aquí no sea la primera vez- respondió el Malfoy con un tono muy respetuoso y sin pretender revelar lo que en sus pensamientos había recorrido. 

En seguida Maida lo atacó con otra ráfaga de preguntas, esta vez mucho más directas y concernientes a la materia, era una pena para él, no conocía ninguna de las respuestas a las preguntas. -Me temo que no lo sé, y no pretendo fingir que sí, estoy aquí justamente para revertir mi condición y espero que con su instrucción yo pueda saber estas respuestas y muchas otras más- exclamó el ojinegro casi haciendo gala de un tono político pero que sonaba muy convincente, se podría decir que había cierto encanto en sus palabras, después de todo, su adiestramiento y los años de experiencia lo habían llevado a convertirse en alguien muy hábil en la diplomacia. 

 

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Debo entender entonces que usted no se prepara el café por las mañanas, o el té.

Maida lo escuchó con atención, sin embargo, guardó silencio luego de esa acotación. Buscó en los anaqueles un par de calderos sencillos, de peltre, tamaño medio y los colocó en el pupitre que él había escogido. Como si no se percatara de su existencia, llenó la mesa con algunas hierbas, sencillas, manzanilla, ajenjo, polvo de cuerno de unicornio (estos colocados en dos frasquitos de su colección personal), unas flores de acónito, un poco de sangre de ranas, y un frasco con líquido dorado, muy similar al Felix Felicis. Fue entonces que decidió remangarse la túnica casi a la altura de los codos y procedió a hacer lo mismo con su alumno, abriendo los ojos con una sonrisa de oreja a oreja mientras lo hacía.

Una poción es, básicamente, cualquier mezcla que decidas hacer de dos elementos naturales y que tengan como propósito algo particular. Te duele el estómago, preparas una manzanilla para calmarlo y voilá, ahí tienes una poción —explicó mientras terminaba de alistarlo—, estoy muy segura que para llegar a estas especializaciones de Castelobruxo sus notas en lo básico han sido más que sobresalientes, pero yo aprecio muchísimo los detalles, porque no tengo el menor interés en que salga de aquí sabiendo hacer un Filtro de Muertos, eso se puede conseguir con facilidad en el Magic Mall.

Desligó el contacto físico con un aplauso entusiasta y prosiguió unos segundos para hacerse un moño a la altura de la nunca.

Lo que espero de usted, señor Cubias, es que salga de aquí con ganas de experimentar su propia poción, para sus propios motivos —sugirió con vehemencia—, aunque se trate de un veneno para matar a la señorita Yaxley —terminó con una broma.

Maida no era así, su personalidad asustadiza e introvertida la hacía temblar incluso con la más suave de las brisas. Tímida hasta el tuétano, era incapaz de interrumpir alguna conversación de la que no se sintiera parte, sin embargo, se transformaba si tenía hierbas o calderos cerca. Las pociones y la herbología eran su vida, su pasión, su interés más primigenio, en lo único que se sentía segura, confiada y feliz. También era el área dónde había experimentado mejores resultados, quizá era esa la verdadera razón, las plantas la entendían y ella entendía el cuidado que debían tener ella.

Sólo por no dejarlo con una curiosidad, la valeriana es el ingrediente que podría usted utilizar en un veneno sin que puedan rastrearlo con facilidad, sobre todo porque utilizado en la cantidad correcta puede incluso calmar el sistema nervioso al completo, negándole a cualquiera la posibilidad de saber qué es lo que realmente le sucede al cuerpo —explicó Maida rápidamente, haciendo durante su discurso, ademanes y gestos pensativos. Nuevamente, como pez en el agua. Se sentó frente a Cubias, del otro lado del pupitre y señaló con la varita el fogón debajo de uno de los calderos—. ¿Qué poción crees que debemos buscar el día de hoy? ¿Qué te interesa descubrir? Así como el antídoto de un veneno es el resultado de los antídotos particulares de cada uno de sus ingredientes, sucede con todas las pociones. ¿Quieres el la felicidad de la suerte líquida? Busquemos ingredientes que fomenten la suerte y la fortuna. ¿Queremos la súbita atracción del ser amado? Busquemos pachulí y lavanda, jamás falla. ¿Qué busca, señor Cubias? Yo lo ayudo con gusto. 

Echó unas ramitas de ajenjo en su caldero y vertió un poco del líquido dorado en su caldero, sin removerlo, de momento.

— Salvo que esté tomando el serio lo del veneno, para mí. En ese caso, seguramente le desviaré un poco.  

@ Lord Cubias

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Tras haber dado respuesta a las primeras preguntas de Maida, hubo un pequeño silencio hasta que la profesora volvió a hablar para responder y de inmediato afanarse colocando un puñado de ingredientes y artefactos sobre la mesa de Cubías. El ojinegro se limitó a ver cada movimiento e inspeccionar las hierbas y polvos que se le iban colocando en frente, la mayoría de ellos eran desconocidos para él, necesitaría un tiempo para identificarlos de un simple vistazo.

Estuvo a punto de intervenir con una pregunta que le surgió en el momento, pero no tuvo tiempo siquiera de articularla, pues le experta pocionista parecía explotar de emoción mientras hacía lo suyo y al mismo tiempo explicaba las bondades del arte que practicaba. Cubías entendió que en ese momento era mejor no interrumpir y esperar a que llegara el momento para decir algo.

Entre las palabras expresadas por Maida, unas en especial llamarón fuertemente la atención de Cubías “experimentar su propia poción”, hasta ese momento el Malfoy pensaba que iba a llegar para simplemente repasar pociones ya inventadas, en ningún momento se imaginó que estaría ante la posibilidad de crear una propia. -Eso creo que puede ser especialmente útil, me parece que estoy en el lugar correcto y ante la persona correcta- intervino el ojinegro.

Tras ese momento de interés, Yaxley agregó un par de frases más que de alguna manera preocuparon a Cubías, pues le hizo saber que era una experta en venenos, eso sin duda la convertía en alguien de quien cuidarse. -Tengo dos opciones; tratar de no incomodarla nunca y llevarme bien con ella o simplemente nunca aceptarle ni un vaso de agua- pensó el ojinegro ante el preocupante hecho de que podría ser envenenado y que no habría rastro alguno de lo sucedido.

Finalmente, la profesora se puso en disposición de escuchar cuales eran los deseos de su estudiante. Cubías guardó silencio por un rato mientras pensaba en las innumerables posibilidades, aunque no estaba del todo seguro si todo era posible de lograr con una simple poción. 

-No tengo deseos de envenanarla, espero que el sentimiento sea mutuo…- comentó pretendiendo ser simpático -Sí me interesa sobremanera la posibilidad de mi propia poción, ¿Qué necesitaría si me deseo es agudizar mis sentidos al punto de anticiparme a los movimientos de un posible enemigo?, ¿es posible lograr algo así?, me refiero, no solamente quiero tener la posibilidad de reaccionar y moverme más rápido, también deseo la habilidad mental para hacerlo, sería como detener el tiempo y evaluar todo antes de dar un paso…-  concluyó Cubías esperando que aquello que deseaba no fuera algo tan imposible y fuera de lo alcanzable. 

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Maida lo escuchó, aunque pareciera que no. Algo habitual en ella era tener el semblante un poco ausente durante la mayoría de sus conversaciones, aún así, a la bruja no se le escapaba detalle, una virtud que le había servido de mucho durante su actual vida de "reportera", por colocarle algún rótulo. Lo primero que salía de los labios del Malfoy, era pura lisonjería propias de la familia a la que pertenecía, al menos mientras ella le sea útil. Sin darse cuenta, suspiró muy suavecito cuando se vio atrapada pensando en el otro Malfoy que conocía. Tragó saliva entonces, no le gustaba verse débil, bueno, más de lo normal. Sacudió la melena y le sonrió con franqueza, no, Maida no quería envenenarlo. De hecho, jamás había intentado envenenar a nadie, ahora que sacaba cuentas.

Lo que necesitas es algo así como un Felix Felicis, mezclado con una poción herbavitalizante y yo le agregaría, quizá solo por experimentar, un poco de ajenjo antes de media onza de poción de matalobos —era como si estuviera haciendo los cálculos de semejante mezcla en el aire—, si, yo creo que algo así podría ayudarte. Es cuestión de experimentar, es más, podríamos incluir un poco de esto.

Metió la mano en el bolsillo derecho de su túnica y como si estuviera ella de piel de moke, por poco se dobla sobre su lado, buscando. Sacó un frasco con un polvillo muy fino y lo expuso a pocos centímetros de la vista del Malfoy. Como si ya contara con la poción hecha, ahí mismo.

Suponiendo que mis cálculos son correctos, y la mezcla de esas pociones le ayudara en su cometido, este ingrediente sería como darle la última pizca de sal al guiso —chasqueó la lengua como niña pequeña y volvió a guardar el frasco—, polvo de pétalos de pensamiento, algo que cuesta mucho obtener y que sé que por las buenas, Cubías no lo obtendrías, algo capaz de agudizar su sentidos como si fueras capaz de utilizar con firmeza el sesenta por cierto de tus habilidades mentales, pero también muy capaz de envenenarte. Todos los ingredientes que necesitas están en el armario o frente a ti, es momento de poner en práctica todo lo que ya sabes y todo en lo que esta bruja pueda ayudarte. Así que, ¡manos a la obra!

Y literalmente tomó sus manos, dándole todo el empuje que pudiera necesitar para esta parte practica de la lección de pociones.

Si no volamos el aula a mitad de clases, te doy el ingrediente final para que te lleves un frasco de prueba —prometió solemne—, y soy una Black Yaxley, la palabra tiene mucho peso para mí.  A lo mejor hoy nos abrimos paso a ganarnos una Orden de Merlín por descubrir una poción. Ve avanzando y si necesitas ayuda con algo, me avisas, tengo mi propia poción que preparar, aunque es una sencilla primera parte para multijugos, pedidos particular, ya sabes.

Lo soltó entonces, colocándose mediante un hechizo unas especie de gafas de protección, aunque pequeñas para no ser inoportunas al movimiento. Machacando algunos yerbajos mezclados en un mortero.

Por cierto, Cubias —soltó de pronto, pero sin mirarlo—, no tengo intención de envenenarte.

 @ Lord Cubias

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Mientras Cubías escuchaba la mezcla de pociones que la profesora sugería, le era inevitable preguntarse si acaso hacer eso no iba a resultar extremadamente peligroso, bajo su poco entendimiento en la materia el Malfoy asumía que todo eso sería como mezclar todo tipo de bebidas alcohólicas, desde la más fuerte y fina hasta la más tóxica barata, cosa que para los que habían experimentado no había sido algo muy grato.

A pesar de esa incertidumbre, el ojinegro escuchó atentamente todo lo que la bruja hablaba, y vaya que era bastante, por un momento hasta se sintió embriagado de escuchar palabra tras palabra, incluso se le dificultaba seguir el ritmo de todo lo que ella decía. Por suerte estaba muy acostumbrado a escuchar en lugar de hablar, de no ser así, su desesperación hubiese sido tremendamente aguda.

Finalizada la explicación, Cubías debía ahora realizar la poción indicada siguiendo cada uno de los pasos explicados por la profesora Maida Yaxley, debía segurarse de hacer un buen trabajo pues de eso dependía conseguir el ingrediente final y tener en sus manos un producto muy peculiar.

El ojinegro se vio literalmente jaloneado y empujado a iniciar con el procedimiento. Primero rebuscó en los armarios del lugar, era sorprendente lo surtido que estaban, solo el hecho de tener una poción de la buena suerte ya era mucho que decir. Con todo listo, Cubías se ajustó los guantes nuevos y empezó a mezclar con cuidado cada poción y cada elemento. Por un momento se abstrajo de toda realidad para concentrarse en detalle con las medidas que debía seguir.

-¿Segura que esto no me va a matar?- preguntó el alumno mientras agregada los últimos ingredientes, su preocupación vino a raíz de las burbujas que soltaba el caldero, no era algo que resultara apetitoso, de hecho era más como un veneno o desinfectante. En ese momento empezó a dudar de la aseveración de la bruja, le había asegurado que no pretendía envenenarlo, pero de momento tenía muchas razones para dudar de ello.

-Supongo que ya está- exclamó Cubías con cierta emoción tras agregar unas pizcas de un polvo rojizo. Le había llevado varios minutos mezclar todo, o quizá serían horas, ni él mismo estaba seguro del tiempo, pero lo importante era que había conseguido unir todo sin explotar nada.

-Si esto llega a funcionar, será toda una proeza- agregó el ojinegro, -Solo falta el último ingrediente...- musitó, su última frase fue una clara invitación para que su maestra comprobara el resultado, le diera el visto bueno y cumpliera con su palabra. Además, de ese momento dependía su futuro como pocionista. 

 

@ Maida Black Yaxley

 

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