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El nuevo Ministro de Magia


Mackenzie Malfoy
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Luego de su mala experiencia con el medallón de Laura Nielsen, sus ganas de sostener pertenencias desconocidas eran menores a cero. De forma nada disimulado, retrocede un par de pasos mientras Nathan se acerca al cajón que sigue agitándose, como si hubiera algo vivo dentro de su interior. En una situación normal el primer instinto habría sido atacar primero y preguntar después, pero las palabras de Seere insinuaron muy fuertemente que, con lo que sea que esté allí, podrían llegar a Toloveus Clearandbrighty. Madeleine comienza a sentir la presión de que la misión resulte exitosa, ahora que tras la caída de Laura Nielsen tantos problemas vinculados al gobierno británico han quedado expuestos. Lo único que desea es que la misión sea lo más tranquila posible y que encuentren al viejo en algún lugar del Ministerio de Magia... y ojalá que la Inquisidora lo haya mantenido vivo.

Durante la mirada que intercambia con en Nathan, seda cuenta de que ambos tienen el mismo pensamiento. El Cetro de Investidura. Madeleine siente un pedrusco de nervios subir a su garganta, cuando se da cuenta de que ellos no deberían estar sosteniéndolo. Aquella es una situación increíble, ciertamente. «¿Tan desesperada es la situación?». A esas alturas, ya debían haber ocurrido las elecciones y el Cetro de Investidura tuvo que haberse utilizado, pero con el golpe de Laura el proceso se había interrumpido por primera vez en quién sabe cuánto tiempo. Espera que aquello no tenga ninguna repercusión negativa y, más importante todavía, que esa cosa les sea útil.

—¡Muévete! —replica con urgencia, empujando a Nathan por el hombro para que se ponga en marcha. No quiere admitirlo, pero de repente sostener el Cetro le parece algo preocupante; cuánto antes acaben, mejor.

Madeleine observa al mago moverse con el cetro firmemente sostenido frente a él, tanteando la atmósfera y decidiendo hacia dónde avanzar. Él no le da ninguna explicación, pero ella se hace una idea de lo que ocurre. Entiende que debe haber algún vínculo entre Toloveus y el Cetro, y que pueden aprovecharlo para encontrar al viejo. Sin embargo, mientras avanzan frenéticamente, un pensamiento la asalta con la guardia baja. «Están unidos, igual que la Inquisidora y su horrocrux». No puede evitar hacer una mueca de dolor; agradece, por una vez, estar detrás de alguien más.

Abandonan el Atrio rápidamente y se suben a un ascensor que funciona de puro milagro, pero no suben hacia arriba. En cambio, descienden, hasta el Departamento de Misterios, y allí atraviesan un pasadizo que les permite llegar al Tribunal de Wizengamot. Sin embargo, incluso allí, el Cetro los sigue llevando a un lugar mas recóndito y apartado. Madeleine piensa que tiene sentido, que Laura quisiera esconder a Clearandbrighty lo más lejos posible, como si de alguna forma eso pudiera impedir que ella perdiera su poder. 

—Este lugar está helado —susurra, con un presentimiento que no le agrada para nada.

@ Nate Weasley

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Richard observa con expresión torva el suelo. Los sentimientos empiezan a diluirse con la misma celeridad con la que llegaron: es la condena de una vida larga. Como cuando pruebas demasiado de una comida deliciosa todos los días. Es mucho más difícil obtener satisfacción o ira de ello. Todo luce monótono y gris. Cuando sigue a la comitiva que Madeleine abre en dirección al Hall, el brujo no está pensando en oír su conversación, si no en retirarse de ese lugar en el que ya no le queda nada qué hacer. Melrose va detrás de él en silencio. Richard es capaz de notar que intenta no mirar hacia Madeleine, como si sintiera culpa por lo que acaba de suceder. Richard tiene que admitir que eso sí le causa cierta lástima pero sobre todo le parece ridículo: en lugar del sentimiento de orgullo que debería haberla llenado por ejecutar un acto tan desinteresado para que el que se requería mucho valor, la bruja ahora se siente desmoralizada, como alguna clase de paria. 

Richard debería saberlo, ya que conoce muy bien el sentimiento.

Sin embargo, a medida que la conversación se va desarrollando entre Madeleine y Weasley, Richard siente unas terribles ganas de poner los ojos en blanco ¿en serio puede una persona ser tan ciega? Richard suelta un bufido a medio camino entre su nariz y boca a modo de burla sin poder evitarlo, cuando Madeleine habla del castigo de Laura. Ella de verdad tiene una boca muy grande para ciertas cosas. Sin embargo, no agrega nada porque, luego de su arrebato, una vez más su imagen está primero.

Solo que, en aquella ocasión, Richard decide no callarse. Sí, sus palabras ya no desbordan emoción si no que sus ojos delatan la fría indiferencia que guarda su cuerpo, sin embargo, esas mismas palabras son capaces de destilar el veneno acostumbrado para aquellos con quienes se ha descaretado y lo conocen bien, cuando siente que realmente han rebasado sus límites.

Por eso, extrae un pergamino y una vuelapluma de su bolsillo. Melrose lo mira con curiosidad pero no dice nada: parece estar lidiando con el dolor, aunque su cara no de muestras de ello. La redacción es rápida y corta y, apenas ha terminado, la pluma flota junto a él. Solo en medio del hall mientras Weasley y Madeleine se distraen con el cetro de investidura, es como si la vuelapluma estuviera orgullosa de su corta misiva. Richard pliega la nota a manera de avioncito y, con los últimos rezagos de su magia que ahora parece afectar menos sus circuitos para realizar pequeñas tareas, deja que flote en dirección a una Madeleine que se moviliza hacia un ascensor.  

Cita

Yo aquí que por un instante quedé convencido de la existencia de tu pedestal de altura moral, ahora me río

¿Es a mí a quien llamas inhumano? Mírate en un espejo

¿Cómo era ese discurso con el que se lavan las consciencias en tu orden? ¿Que ustedes hacen el trabajo sucio? Sí, definitivamente tus manos lucen más sucias que las mías 

Las manos de Richard seguían ensangrentadas.

Cita

PD: Quiero que dejen de observar a Melrose como si fuera un maldito fenómeno de circo. Yo me hago cargo de las cosas que causo ¿lo haces tú?

Una vez lo ha hecho, se gira hacia Melrose, le da un beso en la frente a modo de despedida y parte. Mel se queda allí, sin saber qué acaba de suceder y sumamente confundida: quiere volver, quiere ver a Ellie y explicarle que era su deber. Como paladín y como una bruja que sabe lo que significa haber perdido el rumbo, como cuando ella estaba llena de ira por haber dejado de ser humana, pero no sabe cómo. No quiere volver a esa sala donde los ojos se posan en ella con extrañeza, porque saben que algo horrible ha sucedido. No quiere la lástima ni la preocupación. Así que decide tomar otro ascensor hacia el exterior. Sin seguir a Richard pero huyendo de todo lo que acaba de suceder. 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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La pesadilla al fin había acabado, lo que empezó la noche anterior con una batalla por la justicia y la democracia había finalizado dejando a muchos heridos de física y psicológicamente, cada uno de los presentes se había enfrentado a sus peores temores y salido victorioso pero con secuelas que los afectarían a futuro ahora solo quedaba ver si podrían vivir con la oscuridad que el horcrux había dejado en ellos.

Aquella persona que había llegado a entrevistar al Malfoy se había retirado posiblemente con más preguntas que respuestas, Ludwig vio como uno a uno sus colegas y nuevos conocidos se retiraban poco a poco, por su parte prefirió tomar un poco su tiempo, pensar en todo lo que había visto y vivido, ahora sabía que no su presencia en aquella época había sido un daño colateral de algo mucho mayor y no podía dejar de sentirse mal al respecto sin embargo ahora tenía un nuevo futuro por el cual pelear y eso también lo hacía sentirse mejor, además pronto se casaría.

Cillian se le aproximó rompiendo con el ensimismamiento que lo había capturado y le extendió la mano a lo que el rubio contestó con una sonrisa y tomó su mano también - nos vamos - dijo mientras miraba a sus amigos y les hacía la misma invitación, justos caminaron hacia la salida para ver finalmente a uno de los candidatos que había estado luchando ahí hasta el final, el rubio se le acercó y le dijo mientras estrechaba su mano - señor Despard la pelea que dio el día de hoy solo comprueba que usted es digno del cargo así que le deseo mucho éxito en las elecciones - acto seguido salieron de aquel lugar esperando no tener que regresar.

 

@ Cillian Haughton  @ Rory Despard

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Con cada segundo que su mano permanece en contacto con el Cetro, el deseo de soltarlo es cada vez mayor: de a poco, la vibración se vuelve en corrientes intermitentes de electricidad que en un principio le resultan dolorosas pero eventualmente le producen quemaduras que el Weasley siente a flor de piel. El olor a carne quemada hace poco por ayudar la situación, más el mantiene el agarre sobre lo que puede llegar a ser su única salvación mientras se adentran en el Departamento de Misterios. Sin poder hablar, escucha el silencio roto por el sonido de los pasos de ambos, acompañados de un zumbido casi imperceptible que debe venir desde el mismísimo cetro.

Éste los conduce hacia los tribunales del Wizengamot, y antes de adentrarse en ellos Nathan casi espera ver a Toloveus encadenado a la silla donde descansan los acusados durante sus respectivos juicios. Años atras, el temió terminar allí, luego de que se mostrase como un miembro de la Orden del Fénix en pleno Atrio Ministerial. Mucho había llovido desde entonces, y las amenazas de llevarlos a Juicios Mágicos se habían evaporado con el tiempo, incluso para las mismísimas líderes de entonces quienes hoy estaban desaparecidas. Procuró no pensar en ello, y se vió distraído por un estrado vacío. 

El cetro, sin embargo, vibraba cada vez más fuerte. Nathan rogaba que aquello significase que estaban cada vez más cerca, y no que el bastón fuera a autodestruirse al reconocer que quien lo sostenía no era su legítimo dueño. Algo le decía que Madeleine pensaba lo mismo que él: era prácticamente un objeto mágico legendario, y el estar sosteniéndolo bien podía ser la peor idea que había tenido en toda su vida. Supuso que el tiempo le enseñaría la respuesta, mientras se dejó guiar por detrás de las tribunas y a lo largo de un minúsculo pasillo que curiosamente estaba dentro de la habitación pero cuya longitud excedía con creces el tamaño de ésta.

Siente el frío antes de que Madeleine diga algo, y sin embargo no está seguro si es el miedo o el frío lo que le congela el corazón: la habitual sensación de angustia e infelicidad que ya conoce por demás se apodera de él, y a duras penas logra hacerse con su varita con su mano no hábil. Sabe que Moody no está lo suficientemente fuerte como para conjurar un Patronus, por lo que ruega que sus quemaduras no sean un impedimento para que él los salve a ambos de lo que de lo contrario será una muerte horrible.

– ¡Expecto Patronum! – grita, canalizando parte del dolor de su mano en aquel hechizo. Una mueca entre el sufrimiento y la alegría se traduce en su rostro al ver la figura incorpórea perlada formarse frente a él y echar a andar a lo largo del pasillo. Nathan aguarda unos segundos, y la sensación de a poco se desvanece. ¿Acaso estaban a salvo? Niega con la cabeza, sin verdaderamente hablar con nadie más que consigo mismo, duda que Laura no haya dejado más de un centenar de obstáculos y protecciones a lo que era, entonces, su única verdadera amenaza.

Ambos continúan avanzando, y no llegan a hacer ni cincuenta metros que un ruido perturbador resuena a lo largo del pasillo: un clic intermitente, áspero y casi palpable. Nathan ha escuchado ese ruido sólo una vez en su vida, y ruega con todas sus fuerzas que no se trate de acromántulas como si lo fue la última vez.

@ Ellie Moody

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Antes de que su mente terminara de atar cabos, su cuerpo había reaccionado por puro instinto. Clavó los pies firmemente en el suelo, deteniendo su marcha tras Weasley y se llevó una mano al pecho, esperando que la punzada fría la atravesara dolorosamente. Incluso teniendo experiencia y conocimientos de DCAO, enfrentarse a un dementor es una actividad que drena una cantidad de energía que en esa situación no es abundante para ninguno de los dos. A pesar de que de cierta forma Nathan ha asumido el papel del jugador fuerte, Madeleine sabe que aquello sólo porque él está menos peor que ella. Aún sabiendo eso permanece atrás. En primer lugar, confía en que él será capaz de seguir actuando como la situación lo necesita; en segundo, reconoce que tiene miedo de qué tan profundo pueda calar en ella la influencia de los dementores y prefiere no averiguarlo.

El grito con el que Nathan conjura su patronus corpóreo confirma sus sospechas, pero se limita a fruncir los labios para evitar que cualquier palabra se le escape. Después de todo, ambos son soldados y no esperan felicitaciones por hacer lo que deben hacer. Si es cierto que tienen más similitudes de las que aparentan, entonces al igual que ella, él preferiría no oír ningún comentario al respecto.

—Parece que Laura Nielsen tuvo suficiente tiempo para hacer una investigación acerca de defensas carcelarias —comenta Madeleine por lo bajo, mientras observa la figura plateada despejar el camino. Sin embargo, por la expresión de Nathan, todavía queda mucho que hacer. Aún así, ambos avanzan sin rechistar.

A pesar de que en el pasado se ha enfrentado a Acromántulas, al principio no reconoce aquel sonido que perturba a su compañero. Ella normalmente no almacena demasiada información acerca de criaturas mágicas, aunque sabe que es una materia que debería tomar con más seriedad. Si obtiene algo de información, es porque su serpiente Rubí sale del bolsillo de su chaqueta, y trepa disimuladamente por su brazo, hasta alcanzar su hombro y ser capaz de llegar a su oído derecho. Madeleine observa su mano sana, preguntándose si podría forzarse a usar la Magia de la Oscuridad contra una araña gigante, pero sacude la cabeza. Tampoco se siente capaz de realizar ningún conjuro capaz de apaciguar a la criatura y el pársel es inútil. Y en cuanto a Nathan, no puede seguir exprimiéndolo.

Esperanzada, lleva las manos a sus vaqueros y tantea en sus bolsillos hasta dar con un pequeño frasco, donde hay apenas algunas pequeñas semillas cristalinas de tono azulado. Madeleine extrae una Semilla de Hielo, con cuidado de no dejarla caer y provocar un verdadero aprieto para ambos.

—Dame un poco de espacio —le indica a Nathan, haciéndole un gesto con la cabeza para que retroceda un poco—. En un lugar tan estrecho, quién sabe cómo se comporten las semillas de hielos, por pequeñas que sean. Sabe que no puede apresurarse, pues aunque le quedan algunas semillas no puede permitir bloquear el camino que los llevará a Toloveus. Inhala profundamente, obligándose a calmarse para no reaccionar ante cualquier sonido extraño para ella.

Cuando distingue la silueta de la Acromántula asomarse desde el fondo del pasillo, vuelve a tomar aire y, cuando exhala, lanza la semilla hacia la araña gigante. Al entrar en contacto con el suelo, la semilla se multiplica velozmente ante sus ojos, dando la sensación de que el hielo se ha manifestado de la nada. Se expande por el suelo, por las paredes, pero sin bloquear el camino; atrapa a la acromántula contra la pared, inmovilizándola. Madeleine sabe que es una trampa cruel y probablemente dolorosa, pero... La carta que guarda en el bolsillo de su chaqueta, que no ha leído pero suyo aroma a sangre le provoca náuseas, parece arder dolorosamente a través de la tela.

—Todavía tengo un par de trucos bajo la manga —suelta Madeleine, reanudando sus pasos.

En las manos de Nathan, el Cetro parece agitarse cada vez con más violencia. Tienen que estar muy, muy cerca.

@ Nate Weasley

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– Indeed, you do. – admitió, contemplando cómo la acromántula se retorcía en dolor estando atrapada contra la pared, intentando librarse de las semillas de hielo que Madeleine ha librado para deshacerse de la criatura. – Buena idea, Moody. Aún demacrada eres lista, sigue así y te unirás al grupo de los Demon Hunter. – acertó, sonriendo perspicazmente: no había muchos Demon Hunter en la Orden del Fénix estos días, de hecho podían contarse con los dedos de una mano, y sin embargo ninguno de los actuales estaba particularmente cuerdo, o en el mejor estado de salud física. El cómo Moody, con su experiencia y su capacidad, aún no era Demon Hunter iba más allá de su entendimiento de las cosas, pero sobre eso no podía hacer nada – Sigamos.

Ambos caminaron a lo largo del pasillo que, pocos metros después, llegó a su fin para abrirse en una enorme estancia. El techo estaba tan alto que no era visible, y en cambio se perdía en una suerte de nubes artificiales y grisáceas que le conferían a la habitación un aspecto sombrío.  Lo único que había en la habitación era un enorme rectángulo de piedra maciza negra, que relucía bajo una luz blanquecina que venía desde el techo. El cetro, milagrosamente, se había quedado quieto. Nathan sólo podía suponer que aquello significaba que finalmente habían llegado a donde Toloveus, y sin embargo no había rastro de él.

¿Crees que esté dentro de esa cosa? – inquirió, pasando el centro hacia su otra mano. Allí donde momentos antes había estado había una gran quemadura que sangraba profusamente. No estaba seguro de si era una herida maldita, o bien un objeto mágico con tanta energía que terminaba incidiendo sobre quien lo tocase con piel desnuda. – Más vale que el viejo esté vivo, o usaré este cetro para matarlo. – refunfuñó, acercándose cada vez más al rectángulo de piedra. 

Nathan resistió el impulso de tocarlo. Si de Laura Nielsen se trataba, no podia descartar que la piedra también esté maldita.

¿Qué opinas, Moody? Recuerda que tenemos tragos luego de esto.

@ Ellie Moody

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—¿Quién dice que quiero ser uno de esos canallas? —repone Madeleine, a sabiendas de que Nathan es uno de esos canallas. Quizás en otra época de su vida aquella idea la habría inspirado; después de todo, solía considerar que llegar a ser un Demon Hunter de la Orden del Fénix era un gran logro. Pero cuando llegó ella misma a ser nombrada con aquel título y cuando llegó a dominar parte de la magia más avanza del bando, no había pensado que fuese un logro honorable ni glorioso. Lo aceptó como parte de su deber y se esforzó para estar a la altura de las responsabilidades que se le otorgaron. No está segura de si pudo estar a la altura y tampoco está segura de si alguna vez lo estará, pero de cualquier forma, intenta no atormentarse con esos pensamientos. Sus objetivos en la Orden se resumen en cumplir con las misiones que le son asignadas y en mantenerse fuerte, nada más, nada menos.

Aunque se esfuerza en mantener el semblante decidido, lo cierto es que internamente espera que no hayan más obstáculos. Cada paso es más difícil que el anterior y la idea de descansar la tortura. Le gustaría llegar por fin a una cama cálida, tomar sólo un trago de hidromiel para apaciguar sus pensamientos y olvidarse de todo lo sucedido, y finalmente enredarse en las sábanas hasta la tarde del día siguiente. ¿Qué sucedería el día de mañana? Podría preocuparse por las posibles respuestas a esa pregunta luego. Sabe que no es la única que se siente así en aquellos momentos. Todo lo que ha sucedido esa noche los llevará a un nuevo comienzo, pero también es una pesadilla de la cuál querrán olvidar partes.

Si lo reflexiona, hay cosas que preferiría olvidar. No quiere recordar cómo le hizo daño a Rory, ni cómo se sacrificó Melrose, ni que Hobbamock se convirtiera nuevamente en un verdugo; no quiere sentir que la comunidad mágica debe estar "agradecida" con alguien como Richard, o que tantas vidas inocentes se perdieron sin más. No quiere pensar en los peligros que corrió esa noche ni en cómo posiblemente le recriminen su irresponsabilidad. Sólo quisiera...

—Oh —la voz de Nathan la trae de regreso. Había estado caminando como una sonámbula, sin prestar verdadera atención al lugar al que llegaron. Madeleine alza la mirada, topándose con unas nubes que le recordaban al techo del Gran Salón, pero mucho más sombrías; parecía como si en cualquier momento, una tormenta fuese a caer sobre ellos—. Quizás. Esa mujer es... era bastante macabra —murmura Madeleine, acercándose—. Aunque ni siquiera los mortífagos tenían un lugar tan desolado para sus prisioneros...

Observa la herida en la mano de Nathan, aparentemente provocada por el contacto con el cetro de Toloveus. Madeleine siente una punzada de culpabilidad, pero decide no comentar nada, pues no podría soportar que le digan cómo debe sentirse. Un leve consuelo es que parece que no se trata de una herida maldita, sino que simplemente el cetro tiene demasiado poder para ellos.

—Espero que tengas un buen lugar en mente, mis gustos son muy refinados —comenta Madeleine, aunque está muy seria, mientras recorre el área en torno al rectángulo de piedra. Tiene una expresión de concentración, mientras evalúa la situación. Se siente extraño volver a aplicar los conocimientos que usaba en el campo como Auror, pero por lo menos parece que no ha perdido el toque. Luego de unos momentos, suspira, desganada—. Está protegido. No se ve a simple vista, pero está bloqueado de alguna forma. Era de esperarse, por supuesto.

»Hagamos un último esfuerzo, para ir por ese trago —y le hace un gesto a Nathan para que se aparte.

Una punzada de dolor invade su brazo cuando comienza a canalizar su poder destructivo, pero sabe que es el último paso de aquella travesía; y aunque bien podría pedírselo a Nathan, ya ha abusado mucho de su amabilidad. Después de todo, ella lo arrastró a esa misión, pero no para que hiciera todo el trabajo, sino para que la apoyara; para que cuando llegara el momento, ella pudiera colaborar también. Agradece internamente la poción y el abrazo que le dio Catherine, las pociones y las miradas recriminatorias que le dio Ellie, e incluso el hecho de que Will estuviese allí. La pesadilla pasará con el pasar de los días y no les quedará más remedio que seguir viviendo. Y si no es mucho pedir, le gustaría que las cosas fuesen algo más cercano a la normalidad. «Para eso te necesitamos, viejo. Espero que todavía estemos a tiempo».

Con el brazo sano, Madeleine golpea el aire, como si estuviese arrojando una bola hacia el rectángulo de piedra. No hay fuego, ni hielo, ni una luz; esta vez, su magia se manifiesta como una onda expansiva que sólo puede sentirse, mas no verse. Siente cómo toda la recámara se estremece y entiende que no fue su idea más inteligente, pero está segura de que es la única forma en que podrían romper los encantamientos defensivos aplicados allí, utilizando el reotak. La piedra no se rompe. Eso está bien, pues es lo que quería; no pretendía sepultar vivo a Toloveus.

Al acercarse, puede mover la losa que había estado cubriendo el rectángulo de piedra. Al principio, lo único que puede ver es una fosa negra muy profunda, pero a medida que pasan los segundos es como si de alguna forma, la distancia se encogiera. Como si el abismo se recortara a medida que la maldición se extingue. Y, entonces...

Madeleine no puede evitar contener una carcajada, pues aquella es la imagen más absurda que pudieron haber encontrado. Un viejito hecho un ovillo en un pequeño agujero de piedra, asustado, con apariencia enfermiza, pero vivo.

—Creo que el señor Clearandbrighty también necesita un trago.

@ Nate Weasley  @ Mackenzie Malfoy

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– No seas insensible, Moody. – medio gruñe, medio bromea ante el comentario de su compañera. Momentos atrás, Madeleine ha logrado deshacerse del mural de piedra maciza con magia Oscura. Le sorprende, ciertamente, que aún sea capaz de utilizar aquella magia en el estado en que se encuentra: ¿qué tanto es muy débil como para no poder hacer magia para ella? No quiere conocer la respuesta, pero es que la muchacha no conoce de límites, y algo de intuye que no le ha pedido a él hacerlo por mero orgullo. No obstante, el resultado es el mismo, y a pesar de que Moody tiene cada vez más dificultades para mantenerse de pie, han logrado su cometido.

Toloveus Clearandbrighty yace vivo, hecho un ovillo, al fondo de un cubo de metal. Incluso con la poca luz que se cuela desde el techo, puede ver que está severamente deshidratado, y que a pesar de que no parece que Laura Nielsen lo haya lastimado físicamente, está visiblemente deteriorado: ni siquiera se esfuerza por mirarlos, sus ojos permanecen cerrados y su pecho se mueve tan sólo débilmente con su respiración. Por un momento, Nathan intercambia una mirada con Madeleine, preguntándose verdaderamente cuál es el mejor camino a seguir: ciertamente, contactar a la Ministra de Magia no parece una buena idea – después de todo, ni siquiera se ha aparecido aquella noche, como tampoco lo ha hecho nadie de su Gabinete. 

– Expecto Patronum – murmura, esta vez sin querer protegerse de nada. La figura plateada e incorpórea se materializa frente a él, reposando en sus cuatro patas para oír sus instrucciones. – Ve a buscar al resto al departamento de Misterios, diles que nos vean en el Atrio. – la figura corretea unos segundos en la habitación antes de desaparecer por el pasillo y perderse por una pared que, de alguna manera, lo llevará hacia donde Hobbamock, Richard, Kaori y los demás están.

Nathan mantiene la mirada donde su Patronus ha desaparecido por unos segundos, y luego la vuelve a Madeleine. Ahora sí, la magia Oscura parece haber decimado sus últimas fuerzas: puede verlo en su pálido rostro, su semblante vulnerable y el tono de sus músculos, que en definitiva han visto mejores días.

– Morbilicorpus – dice, con su varita apuntada hacia Toloveus. Un rayo blancuzco sale expedido de su varita en dirección al viejo y, tras impactarle, su cuerpo se alza en el aire fuera del cubo y junto a ambos magos. De a poco, el hechizo hace lo posible por enderezar aquel cuerpo, aunque puede ver en el rostro de Toloveus que incluso aquello le resulta doloroso. De repente, tiene una idea, y a pesar de que su mano hábil le pide a gritos que no lo haga, toma el Cetro de Investidura por una última vez. Una energía lancinante le atraviesa la mano, justo donde tiene las quemaduras, apenas entra en contacto con el material. Nathan se aguanta el dolor, sin poder evitar derramar una lágrima, mientras lo coloca entre ambas manos del señor.

El efecto es instantáneo: el cetro emite un esplendor dorado por unos segundos, y el cuerpo entero del Clearandbrighty parece rejuvenecerse en instantes: su cuerpo se endereza completamente, su respiración se vuelve más profunda y armónica, y su piel comienza a adquirir cada vez más y más turgor. Por alguna razón, aún permanece inconsciente, y aún bajo los efectos de su Morbilicorpus, Nathan lo envía hacia el Atrio ministerial.

Con Toloveus un par de metros por delante de ellos, Nathan se acerca a Moody y, algo temiendo que le pegue una bofetada,la ayuda. Coloca uno de los brazos de la muchacha por encima de sus hombros, y él pasa uno de sus brazos por debajo de la axila libre de Madeleine. Con prácticamente todo el peso sobre el cuerpo de Nathan, espera que así pueda caminar.

– Vamos Madeleine, creo que dejaremos los tragos para mañana. – le dice, mientras ambos emprenden la marcha detrás de Toloveus hacia el Atrio Ministerial.

@ Ellie Moody  @ Mackenzie Malfoy

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Sorpresa no es la palabra adecuada, pero no encuentra otra que pueda describir lo que siente al ver el despliegue de magia que finalmente termina con la amenaza que Laura representa. No logra entender del todo el poder de aquel hombre de apellido Moody. Por un momento pareciera que todo va a ser destruido, que la magia caótica se apoderaría de todos y los destruiría. Y quizá es eso lo que hubiese pasado si Hobbamock y Benjamin no se hubiesen puesto al frente de todos.

Decir que no tuvo miedo por su hermano es una mentira. Estuvo tentando a detenerlo, a abrazarlo y obligarlo a desaparecer lejos del peligro. ¿Cómo podría él vivir sin su hermano gemelo? ¿Sin la mitad que lo mantiene cuerdo? Pero no lo hace, en parte porque se queda paralizado y en parte porque solamente hubiese puesto en más peligro a Benjamin.

Se alegra mucho cuando nota que su hermano está a salvo. No intenta siquiera retirarse junto a él, Hobb necesita de Ben. Y supone que, dada la situación, ambos irán al templo. En realidad lo sabe, no de una forma sencilla de explicar pero lo sabe. Entiende lo que Benjamin tiene en mente, irán al templo paladín y se llevarán al Dragón. En el momento en que los demás emprenden el camino en busca de Tolvoeus  él se retira caminando. Camina hasta el lugar en dónde puede desaparecer y desaparece.

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