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Babel: el paraíso


Melrose Moody
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Melrose esquiva la bola de fuego mientras intenta avanzar a campo traviesa. El dragón que el duende se encuentra manejando es un galés verde común y, aún así, no tiene sentido que lo haga. Solo en una ocasión anterior Melrose había visto algo parecido, cuando llevaba su clase de historia de la magia: había sido cuando visitaron la rebelión de los duendes, a escala completa y habían revisionado la ocasión en que uno de sus líderes había llegado montando un dragón para quemar negocios de magos en Hosgmeade. El duende en ese episodio de la historia que Anne, la profesora de la clase, les había mostrado, había podido manejar a la criatura gracias a unas riendas fabricadas por los duendes, un trabajo de herrería muy avanzando, que brillaba en tonos azules y dorados bajo el cielo escarchado de invierno. 

Así que ¿cómo era posible que ahora Melrose corriera salvajemente intentando escapar del fuego de un dragón, montado por un duende que llevaba las mismísmas riendas, que Melrose había observado gracias a un portal que la había llevado atrás más de doscientos años? La respuesta era sencilla: Melrose se había metido demasiado profundo en una búsqueda de comunidades de criaturas mágicas que se portaban demasiado extraño, solo para encontrar que éstas se encontraban bajo el mando de los duendes.

¿Estaba asistiendo a una rebelión a gran escala, en medio del escándalo del levantamiento del estatuto del secreto y la inamovilidad mágica así como la restricción de las escuelas? Melrose, sin pensarlo demasiado, se dio cuenta de que era el momento perfecto para que los duendes atacaran. Los magos no solo estaban metidos todos en sus casas, con los recursos que podían procurarse sin viajar o movilizarse, fuertemente controlados por el ministerio y enfrentando a los muggles a los que no les agradaba la magia si no que estaban desmoralizados y perdidos por primera vez en siglos. 

Así que, cuando el fuego llega y le quema parte de una pierna, sabe que ha perdido. 

Pierde la consciencia a causa del dolor, a pesar de estar acostumbrada a él. Cuando despierta, se encuentra dentro de una celda de férreos barrotes. Le duele la pierna quemada y tiene que arrastrarla dolorosamente para lograr alguna clase de desplazamiento. No tiene su varita y sus ojos intentan concentrarse en la distancia pero es imposible. Hay una oscuridad impenetrable. Debe esperar a que amanezca. Solo entonces, percibe un ruido y se vuelve, completamente alerta: no está sola en esa celda. 

¿Es una trampa o hay más personas atrapadas allí con ella? ¿Serán todos magos? ¿Habrán sacado las mismas conclusiones que ella? Melrose habla en medio de la oscuridad, diciendo su nombre, esperando una respuesta con la respiración contenida. 

Si realmente son magos y de alguna forma pueden ayudarla, tal vez puedan ver la forma de pasar los obstáculos de ese encierro y salir. 

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Mordred Deschain.

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Hacía mucho tiempo que el anímago Mordred se había retirado al exilio para entregarse totalmente a los poderes oscuros de la maldad. El carecía totalmente de la capacidad de amar pues no poseía un alma y su único deseo en la vida era torturar y herir gente. Deseaba ser el mago tenebroso más grande de la historia, más grande que Grindelwald o el señor tenebroso, más grande incluso que Crazy y para ello debía prepararse arduamente.

Fue así que estuvo varios años sin dar noticias de su paradero, capturando muggles y magos perdidos en aquel bosque para llevar a cabo sus oscuros planes, cometiendo rituales y asesinados en cada oportunidad. Fue así que al enterarse de los nuevos edictos y estatutos, el Deschain vio la oportunidad de comenzar a tramar sus planes de conquista, esperó pacientemente el momento indicado y pudo ver una revuelta comenzó tan cerca que podía saborearla. Un dragón había sido liberado y una bruja corría tratando de salvarse. Mordred no la conocía pero sabía que podía utilizar su poder mágico para continuar con sus experimentos por lo que pensó en un zancadilla y la chica cayó al suelo en automático. El fuego le quemó una parte de sus extremidades inferiores provocando en él más placer y felicidad. Melrose perdió el conocimiento por lo que el mago tenebroso tuvo la oportunidad de llevarla a su guarida secreta.

Aprovechó que estaba desprotegida para quitarle su varita y encerrarla en una celda en la cual había otros dos prisioneros en los peores estados de desnutrición. Mordred no había decidido que hacer todavía con ellos pero tampoco quería desperdiciar sus cuerpos así como así. Se alejó de la celda y dejó a la bruja inconsciente en la celda más adelante se encargaría de torturarla y obtener todos los recursos mágicos que tuviera a su disposición. Aquel lugar era todo menos higiénico, había sangre en el piso y huesos en todas partes, parecía que había ocurrido una masacre previamente y que la persona encargada era despiadada y desalmada.

Al cabo de un par de horas el mago de cabello negro regresó para ver como continuaba su presa y pudo observar que ya estaba despierta, temerosa y posiblemente algo enojada, estaba listo para iniciar con sus experimentos por lo que trató de ser el amable y seductor mago que siempre había sido – vaya, al fin despiertas, fuiste muy resistente ante esas quemaduras, dime ¿Cómo te encuentras? Debes estar hambrienta – la primera etapa, los juegos mentales, había comenzado.

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Scott Wilkinson

En algún lugar en Midlands, Inglaterra.

 

La lluvia caía incesante desde un cielo completamente negro, al menos para aquella altura de la jornada lo hacía de manera gentil, apacible pero jamás dejó de llover un solo momento durante aquel día. El pelirrojo observaba como las gotas de lluvía fría se deslizaban por la ventana que había junto a su mesa en aquel pequeño restaurante a un lado de la carretera en algún lugar perdido por el centro de Inglaterra. 


 

Su cabeza divagaba una y otra vez por la escasa información que le fue entregada para realizar aquella misión de búsqueda, esperando encontrar algo que hubiera pasado por alto, una revelación que lo ayudará a no llegar con las manos vacías a Sheffield. Sus cavilaciones se vieron interrumpidas con la llegada de la risueña camarera que la traía la sencilla cena que había ordenado.

 

-Estofado de alubias y res y su vaso de agua - detalló la mujer mientras dejaba el plato humeante y el vaso de agua fría frente al mago -Sencillo, pero espero que sea de su agrado, cualquier otra cosa que necesite solo llamenos - la camarera le regaló una amplia sonrisa después de que Scott le agradeciera por la comida. 

 

El mago se llevó una generosa cucharada de estofado y degustó el buen sabor del mismo mientras veía distraídamente a los otros pocos comensales que habían aquella noche lluviosa en el restaurante. Los miraba sin ver y los escuchaba sin oír, las tribulaciones y preocupaciones de su mente acaparaban toda su atención. 

 

La desaparición del hijo del Gobernador de Arkansas que se encontraba realizando su educación terciaria en Inglaterra era un tema de extrema prioridad para el MACUSA pero querían mantenerlo bajo los radares del público en general, no querían que la prensa y otros ojos curiosos y problemáticos pusieran su atención en el caso. 

 

Lo extraño del caso es que no habían recibido llamadas o mensajes coercitivos, que exigieran dinero o información a cambio de entregar al chico. Lo esperado cuando desaparecía el ser querido de una persona rica e influyente, pero nada de aquello había sucedido y la poca información con la que contaban se estaba acabando. 

 

Su última esperanza era encontrar las pistas que tan ansiosamente necesitaba en Sheffield, tenía que encontrar al chico y regresarlo sano y salvo a los Estados Unidos. 

 

Después de terminar su cena y pagar la misma, subió a su auto de alquiler y bajo la incansable lluvia emprendió su viaje al norte. Al principio manejar un vehículo con el volante en la derecha fue algo muy desconcertante y un interesante desafío pero al verse forzado a manejar todo el día se terminó de acostumbrar por completo y a esa altura le parecía tan rutinario como los autos que manejó toda su vida. 

 

La primer hora del camino se sucedio sin ningún sobresalto, paso junto a pequeños pueblos de casas de piedra con su atrayente encanto ingles, campos arados y pequeños bosques de árboles muy antiguos todo bajo una incesante pero tranquila lluvia. Fue cuando atravesaba una amplia zona de extensos campos despoblados cuando se percató de que algo no andaba bien. 

 

Al principio pensó que lo rodeaba el auto y el camino que tenía por delante era una clásica niebla nocturna causada por la lluvia pero al sentir el olor que incluso lograba ingresar en el auto se dio cuenta de que se trataba de humo. Detuvo el vehículo a un costado de la ruta y salió a fría y lluviosa noche, desde el campo a la izquierda varias columnas de humo blanco se alzaban dispersadas por el lugar.

 

La lluvía parecía haber extinguido el fuego pero el patrón de los distintos focos no tenía ningún sentido. Intrigado y queriendo cerciorarse de que todo estuviera en orden el texano saltó el cerco de madera humedecida que delimita el campo y se adentró entre los cultivos de alfalfa.

 

Encendió su varita para iluminar el camino mientras avanzaba hasta el primer punto donde se levantaba una columna de humo, recorrió el al área irregular quemada, donde los tallos enegrecidos se elevaban por sobre el barro mezclado con las cenizas y no encontró nada a simple vista que pudiera explicar como aquel foco se había iniciado. 

 

Iluminó con su varita alrededor, esperando encontrar algo que lo ayudará a comprender que había pasado en aquel campo pero sin mucho éxito. Al ver que ningún foco parecía estar activo y no encontrar nada que lo detuviera más tiempo en aquel lugar, Scott emprendió el camino de regreso al auto y en ese momento fue cuando las noto, pisadas. 

 

Apuntó con la varita el rastro ¿Alguien había causado aquel incendio?

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Rory, en el Callejón Diagon

Melrose Moody lo había dejado plantado. Y no era en sí el hecho de la tardanza inexplicable de la joven lo que lo molestaba sino la espina de que situación podría haberle ocurrido para faltar a una cita de ese tipo.

 No eran grandes amigos ni nada parecido, pero encontrarse mensualmente para comer empanadas de carne y cebolletas en la cada vez más popular pastelería Jimmy's, ubicada a cuadra y media de Gringotts, se había convertido en un hábito arraigado para ambos. Conocía del gusto inconmensurable de Mel por la comida, entonces ¿Que había sucedido con ella?

No teniendo forma de comunicarse con ella, de inmediato lo primero que se le ocurrió fue ir a ver a Ellie. Sabía que la bruja regentaba un local en Knockturn y aunque porsupuesto, detestaba tener que desviarse hacia ese callejón repleto de gente de dudosa reputación, tomando su maletín y colgándoselo al hombro, finalmente se encaminó hacia allí. 

En el trayecto, saturado de toda aquella publicidad visual y los gigantes paneles que en letras luminosas enumeraba los logros de las bondades del gobierno de Sagitas, así como de los pregoneros contratados para su millonaria campaña, que no dejaban de exponer cifras sobre la "estabilidad económica" conseguida con la expropiación de Gringotts mediante su último edicto, decidió colocarse orejeras para aislar el sonido. El otoño comenzaba a manifestarse no solo en las hojas de los árboles mudando de color, sino también en el vientecillo frío que a esas horas de la tarde, rozaba sus mejillas enrojeciéndolas, así que Rory se colocó encima la capucha de la parka que traía puesta, e intentó perderse entre los otros visitantes del callejón.

Si no hubiese estado tan apurado de llegar hasta donde Ellie, habría notado, que un sujeto que apenas superaba el metro de altura, lo ha estado vigilando toda la última hora, y solo está a la espera de instrucciones para ejecutar su secuestro. 

Lëna, en algún lugar en Midlands , Inglaterra

Contuvo el aliento al escuchar a alguien merodear entre los campos, todavía aterrada del desenlace que había tenido su fugaz romance con el hijo de un político estadounidense. Ella le había insistido al jovencito, casi diez años menor, de la locura que era que saliese de la seguridad de su país, para seguirla hasta Gran Bretaña, dónde cada vez la vida se tornaba mas insegura y difícil por causa de la guerra y de políticos a quienes poco les importaba el bienestar de las mayorías. 

Pero él no le había hecho caso: Había aparecido radiante a las puertas de su departamento, y ella por primera vez había cedido ante esa muestra de ingenuo afecto, pensando en que al menos hasta que comenzara una nueva gira, podía darse la oportunidad de llevar una vida de placer y tranquilidad en alguno de los poblados tranquilos del Midlands, dónde la gente vivía más preocupada de la lluvia y de asegurar las cosechas, y que por un puñado de galeones no haría ninguna clase de preguntas incómodas y se reservaría cualquier juicio de moralidad. 

Habían sido días fantásticos, hasta que de pronto,  nuevamente, y cuando ya no lo creía posible, su pasado había retornado para recordarle los ajustes pendientes que tenía. Exaltados, en mitad de la noche habían corrido con apenas lo que llevaban puesto y él en un último acto caballeresco había salido a confrontarles, ignorando sus súplicas de que solo siguiesen escondidos en los interminables campos de alfalfa.

Su sacrificio había sido inútil pues los duendes no habían dudado en prender fuego a la parcela por entero, y se habían felicitado los unos a los otros por estar llevando un excelente botín a Mordred. Lëna, roceada de polen de lirios de fuego, había soportado aquel fuego infame, pero con el miedo calando hasta lo más profundo de su ser, ni siquiera cuando la lluvia lo extinguió se atrevió a salir.

El sonido del auto deteniéndose justo en ese punto le había hecho imaginarse lo peor, pero su corazón había dado un vuelco al reconocer al joven mientras este merodeaba entre los cultivos.

No tenía certeza de que fuera a ayudarle, pero al menos era mejor que solo quedarse ahí esperando a que más temprano que tarde los duendes volviesen por ella. Corrió entonces hasta el auto que él estaba encendiendo y la luz de los faros la cegó unos instantes.

Necesito su ayuda, por favor. Lléveme con usted, o ellos volverán y van a asesinarme ¡Van a asesinarme!

El último rastro de cordura parecía estar escapando de si misma, mientras en su cabeza las peores épocas de su vida como esclava de los duendes se recreaba una y otra vez.

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Casi con desesperación, se quita el delantal lleno de polvo y los guantes embarrados de soluciones de limpieza. Desde muy temprano en la mañana, ha estado limpiando la pocilga en que El Trastero se había convertido. Había dejado su negocio a su suerte, cuando decidió que lo mejor para ella y para su familia era evitar Inglaterra en la mayor medida posible. Pero sus ahorros habían comenzado a escasear y, con su prometedora carrera en el Ministerio de Magia arruinada para siempre, no tenía más opción que intentar mantenerse a flote con su tienda de segunda mano. Ella sabe que tiene tesoros olvidados enterrados allí, entre tantos cachivaches que se ha negado a botar; debe encontrarlos, para comenzar a prosperar. «Pero debo deshacerme de toda la chatarra, para poder llegar a ellos», se recuerda. Ese día no fue muy fructífero en cuanto a encontrar tesoros, pero por lo menos se deshizo de muchos trastes sin arreglo o de valor insignificante. Están ahora apilados en la entrada del negocio, ya se deshará de ellos más tarde.

Con un trapo limpio, se sacude el polvo que cayó en su túnica negra. Luego, por fin, se suelta el moño con el que tenía amarrado su cabello platinado, que ya comenzaba a hacérsele pesado. Piensa en relajarse con un poco del hidromiel que guarda en su taller, cuando escucha que tocan la puerta. Frunce el ceño, pues está segura de que el cartel dice cerrado, pero de todas formas va a atender el llamado.

—Ah, hiya, Rory—saluda Ellie, al reconocer al mago. No es habitual que él la visite en su negocio, pero es cierto que cuando es así, no suelen ser motivos casuales—. ¿Puedo ayudarte en algo?

Mientras se hace a un lado para permitirle pasar, un estruendo se escucha en la entrada del local. Ellie observa, con horror, cómo la pila de trastes cae al suelo, regándose por los pasillos y por sus pies. El culpable de la caída queda expuesto, casi inmediatamente; un falsoscopio que debe estar averiado, pues está dando vueltas sin parar.

—Lo siento... me agarras justo cuando estoy sacando la basura... —explica Ellie, sacando la varita de su bolsillo, dispuesta a desaparecer los trastes de una buena vez— ¿Estabas diciendo algo?

@ Rory Despard

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Scott Wilkinson

En algún lugar en las Midlands, Inglaterra.

 

Ya estaba por emprender el camino al norte hacia Sheffield cuando una figura salió despavorida desde los campos de alfalfa en medio de aquel diluvio que parecía haber retomado las fuerzas y corrió directo hacia su auto. Scott llevó rápidamente la mano hacia su varita que reposaba en uno de los bolsillos de su pantalón, listo para usarla si la situación lo requería. 

 

Pero no fue necesario, la figura, una bruja, gritaba pidiendo ayuda completamente desesperada y cuando las luces de los faros del vehículo la iluminaron de lleno el mago pudo reconocerla. Se desabrochó el cinturón con presteza y abrió la puerta para salir al frío aguacero que caía torrencialmente sobre la ruta.

 

-Lena - dejó escapar sorprendido de encontrarse a la bruja en aquel lugar en la mitad de la nada y en aquel estado de nervio que la desbordaba. La mujer corrió fuera de sí hacia el texano y lo abrazó con desesperación - Lena - llamó su atención para tratar de sacarla de aquel estado - Esta bien, estas bien, no te va pasar nada - trató de tranquilizarla mientras la lluvia los empapaba por completo. 

 

-Vamos a dentro, al auto, no nos quedemos aquí bajo esta lluvia -comenzó a guiarla con cuidado hacia la puerta del acompañante con la bruja aún muy pegada a él. No podía entender por qué habría pasado aquella mujer para encontrarse en tal estado, Lena siempre le había mostrado ser una bruja fuerte y decidida y verla tan vulnerable, fuera de sí, le resultaba desconcertante y preocupante. 

 

Abrió la puerta y ayudó a la bruja a ingresar, cerró con cuidado la misma y dio vuelta el vehículo hasta entrar él también por la puerta del conductor. Al parecer el efecto de verse dentro del auto parecía haber tranquilizado un poco a la mujer, Scott encendió la luz del techo y echó una rápida ojeada a la bruja para constatar de que no estuviera herida, no vio sangre, ni marcas que le indicaran que lo estuviera por lo menos a simple vista y eso fue un alivio. 

 

-¿Lena estás bien? ¿Qué te sucedió? - preguntó cuidadosamente Scott mientras miraba a la mujer, si mal no había escuchado ella había gritado que querían asesinarla y eso encendía una señal de alerta en el pelirrojo.

 

@ Rory Despard  

 

 

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Richard Moody

Richard ha estado siguiendo el rastro durante un día entero. En teoría, ese es el trabajo de Melrose. Sin embargo,  sus sospecha inició luego de que la chica no le reportara nada en más de doce horas, lo que contradice el procedimiento estándar de sus comunicaciones a través del espejo. En una misión del nivel de dificultad que le impuso, eso significa "estoy en problemas".

Apenas había tenido tiempo de ocultarse cuando percibió el rastro de magia. Su búsqueda, lo había llevado hasta unos campos de alfafa cubiertos de algo parecido a la niebla pero no era una niebla común. Le recordaban a Richard épocas muy antiguas, de cuando la única mujer que le había dejado hijos con su poder murió: cuando la abadía en Francia donde habitaba fue echada a abajo con fuego de dragones. La niebla, muy similar a la que ahora observa cubierto por unos enormes setos a las orillas del bosque, es como aquella que pobló los restos de la abadía calcinada por al menos una semana. El análisis de los lentes que porta, confirma sus sospechas.

Nota movimiento cuando todavía no decide cómo proceder a continuación, así que se quita de encima los anteojos alfa para espiar a la figura que se aproxima a los campos. Sin embargo, ésta no hace nada más. Richard no lo conoce pero no se encuentra en Londres, donde podría asumir que se trata de un extranjero. Masculla una maldición en voz baja: está lejos de casa. 

Extrae de su bolsillo el segundo par de los espejos comunicadores que posee: "¿Catherine, estás allí?"

Enseguida, nota que la bruja se encuentra del otro lado, con expresión somnolienta, lo que es raro en ella.

"Necesito que vigiles este espejo veinticuatro por siete a partir de ahora" informa con voz queda mientras se va aproximando a la carretera y el auto con el más profundo sigilo "hay algo que no logro descifrar y eso no es normal".

Podrían ser espías, supone. Hasta que oye a la chica llorar. Conoce a la chica, aunque su voz también la remita a un momento que había decidido olvidar: cuando estuvo demasiado cerca de la mafia de Bladvack. Richard había salvado el pellejo porque otros habían muerto en su lugar.  Entonces, las piezas empiezan a caer, aunque todavía siente que hay algo que no encaja. Dejando de lado el sigilo, se aproxima al auto. Su figura debería ser bastante notoria ahora, utilizando un ridículo mono que, sin embargo, es capaz de protegerlo prácticamente de cualquier clima.

Alza la mano y sus manos hacen un revoleo cuando se encuentra cerca. Ese pequeño tipo de magia es la más sencilla de ejecutar y, por tanto, la que menos precio le demanda. El seguro del auto se desata. Ingresa sin permiso y masculla: "Está cayéndose el cielo allí afuera". 

@ Syrius McGonagall  @ Rory Despard

Melrose Moody

La bruja se siente alerta en seguida. De por sí, no es normal que su cuerpo no esté sanando a la velocidad en que normalmente lo hace pero había asumido que era debido a que ni siquiera su licantropía podía contra el fuego de dragón. Ahora, piensa en otra cosa. En el pasado, se hubiera abocado sin reservas a la voz que le habla a través de los barrotes. Habiendo cumplido incontables misiones para Richard, ahora no es tan confiada. Su duda, hace que su voz se tiña de precaución. Después de todo, si esa persona tuviese buenas intenciones ¿cómo podría mantener a alguien herido en ese cuadrilátero inmundo? Encerrada...

-No tengo hambre -miente Melrose sin estar segura de cuál podrá ser la reacción de su carcelero ¿Violencia? ¿Burla? ¿Enojo?-. Solo necesito tiempo para descansar.

Inclina la cabeza en la pared que se encuentra tras ella, buscando apoyo a tientas hasta que lo encuentra. Luego, se acomoda acorde a pesar de la inmundicia. No tiene su varita y no puede hacer nada contra su carcelero. En una situación regular, intentaría atacarlo. Aún ahora no puede entender cómo pudo tropezar en el momento preciso...

-¿Dónde estoy? -pregunta entonces, aprovechando el silencio- ¿Quién eres y por qué me tienes aquí?

Melrose no es buena intentando extraer información con disimulo, como Richard. Así que usa la única arma con la que siempre ha contado, buena o mala en esa situación, todavía no lo sabe: su honestidad. 

@ Ludwig Malfoy

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Mordred Deschain
 

Hacia muchos años en el pasado en que Ludwig Malfoy y Mordred Deschain eran uno mismo, compartían el mismo cuerpo pero con dos mentes diferentes. Durante aquellos años de prision para el Deschain solo había podido presenciar los actos patéticos que Malfoy realizaba y eso lo llenaba más de odio y maldad, Mordred era testigo de casa pensamiento, cada movimiento, cada plan, conocía a Ludwig tal como la palma de su mano y sabía que en algún momento de aparecería para hacerla de héroe. Es así que capturar a aquella chica no había sido casualidad, había seguido los pasos del que alguna vez fue su otra mente y sabía que el rubio había cambiado de bando y ahora pagaría caro con la vida de todos sus nuevos colegas.

La chica era resistente sin duda, una guerrera que toleraba adecuadamente las quemaduras por fuego de dragón, le dolía y se notaba en sus gesticulaciones pero no lloraba no gritaba y no se quejaba. Sería divertido jugar con ella, sacar sus secretos y después torturarla hasta la muerte. El animago le dedicó una sonrisa mientras pasaba con in delicioso plato de comida, el aroma llegaba a las fosas nasales y mientras provocaba un sonido peristáltico en la bruja en peligro.

-Yo si estoy hambriento - dijo mientras agarraba una pierna de algún animal y se la llevaba a la boca. Masticaba con la boca abierta mientras dejaba que los restos mancharan su atuendo, luego tomó un trago de lo que parecía un tarro de cerveza para finalizar con un fuerte eructo, Mordred finalizó su alimentación dejando unos restos de carne en aquel hueso - bueno si cambias de parecer te dejaré un poco de lo que me sobró, yo no soy malo como puedes notar puedo alimentarte si te portas bien.

Mordred le dejó el plato en el piso para que lo comiera como un perro, sabía que sus juegos mentales funcionarían, primero la confusión de aquella chica, luego matarla de hambre, se encargaría de debilitar tanto cuerpo como espíritu, posteriormente sacó la varita que le había quitado y jugaba con ella como si fuera una pajilla, la mordía y pasaba su lengua áspera por toda el arma - supongo que buscas esto - comentó - no te preocupes cuando acabe contigo le daré un buen uso a su núcleo así como le di un buen uso a las varitas de tus compañeros.

Le señaló un saco de huesos que había en la otra celda, al menso llevaban ahí un par de meses pero la magia oscura había dejado los cuerpos en esa condición. Todos ellos eran magos a excepción de dos que eran muggles con los que había realizado experimentos, esos que destruían el alma y el cuerpo. Mordred estaba orgulloso de su trabajo y del que pronto realizaría con Melrose.

-No tiene caso que sepas dónde estás, nunca saldrás de aquí con vida, mi nombre es Mordred Deschain y cuando acabe contigo solo serás una pila de huesos como las de tus compañeros.

 

@ Melrose Moody .

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Melrose Moody

La bruja se encuentra en un duro dilema. Su cuerpo, desgastado, es justo lo opuesto, a su mente: límpida y sin cosas que la nublen. Sus ojos empiezan a acostumbrarse a la oscuridad. A pesar de que tiene hambre, no se siente tentada por la comida que su carcelero mastica. Su estómago amenaza con sonar pero con un poco de suerte no emite sonido alguno todavía. Es desagradable, aún cuando Melrose no es quisquillosa. Por un momento, se distrae de su penuria y piensa en Richard: tal vez, su mecenas citadino sí le ha contagiado un poco de sus gustos exquisitos y su disposición lujosa. La idea le saca una tenue sonrisa.

Vuelve a acomodarse, apenas unos centímetros, arrastrando la pierna con pesar y sin más remedio que apoyar las palmas en el duro suelo de piedra cubierto de mugre y otras cosas en las que no quiere pensar. Sus ojos, hasta ese momento intentando evitar la mirada de su carcelero, se vuelven hacia él cuando éste señala que tiene su varita. Su mirada sigue la trayectoria que ésta realiza cuando él la agita. Intenta decir algo para replicar, para intentar convencerlo pero no se le ocurre nada.

-Uhm, eso es problemático -masculla de vuelta.

Quizá hablar sea un error. Quizá termine como ese saco de huesos que Mordred le señalara antes. Sin embargo, tiene que decir algo.

-No quiero morir -le explica con claridad al viejo, ignorando el plato del suelo-. Si hubieras querido simplemente matarme ya estaría muerta ¿no es así? Pero tampoco parece lógico que quieras soltarme... de todos modos, no quiero morir.

Observa alrededor y sus ojos se vuelven a posar en el carcelero. Éstos, a diferencia de la mayoría, no le guardan rencor. Melrose no tiene cólera hacia él, a pesar de estar encerrada, mugrienta y haber sufrido un dolor indescriptible. Esa es, sin filtros, la naturaleza de su carácter. Sus ojos no delatan burla, ni pena. No sabe por qué el carcelero ha elegido esa vida de tortura pero tampoco lo juzga. Después de todo, en el pasado atravesó por una época de odio hacia el mundo, hacia su sociedad, hacia la persona que la había mordido.

Además, Melrose elige el dolor, cada vez, bajo la luna llena, en lugar de tomar las pociones. De esa forma, la rabia de la bestia es liberada y no se queda en su organismo y ella, a pesar de la excruciante experiencia que tiene que vivir todos los meses, el dolor de la transformación, de sus huesos rompiéndose y lacerando la carne, es libre. Es libre, su mente lo está, a pesar de que su cuerpo se encuentre aprisionado.

-Déjame ir -dice entonces sin mayores aspavientos-. No tiene que ser una pelea... o podría intentar pelear, si quieres. De todos modos, es más fácil si me voy -expresa, con total honestidad por segunda vez.

@ Ludwig Malfoy

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Luna Gryffindor Delacour- Jefa del departamento Auror de Gran Bretaña/Poccionista.

 

 

Había pasado el tiempo como con todo, no es una de las cosas que te enteras a la primera de cambio, ni tampoco le da la importancia necesaria en el momento, los líos de duendes nunca habían sido de su agrado, pero cuando lee en el periódico que las criaturas mágicas están bajo su mando obligatoriamente, pega un salto asombrada y se decide a intervenir, aunque no está muy segura de que hará en esos momentos. 

 

La auror trabajo dos años en la oficina del cuidado y regulación de criaturas mágicas y le tiene un cariño especial a esa ala en específico, que le dio los primeros pasos en lo que a su carrera ministerial se refiere, así que es por eso que va inmediatamente a reportarlo, preguntándose porque no lo había leído antes y si vivía en una gorra o qué cosa. 

 

Antes de llegar al lugar, escucha gritos y fuego por doquier, qué está sucediendo? No tarda tanto en ver a los duendes allí y a las criaturas que están bajo su mando, síntiendome mal por ello al instante, quiere ayudar y que paren, pero no lo hará sola, necesitará ayuda para ello, así que llama a su amiga Darla, preguntándose si no se estaría metiendo en camisas de once varas al cuete. 

 

Para colmo de males, escucha a una señora que corriendo del lugar del caos, dice que no puede retirar dinero y que ojalá mueran los duendes por su revuelta, las quejas de ella se siguen escuchando hasta que se pierde por alguna calle aledaña y es entonces cuando busca con la mirada a alguien conocido, porque sabe que alguien debe de andar por ahí cuanto antes mejor. 

 

Sigue habiendo muchos duendes en la calle y en los lugares aledaños, parece que quieren tomar el sitio o algo así, es que todo será desastres por doquier? Cuándo tendremos paz? Sé pregunta mientras corre intentando ayudar de alguna manera, aunque no está segura de lograrlo del todo. 

 

- Dejen la revuelta, suelten a los animales y no les haré nada, además necesito que escuchen que está no es la solución al conflicto, soy Luna Gryffindor Delacour, Auror y les ordene que dejen su revuelta, estoy dispuesta a dialogar con todos y arreglar el problema - Digo al aire, sabiendo que me estoy metiendo en la boca del lobo -

 

Por qué fue sola? Cómo no llamo a Darla o a Rory para que la ayuden? Si es un acto suicida, uno más de los que comete últimamente, se pregunta si podrá hablarles o al menos, impedir que sigan haciendo lío, aún así desea que las criaturas mágicas sean libres de nuevo y se pregunta desde cuando los duendes tienen tanto poder en Gringost o en el ministerio mismo, para ocasionar un caos como el que ve delante de sus azules ojos. 

 

@ Darla Potter Black  @ Rory Despard  

 

 

 

 

 

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