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Babel: el paraíso


Melrose Moody
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Mordred Deschain

Gran parte de sus experimentos habían sido destruídos debido a la intervención que había tenido con aquella licántropa, Mordred además de todo se había visto obligado a mover su centro de operaciones a un lugar más retirado pues temía que la chica que había mantenido atrapada pudiera regresar con las autoridades pertinentes, pese a desear ser conocido como un mago tenebroso, por ahora solo le quedaba esperar y mantenerse a raya hasta poder realizar el plan que tanto deseaba. Su objetivo no sólo era destruir a Ludwig, si no también ser reconocido como uno de los magos más poderosos de todos los tiempos, para ello debía crear un horrocrux.

La idea era bastante buena pero llevarla a la práctica no tanto, ese era el motivo por el que había capturado a tantas personas durante el lapso de los años, realizaba una serie de rituales y magia profana la cual terminaba por no tener éxito, por más que mataba gente no sentía la conexión de fragmentar su alma y poder entonces colocar ese pedazo de él en un objeto mágico. No sabía que más hacer después de todo había muy poca información al respecto debido a la magia oscura que representaba.

Fue entonces que durante aquella rebelión pudo aprovechar la conmoción, habita tanto vandalismo y poca seguridad mágica que el Deschain se pudo hacer de un libro lo bastante poderoso para cumplir con sus intenciones se trataba de un pergamino de fabricación de horrocrux el cual le mostraba la forma de lograrlo. A Mordred le sorprendió lo que había visto “para crear un horrocrux es necesario fragmentar el alma del mago mediante un asesinato, sin embargo si aquel mago no posee de un alma, deberá buscar un alma gemela para fragmentar”.

Después de todo Mordred no tenía un alma, era una parte que Ludwig desechó en el pasado y debido a esto se trataba de un ser lleno de maldad. Nunca había sentido amor o deseo de otra cosa pero ahora sabía lo que necesitaba, si quería crear su horrocrux debía hacerle una visita al Malfoy.


Ludwig Malfoy 

Habían pasado varios meses desde el altercado con los duendes para el Malfoy no había significado mayor problema, pareciera que todo se había tratado de un conflicto interno que había sido solucionado con ayuda de la intervención del ministro, al tratarse de una situación fuera de la jurisdicción de Italia, el rubio solo pudo mantenerse al margen y esperar que no se desatara la misma situación en el país que representaba.

Mientras tanto había algo que le había llamado un poco más la atención, un evento minúsculo pero que de alguna manera parecía estar relacionado. Una serie de desapariciones de personas en un poblado bastante cercano, era algo tan pequeño que ni siquiera el profeta había hecho una declaración al respecto pero por alguna extraña razón al rubio le dejaba con un mal sabor de boca. Estaba tentado a utilizar parte de su tiempo libre para poder investigar más a fondo la situación, posiblemente solo eran rumores pero no perdía nada con saber lo que ocurría por ahí.

 

@ Rory Despard  @ Melrose Moody

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Melrose había acudido a la residencia tal cual se lo indicaran. Sin embargo, Ludwig Malfoy era un hombre ocupado. No había podido contactarlo de manera apropiada. Había terminado creyendo que no habría posibilidad de hablar con él. Otra parte de ella rehuía todo el asunto debido a lo que había pasado. No era que no pudiera aguantar las penurias, si no más bien que todo el asunto referente a los duendes y al mago oscuro con el que había estado apresada le parecía demasiado sospechoso ¿Realmente nada de eso estaba conectado?

Había informado a Richard que ya no quería saber nada respecto a Mordred y se había enfrascado en una inusitada investigación. No era normal para ella investigar a los duendes.

Éstos habían retornado a su vieja vida de manera sorprendente. Dirigiendo el banco, en negocios de seguridad y en general ocupados en sus propios asuntos. Para Melrose era ilógico: ella solo era semi-humana y tenía cierto orgullo en cuanto a ello. Los duendes no eran humanos en lo absoluto y tenían el doble de arrogancia ¿por qué habían dejado pasar una cosa semejante? Lo único que Melrose podía sacar en claro era que sus negocios empezaban a disolverse en Londres. Los centros de apuestas, los vínculos con criaturas mágicas y ladronzuelos de poca monta, incluso el más difundido y conocido que era aquel negocio con las chicas londinenses frágiles en el que Lëna había estado involucrada. Melrose no lo entendía.

Richard tampoco. En su cómodo sillón en Luss, a veces intentaba sacar algo en claro de todo.

—Es como si ya hubiesen obtenido lo que querían —mascullaba una y otra vez—, pero eso no tiene sentido ¿acaso no querían el control de los bajos fondos de Londres? ¿Por qué si no se conformaron como una mafia?

Así, lastimosamente, el asunto quedó en el olvido. Richard empezó a investigar otros asuntos, Melrose siguió dedicándose a investigar otras cosas e incluso el agente Willkinson dejó de preguntar por ello. Sin embargo, nunca llegaron a saber podía ser aquello que los duendes habían conseguido y por qué habían sacrificado tanto y pagado tan duro costo por obtenerlo.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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