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Castillo de la Familia Burke (MM B: 116229)


Illidan Burke
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Una vez que terminó la ceremonia y que todos los ojos dejaron de ver al rubio éste se pudo relajar un poco más e intentó pasar desapercibido para que al menos los novios tuvieran el protagonismo que tanto se merecían, no estaba seguro si había hecho un buen papel como juez pero se sentía satisfecho con su trabajo y esperaba que más personas en el futuro lo recomendaran para oficiar esa clase de eventos.

Al cabo de unos instantes llegó su casi cuñada Alyssa quien aparentemente se había retrasado, el rubio la saludó poco después de que ella saludara a Cubias y luego con una sonrisa le reclamó – te has perdido la mejor parte cuñada, debiste llegar un poco antes con entrada dramática para impedir la boda – se rio un poco esperando no ser mal interpretado y posteriormente siguió mirando a los recién casados que se veían inmensamente felices – enhorabuena amigo, ahora que has firmado tu sentencia tienes que dedicar toda tu vida a hacer feliz a Mica o te las verás conmigo – sonrió pero en ésta ocasión hablaba en serio.

Acto seguido se sentó para comenzar a probar un poco de los platillos que los elfos habían preparado, se encontraban deliciosos y esperaba que sus hijos y prometido también estuvieran degustando aquellos manjares, mientras comía veía llegar a las personas a felicitar a los novios, una de esas personas era su amiga Darla a quien tenía mucho tiempo de no ver, se levantó de la mesa y acudió a saludarla aunque iba acompañada de alguien más a quien aún no conocía.

-Darla, hola – dijo mientras la saludaba de un abrazo – que gusto verte, ¿Cómo has estado? Tiene mucho que no se de ti o que no te veo en el… bueno que no te veo.

@ Alyssa Black Triviani  @ Illidan Burke  @ Mica Burke  @ Darla Potter Black  @ Lord Cubias

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Admito que la pregunta me descoloco. Y mas porque a pesar de ser un suceso importante en mi vida, los recuerdos de estas cada vez se hacian mas vagos. Algo que me avergonzaba reconocer para no demeritar a todos los implicados en ella. Basicamente me quede con los detalles mas importantes, dando el si...con Sagitas amenazante...de seguro tendria una saten cerca para sonarme uno a la primera intension de que intentase escapar. Cissy que me dijo que me daria el peor de los tormentos si hacia daño a mi esposa, y menos mal que era mi madre. Y bueno una entrada muy singular. Por cierto creo que habia alguna cadenas en todo eso.

-Si..mas o menos fue similar. Creo que todas las bodas siguen el mismo patron. -me rasque la cabeza y le sonrei

Pero bueno ya teniamos confettis y una preocesion siguiendo a los novios, bueno esposos, asi que simplemente pues segui la corriente. Por un momento limpie un poco de confetti que habia caido sobre los hombros de mi saco, acomodandolo para despues tomar el brazo de @ Darla Potter Black .

-No....vayamos con ellos. Pues supongo ahora haya fiesta y nos debemos algun que otro baile.

Y si, me parecia recordar que en la gala que hizo Ada no habiamos tenido el placer, pues todo se complico..llego la cena y bueno ya no recuerdo exactamente que paso que tuve que salir. La verdad lo lamentaba, como siempre ese dia Darla estaba impecable, tanto asi que no pude aguantarme el invitarla a bailar. Aunque habia sido audaz el movimiento, supongo que el destino tenia previsto otras vueltas en nuestras vidas...para llegar aqui. Y bueno....nada que reprocharle al destino en este momento, sin duda en si compañia era el mago mas feliz y suertudo del mundo. Sin mas tomamos caminos junto a los demas invitados.

 

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¿Por qué no? Habia decidido que podía quedarme a ésa parte de la ceremonia. Por un segundo, había creído que lo mejor era acompañar a Mica hasta  el altar, esperar a que terminara el casamiento de los Burke y así, haber cumplido y poder irse. Pero al notar que había unas cuántas personas conocidas, tal vez me animaba a hablar un poco más y pasarla mejor que las anteriores eventos a los que había concurrido.

Illidan y Mica se casaron y se volvieron los Burke en los que se habían comprometido. Hubo algunos festejos como grititos o pequeñas tiras de papeles o aves que revoloteaban por su alrededor. Me sumé a aquel festejo porque claramente todos estábamos allí porque queríamos que ése matrimonio se efectuara. Fueron los primeros en dirigirse hacia la parte de la fiesta. Y algunos elfos ya se habían dispersado en todas direcciones para ir encaminando a todos los presentes. Me levanté de donde me había sentado y me sumé a la masa que se movía toda hacia el exterior.

En el camino pude notar algunas personas que jamás me había cruzado, algunos que apenas los había visto en el Ministerio y algunas que si conocía y que no sabía como podía proseguir luego. Una de ellas era Darla, por ejemplo, que hacía mucho que no la veía. Pude reconocer al grupo de amigos de Illidan que también iban a la fiesta. Tambien habían ido Sean del Ministerio. Luna y Sophie no podían faltar.

Editado por Mael Blackfyre

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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La pelirroja se permitió esbozar una sonrisa, más que situación incómoda parecía que había pescado a Sean con la mente olvidadiza ya que le hacía gracia que todas las bodas siguieran el mismo patrón. De hecho ella no había pensado en eso la única vez que se atrevió a planear una, no, la mayor parte del tiempo ese compromiso le había dado terror, pero, aunque la boda había sido deliciosamente clásica no todas seguían exactamente el mismo patrón. Claro que lo otro podía ser que a él no le importaran los detalles y le diera todo lo mismo, se encogió de hombros mientras él la tomaba del brazo.

—Vamos pues —respondió mientras dejaba que algunos se adelantaran, los más cercanos a la pareja iban tomando su lugar en las mesas luego de felicitarles, —mmm… ¿te debo un baile? —levantó una ceja viéndolo y tratando de no hacerse la que sí recordaba que se habían terminado desapareciendo de la fiesta francesa pero cada cual por su parte, ella ni siquiera había comida nada, se había deslizado del lugar luego que él se perdiera, quizás por la presencia de su prima.

El tema igualmente no daba para mucho más y mientras ellos esperaban ahora pacientes para saludar a los flamantes esposos una figura se les acerco. Darla reconoció enseguida a Ludwig, quien había precedido impecablemente la ceremonia. No le veía desde la reunión informativa en el Ministerio. Le dedicó una sonrisa e iba a estrecharle la mano cuando se encontró apretujada en un cálido abrazo.

—Ludwig, igualmente, estás guapísimo, bella ceremonia… bien, muy bien  ¿y tú?...  oohhh… —un estremecimiento recorrió su espalda al reconocer que él se refería o al cuartel o a la Potter, sonrió evitando que los colores pudieran surgir en las mejillas —cosas de la vida… —en ese momento sintió la mirada de Sean sobre ella y se dio cuenta que no les había presentado —oohh… casi… te presentó a… —se desorientó unos segundos porque si decía mi pareja daba lugar a que se interpretara de mil maneras y apenas estaban iniciando y aún no tenía idea, se obligó a recuperarse —Sean Linmer… Sean, él es mi amigo Ludwig Malfoy Triviani, es Jefe del Departamento de Salud del Ministerio Italiano y estamos trabajando en cooperación entre ambos ministerios —no sabía si correspondía que dijera algo más y por lo menos tenía una excusa para no reconocer que se conocían de la Orden del Fénix... aunque ahora ella ya no estuviera en sus listas... cosa que el vampiro parecía ignorar o en realidad la estaba poniendo a prueba, dado que le habían llegado rumores de que era mano derecha de la líder.

@ Sean -Ojo Loco- Linmer  @ Ludwig Malfoy Haughton

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Tenía que admitir algo y era, algo que solamente sabía yo, que llevaba un sentimiento negativo resguardado dentro de mi pecho desde que me había enterado de la boda de Mica e Illidan. Tal vez si hubiera conocido al mago en otras circunstancias, no lo habría querido asesinar en aquel negocio tenebroso del Callejón Knockturn. Pero aquella descarga de emociones me habían bloqueado mi objetivo de llevarme la vida del rubio.

Y ahora me llevaba a Mica, una de las pocas que me había contenido durante aquel último tiempo, tanto en el negocio como en la Gryffindor. Era una buena bruja y tal vez, tenía muchas cosas que aún no podía conseguir y que seguro se me complicaría demasiado. Pero tenía que distraerme de alguna manera. No podía dejarme llevar por esos sentimientos, porque habían ocurrido algunas desgracias. Esos pensamientos los retuve como si mis recuerdos fueran prisioneros de una cárcel de máxima seguridad.

En el montón de gente vi algunos conocidos. Darla, aquella bruja con el anterior secretario de la anterior ministra. Mica e Illidan estaban aún acomodándose dentro de su propia ceremonia. El guapo mago que había visto en el cuarto de Illidan, ahora hablaba con esos dos conocidos. ¿Estaría por allí algunas personas como @ Anthony Ryvak Dracony ? Eran buenas relaciones que podría llegar a aprovechar a conocer mejor.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Ryvak está concentrado, su idea es "cambiar" el contenido de todas las botellas de licor que hay en la reunión/celebración, por vinagre. El peliverde contenía su risa, solo mostraba una pícara sonrisa al ver como se sorprendían algunos invitados y demás presentes al beber un poco de sus copas, si que fue "hermoso" observar sus reacciones, pero ya hizo entrar a un par de sus elfos que levitando con su magia elfica varias cajas de licores escoceses, llegaban a "salvar" a los magos y brujas de aquel problema.

Ryvak sonreía y parecía que le agrada prestar su ayuda, pero el joven mago buscaba como realizar esas "travesuras" a costillas de quien fuera...mientras aguardaba a que los elfos dejaran otros tres cargamentos de licor, el ojimiel descubrio a u mago que recién conoció en el Ministerio, @ Mael Blackfyre

Sientiendo que era un gesto de buena suerte, se acerco a él para saludarlo y platicar un rato. 

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Recientemente había descubierto su parentesco con Mica, ahora señora del castillo Burke, donde se celebraba sus nupcias con el patriarca de esta familia. Quizás era momento de cambiar de aires, de ver si encajaba entre los Burke, de forjar nuevos lazos entre aquellos magos y brujas, y que mejor ocasión que una boda.

El arribo a la propiedad lo hizo en la alfombras mágica, cómoda, útil y silenciosa, ella sentada junto a una pequeña valija en las que habían algunas de sus pertenencias, en caso de que pudieran quedarse, todo en el interior de la pelirroja era expectación y nervios. Una vez frente a las puertas de doble hoja, ubicó a uno de los elfos informándoles quien era y pidiendo que guardarán la valija hasta nuevo aviso.

Era momento de uniese a la celebración, aunque llegaba un poco tarde, mordiéndose el labio inferior e inspirando profundamente, se dio valor para guiar sus pasos hasta donde estaban todos reunidos. 

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  • 1 año más tarde...

Aquel no era ni de lejos el castillo más grande que un brujo podría ver a lo largo de su vida pero posiblemente sí uno de los aparentemente más acogedores. No era pequeño ni mucho menos y aunque era algo más modesto que algunas residencias de otras familias, bajo la oscuridad del cielo nocturno se hacía lo bastante imponente para recordar el poder que en otrora el apellido había tenido. Parte de los sagrados veintiocho, los Burke habían amoldado una importante fama y fortuna que, a pesar de los tiempos difíciles tras la guerra mágica, aún perduraba en el recuerdo de muchos. 

Ella no estaba allí por ninguno de aquellos motivos. No le importaba como fuera la casa ni tampoco el poder de los habitantes de esta; en realidad si alguien le hubiera preguntado en ese mismo instante, no podría haber dado ninguna explicación convincente del porqué había acudido a aquel lugar, ya que ni siquiera lo había hecho conscientemente. 

No sabía que hora era pero hacía ya mucho que había oscurecido y el sonido de su accidentada aparición fue lo único que interrumpió la ausencia de ruidos. Todo parecía descansar, incluso el aire se había ido a juzgar por la ausencia de brisa alguna en una noche de verano demasiado calurosa. La sequía había hecho estragos en el jardín por lo que al caer al suelo, el césped casi completamente seco había crujido debajo de su cuerpo y le había arañado la cara. Una capa demasiado gruesa para la época del año en la que se encontraban la envolvía hecha jirones y el cabello pelirrojo y enmarañado escondía la sangre que le brotaba aún de la nuca. No se levantó y tampoco fue capaz de llegar a hablar, lo único que notó en la boca antes de caer en la inconsciencia fue un sabor metálico cuyo recuerdo se le antojaba lejano. 

Justo antes de desmayarse había intentado murmurar algo. La varita de ébano negro que aún permanecía en su diestra había despedido un pequeño haz de luz en un intento vano de realizar algún hechizo de llamada mientras en la otra mano empuñaba una fina pulsera de cuero que mucho tiempo atrás alguien le había regalado y que en cierto modo se había convertido en un amuleto. A él había ido a buscar, a quien se la regaló. Lo necesitaba. Otra vez. Llevaba tiempo fuera del mundo mágico pero allí donde había ido, la habían encontrado. Allí donde se había escondido, también. La estaban persiguiendo. Los estaban persiguiendo. Alguien quería matar a quien había formado o formaba parte de la trifuerza y no sabía si lo habrían conseguido con alguno de ellos.  

 

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Sus ojos, mostrando un claro cansancio, batallaban por mantenerse abiertos, fijos en la pantalla al otro lado de la sala. Frente al tan usado artefacto muggle, un enorme sofá de cuero negro, era ocupado por aquel rubio, de aspecto desalineado, vistiendo de manera cómoda, un pantalón suelto, de color negro y una remera de tiras a juego. Sus piernas se cruzaban sobre una pequeña mesa de café. Su ante brazo se posaba a un lado, sosteniendo de manera poco confiable un cigarrillo. Tras una leve calada se puso se pie. Apago el artefacto y acerco a la ventana de aquel pequeño apartamento en Italia. 

Clavó sus ojos en el oscuro cielo europeo, con aquella ausencia de luz en el departamento, Illidan no podía ser percibido desde las afueras de aquel edificio. De repente un destello de una fuerte luz, exploto en un extremo de la sala, para luego apagarse poco a poco. El rubio intentando recuperar la visión de la sala, fue poco a poco avanzando hasta un cuadro colgado. En el podría apreciarse el modesto castillo que tiempo atrás había habitado. En  el cuadro la luz que momentos atrás destellaba con una fuerza incalculable, ahora se apagaba poco a poco, hasta morir en lo que parecía ser una figura en el suelo, a metros de la puerta principal. El rubio no podía entender quien era, pero no había dudas que alguien había caído en sus abandonados jardines. 

Comenzó a correr como loco, pensamientos aleatorios pasaban por su cabeza, intentando entender que pasaba. Comenzó a abrir cajón tras cajón en busca de su varita, dejándolos caer al suelo y vaciando su contenido en la superficie . Tras unos minutos, aquello parecía una escena del crimen. Agobiado por no poder encontrarla, recorrió el lugar con su mirar decepcionado. Fue hasta que pudo ver, parte del mango asomándose bajo el sofá, la tomo y sin pensar en sus descalzos pies o en el frió nocturno de Londres desapareció. 

Un sonido anuncio su aparición en aquellos secos y tristes jardines, comenzó a correr hasta llegar al cuerpo, llevo la mano a la nuca de la dama, para poder así ver su rostro con mas claridad. Su corazón golpeo con fuerza al reconocer a la mujer. Su diestra sentía la calidez de aquel liquido escarlata. - Monica!!! - La llamó lo mas fuerte que pudo. No obtuvo respuesta. Comenzó a realizar las curaciones pertinentes.  Una vez termino la cargo en sus brazos y se encamino al interior de la casa, temía que Monica no resistiera una aparición en aquel estado, por lo que camino hasta la sala.

Deposito a la mujer en el sofá, acomodo su cabeza sobre uno de los almohadones y cubrió a mujer con una manta. Se mordió el labio inferior, entre pensativo y preocupado, buscando respuestas en su cabeza, como su fuera a encontrar algo mas que alguna que otra hipótesis. Volvió en si al notar la presencia de su elfo, Sunev miraba fijamente a la malfoy. - Viejo amigo.... - Susurro agotado. - Tráeme algo de beber, voy a esperar a que despierte y me cuente que paso.... - Agrego con esfuerzo y se dejo caer en un sofá individual junto al que ocupaba la pelirroja. 

 

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No sabía exactamente cuando tiempo llevaba inconsciente pero a juzgar por el cansancio acumulado tras mucho tiempo y lo maltrecho que había terminado su cuerpo, seguramente habían pasado horas desde su aparición en los jardines del castillo Burke. Estaba tan agotada que a pesar de haber recuperado parte de la consciencia en varias ocasiones, era como si estuviera presa en un lugar recóndito y minúsculo de su propia mente del que no era capaz de salir para ejercer control sobre el resto de su cuerpo y aunque percibía ciertos sonidos y luz al otro lado de sus parpados, ni siquiera era capaz de abrir los ojos antes de volver a dormirse. 

Una gruesa capa de sudor le perlaba la frente y le mantenía empapado el pelo. Aún llevaba puesta la misma túnica negra con la que había llegado y ante el cambio de hemisferio y por ende, de estación, le provocaba un calor sofocante. Alguien la había cubierto con una manta por lo que tras recuperarse, esta también le sobraba. La despertó el calor, un dolor punzante en sus muñecas y el miedo de no estar a salvo. Se incorporó súbitamente y solo la calmó el tacto inicial de la madera de la varita que aún llevaba en la mano; la había empuñado tan fuerte mientras dormía que se había clavado sus propias uñas en la palma de la mano.

Le echó un vistazo a la sala en la que se encontraba e inicialmente no supo donde era, pues nunca había estado antes en ella. De hecho no recordaba como había llegado hasta allí y al levantarse tan rápido y querer pensar demasiado pronto, se mareó levemente viéndose obligada a permanecer sentada. Solo cuando vio a Illidan recordó donde estaba y al tocarse la nuca, supuso que él la había curado y llevado hasta allí. Acarició con los dedos la tela con la que estaba tapada y supo que también había sido él quien lo había hecho. 

- Illidan... - habló con un hilo de voz tan débil que pareció romperse. Carraspeó; tenía la boca totalmente acolchada y seca-. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? - miró por la ventana y al percibir las primeras y débiles luces que precedían al amanecer quiso levantarse apresuradamente-. Dios santo, tengo... yo... ¡debería marcharme ahora mismo!

¿Qué pasaría si la habían seguido hasta allí? Él también estaría en peligro y sería por su culpa. La cabeza le daba vueltas y las fuerzas parecían solo llegarle a una parte de su cuerpo, dejando sus piernas demasiado inestables para dar un paso más allá del sofá. Se dio cuenta de que no tenía la pulsera de cuero y como acto reflejo se tocó las muñecas recordando lo que ambas le dolían por culpa de anteriores ataduras pero sin encontrar el amuleto. Se mordió el labio preocupada.

- ¿Dónde est...? - se cortó a sí misma antes de acabar de preguntar por la pulsera que por otro lado había sido el mismo Illidan quien se la había regalado quizás hacía demasiado tiempo y lo observó lo más atenta que le permitió su cabeza-. ¿Tú estás bien?

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