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El Poder del Libro de Thot.


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Museo de Louvre 

 

La situación era tensa el ser que estaba allí en la cámara parecía estar haciendo un conjuro y la verdad estaba preocupada por la razón a la que esto llevaba, no sabíamos exactamente qué iba a ser allí y esto simplemente era grave. Mi entrenamiento sólo me daba la solución que debía entrar a detenerlo y en mi bolsillo estaba la entrada  para desbloquear el hechizo que llevaba la reja, mi compañero, el hermano de mi querida Ministra me cuestionaba pero no había demasiado tiempo.

-Fui entrenada para este tipo de situaciones Monsieur, solo espero que usted me colabore para que la estrategia que tome usted me permita llevarla a acabo, usted es mi responsabilidad.

Lo mire con seriedad, sus profundos ojos azules eran como los de Ada y no podía evitar mirarlo y sumergirme en esa mirada profunda, tenían esa facultad. Pero me irritaba su actitud, él sabia perfectamente que entre nosotros no habría ninguna clase de confianza solo la cama refería que nos daba el ser compañeros en las circunstancias y que su hermana fuera mi mejor amiga, ese límite lo habíamos delimitado ambos hacía ya mucho tiempo. Me concentre en mis acciones, sabía que debía hacer en el momento para ingresar al lugar, pero debíamos hacer todo muy exacto.

- Sé como entrar solo debo hacer algo. – saque de mi bolsillo un frasco de Poción de color rojo oscuro- las puertas de este lugar son selladas con la sangre del Ministro mágico actual. Ada me lo dio para poder abrirla, pero deberé enviar un hechizo que la haga explotar justo en la puerta.

Le indique para que fuera el quien lo hiciera, para poder lograr que desde lo alto de la reja de metal se derramará la sangre de la Ministra y se abriera la puerta, pero tras ello debíamos centrar nuestras acciónes en detener al sujeto que estaba adentro de la cámara.

- Debemos detener lo que sea que esté haciendo, nuestros hechizos deben estar centrados en eso para no arriesgarnos y detenerlo…

Esperaba ser directa y clara en lo que le decía para que no se pusiera en peligro.

 @ James Fleamont Potter

 

 

Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Londres, entre House of Books y el strobilos

 

-Darla…

El susurro de su nombre hubiera podido resultar inaudible, pero no para la vampiresa, pestañeó un par de veces, insegura de si se había quedado o no dormida al final, pero sus ojos se abrieron de par en par al reaccionar.

—¿Madre? —preguntó sorprendida, poniéndose de pie, consciente de que ya no se encontraba en su cuarto, la luminosidad del lugar, era como si en medio de nubes estuviera presenciando una tormenta, pero al revés, los rayos no caían se elevaban hacia algún lugar.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó a la mujer a su lado, que le señaló las líneas brillantes frente a ellas.

-Lo ha encontrado, ha tomado la magia, está más cerca, pero no tanto, la fuente se ha abierto y…

La mujer se calló cuando la línea se cortó, como cuando alguien apaga un generador, dio un paso hacia adelante y luego se volvió hacia la Potter Black.

-Debes encontrarlo Darla, debes detenerlo, tanto poder no debe ser para una sola persona, de este mundo ni del tuyo ni del mío  ni de ninguno.

—Pero ¿cómo? No tengo idea de lo que está pasando, ¿de qué hablas madre?

-Si lo sabes Darla, ya has leído mucho sobre él y lo que busca, lo ha encontrado, ha unido las piezas del rompecabezas, pero aún le falta un detalle, no debe poder lograrlo.

Un destello atravesó el cielo en ese momento  la Potter Black lo observó asombrada, no era el cielo en realidad si ellas mismas parecían estar metidas en medio de todas aquellas nubes oníricas. Hacía tanto tiempo ya, casi siete años desde la última vez que había estado en un lugar similar.

—Esto no es un sueño ¿verdad?

-No hija, es una advertencia, encuéntralo…

Todo se volvió oscuro y los ojos de la Potter Black volvieron a abrirse pero esta vez sí en su habitación, frente a la ventana que daba a los jardines de House of Books, unidos con la magia que ella y Seba habían creado para que las puertas los llevaran a los dos lugares en que habían plantado su hogar. Un estremecimiento recorrió su espalda, miró los papeles sobre su escritorio, los que había estado estudiando toda la noche y supo que estaba equivocada, las piezas faltantes, las hojas del libro de Thot estaban todas unidas en él ahora. Su madre tenía razón, esa magia era peligrosa, demasiado, mordió su labio. Tendría que enfrentarlo y preguntarle qué sabía él de todo aquello. ¿Cómo había pasado de tener que encontrar al contacto de Papi por la droga de unicornios a enfrentarse a un desconocido por el libro de Thot? Maldito mundo mágico, pensó mientras se levantaba para cambiarse.

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Codice página 131: Al final he radicado mi persona en una tribu bastante uraña y misteriosa, los Uzza, siempre que puedo los ayudo y no solo a ellos sino a aquellos que moran mas arriba. Si...los que construyen tumulos funerarios en forma de piramides.  La verdad es que entre todos ellos causo reacciones contradictorias, miedo o  veneracion las mas comunes . Supongo que mis muestras publicas de magia han ayudado en eso. Creo que me llaman Thot, como un dios que tienen. Y la verdad es que tiene algo de sentido, pues es el Dios de la Sabiduria y digamos que he compartido conocimientos rudimentarios (desde mi punto de vista) con ellos. Y a pesar de que ha mejorado mi vida en este mundo sigo preocupado por las muestras cada vez mas evidentes de magia que se han desarrollado en este mundo desde mi llegada. Supongo que tengo una responsabilidad en eso.

Derhorm Museo del Louvre.

Derhorm tomo el libro y pudo notar el poder que emanaba de este. Y eso era lo raro..antes no habia percibido nada. Supongo que constituia en si mismo una fuente de poder, una que unia todos los mundos. Y claro...para un ser con el poder reducido, como lo era al entrar a la camara y poner la pieza faltante ....tenerlo en la mano podria no ser nada....ni siquiera percibirlo...como un pez no se preocupa por el agua que conforma el oceano en que nada. Pero ahora todo eso habia cambiado. De hecho, girandose hacia la puerta el feo rostro palido del hechicero se torno en una mueca que segun el era una sonrisa. La verdad que la imagen de anciano afable que generalmente tenia con Sean habia mutado a como realmente era. Un ser despreciable a la vista....degradado en sus formas....pero no cometer el error de juzgar el libro por la portada, sumamente poderoso.

-Bien veamos a quien tenemos aqui?? -sin mas el viejo movio la mano y la seguridad interna de la puerta acorazada remitio....comenzado a abrir la puerta lentamente.

Y aprovechando ese momento y haciendo uso de un tipo de magia rara....el mago se deshizo en el aire....como humo....traslucido...sin dejar huellas y pistas....dejando ante la vista de @ James Fleamont Potter y Marie @ Ada Camille Dumbledore  una boveda vacia. Claro solo de momento porque mientras ambos miraban sorprendidos como se habria, supongo ya tenian un plan. Derhorm se volvio a materializar a entre estos..pasando sus huesudos brazos sobre ambos y sonriendo macabramente.

-Asi que son ustedes los que vienen a salvar este mundo.

El podria admitir que estaba decepcionado, pero aun recordaba sus acciones del pasado y la leccion que aprendio de estas. Nunca subestimar a un adversario. Ademas, al menos por ahora necesitaba a Sean, asi que supongo tendrias que hacer un intercambio por el llegado el caso.

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Banco de Gringotts

La rebelión de los duendes había sido algo extraña, la seguridad se había visto vulnerada por un tiempo en Gringotts mientras ellos protestaban por lo que pasaba en el mundo mágico. Ahora que revisaba los registros podía notar la diferencia en la tinta, el estilo, las pequeñas curvas y notas al margen. Sí, nadie que no hubiese trabajado en Gringotts notaría esos detalles que, quizás se habían ido perdiendo, pero que los duendes más mayores solían conservar a la hora de llevar los registros.  Darla había convivido por años con ellos, sabía muy bien qué y dónde buscar y allí había una clara manifestación de registros alterados.

—Gracias Kokelf —dijo haciendo una inclinación hacia el duende que le había facilitado el acceso a los registros de la bóveda de Lucrezia di Medici.

—Fue un placer poder ayudar y volver a verla —Darla sonrió, ambos mantendrían el secreto, era más que obvio, ni a Gringotts le convenía que se supiera que había sido vulnerada su seguridad por un hecho que ellos mismos habían propiciado ni a ella le disgustaba la idea de que los duendes le debieran un favor.

—Esto, como les prometí, queda entre nosotros, sin registros, pero les prometo que descubriré qué pasó.

—Solo manténgalo así, si se soluciona mejor, si las maldiciones no se activan al final.

—No se preocupen Kokelf —dijo al despedirse la pelirroja y hundiendo las manos en su abrigo bajó los escalones del banco mágico, pensando en quién con exactitud tenía la capacidad de haber llegado hasta allí y haberle conseguido al mago lo que buscaba.

La pelirroja no tenía dudas que la hoja que se había “traspapelado” en Florencia y había acabado en aquella bóveda de banco había sido uno de los objetos que debían haber desaparecido. Ahora solo le quedaba una esperanza, encontrar una pista en París, porque aquí habían dejado pocas a nada. Qué lindo, viajar siempre por trabajo, resopló mientras desaparecía rumbo a House of Books a preparar las cosas.

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  • 2 semanas más tarde...

JK1

Ámsterdam – Holanda 

Las noticias más relevantes de la comunidad mágica, siempre estaban presentes sobre el escritorio de la Viceministra de Holanda. Manteniendo un contacto constante con las dependencias de Francia, Londres y Alemania, ofreciendo todo el apoyo que le permitía su puesto dentro de la cadena de mando de Países Bajos. El verse reflejada como la segunda al mando, no le restaba poder o potencial, para poner en jaque a todo aquel que deseará pasar por encima de ella o su autoridad.

— Se perpetró un ataque en Paris, Francia—anunciaba su consejero personal. ¿Qué clase de malnacido de atrevía a pasar por encima de la integridad de los habitantes de ese país?. Aquello le revolvió las tripas como si se tratará de una lavadora que lleva dentro una pesada carga de ropa sucia y maltrecha. Esos ojos azules que poseía se oscurecieron más de lo habitual, despertándose una irá descomunal que arrasaría con todo a su paso. Alargando la mano tomaba con parsimonia el cigarro recién encendido, dándole una profunda calada, expulsaba el humo recuperando un poco el control.

— ¿Qué se sabe hasta el momento?—dejando caer la colilla dentro de un cenicero, decidió acompañar ese vicio con otro que le empataba a la perfección. La oscuridad de aquel liquido amargo sin ninguna clase de saborizante artificial o natural, empapaba los labios de la Nigromante— Si me dices que tengo un serio problema con el café negro, no dudes que te arrancaré la tráquea desde la raíz—arremetió contra el caballero que le miraba por el rabillo del ojo, Si por ella fuera tendría a personas menos quejosas y más productivas, pero era el legado que dejará la matanza perpetrada por el Ministro Macnair.

— Alista mi espada del invierno, además de lo que te encomendé hace unas horas. Espero que no la hayas tocado, porque vale más que lo que tu vida sobre la balanza que sopesa la entrada de las almas al otro mundo—dándole un último trago a su café rompía la taza estrujándola en su surda. Ataviada con un traje sastre de color negro, sentía la fría empuñadura de su varita debajo de la fina tela— Cuiden el fuerte señores, aunque dudo que posean lo necesario para concretar con éxito dicha tarea—sentenció saliendo por la puerta de su oficina. Al cruzar el umbral de esta desapareció en medio de un vórtice compuesto por varios cráneos, absorbiendo la anatomía de la fémina estallaron al abrir sus deformes fauces. 

Dando un respingo apareció cerca de la Torre Eiffel, vaya alboroto que se estaba formando en un abrir y cerrar de ojos. Aquella pantalla de muggle despreocupada le pegaba a la perfección, evitando captar la atención de los ciudadanos que corrían despavoridos entre gritos y sollozos ahogados.

Editado por Juv Macnair

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Pero no habia tiempos para lamentos. Despues de casi caerme al piso del Museo me levante y mire a Ada. Ahora no lo tenia bien claro. Digamos que si sabia exactamente a donde ir. Por algo habia ido detras del fragmento del libro que se guardaba en el lugar hacia poco mas de un año, mas o menos, tal vez dos. Pero demostrarselo a Ada podria pues hacerla desconfiar de mi y con razon, pues sin duda me interesaba ese fragmento. Por lo tanto, mejor dejar la historia en que el malvado colega me traiciona y bajo ese sentimiento actuar para darle una buena paliza. Si, seria una excelente narrativa. 

-Y bien, que camino tomamos??? -le trasmiti a Ada mientras me encogia los hombros.

Pero misteriosamente no hubo respuesta a la pregunta. Mas bien una temible sensacion que me recorrio todo el espinazo (justo cuando el viejo hechicero salia de la camara acorazada). Por un instante percibi la presencia de Derhorm como si fuese un muy mal augurio. Y creo que la Ministra tambien lo pudo apreciar. Aun asi, a pesar de saber que era el estaba por mucho cambiado. Y no precisamente para bien. Mire por un instante el pasillo por donde me llegaba su malevolencia que viciaba el aire y haciendo acopio de valor y tomando la mano de @ Ada Camille Dumbledore  me encamine por el laberinto de pasillos, siguiendo la tan macabra sensacion.

-Esto no me gusta para nada. Mandaste a alguien a por el ladron???

Eso seria lo logico y tal vez lo mas preocupante. Derhorm siempre habia dado la impresion de ser bastante objetivo en sus acciones. Pero el poder de esa aura me desconcertaba. Realmente conocia yo al mago, los limites de su poder? Creia pensar que si...pero ahora temia el equivarme. Y lamentablemente mis temores eran fundados. Fue nada mas dobler la esquina para ver una escena grotesca.

-Vaya...asi que al fin llegas. Por cierto, gracias por la ayuda, sin ti hubiese sido dificil. -anuncio esa voz hueca y fria mientras mis ojos se posaban en los de Derhorm, ahora rojos u naranja fuego.- Pero sin dudas aun eres una pieza valiosa -sin mas chaqueo los dedos...y mis pies se hundieron en las losas del museo, quedando momentaneamente atrapado. -En vez de tanto hablar mejor escapas, si la matematica no me falla somos mas que tu..y realmente no estoy por la labor de ayudarte mas ahora mismo.

Mis palabras resonaron en el pasillo...mientras la varita que me habia dado Ada apuntaba al hechicero. Y no solo yo. Pues contando a Ada y su secretaria...y el chico @ James Fleamont Potter eramos cuatro. Pero ante mis palabras solo recibi una sonrisa....muy desfigurada del rostro petro de Derhorm....que mas bien daba muy mala espina.

-Venga Sean...desde cuando has dejado de amar la diversion en una buena y caotica pelea. -concluyo mientras chipeaban sus ojos y en el baculo que sostenia varias runas comenzaron a brillar.

 

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Llegar a París no era complicado, podría actuar como una simple muggle y cruzar el Canal en el tren que ellos habían creado,  cómo lo habían hecho tantas veces con Seba, pero el tiempo apremiaba. Había estudiado el plano de la ciudad, aunque no era la primera vez que iba allá, las noticias además eran cada vez más desalentadoras, el tiempo apremiaba 

--Fulgura Nox --dijo invocando el Haz de la Noche y abriendo así un portal que la llevaría directo al centro de la Ciudad Luz, esperaba que no enfrente de muggles

Su mirada castaña observó con detenimiento lo que había al otro lado y cruzó, sus cabellos flotaron junto con la larga gabardina movidas po una suave brisa y ella se apresuró a avanzar por aquel empedrado sin hacer sonido alguno con sus altas botas mientras a sus espaldas se cerraba el portal que había creado. Su diestra sostenía con firmeza su varita, llevaba varios anillos, un cinturón del cual pendía escondidos un par de armas mágicas y muggles y el bolso de piel de moke con algunos "juguetes"

Bendito París, que sepas que no eres nada romántico para mí, pensó para sí la vampireza, sintiendo la vibración del anillo detector de enemigos en su dedo, el suave calor parecía aumentar. Negó con la cabeza, consciente de que llegaba muy tarde, pero molesta y decidida a intentar hacer lo que su madre pedía. Aunque estaba en desventaja, por lo que había perdido los poderes de la O.O y porque sus conocimientos de los hechos eran pobres por mucho que había estudiado, no sabía a quién o qué se enfrentaba.

 

 

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¡En París, país de la Luz y donde como pille a Sean, lo... mutilo!

Por supuesto, nunca llegué a pensar que Xell pudiera ignorar mis órdenes y sabía que ella habría mandado el mensaje a Ada para que nos recogiera, a mí y a Matt, en París, más exactamente en el Arco de Triunfo. No se me ocurrió que ella dejara a los niños con otra persona y que también viniera a la capital francesa. Es por eso que, en el punto de encuentro, no me figuré que el mensaje de Xell podría haber llegado tarde a su destino sino que los aurores franceses llegaban tarde para encontrarse con nosotros.

-- Jole, qué frío. ¿Cómo es que hace más frío aquí que en Londres? -- pregunté a Matt, pisando el suelo con fuerza. En cuanto pudiera, me iba de compras a ese centro tan famoso, el Lafayete, creo... Decían que era muy caro y prestigioso. -- Claro, tú te paraste a ponerte ropa más calentita. ¡Demonios, me compraré una boina de esas típicas del país para cubrirme las orejas!

Me las froté con fuerza, para calentarlas; las notaba heladas.

-- ¡Malditos franchutes! ¡No tienen concepto de lo que es la puntualidad! -- ¡Cómo si yo la tuviera, pero venía de Londres, la ciudad de los servicios más puntuales del mundo! -- Paso de estar aquí más tiempo, Matt. Vamos al Ministerio de Magia a buscar directamente a Ada. Espero que Xell les expusiera la urgencia de nuestro encuentro. Le voy a decir cuatro cosas a mi sobrina sobre no hacerme caso, aunque ya no sea su colega en el mismo cargo... ¡Me debe respeto como tía! ¿A qué tú piensas igual, @ Matt Blackner ?

Tomamos un taxi. No creía que fuera prudente usar un traslador en suelo francés, por eso de que no estaba segura de si violaríamos algún decreto local. El vehículo nos dejó en la plaza Furstemberg en el distrito 6 de París, donde se encontraba la entrada al Ministerio Mágico francés. Comprobé por encima de mi hombro antes de toser un poco, para que la estatua nos dejara entrar a través de la puerta de su pedestal. Sonreí a Matt y le agarré del brazo para que entrara conmigo. Estaba segura que, si lo dejaba solo, caería en la tentación de conocer francesitas. Ya sabemos todos la fama que tienen estas "damiselas".

En el Atrio, guardamos una pequeña cola delante de una francesita muy mona que preguntaba los motivos de la visita. Cuando nos tocó, no le dejé ni acabar la frase amable con la que nos recibía.

-- Vengo a ver a la Ministra @ Ada Camille Dumbledore . Dígale que tengo noticias de @ Sean -Ojo Loco- Linmer , de Londres y dígale que...

Ya está. Aquí se acabaron mis órdenes. Un grupo de magos, seguramente aurores si entendía bien el significado de sus insignias, nos rodeaban con las varitas pegadas casi a nuestros cuerpo, sin opción de una posible reacción. Fruncí el morro en un gesto de pena:

-- ¡Vaya! Veo que ya le conocen. Hasta en París llega su fama... ¡Maldito Sean!

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En París:

Iba tan feliz que ni me acordaba que mi primo Matt casi me pilló en la casa antes de escaparme; había hablado con Babila y yo había aprovechado para escabullirse rumbo a Francia. Es algo terri le pensar en ese tiempo menor de un segundo en el que tú cuerpo desaparece en un lugar y aparece en otro. No conocía la teoría dela Aparición, pero había visto algunas desparticiones y eran muy desagradables.

Fue en lo primero que pensé cuando se suponía que aparecería delante de la Tour Eiffel, tras mi salida de Inglaterra, que había sufrido una despartición, pues llegué con dolor a un amasijo de piedras. ¿Cómo podría haberme equivocado tanto y no llegar a destino?

Muy desorientada, con dolor de cabeza y mucha tos por el humo, me pareció ver un amasijo de hierros y un sonido alarmante de fricción de material desgarrándose. Al instante, comprendí que si había llegado a destino, aunque no con el glamour que esperaba. Aquello era el mayor monumento de París a punto de derrumbarse. Olía a explosivo, como a cuerno de erumpent. En el circo de la tía Sagis teníamos varios y reconocía ese aroma agrio, ácido.

Sin pensarlo dos veces, saqué mi varita y apuntalé la base del monumento, tal como me había enseñado Amaya en mi época de novata en el Departamento de Accidentes. Después de reforzarlo, arreglé las diferentes áreas de manera que la Torre Eiffel se iba enderezando y reconstruyendo sobre sí misma. Cuando la punta afiladita quedó en su sitio, me autoaplaudí. Era una buena revertirá, seguro que @ Matt Blackner  se sentiría orgullosa de mi nivel de reparación. Ni se notaban las grietas de minutos antes.

Hasta ese momento no noté que sangraba de la cabeza. Mi varita salió volando y unas manos me sujetaron a pesar de mis protestas.

- Si ha quedado perfecta!!!

Eran aurores franceses y, por lo que decían, había violado el Estatuto del Secretismo de la Magia en mi actuación.

- Oigan, es un error. De las excusas muggles siempre se encargaban las tías Amya An y @ Sagitas .

Atada con grilletes mágicos, me llevaban a la cárcel mágica en el Ministerio mágico. ¡Adiós a mis vacaciones en Francia! Seguro que me iban a deportar.

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En París, con Sagitas (y sin saber que @ Xell Vladimir Potter Black  dejó a los niños con Babila)

 

Ya le había asegurado a Sagitas que mi moto era rápida y silenciosa. Aunqeu había estado a punto de asfixiarme gracias a Sagitas, que se agarraba con demasiada fuerza a mi. Pero al menos habíamos llegado a París con tiempo de sobra para esperar a que @ Ada Camille Dumbledore  o sus aurores hubieran recibido el aviso de Xell y se reunieran con nosotros. 

 

Había decidido encoger la moto y guardarla en mi mochila. No estaba registrada, y prefería que no me molestaran con preguntas incómodas. Con los brazos cruzados, apoyando la espalda en el Arco del Triunfo, observaba la oscuridad mientras Sagitas daba vueltas a mi alrededor, muerta de frío. Sonreí de medio lado mientras la escuchaba protestar.

- No tengo la culpa de que no te abrigaras, tu eras quien pidió 40 minutos para estar lista, y al final necesitó una hora entera. - respondí, divertido. Cosas de cazador, supongo...había viajado tanto y en tantas épocas del año diferentes, que por experiencia sabía cuando abrigarme o cuando era mejor llevar ropa ligera. - Aunque parezca una locura, en Londres tenemos más humedad. Supongo que por eso parece que hace menos frío.

 

Al menos, en aquella aventura, podíamos estar tranquilos porque Xell estaba en casa, cuidando a los niños y sirviéndonos de respaldo si necesitábamos ayuda. Aunque esperaba no necesitarla, y estar de vuelta en la Potter Black para medio día.

 

Suspiré, intranquilo. Sagitas tenía razón, aquellos franceses no tenían concepto de la puntualidad, o no habían recibido la nota....o peor, habían decidido que lo mejor era ignorar la misiva. O nos tendían una trampa. Me separé de la pared, colocándome junto a Sagitas mientras, de forma inconsciente, mi mano izquierda se situó sobre la cicatriz del costado, aquella que me gané en Egipto por culpa del asalto de los dragones, como una ligera molestia que generaba la intranquilidad.

- Claro...respeto... - murmuré. - mejor movámonos. Esto no me gusta.

 

Pasó un taxi muy conveniente, asi qeu nos montamos para ir hasta el distrito 6 de la ciudad, donde se encontraba la entrada al ministerio de los franceses. Vigilé alrededor mientras Sagitas se ocupaba de abrir la entrada, hasta que sentí que se me agarraba del brazo y la miré, ligeramente confundido con su sonrisa. Yo tan preocupado por su seguridad, y ella...en qeu pensaba? No fue hasta que escuché la voz de la joven recepcionista del atrio que me di cuenta y me sonrojé, mirando a Sagitas. En serio creía que estaba pensando en eso ahora?

 

Pero mi madre es muy mandona, aunqeu estemos en un país diferente. No tardó en comenzar a mandar. Casi lo mismo qeu tardamos en estar rodeados por aurores franceses. Gruñí, mirándoles. Podía matarlos. POdía librarme de ellos antes de que se dieran cuenta. Aunqeu no quería empeorar la situación. Por eso, alcé lentamente las manos.

- Tranquilos. Solo queremos ver a la ministra.

 

Con un poco de suerte, Xell estaba en la POtter Black. Podríamos contactar con ella si necesitábamos que alguien viniera a sacarnos de donde quisiera que nos llevaran

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