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~ House of Books ~ (MM B: 103943)


Darla G Dumbledore
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La sensación de comenzar a flotar me invadió por completo al momento de que mi acompañante se acomodaba permitiéndome estar recostado cómodamente, la vela de la mesita dejo su último destello de luz dejándonos en la oscuridad completamente, en eso momento Mica susurro su respuesta, justo antes de que nuestros labios volvieran a rosarse… nuestras lenguas formaron una danza imitando los movimientos de nuestros cuerpos.

Era como si música a nuestro alrededor guiara nuestros movimientos, el ritmo cardíaco se había aumentado e incluso fusionado con el de mi acompañante al momento que nuestros cuerpos se aproximaban a un ritmo coordinado, mis manos comenzaban a recorrer delicadamente su cuerpo…

Podía percibir como la atracción de los cuerpos se volvía cada vez más intensa, para entonces las caricias parecían insuficientes para lo que ambos sentían, la tome por la cintura sintiendo como su espalda formaba un arco haciendo que nuestras caderas parecieran fusionarse, en esos momentos nuestros cuerpos se vieron envueltos por completo en una especie de humo.

Nuestra desaparición había sido oportuna y exitosa, en unos instantes estos reaparecerían en una habitación donde podrían dejar fluir con libertad sus fantasías y deseos, aquella noche marcaría un antes y un después para la relación que tenían el uno con el otro…

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  • 1 mes más tarde...

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Era hora de descubrir nuevas cosas y una de ellas era el local que le había ofrecido Darla para que se quedara, tenía habitaciones de huéspedes, según le había dicho y sus elfos la atenderían mientras ella permaneciera en Londres. Tess no estaba acostumbrada a manejarse con elfos, de hecho, aunque en su familia antes de ser vampiro los había, siempre le había gustado ser más independiente de lo que tener un elfo le permitía.

Cuando llegó al lugar en el Callejón Diagon donde estaba la librería de la Potter Black se detuvo asombrada. El edificio de piedra era alto, se podía observar un imponente frente de piedras con el cartel negro en letras doradas con el nombre de “House of Books”. Había ventanales que permitían observar los estantes con libros en su interior. Daba la sensación de un hogar más que un local, aunque sabía que había sido el hogar de la pelirroja y su prometido.

Apenas traspasó las puertas de vidrio una campanilla sonó y pudo observar tres imponentes muros repletos de estanterías con libros mágicos y muggles, catalogados según temática y estilo. Desde allí mismo podía observar el segundo nivel, donde se veían maceteros, sillones y mesas.  Esa debía ser la cafetería que Darla había dicho era atendida por Leto, el más joven de los elfos varones.

La rubia se detuvo unos segundos, notando la mirada de uno de los elfos sobre ella y detrás de él, en la pared libre del fondo tras el mostrador de atención un gran retrato de un mago de cabellos oscuros y ojos azules. Tess no había conocido personalmente a Seba Granger pero reconoció su rostro en el retrato por las descripciones de su amiga Kim.

—Bienvenida —la voz de una elfina llamó la atención de la joven belga y sonrió algo nerviosa —¿en qué puedo ayudarla? —preguntó la elfina.

—Hola, gracias, soy Tess, Tessa Brower, creo que tu ama avisó que vendría, tú debes ser Lualú ¿verdad? —la Potter Black le había hablado de sus elfos y sabía que los de su prometido no habían regresado. La elfina asintió e hizo una reverencia muy formal.

—Oh, bienvenida, sí, sí, Lualú, Lualú estará encantada en servirla —agregó la pequeña buscando el equipaje de la bruja.

—Muchas gracias Lualú, por ahora voy a ir conociendo el lugar, luego mmm… aún no sé si vendré a trabajar unos días acá, en las oficinas o si me quedaré en el cuarto de huésped, aún no decido dónde viviré —aclaró la rubia que se debatía entre alquilar un departamento, quedarse en el castillo Dumbledore como le había ofrecido Darla, o vivir en el cuarto de huésped del local, lo que era la opción que parecía más lógica de momento.

—Lualú estará por aquí si la necesita, avisará a Tommy y Leto de la presencia de la ama Brower —respondió la elfina, sacándole una leve sonrisa a la vampiresa.

Sólo llámenme Tess por favor, no estoy acostumbrada a manejarme con elfos como sirvientes —aclaró, haciendo sonrojar a la elfina quien hizo una nueva reverencia y se retiró.

Tess quedó sola y comenzó a recorrer la primer planta del local, era más enorme y lleno de vida de lo que podía esperarse viéndolo desde afuera y el aroma de los pergaminos y la tinta, se mezclaba con los del buen café que venía del piso superior. Una verdadera delicia para los sentidos.

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Normalmente no paseaba por allí. O tal vez, había pasado mucho tiempo desde la última vez que simplemente había paseado por el callejón. Pero la mañana en el ministerio había sido de todo menos divertida, y en lugar de volver a casa, había decidido dar una vuelta sin rumbo fijo por Diagon. Esa era la idea, hasta que me fijé en un edificio de piedra que destacaba por su tamaño y por el material en que estaba construido. Ladeé ligeramente la cabeza, leyendo el cartel.

- House of books...

 

Hacía calor, y aquel cartel de pronto encendió una idea en mi cabeza. Asi que abrí la puerta, agradeciendo el fresco del interior. En seguida, me fijé en las paredes repletas de libros. Si aquel edificio tenía varias plantas, probablemente los libros llegarían hasta las plantas superiores. Metí las manos en los bolsillos y me acerqué a las estanterías, buscando, aunque sin saber muy bien qué buscaba.

 

En realidad me sentía un poco perdido. Entendía de otro tipo de libros, que probablemente allí no tenían. Lo que yo buscaba, más bien, era precisamente aquello que se movía fuera de mi terreno. Me moví entre las estanterías, murmurando títulos aquí y allá, ladeando ligeramente la cabeza tratando de imaginar el contenido de cada libro e imaginando si aquello era lo que estaba buscando. 

 

Los elfos iban y venían, atareados con sus obligaciones en la librería, cuando me llegó el olor a café. Definitivamente, aquel sitio no estaba nada mal.

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Tess continuaba su recorrido por entre las estanterías cuando la campanilla del local sonó una vez más. Espió por entre un par de libros hacia el lugar del cual había provenido el sonido, distinguiendo a un alto mago  pelirrojo de cabellos algo despeinados y condición atlética.

Era curioso, pensó la rubia, el mago le recordaba los rasgos de la Potter Black. Levantó una ceja, la pelirroja tenía ese mismo tono, pero no era anormal en los ingleses e incluso Scarlet tenía ese tono. Tess suponía que siempre le había causado un poco de asombro ese aspecto en los magos que no fueran de su patria. Sacudió la cabeza y volvió a prestar atención al libro que tenía en su mano.

“Tratado de demonología para iniciados”. Ella no era una iniciada, pero sospechaba que el mago que la había secuestrado en el pasado si tenía que ver con ellos, por lo cual quería aprender sobre ellos. Igualmente, Darla le había enseñado el poder de las oscurus y entre sus conocimientos estaba el de las sombras y el Daimōn, que ella deseaba poder dominar con fluidez a partir de ahora.

La rubia tomó el libro y pensó en dirigirse hacia el mostrador pero en ese momento el aroma del café recién hecho fue como que la llamara. Se detuvo y recordó lo que le había dicho Darla sobre el local: puedes ojear tus libros mientras tomas un delicioso té o café en el nivel superior. Eso sabía que lo había tomado de unas tiendas muggles en su patria de crianza. Cosas que no había visto Tess en su patria, pero que debía admitir le agradaba el estilo que le había puesto la bruja y su prometido al lugar.

 Se detuvo de pronto, observando una vez más al mago que recorría, al igual que lo había hecho ella las estanterías con libros. La curiosidad le ganaba por momentos.

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"Criaturas marinas....Profundidades....Venenos..."

 

No negaba que podrían ser libros interesantes, pero desde luego aquello no era lo que estaba buscando. Suspiré, pasándome una mano por la cara, dándome un pequeño momento de respiro. En esos momentos lamentaba no tener ni idea. Pero seguro qeu en aquella librería tenían algo sobre n...

 

Giré distraido, ojeando los libros en los estantes, por si un barrido rápido me orientaba, aun con el olor a café, como si me llamara. Parecía venir de la planta superior y con un poco de suerte, me despejaría las ideas antes de seguir buscando. Fue aquel giro, en el que tampoco esperaba cruzarme con nadie por el silencio del lugar, que casi choqué de bruces con una joven de pelo rubio que sostenía un libro en las manos.

- Lo...lo siento. - dije, notando que me sonrojaba. - Es...yo...

 

Cerré los ojos un segundo. 

- Prestaba más atención a los libros que por donde iba. - me disculpé, aunque algo torpe. - Si quieres aprender sobre demonios, mejor tratar con ellos que leer libros. Aunque no siempre es agradable. - señalé el libro que sostenía en las manos - Mejor echarle primero un vistazo a ese libro. Por cierto, soy Matt. 

Editado por Matt Blackner

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Se sorprendió cuando el mago giró y evitaron por un pelito el estrellarse uno contra el otro. Sonrió más divertida por el gran sonrojo que preocupada por el incidente. Negó con la cabeza, ella había estado tonteando viendo lo que los libros tenían para ofrecer y dejándose tentar por el aroma del piso superior que era casi una invitación.

–Tranquilo, no pasa nada –en verdad se sentía culpable ella porque se había acercado pensando en las brujas de su pasado o mejor dicho presente, o como fuere. 

Observó al mago cerrar los ojos y empezó a preguntar –¿te hice daño? –pero él la sorprendió con el comentario sobre el libro, bajó la mirada y vio el título.

–Bueno, creo que para tratar es mejor primero conocer algo de ellos –sonrió de nuevo e inclinó la cabeza para luego enderezarla acomodando un mechón tras su oreja –Matt, hola, soy Tess y gracias por el consejo mmm… ¿has tratado con demonios antes? –preguntó observándolo con curiosidad. 

Ella no tenía más experiencia que la que le había transmitido Darla cuando aceptó entrenar a algunas de las brujas del clan Akane en lugar de Scarlet. Pero la bruja tenía una ventaja y es que había sido educada bajo los conocimientos del necronomicon en poder de la Orden Oscura.

Creo que todo lo que pudiera aprender de ellos me vendría bien, si tienes tiempo, no sé u otro día –no tenía idea de por qué invitaba al hombre a que le hablara de demonios pero podía sentir su esencia y no era algo que hiciera pensar en peligro. 

 

 

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- No, no, estoy bien, tranquila. - contesté, en realidad había sido más el sobresalto por la distracción entre tanto libro, que el hecho de sufrir algún daño por el casi encontronazo.

Tess, como dijo que se llamaba, parecía divertida con la situación. Parecía interesada en conocer los demonios, pero no estaba seguro de que fuera correcto preguntarle si era por trabajo, curiosidad, o algo más personal.

 

- Bueno, al menos eso es más inteligente que lanzarse de cabeza hacia el peligro. - dije. - Si....si, podría decirse que he tratado con ellos. 

Si por tratar, queríamos decir que les había dado caza desde que tenía uso de razón.

 

- Tengo tiempo. Y arriba huele a café. Una taza, y trataré de explicarte lo qeu pueda de ellos. Si no te importa escuchar alguna que otra historia por el camino. - propuse, con una ligera sonrisa. - Aunque yo también necesito un poco de ayuda con...con lo que estaba buscando.

Agaché un poco la cabeza, azorado, echando un rápido vistazo alrededor, como si lo que estaba a decir fuese un secreto o algo tremendo que nadie más pudiera escuchar. Pero sabía de muchas cosas, y aquello me daba un poco de corte.

- Sabes si aquí hay libros para niños? - pregunté. En realidad había entrado para eso, con la idea de buscar algún libro de cuentos o simplemente, para niños.  - Es que no tengo ni idea y no creo que "El compendio de las criaturas más venenosas de Oriente" sea adecuado.

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Al menos no le había hecho daño, parecía que solo había sido el susto, claro que eso no era cien por ciento amable, pero no se lo diría, seguro que los nervios, bastante evidentes, eran los que lo habían hecho actuar de manera tan divertidamente extraña. Lo miró con curiosidad y casi se hubiera sonrojado cuando dijo que era más inteligente leer que lanzarse de cabeza sobre los demonios. En realidad es casi lo que le iba a pasar si no aprendía de ellos antes de invocarlos para su uso y… ¿qué había dicho?

—¿Has tratado? —comenzó a murmurar pero él ya decía que tenía tiempo y la rubia sintió como su sonrisa se ampliaba —¿en serio? Claro, me encantará un café y anécdotas demoníacas, claro que me importa, más bien me interesan —lo miró con curiosidad, preguntándose qué tan secreta sería su misión que parecía mirar para todos lados antes de comentar sobre qué necesitaba ayuda.

Pero esta vez no pudo contener una risa divertida, ante la explicación de en qué necesitaba ayuda el joven de los cabellos rojos. Bueno, no parecía tanto mayor que ella ¿o sí? Y en ese momento sí sintió que podía sonrojarse en serio, dejó de reírse y se disculpó.

—Disculpa Matt, ehmm… libros para niños dices pues sí, he visto allá a la derecha un par de ejemplares ilustrados y no de los Cuentos de Beedle el Bardo y otros tomos de cuentos mágicos y muggles, pero claro, todo depende de la edad del pequeño —se rascó la barbilla pensativa antes de agregar —no estoy muy segura de que el cuento del corazón peludo sea para muy pequeños en realidad mmm… pero claro, eso depende de los padres y —intento no volver a reír —no, el compendio de las criaturas más venenosas no es por el momento el más adecuado, quizás en la universidad —río, no lo pudo evitar y colocando delicadamente la mano sobre el brazo de él se inclinó con un dejo de timidez y diversión

—Ven Matt, tomemos un café, cuéntame de los demonios y luego me dices la edad de la pequeña criatura y te ayudo a elegir un libro adecuado para ella, verás que todos saldremos felices de esta búsqueda —comentó la rubia, que recordaba haber ayudado a Kimberly en el pasado los libros para su sobrina, ahora algo más crecida ya.  

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  • 1 mes más tarde...

Un tramo de escaleras y un par de cafés en una mesa, situada en un rinconcito del segundo piso de la librería nos separaba. Sujeté la taza humeante con ambas manos, notando el calor intenso. Al otro lado de la mesa, Tess aun parecía sorprendida. No podía decir nada al respecto, a fin de cuentas no era normal cruzarse con alguien que tratara con demonios, y menos, que los cazara.

- Como te decía, ese demonio era incapaz de pasar a nuestro plano por si mismo. Necesitaba utilizar un recipiente, asi que se aprovechó de un chico que no tenía demasiadas luces en la cabeza. Tuve que atarlo a la cama, subirme sobre él, y utilizar un espejo para sacarlo. Creo que cuando volvió en si no le hizo demasiada gracia tenerme encima. - terminé, riendo, al recordar la cara de espanto del chico.

 

Me eché hacia atrás en el asiento, aun con la mano en la taza. Habíamos hecho un trato, yo le aconsejaba sobre demonios, y ella intentaba ayudarme a encontrar algo adecuado para niños.

- Pero no creo que esa historia te interese demasiado, a no ser que quieras matar demonios. Espero que no quieras matar demonios, y si quisieras, que buscaras a la persona adecuada. - le advertí, alzando una ceja. - asi que dime, que quieres, o qué necesitas saber? - pregunté.

 

- Por los padres del pequeñajo no te preocupes, creo que los conozco bastante bien. - bromeé - Mi hija tiene dos años, y le gusta que le cuenten historias antes de dormir, pero hablarle de demonios o criaturas nocturnas no me parece la mejor de las formas de hacer que se duerma, al menos, no si quiero dormir por las noches. Y no soy precisamente el mayor conocedor de cuentos para niños, asi qeu necesitaría algo de ayuda con algún libro de cuentos. O para niños.

 

 

@ Darla Potter Black

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  • 1 mes más tarde...

Octubre 06, Chateau Dumbledore.

La noche caía en el castillo Dumbledore, una de las matriarcas se había estado preparando durante todo el día para llevar a cabo una ceremonia. Cuando la medianoche llegó la bruja desapareció de sus habitaciones para aparecerse en el bosque lindero al que era su segundo hogar. Había preparado todo para llevar adelante aquella idea que le rondaba hacía meses. Solo había buscado la ayuda de un experto en magia oscura. 

Ella había tomado cursos de artes oscuras y maldiciones pero aquel mago había sido el indicado para enseñarle los rituales que podían faltarle. Había sido algo no tan sencillo convencerle, después de todo, las historias que les unía no los hacía los más confiables, pero estuvieron dispuestos a 

La joven pelirroja se detuvo unos segundos frente a la tumba. Llevaba una túnica negra negra, que apenas era visible por bajo la capa aún más oscura si eso era posible. Con cuidado la bruja se arrodilló y comenzó a dibujar runas en la tierra mientras pronunciaba un antiguo hechizo que había aprendido en los libros a qué le había dado acceso el arcano de nigromancia cuando había cursado con él. 

Tras varios minutos sacó de entre sus ropas un recipiente similar a una placa Petri y con su varita recogió unas cuantas muestras de la tierra en la que había grabado las runas, guardandola en su interior y sellándola con magia la volvió a guardar entre sus ropas.

Orchideus –susurró haciendo aparecer una corona de flores blancas que contrastaban con las flores rojas del árbol bajo el cual estaba la tumba que visitaba.

–Nos vemos pronto amor –saludó segundos antes de desaparecer con un suave crack en medio de la noche, dejando la corona de flores sobre la tumba de su amado Seba Granger.

House of Books

La bruja había aparecido esta vez en el espacio de jardín que existía entre el invernadero y el establo, en los terrenos que habían anexado mágicamente a su local y a los cuales se llegaba a través de las puertas mágicas que había en él. Eso siempre y cuando fueran algunas de las personas a las que la bruja le había confiado la forma correcta de manipular las puertas para no terminar en un bucle entre el callejón diagón y el local.

Caminó despacio hacia la parte del jardín más cercana al bosque y una vez estuvo segura miró al cielo, las estrellas parecían querer iluminar una noche sin luna. Aunque a ella no le resultaba necesaria ninguna luz para poder ver en la oscuridad. Darla tomó su varita y en primer lugar con un movimiento de ella cambió su atuendo por la túnica Keatan Malkuth y luego comenzó a dibujar en el suelo un círculo dentro del cual había cinco puntos en los que fue dejando diversos objetos: el recipiente con tierra de la tumba que había visitado en la Dumbledore, un frasco con una brillante nube plateada que contenía los recuerdos más importantes a los que la Potter Black iba a renunciar; un pergamino con el hechizo escrito en runas antiguas que era el que esperaba terminaría activando los poderes a los que estaba invocando; su anillo de compromiso puesto provisoriamente en una cajita de cristal sobre una pequeña almohadilla de terciopelo azul y finalmente un vial con su sangre.

Darla se sentó en el centro de aquel círculo, lo primero que hizo fue sacar un frasco de entre sus ropas conteniendo el agua de la fuente de la buena fortuna, echando la gota restante sobre sus labios, ya había utilizado las dos gotas en la bebida de su amigo el día anterior. Con cuidado guardó el frasco nuevamente en su bolso de piel de moke. Por unos segundos solo se mantuvo en silencio, con los ojos cerrados, en la posición de loto y finalmente comenzó a recitar en rumano y latín las palabras del hechizo que había en el pergamino, cuyas runas comenzaron a brillar. Sus habilidades nigrománticas y de artes oscuras estaban volcadas en aquel pergamino, el grimorio de Slytherin le había permitido estar segura de cuál de los hechizos utilizar, juntamente con parte de los conocimientos de transformaciones que había obtenido en el grimorio de Gryffindor, pociones que había obtenido del grimorio de Huffelpuff, no podía negar que los escritos sobre las propiedades de las maderas de las varitas del grimorio de Ilvermorny le habían ayudado, el de Ravenclaw sólo le había servido para poder determinar el mejor ángulo arquitectónico para hacer confluír las fuerzas que estaba convocando.

Mientras Darla había estado preparando aquella ceremonia había utilizado la poción agudizadora de ingenios y logrado tener la certeza que sus habilidades y conocimientos sumados, le darían un resultado mágico más efectivo si utilizaba como lo había hecho las gotas de la fuente de la buena fortuna, más efectiva que el felix felicis. Renunciar a un recuerdo similar a lo que buscaba ahora era una de las decisiones que supo que debía sin dudar. El águila de la sabiduría le había aconsejado utilizar el medallón para avisar peligro, además del falsoscopio, para protegerse en esa noche, pero era ridículo, ya que dudaba que nadie fuera a acudir al local a interrumpir su ceremonia.

La Potter Black no supo cuánto tiempo estuvo hasta que del frasco del recuerdo, del vial con tierra y de su sangre comenzaron a elevarse los tres elementos hasta juntarse por sobre su cabeza, el anillo brillaba casi tanto como las letras del pergamino. En ese momento la bruja sacó el mantel de la faltriquera y desparramó sobre él las runas antiguas invocando una vez más las fuerzas de la oscuridad y la noche.

Cuando el flujo de los tres elementos se convirtió en una cascada que iba y venía mezclando el recuerdo, con su sangre y la tierra de la tumba la pelirroja se quitó el relicario tú y yo del cuello y lo puso frente a ella, sobre las runas. En ese momento el tiempo pareció detenerse, cada partícula era visible con sus luces y oscuridad, la mirada castaña de la bruja se elevó suavemente y frente a ella, del otro lado del mantel de las runas un hombre en cuclillas la miraba con una sonrisa cálida.

Hola —susurró la vampiresa con una expresión de niña tonta enamorada reflejada en su rostro.

Hola, sabes que esto es peligroso ¿no? —un estremecimiento recorrió su cuerpo al escuchar la voz tanto tiempo anhelada y atinó a solo asentir en silencio mientras él levantaba la vista hacia la cúpula que habían conformado la tierra, la sangre y el recuerdo sobre ellos dos —esto nos dará un tiempo pero no sé si te sea suficiente, sabes que siempre querrás un poco más —Darla sonrió mientras extendía su mano.

Lo sé… ojalá el aresto momentum sirviera para esto también —él sonrió negando y tomando su mano, cosa que parecía que hubiera sido imposible si ella no hubiera entregado tanto de sí misma a cambio de ello.

—Sabes que los duelos no son mi fuerte —dijo él.

—Lo sé… caminemos… —pero él negó y la miró a los ojos.

—No podemos salir de esta cúpula, solo tenemos podemos estar aquí, hasta que el recuerdo se consuma —Darla mordió su labio y tras un suspiro respondió con voz queda.

—Es un recuerdo de algo más de un par de noches, creo que nos dará tiempo… aunque yo siempre querré másambos rieron y se sentaron uno junto al otro, tomados de la mano. Tenían lo que las magia les diera por esa noche. Darla sonreía, era mucho menos efímero como con el anillo de la resurrección aunque sabía que era casi tan vívido como su primera vez en nigromancia. Esa noche era de ellos dos al fin, tras mucho tiempo, por esta vez él no necesitaba que ella le contara que había sido de su vida, sabían que el tiempo era oro y era muy escaso, debían aprovecharlo, para sí. Aunque lo que él no sabía es que Darla estaba dispuesta a dar algo más que su cordura, estaba dispuesta a dar su vida por cada vez.

 

 

 

 

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