Jump to content

Prueba de Legilimacia — Darla Potter Black


Rosália Pereira
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Una nueva alumna estaba destinada a poder enfrentarse ante la prueba de Legilimancia para poder vincularse a la habilidad. Pero para eso, primero debía realizar algunas cuantas misiones más para llegar a la pirámide. Eran obstá-cu-l0s que debería sortear para llegar hasta el portal. Había convocado a Darla Potter Black a orillas del lago, como todos los alumnos que había tenido hasta el momento. Aunque cada prueba era diferente para cada pupilo, porque cada persona era diferente. En el momento que llegara, ya debería sortear una barrera, siendo cuatro en total.

¿Estas lista? —preguntó de nuevo Rosalia Pereira, indicándole que era el momento, completamente suyo—. Podré acompañarte hasta dentro de la pirámide. Si necesitas ayuda o no recuerdas algo, podré estar a tu lado. Pero cuando llegues, te enfrentarás a la prueba sola. ¿Entiendes eso? Ya no hay vuelta atrás —advirtió la Arcana, disipándose entre medio de una neblina escarlata. Rosália Pereira estaría en todos y cada uno de las barreras, observándola que representara lo que ella sabía que podía hacer.

 

UNO
Pasado. No era de extrañarse que los legilimantes pudieran leer la mente a los fantasmas, siendo que éstos eran simples huellas de los recuerdos de las personas. Había depositado un fantasma en cada zona, en ésta en especial era al borde del lago, una pequeña bruja que había muerto en aquellas aguas profundas. Lo que Darla debería fijarse era en descubrir de dónde provenía aquella niña. Siempre nuestras historias y las bases de nuestras familias representaban balsas que nos ayudaban a navegar algunas superficies. En ése caso le serviría a la alumna para pasar del borde a la isla en aquella barca.

DOS
Presente. una vez dentro encontraría a un adolescente. Era el fantasma de un alumno del último año de Hogwarts que se había atrevido a querer entrar en la pirámide, subestimando el poder de aquel territorio de los Arcanos. Éstos se lo habían advertido y aún así, no los había escuchado. Su fastasma ahora se había quedado estancando en la puerta que se encontraba en aquellos altos setos que bordeaban a la isla, impenetrables. Pero el muchacho sabía donde estaba la llave, porque lo había descubierto una vez muerto. Pero no podía hacer nada como fantasma ya. Eso le daría paso a la alumna.

TRES
Futuro. Un laberinto indescriptible, solamente para las personas que estaban aptas para atravesarlo. La vida representaba aquel obstácu.lo el cual ése señor mayor jamás había llegado a descubrir. Las personas siempre tenían objetivos y metas, luego de descubrir quiénes eran y por qué estaban allí. Pero ése fantasma perdido en su cabeza no había logrado llegar a la pirámide. Y ahora vagaba allí como tantas criaturas que podría llegar a encontrarse con Darla si no las evitaba. Pero el fantasma conocía el camino, lo había incursionado miles de veces en aquella vida como difunto. Eso la llevaría ante las puertas.

CUATRO
Darla. Se vería como su mismo reflejo. Las puertas actuarían como espejos que mostraban a su misma imágen. ¿Que necesitaba para abrirlas? Darla Potter Black lo descubriría ella misma. Ella era la llave para entrar a la Sala Circular. Rosália Pereira la esperaría del otro lado.

 

_____________________________

Off.- Alumna @ Darla Potter Black . Puede hacer todas éstas barreras en un solo post, o de a dos barrera. O un post por barrera. Solo necesito que me avise, asi estoy al pendiente del rol y puedo hacerle puente. Una vez dentro de la pirámide, tambien le voy a pedir que me diga cuántos post necesita hacer para continuar haciéndole puente. Gracias.

YrPEYwy.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 1 mes más tarde...

La última vez que había estado allí no había sido sola, la habían convocado junto al lago que lleva a la pirámide junto a Aaron, con quien había atravesado el conocimiento de la habilidad de nigromancia y junto a quien había iniciado unas pruebas que los habían conducido por caminos más que inesperados. Ahora una vez más estaba sola. Observó la pirámide a lo lejos, solo había llevado su varita, a sabiendas que debería entregarla y el anillo que le permitía caminar bajo el sol. Por otra parte, sus ropas eran sencillas, jeans, un suéter de lana color gris, unas botas altas estilo borcegos y su cabello rojo como el fuego recogido en una coleta de la cual los rizos caían en cascada sobre su nuca y espalda.

Observó a Rosália y sonrió, mientras asentía ante su pregunta.

—Estoy lista y lo sé, espero no necesitar ayuda, sé que puedo estar a la altura y espero poder demostrarlo sin defraudarla —Darla hizo una inclinación justo antes de ver desvanecerse en la neblina a la arcana. Había llegado la hora de la verdad.

UNO

Decir que al acercarse al lago no encontrar las barcas ni pilotes la habían sorprendido sería quedarse cortos. Pero si la había sorprendido eso, más lo hizo al notar la presencia de una pequeña de cabellos rubios, mojados, rizos desarmados por el agua según se podía notar. El vestido era algo antiguo, con volados y enaguas, además de un delantal sobre su falda y pechera. Las botinetas tenían los cordones desatados, y las medias lucían algo embarradas. Las ropas, blancas y celestes en algún momento tenían no solo rastros de barros sino también de ¿algas?

—¿Qué sucede pequeña? —preguntó Darla al acercarse notando que la niña sollozaba sentada sobre la roca junto al muelle.

La joven giró y la impactó su palidez, sus ojos azules tan claros que eran casi transparentes… como ella… Darla había pensado en un primer momento que la pequeña sollozaba por haber arruinado las ropas al caer al lago, seguramente si no tenía varita no podía hacer magia y si tenía edad para llevarla podía haberla perdido en el lago al caer, pero no. Para sorpresa de la Potter Black la niña sollozante junto al lago era un fantasma.

La pelirroja permanecía en cuclillas frente a la pequeña.

—Se me ha perdido —susurró ella y comenzó a llorar una vez más sin darle tiempo a preguntarle a qué se refería.

Darla extendió la mano y bueno, pasó lo que debía pasar, no pudo consolar a la niña porque su mano siguió de largo por su hombro. Sin saber por qué exactamente la bruja extendió suavemente su mente hacia la de la jovencita, para su sorpresa si pudo obtener información de ella.  Dámaris era su nombre, poco común en realidad, pero la joven había llegado junto a sus padres, un comerciante griego y una bruja española que se dedicaba al cuidado de sus tres hijos de las cuales Dámaris era la menor y la única niña.

—Dámaris, debes calmarte, todo va a estar bien, yo te ayudare a buscar —le susurró Darla, aunque aún no había visto lo que la pequeña había perdido, aunque quizás si curioseaba un poco más en su mente lo descubriría, después de todo,

La siguiente escena que vio fue a la  niña jugando con uno de los más caros productos que comerciaba su padre, único e irrepetible según decían. Algunos le llamaban el psicopompo, otros el Caronte, pero la apariencia del objeto era lo que atraía a la pequeña y por lo que todas las veces había sido retada por ello, aludiendo que era peligroso ese juego.

Darla se centró con más certeza en el recuerdo del psicopompo, sobre todo por la historia que sabía sobre ellos y lo que había leído en el libro de nigromancia que había tenido al cursar la habilidad. Y porque además, conocía muy bien la teórica leyenda de Caronte. Así fue como descubrió aquella figura y entendió un poco por qué le atraía a la niña, con sus velas negra y marrones, sus formas tan bonitas, era como una balsa y podía notar que para su tamaño parecía ideal.

—¿Has perdido la barca de Caronte? —preguntó Darla con curiosidad y asombro y la niña asintió y señaló hacia el borde del lago —ven —dijo Darla extendiéndole la mano, sin saber si ahora, concentrada como estaba, y dispuesta a dejar una paga por ello, la niña se volvería lo suficientemente corpórea para poder tomar de la mano —yo te ayudaré a buscar —para su alegría, la pequeña tuvo un brillo de esperanza en la mirada y poniéndose de pie, aún seria, extendió la mano hacia ella y caminaron tomadas de las manos, buscando entre los arbustos y juncos de la orilla.

Darla había visto en la mente de la niña donde había estado jugando con la barca y como al escuchar que la buscaban, se había asustado, porque le tenían prohibido andar en el lago y menos con el psicopompo, y allí había sido donde había resbalado, enredándose su vestido en viejas ramas sumergidas y arrastrándola con el peso de la nave hasta el fondo del lago de donde no había podido escapar. Finalmente Darla pudo encontrar en el lugar del ahogamiento la barca de Caronte, semi enterrada entre algas y raíces a un metro del borde del lago. Cuando la sacó para su sorpresa tenía el tamaño para llevar a una niña al otro lado, lo que ella podía necesitar. Si tan solo utilizaba la metamorfomagia.

—¿Qué dices Dámaris? ¿Me ayudas tú a llegar al otro lado del lago ahora con tu barca?

—Pero tú no entras —dijo la niña observándola de arriba abajo y Darla levantó una mano, guiñándole un ojo.

—Observa —utilizando la metamorfomagia la pelirroja adoptó la forma de su cuerpo cuando tenía ocho años —¿y ahora? —la pequeña aplaudía feliz y ambas subieron al bote, navegando con los vientos de la fortuna hasta el otro lado, charlando sobre su aventura. Al llegar Darla bajó a tierra y tendió una moneda de oro a la pequeña, depositándola en la embarcación —para tu pago Dámaris —la sonrisa de la jovencita era un sol, y ahora ya no lucía demacrada ni sucia como cuando la había encontrado.

—Eres un sol Darla, que encuentres lo que necesitas —dijo la muchacha mientras se alejaba en su embarcación desvaneciéndose en la neblina matinal, dejando a una Darla ya adulta nuevamente en la isla de la pirámide.

DOS

Darla no recordaba que los setos de la isla tenían altas formas y llamativas figuras, generalmente recorría el camino que llevaba hacia el área más despejada. Pero bueno, es lo que había. Dicen que a caballo regalado no se le miran los dientes, y haber conseguido recuperar la auténtica barca de Caronte y que esta la llevara tan solo a la otra orilla del lago y no al mundo de los muertos era todo un logro fenomenal.

Comenzó a caminar buscando un lugar en donde atravesar hacia el otro lado, solo esperaba no tener que recorrer todo el perímetro de la isla hasta encontrar el lugar de ingreso, después de todo, en lugar de ir hacia la derecha, lo estaba haciendo hacia la izquierda. Cosa rara en realidad, pero si instinto la llevaba hacia allí, como un cosquilleo, una sensación de una respuesta cercana, como si algo o alguien le dijera aquí estoy. ¿Qué tonterías no? Pensaba la pelirroja diciéndose a sí misma si no estaría alucinando hasta que lo encontró… los encontró.

Sí, un par de metros delante de ella había dos cosas, en primer lugar un puerta de madera cubierta de pequeñas ramas llenas de flores a punto de explotar con una gruesa cerradura de metal. Y lo otro… perdón, no, el otro… un nuevo fantasma, esta vez de un adolescente que no debía tener más de dieciséis o diecisiete años. Estaba enfurruñado y enojado sentado justo al otro lado de la puerta, con las piernas dobladas y abrazándolas entre sus brazos, con expresión de enojado con la vida… como todo adolescente, creyó Darla.

—¿Hola? —no obtuvo respuesta —hola —esta vez la miraron y luego solo la ignoraron, Darla suspiró —mi nombre es Darla, ¿me puedes ayudar?  —esperaba algo de amabilidad pero…

—No —fue toda la respuesta que obtuvo del muchacho que seguía enfurruñado pero al menos al hacer su movimiento notó el escudo de Slytherin en su uniforme, ¿qué hacía allí un estudiante de Hogwarts?

—Es que necesito pasar, por favor —pero la respuesta siguió siendo el silencio.

Esta vez su intromisión sería más profunda, o mejor dicho, más brusca y contra la voluntad del joven, porque era obvio que al contrario de la niña, él no es que no se sintiera con ánimos para         ayudar, sino que él no quería colaborar.

Lo primero que obtuvo Darla fue su nombre, Kevin Bartown, lo siguiente fue su carácter petulante, el desafío con los compañeros de que él sí podría llegar a la pirámide. Las advertencias de todos, la visita del arcano de videncia diciéndole que nada bueno le auguraba si insistían en sus caprichos. Nada, le habían advertido mil veces, y así pagaba su petulancia. Con largavistas, telescopios y un poco de magia robada a sus compañeros de clase, el muchacho había logrado dar con la puerta, la había pensado más fácil de atravesar. Pero se había equivocado.

—Bien Kevin, veo que estamos en el mismo dilema ¿lo pudiste resolver? —está vez la respuesta fue un insulto, un viento frío que la rodeo pero que a ella no le hizo ni mella y que le diera la espalda aún más molesto.

Esta vez la incursión en su mente fue más violenta, le dolió ver cómo el muchacho terminaba muerto al peor estilo de Cedric Diggory y se asombró al notar su insistencia en dar con la llave del lugar. Fueron días, semanas, meses, casi un año hasta que al fin encontró el lugar en donde guardaban la llave y el hechizo que se debía pronunciar al girar la misma. Qué lugar extraño se dijo Darla, el lugar en que habían dejado la llave y el hechizo, pero sobre todo el que en esa parte de la isla existiera esa puerta de ingreso.

—Gracias igual Kevin —susurró Darla mientras se alejaba de él, y recorría los cincuenta metros hasta el árbol de las flores naranjas, poco común en realidad, ni sabía pronunciar su nombre. Junto a las raíces había un pequeño hueco, cubierto por una roca plana, tras levantarlo la bruja tomó la llave con forma de trébol y un pergamino enrollado que había junto a ella en una especie de caja de madera enterrada en la tierra.

Había notado la mirada del joven siguiéndola y cuando se giró con ambos objetos vio el asombro en sus ojos, le dedicó una sonrisa y un guiño y el muchacho pasó de un enfurruñe a una expresión de aprobación, nunca entendería a los adolescentes se dijo Darla. Sobre todo, cuando después de que ella pronunciara el hechizo en egipcio antiguo y girara la llave, tras atravesar la puerta él le gritara a sus espaldas.

—¡Mucha suerte! —pero una pequeña y última excursión en la mente de Kevin le mostró que él en el fondo admiraba a aquellos que no se dejaban vencer por las adversidades, aunque la adversidad fuera el capricho de él.

Darla dejó entonces la llave y el pergamino enrollado en el árbol “gemelo” al otro lado de la puerta, en un estuche de madera idéntico al anterior, metido en un pozo en el mismo lugar de las raíces y que cubrió con una piedra plana idéntica a la del otro lado. Parecía que fuera un mundo espejo, o quizás era la misma piedra, el mismo árbol, el mismo pozo y la misma caja. Pero no tenía mucho tiempo de pensar en ello y Kevin no conocía la respuesta y no podía acompañarla, porque su castigo había sido permanecer en la puerta de guardián de las llaves.

TRES

El camino que atravesó parecía más sencillo de lo normal, porque fueron unos minutos después que ya estaba en el ingreso del laberinto, curioso, muy curioso. Darla sabía que ese lugar siempre cambiaba, para cada prueba, pero que era idéntico aunque uno creyera que no. En realidad lo que cambiaba es que la magia arcana hacía que no recordaras el camino para tu siguiente prueba. Eso o algo así.

Por eso, ella tuvo en cuenta dos cosas, una de ellas que además de reconocer las sendas derecha o izquierda que debía tomar, debía cuidarse de no dejarse atrapar por las criaturas que habían puesto muchas veces en el camino dificultándole el tomar uno u otro paso. Claro que al final siempre resultaba que aunque solo fuera esquivándola o respondiendo algún acertijo se pasaba.

Pero lo segundo y novedoso para ella era que estaba segura que no había dos sin tres ¿y a qué se refería con eso? Que si había encontrado a dos fantasmas que le habían ayudado a atravesar el lago y el ingreso de la isla hasta el laberinto, estaba segura de que debía haber algún fantasma que la ayudase a atravesar aquellos setos que conformaban aquella trampa en espiral hacia el ingreso a la pirámide.

Por ello la pelirroja comenzó a extender su mente por el laberinto, había criaturas cuyas ideas no eran muy profundas pero que sus ubicaciones le vinieron bien para saber evitarlas. Caminaba despacio, atenta, “escuchando” cuando de pronto encontró lo que buscaba, allí estaba él, cansado del camino, haciéndolo de memoria, jugando a que no lo conocía y burlándose de las criaturas que no le podían hacer nada por ser fantasma. William había dio un hombre listo, ambicioso, pero él había perdido la meta, se había dejado engañar por las cosas que le tentaban en el camino, y no había sabido ser el mismo para poder enfrentarse a aquel laberinto. Pero ahora que estaba muerto lo conocía mejor que la palma de su mano.

Darla sonrió, no necesitaba que William fuera con ella, la llevara en andas o en su enfurruño no le enseñara. Lo veía todo, la mente de Will abría el laberinto ante sí como un mapa, y es que el fantasma lo había recorrido en cuatro D casi, se había elevado sobre él y hasta había viajado entre las plantas y bajo ellas. Por eso Darla recorrió cada camino con cuidado y astucia, evitó cada criatura, cada trampilla y hasta respondió la pregunta astuta de la esfinge gracias a las respuestas que se aburría de darle William y que se conocía una a una de memoria.

Lo que si no esperaba Darla al llegar al final del laberinto es que las puertas fueran, una vez más, un espejo que la reflejaba. Se quedó pensativa viéndolo, recordando metamorfomagia y oclumancia. Ambas la habían llevado a enfrentarse a sí misma en aquel preciso lugar.

CUATRO

Pero esta vez las cosas no eran como habían sido entonces, no era su propia y real imagen la que buscaba en el espejo. De hecho lo que ocurrió le recordó a una serie y una película muggle, 30 monedas y El espejo roto. Este espejo no estaba roto, ni había cosas que no hubiera tras ella reflejadas en él, pero la Darla del otro lado de pronto y porrazo atravesó el espejo cual Alicia viniendo al mundo del otro lado.

Se quedó helada y pensó en atacar pero se contuvo. No era un fantasma el que enfrentaba ahora, era una Darla silenciosa, de ojos castaños como los de ella, de cabellos rojos y ensortijados como los suyos. La Darla del mundo real observó a su homónima y de pronto se preguntó qué es lo que debería hacer.

—Hola —la respuesta fue una suave inclinación de cabeza. Obvio, su reflejo no sabría hablar, bueno, en realidad esperaba que sí como en las películas muggles pero bueno, era una prueba y era la prueba de legilimancia.

Como si la Darla reflejo sí pudiera leer su mente sonrió satisfecha y la Darla real extendió su mente suavemente, notando como la reflejo cerraba los ojos, como dejándola entrar. Notó los espejos de trabas de oclumancia, no estaban levantadas las barreras, estaban los recuerdos a su disposición para que pudiera pensar una vez más, como las veces anteriores en la palabra legelementis. Aunque había descubierto que no era necesario repetirla a cada rato una vez que se aprendía a penetrar la mente sin forzarla.

La sonrisa de la Potter Black “falsa” se acentuó, como si ella hubiera descubierto algo, no necesitabas forzar las mentes, si entras en ellas con delicadeza también puedes obtener recuerdos, recursos, imágenes, historias. Amores. Se sonrojo al ver en su propio recuerdo la imagen de ella y Sean en el baño de su habitación recorriendo su cuerpo con unos toallones. Sí, eso era un recuerdo innecesario en ese momento, se dijeron ambas Darlas viéndose a los ojos, ambas rojas como tomates y sonriendo divertidas a la vez por la situación y de pronto algo fue claro y “ambas” pronunciaron una palabra, que sin varita no servía de nada pero que les dejaba algo en claro.

—Expecto Patronum… —en la mente de Darla la figura del gran felino la dejo boquiabierta, lo vio en la mente de la Darla espejo, era magnífico, de gran tamaño y veloz a la vez, con figura estilizada.

Los ojos de la criatura la miraron directo a ella y reconoció la mirada, la misma que ella, en conocimiento de Cambiaformas había adoptado como Walpurgis, su mirada podía adoptar los ojos de un gato o las de esa criatura. Y de pronto lo supo, la clave, estaba en ella, era veloz, era atrevida, era capaz de atravesar esas puertas espejo llegando al centro del círculo de la pirámide.

Darla adoptó una postura similar a la de un corredor de velocidad y tras lanzar a la mente de la Darla espejo y de la felino un hasta pronto, su cuerpo se lanzó en una rápida y fugaz carrera que la hizo atravesar las puertas como lo que ella era, la llave que habría, con sus capacidades y conocimientos, sus virtudes y sus habilidades el paso hacia la prueba final en la pirámide.

Cuando se detuvo un par de segundos después, dentro de la pirámide, allí estaba Rosália, parada en el centro del uróboro representado en el piso de la sala cicular.

—Hola… aquí estoy… preparada para la prueba final… —dijo la pelirroja sonriendo satisfecha con las pruebas superadas.

 

@ Rosália Pereira

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Claro que lo estás, dulce bruja. Sabía que lo harás, pero lamento decirte que ésta vez estarás sola, y no hay retorno. Eso si, estaré aquí esperándote a tu salida. ¿Si?

Rosália Pereira recibió de la manera más cálida que pudo a Darla Potter Black. Las puertas de la pirámide se cerraron a sus espaldas y le hizo algunas señas para que se acercara. Fue directamente a la estrella de siete puntas y enroscó sus dedos en uno de aquellos anillos plateados absolutamente simples. Se giró en redondo al ver que en la pared más cercana se materializaba el portal. Era violeta con miles de arabescos y símbolos plateados a su alrededor. Irradiaba una luz intensa y esperaba que la alumna pelirroja se metiera en él. Rosália Pereira enfrentó a Darla y le entregó el anillo.

Debes ponértelo. Es la única manera que podremos estar comunicada, al menos yo. Tú no escucharás nada. En cuanto termines tu prueba final, y salgas por el portal, el anillo se transformará igual que el mío y se vinculará a ti. Así sabrás que has tenido éxito. Anda, no hay tiempo que perder

Le dijo Rosália Pereira apoyando una mano en su espalda y dándole algunos empujoncitos. Era la hora.

@ Darla Potter Black

YrPEYwy.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Sonrío ante sus palabras, le sorprendía que pudiera aún ahondar en ella, después de todo, su oclumancia… pero claro, ¿qué pretendía ocultarle a la arcana de legilimancia? No importaba que fuera la más experta oclumante luego de la arcana de oclumancia, se estaba enfrentando a la más experta en leer mentes.

—Toda mi vida he estado sola, las esporádicas compañías no han sido más que eso, espuma que se formó con cada ola del mar pero que será barrida por la siguiente y de la que no quedarán más que recuerdos de la anterior —respondió la pelirroja mientras escuchaba cerrar las puertas de la pirámide a sus espaldas y veía a la arcana tomar entre sus dedos uno de los anillos de la estrella.

Junto a ellas el portal hacia la prueba se había materializado y la Potter Black supo que su hora había llegado. Las dos pelirrojas se vieron cara a cara y la vampiresa sonrió mientras tomaba el anillo que le tenía la arcana, obedeciendo a sus palabras, colocándose en uno de sus dedos libres.

—No te preocupes, no te desilusionaré, verás que en menos que canta un gallo estaremos a la par —sí, necesitaba los empujones de la arcana hacia la puerta violeta con arabescos de brillante plata. Un mal presentimiento recorría su alma.

Y así fue como atravesó la puerta que se abrió a su empujón con la palma de la mano. Lo que le esperaba al otro lado confirmó su mal presentimiento. Aquel bosque en que había aparecido le recordaba a un lugar, pero que no era ni de su pasado, ni de su presente, quizás formaría parte de su futuro si debía viajar allá, como temía pero no… era un bosque en la antigua Rumania, en algún lugar de Gorj.

Darla avanzó lentamente observando a su alrededor, ¿por qué estaba en la tierra natal de la Akane y cómo salía de allí? Hubiera deseado cambiar todo su ropaje en ese momento porque después de todo no tenía idea de cuándo estaba ni con quién se podría encontrar. Al menos cambió su aspecto, luego de asegurarse estar sola, se convirtió en un mago de cabellos cortos, negros y rizados, sus ojos antes castaños eran ahora de un azul profundo y sus rasgos duros, quizás por la batalla, quizás por el trabajo en el campo.

No había recorrido demasiado cuando llegó a las cercanías de una construcción que reconoció, el castillo de los Vladescus, hogar del marido de Scarlet. Aquello se sentía tan extraño, la edificación parecía más nueva de lo que ella recordaba, es verdad que se veía bien en la actualidad, gracias a los cuidados y manutención que se le hacía. Pero aquello era diferente, era como si no hiciera tanto tiempo que existía y de hecho, una de las torres aún no estaba construída. Aquello heló la sangre de la bruja, así que estaba en el pasado.

—¿Mané eres tú? —Darla se giró para quedar frente a frente con una adolescente de rojos cabellos, los rizos casi brillaban al sol y sus ojos verdes eran profundos pero totalmente inocentes.

Con cuidado extendió su mente y buscó en la mente de la muchacha información sobre Mané. Lo que sus ojos le habían hecho sospechar se confirmó al entrar en la mente de la joven, era Scarlet, pero no era vampiro y Mané era el amigo de su hermano, se habían conocido estudiando en tierras lejanas donde su padre le había enviado. Pero bueno, no podía arriesgarse, desconocía si Velkan, el hermano de Scarlet, estaba o no cerca y por lo que veía, aunque su aspecto era muy similar los recuerdos de la joven no eran suficientes para hacerse pasar por él ante alguien más.

—Disculpe Mademoiselle, mi nombre es David, conozco a Mané pero no soy él —dijo haciendo una reverencia ante la joven, como se esperaba ante una noble, aunque sabía que la familia de Scarlet era de dinero pero no de tantos títulos como los Vladescus, eso había llevado a que todo acabara como acabo.

—Oh, disculpe usted, sabía que mi hermano y Mané vendrían a visitar a Aidan Vladescus, quise venir a saludarle y pensé era él —Darla había extendido su mente una vez más descubriendo que en realidad Aidan la había citado, diciéndole que si encontraba a alguien podía poner esa excusa. Así que estaba a punto de pasar, Scarlet se casaría con Aidan.

La tentación de la Potter Black fue grande, si impedía la boda y le enseñaba a Scarlet la verdad sobre Aidan nada de aquello que había desencadenado la venganza de la Akane ocurriría y más aún, ella no sería atacada ni convertida en vampira. Una sonrisa cálida se dibujó en sus labios mientras la idea comenzaba a dibujarse en su mente.

—Si la señorita me permite acompañarla la puedo guiar hacia dónde pueden estar su hermano y sus amigos —era una jugada arriesgada, necesitaba el contacto visual, como el que había tenido con Scarlet, sus ojos le habían ayudado a solo pensar en legelemens para encontrar la historia en su mente. No podía buscar de la nada a los muchachos y… a su mente vino en ese momento el recuerdo de Corvus buscando a la joven embarazada. ¿Había sido aquello real? De pronto Darla se planteó ese detalle, saber lo que había en la mente del mago y lo que había habido en la de su madre, una joven pura y enamorada la dejaba sorprendida.

Somos lo que nuestras experiencias nos hacen, solía repetir el padre de la Akane, mientras buscaba un recuerdo sobre Mané había visto esa charla con sus hijos y el joven irlandés de visita. La muchacha lo miraba con curiosidad y David/Darla sintió que debía disculparse, ella le había preguntado de dónde venía.

—Disculpe Mademoiselle, viajé desde las Britanias, allá apenas se está fundando una escuela y dicen que en el continente había profesores que podían instruírme —así habían empezado Velkan y Mané, según pudo ver en la mente de la joven.

Sorprendentemente aquellas palabras parecían haber calmado a Scarlet porque le tendió una mano.

—¿Me ayuda usted a bajar del caballo Señor David? —David/Darla vió en los ojos de la joven y supo que estaba convencida de que él era un estudiante de Karpov y Merchand, los profesores que enseñaban en las riberas del río Jiu. Con una inclinación aceptó y acercándose a la joven la ayudó a bajar del caballo, quedando a tan pocos metros que su corazón por un momento sufrió un vuelco, Darla lo supo en ese momento, la dormida Scarlet en el fondo de su mente acababa de “despertar”.

Ahora sí que estaba en problemas, tenía a una Scarlet aguerrida chillando en su mente por ser liberada y exigiendo una explicación y una Scarlet adolescente casta, pura y enamorada caminando de su brazo mientras él/ella llevaba en su otra mano las riendas de su caballo. En su mente intentaba calmar a la Akane, explicándole de la prueba de legilimancia y en voz alta respondía a las preguntas de Scarlet que le preguntaba cómo había llegado hasta allí. Podía ver que por educación no lo preguntaba, pero leía en su mente que la joven estaba algo extrañada de las ropas que llevaba y que no tuviera montura con la cual se trasladara. Pero lo bueno es que también había accedido a un lejano recuerdo de ella y Mané, el mago había hablado de un juego que había visto en los pantanos de Queerdich en sus viajes por la Bretania.

—Verá usted señorita, me he estado entrenando en mi país en un juego en los pantanos de Queerdich y por un momento estos bosques me lo han recordado y he salido con las ropas de juego a buscar un espacio en el que pudiera yo practicar luego con mi escoba unas volteretas, quizás hechizando algunas rocas para utilizar de pelotas y… da vergüenza decirlo… me he perdido… —confesó con la expresión más sincera del mundo David/Darla a su compañera de caminata.

En el fondo de su  mente Scarlet le preguntaba qué es lo que pretendía lograr con todas aquellas mentiras. Vaya momento para tener dos charlas, la Akane ya había descubierto en cierta forma que no era todo como Darla lo pintaba, notaba sus dudas, aunque ella no le dejara acceso a la parte de su mente en donde sus planes se llevaban a cabo. Y gracias a Merlín Scarlet no podía utilizar la legilimancia para leer su propia mente… aún…

—Extraños juegos los de ustedes —comentó la adolescente mientras en su mente veía una imagen algo ridícula de lo que ella imaginaba era el futuro quidditch, si supiera que luego serían ambas unas expertas jugadoras.

Ese pensamiento fue la primer certeza de Darla, lo que era ahora era gracias a esa bruja.

—¿No ha pensado en dedicarse a algo más serio? —David/Darla  observó sorprendido a la pelirroja mientras hurgaba en la mente de la joven Scarlet y encontraba una respuesta.

—¿Algo más serio? —expresó igual en voz alta para obtener una respuesta a medias y una sorpresa que no esperaba en la mente de la joven bruja.

—Por supuesto, un juego no permite mantener una familia, una esposa no puede ir tras de usted a las corridas en una escoba —Darla escuchó las palabras de Scarlet conociendo que ella ya se imaginaba casada con Aidan Vladescus, cuidando de su hogar mientras él se dedicaba a los negocios y a la caza y ella educaba a sus hijos en los primeros años antes de que fueran enviados a los colegios de magia y hechicería o a tutores como los del río Jiu.

En ese momento la certeza de Darla fue más fuerte aún, si Scarlet no se hubiera casado no hubiera construido el imperio que luego levantaría ni reclamado su puesto en la Hermandad de la Rosa Negra. Ella era ahora la dueña de eso y la responsable del ejército que formaría la Akane. Ninguna de aquellas mujeres viviría si la adolescente a su lado no era traicionada y sobrevivía a esa traición para tomar su venganza. No necesitaba buscar en la mente de nadie para saber lo que hubiera sido de cada una de ellas, conocía la historia de los archivos de la Akane sobre cada miembro de su ejército de neófitas.

—¿Se siente bien? —preguntó la joven Scarlet mirándole a los ojos, no se había dado cuenta que se habían detenido a mitad del camino. David/Darla se disculpó con la joven.

—Señorita sepa disculpar usted mi tontería, sus palabras me han llevado a pensar en la vida que me espera y en lo que sería si no buscara seguir el camino más certero para encontrar mi destino —en cierta forma no le mentía, no esperaba formar una familia, ni tener hijos tras un matrimonio feliz o no… pero sí había muchas personas que dependían de lo que ellas dos vivirían, de las traiciones de las que serían víctimas, de las victorias que lograrían.

David/Darla se inclinó y besó la mano de Scarlet, como mil veces habían hecho los caballeros en su presencia, como vió que Aidan lo había hecho en cada encuentro antes de empezar a besar sus labios con delicadeza y falso amor.

—Muchas gracias Mademoiselle por sus palabras, larga vida y prosperidad para usted, me temo que ahora debo retirarme… —la sorpresa de Scarlet se manifestó no solo en su gesto al recibir las riendas de su caballo sino también en sus labios rojos.

—¿Pero así de golpe se va usted? —le preguntaba con educación y disimulando su turbación, pero en su mente David/Darla podía ver que pensaba que había dicho algo malo o que le había hecho molestar, por lo cual negó con la cabeza mientras le sonreía con muchísima calidez.

—Tanto han calado sus palabras en mí que siento que si no me pongo en acción ya, habré desperdiciado más mi tiempo y mi vida de lo que usted pueda creer jamás —sus palabras estaban llenas de tanta sinceridad que le transmitió a la joven una confianza y paz como ella jamás había tenido, se acercó a la joven y le besó en la mejilla —que sea nuestro secreto —dijo viendo sonrojar a la pelirroja y en ese momento lo supo, David sería siempre su secreto, nadie sabría jamás de él, porque había calado de una manera extraña ese beso, ya que la adolescente no podía saber que era uno dada a sí misma desde el futuro, pero algo la había marcado, aunque no tanto como la marcaría el futuro después.

David/Darla apresuró su paso hacia el bosque del que había venido, sin cambiar su aspecto para no correr ningún riesgo, ahora entendía más que nunca los rasgos similares de la adolescente que ella había sido con la que había sido la Akane. Ahora entendía mejor por qué la bruja la había elegido para ser su horrocrux. Ahora todo era más claro, lo que ambas habían sido en el pasado, era lo que las hacía ahora lo que eran, mujeres fuertes y capaces de enfrentarse a todo y a todos por lo que ellas más amaban, pero también de hacer pagar con sangre la traición a aquellos que las engañaban.

Un destello cegó en ese momento a la Potter Black, antes de regresar a atravesar el portal, se preguntó si aquello sería lo que la arcana, o el portal le habían querido mostrar. ¿Estaría satisfecha con lo visto @ Rosália Pereira ?

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Unos destellos de luces aparecieron frente a Rosália Pereira mientras se materializaba el portal y escupía literalmente a Darla Potter Black. La bruja había salido sana y salva y eso podía significar una sola cosa. La Arcana de la Legilimancia extendió sus brazos a modo de recibimiento y observó durante algunos instantes a la nueva alumna ya egresada de la habilidad. No necesitaba leer su mente para saber lo que estaba pensando.

Es una prueba solamente para ti. Es hecha por ti, para ti. Yo solo fui la balsa que ayudó a cruzarte el rio —explicó la Arcana caminando juntas por aquella sala circular, cruzándola y llegando a la puerta—. Asi que espero que te haya ayudado especialmente a ti. Puede que salgas con algunas dudas pero verás que al vincularte, habrás ganado más que ése anillo —le señalé su mano para que notara que el anillo se había vinculado exitosamente. Y ambas caminaron para salir de la pirámide. En cuanto pusieron un pie en el exterior, Rosália se encargó de sacarlas de allí, dejando atrás un rastro de diminutas hojas verdes.

YrPEYwy.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.