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Mundial de Quidditch: La otra cara de la moneda


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El contraste desde el café a aquel sitio invadido de verde, fue impactante. El local, donde había mesas, sillas, algunas personas y un riquísimo aroma a café, cambio por césped, caminos de tierra, árboles, palmeras, lianas, flores y arbustos. Pasó de un clima fresco a una humedad densa que costaba respirar. En cuanto di algunos pasos solté la mano de Mica, la cual automáticamente me atacó con algunas preguntas. No pensaba contestarle todas ni contarle todo el plan, porque de alguna manera sabía que iba a entrometerse hasta evitar el plan. No hubo necesidad de tantos protocolos ¿Por qué habíamos aparecido allí? No lo sabía. Mi mente invadía la de  Mica Gryffindor sabiendo que nos encontrábamos en los terrenos donde se estaba jugando el Mundial de Quidditch. Sus preguntas gritaban dentro de su cabeza.

— Ya te dije mil veces que debes dejar atrás a esa Mica sensible. No te servirá de nada minimizarte —la fulminé con la mirada. No me arrepentía de lo que había hecho porque había logrado y conseguido mucho más—. No fue tu culpa, fue el destino que lo quiso así. ¿O crees que todo esto es por una cuestión de venganza? —reí un poco en voz alta, mirando alrededor. ¿Había un estado cerca? Tal vez podríamos ir a despejarnos un poco para ver cómo iba todo—. No te contaré nada, muchacha. ¿O me crees estúp1.d0? No matará a nadie. Solo voy a decirte que si todo sale como quiero que salga, será un mundo mejor. Tal vez así sufras menos —y no iba a decirle que iba a tener más poder ni controlar todo como quería. No me interesaba de momento contarle nada porque no sabía en qué podría aportar ella. ¿Y si en vez de sumar lo cancelaba? La maldición me había costado unas cuentas semanas descifrarla y mucho más ir consiguiendo lo que necesitaba.

— Lo que si voy a decirte con seguridad es que no te lastimaré. No es mi intención. Asi que quítate ésa actitud llorosa. Que tenemos trabajo que hacer. ¿O lo olvidas?

@ Mica Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El no soltaba detalles sobre su plan, seguramente porque sabía que intentaría frenarlo para evitar un mal desenlace. ¿Qué más daba ya? ¿Acaso ella tenía algo que perder? ¿A alguien? Solo a Mael. 

Las preocupaciones de la Gryffindor tiraron entonces, se redireccionaron irremediablemente hacía el único individuo que le importaba ya. Se pregunto qué sucedería en caso de que el camino que él estaba escogiendo acabase con él, lo llevará hacía el peor destino. ¿Qué haría ella entonces? ¿Qué pasaría si lo perdiese en forma definitiva? 

¡No! No podía siquiera barajar la idea sin sentir una desesperación insoportable. "Amar es debilidad". Él tenía razón, él era su debilidad. 

-Quiero ayudarte, no me alejes - suplicó, intentando recobrar la fortaleza que el patriarca Gryffindor le reclamaba. - Y no, no creo en el destino, sé que decidimos nuestro camino con cada paso, y está es mi decisión. - agregó, no iba a discutir más, pero no podía callar esa idea. 

Le tomó por sorpresa la afirmación de que "tenían trabajo que hacer" y aún más la alusión a un posible.olvodo por su parte ¿Qué no recordaba? Lo siguió, sin cuestionarlo, confiaba en que no iba a lastimar la, confiaba en él.  

@ Mael Blackfyre

Editado por Mica Gryffindor

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Tenía sentimientos encontrados respecto a lo que estaba ocurriendo. Especialmente porque nadie sabía lo que estaba planeando con aquella maldición, aunque ahora lo sabía la única persona que podría llegar a complicarle la situación. ¿O iba a ayudar? Quería que todo saliera bien, pero estaba indeciso porque algo me decía que sí y que no a la vez. Si de algo estaba seguro, y según decían aquellas páginas donde había encontrado, es que nadie iba a sufrir, ni siquiera sabrían que estaba pasando.

Si te quisiera alejar, no estarías aquí, Mica. Ni aquí ni de regreso en la mansión —negué con la cabeza. ¿Alguna vez iba a terminar su sufrimiento eterno? Tenía varios objetivos y en casi todas las cosas había limitado mi querida libertad que había disfrutado solo por unos meses. Ahora el bando recaía sobre mí, el juramento me ligaba a Mica, la mansión estaba a mi cargo. Pero todo eso pronto iba a cambiar, es lo que buscaba—. Está bien, necesitaré de tu ayuda. Pero prometeme que no intervendrás ni impedirás nada. Harás todo lo que necesito —en parte quise mirarla seriamente pero sabía que iba a aceptar—. Aún no puedo decirte nada en específico, solo que es una magia muy complicada.

Quise desviar un poco el tema y le recordé justo lo que la bruja había olvidado, si, lo veía en sus ojos. Le recordé que teníamos algunos temas pendientes respecto a Elvis y el Ministerio. Y otras cosillas más.

@ Mica Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Fushiguro, Toji

Ya había llegado la hora de poner en marcha los planes que Tazz y él habían estado planificando desde hace tiempo. Poco le quedaba para proponerle a su nuevo amigo una misión en conjunto un tanto arriesgada para ambos, pero Toji ya había conciliado con todo lo que conlleva si les pillasen, pero el nipón no se podía permitir ser capturado y mucho menos dejaría que Belmont cargarse con las consecuencias de sus planes que van más allá del dinero. Salvo que eso no le podía comentar al belga, en ninguna circunstancia podía hablar de su verdadera identidad con él, ese asunto solo lo podía tratar con el Malfoy… Cruzó las puertas del hotel y repasó rápidamente a su alrededor para comprobar que nadie pudiera reconocerlo, o al menos que nadie pueda asociarlo a ciertos asuntos de dudosa procedencia. 

—¡Hey! — saludó con la mano cuando reconoció los cabellos platino del joven belga. Fushiguro caminó despacio y decidido hacia su nuevo amigo. Este levantó la mano en señal de saludo y Toji hizo lo mismo, algo en el belga le inspiraba confianza, parecía un chico de orígenes humilde tal como él había sido criado por el clan Zen’nin, herederos de la corona japonesa. — ¿Cómo estás? ¿Cómo va el mundial? — preguntó mientras se sentaba junto a Belmont. Hizo señas al camarero para que se acercara y poder pedir algo para beber… La conversación iba a ser larga, había mucho de lo que hablar y necesitaba hidratarse un poco. —Una botella del mejor sake que tengas y dos vasos pequeños de bambú— pidió al camarero que se había acercado a ellos. 

—¿Y bien…? ¿Estas preparado para la aventura? — sonrió un poco para quitarle hielo al asunto, la reunión era de negocios, pero el nipón no se iba a saltar las formalidades con su nuevo amigo, quería darle otra buena impresión así que dedicaría los primeros minutos a las charlas triviales que se solían mantener en este tipo de sitios. — ¿Te gusta este sitio? — finalizó el interrogatorio cuando el camarero volvió con lo que había pedido. Puso la botella de sake delante suya y ambos vasos pequeños hechos de madera de bambú, era lo tradicional y lo típico allá donde había nacido. Sirvió la bebida en los dos vasos y acercó uno de ellos hacia el belga. —¡Por las nuevas amistades! — alzó la bebida y se la llevo a la boca de inmediato. 

@ noe_snape

 

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El saber que él no intentaba alejarla fue como una bocanada de aire puro en medio de aguas turbulentas que intentaban ahogarla. Sus esperanzas se renovaban, al menos podría continuar con él y ayudarlo a lograr aquello que tanto deseaba. Sí, era conformarse, postergar sus propios deseos, ponerse como tantas veces en segundo plano para priorizarlo a él, pero ¿qué más daba? A fin de cuentas, era feliz a su lado, no era una felicidad completa, pero era felicidad al fin.

Asintió. Estaba dispuesta a no intervenir en lo que fuere que estaba haciendo. La sensación de no tener nada que perder empezaba a apoderarse de su espíritu. ¿Acaso qué más daba? ¿Qué tenía en aquel mundo ya? Solo a ese único sujeto que le generaba confianza, todos los demás se habían ido o la habían traicionado.

- Solo haré lo posible por ayudarte. No voy a estorbarte, no más de lo que siempre lo hago -se encogió de hombros. Sabía que, en algún punto, su presencia iba a molestarle en más de una ocasión, temía que su paciencia previa tuviese que ver con sus sentimientos y que ya no estuviese allí para ella.

Él sacó entonces los temas pendientes que tenían, no era un olvido sino un paso a segundo plano, en medio de la marea de sentimientos que se arremolinaba en su interior, todo parecía menor y sin sentido. Claro que quería vengarse de la muerte de su hermano, claro que quería hacer pagar a cada uno de los responsables… el tema sirvió para desviar su atención unos momentos, dejando la maldición de lado, a gusto de Mael.

@ Mael Blackfyre

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Miré fijamente a la Gryffindor notando que finalmente se había calmado. Tenía miles de cosas para preguntar y otras miles que no llegaría jamás a decirle. Mi cabeza andaba a mil por hora, últimamente. Tenía que admitir que aún existían algunos flashes de completa bestialidad donde las cosas no salían muy bien. Pero ante aquello de incluir de alguna manera a Mica, no me generaba rechazo, al contrario. Ante las palabras de la bruja, pude dilucidar un pequeño detalle. No sabía que me ocurría, me pasaba de nuevo que aparecían pequeñas ideas tras pensar horas, días y semanas y no llegar a nada.

El sacrificio de la sangre… —murmuré, con la mirada más allá de la bruja, perdiéndose entre el césped y los árboles. Fijé la mirada nuevamente en Mica. ¿Qué tan alejado estaba interpretando aquello? No se me había ocurrido antes y en ése momento tenía dos opciones. Dos opciones las cuales podían servir ambas, una, o ninguna. ¿Qué diría Mica? Ella me decía que podía ayudarme y alguien tenía que saber parte del plan—. Verás… la maldición es complicada, es magia que voy aprendiendo, descifrando y descubriendo día a día —habíamos empezado a caminar por aquel sitio. ¿Iríamos a ver algún partido?—. Hay ingredientes o partes de la maldición que creo que logré descifrar y conseguir. Otros no estoy seguro. Y hay uno de ellos…

Sostuve aquel suspenso durante unos segundos. Nuestros pasos no se habían detenido bajo ninguna circunstancia. No sabía hacia dónde estábamos caminando. ¿Importaba? Aún no le revelaría todas las partes. Era mi plan, mi proyecto. Pero algo me había dicho que eso se lo comentara. Así que volví a mirarla, sabía que no iba a juzgarme.

Debo obtener un sacrificio. Un sacrificio de sangre. Y creo que todas las señales me llevan a que sea mi sangre, la Gryffindor. ¿Crees que pueda llegar a ser… Luna? —sonaba interesante, sonaba desde lo más profundo, una voz oscura, densa. Emití una sonrisa, algo me emocionaba. Todas aquellas partes de ésta magia eran algo importante, una entrega de algo más grande que simples pieles, escamas y ojos de animales. Eran esencias, eran sacrificios. Todo por algo mejor. 

@ Mica Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Creyó escuchar que él mencionaba un "sacrificio de sangre", eso le erizó la piel al instante. ¿Acaso había que sacrificar alguna criatura para dar su sangre en el proceso? La idea le repugnaba, si había algo que no perdería nunca era su sensibilidad. Sí era verdad que había dejado de dar importancia a muchas cosas, pero nunca sería alguien cruel. 

Por fin, él empezó a soltar letra respecto a la maldición mientras ambos avanzaban por los selváticos terrenos. Magia avanzada, eso estaba claro, de ahí tanto secretismo en torno a lo que él estaba haciendo. Ingredientes que ya conocía mientras otros que no, y uno de ellos sobre el que le costó hablar, hizo que cada vez su interés se manifestase más en saber al respecto. Sabía que podría tener toda la información, por eso valoraba cada parte de lo que él expresaba. 

Un silencio se interpuso mientras ambos avanzaban, no lo rompió, él parecía estar evaluando algo ¿serían sus reacciones? Era posible. No podía evitar observarlo, conteniendo los deseos de tomar su mano en el avance, de sentir cierta conexión ya inexistente, al menos de su parte. 

Cuando habló, sus palabras le generaron una mezcla de sensaciones, entre sus propios deseos y los modos en que podría concretarlos. Ella deseaba vengarse de Luna, pero de allí a sacrificarla en un acto como aquel... sonaba bastante ilógico. Detuvo su andar antes de decir nada. A lo lejos empezaban a percibirse sonidos que, inequívocamente, señalaban la presencia de más gente. Estaban lejos, sí, pero pronto se verían rodeados por centenares de magos y brujas si continuaban el avance.

-Ni tú ni Luna tienen sangre Gryffindor, son de la familia por adopción, no lo olvides -apreciaba no tener un vínculo sanguíneo con él, le daba esperanzas sobre algo que nunca sucedería... - Si quieres sangre Gryffindor, tienes solo la mía ya - evitaría nombrar a su prima Arabella, estaba distanciada de aquel mundo, junto con sus hijas, todos Gryffindor "puros", no quería que la involucrase en eso. -Luna fue adoptada por Elvis al igual que tu madre... de hecho ¿es tu madre sanguínea? -nunca habían hablado realmente respecto a sus parentescos, era extraño. 

Dejó que el silencio los envolviese unos momentos, necesitaba acceder a el sitio en que él tenía esa maldición, tal vez hubiese otro modo que no sea "acabar" con la vida de alguien. 

-¿Un sacrificio voluntario cuenta? Estoy dispuesta a ceder algo de sangre, podríamos ceder ambos un poco... no creo que la maldición filtre por nuestros orígenes, sino más bien por el poder de sus portadores... -no se contuvo, de acercó un poco a tomarle la mano. No buscaba un gesto romántico, sino el hecho de que supiese de su compromiso con lo que estaban haciendo. -Somos de los magos más fuertes de esta comunidad, y lo sabes, podemos brindar a la maldición mucho más de lo que la sangre de Luna o cualquiera podría...

@ Mael Blackfyre

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Buscando al vil Derhorm:

No sabía por dónde ni a dónde iba, pero el instinto me decía que lo hacía bien, pues pronto dejamos la fanfarria de los hinchas del equipo de Quidditch y toda la parafernalia festiva del mundial para adentrarnos en zonas más lúgubres y oscuras, zonas que seguro que no se mostrarían en mapas de la localidad. No quise comprobarlo. Aquel odioso mapa que llevaba Matt en algún bolsillo o escondido en su mochila (no había visto dónde lo había guardado, pero su voz chillona normalmente, sonaba ahora apagada y malhumorada) no había dejado de protestar en todo el camino, así que tuve que luchar con mis ganas de pararme y prenderle fuego, con el riesgo de quemar a mi mismo hijo en aquel acto de ira.

No llegué a hacerlo. En las miradas que nos dirigían podía confirmar que estábamos en un mundo dentro de otro mundo. Era como una ciudad perdida dentro de la ciudad del ocio, la diversión por el deporte y los berridos de los hinchas. En ésta, no se celebraba nada. Se vivía a espaldas de las luces, las escobas veloces y los himnos nacionales de cada país representado en el juego. En ésta, los que vivían en ella luchaban en otra batalla, la de la supervivencia diaria, la de conseguir llegar al día siguientes con vida. Y allá, nosotros dos parecíamos un reclamo a ser atacados de un momento a otro. Un instinto de supervivencia se afinó en mi y agarré mi varita de forma poco disimulada, lo suficiente para que se viera que no era buena idea el atacarnos. Al menos los mágicos que deambulaban por allá entre muggles no menos peligrosos. Aquel barrio era, sin dudarlo, el lugar menos turístico de aquella ciudad.

-- ¿Quieres que te maten? ¡Cállate de una vez! -- susurré al mapa, que seguía protestando por el trato que le había dado yo antes y Matt ahora. Después le pregunté a mi hijo. -- ¿Cómo dijiste que se llamaba ese bar? Encontrar algo aquí va a ser difícil si no preguntamos.

Un par de figuras oscuras cruzaron la callejuela que enlazaba con nuestro camino. No había muchos locales abiertos y los que estaban, parecían tugurios de mala fama y peor destino. Pero parecían asustados de nosotros y huyeron al cruzar a nuestro lado. Uno de ellos escupió a nuestros pies y murmuró un "Asesinos" antes de huir con demasiada prisa.

-- ¡Vaya! Parece que tenemos mala fama. 

No me hacía gracia, con quien nos estuvieran confundiendo, no parecía ser del agrado de los lugareños. Una luz furtiva iluminaba un cartel sucio y en equilibrio precario sobre una puerta medio abierta, del que salía un humo y olor tan rancio que deseé hacerme un Casco burbuja para evitar respirar un segundo más aquel aire viciado.

-- ¡No me lo puedo creer! Si es el lobo blanco -- dijo una voz pastosa, con una lengua de trapo trabada por el alcohol. Se dirigía a mi hijo y enarqué la ceja. ¡Demonios de hijo! Era más conocido que el Santa Claus ese de la barba. -- ¿Habéis venido a matar a desdichados, como ese otro?

-- ¿Cómo quién? -- mi pregunta sonó demasiado alta y se hizo el silencio.

Un silencio incómodo.

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Buscando a Dernhorn. Bajos fondos.

 

Mi sentido de la orientación seguía siendo excelente. Había doblado el mapa de mala manera y lo había encajado en la mochila, sin miramientos, solo para que se callara. Pero en lugar de eso, solo había logrado que comenzara a protestar aun más fuerte, silenciado solo porque estaba dentro de la mochila. Caminamos a contracorriente de la multitud, al principio luchando para abrirnos paso. Poco a poco, los aficionados se redujeron para dar paso a grupitos que se apresuraban hacia la masa, jóvenes que habían preferido alojarse un poco más alejados de la zona mundialista para ahorrar unos galeones, hasta que finalmente comenzamos a ver más lugareños. Dejamos de ver tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas, para ver cada vez más pequeñas tienditas de barrio, y gente cada vez con peor cara hacia nosotros.

 

No me fijaba en las caras de los  demás. Por experiencia, lo mejor era no dudar y caminar con la vista al frente, en tus asuntos. Si te veían mirar demasiado, o notaban que estabas perdido, probablemente no acabarías demasiado bien. Sabía que alguien ya nos había visto, qeu me habrían reconocido y que ya corría la voz.

- Deja que proteste. Será una buena hoguera esta noche. - contesté a Sagitas en voz baja. - O Menino dá Silva. No necesitamos preguntar. Solo necesito que me vean.

 

Percibí el movimiento entre las sombras del callejón, pero no me preocupó. El chico, de tez morena, escupió a nuestros pies antes de huir, mientras un hombre, evidentemente bebido, se adelantó desde el muro de uno de los tugurios, de los pocos abiertos en la zona. Evidentemente, estaba borracho. Ladeé ligeramente la cabeza, mirándolo con las cejas alzadas.

- Tully. Nunca has aguantado el alcohol. - contesté, mirándolo fijamente.  Sagitas se adelantó, mostrando sorpresa mientras preguntaba sobre el asesino. 

- Venimos a ver a Da Silva. - contesté con tono seco.

Abrí la puerta y entré por delante de Sagitas. Se hizo el silencio, y supe que todos me clavaron la vista. Llevaba años sin aparecer, y algunas caras no me sonaban. Caminé entre el silencio repentino del bar, en dirección a la barra, cuando alguien me cortó el paso. Era un chico de pelo largo, negro. Apenas había comenzado a salirle barba. Me puso una mano en el pecho, que miré un segundo antes de alzar la ceja, mirándolo a los ojos.

- No me toques. - gruñí.

- No se admite la entrada a turistas o desconocidos. - su voz dejaba ver cierto desprecio. Noté que miró por encima de mi hombro, hacia Sagitas. - Mejor volved por donde habéis venido tu y tu n..

 

En un solo movimiento agarré su mano, la que tenía sobre mi pecho, se la retorcí y lo levanté, antes de estamparlo sobre la mesa en la que había estado bebiendo junto con sus compañeros. Comenzó a chillar, quejándose, pero con un gruñido lo callé, presionándolo sobre la mesa.

- Te dije que no me tocaras. Y no te atrevas a hablar de ella. Malditos niñatos. Es que esto se ha ido al infierno mientras yo no estaba! - grité, mirando alrededor. - No sabes con quién hablas?

- Habla con el Lobo Blanco. El último de los Blackner, una de las familias de Cazadores más antiguas. Una de las últimas familias. - Desde la barra, probablemente desde la cocina, un hombre mayor, de pelo corto canoso y piel morena, de rasgos que dejaban ver sus orígenes indígenas y ojos verdes de algún pariente europeo, hablaba con voz calma, mirando la escena como si fuera lo normal en el día a día. Todos comenzaron a cuchichear a nuestro alrededor. - Seguid bebiendo, gusarajos apestosos! Los profesionales tenemos asuntos que tratar.

 

Solté al chico de mala manera, antes de mirar a Sagitas y con un gesto de la cabeza, pedirle que me siguiera. Dejamos los susurros a nuestra espalda antes de pasar tras la barra, hacia el pequeño despacho de dá Silva.

- Al menos esta vez no me has destrozado la barra. Te lo agradezco. - me dijo, esta vez en un tono más afable. Sonreí de medio lado. - Camilo dá Silva, aunque me conocen como el Menino dá Silva. Y usted, bella dama, es...

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Buscando a Dernhorn. Bajos fondos:

El silencio fue incómodo, aunque no duró mucho. Ni tampoco la conversación que mantuvieron mi hijo y aquel desconocido. Me sentí algo pequeña y supe todo lo que desconocía de mi hijo, de su niñez y su juventud. ¿Cuándo estuvo Matt en Brasil, antes de llegar a Ottery? Enarqué de nuevo la ceja; ese gesto se estaba haciendo muy usual en mí últimamente.

-- ¿Tully? -- Me comí con esfuerzo la risotada que iba a soltar porque algo me decía que aquel hombre no era tan bonachón como parecía su nombre. Tampoco es que me hicieran caso. Hablaban entre ellos como si fueran viejos conocidos y eso me hacía sentir alejada de la situación, lo que aproveché para mirar alrededor.

Había miradas curiosas y supongo que algunos se preguntaban qué hacía un local hablando con tanta soltura (es un decir, la lengua seguía demostrando la cantidad de alcohol que había ingerido) con dos extranjeros. No tuve necesidad de mostrar la varita pues Matt avanzó con sus largas piernas y tuve casi que correr tras él para no quedarme atrás. Entró en el garito y puse una cara de asco que disfracé como pude, aunque no tardé en adaptar mi olfato a aquel alud de sensaciones olorosas tan desagradables. En el fondo, era como cualquier taberna con poca ventilación y mucho gentío diferente donde se vendiera alcohol barato. Procuraba mirar alrededor y, de repente, un hombre cayó con fuerza sobre una mesa. Me llevó un pestañeo entender que  había sido mi hijo quien le había agredido.

-- ¿Creía que yo era tu n...? -- pregunté, algo halagada porque no me hicieran con la edad que tenía. Pero volví al mutismo. Allá era una desconocida y todos parecían creer que quien llevaba la voz cantante era mi hijo (lo que en el fondo era cierto, pero qué mal me sabía eso, brrrr), ante su insulto de niñatos. Me preparé por si habría bronca, pero ahora me tocó a mí abrir la boca por la sorpresa.

Sí, demostrado. Matt era conocido allá y yo era una secundaria en esa escena. Aquel hombre hablaba de mi marido, de los Blackner, como si los conociera de toda la vida Sentí algo de envidia porque él hubiera estado en una etapa de la vida de mi hijo que yo desconocía. Le seguí de nuevo, por detrás de la barra, hacia una habitación algo menos olorosa y con un ventilador que refrescaba algo el ambiente. Le di un golpe con los nudillos en la espalda de Matt. Tenía muchas preguntas que hacerle, aunque...

-- ¿Le destrozaste la barra? ¿Cuándo fue eso? ¿Alguna reyerta con borrachos? -- Después sonreí y toqué de forma coqueta mi pelo violeta. -- Camilo es un bonito nombre. Yo soy Sagitas. Sagitas Potter Blue.

Y sonreí, con la esperanza que me reconociera. ¡Demonios! No podía ser que todos conocieran allá a mi hijo y nadie supiera quién era la gran Sagitas.

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