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Los Puertos - El llamado del mar


Thoth

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Entre el cantar de las sirenas y el ajetreo de las olas, donde los dioses dictan a los marineros su buena fortuna en el mar, se alzaba una corroída embarcación llegando a puerto seguro. Una estructura legendaria que, en tiempos pasados, fue propiedad de un temido pirata sanguinario, diseñada para contener un sinfín de tesoros, mercancía de contrabando y sobre todo esclavos. Su mástil de roble negro, velas que de un segundo a otro es capaz que se desplomen a proa, y ahora todo ese navío es una sombra de lo que alguna vez fue el terror de los sietes mares. El Señor de los Demonios, el símbolo de Barba Roja, estaba reducida a ser un mero restaurante en quiebra.

 

-Quizás todos conozcan la leyenda o la fabula de los tres hermanos, esa narración que cuenta las mismas reliquias de la Muerte. – Expreso el trovador. -Y para los caballeros, damas y niños que no la conozcan las voy a contar. – Entre risas de los magos, brujas y muggles todo comienza a dar paso a lo que aconteció. -Había una vez tres hermanos…- narro con esmero esa historia de antaño.

 

El Señor de los Demonios, una vez fue durante siglos la mas temida por los corsarios, pirantes e incluso las mismas autoridades de muchos países. Allí albergaba al más violento, desquiciado pira conocido como Barba Roja, aquel vampiro que no dejaba puerto con vida. Aunque, esas historias son cosa del pasado lejano, donde hoy algunos aventureros intentan cazar el gran tesoro dejado por el mismo, pero quien sabe si esos rumores sean verdaderos o no.

 

-Espero que esta historia fuera de su agrado. – Menciona el trovador y hace reverencia a la audiencia. -Y si alguno es gustoso en darme un fuerte aplauso. - Extiende un gran sombrero de arlequín y esperaba que los que allí encontraba le diera algo de propina.

 

Barba Roja fue uno de los tantos piratas que se hizo un nombre entre los siete mares, su nombre es una leyenda y su barco su hogar. Y de este se decía que había pistas en cada puerto, y que todo iniciaba en su propio barco, era lamentable que todo se redujera a solo rumores de caminos, pero lo que si no era rumor era la venta de los muggles, seres sin magia entre bastidores por los contrabandistas entre los almacenes, quizás magos tenebrosos pudieran allí encontrar un buen sirviente proveniente de diferentes lugares y si alguno posee una fortuna segura pudiera encontrar lo que esté buscando.

 

-Gracias. - Finalizaba el trovador.  -En verdad muchas gracias. – Se despedía con una gran sonrisa y mostraba como en su rostro tan blanco como la nieve, y tres lagrimas negra en el rostro por su lado derecho se dejaba ver. -Espero volverles a ver. -  Y comienza a caminar en dirección a la taberna, mientras tarareaba una triste melodía.

 

El trovador no era alguien inocente, y mucho menos de bunas intenciones, quizás pudiera ser comparado con Barba Roja, pero este no era un vampiro sino un contrabandista. Y ahora, con la finalización de su actividad tenía en mente en continuar con aquella que le da gran ganancia, lo cual era la venta ilegal de animales, personas, objetos y todo aquello que alguien le pudiera interesar.

 

-Con dos monedas y una copa de sangre. – Cantaba el trovador. -El viento a toda vela. - Observa a todos los presentes. - No hay lugar ni sitio mejor que esta embarcación y la muerte por bandera…- Se detuvo en seco. -El infierno como horizonte. - Y saludo con su sombrero a otro marinero, y continuo su rumbo a la taberna. -Las estrellas iluminaran el camino hacia otro mar.- Suspiro. -Soy corsario que perdió el timón por culpa de un mal amor… - Y casi llegando a su destino. -Solo quiero ser tu capitán, gobernar tu nave y conquistar esa isla que hay dentro de ti, aunque haya que morir. – Se detiene en seco frente a la puerta de la taberna. -Mi tesoro, tu corazón. - Una sonrisa se le dibuja en el rostro. -Mis ojos son mis perlas, tu sonrisa es mi maldición. – Y allí comienza abrir la puerta. -tu sonrisa mi maldición…-

 

Taberna, El Leviatán

 

El Leviatán es un antro de mala muerte en donde se reúnen criminales de todo género, quizás un buen samaritano buscara remedir a esas almas en desgracia. Y cuenta las leyendas que en la noche más oscura se escucha el cantar de las sirenas, esas melodías de un querer y sobre todo en el día de San Juan y esas reinas que fueron traicionadas por hombres, mujeres que solo las usaron como un mero objeto, aquellas noches de pasión una noche y nada más. En ese lugar se decía que los clientes habituales eran los más buscados, y que cada trago era como beber veneno.

 

-Tabernero. – Grito el trovador. -Dame algo de ron. - Había finalizado su cantar, ahora andaba interesado en averiguar donde se realizaría la subasta. -y a toda alimaña que aquí se encuentre, vamos a beber hasta no más poder. - Soltó una risa y dejaba ver una bolsa de galeones en su mano izquierda. -Y no sea ese mal ron, hoy quiero celebrar. – Este ladrón de oficio, timador y todos los adjetivos que se le pudieran ocurrir a ese mal viviente era verdad. -Llevad esa botella. - Señala. -A esa mesa. -  Escupe al suelo y camina con cara de pocos amigos.

 

Entre tragos y maldiciones se conducía ese ambiente de convivencia, quizás algunos pudieran ser nobles o leales, pero para el resto eran lobos de mar, aquellos que simplemente deseaban tomar lo que se les apetecía y nada más. Pero una cosa era segura: A los osados que buscaban fortuna o cazar alguien allí debería tener el valor de enfrentarse a las consecuencias, y si era un miserable traidor o cobarde era mejor que no asomara la cara, ya que los cadáveres eran frecuentes salir por la puerta trasera.

 

___

Zona Mercante

 

-No duden en mirar. – Afirmo una vendedora de finas mercancías. -Aquí todo podrá encontrar. – su acento quizás era europeo, y las finas telas se encontraban en su mesón. -Desde lámparas mágicas, vestidos de todos los colores, armas y sobre todo el ron. – Agrego con una sonrisa y observa a la cliente que pudiera darle una venta a esa mujer. Esta se encontraba allí desde la mañana hasta la noche.

 

-Incienso. – Apresuro a expresar un africano con grandes orbes. -Aquí lo encontrará. -  Su voz era como la de un trueno, y buscaba resonar en medio de otros tantos puestos que buscaban a su vez dar la bienvenida a un sinfín de personas, todo para que quienes buscaban un recuerdo encontraran. -Pescado fresco. – Afirmo un joven que caminaba con una canasta, y vestía con un sombrero de paja.

 

Y ese era preludio de la zona mercante en donde las mercancías eran vendidas de puesto a puesto por los navegantes, o bien pudiera ser el hogar de los amigos del ajeno, ya que no era extraño ver alguien que metiera las manos en el bolsillo ajeno, todo pudiera escapar de la vista de los vigilantes, y más si se encontraban confabulados con ellos, todos eran capaces de encontrar lo que anhelaban, o bien pudieran perder si no eran listos y audaces adentrarse en ese laberinto de puestos, y todos juntos como hormigas.

 

-Un ladrón.-  Grita una señora al ser desprevenida, y a pesar de muchos intentos los vigilantes pudieran o no encontrar aquel que hurto. -Ladrón. -  Afirmo el que le había robado. -es quizás que no lo haya traído consigo. -Este era un dueño de un puesto, y todos sus objetos eran posesiones de otros. -Curioso. - Agrego la señora. -Muy curioso. – reafirmo el ladrón. -Y si perdió el suyo ¿Por qué no comprar este? Este es mejor y seguro que no encontrará ningún otro como este. - Intentaba convencer a la anciana.

 

___

Club de Las Sirenas

 

Entre tragos y placeres en la zona más popular se encontraba un curioso club que era al publico un centro de diversión, en donde todo pudiera ocurrir. -1000 Galeones. - Afirmo alguien con una máscara. -por esa mujer. – Y esta oferta era en un área VIP y secreta para comprar todo tipo de criaturas, esto incluía a magos, brujas, muggles y todo ser vivientes o no. Este establecimiento tenía un lema y el cual era: Si lo puedes pagar lo puedes obtener. Y bajo las sombras se hacían negocios por un merecido precio, pero no a todos se le abría la posibilidad, ya que todo debe ser pagado para poder adquirir esos bienes. 

 

-600 Galeones por ese hombre.- Comenta un nigromante deseoso de experimentar, este evocaba como la subasta era iniciada por un ente misterioso y todos se encontraban seguros tras una mascará de animales, o de figuras abstractas o lo que cada uno deseara y los más valientes mostraban su rostro. Otros en cambio buscaban su toque de misterio o de resguardo de la identidad, por eso es que acudían a ese sitio para perseverar todo en el más alto secreto, y fue allí que en medio de ese club se encontraban una habitación de lo más amplio, pudiendo parecer una pasarela de prenda de modas en donde caminaba la mercancía en cadenas y los compradores comunes sentados alrededores y aquellos con más poder adquisitivo poseían su lugar reservado donde podían apostar por el objetos, personas o criaturas de su interés. 

 

 

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Off

 

Este rol no ocurre un país especifico, el nombre de los Puertos hace referencia a todos los países. Y de cierta forma también abarca los roles en alta mar. Y sin nada más que decir, pueden hacer lo que más le gusté, allí le propuse varias tramas, si bien pueden continuar o por lo contrario crear otra.

 Hernal Arts  - Pj Secundario - Cronista de Sangre 

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  • 1 mes más tarde...
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Aprendiendo Encantamientos con Lukyan.

El ambiente dentro de la taberna era denso, cargado de humo y murmullos que flotaban por encima de las cabezas de los clientes. Cillian se encontraba en una de las esquinas menos iluminadas, con una jarra de ron en una mano y su mirada fija en la entrada, aguardando con paciencia la llegada de Lukyan. Sus dedos tamborileaban sobre la mesa, una señal de su impaciencia, mientras se dedicaba a observar a los parroquianos con un aire distraído.

La taberna no era precisamente el lugar más adecuado para una práctica de encantamientos, pero Cillian apreciaba lo apartado y clandestino del lugar. Después de todo, con su nombre y rol en La Marca Tenebrosa, prefería mantenerse lejos de miradas indeseadas.

—Espero que no le moleste un poco de... caos de fondo —murmuró para sí mismo con una media sonrisa, pensando en el tipo de clientela que el "Leviatán" atraía.

Cillian se llevó la jarra a los labios, aunque apenas probó el ron. A decir verdad, estaba más concentrado en la próxima conversación que en su bebida. Había algo de expectativa en el aire, una sensación que no experimentaba a menudo, como si el encuentro con Lukyan tuviera algo de significativo. Se obligó a apartar esos pensamientos de su mente. Para él, era simplemente una práctica, una forma de ampliar sus habilidades mágicas, nada más.

Aún así, no podía evitar preguntarse qué tipo de enseñanzas le ofrecería un hombre con la reputación de Lukyan. Le intrigaba su aparente aislamiento y las sombras de su pasado, aunque se decía que era mejor no ahondar en historias ajenas.

—A ver, ¿por dónde comenzaríamos hoy? —murmuró, como si hablara consigo mismo.

Ajustó el cuello de su chaqueta y observó de nuevo la entrada, esperando con paciencia que Lukyan cruzara finalmente la puerta de la taberna.

@ Lukyan A. Volkov

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Conocimiento: Encantamientos

Acompañado: Cillian Haughton

Post: 1 de 6 

Lukyan miro con mucha curiosidad el lugar donde lo había citado el líder de la Marca Tenebrosa, Cillian, por un momento pensó que posiblemente aquel hombre ya sabía la verdad y había elegido el lugar más lejano para poder interrogarlo y luego matarlo sin piedad. Pero eso, en lugar de hacer que saliera huyendo, le hizo seguir hasta el lugar llamado El Leviatan, una taberna muy cerca de la zona a la que por su aspecto solo gente que se dedicaba a negocios turbios entraba. Lukyan no era quien para hablar mal de las personas o de los lugares, por lo que al entrar a la taberna busco al mago oscuro con la mirada ubicándolo en una mesa lo más lejana posible.

Hola Cillian, la verdad me sorprende mucho que me hayas citado en este lugar. ¿A qué se debe?

Le prestó atención a toda y a cada persona que entraba y salía de aquel sitio, los puertos marítimos no eran mucho de su agrado, toda la zona olía a pescado y aquel aroma le era totalmente desagradable para él. Así que entre más pronto supiera la razón de aquella cita más rápido podría irse del lugar o al menos eso estaba en sus planes, pero con el Líder de los Mortifagos todo podía cambiar.

El pelinegro tomo asiento frente a Cillian, para prestarle atención a la razón por la que se encontraba en aquel lugar, asintió un par de veces antes de ver por una de las ventanas de la Taberna como es que se acercaba una tormenta, ya que las nubes se empezaron a volver negras, y por ello empezó a oscurecer, también se percató de un barco pesquero que se encontraba a mitad del mar, tratando de llegar al puerto, pero las corrientes que provocaba la tormenta que se aproximaba no lo dejaban.

 

@ Cillian Haughton

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“Taberna "El Leviatán" 

  

El Leviatán es un antro lúgubre, donde el tiempo parece haberse detenido en un perpetuo crepúsculo. Ubicada en los callejones más oscuros y menos transitados del mundo mágico, esta taberna es un refugio de aquellos que prefieren permanecer en las sombras. La madera de sus muros está roída, marcada por los años y por incontables peleas, y una leve humedad recorre el aire como si el mar estuviera siempre cerca, aunque la taberna esté en lo profundo de la ciudad. La luz apenas ilumina, y todo el lugar parece bañado en un tinte verde enfermizo, mientras que un hedor salino y dulzón, como el de los peces muertos, impregna el ambiente. 

Los criminales de todos los rincones de los reinos mágicos y mundanos se congregan en El Leviatán. Aquí, los ladrones, contrabandistas, exiliados y hechiceros oscuros encuentran un lugar donde sus crímenes y secretos son respetados. Las conversaciones se llevan a cabo en susurros, y cada mirada parece una advertencia, un pacto de discreción que nadie se atreve a romper. 

La luna llena se oculta detrás de las nubes, y el viento silba en los callejones mientras en el interior de la taberna el ambiente se carga de tensión. En una mesa al fondo, un hombre encapuchado juega una partida de cartas con otros tres individuos, y en otra, una figura solitaria escribe en una libreta vieja, tomando notas con manos temblorosas. El canto de las sirenas comienza a resonar suavemente, en una melodía triste y escalofriante que envuelve la taberna. La noche parece contener su aliento, y los susurros de las sirenas parecen advertir, como un eco del pasado: “Una noche y nada más…”. 

Alguien lanzó un grito cuando una sombra con figura de mujer cruzó el salón, y uno de los parroquianos cayó inconsciente al piso. Nadie se atrevió a levantarlo; en El Leviatán, cada uno cuida de su propio destino. Las copas se alzan y caen, y el veneno sigue fluyendo en una noche que parece no tener fin. 

—Otra vez tu... tu y no ella. —la amargura se hizo eco de su voz. Sin mirarla, las palabras salieron por su boca nada más sentir su presencia cruzar por la puerta de la taberna. El Malfoy, con la capa de viaje puesta y la capucha cubriendo su rostro, no levantó la mirada... no quería afrontar la verdad de lo que estaba a punto de presenciar. 

Tazz llevaba una semana en ese sitio alejado de la mano de Dios, viniendo cada noche a esperar sentado en la misma mesa, para comprobar que si ella aparecía o no. Las esperanzas por volverla a ver menguaban con el pasar de las horas... los días, pero aun así seguía viniendo sin falta a la Taberna del Leviatán.  

 

@ Kaori Matsudaira

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Valkyria Karkarov B. L.

Desde el rincón más oscuro de la taberna, Valkyria observaba con ojos que podían ver mucho más allá de la penumbra que envolvía el Leviatán. Ella podía sentir la energía amarga del lugar, un espacio entre la vida y la muerte, un resquicio donde las sombras parecían susurrar secretos y las paredes exhalaban la tensión de cada mirada furtiva, de cada palabra callada.

Llevaba días rastreando pistas, fragmentos de información que parecían desvanecerse como humo entre sus dedos. Su cuerpo, aunque en apariencia sólido, se sentía cada vez más distante, como si su esencia perteneciera a otro plano. La pérdida de su magia se revelaba de formas sutiles, una debilidad creciente en sus venas y una sensación de ser una extranjera en su propia piel. Aun así, su voluntad permanecía intacta, un aliento gélido que avivaba las brasas de su propósito.

Al entrar en la taberna aquella noche, sus pasos no resonaron en el suelo de madera gastada; se movía como una sombra entre sombras, un espectro en busca de respuestas. La luz verdosa apenas alcanzaba a dibujar los contornos de su rostro. Nadie parecía prestarle atención, o tal vez temían cruzarse en el camino de alguien cuya presencia evocaba la cercanía de la muerte.

Entonces, su mirada lo encontró, allí, en su mesa habitual, como si fuera parte del mobiliario de ese antro sombrío. Tazz, con la capucha baja y los ojos clavados en la superficie de la mesa, ajeno o indiferente al paso del tiempo y al lugar en el que se encontraba. Ella pudo sentir la tensión en él, la amargura reflejada en la forma en que su mandíbula se apretaba y sus hombros se mantenían rígidos. Aquel hombre que una vez fue considerado como un padre para ella, parecía estar librando una batalla silenciosa consigo mismo, una batalla en la que ella era tanto la causa como el consuelo imposible.

Se detuvo a unos metros de distancia, y su sombra pareció envolverlos a ambos en un silencio inquietante. La voz de Tazz rompió el silencio con una dureza que ella ya había anticipado. El peso de sus palabras cayó sobre ella como una sentencia, fría y certera. No necesitaba mirarlo para comprender lo que significaba; era una confesión de deseo y desesperanza, una admisión de la esperanza rota que él albergaba cada noche, con la vana expectativa de ver a alguien que ya no existía. No en esta forma. No como la persona que él había conocido.

Ella dio un paso hacia él, observando los restos de su desilusión reflejados en su postura abatida. Durante un instante que pareció durar una eternidad, consideró simplemente dar media vuelta y desaparecer de nuevo en las sombras. Sería fácil; después de todo, el tiempo y la distancia habían logrado erosionar muchas de las conexiones que antes la unían a él. Pero al mismo tiempo, algo la retenía, un fragmento de empatía, tal vez, o una necesidad de confrontar aquello que habían compartido.

—Tazz —dijo finalmente, su voz apenas un susurro, pero tan firme como el acero—. Aquella que esperas, aquella que buscas… ya no existe.

Las palabras eran como un arma afilada, y sintió el peso de cada una al pronunciarlas. Le debía esa verdad, aunque sabía que traería consigo una herida que ambos cargarían. Había cambiado, había renunciado a partes de sí misma que jamás podría recuperar. Sus sacrificios, su nueva realidad, y la continua pérdida de su poder la habían moldeado en algo diferente, algo más frío, tal vez, pero también más determinado.

Valkyria mantuvo su mirada en él, esperando la inevitable reacción. Sabía que su presencia allí, en el Leviatán, no era una coincidencia; ambos eran supervivientes de un pasado que no dejaba de perseguirlos, fantasmas atrapados en el mismo laberinto de sombras y amarguras. Y aunque él tal vez nunca lo comprendería del todo, su propia lucha la había conducido de vuelta a este sitio, en busca de respuestas y redención que solo un sitio como el Leviatán podría ofrecer.

Sin esperar respuesta, se sentó frente a él y pidió una copa. Quizá, pensó, podrían hallar alguna paz en el silencio compartido.

@ Tazz Malfoy  

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Aprendiendo Encantamientos con @ Lukyan A. Volkov

 

Cillian observó con interés cómo Lukyan se acercaba, notando la ligera incomodidad en su expresión mientras se deslizaba entre las mesas llenas de tipos malencarados y buscavidas. Cuando finalmente Lukyan se sentó frente a él, Cillian sonrió apenas, con ese toque de ironía que siempre lo caracterizaba. Apoyó los codos en la mesa y lo miró de frente, aunque sin dejar de notar la mirada de su acompañante hacia la ventana y el mar agitado más allá.

—Vaya, veo que eres observador —dijo Cillian, apenas alzando una ceja—. No te preocupes, no te traje aquí para... otro tipo de negocios, si eso es lo que te preocupa.

Bajó la voz un poco, consciente de los oídos aguzados a su alrededor. Le bastaba con una mirada para disuadir a cualquiera de acercarse demasiado, pero aún así, prefería mantener el tono bajo.

—Quería un lugar discreto y alejado de miradas inoportunas, y dudo que aquí alguien se interese demasiado por lo que hacemos. —Hizo una pausa, tomando un trago de ron, aunque sin apartar la vista de Lukyan—. Además, siempre es bueno estar en un sitio donde, si algo se sale de control, al menos no llamaríamos la atención.

Alzó la jarra en un gesto de brindis, su sonrisa ahora más relajada.

—Vamos, no seas tímido, Lukyan. Si realmente eres tan buen mago como dicen, podríamos enseñarnos un par de cosas esta noche, ¿no crees?

Cillian dejó la jarra sobre la mesa y se recargó en el respaldo, evaluando a su acompañante por un momento, como midiendo su reacción. La tormenta que comenzaba a desatarse afuera le dio una excusa para permanecer en la taberna un poco más, y quizá, disfrutar de la velada practicando algunos encantamientos junto a alguien que, al parecer, sabía muy bien cómo mantenerse al margen de los problemas, o al menos eso pensaba.

—¿Te animas a enseñarme algo de lo que sabes?

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Taberna "El Leviatán"

  

El aire en El Leviatán estaba más espeso de lo habitual, impregnado de una sensación de muerte inminente, como si algo en el ambiente anticipara un final, o tal vez un reencuentro, que ni siquiera los más endurecidos bebedores podrían ignorar. Tazz Malfoy observaba el líquido oscuro en su copa, hundido en sus pensamientos, como si en el fondo de ese veneno pudiera hallar la respuesta que llevaba años buscando. La vida había sido cruel y silenciosa en su soledad, recordándole cada día a aquellos a los que había fallado, aquellos que había perdido. 

Y luego, como un susurro helado, sintió su presencia antes de verla. 

No levantó la mirada de inmediato. Los rumores y cuentos de El Leviatán le habían enseñado que los espectros no eran siempre lo que parecían. Sin embargo, algo en esa energía familiar, punzante y helada, lo obligó a dejar la copa y levantar la vista. Allí, entre la penumbra verdosa, estaba Valkyria, su hija. ¿De verdad era su hija? O era... ¿aquella que se la arrebató? De pie frente a él como una sombra hecha carne. La misma determinación en su mirada, esa frialdad que antes solo había sido una chispa, y que ahora era un fuego gélido. 

Por un momento, el aire en el antro se desvaneció, y Tazz sintió que el tiempo se comprimía en un solo segundo, ese instante donde padre e hija se encontraban tras años de distancias y silencios. 

No pudo evitar la tensión en su mandíbula, la rigidez en sus hombros. Su mirada seguía atrapada en la de ella, esperando, más bien temiendo, las palabras que sabía que iban a venir. La voz de Valkyria rompió el silencio con una suavidad que era a la vez una sentencia. 

<<Tazz… Aquella que esperas, aquella que buscas… ya no existe.>> 

Sus palabras atravesaron la distancia que los separaba como un filo afilado, directo y letal. Era lo que había temido escuchar desde que había dejado de buscar en cada rincón de su mente los recuerdos de la niña que había conocido. La niña que una vez había protegido y amado más allá de sus propias fallas. La niña que, ahora comprendía, jamás volvería a ver. 

Él asintió lentamente, sin apartar la mirada. Su mente rechazaba las palabras que ella había pronunciado, pero su corazón… Su corazón, ese órgano cansado y endurecido, había estado esperando ese golpe. La decepción, el peso de la desilusión, era una sombra familiar, pero esta vez la sentía más densa, como si el propio Leviatán hubiera decidido devorar cualquier esperanza que le quedara. 

—Si no eres ella, ¿Por qué has venido? ¿Por qué has respondido después de tanto tiempo...  

Valkyria se sentó frente a él, y Tazz apenas percibió el sonido de su copa sobre la madera vieja y carcomida. Sin añadir otras palabras, tomó un trago profundo, el amargor del licor quemándole la garganta. Al bajar la copa, su voz salió entrecortada, más ronca de lo que había imaginado. 

—Valkyria… —pronunció, saboreando su nombre, como si fuera un conjuro o un recuerdo que apenas podía mantener. —¿Te puedo seguir llamando así? —su mirada volvió a cruzaron la de ella y no esperó a una respuesta, solo añadió: —No pensé que responderías... han pasado muchos años desde la última vez, aquella en el cementerio... 

Sus palabras colgaron en el aire, frágiles y dolorosas. Sentía que aquella figura frente a él, la mujer en la que se había convertido, estaba tan cerca y tan distante como un espejismo en el desierto, una visión que podría desvanecerse en cualquier momento. 

—¿Vienes a terminar lo que no pudiste hacer en la tumba de mi hija?  

Tazz dejó la copa en la mesa, y por primera vez en mucho tiempo, permitió que su máscara de dureza se resquebrajara. Los recuerdos de aquella niña que había sido su todo, que había jurado proteger, y que ahora lo miraba con la misma dureza con la que él se había mirado cada día, eran demasiado pesados para sostenerlos en su mente sin rendirse a la tristeza. 

—Perdí tantas cosas, Valkyria… te perdí a ti, y no hay castigo en este mundo que me redima de eso. Pero mírame ahora —su voz se quebró apenas, aunque él se esforzó por mantener la compostura—. Todo este tiempo, buscándote en sombras y rumores, y eres tú quien me ha encontrado, porqué así lo has querido.  

El silencio que compartieron era oscuro, cargado de lo que jamás podrían recuperar. Pero también, en ese silencio, Tazz encontró un extraño consuelo. Había un vínculo, aunque fuera tenue y lastimado, que aún los unía. No eran las mismas personas, y él comprendía que nunca recuperarían lo que habían perdido. Aun así, había algo en la presencia de su hija que despertaba un resquicio de paz en su atormentada alma. 

Esperó, sabiendo que cualquier cosa que ella pidiera, cualquier sombra que quisiera confrontar, él estaría allí, para darle lo que necesitara, incluso si eso implicaba enfrentarse a su propia destrucción. 

 

@ Kaori Matsudaira

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Publicado (editado)

Acompañando a @ Cillian Haughton  en el aprendizaje de Encantamientos

Lukyan se quedó unos segundos en silencio, observando los ojos oscuros de Cillian, que, como siempre, parecían leer más allá de lo que él estaba dispuesto a mostrar. El aroma pesado del ron y el bullicio del ambiente de la taberna lo envolvían, mientras la tormenta que rugía afuera parecía tan amenazante como las palabras de Cillian. Aunque sabía que el líder de la Marca Tenebrosa no era un hombre de muchos remilgos, la propuesta que acababa de hacerle lo dejó pensativo.
 
La idea de “enseñar” a un mago oscuro como Cillian, uno de los más poderosos, le resultaba casi absurda. ¿Qué podría él, un mago relativamente joven y aún no tan conocido, ofrecerle a un hombre que probablemente sabía más de magia que todo un consejo de hechiceros? La sola sugerencia lo desconcertaba, como si Cillian estuviera jugando un juego cuyas reglas Lukyan aún no comprendía del todo.
 
Sin embargo, había algo en la forma en que Cillian lo observaba, como si ya conociera la respuesta que Lukyan no se atrevía a admitir. Había algo en su mirada que lo desestabilizaba, una mezcla de desafío y... curiosidad. No podía simplemente rechazar la oferta, no sin escuchar qué más tenía que decir. Algo en el aire, una presión sutil, lo empujaba a quedarse, a no dar la espalda tan fácilmente. Las palabras de Cillian seguían resonando en su mente: *"Si realmente eres tan buen mago como dicen..."*
 
Lukyan se inclinó ligeramente hacia adelante, sus dedos jugueteando con la copa frente a él, mientras su mirada permanecía fija en Cillian, intentando leerlo, adivinar qué esperaba de esa conversación. El silencio se alargó, como si ambos estuvieran midiendo el terreno.
 
No estoy seguro de qué esperas exactamente que te enseñe, Cillian. —La voz de Lukyan era suave, pero su tono contenía una firmeza apenas disimulada—. Así que dime... ¿qué es lo que realmente te interesa aprender? —preguntó, sin apartar la mirada, como si cada palabra de Cillian pudiera desvelar un misterio que aún no quería o no debía comprender.
 
De repente, Lukyan sintió una presión en el aire, como si la atmósfera misma estuviera tensándose, aguardando una acción. Sus ojos se entrecerraron, percibiendo que algo estaba a punto de suceder. No dijo nada. En su lugar, alzó su varita, apuntando al cielo, y trazó un gesto fluido. En cuestión de segundos, las nubes negras que cubrían el cielo sobre la Taberna El Leviatán comenzaron a despejarse, como si nunca hubieran estado allí. La tormenta se disolvió rápidamente, dejando atrás solo el recuerdo de la lluvia que había mojado el suelo fuera del establecimiento.
 
Si lo que buscas es aprender, este lugar no es el correcto. —dijo Lukyan con calma, mirando hacia el cielo despejado—. Las nubes se han ido. Ya podemos salir. Vamos, caminemos por el puerto. Alguien podría necesitar de nosotros.
Editado por Lukyan A. Volkov

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Aprendiendo Encantamientos con @ Lukyan A. Volkov

 

Cillian sonrió, un gesto leve y casi calculado, mientras observaba a Lukyan con una intensidad que cruzaba los límites de la simple curiosidad. Notó el leve desconcierto en la mirada del joven mago y, por un instante, dejó caer las barreras que solía mantener al hablar de poder o estrategia.

Se acercó, despacio, apenas cerrando la distancia que los separaba, y antes de que Lukyan pudiera reaccionar, lo tomó de la nuca y lo besó. No fue un beso impulsivo ni apasionado, sino uno cargado de intención, un roce de labios que parecía contener promesas y amenazas en igual medida. Cillian se separó unos centímetros, sus ojos oscuros aún fijos en los de Lukyan.

—No solo el conocimiento es poder, Lukyan —murmuró, con una voz apenas audible—. Hay muchas formas de enseñar, y muchas formas de entender lo que uno quiere aprender.

Sin darle tiempo a responder, Cillian se separó y salió de la taberna, con el aire despreocupado de quien sabe que ha dejado una impresión. La tormenta afuera había cesado, el cielo ahora despejado gracias al hechizo de Lukyan. Al llegar al muelle, se detuvo y sacó su varita, sosteniéndola con una calma casi desafiante, mientras el aroma salado del puerto llenaba el aire.

—Veamos si tu truco con las nubes tiene algo más de… profundidad —dijo, girándose para mirarlo de reojo, con una expresión que insinuaba curiosidad.

Con un movimiento firme, Cillian apuntó su varita hacia el agua y murmuró una serie de palabras en voz baja, tratando de convocar un encantamiento que, si funcionaba, traería la fuerza de las mareas hacia ellos. Quería probar su propia habilidad, y tal vez, solo tal vez, demostrar a Lukyan que también podía aprender algo nuevo de él.

Las olas comenzaron a agitarse, respondiendo al poder de Cillian con movimientos violentos, aunque imperfectos. Podía sentir cómo el hechizo intentaba cobrar vida, pero no lograba mantenerlo del todo bajo control. Sin darse por vencido, dirigió una mirada a Lukyan, como invitándolo a intervenir, a guiar el hechizo hacia algo más sólido y efectivo

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Valkyria Karkarov. 

 

 

Valkyria observaba el rostro de su padre, velado por las sombras del Leviatán, sintiendo cómo el silencio entre ambos se hacía tan pesado como el aire en ese lugar rancio y oscuro. No había forma de ignorar el muro invisible que los separaba; una barrera hecha de años de distancia, de palabras no dichas y del recuerdo constante de la niña que él había perdido y de la persona en la que ella se había convertido. Pero aquí estaban, obligados a enfrentar el pasado por el frágil propósito de una tregua.

Sabía que esa conversación podía desgarrarla aún más, revelando partes de su alma que había blindado contra el dolor y la decepción. Respiró profundamente y mantuvo la mirada fija en los ojos de Tazz, tratando de leer en ellos alguna señal de que no estaba perdiendo el tiempo al buscar su ayuda. Cuando él mencionó el cementerio, el recuerdo de aquella noche le regresó como una herida mal cicatrizada, cada imagen confusa y dolorosa, atrapada en la penumbra de una despedida prematura.

—No vine a terminar nada, Tazz, —murmuró con una voz que sonaba fuerte pero en la que latía un dolor apenas contenido—. Vine porque necesito respuestas. —Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras se asentara, sin bajar la mirada—. Porque aunque ya no sea la niña que una vez conociste… y aunque nos hayamos convertido en dos extraños, sé que eres el único que puede entender en lo que me estoy convirtiendo.

Era como arrojar una chispa en un polvorín; el rostro de Tazz permanecía inmutable, pero ella percibía la tensión en su mirada, una mezcla de asombro y de emociones enterradas que apenas se contenían. Dejó salir el aire en un suspiro, preparándose para lo que debía decir, para exponer una vulnerabilidad que siempre había escondido de todos.

—Mi núcleo mágico… está inestable. Y siento que está empeorando. —Vaciló, observando sus propias manos como si ahí pudiera encontrar la raíz de su problema—. Es como si algo lo estuviera corroyendo desde dentro, fragmentándolo. Los hechizos que antes podía realizar sin pensar ahora son peligrosos… para mí y para cualquiera a mi alrededor. —Una leve chispa de energía se asomó entre sus dedos, y apretó el puño, como si esa pequeña muestra de su descontrol pudiera alejarlo.

—Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de todo, pero —y se obligó a mirarlo de frente, dejando entrever un poco de la desesperación que había tratado de esconder— si alguna vez existió algo entre nosotros, si alguna vez me viste como alguien digno de proteger… ahora es cuando necesito que me ayudes.

Tazz permaneció en silencio, con una expresión casi impenetrable. Cada segundo que pasaba sin una respuesta aumentaba la presión en su pecho, pero se forzó a mantener la compostura. Sabía que la tregua que estaba pidiendo era frágil, construida sobre un pasado que ninguno de los dos había procesado realmente. Sin embargo, necesitaba arriesgarse.

—Tazz —dijo en un último intento, suavizando su voz hasta que casi se quebró—, no te pido que olvides. Solo… ayúdame a no… —Dejó la frase incompleta, incapaz de decir la palabra "morir".

No era solo una petición desesperada. Había oído de fuentes confiables sobre el trabajo de Tazz en el ámbito de la investigación mágica, su participación en estudios sobre el gen mágico y su profundo conocimiento de los núcleos mágicos. Nadie mejor que él para entender su dilema y ayudarla a enfrentar el proceso que, de otro modo, podría llevarla a perder el control por completo.

La última palabra estaba en sus manos, y en el fondo, Valkyria confiaba en que algo de ese hombre que había sido su padre seguía ahí, escondido en las sombras.

@ Tazz Malfoy

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