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Mazmorra - Devorador de Historias


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El sol de la tarde se esconde en el horizonte, bañando con sus últimos rayos de luz al pequeño pueblo londinense de Dode. Olvidado, tanto como aquellos que aún residen en él, a pesar de la reducción casi a cero de la población tras la peste negra. Ahora, el pueblo es considerado maldito, pero ¿realmente se cree que solo tuvo que ver con la pandemia ocurrida en 1391?
 
Con esas últimas luces, los pocos habitantes se apresuran a regresar a sus casas. Sus rostros sombríos y pálidos parecen conocer el presagio que se cierne sobre ellos. Puertas tras puertas se cierran, algunas colocando crucifijos sobre la madera desgastada. Otros encienden calabazas talladas con manos temblorosas, apresurándose dentro y mirando con nerviosismo al astro diurno mientras este abandona el cielo, entregándolos a los terrores que trae la noche.
 
Silencio. Abruptamente, el tiempo cesa, generando un vacío en la continuidad del espacio-tiempo. Los susurros comienzan; murmullos del más allá resuenan cuando el velo entre los vivos y los muertos se rasga, abriendo paso a espíritus que buscan almas que devorar, anhelando un ancla permanente en la tierra que abandonaron hace mucho. Buscando… Samhuin, la noche de las pesadillas, está aquí. 
 
En lo bajo de la suave colina de Holy Hill, se escucha el crujir y temblor de la tierra. Una grieta se abre en los cimientos del mundo, comenzando a brillar con un color verdoso y rojizo. Risas se cuelan y ojos observan desde las paredes del profundo cráter. El olor a azufre es repulsivo; los perros lloriquean, desgarrando sus correas, tratando de escapar mientras una nube de humo amarillento asciende desde el núcleo de la tierra misma.
 
El viento se vuelve un huracán, creando un pequeño tornado en medio del humo amarillo, y el cielo se ilumina con truenos que caen como flechas sobre la tierra. Lentamente, una figura comienza a tomar forma, condensándose hasta asumir la apariencia de una criatura extremadamente alta y delgada. Viste un tuxedo negro con delgadas líneas blancas; un moño de murciélago, que termina en alas de puntas afiladas, enmarca su cuello esquelético. El rostro del demonio encarna el mal; de la profundidad de sus hundidos ojos emana un brillo rojizo que se intensifica a medida que completa su forma. El demonio en la famosa imagen de Jack Skellington ha llegado a Dode a desatar su magia oscura.
 
Jack camina junto a las casas, su risa macabra empuja a los perros al frenesí. Aúllan hacia la luna, sus cuerpos se convierten en insustanciales sombras grisáceas ante la orden de la criatura. Baba verde gotea de sus afiladas fauces mientras lo acompañan hacia su destino final —Como es abajo, lo es aquí arriba —la voz de Jack lastima los oídos; su tono, engañosamente suave al principio, se torna cada vez más difícil de soportar. Levanta sus manos frente a la antigua iglesia de Dode, moviéndolas en patrones rítmicos. El esqueleto humanoide comienza a manipular la energía, atrayendo la luz de todas las cosas vivas, torciéndolas y transformándolas en algo profano. Ahora, sostiene una bola de fuego negro en el centro de sus manos levantadas—. Con este hechizo oscuro, los someto. De derecha a izquierda, de atrás hacia adelante, tres veces tres se ha hecho. No habrá escapatoria para sus almas; yo soy su dueño. —Jack golpea la tierra con el fuego negro, y la vida, tal como la conocen, se extingue. Bajo sus pies, el césped se vuelve marrón, corrupto por la magia de Jack Skellington, extendiéndose hasta los árboles y cualquier forma de vida natural.
 
Poco a poco, la iglesia y el pueblo se desvanecen, reemplazados por un extenso parque de atracciones sumido en una oscuridad inquietante. Un arco de metal se erige con la inscripción “Parque de atracciones”, flanqueado por la boca de un payaso abierta en un grito silencioso, congelada en un momento de terror. Las casas, ahora distorsionadas, se transforman en máquinas monstruosas: ruedas de la fortuna oxidadas, montañas rusas desmoronadas, carruseles que chirrían con un eco fantasmagórico. La pintura de cada atracción es un recuerdo desgastado, escamoso, cubierto de la humedad de la descomposición.
 
Poseídos, los pueblerinos de Dode se convierten en meros títeres, dispuestos en cada atracción. Sus movimientos son espasmódicos, erráticos; algunos aguardan a que los visitantes lleguen, acechando tras escaparates con rostros retorcidos en sonrisas malditas que nunca alcanzan sus ojos vacíos. En el corazón mismo de este lugar macabro, se levanta una carpa de cuatro metros de altura y veinte de largo. En contraste con la penumbra que la rodea, sus líneas blancas y rojas son vivas, casi demasiado brillantes, y hilos de oro adornan las solapas que sostienen abierto un lado, invitando con un atractivo inquietante a los desprevenidos a entrar.
 
Jack azota la noche con su risa escalofriante, extendiendo sus manos hacia el cielo mientras emplea su magia oscura. Folletos del parque vuelan en todas direcciones, como aves depredadoras en busca de presas, buscando atraer a sus víctimas hacia él. Mientras tanto, Jack se sienta en su trono de sombras, aguardando con ansias a que la próxima alma llegue a sus dominios. Con la paciencia de alguien que vivió miles de vidas, Jack hace sonar sus huesudos dedos sobre la gran silla de respaldo rojo en la que está sentado, y al escuchar murmullos, se remueve exaltado; incapaz de quedarse quieto ante las criaturas que de a poco caen en su red. 
 
Ahí es donde llegan ustedes. Se sienten extrañados por la compulsión que los trajo, sosteniendo los folletos en sus manos y observando a su alrededor, con tantas preguntas agolpándose en sus mentes que casi pasan por alto las miradas aterradas de los pueblerinos fantasma. Sus ojos, abiertos en muecas que solo pueden significar una única advertencia: Corran. Pero, ¡Oh no! Ven la carpa abierta; los susurros perforan sus mentes, como parte de un hechizo que comenzó a echar raíces desde el momento en que pisaron el césped corrompido. Ya no hay escapatoria al ingresar al imperio de Jack Skellington.
 
Dentro, el suelo está cubierto por una pesada alfombra de estampado negro y borgoña, que recorre un pasillo alargado que parece no tener fin, pero desemboca en una amplia sala. Muebles de madera sostienen artefactos de magia negra y vudú, mientras sillones de terciopelo rojo se esconden en pequeñas salas tras cortinas de sangre. Mientras observan con curiosidad, no se percatan de quien los acecha. 
 
—Buenas noches, Hechiceros —la voz suena suave y persuasiva, mientras Jack, oculto en la oscuridad de una esquina, se siente extasiado. Sabe que son personas y criaturas que portan el don de la magia. ¡Podría saltar de pie en pie!—. ¡El destino ha querido que sean mis primeros invitados!
 
Con un movimiento rápido como un pistón, Jack se escabulle hacia el otro lado de la gran sala. —Yo los atrapo, los pongo a mi merced -—danza grácilmente, moviendo sus manos mientras ustedes comienzan a sentirse extraños. - De dentro a afuera, su espíritu someto y de su mente me adueño. Aquello que es de la magia me hace fuerte. ¡Su habilidad se tuerce, me obedece! - girando en un círculo perfecto, Jack libera un humo verde del que no tienen manera de escapar. Viéndose más grande y amenazador, su voz se convierte en mil ecos.
 
—Al sueño los envío, porque soy el principio y el final. Con ingenio tendrán que actuar, si sus almas quieren salvar.
 
El delgado demonio palmea tres veces, y sienten un picor en su mano derecha. Un corte derrama sangre sobre la alfombra, hecho por Skellington sin que lo noten, sellando el oscuro hechizo que los priva de fuga. En la realidad, están dormidos, en trance; todo ocurre en sus mentes. ¿Pero será así? Lo que les suceda allí donde todo es posible, ¿No pasará también a su carne?
 
—Desde ahora, su destino está en juego. Sus almas serán mías y me acompañarán por la eternidad si hacen elecciones incorrectas —Jack merodea entre ustedes, sus ojos rojos iluminando la habitación tenue—. ¡Rápido! —su voz chillona hiere sus oídos. El demonio Jack abre sus palmas, mostrando tres bolsas que tintinean al moverse. Al abrirlas, ven que contienen dos monedas de oro con el perfil de Jack - Soy el nuevo dueño de sus mentes ¿Cuál es su número de la suerte? La necesitarán.
 
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Editado por La Marca Tenebrosa

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Los Blue Violet Friends:
(posteo 1)

Éramos un grupo curioso, los tres compañeros que íbamos juntos. No sé cómo habíamos coincidido en aquella ruta hacia a algún sitio. Sólo caminábamos uno al lado del otro, con un ligero silencio que hasta parecía incómodo. A ver, no es que tuviéramos nada en contra de aquella muchacha, pero ni sabíamos cómo se llamaba ni cómo se había unidos a nosotros, aquella chiquilla. Calculo que debía tener... ¿16, 17 años? Debía estar aún en la Academia. Matt y yo sí, era más lógico que nos hubiéramos encontrado por el camino. Últimamente, a donde íbamos, nos encontrábamos, como si nos vigiláramos.

Tal vez eso era cierto, puesto que habíamos sufrido la Guerra de los Pactos Rotos juntos, luchando juntos, protegiendo juntos a los niños, volviendo juntos al pueblo y restaurando juntos las dos mansiones y los negocios, para volver a una cierta normalidad. E incluso ambos habíamos entrado juntos al bando de la Orden, lo que hacía que fuera normal que nos encontráramos. Sin embargo, aquella vez había sido una casualidad, lo juro. Ni Matt ni yo habíamos quedado aquella tarde en estar en el mismo sitio. Yo personalmente, pase la tarde fuera, limpiando el negocio de las varitas que tenía con una amiga a quien no veía antes de la guerra. Temía que se hubiera perdido en algún momento y que... No, no podía darla aún por desaparecida.

Recuerdo que, en un momento dado, alguien había entrado en la tienda y había dejado unos folletos encima del mostrador. Ni sé quién fue ni como lo hizo, puesto que yo estaba allá, limpiando las varitas y comprobando que estuvieran todas en sus cajas. Cuando me volví, la campanilla de la puerta ya dejaba de sonar y no había nadie. Aún me dio tiempo de limpiar varias varitas más, antes de dejar las gamuzas encima de una silla y tomar uno de los pergaminos donde se veía una especie de circo. Parecía una invitación o algo parecido.

Arrugué el ceño. ¿Alguien pretendía hacerme la competencia a mi propio circo? ¡Ottery era mía, malditos fueran aquellos que osaban entrar en mi terreno! Con las voces ecologistas que, tras la guerra, pretendían que los animales mágicos fueran libres en territorios con magia, que no vivieran encerrados y todas esa memeces que oía. Que sí, que yo estaba de acuerdo con eso, pero el Circo sólo era una forma de conseguir mantener la mini reserva de los propios animales. Que nadie sabe lo caro que están los piensos, el salario de la gente, la limpieza de los rediles, el mantener una reserva y todos los gastos médicos que conllevaba tener a los animales controlados para que no enfermaran. ¡Qué no, qué no! Que ese circo no me iba a quitar gente. ¡Qué se buscaran sus propias víctim..., digo público!

Supongo que fue ese exceso de mal genio el que hizo no intuyera o no pensara o no-lo-que-sea que aquel folleto podría ser una trampa. Era Halloween, había estado pregonando en la familia que había que extremar las precauciones, porque la línea entre los vivos y los muertos se hacía cada vez más delgada, que después de la guerra, había muchas almas que aún no habían estabilizado su estancia entre uno y otro círculo y que podríamos tener problemas. Y voy yo y, sin escuchar mis propias advertencias, agarré con furia aquella especie de invitación, folleto, publicidad o lo que fuera e intenté arrugarlo. Para cuando me di cuenta de lo que había sucedido, ya había perdido el aliento y estaba en... vete a saber dónde.

Rodé sobre un césped que juraría olía raro. Y no, no me refiero a ese agradable y ensoñador aroma a petricor, que arranca una sonrisa y adormece los sentidos, dejándote sumida en una ensoñación apetecible. No. Me refiero a ese olor a... a gusanos podridos por debajo de aquella manta de marrón oscuro, siniestro. Y eso suponiendo que sólo sean gusanos o animales parecidos los que se pudren bajo él. No quería pensar que hubiera... cuerpos... descansando bajo él. Era algo tenebroso en aquel día de Halloween.

-- ¿Dónde m... estoy? -- Creo que lo grité, enfadada porque aún llevara en la mano aquel panfleto y que pudiera ser el causante, además, de haber sufrido un traslado ilegal a algún sitio en el que no quería estar. -- ¡Os denunciaré en el Ministerio de Magia por... por...! ¡Por secuestro!

Bueno, aquí he de reconocer que perdí algo la cabeza porque era desconocido el lugar donde me habían trasladado y porque, a demás, no sabía quién podría ser mi enemigo. O enemigos. Porque podía sentir como era observada, juro que eran varias las miradas que detectaba. A punto de cerrar los ojos y concentrarme para notar presencias, sentí un quejido por un lado y, casi al momento, (o tal vez tardó algo más, es difícil de precisar el tiempo cuando parece que todo se ha detenido a tu alrededor; podrían haber pasado horas como dos minutos) noté que alguien más se quejaba.

-- ¿Hola? ¿Matt?

Aquí fue donde nos encontramos de nuevo. Reconozco que una cara familiar fue estupendo en aquel momento. Me pareció ver que llevaba algo en la mano, estrujado, aunque con la oscuridad de la noche era difícil adivinarlo. La otra persona era una chiquilla de cara agradable, que parecía sorprendida de estar allá, tanto como nosotros. 

-- ¿Y tú...? ¿Cómo te...?

No acabé la pregunta. El silencio se había roto de repente por un aullar loco de... ¿Aquello podrían ser perros jadeantes y miedosos? ¿Serían licántropos? ¿O sólo era el respirar angustioso de un ataque de ansiedad que me entraba al descubrir lo que había más allá y que, extrañamente, no había visto hasta ahora?

-- ¡Válganme los dioses oscuros del Averno! ¿Eso es un circo? -- Bueno, desde mi propio punto de vista, con la inmensidad de carpas, carromatos, gente que pululaba por toda la zona abierta, animales, rediles, hasta cafetería teníamos, aquello NO era un circo.

Aquel parque de atracciones parecía no-vivo. Es decir, era tétrico, había terror en los maniquíes que estaban en cada una de las paradas, de los stands, de todo lo que se veía. Un momento... ¿Los maniquíes pueden sentir terror e intentar avisar con los ojos muy dilatados? Eso era demasiado humano para tratarse sólo de plástico inerte.

-- Tal vez... debiéramos.. intentar volver a casa...

Sí, puede que pareciera miedosa, pero lo que hablaba era mi prudencia y la alarma de ese sentido que toca como una campanilla en el interior de la cabeza cuando no estás a gusto en un lugar. Nada de miedo; precaución era la palabra.

Pero esa sensación desapareció enseguida, sustituida por unas órdenes en mi cabeza que me hicieron olvidar que aquello no podía ser bueno. Supongo que el contacto con el césped, cuando aparecí sobre él, me habría contagiado de algo. O no, tal vez sólo era aquel lugar, aquel maldito lugar lleno de suciedad, oscuridad, humedad, descomposición, de... Todo era desagradable allá y, sin embargo, avancé la primera aunque noté que los otros dos me seguían, hacia aquella carpa que, de lejos parecía sucia y desvencijada, rota y a punto de salir volando a la más leve señal de viento.

Y así íbamos los tres caminando hacia la carpa enorme que, a medida que parecía más cerca, parecía más viva: las líneas rojas y blancas aparecían nítidas y limpias con hilos de oro que brillaban como bombillas que atraían a verlas más y más cerca, mucho más cerca, a entrar, a sumergirse en las entrañas, como una boca que sabes que se va a cerrar y a masticarte en cuanto te descuides.

Y, aún así, entré sin resistirme en aquella carpa sin saber que iba a ser mi peor pesadilla.

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Las Super Nenas
#1

Seguramente de estar consciente de lo que estaba pasando, todo hubiera sido diferente. Pero como era costumbre, no hubiera elegido entre mis opciones de que alguien más podía sobrepasar todos los conocimientos y habilidades que poseía, porque eso estaba más claro que el agua, que podía significar una señal de debilidad para mi. Mientras tanto, todo lo que iba a hacer desde ése momento cero, lo creía que era digno y originario de mi cabeza. Era otro tipo de magia, algo distinto. Y siempre los humanos le podíamos temer a lo desconocido.

No podía decir a ciencia cierta los factores que me habían llevado hasta ése punto. Encontrarme con mis dos compañeras en un callejón, pero de una manera extraña sin nuestras vestimentas típicas de Mortífagos, sabiendo quiénes éramos cada uno sin saber realmente la identidad. Si ibamos al caso, conocía a las seguidas del señor tenebroso como Hékate y Medusa. Sin embargo, de alguna manera nos habíamos unido mucho más que con otras personas del bando, teníamos en común muchas cosas.

— Espero que la maldita de Manon no tenga nada que ver con esto. ¿Ahora las mandan a vigilarme o qué?

Les pregunté, aunque tal vez en ése mismo momento, me estaba arrepintiendo de las palabras que se escapaban de mi boca. Una sensación, muy seguramente, de envidia se arremolinaba en mi pecho por los últimos acontecimientos que ocurrían en la Marca Tenebrosa. Jamás iba a admitir que mi actitud soberbia de creer lo que había sido en el pasado podía facilitarme la vida con estos nuevos sucesos tanto dentro del bando, como en la comunidad mágica. Al parecer, por cada nueva figura líder era un mundo nuevo.

¿Era una misión? Solo tenia una sola palabra dentro de mi cabeza, que se repetía una y otra vez: Dode. Esperaba a las chicas en aquel callejón, para irnos inmediatamente. Ahora no solamente que me tenían como un perro faldero sino que eran las insuperables, insoportables, indomables, Nigromantes. Malditas, pero hermosas Nigromantes.

@ Yadiz Vashtí  @ Eliah Selwyn R.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Los Blue Violet Friends: #1

 

Las luces parpadeaban de forma casi hipnótica, envolviendo cada rincón del parque en una atmósfera tan inquietante como fascinante. El suelo bajo mis pies crujía, como si la propia tierra se resistiera a soportar el peso de tanto misterio. Mi mirada vagaba entre las sombras, mientras las atracciones desmoronadas se erguían en silenciosa protesta, olvidadas y cubiertas de musgo. La brisa fría arrastraba un eco extraño, un susurro distante que se enredaba en mis pensamientos, invitándome a adentrarme aún más en aquel desquiciado laberinto.

¿Dónde había estado un momento antes? ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Por qué iba a ese parque de atracciones en ruinas? Miré a mi alrededor y sólo pude ver a dos figuras que caminaban conmigo: una bruja de cabello violeta, y un hombre de unos treinta años quizás. Sus rasgos eran similares, así que era posible que estuvieran emparentados.

Mis sentidos estaban en alerta. Sabía que no estaba sola, aunque no pudiera ver en medio de tanta penumbra y de las figuras distorsionadas que parecían observar desde cada rincón. A medida que avanzaba, un escalofrío recorría mi espalda. Cada paso parecía resonar más fuerte en mis oídos, como si el parque mismo se estuviera burlando de mi falta de control. La adrenalina pulsaba en mis venas. Estaba lista para cualquier cosa que pudiera venir.

De pronto, un grito de la mujer de cabello violeta me hizo sobresaltar.

- Deje de gritar, señora - le chisté, porque temía que, fuera lo que fuera que nos estaba acarreando hasta el parque, pudiera atacarnos en cualquier momento, y ella estaba elevando la voz como si nada, exponiendo nuestra ubicación.

El miedo que inundaba mi sistema nervioso me decía que corriera, pero algo me seguía atando a aquel lugar. Intenté detener mi marcha y miré con horror cómo la mujer de pelo violeta intentaba darse la vuelta para marcharse, pero volvía sobre sí misma y seguía el mismo rumbo que yo.

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Los Blue Violet Friends:
(posteo 1)

 

Caminaba distraído, en realidad, sin rumbo fijo, con las manos en los bolsillos del pantalón. Había pasado la tarde limpiando el exterior de la Tienda PB, ahora lista para abrir, justo a tiempo porque el curso apenas acababa de comenzar y, con suerte, los nuevos estudiantes necesitarían comprar materiales que enviaría a los jóvenes mediante lechuza.

 

El viento, o la providencia, o ve a saber qué, hizo que me encontrase por casualidad con un objeto inesperado: un folleto, la propaganda de lo que parecía un circo estuvo a punto de estrellarse contra mi cara, aunqeu logré atraparla en el último momento. Observé el pequeño anuncio, extrañado, encontrándome con lo que parecía, un nuevo parque de atracciones en Ottery. Aquello me hizo fruncir el ceño, pues a Sagitas no le iba a gustar. Estaba seguro de que no sería competencia para ella, pero mi madre era tremendamente orgullosa y querría ir a comprobarlo en primera persona.

 

Continué distraído, mientras la penumbra se extendía a mi alrededor. Para cuando quise darme cuenta no estaba del todo seguro de donde estaba.

- Sa...Sagitas?! - exclamé, sorprendido por verla allí. Parecía sofocada, como si hubiera corrido una larga carrera hasta llegar allí, tan concentrada que apenas se dio cuenta de qeu estaba allí, a pocos metros - Mam...

 

Una imagen se cruzó por mi cabeza, una carpa, atracciones, oscuridad... gruñí, cerrando un momento los ojos. Para cuando volví a mirar, Sagitas ya no estaba allí, y eso me asustó. Tenía un mal presentimiento. Por eso eché a correr, tras ella, o al menos, hacia el último lugar donde la había visto. Sin darme cuenta, caí rodando por el mismo lugar que había caido ella.

 

Al aterrizar, con un ruido sordo, seco, dejé escapar un gruñido, qeujándome. 

- Aquí - contesté, levantándome mientras ella me llamaba. Tosí, intentando sacarme de encima aquel dolor a podredumbre y putrefacción tan desagradable. El césped sobre el que había aterrizado apestaba a aquella mezcla tan desagradable - estás bien? 

 

Me situé a su lado, notando qeu no tenía ni idea de dónde estábamos, pero ante nosotros, se alzaba entre la penumbra el mismo parque de atracciones que aparecía en la propaganda que aun sostenía arrugada en mi mano. Aquel lugar desprendía un aura de abandono, pero en el ambiente podía sentir terror, desesperación y pesadez, como si las malas sensaciones lo inundaran. Al fondo, en la parte central, destacaba una extraña carpa de circo que poco o nada tenía que ver con ese ambiente, tan desangelado que daba mala espina.

 

Una voz desconocida me sobresaltó. Con nosotros se encontraba también una jovencita, pálida, de ojos claros, a la que no conocía. No recordaba haberla visto en las mansiones, pero por su aspecto, probablemente aun estaría estudiando en la academia. Miré a Sagitas, pero ella tampoco parecía conocerla.

- Te has perdido? - le pregunté. - tal vez lo mejor es que vengas con nosotros...esto no parece un buen sitio.

 

Asi, el extraño trío que formábamos aquella muchacha, Sagitas y yo, se movió, tal vez intentando alejarnos, buscar una salida de aquella zona desconocida. Era un poco incómodo caminar con aquella chiquita de la cual ni sabíamos su nombre.

- Por cierto, yo soy Matt, y ella es Sagitas.

 

De pronto, las dos se dieron la vuelta.

- Eh! a dónde vais? - pregunté, ahora preocupado. Intentábamos alejarnos y, en vez de eso, las dos habían decidido que la mejor idea era regresar hacia aquel parque de atracciones de aspecto siniestro.

De nuevo, sentí algo extraño. Terror. Angustia.

 

Y una voz que nos había estado llamando todo el tiempo.

 

Me di la vuelta, y en un par de zancadas, llegué a la altura de mis dos acompañantes, caminando juntos hacia la carpa del circo.

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Las Super Nenas

#1

Que la habían mandando a algún tipo de misión con unas cuantas personas de la Marca, si, que a uno ya le conocía por que a ella la habían castigado junto con Manon y aquella persona que las iba a acompañar, también. No sabía si aquello iba a ser una venganza por lo de aquella vez de vestirse de supernenas versión hombre pero parecía que por ahí iban los tiros.

Suspiró mientras se dirigía al punto donde debía ver al mortifago Goldor, pero al menos esta vez se verían las caras fuera de mascaras ridículas. Tendría que suponer que nuevo rango alto en la marca conllevaba mas responsabilidades. En fin, si tenía que hacer así lo aceptaría, pero no sabía muy bien que debían de hacer en aquel lugar. Aunque también se suponía que debería de llegar allí Medusa, junto a ella, era dos de las tres nigromantes de la marca que habían enviado allá con Goldor.

Anduvo hasta el callejón acordado mientras veía a los lejos un parque de atracciones que por la pinta no tenía pinta de ser muy divertido. La rubia portaba un abrigo largo de color verde esmeralda que la abrigaría ante el tiempo de otoño que acechaba ya el hemisferio norte. Como Siempre llevaba su varita encima y el pelo suelto solo recogido un par de mechones para que no la molestará si tenían que empezar la pelea.

Fue entonces cuando llego por las espaldas de Goldor y le escuchó lanzar una pregunta al aire. Enarcó la ceja mientras se paraba a un metro y medio de donde se encontraba el mago pensando en como debería responderle. Al fin y al cabo ser vería las caras, y además era uno de los mortifagos con los que tenía mas afinidad, aunque Medusa la caía bien era algo mas rara, no sabía muy bien como describir a ese tipo de persona en realidad. Aunque ansiaba saber que rostro era el que se ocultaba tras la mascara de Medusa.

—Creo que no me han mandando para vigilarte...estamos aquí para ver que ocurre en aquel lugar—Pronunció con cierta voz fría y autoritaria intentando ejercer el papel que la habían otorgado. Se debía de hacer respetar si, pero a Goldor le consideraba como un igual, al menos tenía muchos conocimientos que incluso a ella a veces se la escapaba, además de ser un tipo con gran porte o aquellas espaldas algo la mostraban.—Veo que no llego tan tarde...—comentó puesto que parecía que faltaba la tercera persona en discordia de aquel extraño grupo.

 

@ Mael Blackfyre  @ Yadiz Vashtí

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Los Blue Violet Friends:
(posteo 2)

Algo en mi cabeza pitaba y pitaba, sonaban campanas de aviso e incluso sirenas de los bombaris esos de los muggles que apagan fuegos. Aún así, no reaccioné ni le hice caso. Ni siquiera que me hubiera chistado la muchacha desconocida me hizo reaccionar. Seguro que, en otro momento, le hubiera mirado bien feo por hablarme así, con chistidos, sin ni siquiera presentarse. ¿Es qué no enseñaban educación en las clases ahora? ¡Ay, espera, no! Si yo tampoco le había dicho cómo me llamaba. Menos mal que mi hijo sí tenía educación y se había presentado y había dicho mi nombre.

-- Hola soy Sagitas...

Eso le dije, pero en realidad, mi voz sonó a "ggogga ggogu gágita". Tampoco eso me hizo reaccionar, aunque noté que balbuceaba como si tuviera la lengua dormida. El interior de la carpa era oscuro y noté que pisábamos una "crujiente" alfombra de color borgoña que desembocó en una habitación completamente extraña, con cortinajes rojo sangre y con sillones del mismo color. Avancé en ella, admirando la decoración tan... hallowenesca.

-- ¡Qué chulo! -- dije en voz alta y sí, esta vez sí se entendió lo que decía, ¡por fin! Salté sobre mis pies y miré hacia el rincón donde una voz nos saludaba. -- ¿Hechiceros? ¿Invitados? ¿Nos van a traer chuches y ponche?

Sonreí, aunque no mucho. Algo me decía que no era cierto. Iba a añadir algo pero ya no estaba allá. Su voz sonó por detrás y cuando hice el giro de 180º (más o menos, no soy muy buena en la medición matemática) decía cosas incoherentes que... que... quezzzzzzz...

...zzzzz...💤

-- ¿Eh? ¿Oh? ¿Ein? -- Desperté de repente y sentí un leve dolor en mi mano. ¿Cuándo me había cortado? Sangraba...

Mi varita apareció en la mano casi sin darme cuenta, por inercia, como cada vez que la necesitaba. Me hice un "episkey" y contemplé el suelo. Fue entonces cuando me pregunté si realmente no seguiría dormida. Tal vez sí o tal vez no, a saber. Pero la mano me había dolido; de eso, estaba segura. Pegué un salto cuando aquel esqueleto parlanchín del que no recordaba el nombre, dijo:

"Rápido."

Tomé una de las bolsas que él mostraba y vi moneditas en ellas.

-- ¿Qué ha dicho de nuestras almas? -- Miré a Matt, aunque también la pregunta iba dirigida a la otra muchacha que no se había presentado. -- ¡¡Eeeh!! Este dinero es falso.

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Legado Lunar

#1

Habia costado pero lo había logrado. Hoy me sentía el Ma-Pa más feliz del mundo. Bueno, puede que fuera el único pero la idea de pasar la festividad de Hallowen en la Mansión Ashyver junto a mi bello retoño me animo el día. Al diablo todos esos miedos y precauciones que nos ponía en el oído la pelivioleta de Sagitas. Si, entendía lo de que era más fino el velo entre vivos y muertos y por experiencia sabía cómo tratar con los varados entre ambos mundos. Aún así, hoy era un día para disfrutar. 

Con un disfraz acorde de leñador sangriento deje la Potter Blue, arrastrando un hacha conmigo. En la literatura no es que conociese muchos de estos aguerridos tipos como asesinos renombrados pero daba lo mismo yo me creaba a mi mismo. Por cierto un poco de polvo flu y ya era arrastrado a ver a mi pequeña. De seguro no me recibiría de buenas maneras, tal y como era su costumbre, pero ante su familia al menos esperaba que pudiéramos firmar una tregua. Agradecía a la escocesa Kamra por entender mis intenciones de reformarme y dejar a un lado lo de padre ausente.

Al llegar pude valorar la opulencia del lugar. Al menos lo que se veia en el salón de entrada. No demore mucho solo ya que dos bellas damas bajaron al lugar donde esperaba a Leslie. Capaz y me anunciarán o utilizará  un elfo. De hecho fue lo ultimo. Ahí en la sala de estar, esperando a Leslie, estaban @ Valyria Ashryver Delacour y @ Saori Ashryver Ragnarok . Claro ellas para hacer otras cosas.  La primera apenas si la conocía, pero siempre había tiempo para eso y respecto a la otra chica ya me la había encontrado varias veces. Estaba felizmente casada con esa chica de malos modales. Pero lo mejor trabajaba junto a mi bebé. Eso era suficiente para que de entrada me callera bien.

-Demorara mucho en bajar Leslie?- le pregunté a las chicas pero éstas se encogieron de hombros, desconociendo esa información.

Para entretenerme en la espera comencé a mirar a mi alrededor solo para ver sobre la mesita que centraba el lugar un anuncio con una carpa de circo bastante bizarra. Lo primero que me vino en la mente es que Sagitas había exagerado este año. Pero me equivoqué. No era ese circo. Menudo follón tendría el dueño si la vieja se enteraba que le hacían competencia.

-Parece que habrá lugares interesantes para visitar esta noche. Aquí hay una promoción. --Senale a la mesita y me acerque para tomarlo.

Craso error. Una vez lo tome el panfleto sentí el jalon clásico de un traslator. Odiaba esto y ahora aterrizará enojado porque se me pasaría el tiempo con mi hija. Pero lo peor es que las chicas que estaba conmigo en la sala de estar de la Mansión Ashyver habían venido conmigo. Me habían tomado de la ropa? Eso no importaba. Instintivamente busque mi varita, la tenía, y el hacha del disfraz, también estaba conmigo.

-Chicas, están bien. 

Pregunte a las dos y las ayude a ponerse de pie. No todos estaban hechos para esta forma de transporte. Por cierto donde estábamos? Mire a mi alrededor y todo olía a muerte. En cuanto a algo destacable solo se veia la carpa de circo y una serie de juegos bien tenebrosos. Esto daba muy mala espina. Solo quedaba seguir ese patético susurra que nos apremiaba a acercarnos al circo. Como no sabíamos donde estaba creo que solo quedaba la opción de seguir, como grupo, a ver qué nos esperaba en ese tétrico lugar.

 

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Los Blue Violet Friends:
(posteo 2)

La parte racional, qeu no sensata, de mi mente, no dejaba de decirme que lo mejor era darnos media vuelta, que obligara a Sagitas y a la chica aun desconocida a regresar y buscar el camino de vuelta a Ottery, que no debíamos de estar allí. 

Mi instinto, por el contrario, no dejaba de instigarme a estar atento y seguir a las dos. No debía dejarlas solas, pues aquella carpa no contenía nada bueno, no era lugar seguro. Y yo no dejaba de tener la sensación de que algo malo aguardaba allá dentro.

- No deberíamos estar aquí - advertí, o al menos, eso creía. Probablemente solo habría soltado un par de gruñidos dentro de la ensoñación en la que me encontraba.

 

Cuando accedimos a la carpa, me sorprendió el gran tamaño de la estancia. La alfombra borgoña crujió bajo mis pies, que arrastraba en aquel estado de duermevela. El fondo, de color blanquecino, contrastaba con el mobiliario en tonos que se movían por la paleta de los rojos.

 

Sagitas reaccionó, y su voz fue como si me hiciera despertar de aquel estado de duermevela. Fruncí el ceño, observando la penumbra de la estancia. En la penumbra, algo, una voz, nos hablaba, pero apenas lograba entenderla. Intenté adelantarme pero una bruma verde nos envolvió. Tosí, notando qeu volvía a adormilarme, con aquella voz burlona que seguía hablando, de fiestas, de almas...Teníamos que salzzzzz

 

Espabilé de golpe, dejando atrás el sueño al notar que Sagitas se quejaba, como si algo la hubiera dañado. Así la varita, como siempre, del bolsillo trasero del pantalón, apuntando hacia la figura esquelética que se alzaba entre penumbras.

- Petrificus Totalus - exclamé, aunqeu el hechizo se perdió en la nada. Casi al instante, sentí un escozor en la palma de la mano, al tiempo que atrapaba al vuelo una bolsita de cuero en la que tintineaban lo que parecían unas pocas monedas, pues apenas pesaba.

 

Al observar la bolsita, confirmé qeu contenía unas monedas, pero a juzgar por las quejas de mi madre, eran falsas. Noté entonces qeu el escozor era porque mi mano sangraba. Al igual que Sagitas, yo también tenía un corte en la mano.

- Creo que pretende quedársela si no jugamos a su juego. - gruñí, guardando la bolsita de monedas. - pues que se ponga a la cola, hay bastantes que pretenden mi alma para dársela al primero que la pida.

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Legado Lunar
#1
 
 
Su día había comenzado con un terrible dolor de cabeza, la noche anterior trabajó hasta tarde con la intención de adelantar los asuntos de gobierno pendientes y tomarse unos días de descanso para disfrutar de las próximas fiestas, como era costumbre su familia celebraba la s fiestas de Samhain respetando los rituales de sus ancestros y rindiendo culto a los mismo al recordar costumbres olvidadas en el tiempo. 
 
Sintiéndose aburrida decidió bajar a la sala de la planta baja del palacio, encontrando a su prima, Saori, en compañía del padre de Leslie, un hombre con el que no había interactuado jamás y conocía solo a través de las historias de su hermana y su cuñada. Saludando con un asentimiento silencioso a los presentes encendió un cigarrillo y caminó hasta una de las grandes ventanas con vista a uno de los jardines donde los elfos se apresuraban a armaban hogueras para los rituales como símbolo de protección y limpieza, dando una calada dejó escapar el humo de su boca y caminó hasta el pequeño bar de la esquina para servirse un trago cuando Sean llamó su atención al preguntar por su hija, con un suspiro chasqueo los dedos llamando a uno de sus elfos. 
 
Vaughan apareció inclinándose profundamente con su habitual gruñido molesto y mirada venenosa. 
 
-Avisa a Leslie que su padre está aquí -no tuvo necesidad de voltear para saber su Elfo probablemente lanzó una mirada desagradable al invitado antes de volver a desaparecer. 
 
Bebiendo de su whisky, frunció el ceño observando al hombre acercarse para agarrar un folleto de la mesa, cuestionando como ese papel había llegado hasta allí, el trozo de papel brillo y abrió los ojos como platos reconociendo su función,la seguridad de su hogar habia sido violada, dejando caer su bebida y cigarro corrió para detener a Sean, pero cuando logró agarrar el brazo del hombre sintió el característico tirón de un traslador y un segundo después cayó sobre su trasero en el suelo duro y frío, maldijo por lo bajo segura que su precioso pantalón blanco se había ensuciado.
 
-Si, estoy bien 
 
Agradecida tomó la mano de Sean para levantarse, detestaba los trasladores y la red flu, prefería aparecerse. Sacudiendo su ropa comprobó que su varita siguiera oculta en la manga izquierda de su chaqueta.
 
Valyria levantó la mirada observando a su alrededor encontrando un extraño parque de atracciones, con máquinas viejas y oxidadas que no tocaría ni loca, algunos incluso tenían moho en algunas partes, era simplemente horrendo y emitía un aura oscura que daba escalofríos, aunque esto no evitó la extraña necesidad de entrar que sintio, su parte Daimon intentó advertirle presintiendo el peligro inminente pero la ignoró perdida en la susurros que nublaban sus pensamientos.
 
-Entremos -murmuró a sus acompañantes.
 
Camino hasta la entrada respondiendo a la llamada que la instigaba, preguntando que podría encontrar en el interior. 

 

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