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​🐍​ El Basilisco Gruñón 🐍​(MM)


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Publicado (editado)

Nombre del Negocio:

🐍 El Basilisco Gruñón 🐍

Nombre de los propietarios con link a su perfil:

Rubro al que se dedicará: Taberna y lo que sea necesario.

Descripción:

La taberna El Basilisco Gruñón yace en un callejón oscuro de Londres, un santuario olvidado de tiempos pasados. Durante años fue el refugio más seguro del Clan Oscuro, un baluarte de conspiraciones y secretos, el rincón donde nacieron y se afilaron los planes con el fin de aterrorizar al mundo. Las mismas piedras de su fachada parecen guardar las huellas de aquellos días, luciendo un aura desgastada pero imponente, como un soldado anciano que sigue portando sus cicatrices con orgullo.

Al entrar, la penumbra envuelve a cualquiera en un abrazo denso, casi sofocante. El aire es espeso y parece contener los murmullos de antiguas reuniones, las decisiones desesperadas y las promesas de venganza que, antaño, sellaron alianzas oscuras. Los olores se mezclan: humedad añeja, tabaco rancio y un dejo metálico que evoca la memoria del peligro.

Detrás de la barra está Don Pascual, solía ser el dueño de una taberna de orígenes dudosos, pero por los mismos peligros que venían con el lugar en donde se había asentado no le quedó otra que cerrar, por lo que ahora ha decidido reabrir bajo otro nombre y en otro lugar. Su rostro surcado de arrugas, como una corteza que el tiempo ha dejado seca y frágil, revela desdén y cansancio por igual. Nunca fue alguien que ofreciera una sonrisa, y mucho menos ahora, cuando lo que alguna vez fue un santuario para los leales a la aquella secta funesta ha abierto sus puertas, obligado a recibir a cualquier extraño por un precio adecuado. Don Pascual gruñe, masculla y sirve las copas con el mismo desprecio hacia todos, aunque los clientes habituales de antaño reconocen en su trato alguna levedad casi imperceptible, como una sombra de respeto hacia quienes realmente pertenecen.

La decoración, si es que puede llamarse así, es un testimonio del pasado. Las paredes de piedra están cubiertas por manchas de hollín y una densa capa de polvo que ni la magia parece quitar. Pero si uno observa de cerca, verá viejas listas de "Mejores Clientes" grabadas en tablones de madera, con nombres y rostros desvaídos que parecen fundirse en la penumbra. Años atrás, estos tablones eran motivo de orgullo: cada cliente distinguido dejó su marca en la historia del Clan Oscuro y en las páginas de esta taberna. Ahora, sin embargo, esos nombres y rostros son solo sombras, como fantasmas que aguardan a quienes aún los recuerdan. “El Emblema del Basilisco 1981”, reza una placa antigua y agrietada, con los nombres casi ilegibles de aquellos que lideraron incursiones y sembraron el caos en sus tiempos más oscuros.

El suelo de piedra, desgastado y resbaladizo, murmura con cada paso; las tablas crujen como si quisieran recordar a los visitantes que están en un lugar sagrado para el lado oscuro, donde muchos juraron lealtad al Clan Oscuro por última vez. A lo largo de las paredes, se encuentran los últimos vestigios de estos tiempos con carteles oscuros y mensajes de advertencia, como un eco de lo que alguna vez fue su política exclusiva. Algunos de ellos se han mantenido, desafiando la necesidad de “renovación”:

“Prohibido el acceso a semigigantes”

“Las deudas se cobran en sangre”

“Se reserva el derecho de admisión: no todas las monedas valen aquí”

Otro cartel, uno más pequeño y casi escondido en un rincón, anuncia en tinta desvaída: “+10 G para Flamígeros”, como un recordatorio de que aún existe una preferencia tácita, una discriminación sutil hacia quienes, en otra época, habrían sido considerados enemigos.

El segundo piso guarda habitaciones de paredes de piedra, donde las escasas velas arrojan sombras alargadas. Ninguno de los actuales visitantes sabe cuántas personas se refugiaron aquí, cuántos planes se urdieron en secreto o cuántos pactos de sangre se sellaron en estos mismos muros. Los más veteranos de entre los clientes susurran sobre los fantasmas de las conspiraciones, aquellos cuyos ecos todavía resuenan entre las grietas de las piedras.

En el sótano, donde las escaleras de piedra descienden como un pozo de sombras, las paredes están cubiertas de grafitis mágicos apenas perceptibles, mensajes codificados que solo los iniciados pueden entender. Dicen que las tres dueñas de la taberna, Alyssa, Tauro y Beltis, guardan aquí artefactos antiguos, reliquias de otros tiempos que han visto más de un siglo de oscuridad. Don Pascual apenas se atreve a bajar al sótano, y cuando lo hace, emerge con maldiciones en los labios y la piel aún más pálida, como si hubiera mirado algo más profundo que las sombras.

Al amanecer, cuando la taberna cierra, Don Pascual echa a los últimos clientes con un gruñido y murmura sobre la decadencia del lugar. Habla de los tiempos antiguos, de los días en que solo unos pocos tenían derecho a cruzar esas puertas. Con cada palabra, es como si recordara la esencia de lo que El Basilisco Gruñón significó para el Clan Oscuro: no solo un refugio, era un emblema de su fuerza, la cuna de una era oscura que no ha sido completamente olvidada.

*Don Pascual no olvida las deudas acumuladas con los años

El Basilisco Gruñón
Editado por Beltis

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  • Sagitas E. Potter Blue changed the title to ​🐍​ El Basilisco Gruñón 🐍​
  • Beltis changed the title to ​🐍​ El Basilisco Gruñón 🐍​ (En revisión - SAG)
Publicado (editado)

A falta de hogar, las brujas Beltis y Tauro necesitaban encontrar un lugar donde poder seguir con sus operaciones clandestinas, algo que estuviera más o menos a la vista del público, pero que igual les sirviera como fachada para continuar con sus investigaciones secretas, algo que también ocultarían a la otra dueña Alyssa. La mala costumbre que tenían los Munter de ocultar secretos incluso a los seres más cercanos era un hábito difícil de dejar y pese a pertenecer, Alyssa, a una de las familias con más renombre dentro de las familias Mortífagas, no estaba excenta de ello. ¿Habría hecho bien al relacionarse con las otras dos? Lo única respuesta posible era 'no', pero ojalá lo descubriera más tarde que pronto.

-- Pascual, ya te he dicho que si no quieres estar de mal humor todo el día dejes de ir al sótano.

-- Pero Beltis me obliga a ir a limpiar 

-- Ah, pero te he dicho que puedes dejar que todo se llene de telarañas, a nadie le va importar --respondió sin seguridad.

Pascual, el Tabernero, era un sujeto peculiar. Era una persona en la que se podía confiar, pero su forma de ser y su carácter dejaban mucho que desear, su fastidio por cada persona que ingresaba a la taberna era notorio, nunca se había molestado en ocultarlo, pero era cierto que a algunos les tenía más tirria que a otros. Ahora, la historia o la razón por la cual él estaba allí tenía más que todo que ver porque Pascual no había conocido otro oficio en su vida que servir en la taberna. ¿Que por qué? Solo él lo sabía. 

-- Sírveme algo para entrar en calor, pero en los vasos limpios que compré el otro día. Ni se te ocurra darme en los que les sirves a la gente común --dijo enarcando una ceja, conociendo todos los trucos baratos del hombre -- Y me sirves del licor que guardas detrás de aquella puerta, no de este que está a la vista. ¿Ya lo adulteraste? --. De algún modo tenían que juntar todos los galeones que les permitieran a las tres brujas reconstruir sus hogares, después de todo vivir en una Taberna no era la idea más atractiva del mundo -- También recuerda alterar todos los precios. Esta gente siempre tiene con qué pagar aunque diga que no y esta vez tienes permiso de hacer lo que quieras con tal de que te den el dinero.

Después de que Pascual le hubiese servido Whiskey en un vaso limpio, se lo bebió de un trago, después de todo lo único que quería era sentirse más despierta antes de bajar al sótano. Había quedado en reunirse con ambas brujas, pero de momento no había encontrado a ninguna.

-- Si Beltis aparece, dile que estaré en el sótano --le ordenó. 

@ Beltis  @ Alyssa Black Triviani

Editado por Tauro
Justificar

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Publicado (editado)

La taberna del Basilisco Gruñón yacía en su rincón de penumbra, envuelta en una sombra espesa que aún parecía abrazar los ecos de viejas conspiraciones. Beltis, envuelta en su capa de lana roja, atravesó la sala. La coleta que intentaba imponer orden a su pelo apenas cumplía su cometido, y algunos mechones rebeldes caían sobre su rostro, reflejando el caos contenido que llevaba consigo.

El aire en la taberna era denso, una mezcla añeja de tabaco, licor y humedad que calaba hasta los huesos. Las paredes, manchadas de hollín, parecían guardar cicatrices de las reuniones clandestinas que habían pasado de ser historia a convertirse en mero recuerdo.

Don Pascual se erguía al fondo, un mudo y hosco testigo. Su ceño fruncido y sus labios apretados no ofrecían amabilidad alguna.

—Lo de siempre —dijo Beltis, sin ceremonias.

Pascual apenas alzó la vista, y con un gruñido apagado alargó el brazo hacia el estante, tomando una botella añeja y sirviendo en dos vasos opacos, marcados por los años. Ella no dijo nada; sabía que pedir vasos nuevos en ese lugar donde el tiempo parecía haberse detenido era un acto fútil. "Total, lo que no te mata…"

Sin decir palabra, Pascual sacó de un rincón de la barra una pila de pergaminos y los dejó caer frente a ella con un golpe seco, levantando una nube de polvo. Los rollos quedaron tambaleantes, amenazando con desplomarse en cualquier momento.

Beltis arqueó una ceja, sin molestarse en disimular su desconcierto.

¿Y esto…?

Pascual la observó con una chispa sardónica en sus ojos cansados.

Son notas de pagos atrasados, cartas de amenaza de proveedores que no querríamos incomodar. —Se inclinó ligeramente, y añadió con ironía—. Ahora que tenemos esta fachada de… legalidad y neutralidad.

Beltis lanzó una mirada desdeñosa a la pila de pergaminos. Pascual, como ignorando su expresión, se echó un trapo al hombro y empezó a contar imaginarios galeones, uno a uno, con meticulosa precisión.

Espera un momento… —Beltis lo miró, la molestia comenzando a teñirse de alarma—. ¿Te das cuenta de que mi casa sigue en ruinas? Todavía no tengo suficiente para reconstruir ni un par de est****as paredes. ¿Esperas que pague semejante suma por un licor barato?

Pascual apenas se detuvo un instante antes de seguir con sus cuentas.

Años de licor barato, Munter. Nada se acumula solo.

Beltis soltó un suspiro seco, acompañando sus palabras con una sonrisa helada.

Escucha, Pascual, vamos a aclarar algo. Alyssa se ocupa de las finanzas. Es una Triviani, tiene un castillo… por amor a Merlín.

Él no apartó la mirada de los pergaminos, aunque un destello irónico cruzó por sus ojos.

Cierto, pero hoy aquí estás tú, ¿verdad? Así que, mientras uses este local como tu base de operaciones…

Hizo un gesto despreocupado al dejar caer los pergaminos en un cajón bajo la barra, como si el problema pudiera esperar. Beltis respiró aliviada, aunque sabía que el silencio de Pascual era menos una tregua que un recordatorio de la deuda pendiente.

Por cierto, Tauro te espera abajo —dijo el tabernero, señalando las escaleras con un leve movimiento de cabeza.

Beltis apuró el licor de un trago, sintiendo el ardor familiar que le bajaba por la garganta, y dejó el vaso en la barra con un leve golpe antes de dirigirse a la bodega. La puerta a la bodega subterránea la recibió con su usual aliento húmedo y cargado, como el último respiro de un secreto enterrado. Bajó los escalones con pasos lentos y precisos, hasta detenerse en el marco de la puerta, donde se apoyó con el peso de quien llega al fin de un largo trecho.

Allí, en medio de sombras y barriles alineados, Tauro la esperaba. 

—¿Y bien? —preguntó finalmente.

@ Tauro  @ Alyssa Black Triviani

Editado por Beltis

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Publicado

Las oscuras calles del Callejón Knockturn eran un claro contraste con las de su contraparte, el Callejón Diagon, sin embargo uno era parte del otro, aunque tan opuestos como blanco y negro. Estrechos y laberinticos pasajes poco iluminados, sucios, y una ominosa sensación de peligro que te acompaña a todo momento. Todos en la comunidad mágica sabían que uno entraba a esta zona del callejón bajo su propio riesgo, pues su dudosa y turbia reputación le precedía globalmente. 

Allí es donde se había instalado la Taberna del Basilisco Gruñón, un establecimiento que poseía una historia tan o más turbia que la zona en la que se encontraba ubicado. El tabernero, Don Pascual, un tipo de origen dudoso, pero reputación impecable cuando se trataba de administrar un negocio clandestino. Y por eso mismo es que Alyssa pensó en él cuando le surgió la necesidad de tener una nueva cede de operaciones en Londres, después de todo esta no sería la primera vez que trabajaría con el tabernero, y si le habían gustado sus generosas comisiones entonces no veía porqué no fueran a gustarle ahora. 

Podría haber optado por una ubicación mucho más vistosa, en plena calle principal a un lado de Borgin&Burkes ¿pero cual era el sentido de hacer eso? No, lo que más deseaba era discreción y pasar desapercibida, por lo que aquel pequeño, sucio y oscuro pasillo en medio del callejón Knockturn resultaba ser la locación perfecta para este emprendimiento. 

La Black se quitó la capa que llevaba de abrigo ni bien entrar a la taberna, bajo la misma vestía una simple túnica azul oscuro y unas botas negras. Un fuerte olor le asaltó los sentidos ni bien abrió la puerta, y a pesar de lo repugnante que era aun así consiguió arrancarle una sonrisa teñida de nostalgia, pues le recordaba a otros tiempos y personas que ya no estaban. Por un momento le pareció ver el fantasma de Glenin y Fernando tomándose unos tragos en la barra, con Don Pascual tratando de sacarles algo de dinero aprovechando la borrachera, pero por lo general sin mucho éxito. 

Se tomó un minuto para contemplarlo todo. Quedó genuinamente sorprendida por el excelente trabajo que había hecho Pascual, restaurando aquel nuevo edificio para que se viera exactamente como lo había hecho aquella taberna que por tantos años había sido una constante en su vida. Su sonrisa se acentuó aún más mientras avanzaba hasta la barra, donde su compañero de negocios le observaba con aquella característica expresión de pocos amigos que parecía estar siempre plasmada en sus facciones. 

- Pascual, debo decir que si tuviera un sombrero me lo quitaría por ti, el lugar es todo lo que me esperaba y más – comentó la Triviani.

- Y no ha sido gratis – gruñó el hombre sin dejar de refregar un vaso mugriento con un trapo aún más mugriento. 

- ¿Cuándo te he fallado en los negocios, eh? – espetó la mortifaga – Yo no soy mi padre Pascual, jamás he tenido deudas contigo y, si no mal recuerdo, te he generado ganancias de hecho. 

Un gruñido y palabras ininteligibles fue toda la respuesta que obtuvo por parte del tabernero, quien con un gesto impaciente le indicó que pasara por detrás del bar a la escalera que le llevaría al sótano.

- Beltis y Tauro te están esperando – gruñó el hombre – Y esas dos sí que tienen deudas… 

Alyssa revoleó sus ojos en exasperación, había ciertas cosas que el paso del tiempo jamás sería capaz de cambiar. Sin poner más atención sobre aquel viejo cascarrabias, la Ministra Italiana descendió al lugar que serviría como cede de sus operaciones clandestinas en Londres.  Al haber estado tantos años en Italia no le sorprendía que su red de operaciones en Inglaterra se hubiera desgastado un poco, pero ahora que sus visitas eran más regulares iba siendo hora de que tomara cartas en el asunto. 

- Socias – saludó la Black, esbozando una sonrisa al ver al par de mujeres que por mucho tiempo había visto como sus líderes. Ahora esta nueva era post guerra las encontraba caídas de gracia, sin hogar y con poco dinero, pero la ambición y astucia que caracterizaban a estas mujeres seguía presente. – ¿Cómo les trata la vida? – preguntó para romper el hielo – Pues… ¿qué les parece si hablamos de negocios? – agregó con una expresión sardónica en el rostro.  

 

@ Tauro  @ Beltis

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Publicado

En lo que esperaba que Beltis llegara, Tauro tuvo suficiente tiempo a  solas en el sótano. El polvo, pero sobre todo el desorden, reinaba en el lugar. Había tanto por hacer y pocas ganas de organizar, pero entre tantas cajas, papeles y baúles se escondían los secretos más importantes dentro de la comunidad mágica, que si alguien se enterara por error el castigo de la cárcel sería poco para ellas. Tauro sonrió de solo pensarlo, como si se tratara de un juego de niños que la mayor parte del tiempo estuvieran tentando a la muerte, así que ¿qué eran un par de magos y brujas que nunca habían visto más allá de sus narices?

Los sonidos del piso de arriba le avisaron que empezaba a haber actividad. ¿Clientes? No, era demasiado pronto. ¿Estaría Pascual organizando y limpiando? Menos probable.

-- Seguramente es Beltis o Alyssa --, fue lo que pensó, por lo que se tuvo que apresurar a seguir buscando aquello que necesitaba. 

Aun contaba con un par de minutos a su favor. La búsqueda de los artefactos no estaba cerca de terminar, pero también tenían otros asuntos secundarios y de poca importancia relacionados a reconstruir el Ático y como ni ella ni Beltis eran precisamente unas expertas en cuanto a las finanzas, por tal razón habían acudido a la mafia Triviani para ver si le aprendían algo o lograban que hicieran todo el trabajo por ellas. Alyssa no se las pondría tan fácil, alguien a quién le gustaba tanto el dinero y que poseía el don de multiplicarlo, podía identificar fácilmente a las personas que más bien lo derrochaban, pero Beltis y Tauro estaban en proceso de rehabilitación... Sonrió de solo pensarlo.

Tenía que apresurarse a encontrar el pergamino, en él había información valiosa sobre la ubicación del próximo artefacto y quería enseñárselo a su madre cuanto antes ya que probablemente ella tenía idea de qué se trataba, sobre todo porque este estaba escrito en runas demasiado antiguas que solo ella podía comprender. El sonido de sillas arañando el piso indicó que quién sea que estuviera bebiendo en la barra ya había terminado y los pasos que le siguieron confirmó que esa persona iba caminando directo al sótano. Pocos segundos antes de que ese alguien ingresara, Tauro dio con el pergamino que guardó rápidamente en el bolsillo trasero de su pantalón, procurando no arrugarlo demasiado.

-- ¡Me diste un susto de muerte! --exageró. --Pensé que se trataba de Alyssa. No es que me sienta del todo culpable por ocultarle información, pero a veces tengo mis momentos de debilidad. 

Luego de comprobar que se trataba de Beltis volvió a relajarse, sacó el pergamino el cual desdobló con cuidado y lo extendió hacia la bruja.

-- Esperaba que pudieras leer lo que dice aquí. Algo me dice que lo próximo que haremos no será del agrado de ninguna, pero... 

Tauro calló de inmediato al ver que Alyssa había también ingresado, confiaba en que su madre pudiera actuar con naturalidad y ocultar de nuevo el pergamino. 

-- Alyssa Triviani --dijo dándole la bienvenida -- Como siempre, directo al punto. ¿Quieren llevar esta conversación arriba o mejor nos quedamos aquí en este lugar desordenado y lleno de polvo?

@ Beltis  @ Alyssa Black Triviani

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La lluvia caía sin tregua sobre el empedrado de Diagon Alley, una noche fría y tranquila, quizá típica en esa estación del año, donde el frío calaba más hondo que cualquier maldición. Sin embargo, el mundo mágico mantenía su ambiente cálido y acogedor. Las antorchas chisporroteaban, proyectando sombras que bailaban sobre las paredes de piedra gastadas. Las conversaciones se mezclaban con el aroma del hidromiel y el whisky de fuego, creando esa familiar sensación de refugio que solo una taberna mágica podía ofrecer. Ya habían pasado… ¿Siete? Sí, quizás siete años de la desaparición del esbelto hombre que caminaba con paso firme hacia delante.

La puerta se abrió con un chirrido que hizo girar más de una cabeza. Nathaniel Malfoy, un hombre alto, pelirrojo y delgado, se detuvo en el umbral. Su abrigo negro, empapado, y de piel a prueba de lluvia goteaba sobre el suelo, pero eso no parecía importarle. Sus ojos azules intensos, algo cansados, escanearon el lugar con un brillo perdido entre la nostalgia y el desconcierto.

"¿Por qué estoy aquí?"— Se preguntó por enésima vez desde que había decidido regresar al mundo mágico. El hechizo de amnesia amorosa que había lanzado años atrás le había hecho olvidar a todas sus antiguas amantes... En especial a una. Pero también le había dejado una incapacidad para sostener conversaciones normales durante esos largos siete años retirado del mundo mágico. Cada intento de interactuar con magos o brujas terminaba en una serie de meteduras de pata socialmente catastróficas. Estaba trabajando fuerte en mejorar esas dotes sociales, llevaba cerca de un año en terapia muggle y parecía ir mejorando conforme pasaba el tiempo.

Aun así, algo en el Basilisco Gruñón lo había llamado esa noche. Tal vez era el recuerdo vago de sus días de gloria, cuando las copas y el dinero le sobraban y las preocupaciones eran solo palabras de odio en boca de otros. Quizás era simplemente la necesidad de sentirse parte de algo de nuevo, aunque supiera que, con su historial, no sería fácil. Había tocado prácticamente todo lo alcanzable a manos de un mago de su generación. No obstante… todo lo que subía terminaría por bajar finalmente. Y eso le sucedió a él.

Caminó hacia la barra con pasos tranquilos, pero pesados. Al pasar junto a una mesa, escuchó a dos brujas susurrando y lanzando miradas en su dirección. "¿Es él?”. Hizo caso omiso a esas conversaciones que se convirtieron en murmullos y continuó hacia la barra.

Nath se tensó un instante. Los fantasmas del pasado acechaban. La fobia social también. Suspiro y respiró fuertemente, tratando de mantener la calma. En su cabeza se cuestionaba diferentes escenarios de cuando la gente se preguntaba cómo un antiguo Mortífago había terminado con un puesto de prestigio en el Ministerio, profesor de la Academia de Magia y Hechicería... antes de su misteriosa desaparición. Se detuvo frente al tabernero, Pascual, que lo miraba con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Whisky de fuego. Doble —pidió, su voz ronca pero firme.

Pero… ¿vas a pagarme lo que me debes?

El tabernero sonrió levemente, haciendo ver que recordaba al mago y sirviendo la copa mientras lo observaba con la esperada discreción.

Hace tiempo que no te veíamos por aquí, Malfoy. —La voz del hombre sonó neutra, pero Nath pudo notar la tensión subyacente.

Sí, bueno... —Nath se pasó una mano por el cabello rojizo, tratando de encontrar las palabras correctas. Lo último que quería era sonar como un lunático—. He estado... ocupado. Ya sabes, cosas de... erm... magos.

Cosas de magos. Esa era la excusa que había decidido usar esa noche. Claro, porque eso podría claramente explicarlo todo y dejar cabos sin atar.

El tabernero alzó una ceja, pero no dijo nada. Le dejó la copa y volvió a atender a otros clientes. Nath suspiró, llevándose el vaso a los labios. El fuego líquido bajó por su garganta, quemando, pero dándole la calidez que había venido a buscar.

— "Vamos, Nathaniel. No todo tiene que ser tan difícil. Solo es una noche... solo una copa más. No te vendrá mal recordar viejos tiempos” – pensó.

El problema era que la última vez que pensó eso, había acabado lanzándose un hechizo de amnesia que lo había dejado fuera del juego durante años.

 

 

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Publicado

Al bajar las escaleras del sótano su astuta mirada llegó a registrar una serie de detalles, un curioso movimiento por parte de Beltis guardando algo en los pliegues de su túnica combinado con una actitud nerviosa y un tanto sospechosa por parte de Tauro. La Triviani esbozó una pequeña sonrisa, dejaría que las Munter jugaran sus juegos, esto solo haría que la experiencia fuera más interesante. Para la Black este no era su primer rodeo, su familia era la mafia italiana por excelencia, desde que había tomado las riendas del negocio familiar había tenido que lidiar con todo tipo de sociedades dudosas. Además, lo que fuera que aquellas brujas estaban ocultando sabía que no sería nada que le significara un peligro inmediato, y como buenas mortífagas a ellas les gustaba aferrarse a sus secretos del mismo modo que Alyssa resguardaba los suyos. 

- Arriba – respondió la Triviani sin hesitar – Este tipo de conversaciones siempre se me dan mejor con un trago en la mano

Dicho esto la pelirroja lideró la retirada, ansiosa por salir de aquel sótano mohoso y con olor a viejo. Sin duda remodelar aquel espacio seria una de las primeras tareas en su agenda, ni modo que usaría aquel lugar como su base de operaciones estando en esas condiciones. Emergieron detrás del bar, y es que el primer piso de la taberna tampoco es que estaba mucho mejor que el sótano, pero al menos era un poco más espacioso y había mejor circulación de aire. 

- Pascual, mi trago habitual por favor – pidió la Black al pasar junto a la barra.

Su destino era una de las mesas más retiradas, oculta en las sombras de la esquina más alejada, pero al pasear su mirada por el lugar sus pasos se detuvieron en seco al notar la figura de un mago que bien podría ser un fantasma. No pudo disimular la expresión de shock que se leía clara en su rostro, y es que de todas las personas que podría haber imaginado que se encontraría allí… él jamás había cruzado su mente. 

- ¿Nathaniel? – su voz era apenas un susurro, pero de alguna forma logró capturar la atención de todos los allí presentes – Dime que eres tú y que no me estoy volviendo loca viendo alucinaciones – agregó acercándose al mago hasta posicionarse frente a él.

A su alrededor todo pareció desaparecer, si había algún sonido sus oídos no lo registrarían, pues su atención estaba completamente enfocada en aquel perfil tan familiar que era el rostro del Malfoy. Alzó su mano deteniéndose apenas a unos centímetros de su mejilla sintiéndose un tanto insegura, pero finalmente su curiosidad ganó la batalla y dejó que sus dedos acariciaran la piel del mago confirmando así que, efectivamente, era real y no una ilusión. 

- ¿Pero qué…? – comenzó y se detuvo, sintiéndose una vez más como aquella joven Alyssa que sabía tener un enamoramiento por este hombre. Se sonrojó ligeramente tan solo pensar en ello y esbozó una sonrisa – Me alegra que hayas regresado…, han sido demasiados años ¿Cómo has estado? 
 

@ Nathaniel Malfoy @ Beltis @ Tauro

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Nathaniel se quedó inmóvil, sus ojos azules, fríos y penetrantes como el hielo, se clavaron en Alyssa. La penumbra del bar apenas lograba iluminar su figura, pero el brillo en su mirada era inconfundible. El aire parecía haberse vuelto más denso, cargado de tensión, como si el mundo entero contuviera el aliento en esa esquina oscura y apartada. A su alrededor, las sombras proyectadas por las velas parpadeantes danzaban en las paredes de madera vieja, pero para él, todo lo demás se desvanecía. Era como aquel momento único en el que ves a tu artista favorito por primera vez en un escenario: los alrededores se nublan, la vista focaliza una sola cosa en el escenario, todo comienza a tornarse más cálido...

Alyssa... —su voz era un susurro profundo, casi infinito, cargado de algo más que simple sorpresa, como si su nombre fuese un eco de un pasado que había intentado olvidar. Retumbó el mismo nombre de la muchacha en su mente, en todos los rincones de su cabeza. Era volver a saborear un sabor ya... olvidado.

Sus dedos, ligeramente tensos, descansaban sobre la mesa áspera y gastada, donde las marcas de vasos antiguos y cuchillos narraban historias de incontables noches llenas de secretos. El olor a madera húmeda, alcohol rancio y humo de pipa se mezclaba en el ambiente, pero Nathaniel apenas lo notaba. Sus sentidos y atención estaban atrapados en la mujer frente a él, una presencia que lo sacudía más de lo que estaba dispuesto a admitir. "Tantas noches en vela, tantas noches solo, tantas noches tratando de olvidar..." —pensó.

Nunca imaginé verte aquí, en este lugar —continuó, su tono más firme esta vez, aunque su mirada seguía siendo una contradicción entre calma y tormenta. Sus colmillos lucían como dos afiladas cuchillas. No lograba saber muy bien qué hacer con ellos; esbozar una sonrisa era forzado, ya que estaba tenso. Estar serio podría ser interpretado como algo frío. Tanta terapia para acabar entre la espada y la pared al primer contacto cálido con la mano de la Black.

Los murmullos en el bar parecían desvanecerse, y aunque los clientes seguían yendo y viniendo a su alrededor, ninguno de los dos parecía registrar otra cosa que no fueran ellos mismos. Nathaniel inspiró profundamente, dejando que el aire frío del lugar llenara sus pulmones, como si con ello pudiera apaciguar el latido acelerado que sentía en el pecho.

Han pasado demasiados años, pero t-tú… sigues igual. —Una ligera sonrisa, apenas perceptible, se dibujó en su rostro, aunque en sus palabras entrecortadas no hacían buena presentación. Sin embargo, en los ojos del ex-Nigromante había algo más: un destello de melancolía, como si ese reencuentro despertara recuerdos que creía enterrados.

Nathaniel se enderezó levemente en su asiento, sus dedos rozaron el borde del vaso vacío frente a él, al que intentaba recurrir para no tener que seguir hablando, pero no quedaba rastro de alcohol. La madera crujió bajo su peso, pero no desvió la mirada ni por un segundo. La habitación se sentía más pequeña, más íntima, como si el resto del mundo estuviera esperando fuera de esas paredes viejas y desgastadas.

¿Por qué ahora, Alyssa? —preguntó, su voz baja pero cargada de intención. No era solo curiosidad; había algo más profundo, una pregunta que iba más allá de ese momento, algo que había quedado pendiente entre ellos hace mucho tiempo. —¿Por qué demonios tienes que aparecer ahora aquí y hacer que todo se tambalee de nuevo? 

 

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@Alyssa Black Triviani

 

 

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Publicado (editado)

La puerta del Basilisco Gruñón se abrió con un golpe seco, rompiendo el tenue murmullo de conversaciones que llenaba el bar. Una figura alta y esbelta, envuelta en una capa negra ribeteada con detalles plateados, se detuvo bajo el umbral. Su porte era imponente, por lo que aunque quisiera, no pasó desapercibido; incluso los magos más ebrios levantaron la vista, algunos con curiosidad, otros con un leve escalofrío.

El patriarca de los Black Lestrange avanzó con pasos firmes hasta donde se encontró con Nathaniel y Alyssa. Su mirada se posó en Nathaniel primero, y luego en Alyssa, deteniéndose un momento más en ella. Una media sonrisa, fría y cargada de un cinismo característico, curvó sus labios.

Bueno, bueno... —murmuró, su voz profunda y seductora proyectándose en el ambiente—. Si el destino no es un maestro de ironías, entonces yo no soy un  Black Lestrange. Nathaniel Malfoy... Alyssa Triviani... juntos, después de tanto tiempo.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran mientras se detenía junto a su mesa, inclinándose ligeramente hacia ellos. Tomó asiento sin esperar invitación alguna. Su sonrisa se amplió ligeramente mientras se acomodaba en su lugar.

 

@ Alyssa Black Triviani  @ Nathaniel Malfoy

 

Editado por Jocker Black Lestrange

עיני יראו את המלך ביופיו | לב טהור ידיים נקיות

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Publicado (editado)

Beltis se apoyaba en el marco de la puerta como si el umbral le perteneciera. Su capa roja colgaba con un movimiento que sugería más vida que la penumbra que la rodeaba. La sombra alargada que proyectaba sobre el suelo parecía parte de ella, un eco que respiraba. Cuando Tauro se giró hacia ella, el sobresalto en su rostro fue breve, pero suficiente para hacer que la comisura de los labios de Beltis se curvara en una sonrisa tenue.

¿Qué es eso? —preguntó Beltis, inclinando apenas la cabeza hacia el pergamino que Tauro sostenía. 

Tauro avanzó, tendiéndole el pergamino. Beltis no se apresuró a tomarlo; dejó que el silencio se alargara un momento más, lo justo para observar cómo el papel vibraba débilmente con una energía que no necesitaba ser anunciada. Finalmente, lo aceptó.

El pergamino tenía peso, no en el sentido literal, sino en el modo en que una maldición o un secreto lo tienen. Sus dedos recorrieron la textura del papel mientras inclinaba ligeramente la cabeza, como si esperara que el objeto le hablara. Pero no tuvo tiempo de abrirlo.

Los pasos descendiendo por las escaleras eran inconfundibles. El ritmo firme, medido, llevaba consigo la certeza de una presencia que nunca pedía permiso. Beltis rodó los ojos y enrolló el pergamino con un movimiento que parecía casual, aunque no lo era. Lo deslizó en el bolsillo interno de su capa, asegurándose de que quedara fuera de la vista.

Alyssa. Siempre con un impecable sentido del momento —dijo cuando la figura de la Triviani emergió del umbral. La ironía goteaba en cada palabra, aunque su tono no se elevó ni un ápice por encima de lo estrictamente necesario. Con un gesto teatral hacia las escaleras, añadió—. Arriba, entonces. Siempre he admirado tus brillantes ideas, y esta me parece particularmente encantadora por incluir alcohol.

No esperó respuesta. Beltis giró sobre sus talones y subió los escalones con paso firme, dejando que el eco de sus botas llenara el sótano vacío. Cruzó la sala hacia su mesa habitual. Pascual, detrás de la barra, no necesitó que ella hablara. El tabernero llenó un vaso con un licor ámbar que parecía capturar la poca luz que había en el lugar. Cuando lo dejó sobre la mesa, Beltis alzó un dedo, un gesto breve, casi distraído. Pascual entendió la orden y dejó también la botella junto al vaso antes de regresar a la barra con un gruñido bajo, más un hábito que una protesta.

Beltis tomó el vaso y lo alzó apenas. El primer sorbo fue largo, el calor líquido deslizándose por su garganta y despejando cualquier residuo de tensión que pudiera haber quedado en su cuerpo desde el sótano.

No tardó en notar al hombre sentado en la barra. Su postura lo delataba: espalda recta, hombros tensos, como alguien que intentaba mantener el control en un entorno que no le pertenecía del todo. Beltis no lo conocía, pero no necesitaba hacerlo. Sus ojos se entrecerraron, absorbiendo los detalles mientras su mente empezaba a trazar posibilidades.

Pero fue Alyssa quien realmente capturó su atención. La Triviani se movía con esa gracia que parecía diseñada para distraer, pero incluso ella no podía ocultar del todo la tensión que irradiaba. Su mirada chispeaba con algo demasiado vivo, algo que rompía con la perfección medida de sus movimientos. Beltis bebió otro sorbo, más lento esta vez, y sus labios se curvaron en una sonrisa que era mitad burla y mitad fascinación.

El golpe más revelador fue la voz de Alyssa: vibrante, un poco más rápida de lo usual, como si intentara compensar pensamientos que llegaban demasiado tarde. Beltis dejó el vaso sobre la mesa con un golpe suave, sin apartar los ojos de la escena. Allí había algo. Enterrado en gestos, miradas y silencios que hablaban más que cualquier saludo.

Jocker entró y se les unió en la barra. Beltis observó todo con calma. Últimamente, todos parecían estar reencontrándose con algo o alguien. Beltis tomó otro sorbo, su sonrisa afilándose apenas mientras volvía a recostarse en la silla. Si el universo planeaba incluirla en esta absurda moda, más le valía tener la cortesía de avisarle primero.

Dejó el vaso sobre la mesa, girándose apenas hacia Tauro, que se había sentado junto a ella.

¿No te parece una escena preciosa, Tauro? Creo que hemos perdido a Alyssa. Podemos seguir con nuestros…planes.

@ Tauro

Editado por Beltis

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