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—Practicar —repitió.

Pik asintió secamente y ella se le quedó mirando con fijeza, como esperando que se riera o algo por el estilo. Le sacaba al menos cuatro libros de diferencia y aunque era verdad que los dos últimos no eran precisamente hechizos de gran daño, eran exponencialmente poderosos en comparación a los suyos. Pero Pik siguió recto, terco como él solo y ella simplemente se hundió de hombros, aceptando. ¿Por qué no? Ella también necesitaba practicar, aunque dudaba que fuese algo equitativo. Al menos si morían, no habrían dramas, se revivirían sin mayor problema y seguirían adelante.

—Bueno, pero empiezo yo. Necesito probar cosas muy específicas y sino es un coñazo.

La idea de tener una sala de duelos había sido de Zack, claramente. Había hecho lo mismo con el castillo Ivashkov y en la mansión no podía ser de otra manera. Era una sala pequeña o, más bien, angosta. Había una tarima tradicional de duelos de un verde esmeralda tan oscuro que solo se podía apreciar el verdadero color a la luz de las velas, adornada con serpientes que se enroscaban más a medida que llegaban al centro. No había muebles extra, ni objetos decorativos. Era la tarima, las antorchas y el lúgubre aspecto de una sala tradicional de los Slytherin.

Muy Zack.

Ambos se encaminaron hacia allí hablando de los hechizos que iban a utilizar, hablando sobre técnicas de duelo y estrategias de combate. Sin esconderse, sin estrategias ocultas. Los dos habían formado parte de la historia bélica del bando y habían causado estragos en la sociedad debido a su habilidad. Se conocían. Podría haber sorpresas, pero no nada inimaginable, pues se habían acompañado tantas veces que era imposible que no conocieran ya de antemano sus formas, sus trucos. Era una práctica en toda regla y quien perdiera, si llegaba a perder alguno, sería por una mejor disposición de los hechizos.

Se subieron juntos a la tarima y avanzaron cada uno a una esquina. No hubo reverencias, ni saludos, ni formalidades. Le hizo un gesto con la mano para que se preparara y sacó la varita de la manga de su túnica. Hubo un momento de concentración y, entonces, se movió. Adoptó la postura de duelos que ya era parte de su forma de ser y un instante después, dejó escapar el aire que había inhalado y pronunció el hechizo que iba a dar comienzo a la contienda.

Sectusempra —lanzó.

El rayo, de un plata tan brillante como el que adornaba todos los escudos de la mansión, atravesó la distancia que los separaba. De impactar, le causaría graves heridas sangrantes en el pecho. 

@ Pik Slytherin

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Pik estaba bastante seguro de que Leah iba a matarlo aquel día.

Aunque no quisiera reconocerlo, ella siempre había contado con más ganas de estudiar, con más tiempo para invertir en su futuro y, sobretodo, con mucho más dinero que él. A Pik también le gustaba aprender, pero su situación monetaria se lo impedía. El capitalismo era algo que afectaba incluso a magos como él. A pesar de que Leah tuviera más galeones y por consecuencia, mas grimorios, Pik quería practicar con los que él tenía y había convencido a su primera que ella lo hiciera también con los más avanzados.

Normalmente se limitaría a probarlos en combate, pero había algunos hechizos los cuales deseaba comprobar con alguien de confianza y donde podía permitirse errores. Era por ese motivo que tenía claro que iba a morir, Leah normalmente no cometía errores, a menos que fuera una mujer guapa la que estuviera frente a ella.

En la sala de entrenamiento ambos tomaron posición y, tras un par de segundos de concentración, atacó. Pik vio como el rayo empezó a cruzar la distancia que los separaba y supo que era el momento de usar uno de los hechizo nuevos. Solamente tuvo que pensar Kansho, para invocar la daga negra que, supuestamente, era capaz de devolver rayos como ese. La alzó en dirección al rayo y vio, sorprendido, como el arma absorbía el Sectusempra y seguidamente, lo escupía de vuelta hacia Leah. Si no actuaba rápido, el hechizo le dejaría una herida sangrienta en el pecho.

— Pues mira, sí que funciona la daga esta, pensé que se rompería —dijo más para si mismo que para su prima. Sin perder más el tiempo, elevó su varita e hizo un movimiento con esta—. Vara de Cristal —dijo y, tras meditarlo, añadió— Rictusempra.

Leah lo odiaría por eso.

El hechizo, que normalmente era un rayo, cumplió su cometido inmediatamente por la vara de cristal. El arma de Pik ya no era una varita, ahora era un vara de negra, casi tan alto como él, con detalles verdes oscuro y plateado como el escudo de los Slytherin. Debido al hechizo, Leah empezaría a reírse de forma descontrolada sin ser capaz de apuntar correctamente, por lo que no seria capaz de atacarlo con un rayo.

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Si alguien hubiera visto la sonrisa de satisfacción que le produjo que Pik le regresara el hechizo, habría pensado que estaba loca. Pero necesitaba, por loco que pareciese, que lo hiciera. Inhaló profundamente por la nariz y exhaló por la boca justo a tiempo para recibir el impacto del rayo plateado que había salido de su varita apenas un instante atrás. Le sorprendió la fuerza con la que fue devuelto por el Kansho, porque pese a estar acostumbrada, sí que se movió hacia atrás y tuvo que apretar los dientes. El dolor siempre era irritante, pero no inaguantable, así que se enderezó y esperó, pues sabía que habría una segunda acción.

La espera se hizo larga mientras sentía la sangre escaparse de su piel, pero tenía que esperar para poder usar uno de sus hechizos. Así que aguardó, mientras manchaba el suelo de la sala de duelos. Y, por fin, llegó. Pik invocó la daga de cristal y ella, enarboló la varita con paciencia.

—Fuego Compacto.

Un rayo tan delgado que parecía un haz de luz salió de la punta de su varita y atravesó la distancia que los separaba como un destello, apenas perceptible, apenas divisible, perdiéndose en el aire. La acción de Pik que correspondía al uso del Vara de Cristal y al Rictusempra, se borró como si no hubiera sucedido; como si un giratiempo hubiese eliminado por completo ese instante, incluyendo el propio Fuego Compacto en sí. Era una jugada magistral, puesto que pese a haberse defendido, seguía teniendo sus dos acciones intactas.

Vulnera Sanentum —pronunció entonces, haciéndole un gesto a Pik para que viese lo que sucedía.

Retiró la tela de la túnica de su pecho y permitió que el efecto del hechizo fuera visible para ambos. La sangre volvió a subir por donde había caído, regresando a su cuerpo con una velocidad apabullante para, finalmente, cerrar la herida que había provocado el desangramiento en primer lugar. La sensación fue extraña y un tanto desagradable, pero el alivio posterior hizo que valiera la pena. Sabía que, por rango, o nivel más bien, podría haberse curado dos heridas. Pero ya que no tenía más, le pareció adecuado probarlo con el hechizo en sí para el que estaba diseñado. Se acercó un poco a Pik, tocándose las cicatrices recién adquiridas y notando su pequeña hinchazón. 

—¿Crees que se borrarán? —preguntó, refiriéndose a las finas marcas que le habían quedado en el pecho. Eran rojizas, en contraste con su pálida piel, pero no sabía si iba a guardarlas como las otras tantas que llevaba en la piel o si el hechizo las eliminaría por completo con el tiempo—. A veces me sorprende las cosas que somos capaces de hacer. 

Era verdad, eran capaces de hacer cosas imposibles.

—En fin, sigamos —le indicó que iba a volver a hacer un hechizo, para que no lo tomara por sorpresa, pero no iba a atacarlo—. Ignea Máxima.

De la punta de su varita salió una lluvia de polen de lirios de fuego que la cubrió por completo. La teoría decía que sería inmune a las llamaradas y demás cosas por el estilo, exceptuando el Incendia Din. Sabiéndolo, era muy probable que Pik no hiciera nada de ese estilo en su contra, pero lo que quería era ponerlo en uso y eso había hecho. Ahora, claramente, le había regalado la posibilidad de intercalar a su primo, pero era también parte del guión que se habían montado. Necesitaba usar un último hechizo y para ello necesitaba lanzarlo inmediatamente posterior al suyo.

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Publicado (editado)

Tenía que admitir que se encontraba sorprendido, no solo por la respuesta positiva del Kansho, también por los hechizos de Leah.

Dejó salir un silbido lleno de sorpresa cuando aquel hechizo, el Fuego Compacto, fue capaz en un abrir y cerrar de ojos cancelar la vara de cristal. Fue como si el hechizo que hubiera dicho no surgiera efecto, como si no hubiera existido. Fue raro, porque estaba seguro que había visto la vara crecer en su mano.

— Supongo que se borrará, si estos hechizos son capaces de eliminar, borrar o retroceder el tiempo, es normal que ese hechizo de curación sea capaz de eliminarte hasta las arrugas.

Era curioso que, incluso luego de todos sus años trabajando en las mazmorras de San Mungo, fue hasta varios años luego que en el mundo mágico se dio a conocer un nuevo hechizo tan poderoso como ese.

Cuando Leah se alejó, dispuesta a retomar el duelo, Pik volvió a alzar su arma y, justo cuando esta iba a hacer un hechizo, Pik se adelantó.

Vara de Cristal —dijo nuevamente, viendo como Leah empezaba a conjurar un hechizo— Desmaius.

El rayo, ahora imparable debido a la vara, salió de la parte superior de su arma hacia Leah y ella, sin tener oportunidad para defenderse, salió volando por los aire hasta la pared del otro lado, dándose un fuerte golpe que la dejaría descolocada por una par se segundos. Aprovechó la oportunidad para atacar de nuevo.

Cyclone Máximus.

No sabía que no le perdonaría Leah: que la hubiera mandando a volar contra la pared, que hubiera usado aquel hechizo de magia blanca o que se le hubiera ocurrido crear un ciclón en la sala de combate. Surgió frente a él, un fuerte ciclón que empezó a absorber todos todos los objetos de la habitación y cuando creció hasta llegar al techo, se movió directamente hacia Leah, dispuesta a alzar por el aire para dejarla caer varios metros desde el cielo.

 

Edit: post editado con permiso de Leah.

Editado por Pik Slytherin

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Las moléculas de polen de fuego aún caían sobre su cabeza, cubriendo y protegiendo su cuerpo, cuando se percató de que no solo Pik había robado las intercalaciones, sino que había equipado la Vara de Cristal al Desmaius. Era un rayo imparable y no podría defenderse de ello, pero aún tenía un instante para una acción antes de que el rayo impactara y su primo acababa de lanzar su segundo ataque. Hizo una veloz floritura de varita y se apresuró a anularle el segundo ataque.

Expavescerent.

Una pequeña chispa destelló en la punta de su varita, de un brillante y fugaz tono de plata. Anuló el Cyclone Maximus en pleno funcionamiento, apenas fue pronunciado. Los objetos que habían empezado a moverse por la succión del aire, quedaron en su sitio, y el ciclón simplemente desapareció, como si no lo hubiera pronunciado. Ahora ni él, ni ella, podrían hacer uso de ese hechizo. Pero claro, ella no iba a hacer nada más.

El impacto del Desmaius le resultó indiferente, pues nada más recibir el impacto del rayo en el pecho, se desplomó desmayada como un muñeco de trapo. El sonido de su cuerpo contra el suelo de la tarima de duelo fue seco, pero no le causaría ningún daño. La plataforma era firme, más no rígida, estaba preparada para que esas cosas sucedieron. El tiempo transcurrió normal, pero para ella fue un instante.

Al abrir los ojos, estaba tendida boca abajo contra la lona, con la varita débilmente sostenida por dos dedos. Había sido el tiempo suficiente para hacerla perder una acción, pero se sintió como un suspiro. Se levantó con la agilidad de quien se ha caído y se ha levantado mil veces y movió la cabeza de un lado a otro, como si quisiera organizar sus ideas. Pik la miraba con una mezcla de diversión y frustración, la primera por haberla dormido y la segunda, porque le había eliminado la posibilidad de hacerle más daño. Lo apuntó con un dedo acusador, con la varita entre los dedos.

—¡Eres un poco hijo de tu madre! —sentenció, bajando la mano—. Esto no tiene ningún sentido, la verdad. ¿Quieres seguir? ¿O ya estamos? Yo ya no tengo que probar nada más.

Se encogió de hombros, como si no acabara de dominar todos los libros de hechizos existentes y esperó una respuesta del hombre, que parecía motivado.

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