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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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No quería demostrar lo que me divertían aquellos dos. Mis hijos eran tan buenos hermanos...

 

Allá estaban los dos, persiguiéndose por un libro, mirando el uno por el otro, queríéndose y dando abrazos. Suspiré, feliz, y volví a buscar un libro concreto que necesitaba. Esperaba encontrarlo. O tal vez las chicas tuvieran un listado de volúmenes y así no hacía falta que me estuviera matando buscando ese libro.

 

-- ¡Eh, Xell! --le dije.

 

Me extrañó. Mi sobrina estaba agachada detrás de Valent, mirando a los lados.

 

-- ¿Has perdido algo, quieres que te ayude?

 

Era extraño verla así, medio agachada. Iba a añadir algo más cuando un libro me golpeó en la cabeza.

 

-- ¡Leñe, me atacan! -- y pude atrapar el libro: "Persiguiendo Bludgers locas". -- Oye, tú, o te comportas o te meto en una jaula.

 

Le puse un cenicero encima y con el peso ya no pudo atacarme. Alcé la mano con dos dedos en forma de victoria pero nadie me miraba.

 

-- ¡Qué rábanos! Soy una heroína y nadie se entera. ¡Eh, Jesse! ¿Qué libro estás leyendo? --le grité. Pero ella parecía abstraída. Después se puso a hablar con Matt y entre todo lo que decían, lo único que entendí fue "Piruleta".

 

Bajé las escaleras y me acerqué a ellos, no sin antes pasar al lado de mis dos sobrinas. Xell seguía escondida tras su hermana, cosa difícil, ya que Valent era más pequeña. Iba a pasar de largo pero entonces vi los ramos de chocolate que le había traído una elfina. No la reconocí al principio pero después me di cuenta que era la de Cye.

 

--¡Heyda! ¿Son chocolates de la tienda de mi cuñada? Entonces son excelentes. ¡Eh, vosotros dos! Acercaros a probar unos chocolates, que no tengo piruletas. Y de paso ayudamos a encontrar lo que sea que se le ha caído a Xell.

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Valentine Drycar

 

 

Podía ver todo el bochinche que hacían Matt y Jesse. Como iban y venían de un lugar a otro y hasta cómo Sagitas se ponía a retar a uno de nuestros libros en venta. Ja,ja, ja. Cualquiera que estuviera viéndolo como yo estaría riendo a carcajadas, sin embargo yo no podía porque tenía otra tarea.

 

Jesse =__= sabía que a causa de su amor por los libros llevaría demasiados sin dejarme qué vender T.T tenía que pararla e impedir que robase algunos (¿?) o.O aunque tenía la certeza de que luego los pagaría ¿o lo haría Matt? Él decía que se los obsequiaría o algo así.

 

Olvidando que quería dar un zape a Matt porque no nos veía -.- escuché a la elfina, la cual nos hablaba a Xell y a mí. Aunque no estaba segura de que se diera cuenta de que mi hermana estaba tras mío u.u aunque estaba segura de que me veía como con una luz (o cabello) amarillo alrededor de mi cabeza y eso no era fácil de pasarlo sin ninguna reacción.

 

Hola, Heyda. Un placer pequeña —saludé rápidamente con una sonrisa en mis labios.

 

Intenté agacharme, pero estaba segura de que mi hermana me pincharía unas cuantas veces para no dejarme.

Ohh, aquella elfina era de la tía Cye. De seguro venía a comprar algún libro de té, antes me había enterado que tenía una tetería. ¿O tal vez quisiese libro de modas? Me puse a pensar en dónde había dejado aquellas reliquias, sin dejar de escuchar la voz de la elfina.

 

Todo lo que había pensado no tenía que ver con la razón por la cual la Heyda se encontraba ahí. ¡Nos traía regalos! Y el mío me encantaba, tal vez ni aguante hasta el siguiente día. Tomé entre mis manos mi obsequio e hice un gesto para que Xell también lo tomara.

 

¡Graaaacias! —exclamé feliz mirando muy de cerca y con mis ojos brillando mi escultura de chocolate— Dile a tía Cye que nos ha encantado sus regalos. Y que queremos más... bueno, no le digas lo último —agregué sonrojándome.

 

Al parecer Sagitas fue la única que se dio cuenta de que los chocolates de mi hermana habían caído. Yo con tanto movimiento en mirar al suelo donde estaban los dulces casi echaba los míos también.

 

E-espero que no te asustes, Heyda —dije apretando el labio inferior todavía en busca del chocolate para que no los tomasen mis primos, que ni cuenta se habían dado de que estábamos tras una pila de libros más al frente.

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Aquel día la hermana menor de las Evans McGonagall había despertado muy feliz, al fin tenía tiempo de relajarse después de una larga jornada de clases en la academia. Empezó a dar divertidos saltitos y giros de tanta emoción en el acogedor cuarto. Mientras, avanzaba hacia el ropero para sacar de una parte oculta su libro favorito de todos los tiempos. Su cabello se meneaba al compa de sus saltos, y sus tacones llenaban la habitación de un delicado sonido que afloraba en ella sus ganas de volver a participar en alguna presentación de ballet.

 

Entre sus recuerdos más preciados de la infancia, estaba aquel en donde leía y releía por las noches aquel libro, que encontró por casualidad una noche lluviosa en la que andaba buscando chocolates por todas las repisas del castillo de su familia. Aquel libro con el que se sentía totalmente identificada, y que de Vez en cuando terminaba soñando de tanto leer. Aunque su sueño siempre acababa con las lágrimas de la pequeña, pues el final la conmovía profundamente.

 

Frente al ropero, abrió las puertas de par en par. Y justo al lado izquierdo del ropero de roble que era tan alto que casi chocaba con el techo, ahí entre el joyero plateado y la caja de bombones a medio cerrar, debía de estar escondido el ya gastado y marrón libro con la portada de un niño en una cabra, que tanto quería y que por su repentina sobre dosis de alegría había decidido leer otra vez.

 

La mano de la joven recorría de derecha a izquierda lentamente, bordeando con los dedos la caja de bombones y luego el joyero que estaba tan frío, que tuvo que quitar la mano de puro nervios. Volvió la mano y siguió tanteando el lugar para poder coger su libro. Recorrió varia veces por todos lados pero al no hallarlo acercó una silla que para su suerte estaba al lado del ropero y subiéndose, miró por todas partes pero no halló nada. Rebuscó en los cajones y tiró todo lo que en ellos se encontraba.

 

-¡Dúnedain!- Gritó desesperadamente y el elfo aparecía con tal agilidad que cualquiera hubiese pensado que había estado en la habitación todo el tiempo.

 

-En que puede servirle Dúnedain señorita- Respondía el elfo

 

-¿Has visto mi libro? ¡Lo tenía escondido aquí! ¡Era viejo y marrón!- Casi gritó la muchacha señalando hacia donde había estado buscando.

 

-Señorita, Dúnedain lo tiró aquella vez que usted le ordenó sacar toda la basura de sus ropero- La expresión del elfo estaba carga de una terrible peocupación.

 

-¿Qué?- Se aterrorizó -Pero no debiste botar eso- Bajó la voz para no asustar a su fiel elfo -Era mi libro favorito, pero ya no te asustes. Solo debo ir a comprar uno.

 

Dicho eso la joven cogió un saco gris, que estaba a punto de caer de un colgador debido a su torpe reacción, y su pequeño monedero que ágilmente metió en uno de los bolsillos del saco. Emprendiendo su viaje hasta el Callejón Diagon, donde debería haber alguna librería que vendiera el libro que tanto quería y la llenaba de buenos recuerdos. Caminó muy rápidamente sin que se le cruzare la idea de usar algún artificio para llegar más pronto.

 

Para cuando llegó al callejón estaba muy cansada por haber hecho el recorrido trotando, casi corriendo. Aunque eso había aliviado en parte su desesperación. Revisó con la vista las diferentes tiendas y al no ver una librería siguió caminando pero esta vez con más calma. A varios metros pudo divisar la pila de libros que salía de uno de los establecimiento, y acercándose un poco pudo notar el letrero del negocio Librería Las Dos Hermanas decía y al fin soltó un suspiro de alivio tocando su corazón que palpitaba muy fuerte.

 

-Buenos Días- Dijo mientras entraba a la librería

 

La Evans se sorprendió al ver lo fascinante del interior de la librería, había tantos libros de tantos temas, colores, formas, tamaños y demás. Pero aún no se sentía totalmente en calma, ya que aún existía la posibilidad de que no tengan el libro que tanto deseaba. Se acercó hacia el centro del recinto, con algo de timidez, pues no quería tropezar y que le cayera un grupo de tomos encima. Sin siquiera ver a alguien dijo sin esperar:

 

-Estoy buscando un libro- Como si no fuese obvio -Es Peter Pan en los Jardines de Kensington la primera edición- Finalizó con cierta duda.

 

La muchacha esperaba que no le dijeran que ese tipo de libros muggles, no estaban disponibles en una librería del mundo mágico. Se aferró a la idea de que debían de tenerlo o que debería buscar en alguna otra librería. Mientras, miraba todas las repisas esperando encontrar el libro en algún lado. Aunque de solo mirarlos se mareaba con tantos de ellos y en todas partes.

Editado por Bínfeyd Sóldez

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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¿Es que la gente no sabe cuándo alguien se esconde es para que no la vean? Y por lógica, tampoco para que la hablen. Y Valent se movía, apenas estaba quieta, con lo que Sagitas me vio enseguida.

 

Menos mal que Matt y su hermana Jesse estaban bien lejos y no le oyeron decir que estaba buscando algo. Pero ya la elfina de tía Cye nos hablaba (a las dos, que yo quería pasar desapercibida) y nos hacía un regalo maravilloso, a las dos nos encantaban los chocolates.

 

- Dale las gracias de mi parte, Valent - le susurré a mi hermana. - Y dame una chocolatina para que la pruebe.

 

Y me iba a comer una pero se me cayó al suelo del susto. Sagitas llamaba a sus hijos para ayudarme a buscar lo que se me había caído.

 

- ¿Qué...? ¿Cómo...? No, no, no hace falta...

 

Me incorporé de golpe y busqué a Matt con la mirada, unos instantes, para mirar a mi tía Sagis.

 

- No, ya... Ya lo encontré, ya está...

 

Seguro que me había puesto roja, no podía evitarlo, así que busqué una salida honrosa que justificara mi huida del lugar, sin que se dieran cuenta. ¿Qué podía ser? ¿Cómo me escapaba de esta situación tan incómoda? Para mi alivio, una chica a la que reconocía como una amiga, aspirante a mi bando, había aparecido en la puerta. Salí corriendo aún con la chocolatina en la mano.

 

- Hola, Bínfeyd, hola, pasa... Yo te ayudo a buscar tu nov... tu libro...

 

Ni oí lo que decía pero la llevé de la mano hacia el mostrador para refugiarme por detrás. Sólo entonces me di cuenta que llevaba una chocolatina en la mano y que la había manchado.

 

- Ay, perdón... Lo siento... ¿Te he ensuciado de chocolate?

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Levanté la mirada y para mi alivio era Xell quien me respondía, exhalé de alivio, aunque todavía tenía la ansiedad de tener mi cuento en la mano. Ella era una buena amiga a quien le había agarrado cariño ni bien nos conocimos, asi que dejé que me lleve de la mano hasta el mostrador con toda la confianza del mundo. Es más si hubiese dicho, salta la soga conmigo lo hubiese hecho sin chistar.

 

-Hola Xell- una gran sonrisa se formó en mis labios -Si si busco un libro- Dije poniendo todas mis esperanzas en ella.

 

Hasta el instante en que ella dijo que me había manchado la mano, yo no había sospechado nada de una mancha. Miré mi mano, mientras la levantaba lentamente frente a mi rostro, con una mancha marrón y con un delicioso olor que emanaba y me antojaba mucho. En ese momento se me pasó la idea de pasar por alguna dulcería para comprar y comer un par de trufas, pues era una gran amante de los dulces y demás postres.

 

-No te preocupes- Dije muy divertida por el asunto mientras buscaba en mis bolsillos -Creo que no he traído pañuelo, talves me puedas ayudar a encontrar un lavado- Guiñé el ojo

 

En alguna de las reuniones con Xell, en la madriguera, habían pasado acontecimientos muy divertidos. Asi que por alguna extraña razón esperaba divertirme mucho con ella en el lugar, haciendo algunas travesurillas por aquí y allá. Por lo que se me ocurrió lo del lavado, que eran puros pretextos para quedarme más tiempo y disfrutar con ella. Aunque todavía quería llevar mi amado cuento a casa.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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La elfina se sorprendía de todo lo que pasaba a su alrededor, la chica que se escondía detrás de su hermana, la hermana que no podía moverse porque "tapaba" a su igual aunque se le veía los mechones rubios por encima de los propios, Sagitas que la había reconocido, bueno eso si le dio gusto, aquello era de locos, pero no le extrañaba pues donde estaba la cuñada de la ama siempre sucedían cosas extrañas y divertidas, lástima que no pudiera quedarse a ver cuando pasaran y a reírse.

 

-Bien le diré a la ama Cye, aunque las esculturas eran... para adornar el local...- dijo en voz queda esperando no meter la pata por su sinceridad, igual ya se la estaban comiendo.

 

-Yo me retiro que las disfruten y éxitos con la bonita librería- dicho esto levanto la pequeña manita para decir chao y camino hacia la salida, tal vez pudiera decirle a la ama Cye que convenciera a las propietarias para que la dejara ir a pasar un plumero por allá y de paso se leia alguno de aquellos raros libros, mientras tanto debía volver al castillo.

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Ahi estaba, bromeando con Jesse, aunque si, le iba a regalar aquel libro de plntas. Parecía haber heredado de Sagis ese gusto por la herbología.

 

Pero no estaba. Y eso que había dicho qeu tená piruletas.

 

- Chocolate? - pregunté, alzando la cabeza como con un resorte, mirando a todos lados con los ojos muy abiertos. El chcolate me encantaba

 

Respiré hondo y entonces lo olí. MIré a Jesse y salí disparado en busca de Sagis y de la cesta de chocolate.

 

- Donde está? - pregunté, hasta que, asomándome por un pasillo, vi a Sagitas, con Valentine y una cesta de chocolate. Al acercarme, reparé en Xell, que estaba con otra chica.

 

- vaya Valentine! bonita tienda la vuestra, donde estábais? ni que os escondiérais de mi - dije, alargando la mano para coger un cacho de chocolate negro de la cesta.

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Jesse Potter

 

Mi hermano, ese era mi hermano, primero charlo conmigo y haciendome bromas y luego cambiandome por un pedazo de...

 

-No te los comas todos- casi grite saliendo disparada detras de él con el libro aun escondido detras de mi espalda.

 

Al llegar donde estaban mamá y Valent sonreí a las dos y cogí el trozo de chocolate que mi hermano intentaba coger, no se la dejaría facil, esta vez no me ganaría.

 

-Hola Valet... oye... tengo algo que preguntarte- exclame dandole una mordida al chocolate viendo como Matt hacía una mueca extraña-es sobre un libro... ¿crees... crees poderlo enviar al hospital san mungo?

 

Si mi hermano o mi madre se enteraban de lo que quería comprar y lo que esto implicaba me iria mal, muy mal.

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Mi idea era clara. Abrir un local, que la gente entre a comprar, tal vez hacer una que otra travesura por ahí pero nunca, nunca esperé chocolates *000000* La tía Cye quería ponernos rellenaditas a las dos, y eso me encantaba grandemente. Cada familiar que me mandaba, cada locura que me ganaba, adoraba ese lugar. Los chocolates...

 

Probé uno y Xell me empujó para ir con la nueva cliente. Quedé quieta por un momento, pensativa.

 

- Ohh, sí. Los pondré de adorno luego de comerlos, gracias -respondí a la elfina sin saber qué exactamente estaba diciendo.

 

Cuándo fue la última vez que alguien me gustó? Porque en esos momentos a mi hermana le gustaba alguien o según los rumores que salían de tía Sagitas la cosa iba por ahí. Ah sí, me gustaba Mike. Ains Mike, cada vez que nos veíamos se lo notaba más lindo que de costumbre.

 

Miiiiiiiiiiiiiike :love:

 

Pensaba en él irremediablemente. Pero no debía seguir, sentía el peligro acercarse. Y no podía ser nadie más que mi primo Matt tratando de robarse uno de mis chocolates.

 

-Quieto ahí. No se mueva. Es mi regalo, no suy... Jesseeeeee! No te lo lleeeves -lloriqueaba intentando que Jesse me devolviera el suyo- . Pide a Xell, ella tiene muchos chocos más

 

La miré con mi carita redonda y furiosa.

 

- Pensé que te ibas a llevar todos mis libros, no mis chocos -refunfuñe.

 

Luego la sentí un poco extraña, como si escondiera algo. Estaba robando uno de mis libros, pero por qué venía a decírmelo a mí. Es que nunca le habían enseñado que cuando se roba no se dice nada al dueño? Bah, era una chica de la orden, no lo podíamos remediar.

 

-Yo? Y por qué yo debería llevar el libro que robas de mi librería? Ven y te enseño a robar, niña -explicaba en voz alta y sorprendida mientras me comía otro choco.

 

Intentaba mantener mi fuente lejos de las manos locas de Matt y de las manos poco experimentadas de mi prima Jesse.

 

- Oye Matt, ven y expliquemos el tema a Jesse -invité a mi primito que se veía algo solito por allá atrás.

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Jesse Potter Blue

 

Reí divertida ante la reacción de mi prima, si... era verdad, en la familia la locura era un rasgo hereditario. Pero bueno, así eramos felices y era verdad que no todos nos aceptaban por eso pero... eramos felices.

 

-Los siento... ya me lo comí- sonreí mientras tragaba el trozo de chocolate.

 

Era tentadora su oferta pero no tenía tanto dinero como para comprar toda la librería que ganas no me faltaban.

 

-Nop, solo unos cuantos- sonreí aun con el libro detrás de mi espalda.

 

Me extraño la forma en que mi prima se me quedo viendo, sorprendida por mis palabras, pero yo me sorprendí aun mas por su respuesta y por el hecho de que le hablara a mi hermano.

 

-¡No, si yo no quiero robarlos, quiero comprarlo pero... ni mamá ni Matt deben saberlo- susurre al ver que mi hermano se acercaba- Ha... hola hermano

 

Y volví a esconder aun mas el libro detras de mi. Sonriendo lo mas inocentemente que podía.

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