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Flourish & Blotts (MM B: 98551)


Keaton Ravenclaw
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Al llegar a las cercanías de la caja, el Ravenclaw se adelantó unos pasos y se metió detrás del mostrador, una vez allí, metió su mano en uno de los cajones de debajo de la caja y sacó uno de los pergaminos responsivos, tomó un tintero, una pluma y colcó todo sobre el mostrador llenando él mismo algunos de los datos de la ficha, una vez terminada esa parte suya, le pasó la ficha a la chica.

 

—A ver señorita, ya solo debe rellenar los campos vacíos y con eso pagaría y queda listo todo, y como le digo, si gusta, puede pasar a la cafetería por algún aperitivo —Dijo Kurt.

 

Nombre del libro: "Legeremancia como arma. Oclumancia como protección"

Arte Prohibido: Artes Oscuras / Oclumancia

Nivel: 2

 

Nombre del comprador:

Familia:

Poner que se responsabiliza si existiera un mal uso del libro:

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  • 2 semanas más tarde...

Estrella

 

Juraba que iba a mandar a ese lobo a la punta de la china, con que a Hector, el otro amigo de Jessie, no se le ocurriera comprar un perro sería feliz en esa mansión... a menos que a Jessie se le ocurriera seguir haciendo travesuras pero ahora estaba mas ocupada peleando consigo misma para no tener celos que pensando en hacer travesuras, no entendía que le pasaba, solo eran nuevos cachorros y punto.

 

¡Cachorros! Ahora veía por donde iba la cosa; ya estaba molesta cuando ente a la librería. Libros, los amores de mi ama... ahora me desquitaría con esas cosas del demonio, me comería cada uno de ellos donde viera la palabra bebe o cachorro. A ella no la harían a un lado, a mi si por que era solo una cachorra que ¡no podía estar cerca de los cachorros humanos!

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  • 3 meses más tarde...

Kurt A. Malfoy

 

Tras caminar por varios minutos desde la entrada al Callejón Diagon por el Caldero Chorreante, Kurt Ayrton Malfoy llegó hasta la entrada de uno de sus nnegocios, el cual, por varias razones, se hallaba en total abandono desde el mes de octubre. Habían pasado ya casi cuatro meses desde que el chico había pisado aquel lugar, sin embargo, era el momento idóneo para que regresase al sitio. El problema que le había hecho regresar, era nada menos una queja de parte de los ñocaytarios vecinos que se habían quejado de una infesta por parte de doxys.

 

Para aquella tarde, el chico vestía unas sencillas bermudas, una camiseta sin mangas y unos zapatos deportivos, pues sabía que la tarea de intentar sacar a los doxys sería ardua y tardada. Tal vez lo mejor sería llamar a la Agencia COnsultiva de plagas, pero no tenía ni el más mínimo humor de ir hasta el Ministerio, estaba seguro que se encontraría gente no grata y no quería arriesgarse.

 

Sin más, abrió las puertas del lugar, de inmediato, cientos de doxys comezaron a volar por el lugar, para lo que Kurt, rápidamente alzó la varita de cerezo, y con un hechizo no verbal, inmovilizó a todas aquellas hadas con pelos. En un principio todo se veía hermoso, psoiblemente se tardaría en meterlas a todas en un saco, pro por desgracias para el Malfoy, la propia magia de las doxys, hizo que perdieran el efecto del hechizo.

 

—¡ca***o! tendré que ir por fuerza al Ministerio, estas cosas son demasiado para mi —Dijo sin más y giró sobre sus talones, Era definitivo, iría por las plagas que se hallaban en sus tres negocios.

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  • 2 semanas más tarde...

Sunar Potter Black Tonks

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No tenía descanso la empleada del ministerio, debía efectuar varias inspecciones de las cuales, tres de cuatro de ellas eran allí en el callejón porque las demás eran en el ministerio. Y como aún no conseguía ayuda, su pericia en ese trabajo la utilizaría para salir con éxito.

 

Siguió calle arriba buscando el otro negocio del señor Malfoy, seguramente les habría informado a los que se encargaban que alguien del ministerio les haría la visita por los problemas con las criaturas que poseían. La pelicastaña sintió que el otro lugar le había mirado raro pero no le importaba, ella no era una persona que tuviera que parecerse a los demás “robots” del ministerio. La Potter Black desde que comenzó a trabajar allí, siempre fue libre en todo lo que hacía, mientras realizara un buen trabajo, ella era feliz.

 

Sin embargo, la chica le gustaba trabajar como fuese mientras las personas se sintiesen cómodas con la atención que ellos como autoridad les brindaban, porque para eso se debían, para asegurar la salud y el bienestar de las infraestructuras y de los mismos dueños.

 

Cuando por fin llegó al sitio, se fijó como en los demás que aún le faltaba descubrir la cantidad de establecimientos que ese callejón albergaba y que ese también, lo había pasado por alto en reiteradas ocasiones. Miró el lindo escaparate, ella nunca pudo estudiar allí de niña, ya grande fue que curso la academia. No obstante, observó que algo revoloteaba dentro del local, tocó la puerta esperando ser atendida, aunque también sacó su varita y buscó su repelente.

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Galileo. Elfo de la Librería

 

Galileo estaba harto, furioso con aquella plaga de doxys que estaban en el negocio de su amo, no lograba concebir como diantres era que habían llegado hasta allí y se habían reproducido tan rapído. Los muebles y los estantes de madera que contenían los libros, estaban ya completamente destruidos, mordidos o tapizados de excremento, lo bueno era que los libros estaba protegidos por un sin fin de encantamientos que impedían que fuesen dañados, pero lo demás no.

 

Galileo, para protegerse, se había metido en una caja de madera que le servia de armadura, no podía dejar el local, su am le había dicho que un miembro de la Agencia Consultiva de Plagas llegaría pronto y que debía atenderlo, sin embargo, se staba tardando mucho. Justo cuando el pequeño elfo estaba por romper una de sus órdenes e irse de allí, alguien llamó a la puerta. Galileo se puso en pie rápidamente y fue a abrir.

 

—Buenas, ¿quien es usted? —Dijo con una voz notablemente enfadad, pero al ver el nombre en la Placa del Ministerio, supo que era la mujer que habían mandado a hacer la desinfesta de Doxys —Oh, vaya, al fin ha llegado, pase pase. Aquí hay mucho que hacer —Dijo el elfo con voz cansina —Las Doxys se han insytalado en todo el local, no hay ni un hueco en donde no hayan puesto sus huevecillos o no hayan hecho un nido. Por favor deshágase de ellas —Externó el elfo casi en llanto.

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Sunar Potter Black Tonks

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El zumbido de alas batiéndose era tan fuerte que de verdad pensó que ellos tenía una sería infestación de doxys. No comprendió como pudieron llegar a tal estado, casi siempre se podía ver cuando se comenzaba a dar los primeros signos de que algo mal anda pero esos extremos eran muy pocos comunes.

 

Sintió la espera una eternidad pero pronto escuchó el sonido del picaporte y la puerta abriéndose. Fue más ensordecedor el sonido de esas alas. Entró rápido y cerró la puerta para evitar que alguna de esas hadas se saliera. Ni siquier le prestó atención a la forma de recibimiento del elfo. Tenía mucho que hacer si quería que ese lugar estuviera libre de doxys.

 

Necesito que les digas a los demás, si están, que vayan agrupando a las hadas en un sitio. ¿Como si las arriaran, comprendes? – mientras esperaba que le asintiera o le dijera e alguna forma que entendió, ella realizaba florituras y rociaba el repelente hecho para ese tipo de plaga.

 

No planeaba matarlas, pero necesitaba que se quedaran quietas para recogerlas y guardarlas, ya tenía planeado ir a un sitio y esas criaturas, irían con ella.

 

Me dices donde viste los nidos, esos si lo debo eliminar. – le comentó antes de sentir que le hacían cosquillas en la nuca.

 

Un pequeño grupo estaba dispuesto a darle batalla a la Potter Black.

 

Si quieren, juguemos un rato – sonrió girando sobre su talones y saltando a un mesa para poder mirar a su alrededor y ver hacia donde debía rociar el repelente, además de ir lanzando ciertos rayos para que se movieran.

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Mery Anne Haughton

 

Guardias

 

La ojigris caminaba por el Callejón Diagon, dirigiendose hacía Flourish & Blotts, donde realizaria las guardias del mes. Sus tacones resonaban por el solitario callejón, llenando a Mery de paz y armonia, cosa que solia estar muy poco. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta de encaje blanca con detalles en negro.

 

Caminaba con paso lento y con algo de desgana, la verdad e sque a la vampiresa le hubiera gustado estar en su cuarto tumbada en la cama en vez de haciendo guardias.

 

Cuando la mortifaga llegó al local, entró empujando bruscamente la puerta, y tras echar un breve vistazo al lugar, caminó hasta el mostrador. Tosió un poco para ver si alguien salia.

 

- Buenas tardes. - Dijo a un elfo que apareció. - Me gustaria hablar con el dueño, si puede ser claro. - Acabó diciendo la Haughton

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Galileo. Elfo de la Librería

 

El elfo se puso de inmediato a reunir a los demás elfos de la Librería. Prontamente estaban allí Anaximandro, Alejandría, Aristóles y Shakespeare, los cuales, al escuchar la orden de la Funcionaria del Ministerio, se pusieron sin más a usar su magia para agrupar a las doxys en las cercanías de la sala de lectura. Al cabo de unos minutos, las doxys revoloteaban enojadas en una red mágica invisible creada por aquellas pequeñas criaturas.

 

—Espero que mis compañeros hayan hecho bien su trabajo, señorita Potter Black. Si me gusta seguir, los nidos están en los sillones de la parte alta —Dijo Galileo y se fue de inmediato a las escaleras asegurándose de que Sunar le siguiera.

 

Cuando hubieron llegado a la parte alta, un hedor asqueroso emanaba de los sillones, donde plastas de pequeños huvecillos se amontonaban en las esquinas de cada uno de aquellos muebles acojinados. Galileo le mostró con un dedo a SDunar los nidos, con cierta cara de asco en su rostro. Al parecer las doxys también habían ocupado los sillones de retrete.

 

Anaximandro. Elfo de la Librería.

 

Justo cuando ya habían arremolinado a las doxys en la sala de lectura, una mujer entró en el local para ver a Kurt, sin embargo, este al estar en el Ministerio no podía atenderle,así que Anaximandro, uno de los elfos que estaban allí, se despegó de los demás y fue a atenderle a la mujer.

 

—Buenas tardes señorita, el amo Kurt está en el Ministerio de Magia, pero si quiere puedo atenderle yo —Dijo el elfo haciendo una reverencia y diciendo con voz chillona a Meri.

 

Era raro ver a una mujer preguntando por el amo Kurt directamente, por lo general los clientes entraban a ver y elegir, sin embargo, aquella chica no era una cliente, venía por otro motivo. Sin embargo, Anaximandro no era nadie para cuestionar las motivaciones que llevaban allí a la gente.

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Si era de visitar el callejón, que fuera por cosas interesantes. Bastian se había dicho esa frase una y mil veces, tanto que rara vez se lo podía ver caminando por los empedrados del callejón Diagón. Aquel día le había dado una lista de la cual elegir, así que pensó que era una muy buena idea aprovechar para hacer algunas compras. Le gustaban las historias, quizá era una de las pocas cosas que en verdad apreciaba de los muggles, cosa que de por si ya era muy raro en él. Se decidió entonces por una librería.

 

Tocó con su varita los ladrillos que eran de ser tocados y observó como una especie de arco-puerta apareció en donde antes había una sólida pared. Caminó con cautela, apoyando delante de si un porta varita en forma de bastón en cuya parte superior se podía observar la cabeza de un tigre. Aquella era, obviamente, su segunda varita: la de uso cotidiano, su otra varita -para batallas- se encontraba oculta en uno de los varios bolsillos interiores de su capa de viaje.

 

Fijó la mirada en la librería mágica por excelencia, el mortífago esperaba que Kurt tuviera uno que otro ejemplar de literatura muggle. Le habían recomendado un libro sobre mitología griega y romana, aquel libro a parte de entretenido, podía ocultar algún secreto de la antigua historia. Después de todo, varios alquimistas afirmaban que las deidades eran magos muy poderosos cuya magia era transmitida a sus hijos.

 

Ingresó al local y se dirigió a uno de los libreros. "Ya alguien me atenderá" pensó

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Sunar Potter Black Tonks

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La mujer se movía como si estuviera sobre una rueda, giraba en todas las direcciones tratando de no ser víctima de las fechorías de los doxys. En un momento, lanzó el spray a su derecha dándole a un pequeño grupo de tres haditas, como cayeron a los pies de ella, las recogió rápidamente.

 

Mientras eso pasaba, vio que el movimiento en el establecimiento se avivó. Varios elfos iban moviendo las hadas de tal forma que ella pudiera rociarlos y, nuevamente se encargaban de colocarlos en unas bolsas.

 

Muy bien chicos, esto se mueve perfecto – comentó la pelicastaña bajando de la mesa.

 

También se puso a recoger y acomodar más doxys para no dejarle todo a los elfos, era su trabajo y valoraba mucho el tiempo que ellos se tomaban para asistirla. Los demás que se encontraban entre unas paredes invisibles fueron atrapadas para fortuna de la Potter Black y, prontamente puestas en los sacos.

 

Claro – volvió a gradecer a los elfos y siguió al primero hacia las escaleras.

 

Se asombró ver que era una verdadera infestación la que tenían allí. Respiró hondo, aunque el olor no era para nada agradable, sujetó con firmeza su varita y su doxycida en la otra mano para seguir rociando y apartando. Cuando dejaba algo limpio de las criaturas usaba un Fregotego para limpiar el área.

 

Si necesitas hacer algo, te aviso al terminar aquí. – exclamó acercándose a otros de los sillones.

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