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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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Noté la alegría de la elfina cuando supo que con aquellas pinturas no tendría que limpiar. Conocía a los elfos y tenía la experiencia de mi hijo Ithlionn, un auténtico diablejo

 

--Me alegro que te gusten. Y sí, tengo de dragones, pero veamos... hum... El peligro de los cuentos de los dragones es que... producen miedo. Oh, no, espera, creo que tengo un cuento de dragones que es muy tierno.

 

Intenté hacer memoria. Me arrodillé en el suelo y fui ojeando lomo por lomo hasta que encontré uno.

 

-- Es éste: Dragy, el dragoncillo que abrazaba a todos. Es de un dragón bebé que le gustaba demostrar que quería a todo el mundo pero les hacía daño. Enseña al niño a respetar a los otros sin hacerles daño. Creo que le vendría muy bien a Argentum, tal vez así entiendo que su habilidad con el hielo no es divertido para los otros. Tal vez le enseñe a controlar y sólo usarlo si es necesario.

 

Le puse el cuento en las manos para que viera los dibujos y como se animaban cuando llegabas a la página. Era un libro muy instructivo.

 

-- Tenemos muchos libros con moralejas para que los niños aprendan con la lectura sobre la magia y sobre el deber de controlarla para no hacer daño.

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Dirección de la Red Flú, Trasladores y Control de Calidad.

Roxanne Rambaldi, Directora del Departamento de Transportes Mágicos.

Después de visitar Gringotts, y sacar algunas monedas, estaba de vuelta en el trabajo de campo. Visitaba la librería, una de los tantos negocios de mi clienta. En los últimos servicios, habían sido quince los contratos, menos que el año pasado, cuando había tenido que arreglarmelas sola con diecinueve. Ahora daba gracias a Merlín por tener empleados tan competitivos como lo eran Sophie y Cillian, que en esos momentos debían estar dando lo mejor de sí para demostrarle a los líderes del Ministerio de Magia que eran capaces de merecer la jefatura de red flú.

 

Entre sin hacer ruido aspirando el aroma a libros desprendido de todas las paredes, quiza entre todas aquellas montañas de libros encontraba algo interesante para pasar el rato en la oficina, en esos momentos en que ni un alma paseaba por el departamento. Eso ya no pasara, me dije a mi misma, ahora tendrás más trabajo que nunca. Negué con la cabeza, debía dejar de preocuparme por el futuro, y simplemente vivir el presente.

 

-¿Hola?.-dije en voz alta, esperando que la Potter Blue ya estuviese en la librería.- ¿Señora Potter Blue? Soy Roxanne, vengo por la conexión.

 

En los otros negocios eso había funcionado, una simple llamada y Sagitas aparecía de pronto. Abrí un libro al azar, que resulto ser de transformaciones, mi materia favorita en la academia y el colegio, y que ahora me era de especial utilidad en mi trabajo. Lo hojee por un rato, algunos encantamientos me eran conocidos, pero otros, totalmente desconocidos, eso comprobaba que aún tenía mucho que aprender.

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Empecé a sacar libros. Eran tan bonitos y tan adecuados para los niños. Yo había leído muchos de esos a Ithilion, tanto que él estaba aprendiendo a leer para poder releerlos en su cuarto cuando nosotros no estábamos. Eran libros muy buenos e interesantes, instructivos. Sabía que ayudarían a mi sobrino a evolucionar.

 

Saqué tantos títulos que apabullé a la pobre elfina. Menos mal que la puerta se abrió y eso atrajo mi atención, o capaz de sepultarla en libros. Levanté la mirada y vi a la señorita Rambaldi. Supe al instante a qué venia. Terminé de incorporarme y levanté la mano para que me viera.

 

-- Aquí, Señorita Rambaldi. Aquí, ahora mismo voy a atenderla.

 

Después me dirigí hacia la elfina.

 

-- Oye, vete eligiendo los libros que quieras, voy a enseñar a la chica de Transportes donde está la chimenea, para que reactive la Red Flu. Enseguida vuelvo.

 

Me sacudí el polvo de los pantalones, para que no pareciera que había estado arrodillada en el suelo (cosa que realmente había hecho) y me acerqué a ella.

 

-- ¡Hola! Bienvenida a la librería. Ya la echaba de menos. Vamos, sígame, que le llevo a la chimenea para que haga su trabajo.

 

Y le señalé la escalera para bajar al sótano, donde estaba la imprenta del abuelo de Xell y donde estaba la chimenea.

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Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks

 

Sabía que algunas cosas nunca se podía conseguir, pero el descanso que ella tendría al no tener que limpiar mucho del desastre que el amito cometía cuando le daba por mostrar su “dote artístico”, al menos en esa parte no habría que preocuparse. Tampoco es que fuera complicado borrar las huellas pero si cuando lo hacía por el cuarto de su madre y cerca al armario.

 

Observó cuando le decía sobre los dragones, y antes de pensar que no fue bueno preguntar, ya la matriarca de la familia Potter Black le mostraba uno muy acorde a la edad del pequeño.

 

¡Perfecto! Para que no quiera congelar a los insectos. Es algo que aún trata de hacer, por eso lo debemos vigilar mucho – comentó Hanimi con algo de vergüenza a la pelivioleta.

 

Pero la carga se hizo más pesada, la señora siguió eligiendo libros y colocándolos en los brazos que ya tenía ocupados, la elfina. Le dio vergüenza decirle que ya había muchos y que elegiría pero siguió, si no fuera por alguien que entró se habría derrumbado del peso.

 

Si – alcanzó a decir antes de ubicar los ejemplares sobre una mesa. Apartó los dos primeros que le gustó, y buscó uno más. Ya con el tiempo, y lo más probable, la misma ama iría a buscar más. Vio uno sobre cómo enseñarle al niño sobre el aseo de uno mismo. – Tal vez no demoremos más de dos horas en el baño – pensó en las veces que le gustaba jugar a que el invierno atacaba los barquitos que tenía de juguete.

 

Consideró que era todo por el momento, cuando la señora sagitas regresara con ella, pediría el total pagar para retornar a la Hacienda.

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Dirección de la Red Flu, Trasladores y Control de Calidad.

Roxanne Rambaldi, Directora del Departamento de Transportes Mágicos.

La voz de Sagitas hizo que el libro que tenía en las manos cayera al suelo, me agaché de inmediato a tomarlo, y lo sacudi con el borde del abrigo, quitandole cualquier suciedad que el suelo hubiera tenido, luego volví a colocarlo en su sitio justo cuando la dueña bajaba las escaleras y llegaba hasta donde me encontraba. Sonreí ante su comentario y la seguí por entre las montañas de libros.

 

-Parece que se ha acostumbrado a mis visitas, señora Potter Blue.-comenté mientras caminabamos.- Es una lástima que mi tiempo sea tan escaso, me encantaría visitarla más a menudo.

 

Finalmente llegamos a la chimenea, se encontraba en el sótano en lo que parecía ser una antigua imprenta. Baje las escaleras con cuidado, si caía no quería romper nada, pues cada objeto en la habitación tenía un valor histórico que descubrí al llegar abajo. No era solo una imprenta común y corriente, era la imprenta de Xenophilius Lovegood. El quisquilloso se había hecho allí. Sonreí a causa de la emoción, pero luego volvi a concentrarme en mi trabajo, sino, la dueña de la tienda pronto me regañaría.

 

Alcé la varita en dirección a la chimenea y dibuje un remolino sobre el aire, tras empujar debilmente la varita y hacer aparecer unas chispas, el hechizo estuvo completo y la libreria quedo conectada por red flú a la Clínica Santos Mangos. Volví a subir las escaleras, donde Sagitas esperaba a mi regreso.

 

-Siempre me sentí intrigada por el señor Lovegood, y es... increible que su imprenta este aquí.-expresé emocionada.- Pasando a otro tema, la red flú esta activada, si me permite instalare el hechizo anti aparición.

 

Me dirigí hacia las paredes, cubiertas de libros como el resto de la librería, donde lancé un hechizo de protección que dejaría aparecer solo a algunos afortunados. Excepto los dueños, todos se aparecerán en la entrada del local. Los dueños podrán aparecerse en el interior, en la trastienda. Estaba listo, finalmente los servicios de la librería estaban activados, solo me quedaba la Clínica Santos Mangos y podría volver al departamento.

 

-He terminado, señora Potter Blue.-dije, ahora volteando para verla.- ¿Le puedo ayudar en algo más?

Editado por Roxanne Rambaldi

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No dudé en dejar sola a la elfina. Era una elfina responsable y confiaba en ella. Además, ¿qué iba a robar si era para el amito y estaba en la PB? Así que señalé a la señorita Rambaldi (señora, pues había dicho que estaba casada) la escalera que nos llevaría al cuarto de la chimenea.

 

-- Puede venir cuando tenga más tiempo, sus visitas siempre serán bienvenidas, señorita Rambaldi.

 

Cuando llegamos , debido a lo estrecho que era el lugar, preferí quedarme en el último escalón. Aquel lugar era de los ancestros de Xell y seguro que se disgustaría si algo acababa estropeado. Ella no lo decía a menudo, pero sabía que estaba muy orgullosa de su pasado, aunque se hubiera cambiado el apellido en honor a Reena.

 

-- Sí, es un honor conservar la imprenta en que se hicieron tantos ejemplares del antiguo El Quisquilloso. No sé si era el abuelo o el bisabuelo de uno de las dueñas, mi sobrina Xell Vladimir.

 

Así que permanecí allá mientras veía, como ya le había visto hacer otras veces, sus movimientos, sus hechizos, sus maquinaciones que renovaban la red flu

 

-- Siempre tan rápida y tan efectiva, señorita Rambaldi. Pues nada más, supongo. ¿Aún le quedan negocios que visitar? De los míos, quiero decir.

 

Retrocedí unos escalones para que me siguiera. Llegamos a la parte de arriba y noté que la elfina había escogido tres libros de los que le había sugerido (entre por lo menos cien que le había puesto en los brazos). Le sonreí, divertida, y le hice un gesto de que ahora mismo le atendía.

 

-- Me ha encantado verla de nuevo, gracias por venir a renovar la Red Flu. Para mi es muy necesaria.

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  • 2 semanas más tarde...

Hanimi, elfina de la Hacienda Tonks


Había elegido un libro más a los ya aconsejados por la ama Sagitas. Aunque no recordaba que le dijera que los libros no serían llevados a la mansión donde siempre se hallaba el niño. La madre e hijo se encontraban en la hacienda visitando mientras el tío-abuelo de la Potter Black llegara para que el amito lo viera. Sabía que le agradó mucho y en especial el micropuff del Tonks.

Tal vez, deba decirle – pensó Hanimi al ver que se demoraba un poco en regresar.

No quería salir sin que supiera los libros que serían adquiridos. Y aun pensaba la reacción cuando le dijera que los compraría, ya que la ama le pidió que se le pagara a su tía. Fue una orden expresa.

Vio que la persona, una mujer se iba tras realizar un asunto ministerial –no pudo evitar agudizar sus orejas –pero se mantuvo en su sitio. No quería importunar por si alguien más de la librería necesitara la presencia de la matriarca.

Sin embargo, el tiempo se le acababa y ya debía estar despertando de su siesta. Arregló a un lado la torre de libros y tomó los escogidos, no sin antes sacar la bolsita de galeones. Se acercó a la mujer.

Ya elegí. Serán estos tres – le dijo mostrándolos y pasándole la bolsita con un total de 180 galeones – No estaba segura la ama cuánto sería, si es menos, me dice. – comentó esperando que la bruja le anunciara el precio por los tres. Después de eso, saldría.

Solo que si la ama no aceptaba, no se daría cuenta que al salir del local, igual le haría aparecer las monedas. De la magia de los elfos no se escapaba nadie.

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Subí las escaleras con cuidado mientras las voces resonaban amortiguadas por la madera, al parecer había clientes dentro del negocio, pero yo mientras seguía subiendo poco a poco, la madera crujía un poco al compás lento de nuestras pisadas. Un pequeño aroma vino directamente a mis fosas nasales, me giré y le dije a mi prima en un susurro:

 

-Sagitas estuvo por aquí –le conté- su aroma es inconfundible…

 

Seguí ascendiendo unos pasos más, pero llegamos a un lugar que no había nada. Nada en el sentido de tétrico, raro o extraño. Arqueé una ceja. Apoyé la mano en una pared y por poco me caigo. Me agarré fuertemente al suelo para no llevarme de narices el bordillo de las escaleras.

 

Con cuidado me levanté otra vez y me fijé que había un pequeño cuartito…

 

-¡Hey! –Exclamé- ¿Sabías que tenías esto aquí Xell? –le cuestioné curiosa.

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Corrí por la escalera como una niña pequeña, divertida por la travesura que estábamos a punto de cometer. Le había gritado a la tia para que atendiera a los clientes, así nosotras teníamos vía libre durante un ratito. Era aburrido ser una dependienta y sonreír a todos. Me hacía falta un poquito de alegría, de... ¡de correr, de saltar, de divertirnos! Por eso, le dije a la tía que la atendiera ella mientras Heliké y yo desaparecíamos por las escaleras.

 

- ¿De dónde crees que salió la tinta, prima? - le dije, en un susurro, cuando llegamos al descansillo.

 

La teoría de Heliké era buena, muy sugerente.

 

- No sabía que hubiera habitaciones, excepto el sótano, donde el abuelo guardaba la imprenta. Pero es una edificación muy antigua, así que es posible que las haya y podemos encontrarlas.

 

Me sentía feliz, muy feliz, como una pilla que va a cometer travesuras. Se oían los comentarios del piso inferior. Heliké dijo que la tía había estado por allá.

 

- Bueno, es la dueña, tal vez sea normal, ¿no crees? - pero algo me decía que no, que eso era una pista. ¿Por qué habría estado allá arriba, en un lugar que no llevaba a ninguna parte? - ¡Oh, ten cuidado! ¿Te hiciste daño, primis?

 

Heliké había tropezado, pero se levantó antes que yo pudiera ayudarla. Entonces vimos un cuartito.

 

- ¡Oh, no! No sabía que aquí hubiera un cuarto. ¿Será de dónde vino la tinta? Vamos, vamos. Entra. Date prisa, los elfos están saliendo de la tienda.

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  • 3 semanas más tarde...

Estaba yo paseando por esta tarde (no se si lluviosa, soleada, oscura, clara, como cada cual vive a su manera y ve a su manera el paisaje, pues yo diré que llueve, que miro por la ventana y llueve que da gusto, desde hace 50 o 60 días, viva) Bueno, perdón por este parentesis tan largo explicando mi vida meteorológica (?)

 

Pues que estaba yo paseando por el Callejón Diagon tranquilamente, con lluvia que caia, y yo con un paraguas (OS conté alguna vez lo que odio los paraguas? pues no me gustan, nada, y tampoco me gusta mojarme, pero es lo que hay. Bueno, me gusta mojarme... al rol >.< Tama) Que iba con mi paraguas y unas catiuscas (botas de agua) caminando por ahi hasta que vi un escaparate llamativo. No llamativo de la forma en que tiene cosas extravagantes llamando la atención, sino que a mi personalmente me llamó. Y es que eran libros y yo me paro siempre en las librerias, sobre todo si tienen en el escaparate libros infantiles.

 

Lo que habia me gustó, y mucho, asi que me digné a entrar dentro, y vaya, para mi sorpresa que se veía oscurota y olia a libro viejo y polvoriendo. Me gusta. *-* Así que me paseé por la tienda buscando a ver si habia alguien que podía atenderme.

 

La verdad es que entré por entrar, no quería ningun libro...

 

-Espera un momento... -me dije a mi misma-. Tu si quieres un libro, llevas meses hablandolo con un amigo y aun no lo has encontrado. Puede que esta sea tu ocasión.

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