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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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Roca por roca, el Castillo Crowley, fue llevado a Londres desde el interior del Bosque de Panonia, en las grises tierras del centro de Rumania. Al costado oriental de la emblemática calle Ottery, justo sobre la colina que colinda con el bosque negro londinense se levanta imponente el castillo de piedra perla caliza. Desde la entrada de reja metálica, que se levanta cuatro metros metros encima del suelo, el castillo se logra divisar en la cima, imponente y majestuoso. Protegidos, por un muro de tres metros de altura a lo largo de la calle; los terrenos de la familia comprenden desde el interior del bosque, por una extensión de kilómetro y medio cuadrado del mismo por el norte, el muro de roca volcánica negra de seis metros de altura, que limita con otra familia por el norte. Al oriente, dándole la espalda al castillo, una ladera que desemboca al lago Alkhali, el cual brinda al terreno una iluminación natural, utilizando el mítico lago como espejo de luz.

De la reja que da a Ottery a la puerta principal del castillo se extiende un jardín, cuidado y guardado por la elfina Cattelyn y los Greenmans que habitan en él. Cultivado con amapolas, tulipanes y pequeños pinos, que rodean y custodian, un camino de piedra gris hasta el castillo. Algunas de las criaturas nobles de la familia caminan y conviven en dicho jardín y en gran parte del bosque negro. A la mitad del trayecto la imponente estatua de Mathias Crowley y sus cuatro hijos, Aiacos, Raehgar, Lothius y Viserys.

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El castillo, al final del camino de piedra, es una estructura clara de forma cuadrada, con una torre de seis niveles en sus vértices y sus aristas de cincuenta y seis metros de largo se levantan del suelo a cuatro niveles, de casi tres metros cada uno. El vestíbulo del castillo da una cálida bienvenida a los invitados. Justo al lado derecho se encuentra la enorme biblioteca que provee a los familiares una fuente inagotable de conocimiento.

Al interior de la estructura, donde convergen las caras internas de los muros, una pequeña fuente de agua natural, bordeada por césped y algunas sillas, brinda a los Crowley, un espacio de tranquilidad y regocijo. Al otro lado de la fuente, en el muro sur del castillo se encuentra el salón de baile, enorme y majestuoso que recibe a las grandes familias de Ottery y sirve de centro de muchas reuniones familiares. No muy lejos de allí, la enorme cocina en donde el elfo Bran deleita con platos suculentos y deliciosos a la familia; y el comedor, cortesía de la familia Greyback, donde se departe y comparte en familia.

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León Crowley

Andy Greyback

Claudia Crowley

 

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No oficial*Sanguíneo Adoptivo

 

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León Crowley

FichaB. 94122

Claudia Crowley

FichaB. 92822

 

Fokker

FichaB. 94684


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► Hermanos de León Crowley y Claudia Crowley◄

Andy Greyback

FichaB. 94945

GoshI

FichaB. 92152

 

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► Hijos de Claudia Crowley ◄

Aicitel Lëw Crouchs B.

FichaB. 81712

Nicole Evans Crowley

FichaB. 105107

► Hijos de León Crowley ◄

Fokker

FichaB. 94684

Valent

FichaB. 96426

Marissa A. Black Crowley

FichaB. 96206

Joa Macnair Crowley

FichaB. 96461

► Prometida de León Crowley ◄

Mía Black Lestrange

FichaB. 78345

► Pareja de Valent ◄

Alex Dominus

FichaB. 98775

 

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► Hijos de Fokker ◄

Nats Rambaldi Crowley

FichaB. 97509

► Nietos de León Crowley ◄

Roman A. Gaunt

FichaB. 105154

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Conexión a Red Flú: Conexión a:

  • Academia de Magia y Hechicería.
  • Ministerio de Magia
  • Doyle´s
Hechizo Anti-Aparición:
  • Los patriarcas de la familias pueden aparecerse en cualquier lugar del castillo.
  • Los miembros de la Familia Crowley y amigos de la misma, se podrán aparecer en los dos primeros niveles del Castillo, Jardines externos y plazoleta interna.
  • Todas las personas fuera de la familia y amigos, deberán aparecerse tras las rejas.
Elfos: Rhyfs, Cattelyn & Bran

 


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►Lord Viserys Crowley◄

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►Centro De Adiestramiento Crowley V.2◄

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►Bóveda Crowley◄

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►Registro Crowley◄

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Editado por Sagitas E. Potter Blue

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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—¡Amo!¡amo! —gritaba Arthur mientras corría en dirección al portal del castillo Crowley— ¿Está bien?

El viento helado de la noche londinense secaba y endurecía la sangre que brotaba de León y se fundía en la blanquecina nieve tupida que cubría como un manto inmaculado todo a su paso. Su cuerpo, rasgado y notablemente debilitado, yacía tirado a las afueras del castillo que orgulloso portaba el apellido de su familia, en honor a sus tres fundadores. El elfo llegó al fin a la, ahora rojiza, entrada del castillo pasando la mano por debajo del cuello de su agonizante maestro. Antes de transportarlo, se puso de pie y miró a su alrededor.

Su experiencia al lado del ex-mortífago le había enseñado a pensar con cabeza fría ante una situación de peligro como la que se encontraba en ese instante; ágiles, los ojos del elfo recorrieron las escena que se presentaba frente a él. El rastro de sangre surgía de la nada, como una explosión carmesí en un lienzo blanco que tenía pequeñas salpicaduras en todas direcciones. Del lugar donde empezaba el rastro rojo hasta donde estaba tendido el cuerpo de León, habían casi cinco metros. La nieve demostraba que él se había arrastrado hasta el lugar y rendido ahí, a su suerte.

Se volvió hacia donde su amo y pasó la mano bajo su cuello, tratando de levantar su cabeza. Justo en el momento en que se disponía para desaparecer, un brillo en la nieve, bajo el cuerpo, llamó la atención de Arthur lo suficiente como para que soltara a León y lo dejara de nuevo en la nieve para, con la camisa que llevaba puesta, tomar el misterioso objeto con su mano izquierda. Levantó de nuevo al holandés con la mano hábil y desapareció, rumbo a la habitación del pelinegro.



No muy lejos del lugar, tras los arbustos que servían de falda a los altos robles que rodeaban la el castillo, una silueta aguardaba sigilosa en una posición que le permitía ver pero no ser vista. El cálido vapor corporal que emanaba de su boca, se perdía rápidamente victima de la brisa que soplaba con fuerza en los terrenos del castillo Crowley. Cubierta por una capucha negra, la sombra esperaba paciente que el elfo desapareciera con León. Necesitaba atención médica y la necesitaba de urgencia. Cuando al fin el elfo desapareció, la silueta salió de su escondite en dirección a donde había desaparecido el cuerpo de León y su sirviente. La frustración de quien estuviera bajo la capa era evidente. Lo que estuviese buscando ya no estaba allí, pero su cuerpo estaba demasiado herido para ir a buscarla.

—Esto no ha terminado —susurró la sombra misteriosa antes de desaparecer del lugar.

Editado por León Corvinus Crowley
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Sus orbes verdes se pasearon por aquellos esplendorosos jardines, estaba tan absorta en aquella naturaleza que la escena ocurrida en el Castillo Crowley ese día había pasado desapercibida a sus ojos. Era una locura que todavía estuviese ahí, abusando de la hospitalidad de aquella singular familia, pero si era sincera conmigo misma prefería estar en aquel castillo a encerrarse en su habitación en la mansión Black Lestrange. Su vida se había vuelto tan monótona que comenzaba a odiarla.

 

Un bufido fue emitido por sus labios y sin más se dejó caer sobre el pasto verde. Si algo le encantaba de las mansiones y castillos eran los jardines, ese ambiente natural tan lleno de paz y armonía, que impedía tener pensamientos absurdos como dejar Ottery y demás. Sonrió brevemente, rogando internamente para no ser interrumpida, esperaba que todos los habitantes del castillo estuvieran tan metidos en sus cosas que su presencia pasara desapercibida.

 

Cerró sus orbes y sin más se dejó llevar por aquel aroma vegetal, además del por el viento. Se sentía libre, como nunca en su vida, al parecer tenía muchas cosas que agradecerle a Primavera, de no ser por esa ninfa, no habría entendido la verdadera importancia de aquel ambiente tan antiguo como la tierra misma. Su cabello castaño danzaba junto con el aire, mientras la joven Black Lestrange se sentía transportada a otro mundo, diferente de aquel en que había nacido.

 

Después llegas y dices que la loca soy yo―susurró una voz por demás conocida que arruinó el especial momento que vivía la Malfoy. Se levantó del césped con rapidez y su mirada recorrió en derredor en busca de ella, de la maldita dueña de esa voz.

 

Pero no había nadie. El lugar estaba desolado, Deyan no estaba ahí, pero… ¿se había imaginado la voz? ¿Por qué su cerebro le hacía semejante broma pesada? ¿Qué rayos le estaba sucediendo? Bufó. Esa maldita no iba lograr alterarla.

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Fokker Cygnus Crowley

 

Tal vez la situación era algo interesante, pero aquel chico de ojos negros estaba ahí o tal vez no. Porque si muchos se hubieran preguntado si era acaso Fokker aquel muchacho, y si alguien en ese momento se hubiera acercado a saludarlo tal vez no lo hubiera reconocido. Aquel muchacho no era el mismo Rambaldi, era otra... persona. Sus orbes rojas lo delataban, no podía ser él. El tonto y estú.pido chico que siempre ve las cosas con optimismo, aquel que muchas veces se había metido en situaciones divertidas, o el chico romántico de la moto.

 

Su mirada estaba perdida en la amplitud del bello amanecer, que a muchos les gustaba admirar porque significaba que la vida comenzaba de nuevo, que no había un final aun. Pero para él era el final, cada amanecer era su final, cada anochecer su despertar. Por mucho que Fokker quería dominarle, por mucho que lo ocultara, cada vez la lucha era mas difícil, y solo el día lograba apaciguarlo, lograba detener la furia guardada por muchas décadas.

 

Pero aun quería luchar, aun aquella mañana, su espíritu deseaba salir al fin, terminar con lo que había empezado: su venganza final. Destrozar el mundo, asesinar y cobrar su pago de sangre. Pero era detenido.

 

Maldito Fokker— grito con furia, y golpeaba el puño contra un árbol, su fuerza hizo que el tronco se rompiera y cayera casi inmediatamente, pero su puño también se cubría de sangre casi de inmediato. Maldijo la debilidad de su cuerpo, maldijo la debilidad de Fokker.

 

Te rendiste muy pronto, como siempre, pero aun así no puedo creer que seas tu quien pueda detenerme cada día tal vez no eres tan débil como aparentas, tal vez seas fuerte, pero se que ganare esta batalla, se que lograre salir y ...

 

***

 

El sol salio en todo su esplendor, la vida volvía a notarse porque los pajarillos cantaban, y las aves hacían sus primeros vuelos matutinos. el muchacho al fin había llegado a casa.. La majestuosidad de aquel recinto era resaltada por su imponencia para aun detener los rayos del sol, y generar una gran sombra que contrastaba con la amplitud del campo a su alrededor, donde se podía disfrutar de los primeros rayos solares. Camino unos pasos y busco la varita para abrir el portón, solo que al hacerlo noto la herida en su mano, la elevo para verla bien, girando frente a sus ojos la mano y examinar la herida. Paso la varita a su otra mano para apuntar la herida.

 

Episkey!— susurro. La sangre dejo de fluir inmediatamente, camino hasta el borde del jardín. Se arrodillo para facilitar el trabajo y puso la mano debajo de la varita y hablo —acuamenti!— y el chorro de agua lavo la sangre fresca y la que había empezado a coagularse. Sonrió lo había hecho de nuevo, esto era casi normal, aunque esta vez se había excedido.

 

Se paro, su capa giro hacia atrás en contra de su movimiento y se dirigió a las puertas de su hogar, suponía que todo estaba bien ahí. También suponía que aquella vampiresa ama y dueña de aquel lugar, se encontraría ahí. Pero el pensaba mas en la cocina, su estadía afuera le había devuelto el apetito, y se aprestaba a servirse un gran banquete.

 

<<Espero que Hades haya preparado el desayuno>> pensaba sabiendo que eso era algo casi imposible pero aun así, su hermana tal vez le haya ordenado que lo haga, para que no hiciera un desastre en su cocina. Pero no dejaba de pensar en un nombre, de aquel que sabía que pugnaba por salir de una vez. <<Maldito seas Di...>>

 

Sus pasos sonaron por el vestíbulo vació, perdiéndose en la soledad matutina del castillo...

Editado por Fokker

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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Su primera mañana en el castillo Crowley y estaba viva y completa. Debía reconocer que, aún con su varita a la mano, le había costado un poco conciliar el sueño, ¿a quién no? Todavía no estaba segura de cuantas de esas personas querían matarla, o si eso era un todos contra todos. Extrañaba a su otro hogar; al menos los Macnair tenían actividades familiares. Nada más divertido que enfrentar a una horda de vampiros enemigos, con todas las probabilidades de sobrevivir en contra.

 

Si lo veía de forma optimista, si había logrado sobrevivir a eso, no debía ser muy difícil resistir la convivencia con los alocados Crowleys. Seguro existía alguna ley mágica en contra de matar a inocentes niñas de su familia, por lo que supuso que no envenenarían el desayuno.

 

Se bañó y arregló antes de decidirse a buscar comida. La luz de sol aún se filtraba suavemente, haciéndole parecer que era demasiado temprano como para vestir elegantemente, por lo que eligió usar un par de jeans, una simple franela blanca, zapatos bajos, y solo por precaución, una chaqueta negra con capucha, debajo de la cual se acomodó el cabello, todavía húmedo. Mientras bajaba las escaleras, recordaba que nunca había estado en la cocina, por lo que probablemente tardaría un rato en conseguirla; tal vez debió haber participado en la visita guiada por el castillo. Pero ya era tarde para eso y no veía nada malo en perderse por su cuenta en el lugar.

 

<<No, nada malo puede ocurrir, Joana. Solo encontrar una serpiente enorme, un fantasma desquiciado, o quizás terminar en una cueva subterránea que misteriosamente pertenece al castillo>>.

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León no recordaba como había terminado en aquella extraña habitación, y seguramente era el producto de un exceso de bebidas, pero ahí se encontraba algo desorientado, rodeado por almohadas y muchos tonos de azul. El lugar le recordaba extrañamente a un barco y llevó a volar su más plena imaginación infantil. «¿Cómo terminé eligiendo esto?» sabía que él había elegido esa decoración, pero no imaginaba haber estado en su sano juicio en ese momento. «Tal vez deba redecorar luego»

 

Se propuso buscar algo de ropa y cambiarse la había usado al dormir, ya que se encontraba bastante arrugada, y no quería que la esprolijidad sea una de sus características. Salió algo apurado de la habitación, había sobrevivido a su primera noche en el castillo Crowley y al parecer no había sido muy memorable. No recordaba ni con quién la había pasado exactamente, pero sabía que era una soberana tontería beber solo. De cualquier manera, el Ravenclaw tampoco hizo mucho esfuerzo en recordar ya que sólo tenía en mente una cosa. Comer.

 

Encontrar donde era la cocina sería bastante complicado, el joven no conocía prácticamente nada del castillo. Había pasado más tiempo observando sus exteriores que el interior, por un momento se le cruzó la ridícula idea de saltar por alguna ventana y volver a entrar por la puerta principal, porque creyó que tenía más lógica entender las cosas por el comienzo. «Sí tan sólo tuviera un mapa»

 

-- Ni modo -- comentó en voz alta, mientras.sacaba un encendedor y un cigarro de su bolsillo izquierdo -- Buscaré a Claudia, depender de nutrientes fastidia -- terminó, y le dió una pitada al cigarro echando humo por la nariz.

Editado por León Christopher

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Nats y su caja musical.

 

El viento movía suavemente el cabello castaño de la joven mientras caminaba por los jardines del lugar dirigiéndose a las puertas del castillo. Metió su mano derecha en uno de los bolsillos de su abrigo y sacó una pequeña caja musical que cabía sin ningún problema en la palma de su mano. - Tú eres mi mejor amiga. - Susurró abriendo la caja de música la cual tenía una diminuta bailarina sonriente dentro a Nats le gustaba llamarla Suzi. Había tenido aquella cajita musical desde que tenía memoria, su música la hacía sentir relajada, confiada y cómoda en cualquier momento y lugar por lo que siempre la llevaba con ella, en fin, había pasado tanto tiempo que consideraba a Suzi su mejor amiga.

 

Continuaba caminando hacia la puerta tarareando la melodía de su caja musical, la bailarina que había dentro de ella murmuraba varias cosas por las cuales Nats sonreía. - Es hora. - Murmuró con una gran sonrisa en el rostro llegando a las puertas del castillo y cerró la pequeña caja. Prefirió no tocar por lo que abrió la puerta por sí misma mientras guardaba la cajita en su bolsillo de nuevo. Alzó la mirada para ver a su alrededor y poder observar si había alguien conocido y a la vez cerró la puerta detrás de ella.

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Ares ~ Elfo del Castillo D'Aubigne

 

Un chasquido sutil se escuchó y luego el sonido de una fuerte caída. Usualmente la aparición no era un problema para los elfos, sin embargo, Ares era un tanto torpe y tendía a caer de cabeza cuando lo hacía. Su rostro puntiagudo estaba lleno de polvo, así como sus ropajes, mas no le importaba. Se puso de píe y limpió los trapos.

 

Los terrenos del Castillo Crowley eran nuevos para él, por lo que se sentía un tanto emocionado. Sacó con cuidado el pergamino que su ama le dio, para luego encaminarse por el medio del jardín. A medida que avanzaba iba observando todo, hasta que finalmente llegó a la entrada de la edificación. Llamó a la puerta y dejó levitando la invitación en ella.

 

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Tras eso y debido a que le quedaban más hogares, desapareció.

Editado por Caroline Ryddleturn

Ivashkov
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Era una mañana tranquila, el Lovegood se tomó el día libre en el trabajo para cumplir con su palabra de ir a visitarla a Marissa que recientemente había vuelto de su viaje. Le había dado una gran sorpresa el otro día cuando fue al departamento de criaturas, pero lamentablemente no pudo quedarse a charlar con ella, y la verdad es que tenían mucho para hablar esos dos. Por eso decidió faltar al trabajo, para pasar el día junto a ella.

 

El Ravenclaw se encontraba caminando por las calles de ottery, hasta que divisó a lo lejos un gran castillo sobre una colina, y próximo a la calle una majestuosa reja metálica de unos cuatro metros de altura. Simplemente se abrió al aproximarse y pasó como si nada. Una vez dentro de los terrenos, se adentró al jardín siguiendo un camino de piedra hasta toparse con una estatua, seguramente relacionada con la historia de la familia.

 

Continuando con el camino de piedra y dejando atrás aquella estatua, se acercaba cada vez más al castillo, el cual era mucho más grande de lo que se veía desde la entrada. Aquella estructura le recordaba a la del castillo de la familia Myrddin, con su cuatro torres en cada esquina. Sin perder ni un segundo más se acercó hasta la puerta principal y golpeó tres veces esperando a que alguien le abriera.

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Off~ Tocho a la vista, te lo lees porque te lo lees Christopher.

La biblioteca de la familia Crowley ocupaba, casi, en su totalidad el ala este del castillo. Sus cuatro paredes albergaban entre ellas infinidad de textos que abarcan un sinnúmero de temas e historias, cada uno perteneciente a épocas distintas de la humanidad; algunos eran tan valiosos que, a diferencia de la mayoría, reposaban bajo urnas de cristal. El paso hacia la estancia estaba restringido para los miembros comunes de la familia y las visitas inesperadas. Aquel era un lugar sagrado de la matriarca y nadie podía entrar, ni salir, de ahí sin su autorización.

Claudia se deslizó a través de la puerta de duro roble, cargando sobre sus manos una bandeja de plata la cual sostenía dos tazas de té y algunas galletas. Sus labios se fruncieron en muestra de desagrado al ver que alguien más se reuniría con ella y Artemis en la biblioteca, recordaba perfectamente que la anoche anterior había dicho que no lo quería ahí.

—Ven a sentarte a mi lado cariño, me tienes que contar todo lo que le has dicho a mi hermana—dijo Apolo en tono burlón, indicando uno de los sillones con un gesto de su mano—. Deja esos trastes ahí, son labores de elfo, no de una dama de sociedad.

La pelinegra colocó la bandeja en el borde de una mesa cercana a los sillones. Aunque no podía explicárselo, él la hacía sentir en calma. Lo miró atentamente y él le devolvió la mirada, esa mirada atenta le parecía tan cálida y reconfortante como el fuego de una chimenea.

—¿Qué quieres que te cuente Apolo? — le preguntó mientras se sentaba a su lado y dirigía su atención en la rubia mujer frente a ella—. No he dicho más nada de lo mismo que repetí anoche. No los quiero a todos aquí, son como una bandada de pájaros sin rumbo, dispuesto a poner patas arribas mi bien ordenado mundo y mi hogar. Los has visto con tus propios ojos, no sé de dónde demonios el mayor de los hijos de León sacó alcohol…

Abrió la boca una vez más, pero se contuvo. Frunció el ceño y miró a sus pies. No iba a discutir nuevamente sobre el mismo tema, tenía que sacarlos a todos ellos del Castillo; no quería pasar por alguien cruel y sin el menor atisbo de alma pero, Claudia no iba a ceder ante un grupo de jóvenes que lo único que harían ahí seria estorbar.

—Son tu familia—susurró Artemis con voz suave—. Gustete o no, pero por la mayoría de ellos corre la sangre Crowley. Esa misma que corre por tus venas y por la cual tus antepasados lucharon por mantener hasta ahora.

—Son un grupo de críos, no me haré cargo de ellos. Punto. Tengo suficiente con Gabrielle y Aicitel—se levantó del asiento y comenzó a caminar a través de las estanterías.

Claudia empezó a contarles sobre la opresión que sentía en aquel momento, de manera un poco vacilante al principio. Pero después, como si se hubiera desatado un torrente, habló sin parar sobre la desesperación en su interior. Le sorprendió lo fácil que era, lo a gusto que se sentía hablando de aquello.

—Deberías darles una oportunidad, conocerlos más a fondo—sentenció Apolo cuando, al fin, la italiana había terminado de hablar—. Te podrás dar cuenta de lo especial que son todos.

—Haz caso a mi hermano. Te sorprendería saber que Joana y el chico de cabellos blancos son de tu misma raza, o que Fokker y su hija son tan "infernales" como el Corvinus—Artemis tomó las últimas gotas de té y sonrió con desdén a ambos.

Durante un rato, no se oyó otra cosa que el crepitar distante del fuego proveniente de la cocina, el ronroneo de Cerbero al pasar junto a la puerta y los pasos de alguien por el pasillo. Nadie sentía la necesidad de hablar, la matriarca Crowley parecía pensante.

—Tengo que encargarme de algunos asuntos. Lo siento—. Se levantó del sillón. Saliendo de la biblioteca, no sin antes cerrarla con llave.

Negó con la cabeza mientras caminaba en dirección contraria al hall. No debió inmiscuirlos en aquel asunto, siempre terminaban haciéndola cambiar de parecer. Y parecía, que ahora era lo mismo. Se enojó consigo misma, se dejaba manipular tan fácilmente de ambos; pero en parte tenían la razón, debía intentar conocerlos y llevársela bien con ellos. Fokker no le resultaba problema, y León Jr. mucho menos, los conocía a ambos desde pequeños y era con los únicos con los cuales llevaba una relación un tanto amena.

<<¿Qué es ese olor?>> Claudia frunció la nariz.

Pequeñas nubes de humo grisáceo se esparcían por el camino que conducía a los jardines traseros del castillo, algunas de las cuales envolvieron la cabeza de la joven en una neblina. Aspiró una bocanada de humo, y la expulsó fuertemente con el ceño arrugado. Sus ojos captaron la figura del creador de aquel asqueroso olor a cigarro.

—Prométeme que no fumaras en el Castillo Crowley o al menos, no en mi presencia.

Quitó el cigarro de la boca de León, apretándolo en su puño izquierdo y desapareciéndolo —Mucho mejor—. Depositó un beso en la blanca mejilla de su sobrino, apartando de su mente el olor del humo y la reunión que había tenido minutos atrás.

—¿Quieres desayunar conmigo en los jardines? He mandado a los elfos a preparar todo, y no acepto un no por respuesta. Los otros comerán en el comedor o donde les plazca.

Sonrió al rubio, esperando su respuesta.

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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