El Callejón lucía igual, las tiendas permanecían con el mismo diseño externo que tanto caracterizaba al viejo Diagon, aunque claro, algunos carteles como el rubro y dueño del negocio habían cambiado. La gente del lugar seguía su rumbo sin inmutarse en que sucedía alrededor, la magia se respiraba, se sentía, se vivía. La esencia estaba allí intacta.
Seguí caminando muy despacio, por primera vez me mezclaba con el ambiente, como nunca vestía un traje formal negro ajustado a mi cuerpo delgado, una camisa blanca, una corbata delgada negra y un sombrero encima de mis cabellos rosados y ondulados, eso sí, mi melena seguía más larga aún, casi a la cintura.
-Hemos llegado- susurré despacio en voz baja hacia mi hombro, había olvidado que dejé a pancracio en un lugar seguro - Pancracio era mi sabandija que ya había sufrido ataques de pánico en varias ocasiones y necesitaba un descanso-
De pronto me quedé quieta en frente de la puerta del lugar, mientras observaba detalladamente el marco, comencé a recordar la clave para ingresar.
-Travesura Realizada- dije esta vez un poco más alto.
Sonriendo, abrí la puerta lentamente, mientras ingresaba en el lugar veía las paredes turquesas despampanante y la infinidad de artefactos alrededor mío.
-Definitivamente no me he equivocado de lugar - dije pensando para mi misma, mis ojos verdes comenzaban a visualizar todo mientras me adentraba despacio en la tienda.