| Flashback |
El rostro de la Crowley, con una capa de áspero polvo sobre las mejillas, permanecía inalterable. Sólo los ojos azabache, vivaces y afilados como los de un felino hambriento, seguían el baile de las destellantes luces que iluminaban el interior del castillo.
Poco a poco, regresaba. Sin embargo, no le resultaba fácil.
Con el paso del tiempo, las ausencias de la matriarca se extendían, incluso, a meses. Su naturaleza no era permanecer encerrada entre cuatro paredes de piedra, guiando a un puñado de adultos capaces de depender de si mismos. Pero el instinto primitivo de protección, predominaba. Era su deber volver.
<<Siete en punto>>
El reloj, en la muñeca izquierda de Claudia, marcó la hora con un débil sonido. En verano, el sol aún continuaría erguido en el cielo, pero la gélida oscuridad del invierno se alzaba desde temprano. El viento soplaba, formando remolinos de nieve a los pies desnudos de la pelinegra. No le afectaba en absoluto, era un simple cosquilleo en su piel.
¿A dónde quería ir a parar? Aquellos intensos momentos en sus innumerables viajes, francamente, no compensaban las historias ocurridas en su hogar. Naturalmente, su familia prevalecía antes que todo, aunque nunca lo mencionara.
—Un baño de agua tibia y sales no le vendría nada, mi señora—. La vocecilla chillona del elfo, interrumpió el placido silencio.
Claudia adelantó unos pasos. Inspiraba aliviada, acomodando sobre sus hombros el raído morral gris que el elfo acababa de entregarle.
—Nada mal, Hades. Nada mal—. Comentó con una sonrisa en los labios.