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Melrose Moody

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Todo lo publicado por Melrose Moody

  1. —Sí, carreras de botellas —aclara el brujo con una sonrisa—, solo empujar con tu magia y ver quién es más rápido. Potenciada por los recuerdos que tengan sobre este castillo. El brujo hace una exhibición de su magia sin catalizador para poder exhibir su punto. Melrose le sigue el juego, aunque su botella llega al otro extremo de la piscina mucho más lento. Luego, da una explicación larga pero aclaratoria de cómo tienen que vaciar el contenido de su bebida antes de llenarla de sus recuerdos para la carrera. En la casa, dan las campanadas del reloj cucú para el mediodía y Melrose se siente otra vez amodorrada, aunque la cerveza helada ayuda a apaciguar la sensación. Entonces llega Ellie y Mel se siente mucho más cómoda. Se acerca, le da un abrazo y toman asiento mientras Madeleine y Richard se miran el uno al otro. Es como si cada quien esperase que el otro dijera algo. —Excelente —secunda Richard en dirección a Rory, sin quitar los ojos de los de Madeleine. Entonces ocurre una pausa de menos de un segundo, hasta que el brujo vuelve la vista hacia el casto pelirrojo—. Empecemos. Melrose, que había estado entretenida con Ellie, se sorprende entonces ante la llegada de Ania y su respectivo ánimo. Richard, mientras tanto, se ríe a carcajadas por el comentario. Mel no solía animar los espacios y mucho menos hablar a menos que estuviera ebria. Richard era el que solía hacer eso. —Tiene razón Mel, qué bien animas este espacio. Mel, como toda respuesta, abre una botella de Black Isle y saluda a Ania alzándolo en alto antes de darle su segundo trago, su rostro es un enigma pero se anima a darle una tímida sonrisa. Tal vez no suela ser muy conversadora, al menos no en primera instancia, pero un poco de cerveza puede ayudar. Mientras tanto, Richard organiza la primera carrera de botellas con Rory, Ania y Kutsy como sus principales contendores. Matt se ha entretenido con la parrilla del buffet y Melrose se ha apresurado a asaltar los boyos del Jimmy's, entregando uno a Ellie mientras le pregunta sobre la cabaña de las pociones y cómo quedó al final, porque no ha ido a Luss en un tiempo. Ante la pregunta de Rory, Richard solo dice: —Ah, esa no participa, es la mía, la que envié como prueba. No revela a nadie cuál fue el recuerdo que utilizó o por qué sabe que llegaría más rápido. Luego, solo se distrae intentando darle instrucciones a Despard para su patito de hule-contendor. Mientras tanto, Mel vacía el contenido de su botellita y encuentra que acaba de consumir más de trescientos mililitros de hidromiel criada en barrica de roble. Otra sonrisa ilumina su rostro, una más quieta y menos tímida, mientras abre la botellita de Ellie para que ella también tome el suyo. El olor de la bebida llega a sus fosas nasales con rapidez. Es whisky de fuego, un shot de más de trescientos mililitros también. Entonces, de la nada, una serie de meseros irrumpe en la tranquilidad del patio trasero. Richard da indicaciones rápidas y estos comienzan a servir grandes mesas de comidas, fuentes de chocolate y bebidas. Todo es armado a la velocidad de la luz. Richard no dice nada pero una de sus sonrisas maliciosas asoma a su rostro, mientras se vuelve a seguir juzgando del avance de las botellas.
  2. —Eh, ¿esa no es Kutsy? Melrose gira el rostro y su expresión se adorna con una sonrisa. Alarga una cerveza, pero la muchacha vampiro ya tiene una en la mano, así que Mel se la entrega a Richard, quien la recibe y se queda mirando en sus ojos un buen rato. Hay un encantamiento extraño en esa tarde amodorrada y tibia. Melrose recuerda de pronto, como Ellie se pasaría por el castillo a golpe de las tres, aunque todavía es algo pronto para eso. —¿Qué han estado haciendo? ¿Alguna novedad importante? La bruja no es de hablar mucho, así que su pregunta no es para alguien en particular y se siente antinatural. Richard se acuesta en una tumbona cubierta por un toldo embrujado, que le permite disfrutar del clima sin quemarse y Melrose se acuesta en el césped junto a su silla. El brujo acaricia su cabello distraídamente mientras juega con un lapicero, haciéndolo girar en el aire. Su magia descontrolada no parece estar afectando de mala manera ni a Melrose ni a nadie más, lo que tampoco es común. Dicho pensamiento en el fondo de su mente, se funde con la misma rapidez con la que acude. Otra parte de su cerebro se distrae. Los dioses parecen estar angustiados. No sabe de donde le viene el pensamiento, pero lo tiene ¿Es acaso un llamado de los paladines? No tiene idea. Richard anuncia que pronto serán las cuatro y media. Melrose ríe sin sentido. Es gracioso pensar en el tiempo. —Ah... El eco de la voz vuelve sus cabezas. Son Despard y Ironwood. —Adiós... quiero decir, hola. Richard la mira algo alarmado, pero sus ojos fijos vuelven a relajarse un segundo más tarde. —Ah, veo que somos varios —comienza, olvidando sus usuales modales en ese tipo de situaciones— ¿Alguno quiere jugar a carreras de botellas? A manera de seña, levanta un dedo, para indicar que no hará uso de su varita. Melrose se siente inquieta y entusiasmada ¿Será seguro? ¿No irá a explotar o algo? No, no, eso no tiene sentido... ¿Lo tiene? Melrose golpea el suelo a su lado para indicarles que pueden tomar asiento allí ¿Será que llegará Ellie a las tres? ¿Y qué hay de las otras sillas tumbonas? Seguro más Evans de regreso.
  3. La danza —Acércate. La elfina puso la bandeja sobre la mesa rodeada de hadas revoloteantes. Era una mesa larga de madera antigua, con marcas pequeñas, aquí y allá, causadas por el uso. Sus dueños nunca se molestaban en corregir los daños, lo mismo que los elfos no se sentían con el permiso de hacerlo. Las hadas brillaban a la luz de la tarde y el gorjeo de sus alas dotaba al espacio de un aire apacible, amodorrado, casi glotón. Los pequeños pasos de la criatura tuvieron que hacer algo de esfuerzo para llegar hasta Melrose. La muchacha entendió que algo sucedía con Freya: era como si, de la noche a la mañana, la criatura hubiera sufrido de un envejecimiento acelerado. "Nada qué hacer" había dicho Richard "no es un maldición del cuerpo. Su mente partió junto con Pandora". Melrose tomó las manos de la criatura, de un tono oscuro, con venas azuladas. —No es necesario que traigas más bandejas —la tranquilizó. La criatura se agitaba, como si Melrose hubiera dicho algo malo—. Todo está bien. Ya no necesitas hacer eso. Sólo descansa. —¡Pero señorita Melrose, Freya jamás podría...! Mel le hizo un gesto a P-ko. La otra elfina sabía que había una pequeña cama de elfo al fondo del pasillo. La habían instalado en una extensión mágica junto a la cocina. La llevó sostenida de un brazo, al cuartito pequeño, donde la criatura podía descansar con un oído pegado a la puerta. De otro modo, le daba una ansiedad tremenda, el dejar de cumplir con sus deberes de servidumbre. Melrose tenía una sensación extraña en el pecho. Ni la muerte ni la enfermedad le eran ajenas pero había algo en los detalles del pequeño cuarto, el hecho de que la mayoría de los Evans no estuvieran allí y que ella y P-ko, estuvieran presentes. La ciudad callaba y el eco de los muros temblaba con viejas historias y otras más recientes. Los ojos de la elfina se aclaraban y velaban cada tanto, hasta que empezaron a mirar sin ver. —¡Ama Bel! ¿Alucinaba P-ko con la pelirroja? Por un instante, Melrose creyó estar ciega también. Las lágrimas solo le dejaban ver una mancha roja. —Ama, yo sabía que estaba usted viva, que la sangre de este castillo no había muerto. Que nunca morirá. La elfina deliraba. Apretaba su mano en el aire. Melrose percibió el aroma de la nieve, lo que no tenía sentido, porque afuera el atardecer no podría haber sido más cálido y perezoso. Entonces, vio la mano que apretó la de la elfina. Un último apretón misericordioso, antes de que la criatura extinguiera su propia visión, con una sonrisa en el rostro. En la noche, cuando cavaba al costado del castillo, con manos terrosas, recordaba cuántas veces le había robado a la pobre criatura, bocadillos, sánguches y porciones de fideos. Podría haber sido más amable. Podría haber pensado en cuánto había demorado la criatura en hacer todas esas cosas. Sin recibir nada a cambio, encerrada en una colmena de piedras frías. —Vamos, tenemos que ir al buffet —masculló Richard—. Y yo que había preparado las cosas para una fiesta aprovechando que están fuera. Entonces la tierra de la tumba ya cubierta estuvo una vez más en el agujero original. El cuerpo de la elfina fue llevado por Melrose a la pequeña cama. Ella y Richard retornaron al cuartito en donde la mano la apretujó antes de morir y Richard fue a su cita médica. Las velas que habían sacado de la cajuela para velarla estuvieron de nuevo completas y en sus cajones mientras ella mantenía los ojos fijos en la criatura. P-ko volvió a su lado en lugar de preparar la cena funeraria y Freya abrió los ojos. Melrose se dio cuenta, mientras retornaba al patio, de que su estómago se depletaba y sentía un hambre retrospectivo. La piscina brilló con la luz de las cuatro de la tarde mientras la muchacha, cada vez más hambrienta, tomaba un pastelillo del buffet reservado para la noche. Luego, Richard estaba allí, recordándole que tenía una visita con el dermatólogo a las cinco y Mel le decía que era una estupidez, pues ella con sus ojos licantrópicos, podía ver a su piel rejuvenecer por segundo. —Te digo, que a cada minuto te haces más joven. Richard soltó una carcajada, pensando en que a las cuatro en punto muchos Evans estarían allí antes de salir de excursión y de que era extraño que ninguno hubiera notado que se despacharían la despensa. Tomó muchos bocadillos que normalmente no comía porque al fin y al cabo ¡Si de verdad no estaba envejeciendo y no engordaría ya qué más daba! Y Melrose, mientras tanto, pescó de la piscina una lata de cerveza fría de la isla de latas que flotaban juntas por el agua, pues alguien había usado la piscina como refrigerante y no había roto el hechizo desde entonces.
  4. Solo vengo acá a establecer que siempre mejor que Syrius xd

    1. Syrius McGonagall

      Syrius McGonagall

      Pff, ya quisieras solo por destilar odio! 

  5. Mel se sorprendió al ver que Mia llegaba. No la había visto hacía mucho y parecía apenas retornar del trabajo. Al menos, tenía un aspecto parecido al que solía tener Ellie cuando volvía del suyo. -Uhm, creo que esto todavía no empieza - replicó Mel dubitativa, ya que Matt todavía no le había dicho nada respecto a cuáles eran los planes para lo que a todas luces lucía como una posible celebración-. De todos modos, si quieres baño caliente y comida antes de que todo arranque, no te cortes por todo esto -añadió en modo afable. Mel era consciente de que normalmente su papel en ese tipo de reuniones y celebraciones era más bien pasivo. Dejaba que Richard organizara todo o veía cómo lo hacían los Evans y llegaba cuando ya estaba todo listo o cuando quedaba muy poco por hacer. De hecho, que recordara, rara vez asistía a esas reuniones por su cuenta. Quería hacer la diferencia en esa ocasión y por eso le había dicho a Matt que ayudaría en lo que hiciera falta, sin contactar primero a los Moody, pero era algo más que eso. -¿Alguno vio a Bel? -preguntó Melrose. Ella siempre tenía el tino de caer de sorpresa justo en fechas donde los Evans se reunían. No la veía hacía mucho- O a Rory y a los demás aquí en el castillo. Todo está extrañamente silencioso. Quizá tuviera que ver con la nieve o la ventisca pero el silencio inquietaba un poco a la bruja. De manera distraída, retiró también unos copos de nieve de los hombros de Mia con suavidad. Fue un gesto conducido por su repentino nerviosismo a causa del silencio provocado por la nieve ¿amainaría pronto?
  6. Melrose entró al salón con un montículo de bollos de crema sobre los brazos. Estaba sorprendida de encontrarse en un espacio más parecido a su lejana residencia en Luss, con los Moody, que en el interior del castillo que siempre ostentaba la más cara manufactura. Sin embargo, no hizo ningún comentario. Por el contrario, con ojos muy abiertos, se acercó hacia Matt y le alargó un bollo mientras observaba alrededor. -¿Necesitas ayuda con algo? No te veía hacía mucho tiempo... Un atisbo de sonrisa y unas palmaditas en la espalda fueron su saludo, para luego proseguir hacia la barra precariamente para dejar allí su merienda. No dejaba de revisar con la rapidez de su especie, arriba y abajo, detallando en su mente cada esquina y cada tablón nuevo, mientras olisqueaba el aroma a pino. A pesar de que lucía antiguo, era evidente que era un arreglo reciente, mágico del todo, pues no había albañil capaz de cambiar el interior de un castillo de esa forma. El olor a nuevo lo impregnaba todo, detalle que tal vez Matt cambiaría poco después para que lo reciente de la distribución renovada no resultase tan descarado, por lo que Mel disfrutaba mientras tanto. Freya ingresó en ese momento con expresión preocupada, preguntando qué era lo que sucedía. La elfina lucía más envejecida que la última vez que Melrose la había visto y eso la sorprendió ¿cuánto vivía un elfo doméstico de todos modos? -Sí, eh... -Mel hizo un enorme esfuerzo por hablar con la boca vacía, suspendiendo su asalto a los bollos hogareños- Si quieres acelerar lo... que sea que estés haciendo ahora, pues estoy a la orden. La bruja giró su varita entre sus dedos, antes de guardársela en los enormes bolsillos del vestido azul que llevaba y seguir comiendo. Eso pareció tranquilizar un poco a la vieja elfina, pero no tanto.
  7. -Whiskey criado en barrica de roble -replica Richard estrechando su mano en recibimiento mientras Catherine hacía una pequeña inclinación. Al terminar el saludo, se acomodó el cabello hacia atrás una vez más y prosiguió-. En realidad, esto no es más que un sencillo arreglo que hice como un favor personal, no hay nada qué agradecer. Catherine tomó una copa de vino de uno de los meseros que empezaba a ensayar a ir pasando con su bandeja y le dio un tímido sorbo. Era raro para ella en días como esos ver de vuelta al Richard diplomático. Con el tiempo, el mago se había vuelto más hosco, menos propenso a agradar y más interesado en financiar cosas por su cuenta que le reportaran "cosas interesantes" que a agradarle a la gente o, como hiciera en el pasado, a los aristócratas y poderosos. -Veo que te has adaptado bastante bien a este entorno - dijo Catherine a Matt. No dice más, debido a su hábito de parquedad, pero es evidente que se refiere a su traslado a Inglaterra y en específico a Ottery. Mientras la bruja da un segundo sorbo, Madeleine llega y el ambiente se distiende todavía más. Catherine le dedica un gesto de bienvenida y añade: -Mesa de buffet justo ahí detrás -señala la bruja, para que Madeleine pueda ver la gran mesa larga cargada de piqueos papas, albóndigas que se puedan picar con pequeños palillos, mini sandwiches, quiches, tartaletas de manzana y todo lo imaginable.
  8. El castillo brilla con luces artificiales, que anuncian un gran evento. En el jardín trasero, se han instalado unos grandes pabellones de cocina, cargados de personal humano, ya que Richard no confía en los elfos, demasiado leales a los humanos, dejarle hacer alguna travesura de ser necesario. En el castillo, los elfos de la casa y de sus respectivos miembros se afanan en decoraciones, aseo, acomodación de cada pequeño resquicio, habitación y chimenea. El gran evento inicia a las seis de la tarde. Unas esculturas de mármol pintado se encuentran también allí. Richard, que gracias a varios antiguos vampiros todavía guarda en la memoria el estilo griego de pintura sobre mármol blanco, mira con deleite la capacidad mágica de reproducir esas obras de arte, que luego podrá vender a mejores postores post-fiesta. Éstas curiosas figuras, se mueven de rato en rato, con transiciones pausadas de brazos, piernas y el rostro, que se acomoda para posar la mirada en distintos puntos en el espacio. De todos modos, no es él el encargado de organizar esa parafernalia: es solo un favor personal a Catherine, que a su vez recibió el petitorio de Bel. Un miembro de la familia cumple años y los Evans gustan de celebrarlo siempre de manera fastuosa. Falta apenas media hora para que los invitados empiecen a llegar. La bruja lleva un vestido negro clásico, con zapatos a juego, que no parecen impedirle movilizarse por la zona de baile, las sillas para invitados y el cerco donde se cierra el recibimiento y comienza el huerto de la vieja y pelirroja matriarca, cerrado al público. Las hadas han quedado sueltas y solo sus bowtruckles han quedado encerrados entre los tomates y las fresas. La piscina luce reluciente y se instaló un área de bar flotante en ella. Además, hay un bonito escenario en una esquina, como es usual y una hilera de piqueos que se vuelven a llenar cuando alguien toma algo, para quienes tengan hambre aún antes de empezar la cena. Richard no puede evitar pensar en que a Melrose todo eso le habría encantado. Catherine lo saca de sus pensamientos en ese momento: -¿Ha llegado alguien? Richard sacude la cabeza. Sin embargo, es seguro que no tardarán en acudir. @ Syrius McGonagall @ Rory Despard @ Ellie Moody @ Kutsy Stroud Lenteric @ Lillian Potter Evans @ Ania Evans Weasley @ Agnes Lynn @ Hannity Ollivander Evans @ Marie J. Báthory Poulain @ Laimi Evans @ Jank Dayne @ Kaori M. @ Hobb Graves
  9. Es difícil abrirse paso entre el calor de la carne y la sangre. Intento presionar mis extremidades con más fuerza y la criatura aprieta el vientre en su esfuerzo por tragarme. Es un neonato y por eso le es difícil entender qué sucede. De entre todas las posibilidades... no había esperado aparecer allí. Tengo que hacer un enorme esfuerzo para librarme. La oscuridad absoluta del espacio y la falta de aire no me matan pero me hacen sentir aprisionada. Es un ejercicio lento: cortar, desgarrar, ver la regeneración. Hasta que el proceso termina. Soy capaz de asegurar la espada ancestral, fijando la criatura al suelo. Eso lo cambia todo, porque ahora sé dónde está el suelo. Abrirla desde dentro es entonces un trabajo menos tedioso. Quemarla solo la consecución natural, al arrojar el fluido explosivo a los restos y ver cómo la carne se consume. Soy inmune a los fluidos de la criatura pero soy solo una de los pocos y no es gracias a mi magia. De todos modos, es bueno saber que esa magia todavía funciona en este plano de la realidad. Observo el nuevo mundo con ojos oscurecidos, las motas doradas en medio del verde apenas notorio. Esas criaturas no pertenecen aquí. De hecho, tampoco pertenecían a su mundo. El mismo agujero que la trajo a ella, es aquel que ha permitido su ingreso y es su trabajo cerrarlo. Por eso, aseguro la espada a mis espaldas y toco la quemadura de mi rostro con gesto ausente. "Eso nunca te volverá a suceder". --Pandora. Es difícil ignorar esa voz. Hacía mucho tiempo, en una época en donde ella no portaba esa quemadura todavía, una mujer de la que su hermano Richard se había enamorado había secuestrado a su primogénita y la había llevado consigo a la abadía en donde residía. Su obsesión con el pensamiento correcto y la lógica, había hecho que generara un odio irracional hacia aquello que disrumpiera con la normalidad. Mi existencia y la de mi hermano eran una contradicción a la ciencia y por tanto, un error. Al realizar el ritual, la muchacha creyó haber asesinado la magia. En lugar de eso, abrió un portal a los devoradores de sueños. Ders para acortar. Aquel que se encontraba en los confines de los mundos, aquel del que no se hablaba, envió a sus lacayos. Todavía recordaba el asombro, la duda, la negociación. No servían con los devoradores de sueños: las brujas y magos tuvieron que revelar sus identidades, las comunidades se construyeron en espacios defendidos, los cazadores morían uno detrás de otro, hasta que EL mago, halló una cura ante la corrosión. Todos esos recuerdos se agolpan en la voz de quien me saluda. Como vampiro, aún solo escuchando el llanto de una neonata, soy capaz de realizar la conexión. Me vuelvo esperando ver a una desconocida, alguien totalmente distinta a quien pienso que es. En su lugar, Aylin me devuelve la mirada. La bruja, al igual que yo, también luce decepcionada, con unos ojos verdes de motas doradas idénticos a los míos. Empiezo a comprender cuando los ojos de la bruja dibujan mi cicatriz. --Aquí pudiste vivir. Mi expresión está llena de asombro, puedo escuchar el anhelo en mi tono de voz. Es vergonzoso. La bruja se aproxima y su carne me indica que estoy ante una inmortal. Mi alma se hunde. De alguna forma, había esperado encontrar un mundo apenas distinto del nuestro. Un mundo en donde seguía luchando ante lo inabarcable. Una bruja inmortal, con muchos monstruos por matar y sin familia. Una hija y un hermano, muertos. --Soy Aylin --se pregunta la bruja--. Tú no eres mi Pandora ¿no es así? Niego con la cabeza y tomo la mano de la muchacha. Ella no me aparta. El corrosivo ya se ha secado pero de todos modos, al retirarla , su mano tiene una marca de un calibre que la sangre normal jamás dejaría en un inmortal. --Debes limpiarte los restos --masculla antes de esconder la mano. Debe sentir dolor. Yo tengo que obligarme a moverme. Un pie a la vez. Lavarme en un río sería lo ideal si no fuera porque terminaría envenenando toda la fuente. Limpiarse con pociones es una labor más trabajosa y es difícil sentirse del todo limpia. Aylin me ayuda en la afanosa tarea, hasta que al fin toda la suciedad, la sangre y la muerte se han limpiado. Solo queda la sensación de alivio. Me calo encima la capa gris y la capucha. Tenemos que correr, tenemos que volar hacia el pueblo más cercano. La criatura, dentro de cuyo vientre tuve la "suerte" de abrir la salida del portal, debió haberse arrastrado por varios kilómetros, emprendiendo la huida. He cerrado ese portal pero debo ponerme en marcha cuanto antes. Es fácil seguir su rastro si se sabe lo que se está buscando. Es difícil ponerlo en palabras para Aylin. Una Aylin crecida, madura e inmortal, que no conoce de los horrores de los ders. --Allí, las luces. Es casi como una feria. Solo puedo asumir que ha sucedido algo. Nos acercamos cada vez más, adentrándonos en una multitud vigilante y a la espera. Nadie parece prestar atención a las inmortales que pasan a una velocidad exagerada entre ellos. Todos parecen estar buscando algo más o temerle a algo más. Yo intento buscar la fuente de ese rastro, cuando escucho mi nombre y tengo que hacerle una señal a Aylin para detenernos en seco. Aylin frena de manera elegante sobre sus tacones número quince. Yo vuelvo el rostro e intento ubicar la fuente del sonido. Entonces, encuentro a un muchacho devolviéndome la mirada. Su expresión, hace que me sienta acorralada y mis preguntas se dirigen a Aylin: "¿Sabes quién es?" sus pensamientos en retorno son un bajo ronroneo "No". @ Jank Dayne
  10. La tarde ya está cayendo cuando Richard decide que ha bebido suficiente y que deberían volver a la residencia de playa. El brujo no se ha manifestado respecto a su arrebato de la tarde y Catherine, sin siquiera planearlo, se encuentra observándolo con prudencia, vigilando. Madeleine parecía haberse agitado luego de la discusión con Richard pero el brujo no había vuelto a atormentarla. De hecho, Catherine cayó en cuenta de ello mientras recogía los juguetes de playa y Melrose pasaba a su lado hablando con Ellie, Richard no había dicho palabra desde que Madeleine lo mandara a divertirse. Catherine se encuentra de pronto recogiendo todo a mayor velocidad. No le gusta la impresión que se lleva del asunto ¿es solo que está acostumbrada a que las cosas salgan mal? Tal vez es solo su cerebro jugándole una mala pasada. Tal vez nada sucede con Richard. Ingresa a la casa en donde Melrose ya se ha ofrecido a hacer el nabe. Catherine nunca ha cocinado comida japonesa antes pero Melrose luce bastante confiada y hasta le ha pedido a Ellie un fuego transportable para dejar la sopa caliente sobre la mesa, tal cual se acostumbraba allá. Catherine come y Richard también. La conversación es amena. --¿Qué tal estuvo el día de playa? Melrose dice que tuvieron un "ligero inconveniente" pero que todo estuvo bien. Richard empieza a decir que luego de la excursión con las sirenas ella ya debería ser toda una experta. Melrose normalmente habría protestado pero a Catherine le llama la atención el que solo se limite a asentir. Luego, se da cuenta que por alguna extraña razón, la bruja pellizca a Ellie cuando Richard no está mirando. Toda la situación es de lo más extraña. Catherine alza una ceja sin decir más. Todavía no ha terminado de leer su volumen sobre el trasvase de las almas y anda poniéndose bueno. Richard elige ese momento para decirle que tiene que prestarle el volumen cuando lo termine y Melrose interviene para decir que ella también lo leerá. El silencio cunde en medio de todos ¿desde cuando Melrose está interesada en cualquier libro?
  11. Frey - halcón de Catherine Moody El ave ha tenido que soportar uno de sus viajes más largos en mucho tiempo. No porque Catherine no pudiera solicitar un servicio de envíos, si no porque ella quería que el paquete llegase con una seña de ella misma: una postal hecha a mano, de Cillian y su ahora esposo Ludwig. La acuarela es realista y se mueve. El rubio sonríe mientras su brazo descansa sobre los hombros de su amado. Había sido un poco hacer trampas, porque Catherine no había tenido a los modelos delante de ella, si no que había tomado la escena de una de las fotografías que Richard siempre tomaba de la gente de Ottery mientras los espiaba. Ella la había animado acorde a su imaginación. Esperaba no exaltarlos demasiado con el regalo, si no que apreciaran lo artístico del asunto. El halcón tuvo que recorrer un espacio considerable hasta llegar a la residencia. Estaba seguro de que, más allá de la gran construcción, el castillo tendría alguien que pudiera recibirlo. Después de todo, era lo acostumbrado en ese tipo de familias tradicionales. El regalo, envuelto en papel oscuro de cara factura, estaba amarrado con una sencilla cuerda de cáñamo. Catherine, en Luss, dormía. Había sido una larga jornada de pintura. Sus ojos oscurecidos por las ojeras, no aumentaban el vacío que sus ojos proyectaban en vela. Dormida, las oscuras bolsas lucían inofensivas y solo algo desgastadas. Como si la nigromante, no fuera más que otra cansada muchacha de treinta y seis años. @ Cillian Haughton @ Ludwig Malfoy Haughton PD: Mejor tarde que nunca, dicen. Se los quiere chiques, felicidades ♥
  12. Melrose Moody – Finalista – Oceanía Templo Paladín - Orden de la Mano de Plata El templo paladín no era para ella un lugar sagrado, al menos no en el sentido en que lo era para muchos y, tal vez, la mayoría de paladines. Era para ella un espacio en donde podía sentir una mayor conexión con el Dios. Llamarlo de esa forma la hacía sentir extraña: no era una fé, como la de Rory Despard y tampoco era un dogma. Melrose no había conocido de esas cosas al crecer y no entendía cómo alguien podía cargar con ellas en su vida. Sin embargo, ella había sido partícipe de la manifestación de los poderes del Dios del Trueno, así que no le era indiferente. Era difícil de explicar. El sudor corría por su cara en un reguero y las gotas caían al suelo o se quedaban en el casco de soldadura. Cuando golpeaba con el martillo, la fuerza de la herramienta hacía que su brazo sintiera un temblor agradable. La bruja jamás se había aplicado en esa clase de trabajo, con ese nivel de concentración, tan ensimismada en lo suyo que parecía estar en otro lugar. A medida que el metal tomaba forma, tan puro y desconocido para el mundo -pues Melrose lo había obtenido en el cráter de un meteorito como parte de sus investigaciones-, la bruja se daba cuenta de que estaba creando algo que no tenía precedente. Le producía una emoción demasiado grande en la boca del estómago, que la instigaba a continuar con un ahínco inusitado. A medida que replicaba más y más la bola de oro que guardaba de muestra en un espacio más fresco, el material parecía volverse más y más maleable. Golpeaba, calentaba, hundía en el agua. El proceso era lento y fatigoso ¿estarían otros portadores de ese mineral trabajando metales como ella? ¿Estarían acaso ensimismados en otro tipo de investigaciones? El olor acre del metal siendo trabajado hacía que tuviera que tomarse descansos cada vez más constantes. La bruja no se había atrevido a pedir la ayuda del Æsir, así que no estaba segura de estar lográndolo. Golpeaba, ahuecaba el interior para permitir el ingreso del material que iba encerrar y medía y volvía a medir. Richard le había dado los números precisos, Catherine había ejecutado un pequeño modelo a escala. Además, ambos le habían diseñado una capa adicional de compresión, que rodeaba la esfera para que, en la parte media entre el hoyo del interior y la primera cubierta, pudiera canalizar la magia del trueno y la arena mágica del desierto que sellarían la bola. Luego, estaba la capa externa, que terminaba de comprimirlo todo. Asegurarse de que no hubiera posibilidad alguna de fuga hacia el exterior, totalmente hermético. Cuando por fin, la bruja se dio cuenta de que había obtenido lo que necesitaba no solo había golpeado el metal, retirado el contenido del interior y dado forma a la esfera, si no también diseñado el compartimiento adicional para poder colocar en ese espacio, de una esfera de mayores dimensiones, la capa de magia del trueno y arena mágica del desierto. Sin embargo, no podía sellarlo allí. Se limpió el rostro con una toalla, informó al Æsir que había terminado y se retiró sin dar mayores explicaciones. Richard la esperaba en ese húmedo sótano, paseando de un lado al otro. Estarían allí, cuando el sellado concluyese. Sótano de Luss Con Catherine y Richard Moody -¿Estas lista? La bruja asintió. No sabía lo que era estar lista para una cosa así y no importaba, porque tendría que hacerlo de todos modos. Richard le había dicho que tenía que asegurarse de hacerlo bien y que tendría que considerar una forma de fijar la arena: para eso era la magia del trueno. También estaba la posibilidad de que no funcionase. Por eso, tendría que existir una clavija metálica muy delgada, que le permitiera renovar el sello externo en caso el asunto fallara. Melrose estaba mareada y muy cansada ¿realmente funcionaría?
  13. Melrose Moody

    Animagia

    Mel se quedó en silencio pensando en lo que Sauda acababa de decirle. Al final, volvió a hablar. —Cada luna llena, yo realizo la transformación completa en un licántropo —la bruja no solía hablar de eso con la gente pero consideraba que era pertinente para explicar sus motivos, ya que la arcana debía saberlos—. Hay un lugar en Diagon. Ahí es donde se realiza. Mel pensaba en los olores del Edén, la glorieta desde donde partía hacia los bosquecillos, la tierra húmeda y el sonido del agua corriendo. Aquel subterráneo era su salvación, en una ciudad ajena a los pesares de un medio humano. No había un lugar como ese en ningún otro sitio: un bosque partido por un camino, con la cabaña que hacía las veces de posada y agua y luz solar, todo funcionando en perfecto equilibrio dentro de un único sótano de dimensiones gigantescas, debajo de esa calleja olvidada de Diagon. —Por supuesto es doloroso —prosiguió la bruja—. Es un proceso que la mayoría prefiere evitar —había pociones para eso, que se vendían como pan caliente en las tiendas del Concilio de Mercaderes. Ella misma sabía preparar la pócima y Catherine las hacía todavía mejor—, porque en ocasiones hasta se rompen las costillas y se desgarra la carne... —la bruja decidió que no era necesario ir más allá— sin embargo, yo he descubierto que también me ayuda a estar en equilibrio —suspiró ¿al final era pertinente o no decirle tantas de las cosas que pensaba?—. Cuando me transformo cada luna llena, mi mente sigue manteniéndose consciente de su parte humana. La bestia está conectada a mí y yo a ella. No nos negamos mutuamente. Mejora mi humor y fortalece mi sentido de la identidad, porque he aprendido a aceptar mi condición, a aceptar a la bestia. Me hace más yo misma —concluyó. ¿En qué se parecía más a los mapaches? Mel recordó las épocas en las que estaba llena de ira y resentimiento contra el mundo. También habían sido las épocas durante las cuáles negaba a la bestia en su interior. —Ambos somos sobrevivientes —la bruja miraba ahora hacia la arcana preguntándose si no estaba hablando demasiado. No solo se refería a ella misma y al mapache, si no también a la bestia— pero eso no nos ha hecho perder el humor o las ganas de vivir bajo nuestros propios términos. Deja la taza descansando sobre la superficie de donde la dejara Sauda y se da cuenta de que conoce el lugar que ellos pueden preferir. Toma la mano de la arcana y desaparece, para luego aparecer en los bosques de Acharn Morvern, en los West Highlands de Escocia. El bosque en esa época del año tiene un agradable color que es una mezcla entre verde, marrón y oro. La vista es agradable hasta donde se puede observar. —Estoy lista para sus instrucciones —dice entonces, en dirección a la arcana.
  14. Dónde quedó mi rol de la Evans, vengo a armarte drama *se sienta* XD

    1. Mostrar comentarios anteriores  5 más
    2. Marie J. Báthory Poulain

      Marie J. Báthory Poulain

      Que sigue haciendo drama y ya está más que hecha mi llegada jajajaj

    3. Rory Despard
    4. Melrose Moody

      Melrose Moody

      perdona carnal, la costumbre XD

  15. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Sótano próximo al lago, en Luss Había pasado ya una hora mientras se sentaba, descansaba y, por momentos, iba a observar el pozo haciendo uso del divine intelect. La manifestación del anillo de presencia no cesaba de brindarle información respecto a la conformación del núcleo del mineral. Sin embargo, con su mente ya protegida frente a la invasión de ese cúmulo de percepciones, podía analizar en frío y confirmar lo que Richard había preguntado. —Se debilita —dijo por fin, incorporándose, dejando la taza en la mesa de trabajo y descorchando el contenedor de la arena mágica del desierto—. Necesita refuerzo. La bruja volvió a verter la arena mágica del desierto en el pozo, en aquella oportunidad teniendo cuidado con sus ojos, usando las antiparras que Richard había traído de la cabaña de las pociones. Ya el mineral no era capaz de brindar información hacia el resto de los puntos de los haces de luz. Todo lo que quedaba de ellos era lo proveniente del exterior, que los nutría de información sobre otras ubicaciones remotas. Richard seguía cuestionándola respecto a por qué había dicho que tenía que ir hacia el "centro" y que estaba llamándola pero Melrose no sabía qué responder. —Creo que podríamos encontrar respuestas si buscamos el otro extremo de uno de estos haces de luz. A Richard no le gustaba la idea. De todos modos, con las comprobaciones ya hechas no les quedaban muchas opciones. Utilizando el monóculo de la claridad, la bruja pudo comprobar cuál era el haz de luz más grueso, como nutrido de esa extraña magia, para poder seguirlo. Luego de que utilizaran la arena, el tono original de un celeste intenso, había adoptado un brillo más sosegado. Aún con el divine intelect encima, Melrose salió al exterior a realizar comprobaciones y, tal como había temido, los haces de luz no eran lo suficientemente visibles y poderosos alejados de su origen, como para poder seguirlos. Richard estaba preocupado. —Nos estamos quedando sin opciones —mascullaba. Mel, mientras tanto, no dejaba de pensar en uno de los artilugios favoritos del brujo, que en esos momentos descansaba sobre la mesa de trabajo: un viejo sextante, que tenía la particularidad de tener como base circular sobre la que giraba la alidada, una sólida bola de oro. La muchacha intentó explicarles entonces que tal vez sería posible colocar el mineral dentro de la bola de oro de alguna forma. Richard no quería ni pensarlo. —¿Estás loca? —todo el frenesí hacía que se expresara sin rodeos ni diplomacias, que era lo normal en su estilo— Eso es una reliquia que no tiene precio, hay cosas mucho más baratas que podemos sacrificar. »¿No lo entiendes?« masculló entonces Melrose algo acelerada también, tal vez, debido a la poción agudizadora de ingenio »El sextante no solo habrá de ayudarnos a contener el agua del centro, si no también a medir el ángulo para llegar a través de los haces de luz...« La bruja había conseguido llamar la atención de Richard. Si lo pensaban con detenimiento, era muy difícil realizar el proceso de rastreo de esas luces tan solo por un sentido rudimentario de orientación. Ni siquiera ella, una licántropo especializada en magia experimental y rastreo, podía llegar a eso; requerían un instrumento preciso de medición para saber hacia dónde los estaban llevando esas luces. Richard no quiso oír hablar de sacrificar la bola de oro (al parecer, había un componente sentimental en todo eso) pero le dijo a Melrose que tal vez podrían arreglárselas fabricando algo distinto... una alternativa. Al inicio, ella no entendió a qué podía referirse. Catherine lo dijo más claro: —Melrose, tu eres una paladín ¿no es cierto? Mel cayó en cuenta entonces lo que Richard intentaba decir: el templo paladín, los yunques, los hornos y Höōr. Ella no podría pedirle favor semejante al Æsir, así que tendría que intentarlo por sí misma, con lo poco que había aprendido acerca del arte de forjar armas. Lo que le daba esperanzas, era que no se trataba de una espada o un escudo. Si bien la esfera que requeriría para el sextante tenía que ser del tamaño preciso y bien calibrada, no era nada más que una pequeña herramienta. Tal vez podría lograrlo. Se pondría en camino.
  16. Mel apenas ha vuelto luego de asegurar la cerca de los erumpent cuando notó que no era capaz de realizar el corpus patronus para poder invocar el par de hipogrifos que había deseado realizar. Todavía algo extrañada vuelve a intentarlo sin éxito, preguntándose qué ha podido suceder con sus poderes y si tiene que ver con el hecho de que se encuentra algo alicaída cuando nota que su clon de la percepción le avisa de un inconveniente con la jaula que acababa de crear. Cuando regresa sobre sus pasos, respira aliviada: alguien había intentado destruir la jaula por lo que la estructura física había caído. Sin embargo, la protección eléctrica se mantenía y fue notoria para ella gracias al clon que todavía conservaba. Se notaba que el destructor no había estado prestando mucha atención, probablemente porque no era un diseño estratégico, si no que intentaban romper cosas a su paso y al azar. La bruja dudó, ya que la magia que manejaba corrientes eléctricas a ese nivel era más que suficiente por sí misma; al final, se decidió por convocar una nueva jaula física, de mala gana, antes que la energía se esparciera por el medio. El resultado, fue que los erumpent todavía desconcertados siguieron en sus espacios designados. Algo cansada, Mel decidió ir de nuevo a su punto de partida, donde ya se encontraba Rory. Parecían estar discutiendo sobre algo importante. La bruja no prestó demasiada atención y empezó a comer unos dumplings que había robado de la cocina de la cabaña en Luss antes de partir hacia allí, junto con algo de poción herbovitalizante. Esa prometía ser una jornada interminable.
  17. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Sótano próximo al lago, en Luss. Es casi como si la gota de su esencia cayera del anillo en cámara lenta. Ha pasado ya el pulgar y cuando la gota toca las aguas del pozo, se siente como si hubiesen atravesado su cabeza con un objeto punzocortante. El dolor, se mezcla con una sensación familiar: agua, que la rodea, asfixiándola. Es recordar el primer momento de su inserción en el mar, cuando no tenía idea de dónde estaba o por qué estaba allí, luego de atravesar un pilar en la ahora vigilada Stonehenge. Es difícil mantenerse incólume, sin perder el equilibrio o doblar las rodillas. Cuando eso sucede, Richard está allí para sostenerla, y Catherine a su lado. Ella no entiende lo que está diciendo. Su mente parece encontrar en el agua aquello que encontró en el planeta: una red de túneles oscuros, algunos de ellos conduciendo hacia la oscuridad y otros hacia una luz más clara. Hay espacios con aire que le dan tregua y otros que están inundados y... justo en medio, una esencia poderosa y profunda, guardada con celo de cualquier intruso, para luego ser arrebatada de las raíces mismas de su descanso, ser separada de su planeta, de su centro. Mel suelta un grito de dolor y se toma las sienes. Richard intenta separar sus manos de su rostro para evitar que se haga daño pero es inútil. Sus mejillas sangran. —Melrose, MEL, no estás allí ¡Reacciona! ¡Cierra tu mente! A pesar del sinsentido y el desespero, el último llamado llega hasta el cerebro de la bruja. Recuerda las largas sesiones de la práctica de la oclumancia en Luss, junto con Catherine, repasando las lecciones de Sauda. Tiene razón, necesita controlarse, ella está... —Túneles, túneles por donde se puede transitar en dos sentidos. Túneles algunos oscuros, otros claros —sus palabras suenan como el sueño febril de un enfermo, su voz entrecortada y temblorosa. Su cuerpo empieza a agitarse de manera alarmante—, una energía que llama a su fuente ¡Está llamándome! — ¡Cierra tu mente! ¡Recuerda la oclumancia, maldita sea! »Melrose empieza a cerrarlas una a una. Las puertas a donde quiere llegar el agua. La magia del anillo de presencia se intensifica, funcionando de una manera extraña y anormal, probablemente debido a la mezcla de poderes, pero ella persiste. Una a una, las puertas dejan el agua por fuera, hasta que toda esa oleada de líquido arremolinado es expulsada de ella cuando se cierra el enorme portón de su mente y todo queda fuera«. Su cuerpo vuelve a tomar aire, tose, respira. Su agitación demora en irse, como si acabase de salir del pozo mismo y no como si solo hubiese enviado allí una gota de su esencia. Una vez la desesperación ha pasado, Mel se siente como si estuviera sedada. La información en su cabeza respecto a lo que hay en el pozo se vuelve más clara. Cuando ya se encuentra mejor, Richard la presiona para que siga analizando aquello que percibe. Ahora que su mente está a salvo, tiene que haber algo que pueda sacar en limpio de lo que se arremolina allí abajo. El brujo también se pregunta por qué el mineral afectó su mente. Esa debería haber sido la especialidad del lugar que él visitó, no el de Melrose. O al menos así lo había sospechado. —Los túneles —la bruja frunce el ceño y procede a corregirse—, quiero decir, la luz que sale del pozo, tiene que ser una extensión de la red del interior —su voz está cascada. Catherine le alcanza un vaso de agua que debe haber invocado—. Los haces de luz siguen llevándonos hacia otras fuentes de energía pero, la información que nosotros expulsamos desde nuestra ubicación... —Mel piensa en los túneles inundados, en ese lago silencioso que encontró al final de uno de los túneles y que la obligó a volverse por el mismo camino por el que había llegado, porque no podía seguir adelante y le daba miedo perturbar sus aguas— es como si se hubiera esfumado o como si hubieran haces cortados de raíz y otros que preservaron apenas trozos pequeños y bloqueados. Catherine se da cuenta de que Mel no quiere tomar el agua así que se la quita de las manos. Richard se encuentra a su lado observando las aguas. Por fin, se dirige a ella otra vez. —Eso quiere decir que estaba en lo correcto —Mel alza una ceja para solicitar una mejor explicación—. La arena mágica del desierto, al igual que el resto de la magia Uzza, parece actuar de manera anormal en combinación con eso —Richard señala el agua que se arremolina—. Normalmente, es capaz de quitarle la visión a un oponente y también si la usas en pociones y le das un hervor —el tono de su voz era cínico. Bien que lo sabía Melrose, que lo había descubierto quedándose ciega por hacerlo. Habían sido unas horas muy divertidas tomándole el pelo—. En este caso, ha servido para cortar la línea de visión de esta fuente mágica, desde el exterior hacia nosotros... para bien —Melrose se quedó reflexionando en el cómo había podido averiguar algo semejante—. Al menos eso espero, si lo que hice funciona. Una vez el frasco se llene, vuelve a probar con el divine intelect, para saber si estamos en lo correcto o si necesita ser renovada cada cierto tiempo. "Estamos" sonaba a mucha gente, cuando las deducciones las había hecho él solo. Melrose se sentía como una est****a: se suponía que era ella la que había tomado la poción agudizadora de ingenio. Entonces escuchó un fuerte "thud". Catherine le había dado a Richard un sonoro golpe en la cabeza con la palma de la mano. —Tiene que descansar. La vas a matar. Acto seguido, le pasó una manta y un poco de chocolate que sin duda debía haber invocado desde la cocina en reemplazo del vaso de agua. Mel sintió ganas de llorar ¿de dónde le venía todo ese sentimentalismo?
  18. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Sótano próximo al lago, en Luss. «La prueba ha sido realizada con éxito» piensa Melrose «¿Y ahora qué?» —Necesitamos comprobar esta hipótesis —prosigue Richard como si ellas no se hubieran quedado calladas por un buen rato, como sostenidas por sus afirmaciones—. Necesitamos estar seguros de que no estamos cometiendo un error. Melrose tiene el horrible presentimiento de que eso implica experimentar con ella y no se equivoca. —Melrose, extrae tu anillo de presencia. Catherine se interpone entre ambos. La bruja luce enojada y eso es raro. Casi siempre, es casi solo como una sombra, que ayuda, apoya o asiente. Al menos, esa impresión es la que le había causado. De hecho, ni siquiera se siente como ella misma ¿por qué tiene se siente utilizada de repente? No es como si la actitud de Richard fuera distinta a la usual. Melrose no se siente ella misma en lo absoluto ¿cuándo le habían importado a ella todas esas cosas? —Si sigues presionándola, su cuerpo no va a aguantar. Richard aparta a Catherine hacia un lado y escribe algo en un trozo de pergamino. Hay una mesa, al fondo de ese pequeño sótano. Mel sospecha de que debe tratarse de algo que Richard no quiere que oiga, pues sabe que sus sentidos agudizados podrían captarlo en ese espacio cerrado. Sobre la mesa se encuentra el amuleto anti robo que Richard colocó para que nadie ajeno pudiera entrar en el sótano a robar el mineral. Siente ganas de patearlo lejos. Hermes no tiene la culpa pero no es un impulso fácil de dejar atrás. Catherine y Richard vuelven y parece que el pelirrojo ganó la discusión porque lo siguiente que dice es: —Melrose, necesito que te coloques el anillo de presencia. La bruja se lo cala de mala gana ¿por cuánto tiempo va a continuar haciéndole caso? No tiene por qué, eso es lo que sabe. —Bien, acércate al pozo —los ojos de Richard son cautos, ahora—, pasa tu dedo pulgar por encima del anillo y suelta una gota de la esencia... en el pozo. ¿Es que acaso la bruja oyó bien? Tiene ganas de estrangularlo allí mismo. Richard debe notar también, porque empieza a calmarla enseguida. Le explica que no se trata de una decisión al azar y que lo habría hecho él mismo, pero no puede. Él no estuvo en Oceanía, no sabe cómo es que se sintió estar allí, qué ideas, que percepciones la invadieron en ese momento. Además, Melrose fue la única que tuvo contacto directo con la esfera, antes de que se disolviera en el pozo y empezaran a crecer esas extrañas algas. Richard no se ha atrevido a tocar directamente nada e incluso el tubo de ensayo con la pequeña porción de muestra había sido ya devuelto a su fuente original, así lo aseguró. Por eso, necesitaban que fuese ella la que hiciera ese experimento, porque sería la única capaz de extraer la información que necesitaban ¿Lo haría? La bruja observa a la pareja de hermanos sin terminar de decidirse. Por fin, monta las escaleras y observa las aguas ¿es su impresión o empiezan a arremolinarse como si supieran que algo va a suceder?
  19. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Sótano próximo al lago, en Luss. —¿Poción herbovitalizante? Richard todavía se pasea por el sótano, mordisqueando su dedo distraídamente en ese frenesí. Al soltar su mano por fin, se vuelve hacia ambas brujas cuando Melrose ya está terminándose el vial. —Lo que necesita es una poción agudizadora de ingenio —replicó el brujo mientras se montaba en las escaleras que rodean el pozo y les permiten observar en su profundo interior—. Y volver a observar sobre esos haces de luz. Súbete, quiero probar algo. Melrose se siente atrapada pero no ve motivos para negarse a excepción de su enfermiza percepción de que el material que analizan es peligroso y... le da miedo. Es la primera vez que ve a Richard en un estado semejante. Siempre supo que tenía negocios extraños, que era ambicioso, que a veces se tomaba los riesgos que tomaban otros por él demasiado a la ligera y que en suma, muchos podrían no considerarlo un buen tipo. Sin embargo, ella misma, jamás había sentido la imperiosa necesidad de alejarse o de temer por aquello que pudiese hacer. Se pregunta si Catherine sintió lo mismo antes de quedar anestesiada para siempre debido a la nigromancia ¿le importa? ¿No le importa? ¿Acaso podría de verdad ocurrir una tragedia? Sus ojos reflejan su duda hacia el mundo exterior; si algo le sucediera a Ellie, a la gente de Luss, a los hipogrifos, incluso a los pobres plimpys en el lago... ella jamás podría perdonárselo. Richard se detiene en su agitado trajín al ver en los ojos de Melrose el miedo. Es la primera vez que sucede y... eso no puede suceder. Melrose es la única persona que, en toda su existencia, confió ciegamente en él: sin preguntas, sin cuestionamientos. Incluso, en los peores instantes en que todo mundo debió desconfiar de él o cuando le hizo ese terrible daño, nunca lo hizo y ahora, ahora... —Melrose. Puede escuchar la súplica en su voz y es patético. Catherine toma a la muchacha licántropo del brazo, le entrega la poción sin estar segura. Melrose toma la poción y observa a Richard. Una última vez, se dice a sí misma. Una última vez, confiará en él y luego, todo terminará. Lleva la poción a sus labios, la bebe de un tirón y deja caer la botella, que se quiebra en el suelo sin que nadie se moleste en recogerla. Sus pasos la llevan al borde del pozo y activa el divine intelect. Sus pupilas son apenas unos diminutos puntos que analizan cada pequeño trazo. —Nada ha cambiado. Richard arranca su pequeño colgante uzza y quita el corcho del contenedor de la arena mágica del desierto. Antes de que cualquiera pueda detenerlo, vierte su contenido dentro del pozo. Es casi como si hubiese echado sal sobre una babosa: se escucha un sonido muy similar a un siseo y las redes se contraen, volviéndose más delgadas. Es difícil de ver, como si la cosa sufriera pero la cosa en sí misma no es del reino animal, Melrose está segura de que debe tratarse de un alga, o algo muy similar, a pesar de que el material se resiste a cualquier tipo de análisis profundo. Entonces, el sonido proviene de un proceso netamente físico. Sus ojos se concentran en los haces de luz, que es lo que a Richard le interesa. —Siguen allí, nada... —la bruja se detiene antes de concluir porque los haces de luz están cambiando— no, espera —sigue fijando la vista con insistencia. Catherine se da cuenta de que la bruja está haciendo un enorme esfuerzo por intentar dilucidar alguna pista en todo alrededor y no es fácil. Tal vez la magia paladín sea poderosa pero no es onmipotente. Ni siquiera ella puede ayudarla a entender algo que no tiene ningún asidero en la tierra y de lo que, por lo tanto, no tiene forma de comprender bajo ningún concepto—, los haces de luz también se reducen pero no están desapareciendo. Son más delgados y siguen ahí. La bruja cierra los ojos con cansancio y cuando vuelve a abrirlos, el divine intelect ha desaparecido y ella está agitada. La respiración en su pecho sube y baja, pesada. Catherine saca la varita para hacerle unos encantamientos estimulantes. Una vez está lo suficientemente recuperada, Melrose saca su varita para hacerse unos ella misma, aprovechando que también conoce de encantamientos, ya que los necesita. Siente el cuerpo débil. Es como si no solo estuviera utilizando bastante la magia paladín, si no que ésta estuviera en constante conflicto con el material, intentando penetrarlo para lograr un análisis sin llegar a lograrlo. —Richard, ella no puede continuar haciendo esto. La voz de Catherine es imperiosa. Mel no se siente bien. —Está bien, no necesita hacerlo. Tengo una teoría. Catherine y Melrose levantan la vista hacia él al unísono. El hecho de que Richard pueda hacer ese tipo de suposiciones de manera tan rápida, en un espacio de presión y con tan pocas herramientas es, probablemente, la principal razón por la cual ha sobrevivido tanto. Asimismo, es como un círculo vicioso: cuanto más vive, más aprende a pulir esas habilidades a las que debe recurrir por su falta de magia y que ningún otro mago o muggle posee, ya sea porque su capacidad de realizar magia normal hace que no necesiten buscar alternativas o porque no han tenido mucho contacto con ella. Tal vez, los sujetos que podrían comprenderlo mejor serían un obscurial o un squib, con excepción de que estos últimos no poseen su audacia para saltarse la vigilancia ministerial y sus prohibiciones ridículas para con toda anomalía. Melrose se siente triste al pensarlo ¿por qué no es capaz de apreciar esa capacidad única en lugar de anhelar la magia? —Esos haces de luz son conductores —dice—. Una de ida y otra de vuelta —Richard coloca los índices de ambas manos juntos para demostrar el paralelismo—, como una carretera de doble vía. Esta magia que no es de aquí, está conectada, unos con otros. Ellos pueden encontrarnos y nosotros a ellos.
  20. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Residencia de los Moody en Luss —Está intentando alcanzar su fuente. Las palabras de Catherine cuelgan en el vacío. Richard se quita las antiparras y se cala los anteojos alfa. Tal cual sucediera la primera vez, el maldito aparato no es capaz de captar nada, no lee ni uno solo de los componentes. Richard llama a Melrose con un ademán y la muchacha se mete en la boca el resto de su comida, de mala gana. Sus ojos adquieren una tonalidad más clara y sus pupilas se contraen: Melrose busca por primera vez adivinar la consistencia y naturaleza de esa alga a través del divine intelect. Lo que Melrose observa, son tres cosas. La primera, que efectivamente, las protuberancias apuntan en dirección al pozo. Segundo, que la superficie de la planta es engañosa: aunque por fuera luce como cualquier otra planta acuática, es lisa y no parece ser permeable a nada de su alrededor, no tiene poros u ondulaciones, parece como si estuviera recubierta por una magia destinada del todo a confundir los sentidos, pues se arremolina sin cesar sobre distintos centros. Tercero, que hay un haz de luz, apenas visible, de un tono azulado o tal vez celeste; Melrose amusga los ojos para intentar verlo mejor y lo que nota, es que la luz titila pero, de manera inequívoca, apunta también hacia el pozo. —No sé si esté intentanto alcanzar su fuente pero definitivamente nos está guiando hacia ella. Richard insulta en voz alta. Toma un trozo de tela y la lanza sobre la gradilla y el resto del equipo. Mel suelta la magia del divine intelect de golpe a causa del sobresalto. —Si puede guiarnos hacia él quiere decir que otros podrían tener la capacidad de rastrearnos —su ánimo concentrado y quieto ha sido reemplazado por algo que Melrose ha aprendido a reconocer con el tiempo, un frenesí, que es la única forma en que Richard despierta y es capaz de percibir nuevamente sentimientos y emociones humanas—. Tenemos que tomarlo, ver hacia dónde nos lleva y salir de aquí. Melrose toma sus cosas con rapidez, se zampa otra vianda y mete todo en el morral con expansión indetectable. Catherine hace otro poco. Richard se encarga de calarse unos guantes de piel de dragón antes de tomar el tubo de ensayo, taparlo, salir con rapidez de la cabaña y entrar hacia el sótano. Los tres van a la carrera. La luz que Melrose detectara y que ahora siguen (pues ha vuelto a retomar el poder del divine intelect) le permite ver que allí, en el pozo, no hay una si no varias luces. —Qué... —DÍNOSLO. Melrose intenta describir la escena lo mejor que puede: los delgados haces de luz provenientes del pozo, cómo el cuarto también parece afectado por pequeños fragmentos casi indetectables. Richard alza el tubo de ensayo y Catherine realiza una complicada floritura para levantar la pesada tapa de piedra que cubre el pozo, dejándola flotar con suavidad hacia una lado. La tapa queda reposando en el suelo y los tres se asoman a ver hacia el interior, iluminados por un halo de luz turquesa. Dentro, la pequeña alga se ha expandido. Es como si aquella esfera hubiese albergado un bicho en lugar de vida vegetal o cualquier tipo de material abiótico; la cría de una araña monstruosa, que teje pero se oculta al ojo. Las redes del material, más similares en grosor a las protuberancias de una esponja que a una alga en sí misma, asustan a Melrose. Hay algo en ellas que parece gritar fuera de este mundo, no te involucres con eso. Ella se aleja enseguida de esa visión. Suelta el poder del divine intelect y retrocede espantada. No entiende qué está sucediendo. Allí en donde a Richard le brillan los ojos, viendo una enorme fuente de poder y Catherine observa empapándose de la posibilidad de inventar una mejora, ella solo ve algo con una enorme capacidad de destruir. Sus sentidos de licántropo se rebelan, indicándole que en lugar de estar examinando esa cosa, debería estar corriendo a toda prisa en la dirección opuesta o intentando hundirla en lo más profundo de las entrañas de la tierra. Por un buen rato, es difícil pensar en algo más que solo resistirse al impulso visceral que siente, así que tarda en escuchar las palabras de Richard. —... te estoy diciendo que reacciones ¡Melrose! ¿qué viste? El brillo de sus ojos es innegable ¿es codicia o es tan solo un niño con un juguete nuevo? Melrose no consigue distinguirlo y se suelta con brusquedad. No le gusta que la haya tomado de los brazos así, como si estuviera a punto de zarandearla. —Una red impenetrable —sus palabras suenan lejanas—, haces de luz que apuntan hacia varias direcciones... Richard se pasea por la estancia mientras Catherine observa a Melrose. Ella extrae de su propia bolsa un vial de poción herbovitalizante y lo extiende hacia la bruja. —Te ves pálida —su expresión es neutra, como siempre—, tal vez usaste demasiado esa magia paladín. Bébelo. Melrose hace caso omiso de sus instrucciones pero la pálida bruja toma sus manos entre las suyas y deposita en ellas el vial. Melrose se obliga a beber ¿en qué demonios está pensando Richard?
  21. Koteee bienvenida *O* Bueno, ya te hemos dicho casi todo, nos alegra tenerte con nosotros y esperamos pronto tus roles por el castillo. Pronto Belosiña/Rory Despard estará editando pronto el árbol para que estés sumándote. No olvides añadirnos a tu ficha y bóveda también ♥ y nos estamos leyendo *-*
  22. —Qué... Melrose se precipita sobre la mesa para sostener a Lillian. La bruja parece haber perdido toda fuerza o vitalida de la nada ¿Qué demonios había en esas bebidas? Mel puede sentir un rugido atorado en su pecho y de sus dientes sale un sonido muy similar al que hacen los animales al sentirse amenazados. Toma su varita y conjura un ennervate que no funciona. Luego busca frenéticamente su bolso hasta darse cuenta de que se ha caído al piso. Convoca la poción herbovitalizante casi con la misma rapidez con que Richard le oculta el dinero. —Intenta beber esto. Mel está preocupada de verdad. No es una sensación familiar pero es consciente de que ella y Lils son las únicas dos personas sobrias allí. Bel no ha tomado la pastilla todavía y el resto ni siquiera luce lo suficientemente sano como para hacerlo por su cuenta, sin contar con que Lils luce como si estuviera a punto de desamayarse. Poco a poco, fuerza un trago de la bebida dentro de ella. Sus párpados, que se abrían y cerraban como los de un bebé a punto de caer dormido parecen cobrar más vida. La bruja aprovecha para darle otro trago de la poción mientras piensa en otra solución ¿tal vez mezclarla con un poco de poción de los despertares? Hace eso mismo, esperando que la respuesta no sea adversa @ Rory Despard @ Lillian Potter Evans @ Hannity Ollivander Evans @ Ellie Moody
  23. Vincent muestra una sonrisa ante la revelación de Graham. Él había imaginado tal número de postulantes, si bien sus expectativas habían sido que las personas portaran sus intereses de manera más soterrada. Mucho tiempo había pasado desde la época romana. Los ingleses eran ahora menos discretos, si bien tal clase de discreción era todavía una moneda de cambio. En sus épocas, los patricios tenían un código ya establecido para transmitir tales mensajes, sutiles o no. Britannia no era comunicativa. Vincent no estaba seguro de si todo ese nuevo caos era mejor para los mortales. —¿Le parece? —la sonrisa del vampiro no revela nada ¿jornadas de conversiones? ¿Es que acaso la sociedad había caído tan bajo como para haber perdido el fino arte del soborno?— De todos modos, tengo la impresión de que exagera mi popularidad con sus predicciones. Agita una mano desestimando el comentario del presentador y una cuidada dosis de falsa humildad. El efecto es encantador. Incluso puede oír un par de suspiros provenientes del público, aún a través de una pantalla. El vampiro hace un poco de conversación cotidiana y se despide. Es cierto que Jimmy Fallon espera, pero él también tiene otra promesa que cumplir. Cuando se excusa de la zona de grabación hacia una habitación privada y toma la ruta ya señalada del traslador, espera encontrar a su lacayo esperando para abrirle la puerta del Mustang. En su lugar, encuentra solo oscuridad. Se da cuenta de que algo debe haber ido fuera de planes. No se ha trasladado desde su rascacielos en Nueva York hasta Inglaterra solo para sentirse decepcionado. Abre la puerta por sí mismo, deja descansar una mano sobre la puerta y observa. Las brillantes luces del exterior del local televisivo no son tan intensas desde esa puerta. Cinco muchachitas hermosas y temblorosas se abrazan unas a otras con una mezcla de sorpresa, pánico y decepción. Una mujer vampiro y una... una bruja conversan. «Bruja». Vincent se obliga a cerrar su mente luego de la intensidad con que piensa en esa palabra. Intuye que Erik debe haber cometido un error. Tiene esa tendencia y él había intentado ser comprensivo al respecto, por ser un neonato de Alda. Sin embargo, cada vez, luego de cada "problema" empieza a perder la paciencia. —Buenas noches. Lamento que Erik haya podido causarles inconvenientes. La bruja asistente de Vincent, Rajani, emerge del vehículo y hace un movimiento de varita. Vincent ni siquiera mira hacia el vampiro que es conducido dentro, todavía inconsciente. En su lugar, toma el pañuelo de su pechera impoluta y lo ofrece a las desconcertadas muchachas. —Erik apenas está acostumbrándose a sus nuevos poderes —el vampiro se abstiene de revelar que no fue él quien lo convirtió—. Espero puedan excusarlo, los vampiros... —sus ojos se vuelven mirando de lado hacia la muchacha de piel oscura y la vampiro que lo observan con fijeza— tienden a tener un manejo emocional más complejo. Sentimos todo lo que nos sucede con una intensidad tres veces mayor a la de los humanos normales. Vincent le guiña un ojo a las muchachas que sonríen y se miran unas a otras. Rajani alcanza en dirección a ellas unas hojas de papel y les explica lo más importante: la declaración de liberación de responsabilidad. Todo el procedimiento, se dará de manera legal. Mientras tanto, el vampiro sabe que las otras dos brujas allí presentes son distintas de las sonrojadas muchachas que se animan unas a otras para firmar y se abalanzan entusiastas sobre los lapiceros que Rajani les ofrece. Ellas deben tener otros motivos. —Si aquello que necesitan de mí no tomará más de cinco minutos, podría atenderlas antes de entrevistarme con Jimmy Fallon. El vampiro se expone de forma simple mientras Rajani conduce a las cinco muchachas al auto. Vincent espera parado fuera, seguro de no correr ninguna clase de peligro. Melrose Moody ¿Qué hace allí junto a Bel Evans y Scott Duplantier? Es una excelente pregunta, y no sabe responderla. Es consciente de que Bel mira al vampiro como si fuesen las fresas de su jardín y ella justamente esta sosteniendo un bollo de mantequilla pero todos parecen congelados viendo la figura del rubio que sonríe con sus dos enormes colmillos en televisión. Melrose, si bien ahora no siente aversión por los vampiros, tiene todavía una enorme capacidad para percibirlos debido a su olor. Puede notar un par a pesar de casi las dos cuadras que los separan y debe haber al menos otro par mucho más lejos, aunque Melrose está segura de que deben ser dos grupos no relacionados entre sí. Desde luego, también está la muchacha con la que Bel habla. Mel asiente con la cabeza a manera de saludo y espera... @ Rory Despard @ Hannity Ollivander Evans @ Syrius McGonagall @ Valeskya Granger
  24. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Residencia de los Moody en Luss. Melrose todavía está comiendo su dumpling cuando Catherine extiende un teléfono en su dirección. Una muchacha bruja, directa competencia de Lillian en número de seguidores en Instagram y en la red mágica, se encuentra transmitiendo. A Melrose le extraña que Catherine le muestre algo así en un momento como ese, cuando escucha el contenido de lo que está diciendo: «Fuentes del Ministerio de Magia aseguran que no hay ningún ataque pero una cuadrilla de personal de mantenimiento mágico pasó a la carrera hace apenas unos minutos y un viejo trabajador que formó parte de esas huelgas de hace muchos años nos dijo que eso solo sucede cuando ocurren grandes desastres dentro del establecimiento...» La transmisión no concluía allí. Un muchacho corpulento de piel clara se había acercado y le había obligado a bajar el telefóno de manera que la cámara veía hacia el suelo. La bruja no se rindió y siguió transmitiendo luego de una conversación en voz baja. «Bueno, este "amable" auror nos está indicando que debemos retirarnos del perímetro. Quién supiera por qué, porque se supone que no ha habido ningún ataque y no debería haber motivos para desalojar civiles. Mis queridos Saters, se despide de ustedes Sarah Clearwater, siempre poniéndolos al tanto de lo más entretenido del mundo mágico y no mágico...» Catherine apretó el botón principal para que la pantalla volviera a negro. Richard no se inmutó. —Solo puede haber sido la presencia de algún mineral, de otro modo la Marca Tenebrosa ya estaría sobre el cielo ministerial o habrían realizado un llamado —masculló la bruja mirando hacia mí, refiriéndose a un patronus— ¿Crees que sea uno como el nuestro? Richard seguía observando a través del microscopio. Su voz sonaba algo cascada cuando habló. —Lo dudo, no vi agua, inundaciones o niebla —su réplica fue seca y tajante. Catherine suspiró. Todos allí pensaban lo mismo: ¿quién había sido lo suficientemente bobo como para revelarse a sí mismo de esa forma y poner en peligro el anonimato del resto al forzar la mano del ministerio? Lanzó entonces el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos y el anillo detector de enemigos hacia Melrose. La muchacha no tardó ni medio segundo en ponérselos y asegurar el resguardo de los tres bajo éstos. Ella misma, se caló su monóculo de la claridad y estuvo un buen rato mirando el tubo de ensayo de cerca. Luego, hizo un gesto hacia Richard, que ya había dejado de examinar la muestra. —Creo que le están creciendo protuberancias. El brujo se aproximó intrigado. Aún para Melrose, cuya vista era solo agudizada por sus sentidos de licántropo, era evidente que era como si ese pequeño trozo de alga se estuviera ramificando. Richard hizo eco de sus pensamientos. Catherine no estaba tan segura. —No, es más bien como si cada pequeña parte intentara alcanzar algo ¿Dónde era que estaba originalmente el tubo? Richard señaló la gradilla y colocó el tubo tal y como había estado antes. Catherine notó entonces que las protuberancias iban en dirección al subterráneo, en la misma dirección que eso que Richard había dejado refundido en lo profundo de ese pozo, tapado ¿qué significaba eso?
  25. Melrose Moody – Finalista – Oceanía En compañía de Catherine y Richard Moody. Residencia de los Moody en Luss. —¿No deberíamos llevarlo con la UNESCO? Han estado pasando comerciales por televisión toda la mañana sobre lo importante que es para la humanidad... El puchero de Melrose no es nada para Richard. El mago la observa por encima de su matraz como si estuviera viendo a un gusano. —¿Que no has aprendido nada hasta ahora? —el brujo suspira sin poder evitar su exasperación— El Ministerio de Magia tiene infiltrados, jamás investigarían esto de manera desinteresada. Y si piensas que los aurores y los del departamento de accidentes son codiciosos, deberías conocer a los perros de Scotland Yard. Richard niega con la cabeza. El mineral permanecerá con los Moody. Él sigue dedicándose a revolver el matraz mientras observa a través de sus antiparras. Adentro, se encuentra el agua del pozo que habilitaron para contener el mineral. Richard había insistido en que fuera instalado en el nuevo subterráneo que atraviesa una senda recta entre las cercanías del lago y la residencia de los Moody. El pozo se había construido a la velocidad de la luz, recubierto con piedra pulida, argamasa y hechizos para hacerlo completamente hermético; en él, había una cantidad decente de agua de lago. Estaba en una habitación oscura, habilitada de última hora, discretamente cubierto. La esfera reposaba en su interior, desprendiendo un brillo apenas notorio que coloreaba el fondo oscuro; la ropa con la que Mel lo había envuelto también reposaba en su base: se había tornado en agua luego de ser colocada dentro del pozo y era de una consistencia particular. Unas diminutas algas reposaban en ella y Richard había tomado un poco de ellas con unas pinzas, para examinarlas. Estaban dentro de un tubo de ensayo allí mismo. Mel no estaba segura de los procedimientos ¿era lo que se suponía que tenía que hacer con ese elemento? Seguía pensando en la serie de túneles que había tenido que atravesar de camino hacias las profundidades de ese jardín en donde brillaban el grupo de esferas: el cómo todos los túneles parecían conducir hacia ese centro, el agua que había horadado por siglos casi como si se sintiera atraída a dirigirse hacia allí. Ella no había tenido forma de saber que la superficie de la tela sobre la que había envuelto su esfera terminaría convertida en agua. Todo en ese planeta también había estado cubierto de ese elemento y no había forma de escapar de él hacia una superficie: era como si el planeta mismo la hubiese tirado de vuelta hacia el fondo. Richard lo llamaba mineral y Mel no estaba muy segura de que lo fuera. Sabía que había minerales de consistencia líquida pero ¿uno que transfiguraba las cosas en líquidos? Si es que así podía llamarse a lo que había hecho. Esas algas tenían que haber surgido por el mineral también, de eso no había duda. Además, no estaba segura cómo era que averiguar su consistencia iba a ayudarlos en algo. Richard estaba seguro de que sí y Mel solo seguía pensando en ese pozo subterráneo, la habitación de paredes cuadradas dentro del cual se encontraba, la escasa luz y todo ayudaba en su sensación de claustrofobia. Encima estaba el asunto de que Richard no había dicho una sola palabra respecto a cómo le había ido en ese lugar de ensueño que había visitado. La había llamado tierra de las posibilidades y de la razón por la cual volvió de allí con las manos vacías no había dicho nada. Mel sospechaba que algo malo había sucedido ¿tal vez una pérdida de control? De todos modos, no hacía preguntas y como consecuencia, estaban ahora en la cabaña de las pociones que se encontraba en el patio de la residencia de los Moody en Luss, intentando dilucidar la consistencia de lo que antes había sido parte de su ropa y la envoltura de la esfera. —Ehm... ¿algo para comer? Catherine apareció en la puerta con una bandeja llena. Tenía su apariencia habitual con vestido, botas y sombrero, toda de negro. Mel, que ya empezaba a entender un poco mejor las apenas distinguibles emociones de su rostro, notó que estaba preocupada. Tomó un dumpling más por inercia que por verdadera hambre y le dio un mordisco. Luego de echarle un par de ojeadas al matraz, el brujo lo dejó reposar y tomó la muestra que había dejado caer del gotero para examinarla bajo el microscopio. Mel suspiró ¿no sería más fácil observar el agua con unos anteojos alfa o un monóculo de la claridad? Incluso unos omniculares.
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