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Thomas E. Gryffindor

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Todo lo publicado por Thomas E. Gryffindor

  1. Pese a que Thomas aún no cursaba el conocimiento de "Idiomas" en la Universidad; el español le sentaba muy bien, en especial por el nexo que éste conservaba con los comerciantes latinos, y también con los mercaderes chinos para el traslado de los productos y repuestos que se utilizaban en la Vulcanización. Pero tras escuchar un par de quejas que la monja de telas brunas pronunciaba en contra de su aparato de telefonía, sonrió con satisfacción al corroborar que ésta manejaba el inglés, aunque la corriente "gringa" estaba repleta de modismos e informalidades en comparación con su natal británico. -Perdone madre... ¿Está usted bien?- consultó Gryffindor con caballerosidad, al mismo tiempo que una de sus manos se posaba en el hombro de la anciana que aparentaba unos ochenta años. |De salud muy bien, hijo; con el favor y la gracia de Dios nuestro Señor... pero este juego me tiene descabellada. Verás que se me ha escapado un variocolor que no tenía, aunque le lancé bayas doradas desquiciadamente, tal y como los herejes paganos cuando querían lapidar a María Magdalena al centro de la plaza| respondió la humilde mujer, sonriendo con el rostro lleno de arrugas, las que simpatizaron a Elros a tal punto de querer tomar más confianza. -Madre... Yo soy estudiante de teología... y bueno, una de las corrientes de la cátedra tiene que ver con el misticismo; arte que está muy conectado con la fe que usted profesa ¿No es así? Le puedo preguntar... ¿Qué piensa usted sobre la historia de Adán y Eva? Cree en verdad que el diablo se personificó en una serpiente parlante que tentó a la mujer para que ésta comiera la manzana y así se originase el pecado?- cuestionó el pelirrojo, esperando que la abuela respondiera con serenidad y calma. |Es un relato muy antiguo, hijo lindo... pero a la vez entrega una moraleja muy interesante que no nos deja tan bien paradas a las que llevamos el género femenino en nuestras venas. El demonio, desde el comienzo de los tiempos, se ha transformado en varios seres y criaturas con el afán de perturbar la mente del hombre y así alejarlo de Dios. Tal vez, Eva fue la primera en pecar... pero todos lo hacemos, querido niño... incluso yo| empezó relatando la monja, mientras dejaba que su celular se perdiera entre sus oscuras prendas. |A mí, personalmente, una vez se me apareció una enorme bestia que parecía ser un rinoceronte, pero no lo era... Tenía un gran cuerno y relieves muy extraños tras éste... que brillaban como el fuego del infierno. ¡Era Satanás! No lo dudo... Entonces me arrodillé... Sí, me dejé caer al piso y oré... supliqué con los ojos cerrados que el diablo se fuera y me dejara en paz... y cuando los abrí... ¡Puff! ya no estaba| añadió la mujer; sembrando en el animago una duda que, obviamente, no se la diría; pues la única explicación que tenía era la que vinculaba a la fornida criatura con un erumpent. -¡Uf! ¡Vaya episodio! Me parece que ha tenido experiencias muy "paranormales" en su vida, madre. Usted... ¿Usted cree en los fantasmas? O sea en los espíritus errantes- volvió a preguntar el fenixiano, captando la atención total de la religiosa. |¡Claro! Son los muertos que han quedado en el limbo... con asuntos pendientes... en el purgatorio limpiando sus almas. Algunos son buenos... y otros son malos. Debes de conocer las historias de exorcismos mediados por sacerdotes del Vaticano, y todas esas cintas de cine que han filmado con los años. Es un tema muy extenso, hijo... espero haberte ayudado en algo con tus inquietudes. ¡Que Dios te bendiga!| Y así se despidió la devota de Cristo, acariciando los ondulados cabellos del muchacho que no apartó su mirada de la anciana hasta que su silueta se perdió entremedio de la muchedumbre que caminaba en masas por todo el parque. -Son todo un misterio estos muggles... ¡Vaya! Algunos crédulos y otros ajenos a nuestra realidad... buscan explicación para todo, ya sea infundada en la fe como también en sus convicciones personales- hablaba en solitario el paladín, siendo observado por algunos pocos que le veían como a un "bicho raro" sentado solo en aquel banco de madera. Ya sin nada más que hacer y habiendo recolectado suficientes testimonios como para exponérselos a su profesora; Thomas se encaminó hasta el sector de los baños, introduciéndose en una cabina donde utilizó la aparición con el propósito de regresar a los terrenos de la Universidad londinense que tan bien conocía. -¡No todos, Athena!- exclamó el nigromante luego de cruzar, una vez más, el umbral de la sala de clases. -Sí... los niños viven en una ilusión creada por sus sueños; pero también la gente adulta mayor entrega una sabiduría mucho más satisfactoria que también está enmarcada en realidades fantasiosas. Los muggles lo catalogan como delirio... demencia; pero yo diría que simplemente observan con mayor cuidado lo que para nosotros es cotidiano... el mundo mágico. Ya sabrás lo que me dijo una anciana, que además es monja- refutó hacia la griega, para posteriormente centrar su atención en la docente. -Alessandra... respondiendo a tu pregunta final antes de haber partido a terreno... No soy partidario de dar a conocer nuestro mundo. ¡Es nuestra identidad! Los muggles viven con otras necesidades... andan ajetreados por las calles, son hijos de la tecnología y del estrés. Sólo causarían daño a nuestro entorno... nuestra burbuja. No confío en todos- concluyó el legilimago un poco eufórico.
  2. Tal y como lo pensaba Elros, Athena no tardó en complementar la información acerca de las diversas infracciones de la cláusula que guardaba relación con las criaturas y seres mágicos; y no quedando satisfecha con demostrar cierta erudición con la temática, la griega agregó un par de preguntas que instauraron un manojo de dudas en la mente un tanto dispersa del joven pelirrojo que odiaba memorizar tantas leyes. -Creo entender que eso de los castigos bajo la mira de la Confederación Internacional de Magos es...- fue lo que alcanzó a pronunciar el muchacho; debido a que un hombre de orbes avellanados y esencia que olía a "perro mojado" ingresó al aula, obviamente pidiendo las disculpas del caso ante la impuntualidad que no pasó desapercibida por todos los allí presentes. -Buenas noches- susurró Gryffindor hacia Rouvás; claramente haciendo un comentario mal avenido sobre Kritzai. -Entiendo, profesora Rambaldi... que las criaturas también pueden ser... "sacrificadas" ¿O no? O sea... a modo de castigo cuando ocurre algún hecho grave que pudiese poner en peligro la vida de un muggle- musitó el animago mientras la docente sacaba tres objetos del cajón del escritorio que estaba en la sala; cosas que eran conocidas por Thomas y que no tardó en atribuirle un carácter ligado a los trasladores, sobretodo después de la tarea que Alessandra les encomendó. Tras ver que la directora (ahora su nueva jefa) se ponía en marcha; Elros se aproximó hasta la profesora y cogió la lata de "Coca-Cola", siendo absorbido por una energía que lo materializó atrás de un arbusto en lo que parecía ser un enorme y frondoso parque. <<"Grant Park"... Chicago>> era la frase que se podía leer en uno de los carteles que el veinteañero logró divisar a lo lejos; percatándose que se encontraba en Estados Unidos y que, para el colmo, no estaba solo. Otras pancartas se titulaban: "Pokémon Go", "Go Fest" y "Check-In"; tantos nombres extraños y dibujos animados que sólo Voldemort podría haber concebido en su lúgubre y retorcida consciencia. -¿Dónde estoy? Nunca había visto estas criaturas mágicas en mi vida... Me imagino que el Concilio algún día las llevará al Magic Mall- pensaba el fortachón en voz baja, haciendo notar la falta de cultura y conocimiento en su rostro, ya que un niño (de al menos diez años) se le acercó con un aparato electrónico en sus manos. |¿Dónde está tu celular? ¿Escaneaste el código QR del evento?| consultó el nene que tenía su cabello amarrado con un par de ¿orejas? amarillas que terminaban en color negro. -Ehh no sé a qué te refieres... pero yo creo que sí, o no podría haber ingresado ¿Verdad? Pero... ¡Espera! No te vayas jovencito... necesito consultarte algo... ¿Crees en los animales fantásticos?- preguntó Elros al menor de edad; el cual le miró con cierta curiosidad innegable, aunque no tardó en contestar. |Pues claro, güey... Celebi es el mejor de todos, pinche cabrón... ¡Que tengas buena caza! Adiós| y así se despidió sin nada más que decir; dejando a un Elros absolutamente sumergido en la ignorancia y con un "tic" nervioso que no pudo controlar hasta que una señora obesa le habló por la espalda con un chillido agudo que no parecía ser muy simpático ni amigable que digamos, sino más bien "comercial". |¿Necesitais una recarga?| inquirió la españolada mujer, exhibiéndole otra cosa portátil que parecía ser el sustento de energía del objeto que todos los individuos portaban mientras caminaban; realmente parecían un grupo de fenómenos familiarizados o extraídos de una secta de fanáticos religiosos en búsqueda de algún ritual satánico. -No, no, no es necesario... muchas gracias de todas maneras... aunque para serle franco, estimada... me gustaría consultarle sobre su creencia en mitos y leyendas ¿Conoce alguna?- cuestionó Gryffindor con una tímida sonrisa plasmada en su cara; la misma que se desfiguraba con cada segundo que transcurría mientras la señora rascaba su barbilla. |Os debo confesar que siempre me ha molado la historia del caballo de la laguna de Vacaras en Andalucía... Contaba mi abuela que se trataba de un hermoso corcel blanco con grandes alas que fue atrapado por dos hombres... pastores ilusos que le montaron y salieron despedidos por los cielos con el animal... Me cago en la pu...| fue lo que pudo relatar la gorda, ya que otro "rellenito" llegó a su lado y se la llevó con la consigna de que había un "Unown" en un "cebo" y que debían atraparlo. -¡Por Merlín! Estos muggles están todos locos... pero quizás lo que ha narrado esta mujer se conecta con los abraxans o los aethonans... ¡Insólito!- exclamó Thomas sorprendido mientras caminaba por el parque; hasta que finalmente se sentó en una banca donde descansaba una... ¿monja con celular?... Extraordinario.
  3. -Hazle caso a Athena, Brahmsy... Será mejor que saques a Day de mi oficina... o yo no responderé de mis actos si vuelve en sí con preguntas tan incómodas como las que acostumbra a hacer cuando está intrigada- gruñó Elros sin despegar su mirada esmeralda del rostro impávido e inexpresivo de su secretaria; tratando de proyectar su rabia hacia ésta; mismo sentimiento que ya se había apaciguado al corroborar de que Rouvás tomó los tests con obediencia luego de su decisivo asentamiento con la cabeza. Transcurrieron un par de minutos en silencio luego de la salida de la recepcionista del salón junto al pequeño elfo; instancia que la griega aprovechó para comer el postre de manzanas con leche condensada mientras el pelirrojo revisaba un par de pergaminos que yacían sobre su escritorio, papeles que se rotulaban "facturas vencidas" y que debía estudiar con calma. -Ehhh... Está bien, Bonis... Es lo mejor que puedes hacer para matar esta incertidumbre. Sabes bien donde está el baño ¿Cierto? Ehhh... eso- atinó a responder el chico de cabellos ondulados, pues estaba ansioso y a la vez preocupado sobre el eventual resultado de la muestra de orina que Rouvás se tomaría para comprobar sus teorías acerca del supuesto embarazo. <<No creo que salga positivo... no debería serlo... ¿Cierto? Ehh... yo no puedo ser padre en esta época... Eso cambiaría todo el futuro. Yo no... es imposible que yo...>> eran los pensamientos que afloraban en el muchacho mientras caminaba nervioso de un sitio para otro. -¿Si?- contestó al llamado de Athena, sintiendo su agitado respirar tras ingresar a la oficina; no tardando en dar la media vuelta con el afán de mirarla directamente a sus ojos azules. -¡Qué! Entonces es cierto... Seremos padres. No cabe duda. Salieron positivos... Vamos a ser papás, eh... Vaya, no me lo esperaba- fueron las primeras palabras del paladín de La Orden, sintiendo varias punzadas en su estómago y un entumecimiento general del cuerpo que cualquier medimago de San Mungo le hubiese atribuido a un episodio de hipotermia. -Ya, ya, ya... Tranquila. La llegada de cualquier niño es una bendición, amor mío. Sabremos cómo afrontar esto... Los dos... juntos. Tenemos que ir al CCU para que te hagan un chequeo completo... ver cuántos meses tienes y si el bebé está bien- agregó estando a una proximidad que no era necesario un tono alto de voz, sólo susurros que ella oiría sin inconvenientes. -Tu padre me va a matar cuando se entere de que te falté el respeto, Athe...- finalizó tras unirse a ella en un cálido abrazo, demostrándole de que no estaba sola en esto y que asumiría su responsabilidad por completo.
  4. Leyes Mágicas era el nuevo conocimiento que el pelirrojo deseaba aprender, y también incorporar a su muy abultado currículum que ya pesaba bastante desde hace un tiempo hasta ahora; especialmente por todas las habilidades y las sapiencias ancestrales que el muchacho había adquirido de la mano de los Arcanos y Uzzas. No era un tema sencillo para Elros, sobretodo porque había tenido que leer bastante el Estatuto cuando estuvo a cargo de uno de los antiguos departamentos del Ministerio; y eso (bueno, a cualquier adolescente) le agobiaba lo suficiente como para querer salir corriendo de las aulas universitarias, de la misma forma que huyó (mentalmente) cuando se enteró de que sería padre en cuestión de meses. -Pensándolo bien... será mejor que no me presente. Son pocos galeones a perder... ¿Qué crees Brahmsy?- consultó el fenixiano a su elfo; el cual permanecía frente a la puerta de su alcoba, observándole mientras su amo tomaba desayuno sentado a los pies de la cama con la bandeja que recientemente le había subido desde la cocina del hogar de los Gryffindor. |Usted sabrá lo que hace, Señor... Brahms no puede influir en sus decisiones ni tampoco incentivar su vagancia| respondió el pequeño, sonriendo por lo bajo. -Tienes razón... Tendré que ser valiente y enfrentar esta... ¿Batalla? ¡Merlín! Leyes Mágicas con Rouvás justo ahora... ¡Bah! ¿Quién me mandó, eh?- gruñó con un trozo de pan en la boca, que por poco se atasca en su garganta de no ser por el zumo de naranjas que bebió con prontitud con tal de hacer correr el bolo alimenticio hacia su estómago de recorrido infinito, según le reprochaba su novia. Con una sudadera azul que llevaba estampada a las mismísimas reliquias de la muerte en el centro, jeans oscuro y deportivas níveas; el veinteañero se precipitó a descender las escaleras de la mansión de sus padres, cogió sus gafas de sol y un jockey que estaban sobre la mesa de arrimo a la entrada del vestíbulo, y salió hacia los jardines delanteros hasta envolverse en una niebla blanquecina que se lanzó por el cielo despejado de aquel día de verano rumbo a los terrenos de la Universidad. El joven sabía, de antemano, que la griega no era muy puntual que digamos, así que optó por esconderse detrás de un árbol hasta que la viese pasar hacia el salón donde Alessandra les estaría esperando, según en pergamino que ésta envió a través de un trueno muy peculiar. Y así fue, la rubia pasó casi corriendo por encima suyo (sin verle) con una mochila muy infantil a cuestas; por lo que Thomas dejó pasar un par de minutos antes de subir al encuentro de su nueva cátedra. -Debe ser aquella que habla sobre la responsabilidad de ocultación, atención y control de las criaturas mágicas, señorita Rambaldi... Añadida en 1750- se explayó el animago mientras ingresaba a la sala y tomaba posición en el pupitre más cercano a Athena, a quien saludó con una sonrisa seductora y un guiño, algo torpe, de su ojo izquierdo (pues ya se había quitado las gafas brunas en el trayecto al asiento).
  5. -Shhh... silencio, Bonis. No es el momento más adecuado para discutir- respondió el animago a los dichos de su novia ya recuperada del sorpresivo desmayo; realizando una sutil mueca en dirección a la posición donde estaba Misty, la que por poco se atraganta con su propia saliva tras el asombro de la noticia que "creyó" escuchar bien. -¡Hey! No es lo que usted cree, señorita Day. Athena está con unos desbalances de... ¿azúcar? Sí, eso... azúcar. Es por eso que tiene que comer cosas dulces, pues su glicemia está muy baja. Está propensa a desvanecerse y... y golpearse muy... sí, muy... MUY fuerte ¿No es así, amor?- trató de improvisar el adolescente, al mismo tiempo que sonreía con una ligera culpabilidad que hizo dudar, aún más, a los necios oídos de la secretaria del taller mecánico acerca de la veracidad de sus palabras . |Señor Gryffindor, usted no es quién para negarle el derecho de ser madre a una mujer. ¡Qué poco hombre es! ¿Ahora hará abortar a su novia? Con la fama de conejo que tiene su padre... dudo mucho que...| alcanzó a blasfemar la bruja; pues Elros rápidamente había desenvainado su varita de pirul con tal de intimidarle al apuntarla directamente al rostro. -¡Cállate! No te tomes atribuciones conmigo. Confianzuda- gruñó un apoderado veinteañero, en el preciso instante en que su arma brilló con fulgor zafíreo y se transformó en un cayado azul majestuoso. |Ah... y además es violento contra las mujeres, eh. ¡Femicida! Mañana mismo iré a los tribunales del Ministerio a interponer una demanda en vuestra contra... y dejaré constancia sobre las atrocidades que usted pretende con esta pobre mujer y su bebé en camino. ¡No se salvará de Azkabán! ¡NO ESTA VEZ! Le juro por la memoria de Albus Dumbledore que sus crímenes van a ser noticia en El Profeta... ¡PORTAD...| fue lo pudo gritar la rubia; debido a que Elros ya había conjurado un poderoso "Obliviate" con apoyo de su Vara de Cristal, efecto que le desmemorizó desde el segundo previo a que oyese el llamado de auxilio que su patrón le realizó minutos atrás. |Señor... Brahms ha comprado lo que usted le pidió... los test de... "glicemia" de la señorita Rouvás. Brahms no quiere saber los detalles, amo... pero me preocupa que la señorita Day...| dijo el elfo. -¡NADA!... la señorita Day, nada... Brahmsy. Mírala... parece un zombie con crisis de ausencia ¡JaJaJa! Luego despabilará... Es por eso que... Athe, toma los test y anda al baño. Tú sabes bien lo que tienes que hacer- expresó el pelirrojo, incentivando al pequeño sirviente (con un gesto con la mano) para que le tendiera los objetos a la griega antes que la odiosa recepcionista volviera en sí.
  6. -¿Y las manzanas?- dijo tímidamente el pelirrojo, casi haciendo un puchero de niño mimado con los labios, mientras le ofrecía el postre a su chica con ambas manos extendidas sosteniendo el "antojo" que acababa de traer Brahms. Pero lo que Elros no logró percatarse del todo era que la griega no se sentía bien, es más, estaba at portas de sufrir un desmayo de aquellos que les vienen a las embarazadas luego de un bochorno no premeditado. -¿Te... ¿te sientes bien? Athe... Athena... ¿qué es lo que te sucede, mujer?- preguntó con extrañeza, aproximándose hasta ella justo en el segundo preciso en que sus piernas flaquearon (más de lo normal) y se desvaneció en sus musculosos brazos que alcanzaron a sostenerla a tiempo, antes de que la fenixiana se hubiese ido al suelo. -¡Hey! Bonis... no me hagas esto ahora... ¡Despierta! Vaaamos... esto no es gracioso. Si es una broma... ya basta, eh. ¿Dónde están las cámaras?- era lo que Gryffindor verborreaba acorde a los nervios que experimentaba, sin saber qué hacer en situaciones así. Tanto fue su nivel de desesperación al ver que Rouvás no reaccionaba (tras golpear sus mejillas con "sutileza"), que optó por llamar a Misty de un único grito que se escuchó en todo el Callejón Diagón; claramente siendo una pésima idea. |¡Merlín Santo! ¿Qué fue lo que pasó, patrón?| gritó Day con las manos en la boca y los ojos abiertos como platos de asombro tras cruzar el umbral de la puerta del despacho del animago; lanzándose de inmediato entremedio de ambos enamorados con el afán de tomar el pulso y sentir la respiración de la rubia. -No lo sé... Sólo estábamos discu... hablando temas importantes para ambos... Ella se paró, dijo que necesitaba un poco de aire... y ¡PUFF! se vino a piso tal cual borracho se cae al licor. No tengo la culpa, eh... Así que no me mires así y haz algo- exclamó Thomas mientras le brindaba un poco de viento fresco a la "posible embarazada", a través del movimiento de su mano diestra que imitaba el vaivén de un abanico. |Es evidente, señor... que esto no fue una plática cualquiera. ¿Qué es lo que me esconde?| musitó la cizañera secretaria, al mismo tiempo que cogía un vaso de agua (que yacía sobre el escritorio de la oficina) y se lo arrojaba a "sangre fría" en el rostro a Athena. -Pe... pero, ¿quién te crees, eh? No vengas aquí a...- fue la entrecortada frase del joven; debido a que el diálogo se interrumpió por dos sucesos: el arribo inesperado del elfo con los test en la mano, y el "supuesto" despertar de la bruja, que parecía estar volviendo en sí.
  7. Nick: Thomas E. Gryffindor ID: 113082 Conocimiento: Leyes Mágicas Nivel de Magia: XXXVII (37) Link a la Bóveda: N° 93543 Link a la Ficha: N° 93537
  8. |Todo está en orden, amo. Brahms se ocupó de vuestro equipaje y dejó todo en su lugar| respondió el elfo antes de desaparecer a través de un chasquido de dedos y una sutil venia general hacia todos los presentes en la sala; lo que impulsó a Elros a querer subir a su habitación para descansar un tanto de su ajetreada vida universitaria. -No es necesario, niños. Espero ver a su madre pronto- respondió Gryffindor a los mellizos, una vez que estos se abrazaron a Hannity, siguiéndole la travesura que, dentro de todo, no le caía muy en gracia al joven. -Nos vemos en un rato. Voy a mi pieza para tomar un baño y cambiar mis ropas. Con su permiso, chicas- agregó sonriendo, fijando su mirada esmeralda en Arya; la misma que permanecía en silencio desde su llegada a la mansión. Fue así que el animago subió las escaleras del hogar de sus padres, hasta que sus pies quedaron de frente con la puerta de su alcoba; dudando en abrirla (por unos segundos que parecieron eternos) para no hallar algo nuevo en ésta luego de su ausencia. Pero no fue así; todo lucía tal como lo había dejado la última oportunidad, siendo obvio que Brahms se había encargado de mantenerla perfecta para su bienvenida. -Nigromante... Vaya, vaya... nunca pensé que crecería tanto- exclamó con una sonrisa a flor de labios tras lanzarse a su cama de espaldas, dejándose caer como si ésta fuese un cúmulo de plumas que lo recibiría como a un rey. -¡Vamos por esa ducha, eh!- exclamó con un grito, reincorporándose de un salto energético. Tras desprenderse de su vestuario, el apuesto adolescente ingresó a la bañera que lo esperaba con agua caliente y mucha espuma, como le gustaba desde siempre. Rozó su tonificado cuerpo con la esponja enjabonada, y restregó sus ondulados cabellos con sus dedos remojados en shampoo de manzanillas silvestres; sintiendo el aroma que se expandía por todo el cuarto mientras el amplio espejo se empañaba con el vapor. Al salir, secó sus partes pudendas y envolvió la toalla larga de algodón alrededor de su cintura (dejando entrever su musculoso torso); cogiendo una de manos para revolver su pelo pelirrojo idéntico al de su madre; cruzando el umbral hacia el dormitorio justo cuando sintió el golpeteo de su puerta en compañía de una voz muy peculiar. -Kyt... ¡Marabella! Gusto en verte, y mira... tu gemela oculta también está aquí ¿No es así?... ¿Qué es lo que pretenden ambas, eh?- consultó Thomas, apoyándose en el borde de una de las paredes laterales de la entrada, dándose la media vuelta. -¿Qué esperan? ¿Van a pasar? No tengo mucho tiempo... nos esperan para cenar allá abajo- añadió luego de sentarse a los pies de su cama.
  9. -¿Embarazada?- fue la palabra con que Elros terminó la frase que su chica dejó inconclusa tras ponerse de pie; viendo que ésta colocaba ambas manos sobre su vientre con el propósito de buscar alguna respuesta ahí, luego de que Gryffindor huyera de sus brazos como si un enjambre de abejas lo persiguiese. -¿Es eso posible? Tú me dijiste que te estabas cuidando ¿O no? Por eso yo dejé de usar los preser... A ver, espera... ¿Esto lo tenías planeado?- consultó el pelirrojo con el ceño fruncido, no dejando de observar a Athena directamente a los ojos. -No es que yo no quiera ser padre... es sólo que... o sea yo... no estaba en mis planes aún, Bonis. No quiero que te molestes conmigo por lo que te estoy diciendo... es que, no sé... no sé si estoy preparado para compartirte con alguien más, Athe. Sé que si somos padres... nuestros hijos van a robar mi lugar único en tu corazón- añadió con cierto pesar el muchacho; siendo verdaderamente egoísta con su forma de comprender una situación tan "diferente" para ambos. -Esa vez... cuando los dos estuvimos en ese sitio sagrado... hace un par de meses... ¿lo recuerdas? Creo que nos excedimos... Yo no pude controlar mi impulso... era como un frenesí... una droga. Sólo me detuve después que todo se apagó entre ambos. Tal vez, aquella oportunidad... no, no puede ser. No saquemos deducciones hasta que vayamos a San Mungo o al CCU- dijo un impaciente mago; el cual no paraba de rascar su nuca mientras caminaba de un lugar a otro en su oficina del taller mecánico. -¿Aún venden esos "test" en la droguería mágica que está a la otra cuadra de Gringotts? Sería bueno que partiéramos por ahí. Si efectivamente hay un bebé en camino... debieses tener cerca de tres meses de gestación ¿O no? Aquella oportunidad fue la única vez que no nos cuidamos del todo. Pero que no cunda el páni...- fue lo que alcanzó a decir, casi vomitando información (debido a sus nervios), porque su elfo apareció en la escena con una caja sellada que contenía el postre que Rouvás estaba deseando comer. |Brahms trajo lo que usted ordenó, amo. Brahms habló con la vendedora y le dijo que anotara el pedido a la cuenta de su amo. ¿Brahms puede retirarse?| preguntó el pequeño, percibiendo que algo raro pasaba entre los dos enamorados. -¡No! Brahmsy necesito que vayas a la farmacia y cojas uno de los... dos, mejor que sean dos, de los test de... el examen rápido de embarazo. Y no le digas de esto a nadie o te corto la lengua ¿Entendiste?- soltó Thomas enérgicamente, justo antes de que el doméstico desapareciera a través de un chasquido. -Puedes comerte el postre, Athe... Y vamos... dime algo, por amor a Merlín- exclamó.
  10. -Que Richard Moody jamás se entere de eso último que dijiste... creo que para él no sería bueno saber lo que te he celebrado por las noches antes de dormir desde que pasamos... como dos adorables conejos ¿No lo crees?- expresó el veinteañero con perversión en su mirada esmeralda, la misma que lució divertida al sonreír tras ver el gesto de envidia que Rouvás le dedicó con su lengua, tal como una niña mimada. Verdaderamente algo no encajaba del todo bien en relación a la salud de la griega; parecía estar somnolienta gran parte del día, dormía más de lo habitual y se quejaba bastante acerca de lo hinchados que llegaban sus pies tras horas de trabajo en Gringotts. No era que Athena fuese una mujer muy dedicada a sus labores antes, pero desde su paso por el Cuartel Auror no le recordaba con tanta fatiga y ansias de comer luego de un baño de tina caliente que a veces duraba horas encerrada, escuchando música, cantando y comiendo fruta con... ¿leche condensada?. -¿Otra vez? ¿Te has puesto a contar las veces en el día que comes esas cosas llenas de calorías? El otro día asaltaste la despensa de la mansión de mis padres... Tanis le fue con el chisme a todos... y mamá dijo "de broma" que tendría que poner llave a la nevera- comentó Elros, no sin antes aproximarse hasta el escritorio de su oficina, donde la rubia ya había tomado asiento en la silla giratoria. La fisonomía de Thomas únicamente denotó resignación, y luego de encaminar sus pies hasta detrás de la silla con tal de abrazar por la espalda a su chica y besar sus mejillas en reiteradas oportunidades en cortos intervalos de tiempo y de manera muy tierna; llamó con dos aplausos a su elfo doméstico, quien apareció de inmediato frente a ellos. |Lo que ordene, amo| respondió Brahmsy posterior a oír el mandado de Thomas; pedido que iba dirigido a una de las más famosas postrerías del callejón Diagón donde, obviamente, ya eran clientes frecuentes. -No comprendo tu fascinación por las cosas dulces... Yo prefiero unas ricas pastas italianas... sí, unos ñoquis caseros con salsa boloñesa y con esencia de albaca... y un tiramisú para finalizar... ¡Cosa más buena!- sin querer queriendo estaba cayendo en lo mismo que la nigromante, babeando como un bebé frente a una paleta de caramelo. Pero justo cuando estaba por sentarse en las piernas de Athena para regalonear, al girar la silla hacia el muro, Elros (inconscientemente) posó sus manos sobre el vientre de ésta, y un fugaz escalofrío se apoderó de él en un santiamén. -Q... ¿Qué es lo que tienes ahí, amor? Algo... algo me transmitió un pensamiento a través de Legilimancia... ¿Hay algo ahí?- exclamó el animago al dar un salto que por poco lo deja pegado en el techo de la estancia, sin dejar de apuntar la barriga de Rouvás.
  11. -¡JaJaJaJa! Eres más débil de lo que creía, señorita de los tobillos frágiles. Si un cuerpo trabajado como el mío te es problema... Mmmm... Bueno, tendremos que comenzar a ir más a McDonald's. Unas cuantas hamburguesas y papas fritas serán más que suficientes en vez de mi yogurt con avena y fruta por las mañanas- expresó el fenixiano, sonriendo con picardía ante las miradas juguetonas de su chica; las cuales tenían una única finalidad, que obviamente conocía muy bien Gryffindor desde el tiempo que ya llevaban juntos. -¿Malas pulgas? ¡Já! Aquí la única que tiene el genio raro y cambiante es usted, rompes mi "cocoro" cada vez que prometes cosas y no las cumples, "malis"... Aunque debo admitir que tienes razón en el punto del buen dormir que comparto con mi dragón, ya que en el último tiempo tengo a alguien que ronca mucho a mi lado por las noches- bromeó el aventurero animago mientras le guiñaba su ojo izquierdo a la griega; quien retrocedió hasta el escritorio de la oficina, con un titubear que no pasó desapercibido por el joven de cabellos rojizos ondulados. -E... espera, Athe. ¿Estás bebida?- preguntó a "rompe-huesos", debido a que aquella actitud tan osada en Rouvás no la veía muy a diario; menos ahí, donde era más bien "recatada" y desconfiada. Con aquel comentario sarcástico, el ambiente se tornó tenso; transformándose el "Ven aquí, Gryffindor" en un gesto con la mano (de parte de la nigromante) que le indicaba que no se aproximase. Parecía un poco ofendida, pero ni ella misma conocía del todo el real estado por el que su cuerpo estaba pasando; le era ajeno, poco familiar, y algo nuevo que no todas las mujeres optaban por pasar en alguna etapa de sus vidas. -No... no quiero sonar alarmante, amor... y tampoco deseaba molestarte. Sé que no eres buena para beber, y por eso mismo cuando lo haces... pues, no tienes mucha tolerancia que digamos. ¿Has salido con alguien a pasar el rato? ¿Con tu prima? ¿O es que Kyttara te anda dando clases de hábitos alcohólicos a tempranas horas del día?- añadió Elros, esperando sonar un poco más divertido con la última frase que culpaba a su hermana. La mirada de Athena lucía distinta; sus ojos, tan profundos como el océano más azul del mundo, parecían brillar con un resplandor muy singular; sus caderas estaban más anchas que de costumbre, y sus pechos... oh sí, sus pechos se marcaban más acentuados que nunca. -¿Desde cuándo no vas al medimago?- cuestionó levantando una de sus cejas con extrañeza, mientras apoyaba su vasta espalda contra la pared.
  12. -¡Claro que sí! También te extrañé... aunque estaba más preocupado por saber cómo estabas después de la prueba de vinculación con la habilidad en la pirámide. No pudimos hablar mucho con Báleyr ahí... entremedio de los dos; aunque también es cierto que esas instancias son bastante "personales"... pero... me moría por entrar a tu reto para ver si necesitabas ayuda con algo... te demorabas demasiado en salir ¿Todo bien?- preguntó Gryffindor con una cuota de ansiedad inevitable en su expresar, pero Athena le dejó hablar brevemente al colocar uno de sus dedos sobre sus carnosos labios con tal de que guardara silencio y velase por el sueño de Chimuelo. -E... espera, no creo que sea una muy buena idea ir para...- fue lo que alcanzó a susurrar cuando le cogieron de la mano y le condujeron hasta el pasillo principal que comunicaba la cueva con el cuadro que cambiaba de dirección las escaleras ocultas. -¿Ah sí? A mí también me has hecho mucha falta, y no es necesario que pongas esa cara para pedirme lo que gustes... Lo leo en tus ojos, amor- musitó el adolescente, arrinconándola con cuidado contra la pared rocosa; besando su cuello y rozando con su nariz cada zona comprendida entre la clavícula y el lóbulo de su oreja, causándole cosquillas que se transformaron en pequeñas risas que llamaron la atención de alguien que empezó a ronronear a sus pies. -¡Shere-Khan! Vete... déjanos en paz- exclamó Elros; incentivando a que el wampus se moviera y comenzara a frotar su cuerpo con las piernas de ambos jóvenes enamorados. -Te dije que no era una muy buena idea venir para acá, Bonis... Al gato le gusta estar aquí- suspiró, dándose por vencido; debido a que optó por agacharse un resto con el propósito de brindarle amor a su amigo, el mismo que se abalanzó contra él para lamerle con efusividad por todo el tiempo que habían permanecido separados. -Si viene Seraphina... tendrás que mimarla tú, Athe. Ella te adora ¡JaJaJaJa!- sonrió el fortachón tras imaginarse una escena donde la griega se volvía "uña y mugre" con la serpiente cornuda, ocasionando que un fuerte rugido se oyese y retumbase en toda la cueva; la que se iluminó con una potente llamarada escarlata que se direccionó hacia ellos con el objetivo de calcinarlos. -¡Fulgura Nox!- vociferó Elros, invocando rápidamente un portal que los llevaría a salvo a su oficina en el segundo piso del taller mecánico; dejando que Rouvás y el wampus lo cruzaran primero antes que él, sintiendo que el calor ya les acechaba encima justo antes de desaparecer la brecha. -Por poco y nos rostizamos los tres... Chimuelo me las pagará- gruñó el animago al darse cuenta que su sudadera estaba en llamas por posterior; sacándosela de inmediato (quedando con el musculoso torso al desnudo) para así apagar el fuego con un efectivo Aguamenti que dejó una poza de agua que Misty tendría que limpiar en unos minutos más.
  13. -Lu... ¡Luna!- fue lo que logró balbucear el pelirrojo una vez que se separó del fuerte abrazo que su hermana le dio a modo de bienvenida, sintiendo la potencia descomunal que ésta poseía al ser una vampiresa; hecho del cual le sería muy difícil de acostumbrarse al estar habituado a tratar con simples humanos. -Es imposible olvidar tu rostro y tu simpatía tan... "espontánea", querida prima- respondió sonriendo en una primera instancia el muchacho, sin dejar de mirarle a los ojos para tratar de leer a través de ellos (usando la Legilimancia) y así enterarse de lo que estaba sucediendo en casa con la visita de Arya y las locuras de la celópata de Kyttara. -Lo más probable es que haya dado un golpe de crecimiento con tanta actividad física y vitaminas al día... pero Luna, eee... espera- agregó en vano el último vocablo de súplica, debido a que no estaba muy convencido de querer ir al encuentro de esas dos brujas, en especial porque tenía bastante hambre desde que salió de su prueba de vinculación. Pero no tuvo más remedio; su muy sociable hermana se había encargado de conducirle hasta donde estaba Macnair junto a una mujer que no era Kytta, y que creía no recordar tras hacer memoria en sus registros visuales, pese al parecido que era indudable. -Buenos días, Arya... tanto tiempo que no nos vemos ¿Y Ámbar?- consultó Gryffindor luego de saludarle con un beso en el dorso de su mano derecha, en señal de respeto y caballerosidad; percatándose de que Seintmontt e Ivannaly también estaban, y con bastante gracia en su semblante infantil. -¡Hola niños! ¿Dónde está su madre?- dijo a los mellizos, revolviéndole los cabellos. -Pareces Kyttara, pero no lo eres. No podrás engañarme a mí- le susurró al oído a la rubia (Hannity) posterior a besarle en ambas mejillas como saludo inicial; no sin antes clavar también sus ojos en los de ella, con el afán de investigar un poco más a fondo tras utilizar su habilidad mágica de lectura de mentes. -Soy Thomas... - añadió al separarse de la también chupa-sangre; sintiéndose un poco extraño al estar rodeado de razas muy distintas a la suya y que poseían cualidades fuera de lo cotidiano. -La verdad es que estoy un poco cansado. He estado bastante tiempo comiendo los alimentos de la Universidad... y pues... ya deseo algo de comida casera, eh. Pero antes me daré un baño y cambiaré mis ropas... ¡Brahmsy!- exclamó la última palabra tras aplaudir dos veces; provocando que un elfo muy peculiar apareciera entremedio de todos. -Pequeño... ¿Has desempacado mi equipaje? Subiré en unos minutos- continuó diciendo el veinteañero a la criatura; quien desapareció con un chasquido de dedos.
  14. Ya había transcurrido tiempo desde la última vez que Elros cruzó la enorme verja azabache con dicha aldaba con forma de león que tanto le gustaba desde que tenía uso de razón; debido a que su familia solía colocar aquel símbolo de su linaje en cuanto lugar pudiese, tal y como él mismo lo había hecho en su local comercial en el Callejón Diagón. No se había percatado de la hora ni tampoco deseaba sacar el reloj de bolsillo del interior de su capa de viaje, pues lo único que le importaba al muchacho era que ya estaba en casa y podría descansar luego de un largo período fuera de su hogar al estar cursando varias disciplinas en la Universidad, siendo Nigromancia su última adquisición. Cruzó con cuidado el sendero principal a través del camino de piedras que servían como medio protector para el césped y los árboles que tanto trabajo le costaban a los elfos mantener; hasta que sus ágiles pies subieron los escalones que estaban al comienzo de la fachada de la mansión custodiada por aquellas dos estatuas mitológicas que contenían un extraño y poderoso hechizo druida en su interior. Al aparecer en el vestíbulo, luego de cruzar la puerta de entrada; el pelirrojo colgó su capa en una de las tantas perchas de la pared lateral al umbral, quedando únicamente con un jeans oscuro, zapatillas níveas ligeras y una polera de mangas largas que rápidamente arremangó al sentir el calor proveniente de la chimenea que siempre se encontraba encendida en la sala contigua al recibidor de la residencia fenixiana. Las fotografías, los adornos y detalles... todo seguía tal cual lo recordaba Thomas desde que era un niño, aunque ahora al estar en el pasado, podía memorar cosas que antes (al ser un infante) parecían estar borrosas en su consciencia frágil que también quedó marcada por acontecimientos dolorosos que opacaban el brillo de la felicidad que trataba de irradiar a través de sus orbes esmeraldas, los mismos de su madre. Los sonidos y aromas provenientes desde la cocina le cautivaron de inmediato; ya que el animago sentía un hambre atroz que aún no podía ser compensada desde que retornó por el portal dimensional en la pirámide del Ateneo donde Báleyr le aguardaba para vincular el anillo de la habilidad de la resurrección que ahora lucía magnífico junto a los demás. -¿Annick? ¿Elvis? ¿Hay alguien en casa? Soy yo... Thomas- exclamó mientras conducía sus pies hacia el comedor, obviamente no queriendo llamar la atención de muchos, ni menos llamando a sus padres como "mamá" y "papá" respectivamente; debía resguardar su identidad el mayor tiempo posible, ése era el compromiso, incluso frente a sus propios familiares.
  15. Tras desprenderse de una ligera capa de viaje que había considerado llevar puesta pese al clima primaveral; Thomas se sentó detrás del escritorio de su oficina privada, observando algunos documentos que quedaron inconclusos desde la última vez que visitó su taller mecánico; algunos de ellos tenían relación con la adquisición de sus tres bestias que descansaban tranquilamente en la zona privada subterránea del local de Diagón. |Con permiso, jefe| fue lo que escuchó luego de unos tenues golpes en la puerta de entrada; dejando entrever que se trataba de Misty junto con el encargo que le solicitó antes de salir del vestíbulo de la Vulcanización. -¡Pasa! Por favor... Deja los papeles encima y te retiras. Tengo que firmar y validar algunos títulos para enviarlos a Gringotts y al Ministerio cuanto antes. No quiero que los funcionarios del Control de Comercio se pasen por aquí a fiscalizar y que no esté nada en orden desde mi ausencia, Day- expresó Gryffindor, finalizando su comentario con una mirada de sentencia que dejó a la bruja con los pelos "ondulados" de punta. |No se preocupe... pero, tengo que decirle que la señorita Rouvás está aquí. Deduzco que bajó a ver a la criaturas... pues no la veo aquí... a menos que... esté escondida debajo de su mostrador ¿O no?| respondió con picardía la rubia, queriendo insinuar algo que prontamente esfumó al percatarse de que al pelirrojo no le había caído en gracia tal nivel de patudez. |No quise ser... imprudente, señor. Mejor bajaré para poner en su sitio las fichas de los clientes. Hasta luego patrón| finalizó la mujer, sonriendo con malicia; saliéndose con la suya al querer incomodar al mago. -Estas mujeres, por Merlín... tan chismosas como siempre. No cambian, eh- gruñó por lo bajo el adolescente, leyendo por encima una nota que sobresalía del conglomerado de pergaminos y que se titulaba: "Extraños"; la cual en sus primeras líneas detallaba la visita de dos jóvenes a comienzos de Marzo en búsqueda de un galpón donde reparasen su automóvil averiado y que además le diesen información sobre la escoba voladora de modelo aún más raro. <<¿Nimbus 300?>> pensó el veinteañero mientras se rascaba la barbilla, la misma que ya dejaba asomar unos pelos rebeldes al no haberse afeitado en un par de días. Sin dar mucha vuelta al asunto y decidiendo que más tarde interrogaría a la despistada recepcionista de su negocio; el nigromante dirigió sus pasos hacia el punto exacto donde recitó la contraseña que cambió la orientación de las escaleras, conduciéndolo hacia la cueva de piedra volcánica donde su chica debía de estar. -Shhh... Aquí estoy. No grites- le susurró al oído a Rouvás tras taparle los ojos con sus manos al haberse aproximado hasta ella en absoluta discreción y silencio en el pasillo (pues Chimuelo dormía); y posteriormente le dio la media vuelta, le cogió por la cintura rodeándola con sus fuertes brazos y le plantó un beso apasionado que frustró cualquier intento de regaño premeditado por parte de la hermosa griega. -¿Me extrañaste amor?- le consultó.
  16. Ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que Thomas pisó las dependencias de su único local comercial en el Callejón Diagón; y pese a haber dejado a Misty a cargo de todo, el chico no podía hacer desaparecer una cuota de desconfianza ante las extrañas actitudes que la rubia recepcionista del taller mecánico tenía a diario a la hora de entablar una plática sencilla con clientes o con los mismos trabajadores que comenzaban a quejarse ante los salarios bajos que Gryffindor depositaba en sus bóvedas de Gringotts tras meses de deplorable actividad comercial en Londres, sin ninguna ganancia que le incentivase a negociar aumentos ni gratificaciones. -Buenas tardes señorita Day- fue el saludo que el pelirrojo le obsequió a la bruja oriunda de los pantanos de Louisiana luego de arribar al vestíbulo; percatándose de que la mujer no pudo controlar el asombro al verle, pues sus ojos (como enormes platos) parecieron desorbitarse por breves segundos antes de focalizar su atención para responder. |Hasta que finalmente se dignó a aparecer, patrón. No sabe cuántas cosas he tenido que pasar con...| fue lo que la secretaria alcanzó a decir mientras se levantaba de su escritorio; debido a que el animago había desenvainado sutilmente su varita de pirul con el afán de silenciarle a modo de "escudo protector" ante el mar verborreico que la partícipe del aquelarre de Coven le tendría preparado a su llegada con el propósito de hacerle sentir mal por su magnífica despreocupación. -¿Acaso no tienes nada mejor que hacer en vez de lanzarme improperios? No te das cuenta que podría ingresar alguien... vería todo el show que estás montando gratuitamente sin siquiera cobrar una miserable entrada- gruñó el veinteañero enaltando una de sus rojizas cejas. -Si quisiera... en este preciso momento te asesinaría, y luego de reviviría para volverte a matar... una y otra vez, y de diferentes maneras para que experimentaras todas las fuentes de dolor existentes en el mundo. Te tomaría del cuello y te lanzaría a un acuario lleno de tiburones... o mejor, te dejaría afuera de la mansión Malfoy con un bello letrero que rezara: "Me ofrezco de elfina doméstica... No acepto regalos" ¿Qué te parece eh?- musitó Gryffindor luego de acercarse al oído de la excéntrica fanática Stevie Nick; ocasionando que a ésta le temblaran las piernas a tal punto que no logró conservar su postura bípeda, desplomándose sobre el asiento detrás el mostrador. -Espero que no hayas matado de inanición a mis criaturas... o Chimuelo tendrá que conformarse con el atado de huesos en lo que te has convertido, Day... Ahora subiré a mi oficina, quiero que me mandes una lista con los quehaceres y una pauta con todo lo que ha sucedido en mi ausencia... He venido a quedarme... ¡Ah! Y no estoy para nadie ¿De acuerdo?- agregó Elros con seriedad en su tono de voz; para posteriormente perderse en el pasillo escondido (oculto tras un cuadro) que se activaba con la contraseña que solamente algunos pocos conocían, dentro de éstos... Athena Rouvás.
  17. <<La vida no es justa, Elros... pero siempre puedes hacer algo para remediarlo>> fueron las palabras que el muchacho recordó en su consciencia; frase que atesoraba desde aquella ocasión en que su tía Arabella se las susurró al oído luego de distinguir, a través del visillo del ventanal, los cuerpos maltratados y sin vida de sus padres tras la dura batalla en contra de los seguidores de La Marca Tenebrosa. Verdaderamente la madrina de Thomas poseía toda la razón; y ahora el pelirrojo tenía, entre sus brazos, el cadáver de la joven a quien amaba desde que era un simple mago principiante en la escuela británica de Hogwarts. Con sumo cuidado, el veinteañero volvió a dejar a Millie en el césped; y sin la necesidad de desenvainar su varita de pirul ni buscar, por los alrededores, objetos que le sirviesen para invocar un ritual similar al que Athena realizó con el afán de vincular su alma errante extraviada en el Inframundo; posó las palmas de sus manos a unos centímetros por encima de los pechos de la bruja, cerró los orbes y luego confió en su poderosa habilidad inculcada durante un largo período por el Arcano. -Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate...- fue lo que repitió el adolescente en tres oportunidades; sintiendo cómo un flujo de energía vital recorrió cada rincón de su propio ser hasta canalizarse en sus manos, conformando un puente espiritual que atrajo el alma de la recientemente fallecida, y la enlazó a su organismo mortal aún tibio ante el escaso tiempo transcurrido. -Spiritus mundi mortuos suscitate... Spiritus mundi mortuos suscitate- agregó con determinación tras sentir que su querida chica respiraba una vez más; logrando que la vinculación pasara a ser permanente y no temporal. |Elros... ¿Eres tú? Elros... ¿Qué demonios me ha pasado? Estaba en casa con mis padres y de pronto "chas"... hechizos por doquier impactaron en todas...- alcanzó a verborrear Diggory, debido a que el animago le abrazó con tanta pasión que le hizo perder el aliento, enmudeciendo. -Creí que nunca más volvería a sentirte, Millie... ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?- preguntó con preocupación Gryffindor luego de separarse, porque dentro de sí sintió que algo no andaba bien. Los dientes de la mujer lucían gastados, su pelo opaco sin brillo, las uñas largas y teñidas de una tonalidad amarillenta que sólo se camuflaba con la palidez aparente de su rostro y aquellas ojeras profundas que parecieran ser de un tipo con insomnio crónico. |Claro que sí amor... Estoy bien. ¿Cómo está tu familia? Tus padres y hermanas... Tus tías: Arabella, Mica... Sofía| consultó con aparente naturalidad la hechicera; siendo el último nombre la piedra angular que hizo a Elros dudar de que si efectivamente se trataba de Millie. <<¿Cómo puede ser posible que pregunte por su asesina? Ella la vio... Ella siempre fue celosa de Sofía>> se cuestionó el vidente. °Mátala, Elros... Asesínala... Y deja mi cuerpo ahí° fue la frase que remeció al miembro de La Orden; era como si alguien se la recitase al oído y le indicara lo que debía hacer. -Tú no eres Millie... ¿Quién eres?- le preguntó Thomas a la maltrecha mujer, poniéndose de pie alejándose de ésta, con la mirada clavada llena de extrañeza e incertidumbre. |JaJaJaJaJa Pensé que sería fácil engañarte con los recuerdos que aproveché de sacar de tu mente desprotegida... como un libro abierto ante tu sentimentalismo barato. Mi nombre es Morgana. La hechicera más poderosa de todos los tiempos... y he vuelto a la vida gracias a tu incompe... pero qué... ¿Qué has hecho?| gritó la temida usurpadora al finalizar su oración; ya que Elros se le había abalanzado con un trozo de vidrio en su diestra, enterrándoselo justo en el corazón. -No vivirás en este cuerpo que es templo de bondad, bruja... Vete al Infierno del cual no debiste salir jamás- culminó el pelirrojo, penetrando el arma aún más en el pecho de Morgana, atravesando su tórax mientras discurría sangre a mares. Con el puñal incrustado en el cuerpo de Millie; el escenario se volvió níveo, haciendo que todo lo que rodeaba al muchacho desapareciera y cegase su visión como si en un campo de neblina espesa se hallara. °Gracias... Gracias por intentarlo, Elros° Al abrir los ojos al mundo nuevamente; el adolescente se encontraba afuera del portal en medio de la sala circular donde Báleyr le esperaba con un semblante muy característico de un sujeto con años de sabiduría en su interior. -He logrado volver, maestro. Siento la Nigromancia viva en mí, pero...- se interrumpió el apuesto joven, pues necesitaba recuperar el aliento luego de enfrentar tamaña prueba. -¿Cómo fue posible, señor? Morgana se aprovechó de la ocasión y desterró el alma de Millie de su propio cuerpo para ella retornar al mundo de los vivos y así consagrar sus planes contra los "sangre sucia". Si no fuese por... si no fuera por Millie, yo no... yo no hubiese reconocido nada ante la emoción de haber consagrado una resurrección perfecta. Usted siempre tuvo razón, Báleyr... Somos seres vulnerables. Y he aprendido mi lección en la instancia más crucial donde este anillo no dejó de vibrar en señal de que no estaba solo... Usted siempre me guió. Gracias... Infinitas gracias, maestro- concluyó Gryffindor; realizando una venia de respeto hacia el viejo tuerto; percatándose, a su vez, que Rouvás aún no lograba arribar desde su portal.
  18. El fenixiano estaba próximo a consultarle a Báleyr sobre las nuevas directrices a seguir; cuando Rouvás hizo acto de presencia desde los escalones principales que daban acceso a la pirámide del Ateneo. Su semblante parecía cansado, y sus piernas lucían más "frágiles" que de costumbre; lo que impulsó a Thomas a acercarse sutilmente hasta ella con el afán de preguntarle cómo estaba, pero aquel intento fue frustrado por dicha encantadora sonrisa de Athena que le dio cierta cuota de confianza que hizo pasar por alto el nivel de incomodidad que sintió el pelirrojo en aquel instante crucial para la vinculación con la habilidad. -Comprendo, maestro- respondió Gryffindor a las primeras palabras que el noruego tuerto les dedicó; cambiando el antiguo anillo por el nuevo, el cual crearía un nexo aún mayor con el Arcano mientras se desarrollaba la prueba tras el portal. -Nos vemos... Athe, suerte- agregó luego de acariciar la cara externa de la sortija dorada con runas talladas en su interior; ingresando en aquella brecha temporal que le absorbió de inmediato, transportándolo a un universo que tal vez conocía o ignoraba en su mayoría. Cuando Elros abrió los ojos; su figura apolínea estaba frente a la morada destruida de la familia Diggory. Un molestoso aroma a quemado embriagó su sentido del olfato, los ojos le ardían con las cenizas levantadas, y una enorme humareda aún se vislumbraba desde el pequeño monte que separaba la casa del resto de Ottery; sitio donde un grupo de magos encapuchados lanzaban una oleada de maleficios en contra de las devastadas ruinas. Era como si el tiempo hubiese retrocedido... como si verdaderamente su cuerpo hubiera sido partícipe de la caída de los Diggory, y que no hubiese podido hacer nada para cambiar ni remediar todo. Las llamas se expandían por las vigas, bloques de concreto se desprendían desde los pisos superiores, y los ventanales estallaban en centenares de astillas de vidrio que ocasionaban fuertes explosiones, sobrecogiendo al estoico y avasallador carácter del joven hechicero. Aún le era fresco el aviso que Quinn, su elfo doméstico en el futuro, le comunicó; por lo que lo lógico parecía no estar acompañándole, pues en aquel segundo él no estaba presente ahí, sino que se encontraba junto a su familia en el ataque que se estaba llevando a cabo contra los Gryffindor; donde sus padres, Annik y Elvis, perdieron la vida. -Esto es tan confuso... Yo no debería estar aquí- musitaba Thomas agarrándose la cabeza con ambas manos, sintiendo una fuerte presión a la altura de ambos huesos temporales; originándose un episodio de jaqueca que le obligó a cerrar sus ojos por breves instantes con el propósito de recuperar la calma y así reflexionar con serenidad. Fue así que, tras acabar la crisis de angustia, el veinteañero volvió a concentrarse en el panorama que tenía frente a su campo visual (ayudado por un tenue calor que discurrió desde el anillo de prueba, recorriendo su ser a través de una fuente de energía que le hizo reaccionar), y estaba en eso cuando oyó un grito desgarrador que reconoció casi de forma instantánea; motivándole a salir de su introversión hacia lo desconocido. -¡Millie!- vociferó al adentrarse en la morada en llamas luego de derribar la puerta, pudiendo notar que una mortífaga le apuntaba a la chica con su varita; emergiendo de ella un rayo esmeralda que iluminó toda la escena, y que luego se acompañó con un ardiente fuego azabache que empezó a consumir los ropajes de la fallecida muchacha hasta calcinarla por completo. -¡NOOO!- exclamó Elros, abalanzándose contra la seguidora de Voldemort, quien se hizo una nube de humo luego de enseñarle el rostro... Sofía Elizabeth Granger. -Malnacida seas... ¿Por qué? ¿Por qué le hiciste esto a mi Millie? ¡Mi Millie!- sollozaba el mago, cogiendo el cadáver (ya apagado) para sacarlo de la vivienda y depositarlo con delicadeza sobre el césped de los jardines delanteros. ¿Qué es lo que debía hacer ahora? ¿Qué era lo correcto? ¿Usar la Nigromancia? ¿Debía dar algo a cambio?
  19. <<No puede ser... No puedo descontrolarme una vez más>> pensaba el muchacho para sus adentros, sintiendo el zumbido de aquellos insectos himenópteros en lo más interno de su consciencia; paralizándole por completo, como en dicha ocasión donde no logró quedarse con la victoria frente al campeón de Durmstrang en el Torneo de Los Tres Magos. El poder enfrentarse al peor de sus miedos era siempre una barrera psicológica que le costaba enormemente superar, y aún más sin tener la magia indispensable de su varita de pirul, por si aquello se trataba sólo de una horda de boggarts controlados por un poder mucho más fuerte que el suyo propio. Muy por el contrario era el tema que tenía el pelirrojo con su adicción a la miel; verdaderamente resultaba irónico que amase tanto el producto elaborado por las abejas, y sin embargo les temiese con la vida desde aquel accidente que le dejó con un proceso inflamatorio a causa de un shock alérgico cuando era un infante en el hospital de San Mungo. Pero cuando pensaba que todo estaba perdido una vez más, su visión esmeralda se fijó en unas varas de madera junto a unas piedras arrinconadas a sus pies; justo los materiales necesarios para conformar un medio de defensa que le permitiese atravesar aquel obstáculo. Con prisa juntó todo aquello y se puso "manos a la obra" con el afán de invocar fuego por fricción manual; y lo consiguió. Fue así que varias chispas saltaron y encendieron un poco de pastizal seco que Thomas había dejado como medio idóneo con tal de propagar un poco más el fuego en el agujero protector aislado que éste había excavado con anterioridad. Con mayor determinación, Gryffindor cogió la vara que más humo grisáceo emanaba; y con aquella antorcha en mano, se encaminó directamente hacia el centro de la colmena donde el sonido continuado y bronco se acrecentaba. Los insectos comenzaron a escaparse de la humareda como antílopes ante una manada de leones; distribuyéndose por los costados en los árboles del laberinto, dejando despejada la zona principal que le abría el paso a Thomas. Ya más aliviado; el veinteañero apagó el fuego con tierra y continuó con su trayecto hasta cruzar la senda de los setos que superaban la altura de un hombre, quedando de pie frente a los escalones de la pirámide donde yacía un cuerpo sin vida... un cadáver. -Debe ser la última prueba para subir al salón- musitó a su sombra, la que se proyectaba con la luz de la luna que permanecía estoica en el firmamento estrellado. Un poderoso muro invisible de energía le impedía ascender hasta el perímetro donde debía estar Báleyr esperándoles, por lo que optó por observar de cerca aquel muerto que tenía una inscripción labrada con sangre sobre su torso descubierto. "Descubre qué fue lo que me mató" era la frase que el fenixiano leyó y que le incentivó a poner en práctica sus conocimientos de primeros auxilios asociados a la medimagia forense que en varias oportunidades utilizó en el Centro de Resurrección de La Orden. El chico debía ser capaz de notar los hallazgos necrópsicos externos que pudiesen ser de fácil reconocimiento sin tener la necesidad de abrir el cuerpo con alguna especie de cuchillo que le permitiese ser más categórico en su análisis. La piel con aspecto anserino a consecuencia del proceso de rigidez que sufren los músculos erectores del pelo, el enfriamiento corporal precoz y la maceración cutánea evidente que la epidermis sufrió al desprenderse como si fuese un guante o calcetín cualquiera, junto con lo extraño que fue extraer con ligereza las uñas de los dedos de las manos y pies; fueron los primeros signos que orientaron al animago hacia una hipótesis concreta. Con cuidado, Elros dejó las manos del sujeto, con los dedos fuertemente flexionados, a un costado para examinar el factor que le daría un razonamiento concluyente acerca de lo que le habría provocado la muerte al tipo. La identificación del hongo de espuma sobre los orificios nasales y la boca, sumado a los restos de algas que teñían de verde a las uñas extraídas, solamente podían indicar un único elemento resolutivo... -Asfixia por Sumersión- exclamó el aprendiz de Nigromancia; frase que hizo desaparecer la barrera no visible que le impedía el avance hasta la sala del Ouroboros. -¿Maestro Báleyr? He llegado- dijo Thomas luego de atravesar el umbral de ingreso a la pirámide del Ateneo; logrando distinguir la figura anciana del Arcano sentado sobre unas escalinatas y apoyado en su negruzca Vara de Cristal, lo que le obsequiaba de una apariencia muy sabia y erudita que asombró al adolescente. -Estoy listo para enfrentar el Portal, señor. No le defraudaré... ni a mí mismo tampoco- agregó, acercándose hasta el tuerto mientras desviaba su mirada a través de todos los rincones del lugar, dándose por enterado de que Athena aún no arribaba al salón donde se llevaría a cabo la vinculación definitiva a la habilidad.
  20. -¡Malnacidos sean!- gruñó el muchacho con los dientes apretados, no sin antes desenvainar su varita con el propósito firme de lanzar una serie de hechizos en contra de los no-muertos; obviamente sin efecto alguno. <<Lo había olvidado por completo... ¿Ahora qué hago?>> reflexionó Thomas para sus adentros, volviendo a guardar su arma mientras trataba de pensar en una estrategia que le permitiese cruzar al otro lado del lago. |Algunas veces puedes tener la fortuna de cruzarte con alguien más de una vez| fue la frase que pudo distinguir el pelirrojo entre el alboroto y el sonido fastidioso que los cuerpos provocaban en el agua. -¿Remus?- consultó a viva voz al ver que el antiguo miembro de La Orden del Fénix estaba dentro de toda la masa que trataba de voltear el bote; sonriendo de ver a alguien cuerdo y que tal vez sería la ayuda que tanto esperaba. -Remus... por favor ayúdame a cruzar. Siento mucho no haberte podido revivir... Es que Fred también lo necesitaba. Además... fue algo "transitorio"- exclamó con titubeo; notando que Lupin se posicionaba atrás de la barca como si de motor se tratase. |Sólo busca a mi hijo y dile que le amo| susurró el fallecido licántropo; a lo que Elros respondió con un noble gesto de aprobación con la cabeza. Fue así que la figura de Remus empezó a resplandecer, lo que ahuyentó al resto de los no-muertos y colaboró a que el veinteañero pudiese remar con agilidad; hasta que finalmente posó sus pies en la orilla. -Es una promesa- musitó el chico al marcharse. Al acercarse hasta la entrada del laberinto, aún con mucha niebla por doquier, Gryffindor pudo distinguir que ésta no estaba. El inicio de aquel enigmático recorrido estaba bloqueado por varios árboles arqueados que impedían que el ojiverde avanzara tal y como lo había hecho con sus otras habilidades; por lo que de ser así, tendría que sortearlos mediante escalada u algún otro método que le abriera paso hasta su destino. Pero justo cuando estaba animándose a subir por los troncos (lamentando no poder transformarse en mono), divisó un letrero de madera roñosa que tenía una escritura muy característica e ilegible a cierta distancia. Con cautela se acercó para leer, y comprendió lo que debía hacer para continuar con la travesía. Con recelo se descubrió el brazo derecho, lo introdujo en el agujero de un árbol hasta la altura del codo; y rápidamente comenzó a sentir múltiples mordidas que le obligaban a cerrar los ojos, aguantándose el dolor. Mientras más tiempo permanecía su extremidad ahí, más se despejaba la niebla y los árboles se situaban en la posición original, conformando la conocida zona de ingreso al bosque sombrío. Tras interminables segundos de tortura, Thomas sacó el brazo del hoyo. Impresionado vio como decenas de sanguijuelas se alimentaban de su sangre; por lo que las sacó, una a una, hasta quedar sin ninguna de ellas. Poco a poco, el fenixiano se introdujo en el laberinto; sintiendo un ligero mareo producto de la debilidad mortal que dichas criaturas habían instaurado en él. Hacía bastante frío, pero aquella sensación térmica no era lo que más le carcomía al apuesto mago, sino que el curioso zumbido que se acrecentaba en sus tímpanos con cada paso que daba para adentrarse en el trayecto que ya conocía hasta el centro de la fronda de árboles y setas. Iba tan bien encaminado hasta que sus esmeraldas se tornaron pálidas al percatarse que frente a él había una enorme colmena de abejas; y no sólo eso, sino que también avispas y abejorros que custodiaban el sitio para que nadie lo atravesara. Una sudoración gélida, un temblor involuntario de sus manos y un cruel nudo en la garganta le paralizaron por completo; ya no podría seguir con su camino, pues frente a él tenía al mayor de sus temores. ¿Todo había terminado?...
  21. Obviamente el ambiente no podía ser más tenebroso que aquel sacado de una historia de terror; pues aquella inusual neblina en dicha noche de primavera, era el condimento perfecto para que el miedo embriagara la piel de gallina que Thomas se rozaba con sus propias manos a orillas del lago del Ateneo. Dentro de todo; el muchacho se había reunido con su novia durante la hora de almuerzo, y acordaron que no se ayudarían durante la prueba de vinculación, aunque estuviesen en peligro de muerte; pues era un proceso individual donde debían valerse por sí mismos. Eso sí; Elros le comentó sobre sus experiencias con otras habilidades, acerca de lo maravilloso que era entrar por primera vez en la pirámide de la isla y, por sobretodas las cosas, lo majestuoso que era el mítico Ouroboros del salón circular. <<Es tiempo de que dejes de lado las novelas dramáticas y las series paranormales en Netflix, Gryffindor. No puedes estar pensando en que una horda de zombies vendrán a comerte cada vez que estás cerca de Báleyr>> reflexionaba para sus adentros el pelirrojo; acomodándose la capucha de su polerón negro que combinaba con todo el atuendo deportivo que su madre, Annick, le había dejado a los pies de la cama, con tal de hacerle más fácil el desplazamiento. Un halo de magia muy peculiar envolvía todo el entorno; pues cuando el adolescente trató de usar hechizos con su varita de pirul, de ésta no salieron ni chispas rojas, junto con lo inservible que era el resto de los objetos Uzza y los anillos provenientes de los Arcanos, ya que tampoco desprendían su poderosa energía. -No podré ni usar la Animagia para cruzar el laberinto... Menuda prueba, eh- exclamó casi a modo de reclamo; recordando que Athena no poseía el nivel avanzado que él ya tenía, y ésta sería una buena ocasión para nivelarlos en post de un objetivo en común. Con bastante cautela; Elros se aproximó hasta las aguas, subió a la barca que estaba dispuesta para su traslado, y cogió un remo de madera que no tardó en comenzar a utilizar. Pero justo cuando había logrado avanzar un par de metros, de su dedo meñique derecho surgió una bruma azabache que se materializó en un anillo de oro con runas talladas; asombro que fue opacado por el vaivén del bote que instó al veinteañero a mirar hacia abajo. Ahí, en el fondo del lago, una masa de no-muertos impedían que continuara con su viaje; algunos de ellos intentando voltear la embarcación, mientras que otros parecían dudar de su accionar. -¡Inferi!- vociferó, afirmándose con fuerza para no caer.
  22. -¿Qué... ¿Qué es lo que hace maes...- fue lo que alcanzó a pronunciar Gryffindor una vez que Báleyr posó la palma derecha sobre su pecho; recitando un cántico muy peculiar que le hizo exhalar, un par de veces, suspiros de aire frío que luego de tres oportunidades se tornaron cálidos y reconfortantes. -No sé si se trate de una necesidad, señor... pero es una sensación de desesperación que no le obsequiaría ni a mi más acérrimo enemigo- respondió el joven a la primera intervención que el Arcano había enunciado tras su regreso del mundo de los muertos; posicionándose, a su vez, al lado derecho de Athena; cogiéndole la mano zurda con determinación. Todo era muy extraño para Elros, puesto que la fuerza que Rouvás había utilizado en traerle de vuelta a la vida, no era la misma energía que el nigromante irradiaba desde la primera vez en que lo tuvo de frente; era como si Báleyr hubiese completado parte del proceso de resurrección con tan sólo susurrar un par de palabras en un idioma extraño. Pero una esperada interrogante fue la que sacó al pelirrojo de su estado de introversión; sonriendo de júbilo al percatarse de que ya debía enfrentar, una vez más, los misterios del portal en la pirámide del Ateneo; obviamente si era capaz de llegar hasta la sala donde yacía el mítico Ouroboros. -Por mi parte, maestro... Estoy preparado para demostrar mi habilidad. Acepto con gusto el desafío de vinculación a vuestro anillo- se explayó el veinteañero; sintiendo la emoción, a flor de piel, de tener que lidiar con barreras poderosas que le convertirían en un mago mucho más preparado ante los mortífagos y los peligros que hoy en día azotaban a Ottery. Posterior a su intervención; el chico de orbes esmeraldas desvió su mirada a los zafiros de Athena, esperando la respuesta que ésta le entregaría al viejo Arcano; y así poder marcharse juntos a descansar y recuperar las energías.
  23. ¡Buenas noches directores! Junto con saludarlos, paso por este tópico a nombre mío y de la usuaria de Athena Rouvás, con el fin de consultar sobre cuándo se nos abrirá la prueba de vinculación a la habilidad de Nigromancia. Ambos llevamos casi 3 meses cursando la clase... creo yo que con buena actividad; así que nos vemos en la necesidad de pasar a preguntar acerca si el Arcano Báleyr tiene algún inconveniente en relación a sus tiempos o si existe otro motivo de por medio que le impida llevar a cabo esta etapa del aprendizaje. Entendemos que cada Arcano es dueño de sus directrices en la cátedra y sobre el avance, o no, de sus estudiantes; pero siendo honestos... creemos que el tiempo ya está siendo un poco excesivo. Esperamos una pronta respuesta y solución. Y de antemano muchas gracias por vuestra amabilidad
  24. -Haz lo que te dice- musitó Gryffindor luego de oír las indicaciones que Báleyr comunicaba a través del portal que éste abrió; cuya finalidad era garantizar el retorno a salvo de la griega al mundo de los vivos. *Humanos... quién los entiende. Vete ya, Athena... Y a usted... lo espero en el tribunal para dictar sentencia. Mientras que tú, Fred Weasley, puedes regresar de inmediato al Infierno de donde nunca debiste salir* exclamó Lune, al mismo tiempo que convocaba una brecha tridimensional que absorbió el alma del gemelo de George y la transportó a su sitio de origen; mientras que el espectro se daba la media vuelta para volver a su asiento en el salón del juicio. |Es una promesa| fue la frase que el fenixiano histórico soltó antes de desaparecer; obviamente dirigida a Rouvás. -¿Paciencia? Es un don que ya aprendí a cultivar contigo... desde que noté que siempre andas atrasada- cuestionó el veinteañero con una sonrisa, tras cerciorarse de que Lune no oiría nada (pues éste se había marchado luego de un corto intercambio de palabras con la aprendiz de Nigromancia); para posteriormente observar cómo su cuerpo sin vida se levantaba con ayuda de magia proveniente de la varita de Athena, y finalmente se desvanecía en el portal camino a casa. -Y ustedes qué miran, eh... ¿Es que acaso nunca han visto a un sujeto tan apuesto como yo?- se explayó Elros al percatarse de que varias almas se acercaron hasta él; conformando una fila que avanzaba, poco a poco, tras oírse el sonido de un martillo golpeando una mesa y luego un grito desolador que le erizaba los pelos con cada oportunidad que éste interrumpía con el silencio que trataba de guardar. <<¿Por qué tardas tanto, Bonis? ¿Qué está sucediendo allá afuera?>> reflexionaba muy inquieto, debido a que su turno para ser sentenciado ya estaba por llegar, y tendría que ver, cara a cara, a Lune y quizás a más tipos espectrales como él. *Elros Gryffindor* fue el nombre que retumbó en sus oídos, indicándole que debía hacer ingreso a la primera prisión del Inframundo. *Elros Gryffindor... Se te acusa de mentiroso, usurpador de identidad y de apoderarse de una deidad al manejar el flujo del tiempo a tu antojo y para beneficio propio. Te crees con la facultad de pasar por encima de los dioses al poseer magia, pero eso sólo te hace más lábil a nuestras leyes... ¿Cómo te declaras? ¿Inocente o culpable?* manifestó el juez; el que se hacía acompañar por otros sujetos que no le miraban con muy buenos ojos. Pero fue en eso que el espíritu de Gryffindor se colmó de energía, y antes de que el muchacho verbalizara la palabra "culpable", sitió un fuerte "jalón" que le sacó de ahí. La respiración de Elros se volvió cada vez más tranquila, sintiendo un fuerte aroma a "quemado" que perforaba sus orificios nasales hasta ingresar a sus pulmones casi por osmosis; los sonidos eran mucho más amigables... ya no hacía frío y sus orbes esmeraldas volvieron a encontrarse con la luz de la luna que se mantenía estoica sobre en firmamento estrellado en aquella noche primaveral. -He vuelto- dijo casi de forma imperceptible tras un ligero, pero necesario, suspiro que se acompañó de varios toqueteos de su propio cuerpo hasta que se sentó sobre el piso que le estaba dando cobijo. -Athe... Muchas gracias... Te debo una, amor mío- exclamó un aliviado Gryffindor, abalanzándose hasta su chica para besarle en los labios y entregarle un apretado abrazo; gestos que terminaron con el sonido de una tos forzada que les indicaba que no estaban solos en el lugar. -Maestro Báleyr... Perdone mi falta de respeto, señor... Es que... es que no daba más de alegría. Es una experiencia horrible el estar muerto, aunque sea por un breve lapso de tiempo. Sientes, en carne propia, que ya nada tiene sentido... Es un vacío inmenso, maestro- dijo el pelirrojo mientras se incorporaba para ponerse de pie y efectuar una venia al Arcano.
  25. |¿Qué haces aquí?| era la interrogante que Fred repetía, una y otra vez, mientras los entes conducían el alma de Thomas hacia la puerta donde le esperaba el enorme can de tres cabezas. -No sé qué es lo que ustedes quieren aquí, pero sépanlo de inmediato que no tranzaré nada... He venido a este mundo con una misión; y no van a ser unos simples espíritus quienes me arrebaten mi anhelado objetivo- comentaba un enrabiado Gryffindor mientras trataba de zafarse de los tipos incorpóreos; observando que, poco a poco, una bruma blanquecina empezó a rodear el cuerpo de Weasley hasta envolverle por completo. Lo que sucedió a continuación fue que el organismo que Athena había conseguido para vincularlo al alma de Fred en la ruta tras la morada, se desvaneció; derritiéndose ante la mirada expectante de los allí presentes, volviéndose hueso y carne descompuesta a los pies del espíritu translúcido del hijo de Molly que contempló impávido la escena que le hizo recordar el porqué estaba en aquel sombrío sitio del Inframundo. |Dejen a este hombre... No es a quién ustedes necesitan| exclamó el fallecido fenixiano; incitando a que los otros muertos soltasen de las extremidades al extrovertido mago que cayó de golpe a la gélida superficie. -Gracias... Te debo una, amigo. Ahora bien, debo recuperar mi...- fue lo que alcanzó a pronunciar el veinteañero; pues la figura de su amada apareció desde el otro extremo del área; gritando su nombre ficticio a viva voz, como si un abismo los separase. -¡Bonis! Ten cui...- vociferó, pero bastante tarde; debido a que cuando la griega intentó precipitarse a sus brazos, ésta atravesó su "no materializada" esencia, chocando contra un pilar que estaba a la entrada de la prisión. -No me escuchaste a tiempo, Athena. Te iba a decir que soy un fantasma- se explayó sonriendo, al mismo tiempo que realizaba un gesto de negación con la cabeza. A lo lejos; el paladín distinguió su cuerpo mortal en el piso, por lo que corrió hasta él para cerciorarse de que éste seguía ocupado por un espíritu ajeno. -Sal de aquí... No te pertenece- gruñó con tono amenazante; ocasionando que el alma errante saliese del huésped y huyera; pero no por mandato de Thomas, sino porque una extraña sombra se proyectó por doquier desde la puerta custodiada por el perro. *Veo que era cierto el rumor de que Báleyr había enviado a dos humanos al mundo de los muertos... Vaya, pero que viejo tan necio* dijo el tipo de vasto tamaño y cabellera grisácea larga. *Mi nombre es Lune de Balrog, de la estrella celeste de la excelencia... Juez de este tribunal de almas* agregó, desprendiendo un enorme látigo desde su diestra. -¿Qué... qué es lo que sucede? ¿Por qué no puedo volver a mi cuerpo?- se cuestionaba Elros, acostándose en reiteradas oportunidades sobre su organismo; no logrando vincularse a éste para regresar todo a la normalidad. *Es imposible, joven Gryffindor. Tu alma ha pasado mucho tiempo alejada de su templo... Ya estás muerto* explicó Lune; aproximándose hasta donde estaba Rouvás junto a Fred. *Señorita... Hace mucho tiempo que no veía a una muchacha en cuerpo y alma en estos terrenos. Debes tener sangre de los dioses. Es por eso que te daré la posibilidad de regresar a tu mundo. Tienes que estar agradecida de que yo no informaré a los demás acerca de tu presencia aquí. Es un gran sacrilegio... Pero el joven Weasley y Elros se quedan* añadió el espectro, tendiéndole una perla azabache a la mujer; cuya finalidad se traducía en un simple traslador que debía pisar para activarlo (pensando en el lugar al que debía transportarse... el árbol donde Báleyr les esperaba). -Vete ya, Athena. Pero por favor... Entrégale mi cuerpo a mis padres... y diles que... lo siento mucho- musitó Gryffindor, a sabiendas de que no había mucho tiempo; por lo que no perdió el "chance" de transmitirle otra cosa a su novia, pero esta vez utilizando la Legilimancia. <<Ve con Báleyr... yo sé que podrás vincular mi alma a mi cuerpo de forma definitiva... Confío en tí>> fue el mensaje mental que floreció en el subconsciente de la rubia; depositando toda la fe y esperanza en las habilidades de su chica.

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