~Dos semanas atrás~
—Tampoco está acá...—se dijo a si mismo luego de recorrer el lugar por algo más de dos horas.
La noche ya estaba cayendo y la cálida luz que brinda el sol de la tarde rápidamente cambiaba por la de las farolas que se distribuían cada 3 o 4 metros a cada lado de la acera. Los fugaces destellos de luz provenientes de los coches muggles que transitaban por la mítica Abbey Road dejaban ver de forma intermitente un rostro oculto tras las altas solapas de un pesado y sucio abrigo gris. Las estruendosas carcajadas de un grupo de jóvenes que escuchaban el Sgt. Pepper en el costado sur de la avenida llamó la atención de León, pero no eran más que muggles divirtiéndose. Con las manos entre los bolsillos del abrigo, cruzó al trote la calle con el espacio justo para evitar un taxi que bajaba hacia el parque de Alexandra Road.
Las blasfemias emitidas por el conductor pasaron desapercibidas para el pelinegro que tenía la miraba fija en la puerta del London Coffee. Una mujer de cabello dorado acababa de salir del reconocido lugar y caminaba tomada de la mano de un hombre alto y fornido hacia la esquina contraria. Cómo ya había pasado en muchas oportunidades, el corazón del holandés se aceleró al igual que sus pasos que avanzaban a gran velocidad hacia la pareja, chocando un par de hombros en el camino.
—¡¿Mía?! —preguntó exaltado halando la mujer del brazo derecho, obligándola a girarse.
—¿Disculpe? —Unos sorprendidos y evidentemente disgustados ojos celestes le devolvieron la mirada.
—Lo siento, yo... —respondió León un tanto desilusionado y confuso, pero sin soltar a la mujer.
—¡Oiga viejo, suéltela! —exclamó el acompañante de la mujer que de un solo empujón mandó a León al suelo.
La pareja se alejó del lugar entre risas e insultos mientras el pelinegro que se quedó allí, justo sobre el charco de agua en el cual había aterrizado. El hombre había quedado como el héroe de la historia y la mirada de admiración de la mujer que se aferraba a su brazo lo confirmaba. Unas cuantas miradas de lástima y desagrado de los transeúntes al villano derrotado y todo volvía a la normalidad. Liverpool no iba a cambiar porque un viejo en desgracia cayera al suelo. La misma ciudad que había recibido a León Crowley y Mía Black Lestrange unos cuantos otoños atrás, ahora le escupía y lo trataba como si no le conociera, como si fuera un indigente más en las calles, como si ella no hubiera desaparecido.
Y allí estaba León tocando fondo. Solo. Sentado en el suelo mojado, con la espalda apoyada en la pared. Toda una vida de orgullo y arrogancia reducida a un insignificante ser, derrotado y agobiado. Baphometh había sido encerrado nuevamente y la voz de este en su cabeza ya no era una constante. A veces, lanzaba preguntas esperando una respuesta, una voz, una opinión que nunca llegaba. Ocasionalmente, percibía unas palabras a lo lejos, un intento fallido de articular una respuesta, pero era tan débil y tan lejana que no pasaba de ser una mala impresión. Solo tenía en la mente la voz y la imagen del rostro de su prometida que cada vez se le hacía más distante, más lejana, aunque no habían pasado más de 6 meses desde aquella noche en la playa del hotel, desde la última vez que la había visto.
—Señor, ¿Está bien? —una tosca voz lo arrastró de nuevo a la cruda realidad—, ¿Quiere que llame a alguien?
León no contestó. Tenía la vista fija en el reflejo del agua posada donde un rostro viejo y gastado le devolvía la mirada. La ausencia del demonio había acelerado el proceso de envejecimiento y en unos cuantos meses había pasado de aparentar los cuarentaytantos a parecer de sesentaytantos. Las arrugas se habían marcado debajo de sus ojos de forma tan clara que a veces no se reconocía en el espejo. Las distancias se hacían más largas, los recuerdo parecían disolverse más pronto y tenía que repasar dos veces las cosas para concentrarse en lo que estaba haciendo. En las últimas semanas las manos habían empezado a temblar de forma extraña, a tener movimientos involuntarios.
—Oiga anciano, no puede estar ahí. Váyase o tendré que llamar a la policía —continuó la voz que provenía de uno de los empleados del London Coffee.
—No sé preocupe, ya me voy —respondió León colocándose de pie lentamente.
La noche se había toldado con una capa gruesa de densas nubes y las primeras gotas empezaban a descender sobre las cabezas de los descuidados transeúntes. La lluvia que lograba llegar al suelo desprendía pequeños hilos de vapores lentos que contrastaban con los rápidos pies que buscaban refugio en las carpas y cornisas de los locales. León se escabulló entre los transeúntes y se metió en un oscuro callejón alejándose de la multitud. Metió la mano al bolsillo donde tenía un mini-replica del reloj de la casa de los Crowley para comprobar de nuevo que el larguero que tenía la foto de Mía, seguía sin indicar un paradero especifico. Lo guardón de nuevo y avanzó un poco más, lo suficientes para que nadie le viera alejarse.
—Pssst... —Un siseo proveniente de algún punto llamó la atención de León que se detuvo de golpe—. Pssst...
—¿Hola? —preguntó tratando de encontrar el origen del sonido.
—¿Quién eres y que hiciste con León? —indagó la voz que cada vez se hacía más fuerte.
—Esa voz... —balbuceó dando unos pasos hacia atrás, tembloroso.
—Responde... ¿Quién eres y que hiciste con León?
—Imposible... tu no... tu no puedes estar acá...
—¿De verdad creíste que ese ridículo chamán me contendría para siempre? —la voz se hizo tan tenue que podía identificar claramente el origen—. He estado acá, encerrado, esperando... y ahora es mi momento
—Pero.. estabas debilitado, no tienes la fuerza para escapar, yo no... —se interrumpió.
Un escalofrío recorrió cada uno de sus huesos y músculos al recodar las palabras del mago africano que retumbaban en su cabeza: "Mientras más fuerte sea tu mente, más débil será él" De repente las cosas se cayeron por su propio peso. La partida de Mía había representado un cambio en el pelinegro y había se había descuidado a sí mismo. No había vuelto a hacer ejercicio, no había comido bien en semanas y no recordaba la última vez que se había dado una ducha. Había concentrado todas sus fuerzas y energías buscando a mía y se había abandonado de si mismo por completo. Llevó la mano derecha rápidamente al bolsillo interno del gabán donde estaba la varita, pero ya era demasiado tarde.
—Descuida, yo me encargo desde acá —fue lo último que escuchó León antes de perder el conocimiento. Mientras caía al suelo, los trozos de vidrio roto en el suelo le devolvieron una imagen aterradora. Los ojos se empezaron a oscurecer, las pupilas se ensanchaban y se tornaban rojas brillantes que acompañaban la risa burlona de Baphomet.
~Ahora...~
Como el sonido de un tren que se acerca a la estación desde muy lejos, los ruidos del sonido ambiente iban calando de a poco en los oídos de León con la misma velocidad con la que la escasa luz del sol empezaba a filtrarse por los espacios entre las pesadas cortinas. El particular olor de la vegetación aledaña a la habitación del patriarca Crowley se filtraba y dejaba saberle en donde se encontraba. El gusto despertaba al final del recorrido que implicaba el despertar después de un largo sueño y se sorprendió del leve sabor oxidado que reposaba en su lengua. La particular voz de Allan Quatermain II, locutor principal del noticiero matutino, salía de alguna radio ubicada en el castillo y llegaba tenue pero audible hasta la alcoba principal.
<<Mientras tanto, continúan las investigaciones para esclarecer lo sucedido hace dos semanas...>>
Los recuerdos se atropellaban uno tras otro en su mente como era habitual pero aún no lograba darles un orden cronológico exacto: Lima, Uganda, Liverpool, Budapest, Latveria. Destellos de imágenes que se amontonaban de golpe y le producían un dolor de cabeza ya reconocido, tanto como lo era el sutil aroma de zumo de naranja que venía de algún lado de la habitación. Un vaso del preciado líquido acompañado con un poco de vodka esperaba por el holandés en la pequeña mesa de noche que estaba rodeada por un viejo y sucio abrigo, unos vaqueros oscuros y unos zapatos no muy higiénicos.
<<..la ciudad muggle de Liverpool, famosa por sus historia musical donde...>>
Avanzó como pudo hasta la mesa y tomó el vaso que se llevó con inusual fuerza hasta los labios, lastimándose un poco en el acto. Ni tres segundos pasaron antes de que el la mezcla se vertiera por la garganta de León, refrescándolo. Continuó al extremo de la habitación donde abrió de par en par las cortinas dejando que la luz invadiera por completo la habitación, aunque sin percatarse mucho de su actual condición. Abrió las ventanas de par en par y la fresca brisa de la mañana expulsó el pesado ambiente de pereza y letargo que reinaba en el lugar.
<<..se presentó un evidente caso de asesinato empleando encantamientos de magia avanzada las cuales... >>
La voz de Allan seguía saliendo del lejano radio sin que el holandés le diera mucha atención. Continuó hasta el baño donde a tientas abrió la puerta de la ducha e ingresó su cuerpo ya despojado de las única prenda que cubría su piel, ignorando el reflejo que le devolvía el espejo. El agua caliente recorrió su cuerpo y le daba la frescura y tranquilidad que su cabeza necesitaba para ordenar sus recuerdos: Lima, Budapest, Liverpool, Rumania, Uganda. Pero seguía faltando algo.
<<...fueron realizadas por un ente mágico. Según la descripción de los ya desmemoriados muggles un hombre de...>>
Salió de la ducha aún con la cabeza en reestructuración tomó el cepillo de dientes. Los vapores generados con la ducha habían empañado por completo el espejo y difícilmente le permitían al Crowley ver su reflejo completamente claro. Esa mañana, pese a la jaqueca, se sentía particularmente enérgico, radiante. Como si se hubiera quitado un peso de encima. Lentamente la brisa que entraba por los enormes ventanales disipaban la humedad del espejo y le revelaban a León el hilo conductor que le hacía falta.
<<..de unos sesenta años que habría tenido una discusión con una pareja frente al Café London para minutos después arremeter contra el hombre y la mujer, asesinándolos casi de inmediato. Misma suerte para uno de los encargados del mítico café de..>>
Al otro lado del espejo, un León de aproximadamente 35 años de edad le arrancaba un gesto de susto y exclamación. Un pecho tonificado y marcado que carecía de las cicatrices y secuelas de una cruel vida que no hacía más de dos semanas tenía marcadas en la piel. Un rostro terso, bien afeitado, carente de arrugas y con un corte de cabello muy al estilo militar le regalaba una sonrisa burlona. Las memorias se terminaban de organizar: Escuela de magia de Lima, Perú donde había ido a buscar a Mía, ya que habían pasado un tiempo descansando luego de comprometerse en matrimonio. Budapest, Hungría, donde había continuado su búsqueda, teniendo presente que muchas veces ella le habló de la magia residual que conservaban las cuevas que recorrían miles y miles de kilómetros de la vieja Transilvania. Rumanía, otro de los sitios donde muchas veces habían ido a descansar, lejos del ajetreo y la espesa sociedad londinense. Liverpool.
<<...Liverpool, el cual sobrevivió al feroz ataque, pero falleció al poco tiempo en un centro de salud. Debido a la brutalidad de los ataques, las autoridades mágicas locales no pudieron remover los recuerdos del todo y fueron reimplantados como un devastador ataque de oso pardo proveniente de un circo ambulante ubicado en el parque de Alexandra Road...>>
—¿Qué hiciste? —preguntó al hombre al otro lado del espejo.
—Lo que debiste hacer hace mucho tiempo. Recuperar el orden de tu vida —la voz de Baphometh había dejado de ser un leve siseo, recobrando la firmeza y tonalidad de siempre.
—Lo que debí hacer hace mucho tiempo fue acabar contigo —respondió León—. Y lo haré, cueste lo que cueste.
— JAJAJAJA ¿Crees que lo vas a lograr de nuevo? —espetó la figura burlona del espejo—. Esa suerte no la tienes dos veces. Por cierto, ¿Recuerdas que pasó después de Liverpool?