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Eliot Akil

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Todo lo publicado por Eliot Akil

  1. Estaba sentado sobre un borde de piedra humedecida aún por el clima, sus pies se balanceaban de atrás hacia adelante ligeramente mientras frente a él una danza de luces se llevaba a cabo. Estaba en medio de una descomunal batalla que se suponía los ponía a todos en peligro, incluso a él, pero por una extraña razón no se preocupaba en lo más mínimo. Una explosión a pocos metros tuvo lugar y el viento le llegó a la cara con un golpe fuerte, moviéndole los cabellos y dejando al descubierto una mueca de sonrisa que emanaba tranquilidad; disfrute. Se sentía como el propietario de una granja de hormigas, a la que podía pasar horas mirando y admirando, viendo cómo trabajan pero sin poder controlar lo que sucedía, quizá era la definición más certera para con algunos de sus estudiantes, puesto que un par se reusaba a aplicar sus directrices. Se sentía aliviado pero a la vez aburrido por los que hicieron todo al pie de la letra, demostraban dedicación pero no le dieron lo que más quería: Entretenimiento. Enfocó la mirada a sus estudiantes nuevamente, luego de haberse perdido en sus lúgubres pensares por unos minutos. Se pudo dar cuenta de varias cosas que ocurrían en tiempo real, y que le suministraba esa dosis de satisfacción que hacía ya un buen rato no sentía. Se reía en silencio, temeroso de que aquellas mentes perturbadas se sintieran ofendidas por su desparrame de burla hacia ellos, debía a pesar de todo mostrarse como su catedrático, pues ese era su puesto, el que defendería sin importar sus convicciones fuera de su horario. Elvis fue el que mejor comportamiento mostró, terminó de hacer todo lo indicado, incluyendo cuestiones adicionales que quizás no le hubiera ordenado hacer, pero que las hizo como mera precaución. Se notaban sus ganas de ayudar, pero eso acabaría por ser un arma de doble filo, pues la persona a la cual auxiliaba no le había emanado su sentido de la gratitud y sucedía todo lo contrario, comenzaba a ser amenazado de muerte. ¿Cómo se libraría ahora de esa situación? ¿Comenzaría a batallar o se rendiría por cumplir a fidelidad lo estipulado con la clase? Pronto se sabría. La más excéntrica figura entre sus pupilos comenzaba a hacer que una pequeña vena en su frente se marcara, pues las ínfulas de superioridad de ésta no le caían nada bien a pesar de saber quién era realmente, éstas chocaban con el egocentrismo del Black Lestrange. Tauro, la fémina de los pelos azulados tenía en el rostro un semblante maquiavélico que le transmitía a Eliot todo su sentir, éste sabía qué pasaba por su mente y se cuestionaba para sus adentros si ella admiraría su dedicación (la que podría aplicar como profesor o como miembro de la marca), o si prefería irse por un camino más ignorante y cuestionarlo por su comportamiento, nunca lo sabría pero no pudo evitar pensar brevemente en esto. Observó y puso expresión de gracia cuando la chica no se curó manualmente la herida recién abierta en su pierna, en vez de esto recurrió a la forma fácil y lo hizo con magia, cosa que le provocó una ligera sensación de satisfacción, pues esperaba que hiciera exactamente eso. Tenía intensión después de todo de enseñarles primeros auxilios, pues para eso era la clase. No le importaba si estaba tratando con personas experimentadas en la vida, o si interactuaba con adolescentes sin posibilidades de superación, le era indiferente; en ese momento él era el profesor y ellos sus alumnos, les gustara la idea o no. De pronto unos palabreríos surgieron en otro de los lugares, era Bastían quien comenzaba a hacer lo que parecía un berrinche. No comprendía bien lo que éste decía pues parecía estar siempre metido en una eterna confusión consigo mismo, y la verdad no deseaba indagar para nada dentro de aquella enmarañada mente, el sólo pensar tener que hacerlo le provocaba espasmos, por la pereza que esto suponía y la poca importancia que le daba a la sanidad psicológica de su alumno. Escuchó como replicaba sobre no querer hacer sutura, cosa que no le pareció extraño. Y era que debía resultar poco usual que un mago con perfil oscuro recurriera a cuestiones no mágicas para hacer las cosas, lo más común era que se jactaran de sus habilidades y poderes para sus procedimientos. Por ende, Eliot suspiró tranquilo pues era otra actitud muy predecible por parte del chico. La transformación en felino había sino un espectáculo muy digno de admiración, pero que no había logrado mover un ápice de interés en la mirada que gastaba en aquella situación el Black Lestrange. Observó con detalle cómo mataba a la mujer que poco antes había sobrevivido a sus ataques, y nuevamente se le salió un gesto cansino de su cara. ¿Por qué esas las ganas de matar a alguien con tanto empecinamiento? No lo sabía, y eso que él mismo experimentaba la sed insaciable de sangre muy a menudo, es sólo que la situación no ameritaba tales comportamientos, y es ahí donde llegó a concluir que no todos tenían su capacidad para controlarse y camuflar sus emociones, nuevamente pensó en el tema de la granja de hormigas, esta vez con la connotación de lo minúsculas que podrían llegar a ser algunas personas. Sonrió. Iban resultando un tanto filosóficos todos los pensamientos que tenía Eliot en ese momento, pues su primera experiencia como profesor le estaba dando un toque más a su personalidad, atañendo más oscuridad a sus imaginaciones y convicciones para con la vida en sí. Hacía mucho que no tenía una relación tan directa con las personas, a pesar de que él estuviera la mayor parte como observador a lo lejos, él controlaba todo a fin de cuentas. Era su granja. Un evento un tanto más precipitado empieza a darse, y eso es lo que comienza a capturar algo de su atención entonces. Una de sus estudiantes es herida: Mónica, esa era la cereza que se merecía tan delicioso postre, era la herramienta perfecta que sin querer había llegado cabalgando hasta la meta invisible de sus expectativas. ¿Qué ocurriría ahora? Era de suponerse que se inmiscuiría rápidamente por la gravedad de lo acontecido, pero esperaría un poco más para detallar el comportamiento de los que eran objetivo de su evaluación. Tauro desesperadamente acude a su ayuda, olvidando por completo sus acechantes embestidas de oscuridad en su personalidad, al parecer era alguien que conocía y que le importaba. Ese era el valor agregado que necesitaban los renuentes a seguir indicaciones, necesitaba hacerse personal para que sus músculos empezaran a trabajar en pro de algo con resultados satisfactorios. Los primeros Episkey no habían surtido tanto efecto, por lo que su euforia la llevó a hacer dos o tres más de respaldo que empezaron a hacer lo que debían. Se notaba que quería ayudarla, se podía percibir en el aire sus deseos por no perderle. Eso era algo que a Eliot le daba mucha satisfacción, pues a pesar de lo que pudieran decir a futuro era un punto débil que quedaba en evidencia, no para usarlo a favor de sí mismo claro está, no le interesaban tanto, era como mera observación del sus comportamientos. Viéndose acechada por el peligro, logra encontrar a su profesor entre la batalla y la lejanía y empieza a dirigirse a él con furia y sarcasmo. Se podían escuchar las comparaciones con un “juego de doctores” lo que hizo que casi soltara una carcajada. Tauro necesitaba indicaciones, necesitaba que le enseñara a curar, lo que ésta no sabía era que desde que tocaron el terreno todos estaban aprendiendo cómo hacerlo, y sobre todo cómo reaccionar con las diferentes situaciones. Negó con ironía. Bastián, el confundido muchacho aún transformado en felino ahora iba en busca de Mónica, al parecer la popularidad de la mujer era algo que Eliot no había imaginado, pero que se daba de todos modos. El comportamiento se repitió, eran excesos de demostraciones de importancia para con la Haughton, cosa que hizo que el muchacho observador y analítico se cuestionara sobre los sentimientos de algunos seres o personas. A pesar de la sarta de obscenidades que salían de la boca del recién transfigurado, no podía negar la preocupación que se evidenciaba en la luz de sus ojos. También lanzaba unos cuantos Episkeys a las heridas de Mónica, y trataba de desaparecer flechas cercanas amenazantes con seguir hundiéndose en la piel. Eliot chasquea la lengua en un gesto de ironía, pues se lo esperaba quizás de muchos, menos del que más maniático y aberrante parecía. La matriarca de la familia Haughton por su parte comienza a emitir sonidos leves, y antes de lo esperado algunas palabras surgen de su boca. Reconoce al instante a Bastián, y bromea sobre asesinar a su catedrático en un tono más serio que de chiste. Eliot se encoje de hombros, le importa muy poco realmente aquellas opiniones, viniendo de alguien que se deja herir por una flecha y parece casi morir por ello. Miró al cielo en negación, «No son novatos» piensa con gesto sarcástico. El momento de acercarse por fin tuvo lugar, y lo primero que se escucha tras su aparición cerca de todo el espectáculo son unos cuantos aplausos muy lentos pero fuertes. Sonreía satisfecho, pues todo se había finiquitado de la mejor manera. No había comenzado a hablar aún y más muertos aparecían por doquier, los rayos eran constantes mucho más cerca, la situación empezaba a escapársele de las manos. — ¡Bueno, ya es suficiente drama! —exclamó. Sacó su varita del bolsillo de su chaqueta e hizo un movimiento en elipse frente a él, en ese momento los muertos empezaron a desaparecer, los rayos cesaron por completo, y las manos de los que los lanzaban comenzaron a desvanecerse desde la punta de sus dedos hasta quedar en la nada. La sangre en el piso, era succionada por la tierra, dejándola limpia sin ninguna mancha roja en ella. Las paredes se reconstruían, y las torres se erguían nuevamente en una majestuosa muestra de imponencia: Todo había sido una ilusión. Sí habían viajado hasta Ottery, de eso no había duda porque el uso del traslador dejaba una sensación en el cuerpo difícil de replicar de otro modo. Pero todo lo que ocurría estaba nada más que en la mente del chico, proyectándose con realismo en la de sus estudiantes como mera demostración de lo que podía hacer con su magia, que tantas veces era subestimada por ser poco conocido o por no tener grandes titulaciones en una lista con un sinfín de posibilidades. — Vaya, vaya, pero cuánto despliegue de… —hizo una pausa para buscar el tono y la palabra adecuada. —…sentimentalismo. —continuó. Su rostro lo decía todo y no esperaba más que las reacciones de todos y cada uno de ellos, estaba seguro de que no le decepcionarían tampoco en esa parte, ni siquiera Elvis, quien alejado de la zona cumbre de aquella novela dramática también había sido partícipe. ¿Quién había arrojado las flechas hacia Mónica, había sido él? No se sabría quizá nunca. ¿Cómo se había librado de la amenaza por parte de su paciente? Eliot esperaba escucharlo de su propia boca a continuación. — ¡Oh, Mónica… cuánto lo siento! —soltó en un tono totalmente fingido evidentemente. Hizo un movimiento con su muñeca y las heridas de la fémina desaparecieron por completo, junto con las flechas a su alrededor. Era una parte de la ilusión que dejaría para último en quitar, pues aparentemente el dolor había resultado increíblemente real en el sentir de la mujer, motivo por el cual sus conocidos se preocuparon, y eso era un manjar que degustaría con calma. — Bien, ¿volvemos al aula? —preguntó en tono de orden. Comenzó a caminar tranquilamente a la bola de cristal que les trasladaría de vuelta al salón, donde haría los comentarios finales, y donde les escucharía lo que tendrían para decirle. Aún todo no terminaba, y estaba seguro de que a partir de ese momento lo interesante no tendría fin, más ratos gratos de entretenimiento se avecinaban. Sentía la estupefacción del grupo, no se arrepentía de nada. | @ | @ | @ | @@Monica Malfoy Haughton |
  2. El ambiente de batalla estaba aturdiendo a todos los que tenían los pies puestos sobre aquel terreno, era abrumador el cómo avanzaba la cantidad de personas afectadas por las diferencias de ideales. Mujeres jóvenes y apuestas yacían en la tierra sin vida, con los ojos quietos y sin luz; hombres con vidas por delante y familias en espera de su llegada, estaban pasmados con la cara puesta en el piso, o mirando la infinidad del cielo sin estar ya en su cuerpo. Lo que quizá había comenzado como una redada o asalto común, se había transformado en un campo aterrador para los ojos de cualquier mortal. Sin embargo, para Eliot era poesía pura, satisfacción de la mejor y alta calidad, estupefacientes adictivos de los cuales hacía mucho no tenía una dosis adecuada, eso significaba para el Black Lestrange todas y cada una de las escenas, las cuales observaba desde una lejanía prudencial mientras su cabello ondeaba con las ráfagas repentinas de tempestad. Sus alumnos habían ido a efectuar lo encomendado, y a pesar del frenesí en el que estaba sumergido en aquellos instantes, se percataba de los detalles en el actuar de cada uno de ellos. Sabía que su obrar delataría las inclinaciones que éstos tenían, y eso era aún mejor para él, pues a pesar de ser meras suposiciones sus instintos raramente se confundían. Claro, no podría decir nada por estar metido en esa atmosfera académica que se lo prohibía, para protección de su propio pellejo y el de los demás, los cuales le importaban demasiado poco. Esperó unos minutos más, examinando cada cosa que acontecía, no quería interrumpir de bruces todo el show por lo cual aguardó con calma. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - || @ — No hace falta que me cures, largo de aquí, déjame en paz. —esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca, tras a penas la llegada de aquella mujer. — Ayuda de alguien como tú es lo último que necesitaría mientras viva. —dije en tono muy pausado, sabía con firmeza lo que decía pues conocía a mi curandera de alguna parte, yo tenía el sentido de la deducción muy agudo aun estando en esa situación. No me podía mover a pesar de mis esfuerzos. De tener un grado de energía más en mi cuerpo hubiera por lo menos pataleado ante los roces de la mortífago con mi piel. Repulsión era un sentimiento que recorría mi cuerpo a gran velocidad, y el único impulso de movimiento logrado fue un escupitajo débil que apenas alcanzó a chispear sus mejillas. — ¡Largo! —repetí como pude. Los esfuerzos por echar de mi lado a la figura que intentaba curarme eran inútiles, sabía exactamente a lo que me tendría que atener, pues el aura de oscuridad a su alrededor era muy evidente. Pinchaba mi piel con furia, dejando mal cocido cada pedazo de carne que colgaba, aumentando el dolor que antes ya parecía ser suficiente. ¿Cómo era capaz alguien de semejante cosa? No lo sabía. Batallé con mi estadía en este mundo por medio minuto más, esperando que mi sentimiento de venganza fuera fuerte, tanto como para que en el futuro lograra vengarme de lo que ahora hacían con mi indefenso cuerpo. Pero no lo conseguí, el dolor y el desangre pudieron conmigo, y tras un suspiro profundo y cansino abandoné mi templo. || @ — ¡Apártate de mí! —grité con furia, pues no quería que ninguna persona se me acercara, no iba a ser posible que terceros me vieran en mis condiciones, a mí que era uno de los guerreros de la marca tenebrosa con más facilidad para el asesinato, y sobre todo para evadir situaciones en las que mi vida se viera amenazada. Mi vista empezó a nublarse poco a poco, dejando que la figura masculina sólo pareciera una sombra a contra luz, no me había entrado agua en los ojos, pero parecía que el efecto era el mismo. De pronto sentí un retorcijón en mi estómago, algo andaba mal y como mero instinto bañé el piso con vómito fétido, producto de los estragos que mi cuerpo sentía, no tenía energía a pesar de estarlas buscando dentro de mí desesperadamente. Caí de rodillas al piso, y el joven con aparente simpatía y benevolencia empezó a curarme con más facilidad, cosa que aborrecí en todo momento. Esa actitud tan despreciable sólo podría venir de la mano de un fenixiano o alguien que pudiera en el futuro formar parte de sus filas. Me retorcía en el suelo, creando una especie de lodo con mi propia sangre y la tierra en la que estaba tirado. Sin embargo, llegó un punto en el que no pude moverme más, y la impotencia se apoderó de mí. — Date cuenta, iluso, que esto supondrá tu propia ruina más adelante. —pronuncié como pude, con rabia despilfarrada en grandes cantidades. — Si fuera tú, mejor acabaría con esto, anda, hazte un favor a ti mismo, muchacho. —finalicé antes de perder totalmente el conocimiento. Ya no sabía lo que decía, quizá en ese punto el subconsciente me traicionaba por completo. ¿Era posible acaso que quisiera morir? || @Juliens Mis últimos movimientos carecían de puntería, el mortífago con el que batalla que estaba igual o peor que yo, se salvada de mis ataques por lo poco eficiente que era mi visión en ese momento. No quería que el temblar de mi rodilla fuera evidente, y me pusiera en desventaja, por lo que busqué enfoque dentro de mí con algún porcentaje de éxito. Lancé un último rayo rojo a éste hombre y su arma de madera salió volando sin que pudiera evitarlo, eso justo antes de que apareciera entre nosotros una segunda figura masculina, con aspecto despistado y sin rumbo, pero a la vez con mucha malicia en la mirada, sabía que la situación se complicaría. ¿Qué hacía un mortífago en una batalla sin máscara y sin algún otro método de ocultación? Lo desconocía. Miré la cara de quien parecía estar ayudando a mi contrincante e intenté atacarlo, pero fallé nuevamente, entorné mi vista en sus oscuros ojos y lo segundo que vi fue el color del cielo que estaba gris. No pude pensar en nada más por el momento, pues empecé a observar todo en tinieblas; al despertar mi pierna estaba hecha estragos. ¿Qué había ocurrido? Se sentía peor que antes y por sus venas un fuego ardiente parecía transitar: Estaba envenenada. — Eres de la peor calaña que ha pisado este planeta, fingiendo ayudar a los demás cuando tu verdadero propósito es matarles como estos asquerosos enmascarados. —solté en un discurso que se perdía por la disfonía de mi voz, aunque a ciencia cierta no podría decir si lo dije o lo pensé solamente, estaba petrificada. Lo que haría a continuación sería un acto de cobardía, pero era el último recurso que tenía bajo la manga por todo lo sucedido. Me haría la muerta para poder sobrevivir, el hombre no se percataba de examinar mis signos vitales, por lo cual iba a resultar fácil, el veneno sería eficiente pero esperaba que tardara lo suficiente como para poder librarse de todo aquello pasados algunos minutos. «Despiadado, pero iluso» Pensé mientras mi cuerpo era trasladado a otro sitio del campo. || @@Monica Malfoy Haughton ¿Qué pasaba conmigo? Estaba dejando que una bestia transfigurada me ganara la partida. Mis fuerzas por lo general eran algo que me caracterizaban desde hacía muchos años, y ahora un remedo de animal estaba quitándome la vida a pedazos con cada mordida. Maldije en mis adentros al enmascarado mortífago que lo había hecho, no había visto su cara pero averiguaría su paradero a como dé lugar, eso no iba a quedar impune, pues la venganza es algo que mueve mis venas desde que tengo memoria, ahora no sería diferente el caso. Miré a un costado y una fémina más se acercaba, sentí vergüenza de que se me viera en tal situación, no pudiendo quitarme un morphos de encima, y aparte estar muriendo lento por la misma causa. — Ni te atrevas a interferir. —advertí de inmediato antes de que diera un paso más, pero mi voz se cortó en la última palabra. La mujer no hizo caso. Mató con facilidad al felino y se jactaba de su maniobra. Yo, tirada en el piso no podía hacer más que desear que no se acercara a mí, pero eso fue inútil, pues fue lo primero que hizo. Me moví y retorcí para evitar el contacto, pues nunca se sabría si sería alguien de mi bando o del otro que intentaba hacer peor las cosas para mí. Levanté la mano e intenté atacar, pero algo había cambiado y ya no podía pensar claramente. Era una mortífago, de eso ya no había duda, pues el hechizo de había usado era muy característico de su arsenal. Algunas lágrimas salieron de mis ojos, sobre todo por la impotencia que sentía de no poder defenderme, o evitar lo que sucedía. Mis ojos llenos de lágrimas escuchaban la arrogancia que salía de la boca de quien me había curado, vaya a saber quién con qué propósito. Pero no podía aún meditarlo con precisión, no me podía mover a pesar de que me había corrido del sitio, esperaba que todo terminara y que se alejara por su cuenta, ya que yo tendría que esperar un segundo rescate por la imposibilidad de movimiento que tenía mi cuerpo. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - El momento de bajar había llegado por fin, y la ilusión en la vista del Eliot era desbordante de expectativas. Sabía lo que cada uno de sus alumnos había hecho, causándole gracia, simpatía, deseos de burla, y en algunos casos satisfacción en la parte de entretención. Pasó por cada uno de ellos y dio instrucciones para sus siguientes movimientos, su cuerpo aparecía y desaparecía cambiando de lugar, iba y venía de la posición en la que se ubicaba cada estudiante. Hacía comentarios despectivos, como si las personas heridas fuesen nada más que ganado listo para el matadero. Pero su tono era tranquilo y de doble sentido, pudiéndose interpretar tanto de una forma como otra, y librándolo de posibles acusaciones. Se refirió a Tauro y a Bastián haciéndoles saber que él conocía exactamente lo que había pasado, pero en un tono de advertencia que no se escuchaba del todo agradable, quizás los otros dos compañeros no entenderían de qué hablaban, pero ellos sí lo harían y sería mejor que se empezaran a preocupar por enmendar sus acciones. — Pésimas suturas —dijo finalizando su corto discurso. Apuntó su varita a las piernas de cada uno de ellos y con un movimiento ligero y sutil, abrió una línea carmesí en ellas. Sabría cómo reparar las heridas de manera que no quedara marca alguna, y así lo haría. No obstante, en ese momento quería ver que las cosas se hicieran bien y qué mejor forma de lograrlo que siendo el instrumento de experimentación sus propios cuerpos. — Necesito que mejoren esa forma de cocer antes de avanzar en la clase, quiero que pongan cuidado en cada punto, y lo finalicen como debe ser. —su voz era autoritaria e imponente. Ahora se dirigía a Elvis y a Mónica quienes habían practicado las tareas de la forma que debían haberlo hecho todos. Era aburrido, eso era lo que le parecía, pero no podía dejar de lado que el objetivo principal de la clase era enseñarles, aunque esto no le interesase en primera instancia. — Muy bien muchachos, ustedes han hecho lo correcto. Ahora lleven los cuerpos al sitio en el que nos refugiamos al llegar y terminen de suministrar el auxilio, déjenlos lo más estables posibles, creo que deberán apoyarse en las pociones de rehabilitación que estudiaron previamente en sus libros, con cuidado: Algunas tienen efectos que no son los deseados —finalizó y volvió de desvanecerse en la nada. Su tono había sido amable, pero muy poco creíble. Sabía exactamente lo que ocurriría, pues estas personas al recobrar el aliento no se quedarían con la espina en ellos, y tratarían de desquitarse de lo recientemente sucedido, pues quizá en su desquicio eso era lo apropiado o lo más cercano a lo correcto. Por ende, para Eliot un nuevo espectáculo estaba a punto de darse.
  3. Todo indicaba que algunos de los alumnos se conocían ya, eso quizá dejaba ver que estaba frente a una clase que no era novata en el arte de aprender nuevas nociones en la universidad, o que incluso iba a experimentar la confrontación de diferentes tipos de temperamento, que frente al suyo podrían terminar en una especie de bomba de tiempo un tanto inestable. Suspiró hondo tras un pensamiento que intentaba predecir el futuro, no quería salir de sus cabales pronto, pues el disfrute de lo que vendría era un motor de impulso bastante potente. Un par de caras de las que tenía en frente parecían estar despistadas, eso le preocupó un poco pues quizá no iba a resultar todo como tanto esperaba si las facciones de aquellos aprendices no se llenaban de desesperación, exasperación o incluso un poco de desquicio, su objetivo no sería del todo completado. Lucharía porque esto fuera así, y que a la vez encajara todo en una maraña que no se saliera dentro de las reglas de la institución en la cual ahora era docente. Todos habían tocado el traslador que estaba frío y algo empañado por el clima lluvioso que abatía todos los lugares cercanos conocidos, el resplandor ligero de una luz tenue se reflejaba en él, era la ventana del aula que no dejaba de ser protagonista iluminando de cierta manera el sitio. Los dedos se reflejaron por un segundo y desaparecieron enseguida, haciendo que las paredes se encogieran y estiraran como si estuvieran respirando, luego ya no estaban ahí. En algún lugar de Ottery. Una luz verde dio en un objetivo humano a penas a dos metros de la aparición del grupo, dejando inerte un cuerpo que no se movería nunca más. Rayos, medias lunas, flechas y maldiciones imperdonables abundaban en cada esquina, tras cada muro, sobre cada piso y muchos daban en el blanco sin poder evitarlo. Los ojos del Black Lestrange se iluminaron, y no precisamente por el espectáculo de luces a su alrededor, sabía que algo bueno para su goce se avecinaba con furia. — ¡Muchachos, cúbranse! —exclamó dando un salto. Ocultó su cuerpo tras un montículo de piedras desquebrajadas, que seguramente habían sido un muro minutos u horas antes. Hizo señas para que le siguieran, ansioso de que todo empezara de una vez, pues debía encontrar un punto en el cual poder meterse en la batalla sin que resultaran dañados, él principalmente. Esperó que todos estuvieran junto a él, a sabiendas de que muy posiblemente se encontrarían batallando por participar en todo aquello, no era raro que hubiera caras de alguno de los dos bandos en disputa dentro de la materia. Los cuerpos abundaban a donde el ojo dirigiera su enfoque, algunos ensangrentados, otros simplemente ya sin vida y uno que otro sufriendo escandalosamente con gritos que seguramente resultarían escalofriantes, pero que para sus oídos eran una sinfonía de la más fina calidad, digna de disfrutar con todas las de la ley; y así sería. Observó con mucha atención las caras de los alumnos, eran cuatro y por primera vez trataba de analizarles, pues no sería fácil para ellos. — Tauro, ¿ves aquella mujer con una luz en el rostro, la del vestido rojo fuego? Se está desangrando. Tú deber ahora mismo es curar las heridas de su cuello y pecho, antes de que su corazón deje de latir. Detén el fluir de la sangre que está dejando encharralado el piso, y llévala a un lugar seguro para esto. —sus instrucciones eran claras, dependería de ella ahora llevarlas o no a cabo, sabiendo lo que significaría una inversión tirada a la basura, con respecto a la clase. La mujer indicada por Eliot había asesinado hacía unos segundos a un enmascarado robusto, justo antes de caer de rodillas al suelo. El hombre parecía de edad un tanto avanzada y seguramente muy conocido dentro de ese bando pregonante de oscuridad; esperaba para sus adentros que la chica de los cabellos azules le reconociera y así aumentar la dificultad de su encomienda. — Elvis, se nota en tu cara que los enmascarados no son los que más te simpatizan —bromeó con el ceño fruncido, aun manteniendo el semblante que inspiraba respeto absoluto. —El hombre que se ríe a carcajadas allá tras esas escaleras es tu objetivo, como ves las flechas están penetrando cada vez más su cuerpo, y no parece tener idea de cómo detenerlo, y mucho menos aceptar que ya se está viendo perdido. Adelante, no permitas que se vaya, quizá también sea nuestro deber llevarlo luego a los calabozos que correspondan. —la última frase surgió con un sarcasmo que no pudo disimular; pero de momento no le preocupó. — Mónica, estabas un poco despistada en clase. Y parece que eres la más responsable a juzgar por la hora de tu llegada. Vamos a ver si espabilas un poco con esto: El hombre flacucho de allá arriba está luchando con su vida y a la vez con una fiera felina tres veces más grande que él, evita que ésta le arrebate su vitalidad y procede a cerrar la piel desgarrada. Por supuesto, ten cuidado de no salir tú lastimada en su lugar. —terminó con ironía lo que parecía una advertencia. — Juliens, el muchacho que parece haber llegado sin levantarse de la cama. Tu tarea es doble ahora, esas dos personas no dejan de luchar aun cuando ambas están a punto de abandonar este mundo, termina esa contienda como puedas y procede a la curación. Cuida que uno no mate al otro mientras lo haces, o que seas tú un blanco fácil —casi guiñaba un ojo con sarcasmo, pero logró contenerlo. — Los Episkey no estarán de más, usen bezoars, y suturas manuales si es necesario. Según recuerdo en las lecturas previas ya deben conocer al respecto. Los quiero aquí a todos en treinta minutos, con sus heridos asignados, no se sabe qué más pueda ocurrir, seguro tendremos más trabajo del que predije. Trataré de acercarme a cada uno mientras este tiempo trascurre, no desesperes y procuren no dejarse intimidar por la carne viva y las vísceras que estarán a la vista. —finalizó el discurso y desapareció, justo antes de que un rayo escarlata pegara en el lugar en el que estaba de pie. No recordaba cuando había sido la última vez que había hablado tanto, o dirigirse a otro ser humano sin insolencia de por medio, aunque había algo de eso implícito en todo caso, pero no era evidente. Apareció nuevamente en lo alto de una torre donde no había situación bélica alguna, esperaba gozar del espectáculo por lo menos un par de minutos antes de interrumpir a sus alumnos con una visita. Respiró profundo; sonrió.
  4. ¡Hola! Bueno pues después de recibir el PM del censo, me vengo a pasar para dejar la respectiva ficha, sí ando así de rápido porque ando en un descanso de las tareas muggles y esas cosas Bueno pues nada, ya rellené todos los datos, y obviamente que quiero seguir perteneciendo a la familia, me alegra que se vuelva a activar como se debe
  5. ¡Hola! Bueno, vengo a pedir mi cambio, que casualmente mi subnick se ha regenerado a uno muy aburrido, entonces por eso quiero ponerme el mismo que tenía porque a mi me gusta bastante No usaré los cambios de nick, puesto que me gusta también el que tengo. Bueno ya, dejaré la ficha y muchas gracias
  6. Eliot Akil

    Primeros Auxilios V

    http://i.imgur.com/r41042J.png La luz de la vela que tenía a un par de palmas de su pergamino dejaba al descubierto la tinta que chorreaba de algunas letras, pues las ganas que tenía de enviar lechuzas informativas eran tan elevadas como las de adentrarse en el mundo de la docencia; por ende, ese porcentaje tan minúsculo de entusiasmo se hacía evidenciar en su caligrafía, que aunque seguía teniendo formas y curvas perfectas, no terminaba de verse profesional. La carta empezaba con un “Queridos alumnos”, y ahí justo en esa primera frase era donde casi traspasaba el papel. Sonreía con algunas de las palabras que continuaban a lo largo del texto, pues los gestos de hipocresía implícita le proporcionaban ciertas dosis de humor en su labor. La redacción no fue muy extensa, y básicamente explicaba que iba a ser él quien impartiría la clase en adelante, y que los esperaba “ansioso” en las instalaciones de la universidad mágica, a la que posteriormente se dirigiría. No sabía aún a ciencia cierta el porqué de aquella decisión tan repentina, quizá los recuerdos en los que había sido sanador le dejaban cierto sabor dulce en la memoria, pues cuando las víctimas a su cargo no cumplían la tasa necesaria de nefastos deseos, estar cerca de otras y fantasear con las mismas era de pronto suficiente. Ahora tendría la oportunidad de meterse en un juego diferente, enseñar las artes de la sanación a personas inexpertas en dicha área, sin lugar a dudas resultaría interesante o por lo menos lucharía para que así fuera. Las lechuzas salieron en distintas direcciones con la encomienda a su cargo, en unas horas estarían éstas en sus respectivos destinos, y los alumnos a los dos días siguientes esperándole en un aula de clase. La idea de verse con un aire rígido, y de carácter poco penetrable le daba aspiraciones de eleva a su ego. Pero tras meditarlo por cierta cantidad de tiempo decidió que el sigilo sería su mejor arma, pues nadie tendría por qué enterarse de sus convicciones personales. Se limitaría a enseñar lo que sabía, aprovechando la cercanía con la agonía y sufrimiento de ajenos, pero sin demostrarlo en exteriorizaciones de carácter. El día por fin había tenido lugar en esa mañana lluviosa, las aves extrañamente no arruinaban las primeras horas del día con melodías cursis, eso indicaba que todo iba por buen camino. Se preparó con las cosas necesarias en un bolso bandolero de cuero, obviamente con un encantamiento de extensión indetectable. Se puso su típica chaqueta negra y tras un palpitar del entorno desapareció, dejando un vapor denso que se disolvió al cabo de diez segundos. Llegó en un abrir y cerrar de ojos a las afueras de las torres de la universidad, algunas ratas corrieron despavoridas tras la repentina materialización del cuerpo humano. Miró a aquellos lugares y recordó algunas de las clases que él mismo había tomado poco antes; sonrió. Caminó lentamente oliendo la tierra mojada que había dejado una suave llovizna, al parecer el clima estaba muy similar en muchos lugares, sus botas se hundían ligeramente en el suelo y dejaba huellas que luego marcaría de igual manera en los empedrados de adentro, no le importó. El pasillo se divisaba ya y respiró hondo, tenía que prepararse antes de abrir la puerta, convencerse a sí mismo de no perder los estribos de su comportamiento rápidamente, y a su vez ponerse su careta de catedrático lo más pronto posible; así lo hizo. Abrió la puerta girando bruscamente la perilla y el lugar estaba vació, emblanqueció la vista enseguida, pues esperar no era una de sus cosas favoritas. Tomó una vieja bola de cristal que estaba sobre un archivero, y lo puso en el escritorio. Seguramente antes se había dado adivinación o algo similar dentro de aquellas cuatro paredes, pero eso no era importante en esos instantes. Sacó su varita y comenzó a conjurarlo lentamente, pensaba en el lugar en el que él junto con sus alumnos se dispondría a viajar al cabo de que todos hubieran llegado. Chipas verdes y rojas podían alumbrar sus pupilas de sólo imaginar la batalla que se estaba llevando a cabo en aquellos terrenos, una disputa bastante seria entre los integrantes de bandos opuestos, de los cuales todo el mundo sabía de su existencia pero que pocos se atrevían a mencionar. Él mismo pertenecía a uno de ellos, pero no dejaría al descubierto para nada esa información en ningún momento. ¿Por qué no estaba en esa situación bélica disfrutando de ver la sangre brotar de los cuerpos? Simple, se aparecía en esos lugares cuando tenía algo que reclamar para su propio beneficio, aparte de las ventajas que suponían para un bando entero, y este precisamente no era el caso. — ¿Sabían que la puntualidad es importante también? No quiero imaginar lo que pasaría con un herido a su cargo en el futuro, seguro que muere desangrado antes de su llegada. —dijo con el ceño fruncido, de mala gana por los minutos que había estado en espera. Los alumnos ya estaban ahí sentados, quizás algo intimidados o no por el comportamiento en primera instancia que había tenido. Algunas caras le resultaban extrañamente familiares, pero no hizo demasiado esfuerzo en tratar de recordar, ya que eso seguramente afectaría sus procederes en el futuro dejándolo descaradamente en total evidencia. — Ya saben de qué se tratará la clase, quieren aprender a salvar vidas. Bueno, pues no hay mejor manera de hacerlo que en la práctica, así que les advierto desde este momento que las líneas extensas de un libro no se comparará jamás con lo vivido en carne propia. —aquellas palabras salían con tanta espontaneidad que casi se creía su benevolencia. El conjuro en el traslador los llevaría a una vivienda de Ottery, donde una redada mortífaga se estaba dejando víctimas numerosas pertenecientes a ambas caras de la moneda: La luz y la oscuridad. Poniendo a prueba la resistencia que aquellas mentes deseosas por aprender tenían en realidad, ¿serían capaces de soportar los escenarios? Eso se sabría en poco tiempo. — Muy bien, ¿qué esperan? Acérquense y comencemos de una buena vez. —indicó con voz fría, empujando la bola de cristal unas pulgadas hacia el frente. — Ah, casi lo olvido: Mi nombre es Eliot. Traten de olvidarlo rápidamente. —bromeó diciéndolo en serio a la vez, pues odiaba ser recordado y confrontado con interacciones humanas.
  7. — A decir verdad no te tengo nada de miedo, y menos cuando tienes el cuello hecho añicos —pronunció tranquilamente mientras una media sonrisa se dibujaba en su cara. Era seguro que el estrés del momento y la desesperación de un ataque inesperado hubieran confundido a la bruja, que hasta el momento parecía tomar las riendas de sus acciones con firmeza, pero ahora estaba dando un tropiezo del que seguramente se arrepentiría luego. El tigre controlado por el oppugno de Eliot había llegado en un instante como él se lo había ordenado, sabiendo exactamente la posición de la bruja a pesar de que ella se había movido como método de confusión para el chico. Su Incárcerus para la dicha de los ojos del Black Lestrange, había atado sólo las extremidades de la bestia, permitiéndole quedar con el hocico libre con sus grandes colmillos para hacer destrozos, tal como él lo había planeado. Ley necesitaría una curación muy efectiva en ese momento si no quería morir, ya que estaba mal herida, gracias al actuar de su propia transformación, que evidentemente no supo controlar desde un inicio. «Seccionatus» pensó claramente mientras apuntaba a la ya sangrante Ley. Doce medias lunas cortantes resplandecían con destellos de luz mientras salían de la punta de su varita, todas en dirección al pecho de la bruja causándole heridas profundas y de necesidad de pronta curación. Eliot había tomado la decisión de recibir un intercambio de daño, pues las doce flechas que ahora habían perforado su cuerpo empezaban a debilitarlo, por lo que proseguiría a curarse de inmediato. A fin de cuentas, un solo daño lo veía como un juego en comparación a su oponente que estaba al filo de una muerte acechante. «Episkey» Pensó mientras apuntaba a sus heridas. Éstas comenzaban a sellarse rápidamente, deteniendo el flujo de sangre y sanándose por completo. Sus energías estaban a flor de piel, con la vista punzante, a la espera de cualquier cosa que sucediera a continuación. — Es lindo ver como la sangre fluye —dijo mirando su mano aún manchada, pero refiriéndose a la que emanaba del cuerpo de Ley. Lamió un poco de su propio flujo sanguíneo con aparente goce, entornando posteriormente la vista de nuevo en su rival. — Quizás pruebe un poco de la tuya pronto. —sonrió.
  8. @ | @ «¿Furnunculus?» Pensó el joven tras recibir el hechizo del cual no se quiso siquiera defender con un simple escucho, era tan patético aquel acto de inmadurez para sus ojos que ni siquiera se molestó en evitarlo, en vez de eso esperaba que viniera seguido por otra cosa para agregarle algo de sustento a su pobre arremetida. Después de esperar unos segundos, se dio cuenta que no sucedería y que era simplemente ese pequeño acto débil la respuesta que durante tanto tiempo había pensado Ariadna. — Finite Incantatem —susurró acabando con el capricho poco razonable de la mortífago, poniendo la vista en blanco total por lo cansino de la situación. Había sido mucho esfuerzo para nada, ¿No había valido la pena cada pizca de la energía empleada en aquella situación? Al parecer no. No había diferencia entre ninguna de las dos, ni la fierecilla ni la inmadura, ambas en extremos distintos pero con fines igual de incomprensibles frente a las opiniones de Eliot, eran dos seres más del montón que se sumaban a la lista de nombres que nunca recordaría. Al parecer el encantamiento de las pústulas no iba a ser lo único, un pequeño discursillo cargado de nuevos juzgamientos se habrían paso entre el viento e iban directo a los oídos de Eliot, sin causar claramente ningún daño o remordimiento. A diferencia de las cosas que hacían los demás como impulso, las que él cometía no se veían empapadas jamás por cosas como el “Qué hubiera pasado si no…” Eso nunca ocurría. — Y como era de suponerse, no había nada. —dijo claramente mientras la chica se volteaba en dirección a la barra. Él conocía exactamente a lo que se refería, era a sus preguntas, cosa que era posible ya ésta hubiera olvidado. La situación lo empujó un poco más a la oscuridad de sus convicciones, viéndose duchas de dudas por unos instantes en los que quiso pisar suelos inexplorados, pero sin tener ningún éxito. Esos terrenos eran inhóspitos, vacíos y totalmente áridos como gran parte del suelo de la nación que lo había visto nacer. Todo había ocurrido rápidamente, y para su total goce estaba solo nuevamente, observante de todo. Pendiente por si alguna reacción del pariente de Catherine se avecinaba, y expectante por si alguna nueva estampida de inmadurez venía hacia él por parte de Ariadna, sin olvidar que la inconsciente mujer poseída por alguna especie de felino salvaje podría despertar en cualquier momento. Todo pasaba por su mente al mismo tiempo, pero seguía sereno, cautivado por lo que podría comparar con una granja de hormigas habitada por danzantes y susurrantes.
  9. @ | @ Arranques de ira, intentos de golpes en los que posiblemente se hacía más daño ella misma, y algunos encantamientos inmovilizadores tuvieron lugar después de lo que parecía ser el final de aquel encuentro, habiéndose equivocado de cierta forma, pues siempre estuvo alerta. Como era de esperarse la capacidad de análisis que el chico podía ejercer en los terceros, era digno de alguna titulación si así funcionara el sistema mágico entonces, no habiendo dejado lugar para las equivocaciones en cuanto a sus conclusiones para con la eufórica, pero excéntrica fémina objetivo de sus desquites egocentristas. Cada golpe que recibía era como un toque, podría ser que Catherine tuviera su fuerza que no debía ser cuestionable, pero era que en temas de comparación el muchacho los resistiría con el doble de la habilidad. Soltaba una que otra risa con chispas de burla entre algunas de las arremetidas, previendo la poca energía empleada y llegando a pensar si la fémina estaba sumergida en la ebriedad sin hacerlo muy evidente. Negaba gracioso. En un momento tomó una decisión, viendo como la mortífago estaba enceguecida por la furia y eso le parecía entretenido en verdad. Decidió no resistirse a los ataques, fueran mágicos o corporales; tan sólo escucharía lo que ella tendría para decirle y ni siquiera se daría cuenta si sus encantamientos estaban haciendo efecto o no, lo más seguro era lo segundo ya que la fiera en la que estaba convertida no le permitiría ni apuntar con acierto. — La estupidez de los hombres no se me mide por la cantidad de miedo que los habita, se mide por la cantidad de miedos a los que se les da importancia —recitó en un tono apaciguado la frase de su propia autoría y aparecida como respuesta hacia la ofensa recibida. La perorata que soltaba en medio de la rabieta la Stark, sólo tendría para los oídos del despreocupado muchacho algunos pocos porcentajes de interés. Haciendo notas mentales para ofrecerle respuesta en su propio estilo de hacerlo, sereno y gracioso ante reacciones que claramente eran el triunfo de su comportamiento hostil. — Y supongo que tú si crees que a mí me pueden llegar a interesar tus opiniones respecto a mí, puedes pensar lo que te venga en gana. Quizás estás tan enfada porque no te presté un poco de atención, algo que quizás buscabas con mucha desesperación. No me importa. —no mentía, no le interesaban las carencias de atención que tuviera nadie en lo absoluto. Se puso de pie lentamente, con la respiración totalmente normal y despreocupación genuina, Suponiendo certeramente que el berrinche había tenido un final. Era muy curioso que se le acusara de mocoso o cosas similares, cuando ese alguien responsable de tales adjetivos se comportaba peor que él, y en una línea que topaba en lo descabellado. “Es suficiente” escuchó de parte de alguien con facciones que podría comparar con las de Catherine, sería su hermano seguramente o un pariente cercano a la fierecilla. Eliot, negó con los ojos en blanco ya que muy posiblemente no tendría que lidiar con uno sino con dos más; y estaba sumergido en una situación social poco habitual, no eran una ni dos personas sino tres. El flacucho le desmayó con un golpe en el cuello y la vista del Black Lestrange no tuvo ninguna reacción, seguramente tendrían suficiente confianza como para arrebatarse el conocimiento cuando les provocase, no lo sabía ni le interesaba. La figura masculina con la femenina en el hombro se acercó a él, y ofreció algo parecido a una disculpa, cosa que el muchacho de oscuros cabellos no iba a saber identificar con facilidad. — Sí, sí. Como sea... Aléjate. —articuló haciendo un gesto de desplazamiento con su mano. Estando en el sitio en el que se había parado desde el principio, y recibiendo una dosis de pereza desde su cerebro, le quitó el trago de vodka de la mano de Ariadna, dándole un trago largo a éste y devolviéndoselo con un movimiento brusco que le llegó hasta la boca del estómago sin lastimarla. Mantuvo silencio, no quería otro reclamo porque sería el indicativo de que realmente debía desaparecer en la noche como lo acostumbraba.
  10. @ | @ «¿Ella cree que se va a ir tan libremente?» Pensó ahogando con mucha dificultad una carcajada, de haber salido ésta se habría escuchado en toda la celebración, y llamado la atención, cosa que no pretendía lograr de ningún modo. Quizás los hechos a futuro lograran capturar el interés de algún mortífago, o lo más probable era que al tratarse de altercados menores no le dieran la mínima importancia; esperaba lo segundo pues no quería generar un río crecido de sangre que interrumpiría su ingesta de ron. Escuchó cada palabra que Catherine le había soltado en la cara, como si un bufón hiciera el máximo esfuerzo por sacarle un esbozo de sonrisa a su amo, temeroso de morir por no cumplir correctamente con su labor. Quizá no era el caso, pero dentro de la mente de Eliot era la cosa más comparable en primera instancia. Sus manos no terminaban de sujetar bien su vestimenta, y agradeció a los dioses inexistentes en los que no creía que ella no había siquiera tocado su chaqueta. La miró alejarse, con ese tambaleo débil que indicaba que una ligera conmoción la podría sacar de su caja de cordialidad relativamente fácil. Entrecerró los ojos muy despacio y sacó su varita, pues éste no iba a titubear en ningún grado, ni a detenerse por tratarse de una “dama”, eran las cosas que menos le iban a quitar el sueño realmente. Lanzó un hechizo de la punta de arma de madera, y la fémina cayó instantáneamente al suelo, dándole tiempo al Black Lestrange de acercase hasta donde se encontraba, a unos pocos pasos de él. Puso una pierna a cada lado de su cuerpo y la mantuvo serena, como si se tratara de un animal de engorde a punto de ser apuñalado en el cuello. Sin embargo, no había cuchillo ni ganas de usar uno, tomó algunos mechones de cabello y lo enrolló tres veces en un puño tan duro como una piedra blanca de río. Se acercó a su oído y comenzó a susurrar muy lentamente cada palabra. — ¿Crees en serio que tu teatrito mueve algo de temor en mí? Sé que no me conoces, y tampoco yo a ti, mucho menos tengo intenciones de hacerlo —bufó al final de esa frase, causando una breve interrupción. —Pero lo que quizá sea lo más importante que te percates, es que el miedo no me caracteriza en lo absoluto. —emblanqueció la vista al pronunciar la última palabra, pues no iba a ser la última vez en repetirlo. Sonrió. — Ahora, en una próxima oportunidad ten la sensatez de no recrear tal espectáculo, y no lo digo como advertencia, ni como amenaza, es simplemente lo que debes hacer… Tómalo quizá como una pequeña orden. —guiñó gracioso al terminar su discurso. Sin perder nada más de tiempo aflojó la maraña de cabellos que tenía entre sus dedos, y se levantó expectante para gozar del levantamiento forzoso que ésta iba a tener. Su varita aún en su mano relajada, acompañada del causante de todo aquello: el cigarrillo que tras una última calada cayó a los pies de la mortífago. Eliot era un muchacho bastante osado y muy impulsivo a veces, pero no era est****o. Regresó a su puesto en la pared caminando en reversa con una actitud cómica en la mirada, sin quitarle los ojos de encima a la enfurecida Stark. Era una total extrañeza verle expresividad en sus facciones, pero en verdad lo había disfrutado a pesar del esfuerzo por hablarle cerca de la oreja. Era raro verlo haciendo aquello último si grandes consecuencias, más que un ligero intercambio de palabras. Se empezaba a hartar de Ariadna, quien no decía parloteo alguno, ni se le veían ganas por dar respuesta a sus interrogantes, permaneciendo en silencio de cualquier forma. Pasarían un par de minutos más y su interés sería redireccionado al objetivo viviente que siempre tenía en mente: Nadie. La miró de arriba abajo buscando alguna curva peligrosa que por lo menos hiciera volar su imaginación en un par de segundos, pero negó con gracia en el rostro de inmediato, pues eso no era propio de su carácter y no lo sería nunca. Cada mujer con la que estaba buscaba los atributos en él, y al final de la noche decidía si tenía su aprobación o no, quizá con un gesto simple de levantamiento de mentón que llevaría todo al siguiente nivel, no más allá de una noche. Sintió ganas de generar sus preguntas nuevamente, pero como entendía que no iban a salir con la misma euforia e interés rebosante, prefirió callar a sabiendas de que aún la mente de la chica estaba dando vueltas intentando responder de la mejor forma, lo suponía, lo entendía así, y seguramente eran certeras sus predicciones.
  11. El altercado se comenzaba a poner por fin un tanto interesante, pues la acción se empezaba a abrir paso como una estampida traslucida en aquella azotea neoyorquina. Era sabido que muchas veces las habilidades de los magos eran cuestionadas sin miramientos, y en el caso de Eliot siempre sucedía, pues se le subestimaba sobremanera por motivo de su tranquila locura aparente. En el duelo que se llevaba a cabo, no había excepción a esa regla, pues en los ojos de la bruja adversaria se le notaba un tanto el reconocimiento por aquellas habilidades, las cuales le estaban dando quizá más guerra de la que ésta esperaba. El tigre, tal y como lo había ordenado el chico de los oscuros ojos, se había lanzado directo al cuello de Ley, quién comenzaba a desfallecer rápidamente debido a esas heridas, pero que sin embargo había comenzado a curar en ese mismo momento con un hechizo sanador. Eliot tirado en el piso y enceguecido por la Legionario, se quiso quitar de encima por lo menos uno de esos estados, y estando aún con la vista anulada se puso de pie firmemente sin ningún tipo de balanceo. El hechizo responsable de su ceguera le impediría arremeter enseguida contra ella, pero eso no iba a durar eternamente. — Aunque estaría interesante hacer salir tu sangre de mi propia mano, es lindo ver como tu propio animal te hace añicos —sonrió viendo las manchas carmesí que habían por doquier. — Oppugno —repitió, con la vista totalmente funcional. Apuntaba directo al tigre de bengala que seguía con vida, y que había vuelto a pasar al mando de su creadora, pero no por mucho tiempo. Ahora estaba siguiendo la orden de Eliot, quien le encomendaba nuevamente atacar directo al cuello de Ley, proporcionándole heridas que necesitarían sanación instantánea. La bruja se había movido aproximadamente 5 metros mientras no tenía vista, pero el animal si sabía su posición exacta y no dudaría en seguir la orden impuesta, con un solo salto estaría sobre aquel cuerpo femenino.
  12. @ | @ Cada vez parecían llegar más personas al recinto, lo que provocaba que la incomodidad del joven empezara a surgir poco a poco. Con cada exhalación sentía una pizca más de arrepentimiento por haberse decidido a asistir a aquella reunión. Era cierto que no tenía nada que perder, y que siempre se sometía a esos pequeños sacrificios como acto de masoquismo. Las preguntas que habían salido de su boca aún resonaban en sus pensamientos, como si de un eco infinito esto se tratara. No entendía en ese preciso instante el porqué de su ataque verbal hacia la chica, pero algo en sus adentros le volvía a carcomer en sus más grandísimos hastíos, y aunque no estuviera del todo presente en los aciertos de los jugueteos de su profunda mentalidad, quiso seguirse a sí mismo la corriente uniendo de alguna manera los impulsos con la razón. Ariadna permanecía en silencio, indicando que quizás muy pocas veces en su vida la habían hecho someterse a un interrogatorio de ese color. Era en la medida de lo más posible una reacción inesperada lo que había obtenido, después de un simple intento de socialización; pero así era el proceder del Black Lestrange, único en su arsenal de extrañezas. Entornó los ojos en la multitud, conservando la actitud serena y manteniendo el silencio, como indicativo que de la espera por las respuestas a sus interrogantes estaba intacta. Pues, sus impulsos por largarse avivados por el aburrimiento, la incomodidad y el contacto humano, estaban cesando en competencia por lo que en ese instante acontecía. Visualizó a una fémina más acercarse y de inmediato su habitual pensamiento de repudio tuvo lugar en su mente, no podía creer que ya no tendría que lidiar con una compañía sino con dos. No entendía el porqué de esto, ¿acaso su actitud era mal interpretada? ¿Podría ser que la ausencia de expresividad se confundiera con una puerta abierta a la cortesía y amabilidad? Bueno, eso último no era para nada cierto. «Creo que ésta será otra que se equivoque de número» Pensó sin demostrarlo. Teniendo a Catherine ya casi frente a él. Quizá era cierto que sólo venía por un cigarrillo, Eliot siempre tenía con él los suyos, pero puede que suceda que haya gente incapaz de recordar sus propios vicios y de mantenerlos además. Pero nada de esas conclusiones sensatas tenían cabida con la altanería de por medio, característica principal del objetivo humano de la petición de la mujer. — Cuanto lo siento, pero no tengo más. —articuló con toda tranquilidad mientras muy a la vista sacaba uno nuevo de una cajetilla bastante surtida, para luego meterla en el bolsillo trasero de su pantalón. Su rostro tenía un aire similar al de una burla del tipo “Yo no fui”, pero a su vez cargada de tanta odiosidad que su interpretación no iba a poder ser de otra manera. No le apetecía regalar su vicio, no tenía intención de compartir nada con nadie, ni siquiera un poco de cáncer si eso fuera literal. — Si no te importa… —dejó la frase en estand by, soltando una bocanada de humo denso, e indicando a su vez que era momento de que se les dejara de nuevo en solitario. No sabía cuál iba a ser la reacción de la mortífago, si tomaría o no represalias contra su comportamiento, tampoco movió un ápice de su preocupación. Sólo aguardó por las respuestas que quería antes de ser interrumpido, y prácticamente olvidó otras presencias a su alrededor en cuestión de segundos.
  13. Parecía que la bruja tenía un hechizo predilecto en su arsenal, como era de esperarse con alguien con pocas capacidades, o por lo menos eso era lo que Eliot pensaba como conclusión de sus repetidas maniobras. La noche seguía bastante oscura y los charcos creaban pequeñas ondulaciones, debido a la batalla que se llevaba a cabo sobre ellos. Ley había conjurado la única cosa que había en la azotea, una de esas hélices que suelen estar en la cima de los edificios, dejándolo ahora sí totalmente vació, nada más con el concreto que recubría todo el lugar como un manto duro a su vez humedecido por la noche fría. Ahora esa especie de ventilador era un tigre de bengala, expectante a los ataques que pudieran surgir. — Veo que aparte de saberte un solo conjuro, no puedes cuidarte solita, es una lástima. —sonrió al terminar la frase, ya habiéndose percatado de su envenenamiento. No le dio mucha importancia a esto, y no sintió gran dolor. De hecho su rostro aún estaba sereno y sin expresión alguna en él, miraba con los ojos entrecerrados a la araña antes de aplastarla con el otro zapato. El cuál ahora sería punto focal de su magia, lo apuntó y pronunció levemente — Morphos… —El zapato mutó rápidamente en un bezoar, el cual no dudo en ingerir en ese preciso momento. Su cuerpo de reponía y la curación hacía efecto en el acto. — Creo que te tomaste muy enserio lo de desvestirme, me has dejado descalzo —fanfarroneó haciendo un ligero movimiento, insinuando que se desabrocharía el pantalón, claramente sin llegar a hacerlo. Apuntó al tigre de bengala que estaba en modo de protección de su contrincante y dijo — Oppugno —ordenándole que éste la atacara desmedidamente, dejándola mal herida y haciendo el mayor de los daños en su cuello, a donde se dirigiría en primer lugar. Necesitaría curarse rápidamente sino quería morir o estar debilitada.
  14. Por azares de su poco interés en las facciones de la chica, no se había percatado de la luz que cubría su rostro. Era un miembro de la orden del fénix sin duda, él no tenía por qué haberse cubierto su rostro, pues no se trataba de ningún movimiento que le implicara como miembro de la marca tenebrosa y la fenixiana no tendría ninguna prueba de su participación en ningún tipo de organización de éste tipo. Sonrió gracioso por el mal cálculo de la fémina, quien dejándose llevar por su miedo a ser reconocida había terminado ejerciendo un acto un tanto mediocre. No era para menos dentro de los pensares del Black Lestrange, a quién esa clase de comportares le llevaban a clasificar de inferior inmediatamente a la persona en cuestión. Claramente sus altos deseos por no escuchar tan prontamente la voz de la bruja, hizo que el duelo se principiara de una forma con un poco de infortunio, pero eso no lo detendría en lo absoluto, de hecho avivaba más sus deseos de exterminarle, un pequeño tropiezo no iba a ser motivo para disminuir sus ganas por regocijarse de la victoria que a futuro estaba seguro que obtendría. Estando en el suelo gracias al efecto lanzado a su cuerpo, apuntó rápidamente a donde estaba Ley. — ¡Silencius! —pronunció claramente evitando de esa manera que el próximo hechizo a realizar saliera; lo único que pudo escuchar fue un simple “Mor…” que salía de sus labios. Podría estar en el suelo, pero eso no evitaría el poder silenciarla, quién sabe que artimaña tendría ésta en mente, pero conociendo el proceder de los fenixianos y a donde se iba a dirigir la varita, concluyó. — ¿No es un poco pronto para que me quieras empezar a desvestir? Típico. —bromeó con bastante ironía. «Zancadilla» pensó apuntando con agilidad nuevamente a su rival Ley, quien de inmediato cayó al suelo por consecuencia del efecto, y sus tobillos siendo amarrados por causa de los lazos del mismo hechizo. Lo que era igual no era trampa, así que le divirtió sobremanera que su intento por saciarse de verle en el piso, ahora hubiera sido contrarrestado con una vista igual pero con ella de protagonista. — Veo que tienes un poco de afán. Tranquila, todo a su tiempo… —dijo en tono burlón. — Me disculpo por devolverte el favor, no es que sea vengativo o algo por el estilo. —sonrió dejando que el silencio nuevamente se apoderara del lugar.
  15. De todos los minutos que estaban transcurriendo uno ya se hacía más aburrido que el otro, a excepción de la pequeña demostración teatral que tuvieron con el Boggart, todo iba muy plano. Pues había sido un momento con un cierto grado de tensión por enfrentarse a su otro yo de frente, y a su vez demasiado entretenido logrando causar irritabilidad en una de sus compañeras de clase. Notó cómo Adryanie explicaba algo relacionado con el Magic Mall, algo que tenía que ver quizá con el funcionamiento de los objetos ahí vendidos, pero no le prestó mucha atención. No quería inmiscuirse en conversaciones que terminarían de arruinar los momentos que pasaba en el parque sin que estuvieran ligados al trabajo. — Entonces, dígame usted profesora. ¿Cuál es la forma correcta de burlarme de las personas? —canturreó con un ligero levantamiento de ceja, convirtiendo el comentario de la mujer en una pregunta que seguramente no le resultaría agradable. Las prácticas de las demás estudiantes dejaron mucho que desear ante los ojos de Black Lestrange, quién esperaba ver algo realmente interesante, pero terminó en decepción total sin cabida a nada diferente. Volvió a tirarse en el suelo y comenzó a dibujar nuevamente con la punta de la varita figuras geométricas complejas, no tenía ganas de seguir viendo aquello que no merecía la pena. Así, con su oído de alguna manera aún conectado con lo que ocurría, como mera precaución para los avances del programa, escuchó como un vaivén de puntas estaba ocurriendo. Alzó la vista y la enfocó en la licántropo y Juv, quienes parecían conocerse de algún lugar pero no terminaban de afrontarlo. Eliot, valiéndose de su capacidad para deducir las situaciones había sacado su propia conclusión rápidamente, y comenzaba a estresarse con el tema recurrente en cada encuentro de ese tipo. — Bueno, si se van a continuar mirándose y recitando cosas una a la otra, será mejor que mi mejor amiga y yo nos marchemos y las dejemos en privacidad. Así no se cohíben más de sus demostraciones de cariño. —soltó todo aquello como vómito verbal, mirando al finalizar a Lyra y guiñándole un ojo. Se regocijaba de su insolencia. No solía soltar aquellos discursos de reclamo en lo absoluto, pero era que el aburrimiento empezaba a hacer estragos en su cerebro. No toleraba que mientras él se pudría en el piso garabateando cosas, la clase se estancara con tesituras que no venían al caso. Así que para agregar un poco de sal y pimienta a la situación, bromeó seriamente acerca de las susodichas actitudes. «¿Maleficios imperdonables?» Pensó muy reflexivo, pues hasta los momentos el perfil que tenía la fémina a cargo del grupo era muy inclinado a la benevolencia. No se imaginó que mencionaría los maleficios y aún menos que los quisiera hacer en clase, por fin estaba sucediendo algo que podría resultar beneficioso para sus carencias de entretenimiento de ese momento. Escuchó la breve explicación de cada uno de los usos y contrarrestos y sus ojos se oscurecieron más, mil y un recuerdos atravesaron su memoria en un flashback indetenible. Una rata fue el blanco para la ilustración de los conocimientos de la profesora, haciendo que su vista se pusiera neutra otra vez. No era que defendiera la vida de los roedores, incluso hacía poco había exterminado a uno de ellos con un pisotón en el cuello, dentro de los bosques cercanos a la mansión Black Lestrange. La comprobación de la efectividad de la maldición sobre el animal estaba finiquitada, y pudo hacerse la vista gorda de las reacciones a su alrededor, pues otra de las discípulas, la más egocéntrica, comenzaba a desquitarse de su ira con un reptil, un animal que ella misma había invocado con ese fin. No le veía lógica alguna realmente, sólo suspiró en negación. — Muy bien, ¿Qué sigue, la otra chica matando a un canario? —interrogó al grupo señalando a Lyra. No era que le produjeran algún tipo de misericordia, o que no pudiera soportar los actos que se llevaban a cabo. Al contrario, le parecían tan patéticos que no se podía creer que fueran dignos de una clase con el título que ésta tenía. A demás, aparte a esto las maldiciones imperdonables siempre le parecieron sobrevaloradas por el ministerio, no eran atrayentes para él. No hacían desprender sangre a borbollones ni matar a alguien con heridas descaradamente profundas, eso era lo que más placer le daba en una batalla. — En mi opinión, las maldiciones imperdonables no son para realizarse en clase. —parloteó con su hipocresía claramente a flor de piel. — Ya ves que casi vemos enloquecer a esta pobre muchacha torturando a esa culebra, no lo podemos permitir. ¿No cree? —se dirigió a su profesora. Seguramente lo recién dicho iba a ser muy complicado de interpretar, pues su semblante y su actitud decían completamente otra cosa sobre él y ahora su elocuencia demostraba una contrariedad muy fuerte. En definitiva la actitud del chico siempre causaría ese tipo de controversias, pues era capaz de camuflarse con mil mascaras actitudinales si era necesario. — De hecho sí, tengo una pregunta. —interrumpió la último palabra que iba a salir de los labios de Adryanie. — ¿Por qué el ministerio clasificó de imperdonables éstas tres maldiciones, cuando sabemos que hay magia igual o incluso más oscura? —su vista era serena y punzante. — ¿será acaso que muchos magos las usan desmedidamente por la facilidad de su aplicación? —terminó volviéndose a sentar tranquilo en la tierra.
  16. El piso estaba húmedo por la lluvia que hacía apenas un par de horas estaba cayendo en la cosmopolita ciudad. La luna blanquecina y azulada al mismo tiempo se reflejaba en algunos de los charcos sobre el piso, era un edificio muy alto, así que otros edificios no eran reflejados por la posición que tenía, un poco retirado de los demás. Eliot estaba al borde de aquella azotea, con los pies colgando. Miraba cómo las luces de los semáforos cambiaban y se entretenía con las alarmantes sirenas de las ambulancias y las patrullas de policía; hacía demasiado tiempo que no visitaba suelos americanos, pero su viaje en búsqueda de hacerse con más poderío le instaba a adentrarse en muchos lugares del globo. Vigilaba desde las alturas, como si pudiera controlar todo lo que pasaba, como si toda la ciudad fuera una granja de hormigas y él fuera el dueño. La edificación en la que estaba no era común después de todo, muchos magos se metían dentro como refugio en una urbe totalmente infestada de muggles. Se estremecía con sólo la idea de tropezarse con alguno, no toleraba a los humanos sin magia. La tranquilidad se respiraba, todo estaba despejado y el concreto forraba toda la superficie. Había subido esperando un encuentro particular, algo que los minuteros no se tardaban en traer hasta él. ¿Acaso era necesario un altercado a esas horas de la noche? Seguramente no, pero necesitaba satisfacer su dosis de ego que aún no había sido suministrada desde su llegada. Tenía su varita en la mano derecha, apretada con el peso de su brazo y el concreto del filo en el que estaba sentado; algo le decía que ya no estaba del todo solo y que era momento de ponerse de pie. Visualizó la figura femenina, a penas reconocible por el poco tiempo que había transcurrido desde su primer encuentro, que como siempre había terminado de manera nefasta. ꟷ Hasta para morir se necesita puntualidad ¿sabías? ꟷcanturreó como reclamo por los minutos que ésta tenía de retraso. Cuando la luz de la luna le dio a la bruja por completo, fantaseó enseguida con el estado inerte de ésta; deseando en ese momento, movido por un odio desmedido, que el duelo iniciara de una buena vez. Estando ya los dos frente a frente la apuntó con su varita rápidamente, con su ceño fruncido por la vivacidad de su acción. ꟷ ¡Silencius! ꟷse apresuró a pronunciar fuerte y claro. Aquel efecto daría en el objetivo, y por consiguiente no dejaría que su adversaria pudiera pronunciar su siguiente movimiento, pues éste le dejaría muda enseguida sin que pudiera hacer nada al respecto. ꟷ Lo siento, no tenía intensión de escuchar tu “hermosa” voz tan pronto ꟷdijo con total ironía.
  17. @ Ya el cigarrillo iba a mitad de camino, sentenciado a morir en unas cuatro o cinco caladas más. Pues la fiesta lo estaba aburriendo con cada segundo que transcurría, algunos pronunciaban la palabra muerte y el chico lo podía saber sólo con el movimiento de los labios. ¿Por qué sucedía tal cosa? Su instinto y su capacidad aguda para analizar situaciones, sumándole su subconsciente le hacían reaccionar de esa manera ante palabras que claramente llamaban su atención. Sin intención alguna de inmiscuirse en ninguna conversación ajena, o en ninguna propia si se diera el caso, sólo continuaba observando. Sentía como el líquido oscurecido y quemante bajaba poco a poco por su garganta, convirtiendo la sensación en una pequeña punzada de satisfacción que equilibraba de cierta manera el rato inhóspito que transcurría. La música de pronto cambió y dejó un poco el porcentaje alto de caramelo que tenía cada nota, ahora era un poco más movida y con acordes más duros. Eso por lo menos también hacía elevar un par de ápices más el confort del Black Lestrange, ¿Se debía a eso acaso, o era que el ron a tragos apresurados empezaba a hacer efecto? Definitivamente era lo primero, pues el alcohol no provocaba estragos en él fácilmente, mucho menos con un par de vasos. Observó a una chica, con mirada muy humana y actuar un poco despreocupado que se aproximaba. No pudo hacer nada más que emblanquecer la vista, muchas personas no entendían que de la soledad era la clase de compañía que más le gustaba. «Aquí vamos…» Pensó; ya se resignaba al hecho de que una persona quisiera hablar con él, ésta vez por lo menos una humana, lo que sería quizá una pequeña posibilidad de que fuera menos tortuoso. Miró como el vodka en poco tiempo comenzaba a recorrer las venas de la fémina, pues sus pasos, aunque ella no se diera cuenta, la delataban por completo. ¿Cómo era posible que alguien tuviera un metabolismo tan débil? Eso era culpa de una humanidad poco enfrentada a situaciones de ese tipo. Al cabo de un momento Ariadna estaba cercana a él y escuchó su voz, ensordeciéndolo por un segundo, no por lo alto de su tono sino por ser una voz con él como punto focal. ꟷ ¿Te parece que puede ir peor? Bueno, es cierto. No todos estamos borrachos. ꟷdijo respondiendo al saludo, quizás no de la forma en que ella lo esperaba. Sacó un cigarrillo nuevo del bolsillo de su chaqueta, y sin ningún preámbulo lo encendió con el ya terminado que sólo tenía como cuerpo la colilla. El vaso de ron aún tenía contenido, lo que haría que no se moviera del sitio hasta que necesitara ir por otro. No le importaría de a mucho que una mujer le hablara, pues a pesar del mal rato de sociabilidad obligada, podría divertirse haciendo sacar de sus cabales a un tercero más en su lista de encuentros nefastos. Suspiró lentamente, recordó de momento algunos de los intentos de los demás por acercarse a él, uno más desastroso que el otro. Recordó por segundos las palabras como respuesta, los ataques de risa histérica de su parte cuando lograba sus metas gracias a su osadía. Era una larga cronología de casos en los que quizás alguna persona hubiera valido la pena, pero que por su manera de ver a todo inferiormente a él, no se había dado el gusto de comprobar. ꟷ Dime, ¿qué tienes tú de especial? ¿Qué es lo que te hace diferente? ꟷpronunció en un tono medio, pero bastante audible. Estaba un poco harto de ser quizás el único mago en llevarse decepciones con todos los objetivos de su poca elocuencia. Este no iba a ser un caso diferente, estaba seguro de ello casi por completo, pero como un acto de mero masoquismo hacia sus convicciones se arriesgó. ꟷ Contesta. No te he visto en mi vida, en ningún sitio, no sé quién eres. ¿Vales la pena? ꟷexpresó como en una práctica de juzgamiento de los que pocos se percatarían. El muchacho estaba calmo, sereno, con su típica expresión de neutralidad en el rostro. No era que estuviese desesperado ni alguna de esas cosas, ese tipo de sentires era impropios de su carácter. Simplemente se lanzó a un río inexplorado. ¿Eliot haciendo preguntas a otro? Eso era un acontecimiento de verdad muy extraordinario. ꟷ ¿Y bien? ꟷatacó de nuevo con sólo dos palabras, alto y claro.
  18. Pasaba una a una las páginas del envejecido libro que tenía en las manos, como si su vida dependiera de la rapidez con la que sus ojos recorrían cada línea. La historia en cuestión había sido encontrada casualmente en las estanterías del castillo Haughton, que hacía muchos años no habían sido visitadas por el muchacho. Un relato manchado de sangre estaba contándose con cada frase poetizada, y casi podía sentir las salpicaduras enrojecidas cerca de sus mejillas. Sonreía. La única fuente de luz en ese momento era el blanco azulado de la luna que se asomaba en la ventana, volviéndose más intenso con el pasar de cada hora. Había pasado sumergido en el papel amarillento desde hacía horas, lo que le había hecho perder la noción del tiempo. Pensaba que había transcurrido cuando mucho un par de ellas, pero traspasaba por mucho esa cantidad. Un ave atravesó la cortina transparente de los aposentos y se estrelló con la pared de piedra gris manchada, dejó un punto rojo más o menos grande en ella. El sobre que traía quedó en el suelo e hizo que los ojos del chico cambiaran de dirección en ese momento, se levantó y comenzó a leer la invitación que había llegado. Desde su graduación en la antigua academia no visitaba un catedrático lugar con intensiones festivas, y esas eran las últimas en pasarse por la cabeza de él. Sin embargo, esa noche después de tener la mente tan ocupada en una sola cosa, lo dudó y lo pensó mejor. Su cuerpo estaba casi desnudo en su totalidad, lo que le hacía sentir desgano por comenzar a poner una vestimenta que fuera adecuada sin ser visto como el desencaje de la celebración. Luego se rio de sí mismo, pues ¿cuándo eso era motivo de preocupación? Nunca. Se lavó la cara lo mejor que pudo y puso unos chorros de agua en su cabello, haciendo que este fuera más fácil y rápido de poner en control. Se sentó a un lado de su cama y al cabo de tres minutos estaba completo para partir: Un jean negro con rotos a lo largo de las piernas, una camisa gris oscuro arrugada en muchas zonas, y su característica chaqueta de cuero negra. Estaba más que preparado, si no lo aceptaban en la puerta no iba a ser cosa que le quitara el sueño, pero se hastiaba sobremanera de sólo pensar tener que usar algo elegante. Se lanzó por la ventana desde la torre más alta del castillo, la caída iba a ser mortal si su cuerpo tocaba el suelo. Pero en la mitad del trayecto su silueta desapareció por completo, dejando un sonido sordo en el ambiente que causó un eco por todo el lugar y sus cercanías. Las puertas de la universidad lucían como siempre, parecía que nada se estaba llevando a cabo en su interior, pero los murmullos y el sonido de las desagradables notas musicales lo guiaron hasta donde estaba reunido aquel grupo de magos. Casi se le escapa un gesto de asco por cómo estaba pintado todo, era desagradable pero no tuvo más remedio que aguantárselo. ¿Acaso había sido aquello un acto masoquista? Parece que siempre el acercamiento humano terminaba en eso más que en otra cosa, y lo peor de todo es que lo sabía y parecía olvidarlo con los días. Reconoció muchos rostros, algunos de su antiguo empleo, otros de algunos establecimientos en el callejón diagon, todos y cada uno de ellos sin finales satisfactorios. Cada persona familiar dentro del bullicio tenía una historia de encuentro nada agradable para él, y quizá catastrófica para sí mismos. Contempló figuras aparentemente humanas, pero en su intimidad algo desgraciadamente diferente, cosa que hacía que se le escaparan gesticulaciones asquientas. Se sirvió un trago de ron seco y comenzó a beber a la vez que fumaba y soltaba bocanadas de humo, su pie derecho apoyado a la pared al igual que su espalda, erguido gracias al equilibrio de su pie izquierdo. Observaba, analizaba el comportamiento de cada individuo como un felino salvaje a punto de asechar, aunque esas no fueran sus intenciones. En silencio creaba historias para todos, con finales trágicos pero impregnados de suculenta y oscura inspiración.
  19. No pudo hacer nada más que reaccionar con un gesto lleno de altanería en cierto estado de pasividad, sus ojos estuvieron blancos por completo en lo que duraba medio segundo. Y es que Adryanie trataba de explicar cosas que él ya conocía, y otras con ciertos puntos desconcertantes entre lo que podría ser cierto y lo que no. Podría ser que en la realidad todo fuera correcto, pero en la mente del joven lograr cambiar algo ya establecido es una tarea que muy pocos se habían dedicado a completar. Hizo un ligero gesto de negación, con su mirada en los ojos de la profesora; pues ésta explicaba el peligro que los curiosos artilugios representaban para los muggles. Era verdad, era peligroso, pero es que esas pequeñeces no estaban pensadas para el goce o la molestia de un ser carente de magia. Dentro de su mente, Eliot pensaba que ningún esfuerzo era merecedor de atención si se trataba de un ente tan insignificante, aun cuando sus convicciones estaban en pro de la simpleza de la humanidad en toda la expresión de la palabra. Una sonrisa se comenzó a formar lentamente. Ver una curva en los labios de este muchacho era algo inusual de verdad, ¿por qué ocurría? Bueno, el comentario sobre las posibilidades de que le sucediera algo a Juv había despertado la imaginación dentro de su oscura cabeza. Imaginó el cuerpo de la mujer, muy obviamente vampiro, cortado en pedazos y dispuesto en diferentes zonas, o su figura inerte sobre un charco carmesí exageradamente grande. Volvió a la realidad cuando escuchó su nombre, y se lamentó haber despertado del sueño lúcido que estaba teniendo en el anterior momento. La sonrisa desapareció de su rostro pero éste permaneció calmo, prestando raramente atención a las palabras que pronunciaba la dueña de la mascota lobuna. — No pretendo ser un experto, la verdad. —respondió al comentario que le habían hecho, con los ojos totalmente dirigidos a los de ella, y con un brillo intenso nada peculiar. «Curioso, un boggart.» dijo para sí mismo al ver el armario. Él no era el responsable de la estadía de esa criatura en Insanity Park, alguien lo había dejado en el sitio quién sabe con qué clase de intenciones. A lo mejor era las de estar alerta, a la vigilia de que cuando Eliot lo abriera conocer su temor más intenso; era un método altamente lleno de mediocridad, tanto que ni siquiera movió un pelo de preocupación en los sentires del joven Black Lestrange. La maestra pasó al frente. Y él con las manos relajadas sobre su cintura miró al cielo en modo de irónica negación, otra vez la actitud que tomaba cuando algo le parecía en extremo irritante, debido al comportamiento aplicado a ciertas situaciones. ¿Cómo era posible que alguien le tuviera miedo a la muerte, y no suficiente con eso no a la propia? Eran cosas que no podía comprender, o que se negaba a hacerlo desde hacía mucho. Viendo que nadie más se apresuraba a descubrir su temor se adelantó a los demás, acercándose al armario. Conocía el uso del hechizo recién explicado, y ahora con la tutoría recién refrescada en su cerebro era imposible que fallara. Tenía curiosidad desmedida por conocer su pavor, ya que él mismo no lo sabía, ¿era posible que la criatura quedara transfigurada en la nada? Pronto lo conocería. Las puertas de madera se abrieron y una mano muy peculiar hizo un esfuerzo por salir, apoyó la otra tambaleando un poco a punto de caerse y entonces su primer pie estaba fuera. Su mentón permanecía ligado a su pecho dejando que los cabellos oscuros taparan su rostro, ¿De qué se trataba todo eso? Los orbes estaban totalmente puestos en la figura extremadamente familiar que se acercaba a él, y su varita fuertemente apuntada al mismo sin ningún titubeo. Al final estando cerca de un metro de distancia levantó el rostro, y era él, estaban frente a frente como si de un espejo se tratara. Los otros espectadores del pequeño espectáculo quizás jamás entenderían lo que sus ojos acababan de ver, pues era imposible que un mago se tuviera miedo a sí mismo, y ciertamente lo era. Nunca explicaría a nadie lo que acababa de ocurrir, no era él quien estaba posado ahí como un mero reflejo, nada más que con una actitud diferente, con una luminosidad distinta en la mirada, y con un aura benevolente. Era su otro yo, el cual en ocasiones incontroladas se apoderaba de su cuerpo y que a toda costa trataba de evitar. El sobresalto no se hizo notar en las comisuras de sus labios, ni en el ceño que estaba ahora fruncido. Con la varita en mano y pensando en la primera cosa cómica que se le vino a la mente pronunció fuerte y sagaz — Riddiculus… —la ropa del otro yo del muchacho se transformó en un abrir y cerrar de ojos en la vestimenta de su compañera Lyra, hasta tratando de imitar el peinado que ésta tenía pero quedando desigual por la diferencia de largor en los cabellos. Eliot se tiró de bruces al piso y empezó a carcajearse en una situación un tanto psicótica, miraba con el rabillo del ojo a la criatura que trataba de tapar su abdomen bajo por lo corto de la parte superior color melocotón, y esto le hacía aplastarse nuevamente a reír bastante alto hasta el punto de provocar un eco en el parque. Se fue calmando poco a poco, y con mucha dificultad, y con los últimos sollozos emitidos se disculpó hipócritamente con la clase, pues no le interesaba lo que pensaran. — Perdón, perdón… ahora mismo termino. Perdón. —pronunció finalizando con una última muestra de su risa, más parecida a un hipo etílico. La criatura ya estaba dentro del armario nuevamente y esperó a que los demás hicieran lo indicado por la clase, tenía expectativas sobre poder divertirse tanto como con su turno, pero lo dudaba enseguida. Las malas caras de algunas personas próximas a él eran todo un poema; la satisfacción en lo recién acontecido había merecido todas las penas habidas y por haber. Ahora conocía su propio miedo, cosa que sólo él entendía. Y los husmeadores o los presentes no lo descifrarían con facilidad, mucho menos sin conocerle en lo absoluto; y ese era el caso. Todo había resultado bien.
  20. Extendió su mano lentamente con un poco de duda en el avanzar de ésta, se convencía con cada centímetro de cercanía a la caja que sus sospechas estaban acertadas. Siempre tuvo una capacidad de deducción muy aguda, pudiéndose percatar de pequeños detalles que le llevaban a tomar conclusiones raramente equívocas. En este caso en particular, aun cuando su atención en los postulados de la clase era vaga, pudo captar lo necesario para ello. Finalmente la yema de sus dedos alcanzó a tocar la extraña caja, y en un retorcijón de todo lo que sus ojos podían ver, ya había cambiado de entorno. Viajar en traslador era un método poco común para el Black Lestrange, quién prefería usar medios menos ortodoxos y con muchísimo más porcentaje de sigilo en su accionar. Levantó la barbilla poco a poco, ya habiendo reconocido la tierra en la cual sus pies estaban posados, pero como método de confirmación enfocó su vista en lo que tenía frente a él. El castillo casi en ruinas, los sonidos indefinibles y esa aura frívola eran más que familiares, El letrero que decía “Insanity Park” estaba descolgado de uno de los lados, rechinando con cada rose de viento leve. Se dibujó una sonrisa un tanto torcida en su cara, pues sus sospechas eran ciertas la clase había sido trasladada hasta su negocio. Magia oscura había, magia prohibida con cada paso en abundancia aparecería, por lo que las predicciones sobre la incomodidad de la situación iban a ser también hasta cierto punto muy certeras. Es por eso que tenía que tomar una importante decisión, si darse a conocer como el dueño, o simplemente seguir la corriente de los acontecimientos. Optó por lo segundo. Se sintió agradecido de un encuentro que tuvo en el pasado con un vampiro, dadas las insistencias del híbrido en conocerlo a fondo, no había tenido más alternativa que mentirle sobre su nombre, claramente evitando la relación directa que llevaría a explicaciones. Un día en una visita del susodicho, un cartel informativo con el nombre de Eliot Akil indicando ser el dueño habría arruinado el engaño por completo, lo que lo hizo entrar en cólera y hacer desaparecer el material en ese momento. Agradeció que aquello sucediera, por lo que quizás en el futuro después de todo le perdonaría la vida. Cada paso que daba reconocía sus atracciones, cada ráfaga de viento estremecedor le impregnaba de orgullo. Sin embargo, su cara era neutral, observaba de lado a lado fingiendo desconocimiento y entornaba los ojos en su profesora con ahínco. También había reconocido a la mujer, pues se la había topado en un encuentro de un establecimiento nocturno del callejón que tampoco había finalizado del todo bien. Se carcajeó en voz alta sin poder detener el impulso. Ya es sabido que el chico sólo pronuncia palabra cuando era necesario, y que la interacción humana le produce una especie de alergia psicológica con efectos muy nocivos en su comportamiento. A pesar de que al parecer Adryanie no le reconoció, no la culpó por eso y agradeció no tener que lidiar con los recuerdos o las ínfulas de superioridad que ahora pudiera tener. «¿Es en serio? ¿Primero golosinas?» pensó en un tono de hastío que sólo el escucharía. Las cabezas de payazo estaban distribuidas por todo el sitio, esperando que los clientes curiosos hicieran gastos en ellas. Cada payaso tenía sobre si magia que para él era simple, pero que para muchos otros terminaba siendo incomprensible. Viendo cómo el grupo inspeccionaba ciertas áreas intentó hace lo mismo con apresuramiento, se dirigió a la zona de regalos que estaba en un mostrador devorado de polillas y tomó un muñeco color marrón. La diminuta figurita cambió sus ojos a un rojo intenso abrazador que podría confundirse claramente con llamas avivadas; pero él sabía de lo que se trataba. — Verás, si te le quedas mirando fijamente, alguno de tus recuerdos más preciados quedarán atrapados en él, dejando que la siguiente persona en examinarlo pueda verlo fácilmente en su cabeza, pero con un precio: Siempre será un recuerdo por otro. —cada p alabra parecía estar en lo cierto, y efectivamente así era. — Es un hechizo simple, como el de los payasos que hay por todos lados, no nos harán daño a menos que tengamos una memoria oscura que no quiera ser revelada. —guiñó un ojo a su profesora con cierto grado de hipocresía. —Te preguntarás cómo sé eso. Bueno, en uno de mis viajes a Egipto había un mago que coleccionaba memorias de forasteros, me hice amigo de él y me contó el secreto. Es magia fácil de identificar si sabes de qué trata. —su tono repentinamente amable causaba confusión, parecía como si de verdad estaba interesado que le entendieran. La historia que había discursado era cierta hasta cierto punto, el mago coleccionista de recuerdos sí existía y sí vivía en Egipto, lo que no era cierto en lo absoluto era la parte de su supuesta amistad, ya que hubieron torturas y una que otra emanación de sangre para poder conocer a fondo el mecanismo. Terminó lo que sería quizás su momento más elocuente de toda la clase y comenzó de nuevo a conversar consigo mismo en sus pensamientos, evaluando posibilidades de cómo saldría ileso de la excursión sin ser descubierto. La cuestión era simple, debía fingir ser uno más del grupo y resguardar sus ínfulas de alarde. Se sentó en el piso y comenzó a dibujar figuras geométricas en la tierra, esperando que algo interesante sucediera o que se avanzara en la clase. — Si yo fuera tú, no la dejaría ir por ahí. —comentó al ver que una de sus compañeras jugueteaba con el camino al túnel próximo a ellos. — Como tú misma dices, es como los dementores… Se siente. —finalizó.
  21. Buenas, Pues vengo a postularme como profesor de conocimiento. Hace mucho tiempo que quiero formar parte de la academia o en este caso de la universidad, por eso vengo a pesar de que no tengo la cantidad de experiencia con la que muchos pueden contar (En cuanto a tiempo) Siento que tanto yo como usuario y mi personaje como el profesor podemos dar mucho. Sin más, acá está la ficha:
  22. Una caja de música con una forma extraña empezaba a hacer sonidos de tintineos azuzados, provocando una melodía peculiar que rompía el ruido del silencio que con anterioridad invadía los aposentos en los que había pasado la noche. Miró con ritmo lento a su izquierda y una fémina envuelta entre sábanas estaba sumergida en un sueño profundo, exhausta por las energías que ambos habían quemado durante la noche. El primer rayo de luz se abrió paso en la ventana y entonces supo que era el momento de partir, se sentó en el colchón vestido de algodón rudimentario y puso los pies en la piedra fría. Se aproximó a la ducha de la cual el agua salía miserablemente y lavó su cuerpo lo mejor que pudo, se vistió con la misma ropa del día anterior y partió sin despedirse, o cerciorarse de aquel rostro por si los azares del destino los ponía de frente alguna otra vez. No le dio cuantía. Cruzó la puerta principal y percatándose de lo lejos que estaban aquellas instalaciones, decidió viajar de la manera más rápida que conocía; ajustó su chaqueta negra subiendo el cierre hasta el cuello y con un movimiento descendente desapareció dejando una estela densa que se esfumó tras dos segundos. Pisó firme al aparecer frente a la universidad y rodeó los ojos por el hastió. No creía ineludible tener que cursar aquel conocimiento, pero aquello le iba a servir para entender un poco más a los seres que consideraba tan inferiores en cuanto a su forma de pensar, cualquier persona. No obstante, también le daría armas para poder combatir a futuro, puesto que estudiaría a fondo el comportamiento de los otros estudiantes frente a situaciones que amenazaran su integridad. El paso por los pasillos fue rápido, sus botas sonaban repetidamente con uno que otro arrastrar de pie. Miró la puerta del salón al que tendría que entrar y se traqueó el cuello; no habían transcurrido diez minutos dentro de los muros y ya sentía ganas de irse, pero dado el esfuerzo que había empleado en llegar lo reconsideró y entró de una buena vez. Hizo un gesto a la que impartiría la clase llevándose sus dedos índice y medio a la sien, mientras buscaba un puesto para sentarse. Miró a la compañera que había entrado anterior a él y su vestimenta lo empalagó de cierto modo. Sin decir una palabra se desparramó en su asiento mirando a la figura lobuna que estaba justo a la catedrática; se preguntó si realmente era un lobo o una persona transfigurada, algo en los ojos del animal lo hacían cuestionárselo. Sostenía su varita con dos dedos dándole vueltas en pequeñas maniobras circulares, como si lo único que le importara fuera eso mientras el resto del mundo estaba desenfocado. Adryanie terminó su discurso de bienvenida, lo supuso por el silencio y entonces buscó notar algo diferente; encontró lo que suponía era un traslador y viendo cómo se acercaban a él, hizo lo mismo. No habían conocido su voz ni nada que tuviera que aportar sobre sí mismo en el lugar, su silencio había hablado por si solo en el pequeño pedazo de mañana que iba transcurriendo. Pero algo en su subconsciente por la poca atención que había prestado, le decía que conocía el lugar mencionado, sólo por un par de pistas en las palabras de la mujer. Esperaba estar equivocado, ya que sino la asignatura se tornaría aún más incómoda de lo que horas atrás habría predicho.
  23. Hola, bueno vengo a preguntar más que todo porque ya han pasado unos cuantos días y no se han hecho efectivas, o mejor dicho no se han descontado de mi bóveda los galeones de un par de compras que hice en el Magic Mall, por lo que tampoco se me han dado los puntos de dichas compras que ya se han pedido en mi ficha de personaje (Aquí) Posteos: Objetos - Pociones También menciono que en la última entrada que tuvo mi ficha se menciona algo sobre una consulta (Aquí) respecto a eso, pero no supe nada más, y no sé si debería comprar de nuevo o las compras se agregarán a mi perfil. ¡Gracias! Saludos
  24. @@Emmet Haughton Gaunt Esquivaba cada rama que se atravesaba con movimientos limpios, ladeaba la cabeza y daba medias vueltas cuando era necesario, avanzando sin ningún contratiempo. Lo único que le seguía molestando era que sus pies estaban descalzos, manchados con el lodo que la lluvia había moldeado con aquella tormenta. Afortunadamente ya había terminado por completo, y seguramente las bestias nocturnas comenzarían a verse más claramente. Sus cabellos a penas y estaban húmedos, se habían comenzado a secar con el viento que iba cortando su recorrido, era rápido, como si todo obstáculo representara la figura de hiedra venenosa. Miró hacia atrás en una de sus maniobras de desquite que le obligó a hacerlo, y entonces se percató lo que no quería que sucediera. De cierto modo ya se le había olvidado nuevamente aquel rostro de ojos azules, su apresuramiento se debía a que había recordado algo de importancia para él en esos momentos. Se detuvo y se cruzó de brazos, aún con la varita en la mano, esperando el discurso del cual estaba seguro sería partícipe a penas éste le alcanzara, y así fue. Escuchó cada palabra en una posición corporal erguida, mirando directo a los ojos donde casi podría verse reflejado. La alteración de Emmet le salía por cada uno de sus poros, y la dirección de sus empequeñecidas pupilas tenían como blanco la cara de Eliot, como si nada más existiera en ese momento. Aquellas palabras habían herido de manera tal al vampiro que sus impulsos de asesinato se veían florecer poco a poco. Cualquiera se hubiera puesto alerta, pero el Black Lestrange estaba tranquilo, confiaba fielmente en su capacidad de deducción. — ¿Has terminado ya? —soltó como una interrupción adrede. — Te explico, el simple hecho de hablarme ya es una ofensa, ¿No lo sabías? —rio entre respiraciones dificultosas, en voz baja. Si el fuego ya tenía bastantes brasas, para el arrogante y nada amigable muchacho nunca sería insuficiente, mientras más fuego arda para él sería considerado un pequeño triunfo, como mera diversión o entretenimiento; esto claramente sucedía cuando lograban captar su atención y es que dada la situación no tuvo remedio, y ni se percató. Escuchó con algo de humor en sus adentros como se burlaba de su arma de vid, y era que el vampiro desconocía que si empuñaba ésta era para estar en iguales condiciones. Pues estaba completamente seguro de que sólo con las facultades corpóreas de las que tanto alardeaba no iba a ser capaz de tocarle ni uno solo de sus cabellos. Ya había sucedido en el pasado, tenía experiencia con ellos y cuando hablaba de las demás razas de manera despectiva, era simplemente por los conceptos que el pasar de los años habían forjado en él. — No es que estés infectado, eso no sería el argumento correcto… Pero no me detendré a ofrecerte explicaciones. Ya tengo prisa. —terminó antes de dar dos pasos atrás. Escuchó casi sin escuchar cómo aclaraba sus intenciones para con él, pero esto no lo detendría, había recordado asuntos que tenía pendiente esa noche y que no podían esperar más, motivo por el cual había acelerado su paso, pero como iba sin nada puesto en los pies no había ido de la manera más rápida. Se aturdió por un segundo y ya no le importaba cómo lucía, puso su dedo índice el piso, y tras un despliegue de niebla verdosa había desaparecido, sin conocer la dirección que Emmet tomaba.
  25. @@Emmet Haughton Gaunt Había una razón por la cual le había dado un nombre falso al insistente muchacho, era para cerciorarse si al conocer un nombre, fuera el que fuera lo dejaría transpirar paz de una buena vez. Pues parecía que los intentos de Eliot por evadir toda clase de conversaciones, de alguna manera lo alentaban a seguir tras él. Y eso era malo, dado el temperamento que lo caracterizaba podría pasar de quietud a ira incontrolable en lo que duraba un chasquido de dedos. Miró hacia atrás donde estaba aún tirado el reciente cadáver del roedor y sonrió a medias; eso bastó para darse cuenta que una vez más el vampiro le seguía, con una cara de intriga digna de una escena dramática, o al menos eso era lo que a él le recordaba. No podía creer que hubieran tantos comportamientos irritantes en una sola persona, si había conversado tres o cuatro palabras sobre el árbol era porque estaba en el estado neutro que le producía aquel lugar. Continuó caminando a pesar de los llamados que escuchaba, no le haría caso sobre detenerse de ninguna manera, quizás así entendería que no quería pelear esa noche, y que su único objetivo era tumbarse en su cama hasta que el sol saliera unas dos o tres veces. En medio de los pasos enérgicos escuchó una pregunta que trajo consigo impulsos de odio, pues no iba a permitir que sus palabras fueran mal interpretadas, y eso era lo que había de trasfondo. — Mira, no te confundas… —dijo mientras seguía caminando sin saber dónde estaba su oyente. — …Mi sangre no está contagiada con ninguna extrañeza como la tuya. —terminó en tono fuerte mientras sus sienes se marcaban. Todo iba a terminar muy mal si aquel chico no controlaba sus ganas de ir tras él, al parecer las habilidades que poseía Eliot, y algo en su personalidad despertaban la curiosidad de éste. Inocentemente, y aun siendo quizá una criatura híbrida inofensiva para él, se metería en problemas si despertaba la furia que muchas veces culminaba con baños de sangre. — ¿Una copa? ¡No me hagas reír, chico! Antes prefiero tomar veneno —pronunció con altanería y rabia a la vez. La maleza poco a poco se hacía menos espesa y la luz de la luna alumbraba cada vez más, pues la lluvia había cesado. Eliot sacó su varita del bolsillo trasero y la empuñó fuertemente, quizás eso serviría de advertencia, aunque la intensión no era precisamente esa.

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