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Ámbar Delacour

Diseño, Prensa e Historiadores
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Ámbar Delacour ganó por última vez el día 26 Julio 2021

¡Ámbar Delacour tenía el contenido más querido!

Acerca de Ámbar Delacour

  • Cumpleaños 09/06/1994

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    40
  • Rango Social
    Orden del Grial
  • Galeones
    287970
  • Rango dentro del Bando
    Tempestad
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Marca Tenebrosa
  • Libros de Hechizos
    Libro de Hermes Trimegisto (N.35)
  • Familia
    Macnair
  • Trabajo
    Sanadora en la Cuarta Planta (SM) | Catalogadora de pociones y hierbas. Investigadora de maleficios
  • Escalafón laboral
    T1
  • Raza
    Daimon
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    3200
  • Puntos de Poder en Criaturas
    820
  • Puntos en Mazmorras
    30
  • Rango de Objetos
    Más de 3000
  • Rango de Criaturas
    210 a 1100
  • Conocimientos
    Primeros Auxilios
    Conocimiento de Maldiciones
    Transformaciones
    Artes Oscuras
    Leyes Mágicas
    Herbología
    Aritmancia
    Encantamientos
    Idiomas
    Adivinación
    Pociones
    Historia de la Magia
  • Habilidades Mágicas
    Animagia
    Videncia
    Nigromancia
  • Medallas
    72000
  • Tickets
    0

Profile Information

  • Equipo de        Black Serpents
    Quidditch
  • Casa de Hogwarts
    Hufflepuff
  • Location
    03.11

Campos para Gringotts

  • Escalafón último mes cerrado
    T1
  • Posteos acumulados último mes cerrado CMI
    32

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Logros de Ámbar Delacour

Mentor

Mentor (12/17)

  • Well Followed
  • Llave HL Standard Raro
  • Reacting Well
  • Conversation Starter
  • Dedicated

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Reputación

  1. Animagia 14/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew Matthew había dominado la habilidad de la animagia, y yo le había ayudado. No estaba sorprendida, muy por el contrario, la situación había superado con creces mis expectativas. Nunca dudé de él, sin negar obviamente que estar dentro de su mente me permitió sentir algo de temor, como llevaba años sin sentirlo. Más todo lo que vino después fue como aquel salto de segundos atrás, caída libre al mismísimo vacío mientras el viento se arremolinaba contra nuestras prendas y nos arrancaba cristalinas lágrimas de verdad, de pureza. Ambos estuvimos al desnudo, en esencia, nos dejamos ver vulnerables, y conectamos con una parte tan íntima de cada uno, que estaba convencida ya ningún día después de este sería igual. Ahora entiendo por qué Suluk alguna vez me dijo que un animago sin la capacidad de expresarse, siente en carne propia lo que siente un animal enjaulado. Y durante siete largos años oculté al chacal, lo sofoqué, callé su voz, hasta que casi extinguí su llama. Me pregunto qué habría sido de mi si Black no hubiese llegado a mi consulta, pidiéndome algo que por reflejo me empujó a conectarme conmigo misma. Pensar en ello me creó un nudo en la garganta, y los ojos me ardieron, más como si se anticipase a la angustia, Matthew extendió una vez más su mano hacia mí, y me sonrió de manera compradora. —Concuerdo contigo Black— tomé su mano con firmeza, aceptando su invitación —Conozco un bar, no muy lejos de aquí. Me acerqué a él mientras echábamos a andar, guiados por mis pies. Me aferré a su brazo y solté una risa cómica comentándome que sería mejor apurar el paso, a menos que quisiéramos seguir llamando la atención. Por dentro San Mungo estaba protegido con cientos de encantamientos, pero por fuera, la barrera mágica tenía su perímetro; desde hacía algunos minutos, si a esas horas de la noche alguien deambulaba por las calles de Londres, habría visto a una mujer saltar desde un edificio abandonado que alguna vez fue una tienda prestigiosa, y luego a la misma mujer, sana y salva, interactuando con un búho inmenso. —Lo que no estoy muy segura— comenté —es si cumple con sus estándares. Le regalé una mueva burlona y continuamos alejándonos del sitio en donde Matthew por fin pudo conectarse consigo mismo.
  2. Arya Macnair, en el Coliseo romano. Arya ingresó al imponente coliseo romano, donde el eco de siglos de historia parecía susurrar entre las paredes desgastadas por el tiempo. La arena del suelo, iluminada por un sol ardiente que se filtraba a través de los arcos abiertos, reflejaba un tenue brillo dorado. Restos de columnas caídas y bloques de piedra formaban obstáculos naturales, ofreciendo refugio. En lo alto, las gradas permanecían desiertas, pero el viento que soplaba por las ruinas resonaba como si miles de fantasmas estuvieran expectantes del espectáculo por venir. A 20 metros frente a ella, su rival aguardaba, envuelto en una postura elegante y sombría. Arya alzó su varita, sintiendo cómo la magia pulsaba en sus venas al ritmo de su respiración. Cada detalle del coliseo parecía amplificar el peso del momento: las sombras alargadas proyectadas por las ruinas, el leve crujir de arena bajo sus pies, y la energía casi tangible que crepitaba en el aire. Por un instante, el tiempo pareció detenerse, como si incluso el lugar se contuviera ante el inminente choque de poderes mágicos. —¡Floreus! Con un movimiento rápido y decidido, Arya canalizó su concentración, preparando el primer hechizo que lanzaría contra su oponente. Mientras apuntaba, el sol, en lo alto, parecía bañar la escena en un misticismo casi irreal. A lo lejos, la varita de Radamantys emitiría una leve vibración y cualquiera fuese su primer movimiento, solo le devolvería un ramo de jazminez, la flor favorita de la pelirroja. @ Radamantys
  3. Me decepcionó un poco no saber sobre Rohanna, más no indagué, aquello sería colocar mi cabeza voluntariamente en la horca. Así que hice un esfuerzo que me dolió físicamente para cambiar de tema, o al menos aferrarme a los chirridos que mi prima profería ante el disgusto de enterarse tarde de las cosas. Cabe destacar que me encantaba mi cabello, me hacía sentir diferente, aunque no de la manera que otros podrían sentirse, buscando destacar; me sentía por fin más unida a la familia, pero diferenciada de quién había sido mi madre en el mundo mágico. Deseaba obtener cosas por mérito propio, y lamentablemente aun había personas que babeaban por las hazañas de las tres Macnair. No sé cómo se lo tomaban Rohanna y Baela, pero a mí me fastidiaba un mundo. —Tampoco es que me hayan contado, así muy directamente— reí hundiéndome de hombros. La invité a la biblioteca y mientras íbamos bajando le conté como nadie notó que estaba revolviendo —para no perder la costumbre— los libros de magia oscura que Cissy había escrito a pulso, cuando ella en persona y mi madre ingresaron vociferando como fanático en partido de Quidditch. Mis mejillas se ruborizaron un poco cuando admití que no necesité acercarme mucho para oler el pestilente aroma a borracho que Arya despedía, y muy por el contrario, mi pecho se infló cuando mencioné lo elegante que Sybilla se veía aquella noche. —¿Entiendes que está loca?— argumenté sentándome sobre el mesón de la cocina —Yo entiendo que tú la adores, pero no sabes cómo es. Un traspié mental y quiere incendiar toda la casa. Gruñí bajo y me crucé de brazos. Claro que a Arya no le importaba reducir la Macnair a cenizas, ella había pasado contados años entre sus cuartos y ambientes, en cambio yo... Esta mansión era mi hogar, luego de que Mei desapareciera, había vuelto aquí, era una niña de cinco años. Mis mejores recuerdos se habían forjado en cada rincón de este lugar. Nunca le hubiese perdonado que lo destruyera, por muy dolida o enojada que estuviese entonces. —Bla, bla, bla— hice un ademán de parloteo mientras ella encendía el fuego y colocaba una enorme tetera encima —Arya le confesó a Cissy que Castalia la había contactado— me mordí ligeramente el labio inferior, ahora que lo pensaba, esperaba no preocupar por demás a Astara —Había algún asunto a resolver en El Norte, y le pedía por favor que acudiera. Giré mi índice en el aire y dos tazas flotaron hasta la mesa donde mi prima se había sentado, un poco menos salvaje que yo. —Dudo que fuese algo grave, pero seguro sería importante, tú nunca has visto a mi madre pelear con Sybilla, corre sangre, créeme. O mínimo algo sale incendiado. Pero esta vez, ambas mediaron, y salieron al alba. Mientras hablábamos la tetera comenzó a silbar de manera histérica. Apagué el fuego porque estaba más cerca de la estufa y luego de soltar unas cuantas hebras solubles de té en cada taza, volqué el agua hirviendo. Pronto toda la cocina se impregnó de olor a rosa mosqueta y valeriana. —No salí de la oficina hasta que se fueron, de hecho, fue por eso que decidí mudarme los fines de semana a la mansión— admití —Así que no te sientas mal, de no haber estado husmeando donde no debía, yo tampoco sabría. Me bajé de la mesada y llevé ambas tazas a la mesa. Me senté junto a ella y deslicé la suya. En un santiamén había en medio endulzantes para cada una. —Baela? Pregunté cuando el silencio se volvió demasiado ruidoso. @ Astara Macnair
  4. Animagia 13/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew Mientras subíamos a la terraza por el elevador, la pregunta de Matthew reverberaba en mi mente. Desde hacía demasiado tiempo nadie la formulaba "¿Confías en mi?" pues quienes me rodeaban sabrían que la respuesta siempre sería "No". Y sin embargo, por inercia, me descubrí a mí misma asintiendo. Me sentía viva cuando me miraba con aquel par de ojos tan profundos, no me ahogaba en ellos, no me asfixiaban sus intenciones; era capaz de sumergirme en ellas y respirar bajo el agua. El elevador dio un pequeño brinco que se extendió por mis piernas y se detuvo, habíamos llegado conversando como viejos amigos sobre salir a tomar algo, a comer, nada que pusiera en riesgo nuestras vidas, y creo que por eso reía tanto. —Te aceptaré una cerveza después de hoy, solo deja que acabe mi turno— Acoté. El aire fresco de la noche se colaba entre mis mechones de pelo. Era una danza de fuego sobre mi cabeza, un borrón rojizo en una noche estrellada. La ciudad se veía diminuta, las luces de cada hogar eran reflejo de las constelaciones. Era tan agradable, no importaba el desorden que nos rodeaba, una mezcla de tubos, cables y aparatos ruidosos que mantenían funcionando la monstruosa estructura que era San Mungo; la perfecta combinación entre lo muggle y lo mágico, algo que no me molestaba en absoluto. —Creo que en estos casos no aplican mis recomendaciones clínicas— sonreí desabotonándome la bata. Caminé hasta donde él estaba, a pasos más de la cornisa. La bata reveló una vez más el vestido rojo, y lo siguiente solo fueron acciones silenciosas. Giré para verlo, para invitarlo a sumergirse en una locura más conmigo. Tomé su mano, la apreté con fuerza y luego lo solté para agarrar impulso y saltar. Ambos saltamos. El viento contra el rostro me arrancaba lágrimas de los ojos, yo no poseía un animal de vuelto, pero no era tonta. Retraté la fracción de segundo que le llevó a Matthew comprender que no me iba a estrellar sobre la acera. El mago se permitió sentir, se liberó, y frente a mí resurgió aquel majestuoso búho. Grité de felicidad y con un movimiento algo torpe por las violentas ráfagas convoqué un haz de la noche que me engulló y me depositó ilesa bajo la luz artificial de un farol, despeinada y agitada, pero viva.
  5. ¿Confiaba en ella? Sí ¿Iba a quedarme quieta? Imposible. Sin embargo era mi cabello el que estaba en juego, así que no tuve más remedio que sentarme y dejarme hacer. Al menos pude sacarle provecho, Astara y yo pudimos conversar largo y tendido sin interrupciones. O mejor dicho, al fin pude hablar con alguien de todo lo que hacía ruido en mi cabeza y ella solo se limitaba a "Uhm" u "ajám, continúa". Si la idea era muy descabellada me daba su parecer, a veces gruñía, o se reía. Podía ver sus expresiones a través del espejo, mientras con manos hábiles primero se encargaba de retirar ese verde moco de mi cabeza y luego iba capa a capa decolorando el rojizo. Cuando le dije que había ido al herbolario, sus manos jalaron mi cabello. "¿Por qué cara.jos harías eso, estás loca?" Fue su reacción. Me hundí de hombros. —No lo sé ¿Ok? no estaba pensando con claridad, necesitaba...— ¿Qué te mataran? me interrumpió. No sabía que mi familia era tan poco partidaria de Jank, quizás no fuese buena idea confesarle a mi prima la obsesión que había desarrollado hacia el auror. Intenté cambiar de tema, hablarle sobre lo aburrido que era ser profesora de Hogwarts, que aun el Director no decidía si me daba la materia o no, pues me consideraba muy joven. Le hablé de las cartas que los gemelos me escribían por separado, lo distintos que eran y lo mucho que los extrañaba. —Henry fue escogido como el mejor de su clase, por su amplio conocimiento sobre plantas— Astara sonrió, mi cabello cada vez se veía más claro, lo que me hacía ver a mí aun más pálida —Sí, creo que ustedes son la generación que salvará a los Macnair— me reí. Noté que cuando nombre a mi otro hermano, Astara hizo una expresión curiosa, quizás ella no sabía que yo sabía, pero Isaac estaba obsesionado con sus primas, ella y Baela. Ambas eran como sus heroínas. Seguramente le habría escrito alguna carta a ella también, además de contarme que casi lo suspenden por poner una bomba fétida en la silla de su Profesora de pociones. Hice todo para evitar llegar a ese tema, pero fui yo misma quien acabó en el camino del dolor. El silencio fue precursor, tragué en seco, le di vueltas en mi mente hasta conseguir las mejores palabras para no ponerme en evidencia, pero cuando por fin estas salieron al aire, se oyeron torpes, tontas. —¿Has sabido algo de Rohanna? Me tironeé de los dedos, quería saber, moría por saber algo de ella, habíamos perdido contacto desde hacía algunos meses, ya no si un año, y me carcomía su ausencia, me sentía vacía. ... Así transcurrió la noche, hablando de todo y de nada. Nos reímos hasta que el estómago nos dolió, y cuando la luna iluminó el perfil de nuestros cuerpos cansados, mi cabello y el suyo eran idénticos. Ahora tenía algo de los Macnair, pues mis ojos no eran como los de mi madre o mi abuelo, no eran verdes. Me sentía bien, me gustaba mucho. Además, Astara tenía razón, a ella no le gustaría en absoluto. —No tiene por qué enterarse— Le reprendí, como un intento de que no le contara, sabía que ella la quería más que yo —Se han ido al Norte, con tu tía ¿Supiste? @ Astara Macnair
  6. Arya Macnair Oí atentamente todo lo que mi hermana me decía sin soltarle las manos, no quería separarme de ella, aun mi mente no procesaba el hecho de que estuviese allí, de que fuese real y no otra de mis fantasías. Pareció que una eternidad nos congeló en el tiempo, todo lo que Juliette explicaba eran confirmaciones a mis sospechas, eran temblores en mis más profundos miedos. Lúthien no había medido riesgos cuando ocupó un cuerpo humano para perseguir a su gran amor, traicionando a todo el cónclave por ello; su hija más tarde pagaría el precio. Y lo mismo pasaba con la madre de Jullie, aunque siempre apuntaría a que el verdadero culpable de nuestros males era Reshi. Él quiso poder, quiso ser grande y dejar su huella aunque lo erradicaran, y no encontró mejor forma que con nosotras, las más jóvenes de los Macnair. Más como si se tratase de una maldición, en lugar de herencia, tanto mi hermana como yo habíamos cometido el mismo error: Tenes hijos. Temí por Ámbar desde el momento de su concepción, sin saber que gracias a su padre es que se había salvado. La profecía de Inferna hablaba de mí, pero una vez que reclamé el trono esta se hubo cumplido. Los gemelos no corrían peligro, pues eran varones, y una vez más su padre los protegía. Muchos creían que Isaac y Henry eran hijos de Aidan, pero él y yo sabíamos que eso no era posible, que como vampiro él no podía engendrar nada en mí. No, mis muchachos llevaban en lo más profundo de su ser la llama latente de Allen. Y en mi memoria viviría aquel sueño en donde lo vi por última vez. Ellos eran sus hijos, su estirpe, su recuerdo latente. Pero el caso de la castaña era diferente, Artemius había jugado sucio para perjudicarnos. Al igual que nuestro nacimiento, el de Baela y su hermano gemelo, estaría marcado por el peligro y la muerte. Podría defenderlos, lo intentaría con mi propia vida. Desde que Isthar cayó y asumí por derecho de sangre, se habían creado facciones en mi contra, en contra de la paz, ellos serían los primeros en intentar dar con los herederos del demonio. Pero también estaban aquellos que alzaban las manos y las armas para proteger la tranquilidad que ahora reinaba sobre Inferna, saber que había descendencia de Artemius los pondría nerviosos. —Ese desgraciado— mascullé soltando sus manos y cerrando los puños con fuerza —Nos ha Jo.dido a las dos. Me llevé las manos a la cabeza, peiné mi cabello rojizo con los dedos hacia atrás. Estaba nerviosa e irritada. —Jullie, necesito saber algo más— Me enderecé, estaba a punto de golpear a mi hermana muy duro —Hay algo en Baela, algo que no me cerró cuando la conocí, una pieza faltante. Quiero que me cuentes cómo nació @ Juliette Macnair
  7. Animagia 12/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew Abrí la boca para decirle que no me importaba cómo se sintiera, que necesitaba constatar clínicamente que estuviera bien. Mis movimientos eran precisos y torpes a la vez. Medí sus constantes, las noté en el papel que había sacado de su historia clínica, tomé su temperatura y tuve que voltearme varias veces cuando sentía que los ojos me ardían. Los minutos eternos que demoró Matthew en despertar me dejaron en claro que habíamos jugado con fuego, y no solo por el hecho de que su psiquis no se recuperase del trance, sino porque mi corazón seguía latiendo con fuerza cada vez que la yema de mis dedos tocaba su piel. Cerré la carpeta firmando al pie. El paciente ya no tenía fiebre, los jadeos habían cesado y su ritmo cardíaco era normal para su raza. Los licántropos poseían una temperatura más elevada de lo normal, eran de sangre caliente, como algunos demonios, así que todo estaba como debería. Me alejé de él notando como cada centímetro de mi esencia se negaba a gritos, caminé hasta una mesa donde alguien había olvidado algunos pinceles y pequeñas latas de pintura, y dejé la carpeta que rápidamente desapareció para ir a dar en manos de administración, donde darían de alta al paciente y liberarían la habitación de la cuarta planta donde todo comenzó. El silencio fue nuestro cómplice hasta que Black decidió asfixiarlo con sus palabras. Sonreí sin que me viera y agaché la cabeza en busca de uno de los anillos que adornaban mis manos. Sus palabras eran ciertas, y no necesitaba que se explicase, creo que tampoco él necesitara más conocimiento del que ya había adquirido, o alguna palabra que confirmase su sensación. Me volví, solo ladeando la mitad del cuerpo, alcé una mano enseñando el anillo que alguna vez Suluk me dio, y amplié mi sonrisa para que la notara. Sentí que era respuesta suficiente. Matthew hizo ademán de ponerse en pie. Iba a dejarlo, era un mago capaz y muy poderoso. Pero yo era su médica, o eso me dije cuando acorté la breve distancia de dos zancadas y lo tomé por los brazos para que no lo hiciera. —Lo sé— acuné su rostro entre mis manos y tomé asiento a su lado —O no, tal vez no sé nada— reí nerviosa, parpadeé muy lento y pegué mi frente a la suya, nuestras narices se chocaron pero me abstuve de hacer nada más —Pero no hace falta que le encontremos la lógica ahora, tenemos otras cosas más importantes que tratar. Dios, era descabellado encontrarle lógica a lo que estaba pasando, estamos hablando de un compañero, de años, de siempre ¿De un amigo? Bueno, quizás no tan cerca, pero sí de un compañero; no importaba lo que compartíamos ideológicamente ahora, porque algo en su persona me causaba pinchazos en la piel. Me importaba las punzadas que me hacía sentir en el corazón, me preocupaban. —Creo que podríamos subir a la terraza del edificio— solté de pronto, para que no notase lo inmersa que estaba en mis pensamientos —Y poner a prueba ese poder tuyo. Me aparté un poco, logré ponerme de pie y le extendí una mano. —Confío en que puedas hacerlo.
  8. Profesora Arya Macnair Me caía bien este mago. Pero aquí habíamos llegado todos para aprender e impartir. Miré a mi compañero y este emitió un breve asentimiento, como dándome luz verde para continuar con el plan B de la clase, llegado el caso de que alguno de los alumnos se congelase o sintiera pánico. Los duelos no eran para todo el mundo. La mayoría había dado un paso atrás, mientras que Azog respondió a mi pregunta y se mantuvo firme. —En efecto— acoté, balanceando mi varita en el aire —Pero, una pequeña trampa que me encanta enseñarles, es que si el hechizo que ustedes quieren emplear no requiere verbalización, con la descripción detallada de qué hace, y su nombre, resulta suficiente. Reí divertida y mi brazo izquierdo se tensó. Mientras algunos tomaban nota y otros se preocupaban porque mis pasos cada vez me alejaban más y más del grupo, les di la espalda y giré tan rápido como una saeta. Apunté a @ Azog Cantankerous y disparé dos veces para que él pudiera poner en práctica la primer regla de intercalaciones. —Engorgio— Exclamé apuntando a una piedra que estaba a pocos metros del mago, ésta aumentó tres veces su tamaño, era el objetivo, porque realmente la estrategia llegaría segundos después. —¡Expulso! Mi varita emitió una vibración, y de su punta se despidió un potente rayo color esmeralda, éste debería recorrer la distancia de seis metros entre Azog y yo, y de impactar lo lanzaría pocos metros, causándole nada más que raspones. — ¡Hola, hola! Teniendo en cuenta que al momento eres el último activo de los 2 alumnos que comenzaron la tutoría. Vamos a evitar un poco la interacción "demostrativa" profesor-profesor. La idea es darte en nuestro roles el espacio a que plantees las estrategias de intercalación como mejor te parezcan, como las interpretes. Y llegado el caso de que no estés 100% seguro de lo que roleaste, puedas dejar un off con cualquier inquietud que se te presente. En mi rol aplicaremos la Regla N°1 y cuando respondas a ella, Radamantys dejará su rol con la Regla N°2. Así sucesivamente. Estamos atentos a tus dudas 💚
  9. Animagia 11/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew No hizo falta que Matthew se dirigiera a mí, cuando terminé de besarlo entendí que quería volver en sí. Yo solo era el puente para todo lo que logró, me sentía orgullosa y colmada de emociones en ese momento. Así que con una seña, mientras el horizonte se desdibujaba, hice que se aferrase a aquel hilo de sangre que nos unía y se perdía en la eterna oscuridad de su mente, para posicionar mis manos a cada lado de su cabeza, en el mismo sitio donde siempre habían estado. El regreso era un poco tortuoso para el cuerpo, algunos presentaban nauseas, mareos o confusión, así que esperaba estar a a la altura de lo que manifestase mi paciente. Dibujé su rostro con la yema de mis dedos para que Black fuese consciente de quién y cómo era. Primero los perfiles de sus mejillas, su nariz, luego sus ojos, mentón y boca. Fui dando pinceladas de realidad mientras decidía hablarle, con la voz ronca por llevar tanto tiempo en silencio. —Estamos en San Mungo, Matt— carraspeé, parecía que un desierto se había instaurado en mi garganta. Luego bajé mis manos a sus hombros, abrí perezosamente los ojos, me costaría menos por ser quien lo guio. Yo siempre supe dónde estábamos, qué era real y qué no. Más una punzada amarga me indicó que aun sabiendo esto, todo lo sucedido había adquirido un trasfondo mucho más real y personal de lo que esperaba o podía manejar. —Estamos en una horrenda sala que aun no han arreglado— continué —en alguna planta que no está en uso. Solo tú y yo. Me sorprendió ver la pluma de plata descansando en su pecho, que subía y bajaba apaciblemente. —Ya es momento de que despiertes, estoy contigo— finalicé —Siempre estuve contigo. Me preocupaba en vano porque se viese afectado debido al trance, pero cuando lo vi abrir los ojos pude soltar el aire contenido en los pulmones. Él sonrió burlonamente, y yo me sonrojé. Quería, de pronto, hacer de cuenta que nada de las últimas horas había sucedido, más no podría ocultarlo demasiado. Así que me limité a esconderme tras el profesionalismo, lo ayudé a ponerme en pie, algo tambaleante por la posición sobre la alfombra, y lo dejé serenarse en el sofá cubierto por una tela blanca. La falta luna aun nos iluminaba por la ventana. En cambio yo volví a ponerme la bata, ocultando el vestido rojo y colgándome el estetoscopio alrededor del cuello, lo primero era tomar sus signos vitales y compararlos con los registros de cuando llegó.
  10. Animagia 10/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew El amuleto en mi mano se desintegró. De la cadena pareció pender un pequeño dije con forma de pluma curvada, era de plata. Sonreí, jadeando un poco, cuando llegué junto a él y lo encontré más completo que antes. A simple vista, para cualquiera que no supiera por lo que habíamos pasado, Matthew sería el mismo que despertaría más tarde en el suelo de una sala a medio arreglar en San Mungo, sin embargo para mi, en aquella sala encontraría otro hombre, con su cabeza reposando sobre mis rodillas. Aun sin tocarlo podía sentir la tibieza de su piel en la palma de mis manos. Antes de decirle nada, antes de que nuestros dedos se entrelazaran, extendí la cadena y se la devolví. Ésta tendría un nuevo significado para él, para ambos quizás. Black se la colocó sin muchos problemas, y la pluma plateada centelleó sobre su torso desnudo, resultaba increíble que hacía segundos nada más él no fuese otra cosa que un inmenso e imponente búho. Pensarlo me dejaba sin aliento, la magia nunca terminaba de sorprenderme. Y tampoco él dejaba de hacerlo. Estábamos listos para volver, solo debíamos encontrar la fractura en el paisaje que le recordase a nuestras mentes que estábamos soñando, que nada de todo aquello era real, o sí lo era, pero que debíamos despertar. Aun así, sus palabras me anclaron allí, dentro de su mente. Llevaba muchos años sin adoptar mi forma animaga, pues una muestra de magia de ese tipo habría alertado al Ministerio, por lo que me sentía ahora más liviana, libre. Pero no era aquello a lo que se refería, o quizás sí lo fuese y yo solo lo malinterpreté. Todo lo que puedo aceptar de mis siguientes actos, es que simplemente no pude controlarlos. Aquel finísimo hilo que nos mantenía juntos en el trance se ciñó a mi cintura atrayéndome hacia él. Cual Eva llegó a este mundo rodeé su cuello con ambos brazos, y lo besé con la intensidad y desenfreno con que él hubo volado. Logré sentir en sus labios la libertad que el viento entre sus alas le dio, saboreé la brisa, los primeros rayos de sol en aquel horizonte ficticio. Mi corazón chocaba conta el suyo, era un martilleo constante y sincrónico. Su brazo en mi cintura y su mano en el hueco de mi nuca provocaron un escalofrío que reptó por toda mi espina dorsal. Tirité entre sus brazos y sonreí sobre sus labios tibios. —Creo que has encontrado lo que viniste a buscar— musité, mi voz apenas era un susurro —Puedo sacarnos cuando tú me digas. Pero no quería que me pidiera tal cosa, así que volví a besarlo, esta vez de manera animal. Mordí su labio inferior, mi lengua buscó con desespero la suya. Pude sabernos tan cerca, tan juntos, su piel a un palmo de la mía. El aire que brotaba de mis fosas nasales era fuego, ardía como la sangre que bullía en mis venas. Me dejé llevar por algo que comenzó como un juego, una provocación, y que en un sitio tan etéreo como el que nos rodeaba, se volvió una promesa silenciosa. Más tarde me haría cargo y estudiaría cuáles eran los sentimientos que se retorcían en mi interior, pero allí, de pie frente a él, solo podía con una cosa a la vez.
  11. La miré, la miré tan mal que no hizo falta abrir la boca. Si te ríes, te arranco la lengua. Las tres éramos tan diferentes. Baela tenía una personalidad muy retraída, era una muchacha capaz, inteligente, pero callada. Podría considerarse que me encontraba un escalón más arriba que ella en cuanto a personalidad, pues me gustaba entablar conversaciones, aunque no hablase tanto como mi madre, y analizaba mi entorno como si me la pasase en un campo de batalla. Pero Astara era otro cantar, la más viva de las primas, la más despierta, era una cháchara andante por toda la casa, cuando no se trataba de cosas serias. Yo la adoraba por ello, como a una hermana, y a su vez me irritaba. —No lo pensé ¿Vale?— ladré cruzándome de brazos cuando ella comenzó a jugar con mi cabello verdoso. No iba a lloriquear, estaba molesta por mi absurdo accionar, más ver cómo el rostro de mi prima se iba contorsionando por aguantar la risa hizo que frunciera los labios con fuerza. Lo intenté cuánto pude, y como si alguien le hubiese subido al máximo el volumen a un radio, al unísono estallamos en carcajadas. Primero fue un especio de siseo, un globo desinflándose. Luego fue una risita infantil, y después fue un cacareo de lo más cómico. Me había estropeado el pelo solo por no querer parecerme a alguien que donde pisaba ya había dejado huella. —Bueno, directora de Hogwarts ¿Crees que podrías ayudarme?— pregunté empujándola —No sé si el negro sea lo mío pero... Tomé un mechón de su cabello y lo coloqué sobre mi frente, el plata tampoco se veía mal. —Necesito un cambio, urgente, o mataré al próximo que me confunda con mi madre. Sentencié. @ Astara Macnair
  12. Arya Macnair El elfo desapareció de nuestro campo de visión, la puerta se abrió y cerró dejando entrever un poco más del bullicio del que nos escondíamos. Tardaría unos cuantos minutos en regresar con nuestro pedido, o solo hacerlo aparecer sobre la mesa, lo que nos daría privacidad suficiente. Había olvidado lo segura que me sentía a su lado, desde el primer momento en que lo conocía. No se trataba solo de que hubiese sido mi profesor de duelos, quien me enseñó a defenderme y a atacar con todo el poder que poseía en mi interior, sino porque su forma de tratarme me daba la seguridad de caminar con la frente en alto. Era por ello cada vez que me tocaba sentía... paz. —No hay nombres, de personas o de lugares— respondí, aunque el tono de mi voz titubeó un poco —Creo que ha sido la vida en general, lo que no se si es mejor o peor, sinceramente. Sonreí de lado. Se oyó un chasquido en el aire y dos vasos de cristal se tambalearon frente a nuestras narices, así como lo que Rada había pedido y mi jarra de margarita bien congelado. —He cumplido mi deber con crecer, tanto a mi honor como a mi lealtad— admití, casi mordiéndome la lengua, no necesitaba decir más, pues él entendería. Tomé la jarra, estaba muy fría, y serví en mi vaso un líquido que estaba a punto de solidificarse, de un amarillo pálido. El aroma daba gusto. Me perdí un poco en la caída de las gotas por la parte exterior del cristal, resbalaban sobre la superficie como los problemas ahora resbalaban de mí. —Pero me traicionaron ¿Sabes?— admití —Personas que jamás creí me daría la espalda, lo hicieron. Y no contentos con ello, regresaron solo para clavar un puñal, cobardes... Enfaticé la última palabra. —Y aun así— di un sorbo a mi bebida —no hubo un solo día en que no me preguntase dónde estabas... ¿Dónde estabas? @ Radamantys
  13. Arya Macnair Creí ver la laguna en sus ojos, fue como un fino velo que por un efímero instante opacó ese brillo tan jovial que la caracterizaba. Se me estrujó el corazón en el pecho, dejó de latir y volvió a la vida de manera dolorosa. Sabía lo que sentía, o al menos creía saberlo. Quise decirle que llevaba años con una investigación clandestina en San Mungo para intentar descubrir el hechizo o poción que utilizaban los bandos para borrar los recuerdos de sus desertores y exiliados, que estaba cerca de encontrar un resultado. Nunca estuve de acuerdo con jugar con los recuerdos de las personas, era una línea que jamás cruzaría conscientemente. De hecho, fui mi primer objeto de prueba, y las vivencias dentro de La Orden del Fénix aun me atormentaban. Sacudí mi cabeza, pude saborear su amarga lágrima, quería sus nombres con todo mi corazón. —Seré egoísta esta vez— comencé, capturando una galleta de las que había traído el elfo antes —Yo no quería que me buscaras, y mucho menos que me encontraras, pues no dudo de tus capacidades para hacerlo— sonreí dándole un mordisco ¡Vaya que estaban buenas! —Yo quería que estuvieras segura, pero todo eso ya pasó, aunque aun nos estemos lamiendo las heridas, he vuelto, y espero algún día poder caminar sin miedo de quién está a mis espaldas. Mastiqué y tragué. —Eso sí— la señalé con la punta que me quedaba de galleta —No descansaré hasta que esos nombres salgan de tu boca, amiga mía. Estiré mi brazo a ella, no me importaba lo que vería en mi blanca piel, y mascullé un "Lo juro" con la boca llena de migas. Estuve a punto de ahogarme por la tontería que había hecho, y tuve que apurar la taza que Sagitas me había dado antes de ponerme azul. Más no fue eso lo que tensó los músculos de mi espalda, sino la sensación de que algo no estaba bien. Un pulso violento azotó mi cuerpo, era aquel mismo local, pero vuelto añicos... los aurores... vidrio roto. Tomé una enorme bocanada de aire e intenté recuperarme de la visión. —Sagis— boqueé —Van a entrar a buscarme, debo salir de aquí @ Sagitas E. Potter Blue
  14. Animagia 9/15 Arya Macnair acompañando a @ Matthew Temí por él, y temí por mi. No sabía a qué nos estábamos enfrentando, pues estar en trance era mucho más peligroso que plantar frente a una batalla. La mente es algo muy peligroso y retorcido, nunca sabes qué monstruo puede crear tu miedo, o tu trauma más profundo. Estábamos a merced de todos los recuerdos de Matthew, y a pesar de encontrarme completamente aterrada, por mi cabeza no pasaba el abandonarlo. Ante mis ojos la sombra se fue volviendo corpórea, y no mostraba una cara amiga, incluso cuando habló hizo temblar mi alma. Volví a gruñir, era casi como si su pregunta me hiciera sentir ofendida, o puesta a prueba, más no moví un músculo, pues no era yo a quien estaban poniendo a prueba. No era yo quien debía ser digna de él, ni él de mi. Era otra cosa, mucho más importante lo que estaba en juego. Observé de pronto como todo a nuestro alrededor parecía cambiar, la luna inmensa en el horizonte pareció teñirse de ámbar. Los nubarrones se esfumaron y las estrellas brillaron como diminutas esquirlas de diamante sobre un manto azabache. El paisaje era calmo, salvo por el viento inclemente que arremolinaba mi vestido y chocaba contra la espalda de Black. Parpadeé, una profunda acidez subía y bajaba por mi estómago, eran los nervios de seguro. Junté mis manos para no sentirme tan ansiosa y volví a mirar hacia el frente, pero la criatura ya no estaba, en su lugar se hallaba un inmenso búho, un ave magistral que me arrebató el aliento. Y así como di mi último exhalo, todo mi cuerpo se liberó. En un breve susurro insté al mago —déjate ir— y cerré los ojos para adoptar aquella forma animal que arañaba las paredes de mi interior, pugnando por salir a la superficie. Perdí estatura, gané masa muscular. Acabé inclinada sobre mis patas delanteras, agachando la cabeza en señal de sumisión y respeto hacia la criatura que estaba a centímetros de Matthew. No gruñí, me mantuve en silencio, mientras el viento amainaba a nuestro alrededor y mis ojos verdes contemplaban hermosamente como aquel hombre se fundía de manera cegadora con el búho que acababa de desplegar sus alas. Retiré la cabeza hacia un lado, la luz me ardía en los ojos. Y luego aullé desde lo más profundo de mi alma a aquella luna que nos contemplaba, altiva. Me emocionó voltear y verlo allí, de pie ante mi, sus plumas radiantes, sus ojos como dos pozos de oro fundido. El corazón en el pecho me latía con fuerza y como reflejo comencé a jadear y a lloriquear. El instinto animal era un poco indecoroso para mi gusto. Di una vuelta sobre mis cuatro patas, como brincando, volví a aullar, solté un ridículo ladrido y dentelleé a la nada, esperando que Matthew remontara vuelo, no quería olvidarme jamás de aquel momento donde él fue capaz de fundirse con sus más profundos instintos, sin miedo a nada, sabiendo que no lo dejaría. Por momento parecía perderse en la negrura del firmamentos, y luego volvías a ver su silueta contra la luna. Sus ojos centelleaban en un mar de esquirlas blancas. Pronuncié un último aullido y corrí siguiendo su trazo en el cielo, los últimos metros salté, y en el aire volví a adoptar mi forma humana; corrí de pie, descalza, totalmente desnuda, esperando su regreso. Si en su vuelo había sido capaz de abrazar a aquel animal, el amuleto que portaba en su cuello y yo había recogido del suelo, se volvería añicos, pues ya no tenía nada qué proteger, habría cumplido con su objetivo.
  15. Necesito decirte que te amo, pero no sé por dónde u_ú

     

    so(?

     

    te amo 💚

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