Largo viaje era el que había recorrido hasta Ottery St. Catchpole. Desde las más profundidades de Dinamarca donde se encontraba la comunidad mágica, el ambiente no estaba siendo del todo idóneo, un fallo en los encantamientos había mostrado a los muggles la localización una de las mayores escuelas de magia danesas. Estas personas no tardaron en actúar encarcelando a todos los magos que encontraran a su paso, solo una sospecha les valía y pasarías el resto de tu vida entre rejas.
Hacía varios años que su madre Anna le había contado sus orígenes. Proveniente de una familia mágica que se diversificó en varias ramas, una de ellas fue a parar a los países escandinavos. Sus abuelos unos magos que decidieron especializarse en seguridad mágica con el propósito de poderse mantenerse a salvo de los no magos, lecciones que años después aprendió su madre y a que a día de hoy empleaba a diario. La situación se estaba volviendo insostenible en el territorio pero ella no podía huir, debía cumplir con su contrato y quedarse para luchar contra toda esa represión que estaban viviendo.
Anna tenía constancia de que el eje central de su familia, la Granger, se encontraba en Londres así que no tardó en recomendar a su hijo que abandonara Dinamarca y se fuese con ellos, siempre y cuando lo aceptasen. El joven acató el consejo y emprendió su camino, hasta hoy, que se situaba frente a una de las muchas mansiones de la zona. El nerviosismo invadía al muchacho, era una situación complicada, la posibilidad del rechazó estaba ahí y su mente no la descartaba. De hecho, si él se viese en la situación prohibiría de inmediato admitir a desconocidos a causa del carácter desconfiado que le caracterizaba.
Un muro natural rodeaba el hogar, algo que resultaba curioso teniendo en cuenta lo vulnerable que eran las plantas. Le invadió la curiosidad y se acercó a tocarlas pero se encontró con una sorpresa desagradable. Tomó una rosa y al agarrar el tallo un montón de espinas se clavaron en su mano causándole un enorme sangrado. ¿Qué clase de encantamiento era ese? El rubio juraría que aparecieron de la nada.
— Menuda bienvenida... — pensó mientras se acercaba a la pequeña verja que daba acceso a los jardines. La abrió cuidadosamente y se paró en seco, analizando donde debía ir. Una gran arboleda se esparcía en el lado oeste del terreno, así que se decantó por acercarse a ellos y apoyarse en un tronco hasta que apareciese alguien. Si lo admitían en la familia, con un simple chasquido de dedos haría aparecer su equipaje pero mientras tanto y para no parecer un aprovechado fingiría que acudía en busca de ayuda por lo de la mano, aunque algo en su interior le decía que esa iba a ser su casa por una larga temporada.