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Frankie Triviani

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Todo lo publicado por Frankie Triviani

  1. Mi pregunta quedó en el aire cuando alguien más llegó al lugar, propinándome un ruidoso beso en la mejilla antes de que yo pudiese reaccionar. Al ver el sonriente rostro de Thomas fue que detuve mi mano, vuelta puño, que ya estaba a medio camino por tirarle un par de dientes. Cuando le había escrito a mi hermano, días atrás, sobre la espera del inicio de mi clase, había declarado en las líneas de mi carta lo mucho que le extrañaba y cuán diferente sería asistir a una clase sin él. Por lo visto, mi gemelo sabía leer perfectamente mis necesidades. Le lancé mis brazos alrededor de su cuello, sin importarme que el profesor estuviese allí presente, regalándole además a mi hermano un beso en cada mejilla —No esperaba que vinieras, no era lo pedí —le dije, sabiendo que en aquéllos días él estaba en el C.R.A.A. y le era un tanto complicado obtener un permiso para salir —, pero me da gusto que estés aquí. Me contó lo de su nueva varita y comprendí su emoción, cuando antes solo había estado usando las que yo le conseguía en duelos que ganaba desarmando a mis adversarios. Y sentí una punzada fuerte en el estómago cuando me contó que Zoella le había ayudado; en serio que no podía dar crédito a la desfachatez de nuestra madre. Y sin poder dar más crédito aún, noté que la misma en persona se acercaba al grupo y se presentaba con el profesor, ignorándonos completamente. Cabía resaltar, que el hecho de ignorarme a mí me era indiferente. Es decir, ¿cuantas veces se había molestado ella en hablar conmigo desde mi llegada? Éramos dos extrañas. Pero me disgustaba lo que estaba haciendo con mi hermano. Yo no le había dicho a Thomas quién era ella en realidad, por darle la oportunidad a la Triviani de explicarle ella misma, pero ni ella ni Jeremy parecían tener intención de hacerlo, y era muy difícil para mi mentirle a mi hermano. Hacer como si nada pasara, como si nada supiera, para luego enterarme de que ella iba por allí comprando su afecto. Pero era una Triviani, ¿por qué me sorprendía? Podía pasar muchas cosas por alto, pero cuando se trataba de mi gemelo, el único ser al que yo podía decir libremente que me importaba, simplemente no podía quedarme quieta. No obstante, la llegada de alguien más me distrajo. Una mujer rubia que me resultaba vagamente conocida, a saber de dónde, vestida con un ceñido traje de equitación; un aura de elegancia le rodeaba. Se disculpó por la tardanza, y tras ello el profesor comenzó a caminar por un sendero escarpado, indicando que le siguiésemos. Thomas se separó de mi lado mientras subíamos para atender a la Triviani, a quien la mujer rubia parecía conocer bien pues inmediatamente se le pegó y comenzó a hablarle. Habiendo quedado atrás, apresuré mis pasos para rebasar al grupo y mantenerme al margen del profesor con la intención de enfocarme en la clase y no prestar demás atención a los demás. Conforme subíamos, noté que la vida en la naturaleza comenzaba a extinguirse, y el aire se hacía más pesado. Podía sentir magia oscura desprenderse de las rocas, y cubrir las ruinas que nos esperaban en la cima. —¿Que fue lo que sucedió aquí, profesor? —pregunté con genuina curiosidad. El graznido de los cuervos alertaba de nuestra presencia a las ruinas, o cualquier ser que pudiese ser lo demasiado insensato para refugiarse en aquél castillo derrumbado. Por si las dudas, desenvainé mi varita del bolsillo...
  2. Hola o/ vengo a solicitar un cambio de Nick, auspiciado por el muy honorable Hades Ragnarok, que se ha compadecido de esta pobre alma en desgracia (? ¿Quien dice que los mortífagos no tienen buen corazón? Que bueh, no voy a mencionar las torturas que prometió a cambio. Gracias.
  3. Conocimiento de Maldiciones Una nueva luna comenzaba y desperté esa mañana preocupada por no haber recibido noticia alguna de la clase a la que me había inscrito. No era que estuviese ansiosa por volver al colegio, pero me había encargado de liberarme de algunas obligaciones aquél mes y no sabría qué hacer con tanto tiempo libre si mi carta no llegaba. Pensando en todas las posibles razones por las que no me habían enviado la notificación, llegué incluso a pensar que realmente ni siquiera me había inscrito y todo había sido producto de mi imaginación o sólo lo había soñado. Sin embargo, la carta llegó a mitad del desayuno. Me dirigí a la ventana de mi habitación con media tostada en la boca, quitando el ganchillo del cerrojo para abrirla y dejar entrar a la regordeta lechuza moteada que traía la misiva en su pico; ya no quedaba duda alguna, el sello de cera en el sobre tenía el escudo del colegio y entonces respiré hondo. Le compartí un trozo de tostada al ave, quien aceptó de un picotazo y extendió las alas para levantar el vuelo e irse. Rompí el sello y leí las indicaciones. Mi clase de maldiciones se llevaría a cabo al día siguiente, al norte del país, de modo que me dispuse a preparar lo necesario. A la mañana siguiente, me dirigí al lugar citado, muy temprano. Hacía frío, pero afortunadamente se nos había advertido del clima, por lo que había decidido usar ropa térmica bajo mi vestimenta; esto porque siempre me resultaba incómodo llevar demasiadas prendas encima y, además, me desesperaba no poder moverme con libertad. Sobre el conjunto térmico me había puesto unos jeans oscuros, un suéter tejido de lana color beige y encima una chaqueta de mezclilla con capucha. Un gorro tejido, igual que mi suéter, cubriendo mi cabeza y dejando que mi rubio cabello cayera en ondas sobre mis hombros, y además me calcé unos botines que eran ideales para excursiones. La varita dentro de un bolsillo interno de mi chaqueta, y un pequeño morral con algunas cosas extras a mi espalda. Las indicaciones del lugar me llevaron hasta las faldas de una montaña que lindaba con un bosque de coníferas. El aire que se respiraba era puro y muy fresco, mas no tenía corrientes fuertes que dificultaran la caminata; se podía escuchar el susurro que provocaba en las ramas de los pinos, y en las hojas secas que arrastraba al ras del suelo. Un mago ya se encontraba allí, y al verlo supuse de inmediato que se trataba de mi profesor. Mi azul mirada le examinó sin timidez conforme me acercaba y saludaba. —Buen día, ¿es usted el profesor Matt Blackner? —deseé confirmar. Mis labios esbozaron una sonrisa apenas perceptible, aunque realmente no sabía porqué sonreía de la nada; parecía ser que mi cordialidad afloraba lentamente —. Mi nombre es Frankie Triviani —le anuncié, desviando la mirada hacia la cima de la montaña con evidente curiosidad. Jamás había visitado aquélla parte de Gran Bretaña y me provocaba saber porqué había elegido aquél lugar para una clase de maldiciones —Lo siento, ¿qué lugar es este?.
  4. La actitud de Oliver mejoró bastante tras mis asertivas palabras, aunque sabía que el golpe contra la mesa y mi varita en su cuello lo habían sido cien veces más. Tan solo esperaba no agarrarle gusto a ello porque, muy a pesar de lo mucho que me gustaba hacer uso de mis habilidades marciales y hacer temblar de miedo a la gente -si, tenía mi lado psicópata-, me complacía mucho más cuando las personas acataban mis palabras y órdenes sin chistar. Por esto, cuando el Gaunt declaró que tendría problemas con mi segunda condición, me lo pensé demasiado para no volverlo a estrellar contra la mesa. No obstante, me contuve, tamborileando los dedos en la mesa. La verdad es que no sabía porqué me afectaba tanto mi nombre pero, lo que si conocía, era el amargo sabor que me producía escucharlo. A lo largo de mi vida, y de mis estudios en Durmstrang, había hecho un gran esfuerzo por no demostrarlo; de haberlo hecho seguramente mis compañeros lo habrían usado contra mi, solo por molestarme. Recuerdo que hubo un tiempo en que se ensañaron por encontrar la forma de hacerlo, aunque sus nulos resultados les había hecho dimitir con la tarea muy pronto. Esa era mi manera. Si algo me molestaba, no lo sabías, por lo que cuando llegaba el golpe, era difícil que el delito apuntara hacia mi. Y acababa de manifestarle a "mi esposo", de una forma nada sutil, lo mucho que me molestaba que me llamaran de aquélla manera. Ahora, cada vez que él usara mi nombre, mi mente lo asociaría con un intento de molestarme y, por supuesto, querría hacer algo al respecto. Mis azules ojos se desviaron hacia el callejón, a través de la ventana. Las lumbreras exteriores ya estaban encendidas, al igual que los luminosos y diferentes letreros de los negocios vecinos. La afluencia de magos y brujas aún era vasta, pero poco a poco iría aminorando conforme las horas pasaran; era tarde, y yo estaba castigada. Gruñí, sin poder evitarlo, y Oliver pareció darse cuenta porque de pronto dejó de hablar. Aunque un segundo después me percaté que ya había terminado, sentí en su mirada que una pregunta se había quedado flotando en el aire y él esperaba una respuesta. Repetí sus tres últimas palabras en mi mente: "formemos nuestro hogar". Al parecer seguiría empeñado con lo del matrimonio, pero aunado a todo lo que eso conllevaba me estaba ofreciendo un lugar. Un lugar que me permitiría escapar de los castigos caprichosos de mi progenitor y de la ineficiente custodia que mi familia sanguínea tenía sobre mi. Volver a mi emancipación, y a trabajar en mis asuntos... aunque tuviese que lidiar con la necedad de Oliver. ¿Sería capaz de cumplir con mi primera condición? Bueno, si no era así, él tenía claro ya que saldría muy mal parado. —De acuerdo —acepté, finalmente —, pero háblame más sobre la investigación. @@Oliver Gaunt
  5. Nick: Frankie Tarly ID: 121400 Conocimiento: Conocimiento de Maldiciones Nivel de Magia: II Link a la Bóveda Link a la Ficha
  6. Como de costumbre, mi franqueza era muy mal pagada. No me había dado cuenta de lo rápido que Oliver se había zumbado tres cuartos del contenido de la botella de vino hasta que estiro la mano y tomó la mía sin permitirme retirarla. Levanté la mirada hasta la suya, la severidad de sus ojos había desaparecido casi por completo, y ahora parecía más a la de un cachorro. Por las pelusas de Paracelso, el hombre ya se había envalentonado gracias al alcohol y yo sabía lo que era capaz de decir y hacer cuando eso pasaba. Retiré mi mano, escuchándolo sin poder dar crédito a sus palabras, pero eso solo hizo que él levantara la suya y tomara un mechón de mi cabello en una caricia. Ya se estaba pasando. Había accedido a este encuentro esperando arreglar las cosas con él, pero todo estaba empeorando. No me estaba ayudando a comprender, ni mitigaba mis deseos de levantarme y salir por la puerta para volver a desaparecer. Me percataba de una obstinación que jamás había visto antes en el Gaunt, y que en ese momento me estaba resultando muy molesta. Solo me distraje un segundo, el más crucial de todos. Había intentado aplacar mi incomodidad, tratando de lanzarla fuera, hacia el callejón a través de la ventana, pero cuando volví a mirarlo, él ya tenía mi rostro entre sus manos y sus labios sobre los míos; pude sentir el dulce sabor del vino en mi boca. Dos movimientos: una barrida a sus brazos que se apoyaban en la mesa, y su cara de bruces contra ella. La mesa tembló con el golpe, haciendo caer uno de los vasos que se rompió al contacto con el suelo; para cuando Oliver reaccionó con un quejido de dolor, la punta de mi varita ya estaba en su yugular, dispuesta a hacerle daño si me apetecía, y en ese momento me apetecía mucho. No tenía derecho, aún con todo lo que había pasado entre nosotros en el pasado, ni aún cuando un papel dictara que yo era su esposa... no tenía derecho. Esperaba que el golpe o el susto le bajara un poco el estupor de el alcohol, porque necesitaba que entendiese bien mis palabras —Quiero que comprendas algo, Gaunt. Yo no necesito convencerte de nada, y en ningún momento he dicho que he dejado de ser lo que era cuando me conociste. Soy mucho más ahora, y no te conviene ponerme a prueba porque voy a aceptar el reto. Relajé la tensión de mis hombros, pero no la firmeza con la que sostenía mi varita, amenazándole. —Quizás sea tu esposa, pero no soy tu mujer. Un pedazo de papel que no firmé en mis cinco sentidos no va a decirme quién soy. Te libero de tus promesas. No soy yo quien va a darte todos los beneficios que has mencionado, ni tú a mi porque... ¿me amas acaso? ¿Te das cuenta lo inverosímil que suena eso?. Un bufido escapó de mis labios y entonces bajé mi varita, dejando que él se levantara y se recompusiera. Ni siquiera me inmuté al percatarme que algunas personas desde otras mesas estaban al pendientes de nuestra escena. Un elfo ya se había acercado a limpiar el desastre. Por suerte mi bebida estaba intacta aunque algunas gotas se habían derramado en la mesa; la levanté y bebí un trago, quitándome el sabor que Oliver me había dejado. Levanté nuevamente mis ojos hacia él, mis pensamientos no lograban acomodarse del todo por causa de mi arrebato. Estaba muy molesta... y curiosa. —Voy a ayudarte con tu investigación —espeté, como si nada —, pero tengo dos condiciones. Una, que dejes de comportarte como un idi*** y dejes de aparentar que somos lo que no somos. No quiero que vuelvas a hacer o intentar algo como lo de hace un momento —agregué, con firmeza —. Y la segunda, es que dejes de llamarme Frances de una maldita vez. @@Oliver Gaunt
  7. Hola. ¿No hay ficha de solicitud para llenar? De acuerdo, dado que veo que soy la primera en venir a pedir registro en la familia, podrían considerarme desde ya la persona menos sensata del foro pero eso ya lo intuían muchos (?). Tengo un espacio libre en mis familias (o lo tendré en cuanto actualice) así que me gustaría ponerlos como familia adoptiva. ¿El parentesco? Pueden ponerme allí como "la loca" o "esposa de Oliver" que al final de cuentas viene a representar la misma cosa xD So... los veo en el tópic de rol, quiero ir a construir mi laboratorio ultra secreto y tenebroso. Amén.
  8. Existían muy pocas cosas en la lista de cosas que encendían mi mal genio de forma automática, y una de ellas era que me llamaran Frances. Aquélla era la segunda vez que Oliver lo usaba en un solo día, y tan solo escucharlo de sus labios me provocaba levantarme de la silla e irme, dejándolo allí plantado con su cara de estar estreñido. No obstante, me contuve, aspirando profundamente y exhalando, remarcando la impaciencia que soltaba fuera de mi cuerpo. Miré el vino un segundo mientras me servía en el vaso —Me gustaba —aclaré, levantando la mirada hacia él —, no lo tomo desde la última vez que me provocó tal mareo que terminé casada contigo. Espero entiendas, y no te ofendas, si me rehúso a beberlo esta noche. En ese momento Fighter ya estaba en nuestra mesa, trayendo consigo una bebida diferente para mí. El bartender sabía desde hacía tiempo mi problema con el alcohol, aunque jamás había profundizado en explicaciones, por lo que siempre me servía una variante de hidromiel virgen especiado que no tenía nada de alcohol pero que sabía delicioso. Le agradecí con una mirada y una leve sonrisa, tras lo cual regresó a la barra. Mis ojos regresaron a Oliver. Era evidente que el encuentro estaba resultando demasiado incómodo para él, pues podía leerlo en su cara, en su postura y la formalidad de sus palabras, austeras de cualquier emoción. Le lancé una mirada interrogante, como diciendo "¿y bien... que estamos haciendo aquí?", la cual supo captar muy bien, pero las palabras que soltó después eran, por mucho, muy lejanas a las que yo estaba esperando escuchar. Aunque al final me lanzó una sentencia bastante confusa. Me enderecé en mi asiento, mirándolo con incredulidad. Una genuina curiosidad por el tema de los dragones comenzó a hacerme cosquillas pero la ignoré como campeona. —No lo entiendo, Oliver —dije, suavizando mi voz, tratando de ver a través de sus ojos verdes por si había en ellos algún indicio que me ayudara a comprender —¿Que beneficio le encuentras a seguir casado conmigo?. —Vienes y me citas aquí —continué, tras una pausa —, pidiendo que te ayude en una investigación, y demostrando que aún sabes como picar mi curiosidad apostándole a mis antiguas aficiones —capté su mirada, y corregí —. De acuerdo, no tan antiguas. Yo aún... pero ese no es el punto. Tú sabes que siempre me agradó trabajar contigo —admití —, eres un gran cienciómago y jamás dudé que llegarías a convertirte en el mejor draconólogo de la historia... Yo... no necesitaría pensarlo demasiado para volver a trabajar contigo, Gaunt. Me sorprendí con la sinceridad de mis propias palabras, pero comprendí que realmente no tenía razón para ocultarlo. Si había huido tanto tiempo de él era porque entonces no comprendía del todo las reglas sociales. Ni las de un matrimonio. —Comprendo que salir huyendo delató lo joven e inexperta que era, por no decir que ha sido mi demostración mas grande de cobardía —suspiré, bajando la mirada a mis manos sobre la mesa, que ya habían deshecho en pedacitos una servilleta —, pero no comprendo tu afán de mantener esa farsa. @@Oliver Gaunt
  9. Había tenido un maravilloso día. Enero ya comenzaba el cenit de sus días y la estela de todo lo sucedido en el consenso navideño estaba desapareciendo de mi mente. Ya no pensaba en él. No tanto. Mis padres casi no pasaban tiempo en el castillo, por lo que no había tenido quien me molestara con sus regaños y castigos, hablando específicamente de Jeremy, quien al parecer creía que ese era su único trabajo conmigo. Gracias a los dioses que no se había enterado de mi pequeña aventura en Noruega... Como decía, había tenido un maravilloso día. Trabajar en el Ramen Kingdom por las mañanas y parte de la tarde resultaba el mejor distractor, y a veces, como hoy, decidía quedarme hasta la noche ayudando a poner todo en orden con los pendientes del día siguiente, por lo que llegué al castillo exhausta y con gran deseo de una ducha caliente. Me tomé la libertad de robar un poco de "vino especial" del pequeño escondrijo de mi padre, ese que usaba siempre que su prometida le visitaba. Estaba tan relajada que podía incluso augurar una noche de sueño profundo. Ojalá la felicidad durara para siempre. Pero ¿como era que decía aquélla historia muggle?, ah si: "¿Cuanto tiempo es para siempre? A veces, solo un segundo." Estaba terminando de ponerme la pijama cuando su lechuza aterrizó en mi ventana; dado que la tenía cerrada picoteó varias veces el cristal hasta que me di por entendida. La misiva era apenas un pedazo de pergamino doblado a la mitad y tan solo leer mi nombre de aquélla manera ya era tema de disgusto. Las siguientes dos líneas me provocaron una punzada en el estómago, mientras que las iniciales del remitente fueron el detonante de una jaqueca que me duró toda la noche. Me había encontrado. Nuestro pequeño encuentro en Noruega había sido inesperado, y yo había salido huyendo sobre mi Thestral cuando mi poción de multijugos había vencido su efecto. Estaba segura que él había alcanzado a ver mi rostro, pero no me quedé a dar ninguna explicación. La situación se me había salido de las manos, y no había contado con que me invadiría un interés aventurero por participar en las actividades del consenso. Fui tan insensata, y por supuesto que las consecuencias debían aparecer en cualquier momento. Me levanté temprano, apenas unas horas después de lograr conciliar el sueño, y me dispuse a seguir mi rutina diaria de las últimas dos semanas. Me vestí unos jeans gastados y una camisa a cuadros color azul que resaltaba mis ojos y las mechas de mi cabello rubio, con un cinturón marrón a la cintura sobre ella; además de las botas y una capa que me abrigaba bien del frío. Pasé parte del día en el negocio, salí por unas horas a deambular en Londres, y regresé a tiempo para hacer las cuentas y cerrar el restaurante. Me había esforzado tanto en no pensar en la carta que en cierta manera había logrado olvidarlo, hasta que pasé frente a la fachada del negocio de mi padre. Era curioso que Oliver me citara allí, ¿sabría también de mis orígenes?. El Gaunt no me iba a hacer huir esta vez. Me gustaba Londres, y comenzaba a disfrutar de la vida que había comenzado en Ottery; mi nuevo trabajo, y estaba también el asunto de Thomas, ¿que tal si le daba la gana de regresar y yo no estuviese?. El mago tenía razón, teníamos que discutir nuestro asunto y terminar con aquéllo de una buena vez, de modo que tomé valor y entré en el Zarathustra. El sol aún no se ponía en el horizonte por lo que estaba puntual para la reunión. Y allí estaba él, en una de las mesas junto a la ventana del lugar. El negocio estaba concurrido a esa hora, pero Fighter se tomó la molestia de hacer a un lado lo que hacía para acercarse a recibirme y tomar mi capa; habíamos hecho una amistad rara en mis visitas al bar. Me agradaba. —Me temo que alguien me espera, envenenaremos gente después. Los dioses saben que muero por hacer que alguien pague consecuencias—le indiqué, con un guiño —. Será rápido. Al menos, era lo que pretendía: acabar con el tema, pedir el divorcio y regresar a la bodega con Fighter para alterar algunos barriles con magia. Me acerqué a la mesa de Oliver, notando que ya había pedido vino y había un vaso extra. ¿En serio esperaba una charla larga y fluida?. —Bueno, aquí estoy —exclamé, tomando asiento en la silla libre —. Vayamos al grano, ¿que es lo que quieres?. @@Oliver Gaunt
  10. He querido venir de hace tiempo pero siempre me olvidaba xD creo que aún cumplo con los requisitos, pero si no... pues no tengo nada que perder. Nick: Frankie Tarly Id: 121400 Criatura que deseas: Kneazle 2 Conocimientos que deseas: Idiomas y Runas Antiguas.
  11. Me encontré recorriendo los locales del callejón Diagon muy temprano aquélla mañana. Era sábado, y la noche anterior me lo había pasado demasiado aburrida en el castillo como para desear quedarme otro día mas encerrada. Apenas había pegado ojo, pero no sentía sueño, solo un profundo agotamiento mental que sabía solo podía quitarme de encima si lograba distraerme un poco; de ese modo, cuando apenas el sol se desemperezaba en el horizonte, me calcé las botas, tomé mi capa y me dirigí a Londres antes de que alguien pudiese detenerme. Mi apetito despertó a la hora habitual tras casi una hora de una caminata sin rumbo fijo. Muchos negocios apenas comenzaban a recibir clientes, mientras que otros apenas cerraban. El frío era intenso, y la nieve crujía bajo mis pasos, por lo que un hondo plato de sopa caliente comenzó a dibujarse en mi mente; por suerte, en ese preciso momento pasaba frente a un restaurante que no había visto antes. La fachada y el letrero de la entrada delataba un estilo japonés, lo cual me entusiasmo enormemente. ¿Hacía cuando no comía un buen ramen? Bueno, en el "reino del ramen" seguramente habría alguno muy delicioso. Crucé la entrada hacia el interior bajando la capucha de mi capa para descubrir mi rostro y sacudirme la escarcha, acercándome a un pequeño mostrador mientras recogía mi largo cabello rubio hacia un lado, sobre mi hombro derecho. No había hecho esfuerzo ni de peinarme antes de salir, pero si algo me gustaba de mi cabello es que siempre me daba buena pinta y las mechas azules, además, provocaban un estilo un poco grunge que excusaba cualquier peinado rebelde que la almohada dejara. —¿Hola? —la recepción era muy amplia, teniendo accesos sin puertas hacia lo que parecía jardines y estanques que curiosamente no estaban afectados por la nieve. No obstante, parecía no haber en aquél momento ni un alma en el lugar. Tomé una carta de menú del mostrador mientras alguien llegaba a atenderme, revisando los distintos platillos que allí servían para no tener que perder tiempo cuando me apropiara de una mesa.
  12. Hola, quisiera que agregaran un dato a mi ficha. Estado Civil: Casada con Oliver Gaunt Ficha - Bóveda Gracias.
  13. Me quedé estática un instante, admirando la muerte del día en el horizonte mientras esperaba la hora convenida desde la pequeña terraza de mi habitación, bebiendo una humeante taza de chocolate caliente. Estaba lista desde hacía días, y aquélla mañana me había levantado del mejor humor posible y el ánimo me había durado todo el día; parecía que aquélla clase estaba teniendo un favorable efecto en mí y ni siquiera había comenzado aún. Cuando solo la luna iluminaba tenue el paisaje volví a entrar en mi habitación. Un vistazo en el espejo para revisar mi rubio cabello, revuelto por el aire de afuera. Las instrucciones habían sido muy simples cuando había llegado a mis manos la convocatoria de la clase que contenía algunos detalles del lugar en donde tendría lugar la clase y, además, algunas recomendaciones de vestimenta. Me observé, vestida con unos pantalones cortos a medio muslo color beige, una blusa de tirantes negra y una camisa verde militar encima, con los botones desabrochados y las puntas inferiores hechas un nudo. Me pasé las manos por el cabello, acomodándole en una cola de caballo de la que se escaparon algunos mechones al frente. Unas botas de montaña complementaban mi atuendo, junto con mi varita dentro del bolsillo. Había llegado la hora, de modo que tomé la carta y desaparecí de mi habitación cinco segundos después. Por suerte estaba acostumbrada a los trasladores. El primer cambio que sentí fue un golpe de calor envolverme por completo, el cual distaba ya demasiado de las bajas temperaturas que habían empezado a caracterizar los días de Inglaterra; mi visión había cambiado. Detrás de mi, la visión de un valle de arena se extendía hasta donde la luz fatua de la luna lograba iluminarlo; frente a mi, Abu Simbel. Era extraordinario. —Buenas noches —saludé al encontrarme con dos brujas en el lugar, una situada frente a la otra, y pronto descubrí que una de ellas sería la profesora. La otra chica no la reconocí, pero le envidié de buena forma su larga melena plateada, de modo que le dediqué una sonrisa amistosa. Ella se presentó tras la bienvenida de la profesora, tras lo cual me dediqué a imitarla —Hola, mi nombre es Frankie Triviani, y estoy aquí por el conocimiento de Maldiciones. Morsmordre
  14. Esperé a que ella lo pensara un poco, aunque había hecho una pregunta muy básica sabía que en ocasiones resultaba difícil de responder si eras de buen diente; como yo, que si no comía mis cinco alimentos al día me ponía demasiado pesada, y en ocasiones hasta violenta... pero esa parte siempre eran los muggles quienes pagaban la factura. La mesera se había acercado ya, e ignoré olímpicamente su cara de pocos amigos mientras aguardaba la decisión de la castaña; me resultaba sumamente difícil apartar la mirada de mi inesperada acompañante. «Nota mental: me gusta la sonrisa de Isabelle, procura que lo haga con mas frecuencia» —Muy bien, entonces pasta será —le sonreí y giré el rostro hacia la mesera mientras metía la mano en uno de mis bolsillos —Serán dos platillos de Spaguettis con pollo a la carbonara —pude notar en cámara lenta todo el fastidio cruzando el rostro de aquélla mujer; sin duda no servían pasta en ese lugar, pero eso a mi no me importaba. Justo antes de que abriera la boca para protestar, estiré la mano y puse tres galeones de oro en la suya —, por favor. Su mirada alternó un par de veces entre mi rostro y las monedas, pero al final asintió y se retiró con la orden. Mujer inteligente, finalmente. Una sonrisa maliciosa curvó mis labios, pero se convirtió en una mas divertida cuando me volví de nuevo hacia la castaña y le guiñe un ojo. Ella pareció sentirse mas confiada pues, aunque no insistí en que me contara de su vida, me soltó un breve resumen de su pasado. La escuché con mucha atención, reprimiendo el deseo de interrumpirla en cada oración para hacer más preguntas, pero me contuve y sentí mis cejas arquearse en auténtica sorpresa cuando mencionó lo último. La curiosidad estaba consumiéndome, pero si analizaba todo cuanto me había dicho hasta ahora, que seguía siendo muy poco en palabras, la verdad es que el trasfondo de todo ello me decía demasiado. Hablaba de su madre en tiempo pasado, y podía notar la aflicción al mencionarla; no pasé desapercibido ese detalle. Había pasado por muchas cosas, y eso me hizo preguntarme por su edad. Lucía tan joven, pero así también lo era yo y en ocasiones aún me confundían con una adolescente —Afirmas que es nada extraordinario, pero en lo personal me parece todo lo contrario —había atrapado su mirada con la mía, y mis palabras habían salido de forma espontánea de mis labios; traté de averiguar qué era exactamente lo que me provocaba esa repentina sensación de anhelo, pero debía reconocer que eso me tomaría mucho tiempo. —Me parece que has vivido y pasado por tanto —continué, simplemente dejando que las palabras fluyeran —, yo en cambio siempre me he mantenido alejada de todo asunto familiar y... amoroso —desvié la mirada, mirando mis manos durante unos segundos —. A veces quisiera saber cómo, pero hasta ahora, aún a meses de cumplir un año en este lugar, no sé como acercarme a ellos... a veces lo deseo. Me causa curiosidad, porque jamás fue una necesidad y, sin embargo... Levanté de nuevo la mirada, y solté una pequeña risa infantil. Era tan extraño hablar de esa forma con alguien, pero Isabelle se mostraba atenta e interesada —se siente bien pertenecer —podía sentir la intensidad en mi propia mirada —. Supongo que, corrígeme si me equivoco, es por lo que has regresado ¿o no? Esa felicidad que aseguras tuviste aquí, que lo creó todo ese "nada extraordinario" y que te ha hecho sentir perdida el no tenerlo estando en cualquier otro lado —lo pensé un segundo —. Me gustaría alguna vez sentir algo así. Ojalá nadie estuviese escuchando, una confesión así dañaría mi reputación. —Creo que haz hecho muy bien en volver. @
  15. Ficha de Inscripción Nick: Frankie Tarly ID: 121400 Conocimiento: Maldiciones Nivel de Magia: I Link a la Bóveda: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=112585 Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=112091
  16. Hola o/ Solamente yo me puedo pasar meses olvidando el tema de mis conocimientos ganados por mi graduación ¿así o mas desinterés en subir de nivel? jajaja no creáis eso u.u si quiero subir. Entiendo que son dos conocimientos ¿no es así? Me gustaría que agregaran los siguientes: — Artes Oscuras — Meteorología Espero no haya problema. Gracias.
  17. Al lado de Isabelle de pronto me sentía muy parlanchina, y eso era una novedad. De pronto, al notar la forma en que la castaña protegía su historia frente a una extraña que apenas acababa de conocer, caí en la cuenta de que posiblemente había dicho cosas de más. Era de sentido común ¿a qué extraño le sueltas de buenas a primeras que estás en libertad condicional? Había toda una historia detrás de ello, por supuesto. Una historia que pocos conocían; ni siquiera Thomas o mis padres estaban del todo enterados. Mi situación había sido tratada con extrema discreción, y aquí estaba yo, soltándolo frente a una desconocida. El asunto, sin embargo, era que el tema no me avergonzaba en absoluto. Yo jamás había sido el tipo de persona a la que le importa la opinión pública; prueba de ello era que ni siquiera me preocupaba lo que estuviese pensando Isabelle de mi en este momento, yo solo solté la verdad. Por supuesto, no le iba a dar detalles que no necesitara saber, pero lo conveniente quizás era no hablar más de ello. Para fin de mis asuntos, era lo que me convenía más. Por eso, cuando ella dijo prácticamente nada sobre sus razones para volver a la ciudad, entendí que debía respetar esa privacidad. —Entiendo —Asentí con la cabeza, dándole la razón aunque yo jamás hubiese vuelto a ningún lugar motivada por la nostalgia, pese a que hacía tan solo un instante me había visto imaginándolo. Tomé un pequeño trago de hidromiel, relamiéndome los labios y apartando un mechón de cabello rubio tras mi oreja. Quien sabe, quizás estaba a punto de hacer amistad por primera vez en tierras inglesas, y yo, siendo experta en la restauración de obras preciosas, sabía que una pintura genuina y antigua, tratada negligentemente por el tiempo y los demás, no mostraba su verdadera belleza ni todos sus colores a primera vista. Pero era tan mala socializando, ¿cómo podría hacerle sentir cómoda al responder? ¿qué podría preguntar? Si quería conocerla tal vez comenzar por lo básico, ¿qué preguntaría mi hermano en mi lugar? Ya casi me había bebido medio tarro de hidromiel, y sabía lo que pasaría si seguía tomando con el estómago aún vacío de alimentos, de modo que atrapé con la mirada a la mesera y le hice una seña para que se acercara. Inmediatamente fijé la mirada en los ojos de Isabelle, mostrando una sonrisa afable —Primera pregunta ¿cual es tu comida favorita? Seguro puedes indicarle a la mesera para que consiga dos platillos de ello —la mujer ya estaba casi en nuestra mesa. Me incliné un poco, apoyando el codo en la mesa y mi barbilla en la mano, sin quitarle la mirada encima a mi acompañante —. Ah y, yo invito. @
  18. Una cálida sonrisa nació en mis labios cuando, lejos de incomodarse, Isabelle se mostró interesada en saber más. Por mi parte, no pude evitar comenzar a soñar con mi regreso a Oslo, disfrutar de la ciudad y volver a deleitarme con sus numerosos festivales musicales en medio de la naturaleza, las exhibiciones de los artistas mágicos itinerantes que llegaban cada tanto y armaban tanto revuelo en el ministerio por sus demostraciones frente a los muggles; o simplemente pasar el invierno en las islas Lofoten, disfrutando de la aurora boreal cada noche. Era muy probable que Isabelle lo había sugerido tal vez en broma, tal vez por pura simpatía, pero me hizo imaginar estar allí con ella. ¿Que se sentiría ir por la ciudad en compañía de una amiga? Había hecho muchas "amistades" en mis años de colegio, pero mi interacción con ellos terminaba cuando había necesidad de volver a casa; jamás fui de vacaciones con nadie, nunca salía con amigos fuera de la escuela, ni mucho menos sentarme a contarles un poco de mi vida. Siempre había estado recluida en mis asuntos, siempre había estado sola. Incluso cuando dejé mis estudios, no volví a interactuar con nadie más por muchos años, sumida en mi trabajo, en mi investigación y haciendo grandes progresos. Pero eso jamás me había molestado; así era yo. Así me había educado "él". No obstante, por mas raro que me lo pareciera, en ese justo momento me descubrí interesada y deseosa por la idea de Isabelle, pero ¿no era acaso extraño entusiasmarse por imaginar hacer algo así con alguien que tenías minutos de conocer? —¿En serio crees eso? —El ministerio mágico de Noruega había sido muy explícito y contundente con mi exilio; Baptiste jamás me quitaba sus enormes ojos de encima, y por supuesto estaba el tema de ese encantamiento localizador que me habían puesto y que hasta el momento no había tenido éxito de romper. ¿No había sido esa una de las razones por las que me había unido a la Marca Tenebrosa? Pero asistir a las reuniones con ese pesado elfo detrás de mi todo el tiempo, me había hecho demasiado cauta y lenta en progresos. Instintivamente quise apartarme hacia atrás cuando ella se acercó, pero me congelé completamente cuando Isabelle se aproximó demasiado. No había conocido una persona antes de ella que me hiciera ruborizar tanto. Era odioso sentirse así. ¿Que era lo que estaba sugiriendo? ¿Deshacerme de Baptiste? No, ese pensamiento vino solo y era mío. Debía admitir que no era la primera vez. Ella solo estaba bromeando. Sonreí, mirando con evidente interés a la bruja, esta vez sin desviar la mirada de la suya —Lo justo es que yo te cuento algo, y luego tu me cuentas un poco de ti —incliné un poco la cabeza hacia un lado, mordiéndome el labio inferior mientras meditaba un segundo —¿Acabas de llegar a Londres y ya quieres irte? Sé que sería demasiado impertinente de mi parte preguntar qué asuntos te hicieron regresar o qué planes tienes, pero quiero saber quién eres... Me incliné sobre la mesa, apoyando los codos en ella. @
  19. Si le contaba esto a Baptiste seguro no me lo creería. Ya en el pasado me había prácticamente pateado fuera de los muros del castillo, o de donde estuviese alojada, para que yo buscase socializar con los lugareños y siempre regresaba con resultados infructuosos o experiencias desastrosas. Como aquélla vez que me había acomedido a ayudar a una familia con la limpieza de jardín infestada de gnomos y había terminado haciendo crecer a los mismos el doble de nuestro tamaño. La infestación resultamos nosotros, y los gnomos nos echaron. También aquélla vez en aquél pequeño poblado en las afueras de Oslo, donde mi intento social culminó en un nuevo brote de sarpullido de dragón que contagió a media población. Es decir, por algo había sido expulsada de allá. Observé a Isabelle mientras me daba cuenta que ella solo había estado fuera de la ciudad, y no era una extranjera como yo. Y al obtener respuesta sobre una pregunta, otras veinte me venían a la mente; la bruja me causaba demasiado interés, y no solo lo decía por la evidente atracción que me causaba, la cual ya estaba logrando aplacar en el fondo, sino por el misterio que le rodeaba. Claramente estaba conteniendo emociones, ¿qué la había hecho volver a Londres? ¿porqué decía que nadie la buscaba? ¿qué había perdido? —¿Ah? —ella había pronunciado mi nombre, separándome un momento del torbellino de preguntas mentales. Mis mejillas se encendieron de nuevo por el cumplido, era la primera vez que alguien alagaba mi nombre —Ay, por el ojo tuerto de Odín, creéme que no quieres saber mi historia —solté, riendo incluso un poco. Esta era la parte que siempre evitaba de las conversaciones con extraños, pero sentía tanta curiosidad por Isabelle que tal vez si le contaba un poco de mi historia ella me contaría la suya. Sonaba a un intercambio justo. —Bueno, yo no soy de por aquí, casi toda mi vida la viví en Noruega —y hasta allí todo normal, ¿que mas podía decirle? —, realmente tengo muy poco en Inglaterra. Estoy recluida en este país, por no decir arrestada —¿en serio había soltado eso? Podía sentir la curiosidad en los ojos de Isabelle y me reí un poco, restando seriedad a mis palabras —, basta con decir que realicé investigaciones peligrosas y me echaron del lugar donde crecí. En realidad no puedo regresar a ninguna parte de Noruega, y hay un elfo que... se encarga de vigilarme —puse los ojos en blanco por la ironía. Si, un elfo domestico policía; el departamento de servicio social nórdico carecía de personal —. Llegué aquí porque es aquí donde residen mis padres biológicos, y ellos se "encargan" de mi progreso también... Bebí un poco de hidromiel, estudiando la expresión en el rostro de la bruja. Mi historia en lo personal me causaba risa, pero otras personas en el pasado se habían escandalizado demasiado aunque no entendía el porqué. —¿Quieres que continúe o prefieres buscar otra mesa? —bromeé, aunque esperaba que no lo tomara en serio y se quedara.
  20. Ella aceptó mi invitación, haciendo mas grande mi sorpresa. Por un momento había temido que se hubiese incomodado con mis miradas, pero parecía que no había reparado mucho en ellas, lo cual era un gran alivio; o tal vez estaba muy acostumbrada a ellas —No es para nada molestia, adelante —sin embargo, tal vez debería bajarle un poco a tanta amabilidad, pensé, sintiéndome un poco extraña. La bruja tomó asiento frente a mi, lo cual me permitió fijarme un poco más en su aspecto... como si no lo hubiese hecho ya demasiado. Su mirada era penetrante, pero advertí un poco de verde en el azul de sus pupilas antes de desviar la mirada hacia mi bebida y darle un trago; la luminiscencia que reflejaban los vitrales incendiaban su cabello castaño de una forma sinigual, casi dorada. Su voz me hizo enfocarme en sus ojos de nuevo, atendiendo a sus palabras. Que fuera nueva en la ciudad resultaba lógico, pues jamás antes la había visto, aunque una cosa no tuviese nada que ver con la otra; yo si apenas salí de mis escondites ultimamente. Mis cejas se arquearon cuando sugirió que podía ayudarla. —S-si claro ¿en qué necesitas ayuda? —si lo necesitaba en lo social se acercaba con la chica equivocada pero yo no pensaba hacérselo notar; tampoco conocía mucho la ciudad, dado que prácticamente yo también había llegado hace poco. Me quedé absorta de nuevo en la forma en que se relamía los labios... tenía que parar —Oh, yo soy Frances... Bueno, Frankie —estiré la mano y estreché la suya con suavidad —. Es un placer conocerte. La sonrisa en mis labios era genuina. —Y ¿de donde has venido? —solté, interesada, mientras en mi mente comenzaba a tararear un estribillo muggle francés que su nombre acababa de hacerme recordar.
  21. Un poco preocupada aún por la desatención de la mesera le seguí con la mirada desde mi mesa, notando como ignoraba de la misma forma a una bruja que parecía haber llegado al mismo tiempo que yo. Me quedé absorta, observando indiscretamente a la mujer, y no lo noté hasta que cruzó su mirada conmigo haciendo que bajara los ojos de inmediato y me hiciera la tonta buscando la página de libro en la que había interrumpido mi lectura. ¿Acaso tenía las mejillas encendidas? Aspiré y exhalé profundamente. Una sonrisa divertida se dibujó en las comisuras de mis labios al darme cuenta de lo que en segundos había pasado. Culpé totalmente a Thomas, mi gemelo, que desde su llegada a la ciudad no había hecho mas que hacer florecer mis más recónditas emociones e impulsos con sus sentimentalismos absurdos hasta hacer brotar incluso ternura y cariño fraternal de mi parte. ¿Ahora qué? Si seguía de esa manera uno de estos días entraría con los Triviani dando saltos hasta colgarme del cuello de Jeremy y besarlo en la mejilla como una hija empalagosa. —Puff!! —Bufé ruidosamente, en el momento justo en que la bruja que había observado antes se paraba frente a mi mesa y me saludaba. Levanté el rostro hacia ella, claramente sorprendida y avergonzada. Ella se removió nerviosa, sin duda tomando mi bufido como molestia de mi parte. Traté de disculparme, pero me quedé absorta de nuevo, viendo la forma en que manejaba su cabello. Parpadee. ¿Que era lo que había preguntado? —Si, eso me pareció que hizo —traté de sonar lo mas casual que pude. Mis azules ojos se desviaron un poco hacia un lado de su figura al notar movimiento de la mesera, que parecía acercarse a donde nos encontrábamos —, pero al parecer le hemos calumniado. Allí viene... La joven mujer, de expresión severa, traía ya en sus manos las bebidas de ambas. Nos miró, y al llegar puso el hidromiel y el ron en mi mesa, sin preguntarle a la bruja guapa dónde iba a sentarse; acto seguido, se esfumó hacia la barra de nuevo. —Vaya, pero qué modos... ¿gustas sentarte? —no podía creer que estaba invitando a alguien a acompañarme, pero al cerrar el libro en mis manos y apartarlo a un lado, supe que había sido en serio. La miré de nuevo a ella y le sonreí, quizás demasiado —, o tal vez esperas a alguien más...
  22. Mi capa ondeaba con los primeros vientos gélidos de la temporada mientras avanzaba por los adoquines del callejón Diagón. Era fin de semana, y había imaginado que para la caída de la tarde el lugar estaría abarrotado pero agradecía infinitamente mi desacierto. ¿Qué evento tendría a la comunidad mágica concentrada en otro asunto que no fuesen las compras y el libertinaje? Bueno, mi lectura era más interesante que la profundización de una investigación insulsa. Había cogido un libro antes de salir del castillo Triviani, donde me había pasado las últimas semanas, sin que realmente algún integrante de la familia lo notara, recluida en su basta biblioteca. No obstante, Baptiste se había puesto muy pesado desde la mañana, insistiendo en que debía salir y socializar con el mundo al menos un poco y, a sabiendas de que no me dejaría en paz, decidí que salir y continuar mis horas de lectura en otro lugar habría de ser lo más adecuado. Por suerte, tenía el don excepcional de leer al caminar sin tropezar una sola vez. La idea de visitar el callejón no sé de donde la saqué, pero era el único lugar con el que estaba familiarizada un poco en Londres; había tenido la intención de buscar alguna cafetería, pero había estado tan absorta en la lectura que para cuando levanté la vista me percaté de que casi había llegado al final de Diagón y casi me introducía en sendas "peligrosas". Un reflejo de luz multicromático llamó mi atención hacia mi derecha. Observé como los rayos del sol eran desviados por los vitrales de un establecimiento de fachada antigua, aunque le adorbanan algunos toques modernistas; el nombre me recordaba de algo, pero al notar que había un bar adentro no pensé dos veces y decidí entrar, sabiendo que si regresaba por el callejón buscando un lugar más idóneo jamás elegiría ninguno y terminaría caminando durante horas. Además tenía sed, y hambre; Baptiste no me había permitido comer nada. La decoración del lugar me complació sobremanera. La luz era idónea, y el ambiente que le presidía era relajado al no haber muchos comensales —Un tarro de hidromiel, por favor —pedí a una mujer de piel tostada que servía en una mesa próxima a la entrada. Ella me miró fugazmente, pero no supe si me escuchó. De cualquier forma me quité la capa, y fui a sentarme en una mesa vacía del rincón donde la luz de los vitrales coloreaban mi rubio cabello.
  23. Los primeros luceros comenzaban a aparecer en el cielo nocturno de Ottery y, como me era habitual, mi atención no se hallaba en ningún otro lugar conforme mis pasos recorrían, sin prisa alguna, el sendero empedrado de las calles del pueblo. Fácilmente yo podría pasarme la vida mirando las estrellas. Admirándoles. Escudriñando sus movimientos y descifrando sus secretos, al tanto siempre de sus advertencias. Esa noche parecía que sería una noche tranquila, aunque Andrómeda había salido a hacer gajes de su belleza a tan temprana hora. La damisela en apuros. Una princesa que había sido encadenada a las rocas para ser ofrecida como sacrificio al majestuoso y mortífero Cetus... una de mis historias favoritas era aquélla sin dudas. Pero no por Andrómeda, sino por otro personaje en cuestión. De cualquier forma, era un indicio de que algo diferente se maquinaba esa noche. Detuve mis pasos a escasos metros de las puertas exteriores del castillo. No llevaba equipaje, ni otra cosa que no fuera mi varita, visiblemente dispuesta tras mi oreja derecha. Iba vestida con pantalones de mezclilla cortos, y una blusa negra de cuello halter, con los hombros descubiertos y mangas cortas. Por supuesto, con zapatillas deportivas. Había recortado mi cabello, y ahora lucía mi melena rubia unos dedos arriba de los hombros, con algunas mechas azules que resaltaban mis ojos y restaban palidez a mi rostro. Eran tiempos de cambios, y con los cambios venían nuevas actitudes. Y con las nuevas actitudes... tal vez tratar de ceder un poco con mis padres. TAL VEZ. Pero lo cierto era que hacía mas de un mes que había terminado mis estudios en Hogwarts y las provisiones, además del dinero, menguaban en mis manos, por lo que no era del todo desacertado pensar que mi visita esa noche a los Triviani tenía un interés monetario. Hasta aquél momento me había rehusado a cualquier ayuda que mis padres me habían ofrecido, pero hacerme la orgullosa no me estaba funcionando muy bien que digamos. Ni siquiera toqué a la puerta, y entré como si hubiese vivido allí los últimos diecisiete años de mi vida. Una multitud de voces provenían de una región del salón principal, y al asomar la cabeza pude ver que la mayoría de la familia se encontraba allí reunida (supuse que eran de la familia mas no conocía a mas de dos, entre ellos mis padres presentes). Me quedé allí, lo suficientemente para cruzar miradas con Zoella y le advirtiera de mi presencia. Ipso facto, me dirigí a la cocina... no había comido nada desde el mediodía. @Nadien
  24. Ya vine (?) Bueno, solo vengo a reafirmar mi apoyo a Anne Gaunt, para ella es mi voto. Las razones ya las expliqué anteriormente, y éstas no han cambiado en absoluto. That's all folks!!
  25. Me paso por acá, porque me pareció demasiado importante hacerlo y estoy enterada que falta casi nada para que cierren votaciones, de modo que si mi voto sirve sería genial, y si no... al menos que tomen en cuenta mi opinión. Por muchos es sabido (los que me importan) que no soy nueva en el foro y he andado por aquí durante muchos años, aunque en dicho tiempo solo me ha importado mas el rol que el juego. Pero ésta vez es diferente, y para que el juego me atraiga realmente, me gustaría que en verdad fuera un poco diferente. Y esa diferencia en el bando estoy muy segura que podría hacerla Anne Gaunt quien, dejando del lado el cariño que le tengo, siempre ha demostrado ser muy trabajadora y dedicada en el foro... como usuaria, como mortífaga, como moderadora, como amiga, como todo, por lo que mi voto es para ella. No creo que haya quien pueda ponerlo en duda. Y ya, eso es lo que vine a decir. Amor y paz

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