—Espero que no me reciba con un cruciatus.
Menciona sin dejar de caminar por la calle hasta detenerse justo a la puerta de la mansión de su familia. Hacía años, literalmente, que no la visitaba, y temía que le fuesen a regañar por haberse tardado tanto en volver. Aunque conociendo a su extraña familia, quizá nadie habría notado su ausencia, o quizá también algún miembro la celebraría porque, ¿Quién estaría dispuesto a compartir la herencia familiar con un hermano más? No es que hubiese escuchado nada al respecto, pues Danny era completamente sordo, pero las cosas en esa familia eran de todo, menos normales.
—Vamos, entra.
Llama a su pequeño gato blanco, quien maúlla mirándolo segundos antes de entrar a su lado. Ahora caminaba por el jardín del frente hasta llegar a la puerta de la mansión. ¿Su hermana aún estaría molesta por aquella vez que interrumpiría el juego que tenía con el hermano gemelo? Quizá ya ni siquiera lo recordaran, o quizá sí... Danny creía haber estado ahí la última vez cuando se había llevado al niño a un juego de quidditch a escondidas de su madre, cosa que seguramente no le había perdonado todavía. Pero el mago no pensaba recordarles nada de eso, si es que alguien aparecía por ahí.
Mientras tanto, toca a la puerta y antes de esperar a que alguien le abra, asoma la cabeza al interior solo para notar que nada había cambiado en el interior de la mansión. O al menos eso le parecía al mago con aspecto de muggle, quien ahora se aventuraba a entrar a la casa en compañía de su felino, y cierra la puerta después.
—¿Familia?