La simple vista del castillo Triviani iluminaba su rostro con una enorme sonrisa. Si bien había crecido con su madre en la mansión Lestrange, solía visitar a su familia paterna con regularidad y una buena parte de sus mejores recuerdos habían ocurrido aquí en esta casa de locos. Oh, no había duda alguna de que los Triviani estaban fuera de sus cabales en todo su esplendor, en esta familia solo sobreviven los más fuertes… y desquiciados. Desde el segundo en que ponías un pie en estos terrenos te convertías en el blanco de una serie de ataques espontáneos, inesperados y, por lo general, mortalmente peligrosos. Lo peor es que nunca sabías cuando o de donde vendría el ataque…, o de quien. Y aquel que piense esto un ataque personal y focalizado esta muy equivocado, pues esto es solo la rutina y forma de vida propia de esta peculiar familia.
Esto te enseñaba a estar constantemente en guardia, lista para reaccionar en cualquier momento, atenta a las señales de peligro así como también atenta a las señales que le indicarían el camino a su siguiente presa. Y es que en el Castillo Triviani eres el cazador o serás la presa.
Cuando Mila entró al castillo se quitó de los hombros la desgastada capa de viaje que llevaba a todos lados, vestía pantalones militares beige con grandes bolsillos a los costados, una daga reposaba en su funda atada a la cadera, y en su torso una camiseta verde oscuro. Se quitó los lentes de sol paseando una mirada analítica por el lugar, masticando su goma de mascar con aire ausente mientras una sonrisa comenzaba a dibujarse en sus labios.
- Que comiencen los juegos del hambre… - ronroneó la Triviani sacando una granada de los bolsillos en su pantalón, arrojándola en el aire y atrapándola al segundo con gesto casual.
@ Frankie Triviani @ Jeremy Triviani @ Candela Triviani @ Maida Black Yaxley