-- Aguarda, no tan rápido... -- la imagen imponente del sujeto a las afueras de la mansión detenía la marcha de Darla. Estaba cubierto por una cegadora luz blanca que tapaba su rostro. Había aparecido a las afueras del lugar, lejos de los límites, logrando cruzar los muros con algo de magia, y recorriendo los jardines con gran velocidad -muchísima de hecho, prácticamente había corrido-. Miraba fijamente a Darla, conociéndola mucho más de lo que ella creía. Había sido su compañera, su amiga, y ahora, una traicionera más. Era imposible que ella le reconociera, pues había modificado incluso su voz mediante un encantamiento.
-- Te conozco, y muy bien, Darla... mortífaga -- varita en ristre, Elessar se dispuso a esperar el primer movimiento de Darla. Por otra parte, sus compañeros debían aparecer dentro de poco, tras el llamado realizado. Las estatuas estaban cercanas a su posición, algo que quizás utilizaría en su favor. Miró nuevamente a Darla, mientras que por sus venas recorría un sentimiento de enojo por su traición.
La noche que se cernía sobre Ottery Saint Catchpole estaría cubierta de sangre. Un amanecer rojo les aguardaba, pues aquel enfrentamiento de mortífagos contra miembros de la Orden del Fénix siempre terminaba en eso: muerte y destrucción. Unos por cumplir con una utopía de "sangre pura" y los otros por defender a los inocentes que no debían tomar partido en esa loca doctrina impuesta por un demente.