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Mey Potter Black

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Todo lo publicado por Mey Potter Black

  1. Alma Allá por el futuro (? Los segundos se convirtieron en minutos, pero el hombre no parecía dispuesta a marchase. Sin cambiar de posición, pero decididamente tensa (había intentado volver a su lectura, pero ya le resultaba imposible), Alma se dignó a entornar los ojos hasta su callado interlocutor para encontrarse así, para su sorpresa, con un muchacho no mucho mayor que ella. El posible estudiante de la Universidad se encontraba aún parado, a unos palmos de distancia suyo, visiblemente incómodo. —Y supongo que esperarás que termine de usarlo ahí parado, observándome fijamente como un demente acosador —apuntó con desdén, cerrando de golpe el libro —… Ustedes los ingleses son tan extraños; con todo ese amor por los libros, la historia, lo antiguo y… ¿el polvo? —limpiando con un dedo pintado con esmalte negra el lomo de otro libro —Incluso los muchachos bonitos como tú pueden llegar a dar un poco de miedo —suspiró —. Quédatelo. De todas formas no lo entendía. No le costó en absoluto admitir esto último. Alma podía llegar a niveles absurdos de sinceridad, a diferencia de sus padres, pocas veces se dejaba llevar por su ego... Así que levantándose bruscamente de la silla, le lanzó el libro al muchacho. Ya estaba girando sobre sus talones y meditando la respuesta que le daría a Instinto (o excusa), cuando escuchó entre balbuceos la propuesta del chico. Fue casi instantáneo. La idea surgió tan nítida en su mente que casi la hace gritar. En su lugar corrió hasta él y, sonriéndole ampliamente, violó por completo el sentido de espacio personal que las personas normales tenían. Recién entonces notó el bonito color castaño de sus ojos y los rasgos suaves del joven. Su sonrisa se acentuó aún más cuando notó lo nervioso que lo ponía. —Los libros no me hacen feliz. ¿Pero sabes lo que me ayudaría? Algo de práctica… Sin esperar respuesta, lo tomó de la mano y lo arrastró por uno de los largos pasillos diagonales, deteniéndose solo al encontrarse de frente con una pared. Alma no tenía la menor idea a dónde tenía que ir, solo que necesitaba salir de allí. Sin dejar de sonreír como una lunática, le soltó la mano, solo para levantar la otra y estrechársela con firmeza: —Alma Potter Black, o Alma Peverell. Dependiendo del lado del Atlántico en que me encuentre. Un gusto.
  2. Alma En algún tiempo allá en el futuro junto a Mei (? Hacía ya dos eternas horas que se encontraba atrapada en aquel maldito laberinto de estanterías. Su querido padre la había abandonado allí a merced de un castigo poco convencional, que consistía en realizar un trabajo sobre un hechizo, que había intentado probar sobre el viejo elfo doméstico de la familia Peverell. Lejos de lo que cualquiera podría llegar a pensar, Instinto no se había enojado por su intento de controlar la mente de la criatura, si no ante el hecho de que Alma no tuviera la menor idea de lo que estaba haciendo. Entre frustrado y furioso, el hombre había intentado sonsacarle más información al respecto… —¡Oh, vamos Instinto! —Alma nunca lo llamaba padre, al menos en su presencia —. Asistí al Instituto de brujería de Salem ¿qué esperabas? —No sé cómo te excusa eso para no conocer esa clase de maleficios. —Digamos que… la educación allí no de lo más práctica. Creo que lo más emocionante que vivimos fue la vez en creímos que Coraline había sido envenenada —su padre no parecía entenderla —. En realidad se había indigestado con la cena de la noche anterior. Como sea, nunca tuvimos clases de defensa o duelos, ni nada parecido. Las niñas buenas no deben duelear, ni utilizar otro maleficio que no sea el de seducción. —Tu madre es profesora de duelo en la Universidad Mágica de Nueva York —lívido de furia, el hombre parecía a punto de vomitar. —Ajam, irónico ¿verdad? —entre sus deditos bailoteaba su varita peligrosamente —. ¿Ahora entiendes por qué no quiero estudiar en Norteamérica bajo el yugo de Mey? Por supuesto, Instinto jamás le daría la razón abiertamente, y si bien lo hacía ver como un castigo, el hecho de que se hubieran acercado a la Universidad constituía un pequeño triunfo por parte Alma. Con algo de suerte, su padre se armaría de valor y enfrentaría a Mey. Después de todo, había pasado 16 años en Estados Unidos junto a su madre, era tiempo de pasar un tiempo con su padre ¿verdad? ¿Y qué mejor lugar para continuar su educación que el viejo continente europeo, con toda su historia mágica y sus estatuas de… ¿oro? —Disculpe ¿me podría decir dónde encontrar este libro? Le señaló perpleja el pergamino que tenía en la mano. Pese a ser de un tamaño normal, la efigie (de lo que parecía ser un prehistórico hechicero) tuvo que agacharse un poco para leer el garabato escrito en él. Pero si lo que Alma esperaba era una respuesta, grande fue su desilusión –y maldición – al recibir solo una enigmática sonrisa. Entre refunfuños apartó una rama de su camino, mientras otra se le enganchaba en su cabellera azabache que llevaba desprolijamente revuelta aquella mañana. No tardó mucho en encontrar aquel libro, el cual resultó ser mucho más interesante de lo parecía ante la perspectiva del supuesto castigo. No tardó mucho adentrarse en su lectura; debajo del escritorio, su mano hacía girar de vez en cuando la varita mientras gesticulaba con los labios conjuros nunca antes conocidos. Alma ya se estaba preguntando si podría llevarse el libro a casa de Instinto (aún cuando no estuviera inscripta en la Universidad), cuando una tranquila voz masculina la sonsacó de sus cavilaciones. La verdad era que ni siquiera era estudiante allí, pero probablemente aquel individuo no lo sabía aún. Algo molesta, giró la página del libro y, sin molestarse en alzar la vista contestó: —Y crees que lo necesitas más que yo, porque...
  3. «¡Así no se puede hacer esto!» Pensaba, entre divertida y frustrada al escuchar el comentario de Mei sobre el trío, al tiempo que una cantarina carcajada surgía de sus labios y arruinaba por completo su fachada de seriedad. Pero la Líder fenixiana seguía hablando y poco a poco el asunto perdía hilaridad para adquirir un tinte definitivamente extraño. Los sentimientos encontrados no tardaron en sorprender a Mey, quien por un lado se sentía sumamente traicionada por Gitax y su enorme bocota, y por el otro confundida por las afirmaciones que le proporcionaba la Delacour Pero si en un principio era confusión y enfado lo se sentía, en nada se pudo comparar a lo que siguió a continuación, cuando poco a poco su interlocutora fue descubriendo el verdadero motivo de aquella reunión. Por supuesto que la primer reacción de Mey fue negarse a aceptar lo que le decían. Aquello era absurdo después de todo; no tanto el hecho de que Mei Delacour fuera miembro y Líder de la Orden del Fénix al igual que el resto de los presentes (aquello explicaba muchas cosas), como el que se conocieran tanto y que Mey no lo recordara. —...Como líder de la Orden del Fénix, te ofrezco y me encantaría que te unas al bando, no, en realidad, que regreses. —¡Bueeeeeno! —la detuvo Mey agitando una mano nerviosa y mirando de un lado a otro, sin saber que Mei había desplegado un encantamiento muffliato en torno a ellos —. Te agradezco que quieras ayudarme, en verdad lo hago. No esperaba menos de la Orden del Fénix, pero creo que te equivocas de persona. De Potter Black asumo, sé que hubo muchos miembros de mi familia que pertenecieron a sus filas, sin ir más lejos mi abuela fue una de las más longevas liderando. Buscando apoyo en Adrian, buscó su mirada para que la ayudara. Él sabría mejor que nadie que ella nunca había tenido mayor relación con aquel Bando que el conocimiento de su existencia. Para su sorpresa, Adrian no negó nada de lo dicho por Mei, limitándose a expresar su punto de vista sobre la "oferta" brindada por la Líder fenixiana que, a decir verdad, la contrariaba. —Eeeh... gracias Tío Adrian —atinó a musitar sin salir de su asombro —. Pero realmente no tengo la menor idea de qué hablas Mei. Además... ¿Yo en la Orden del Fénix? Soy mala hasta para las tareas domésticas con magia —aquello no era del todo cierto, también era mala Ama de Casa si lo intentaba mugglemente.
  4. Pese a la distancia y el tiempo transcurrido, aquel abrazo continuaba siendo cálido, familiar y, en medio de un mundo que no paraba de mutar, Mey lo agradecía. Una franca sonrisa asomó entonces sus labios, correspondiendo a la de su tío, quien no se demoró en besar sus mejillas. A Mey el contacto físico excesivo nunca le había agradado del todo, pero eso le limitaba sobre todo a los desconocidos. Fue entonces cuando notó el repentino cambio en la expresión de Adrian y, siguiendo el trayecto de su mirada, encontró el motivo: —Ese maldito pervertido... Por supuesto, Mey no tenía forma de saber que el verdadero cambio de actitud de su tío se debía más al recelo por encontrarla junto a aquel variopinto grupo de fenixianos, tanto como el hecho de haber visto cómo Gitax le apretaba el trasero sin pudor alguno a la pobre camarera desnudista. De haber sido físicamente posible, el rostro de la bruja hubiese mutado a un rojo por la furia, pero como no podía, el mismo se tornó tan lívido como enfermizo. —... ¿quieres que los acompañe? —¿Emh? Saliendo de su soliloquio interno de insultos hacia Gitax, notó perpleja que le habían hecho una pregunta. Pero no pudo pedir que se la repitieran, ya que Mei ya se acercaba a ella y le planteaba el inicio de conversación más extraña que había tenido en su vida (o por lo menos que recordara). A su vez, Gitax se acercaba al grupo trastabillando en el camino. Mey no era buena para enfocar su atención en dos cosas a la vez, por lo que no dudó en ignorar a la Líder fenixiana el tiempo necesario para tomar un tarro de cerveza de mantequilla y lanzárselo a Gitax por la cabeza. La mujer tenía prioridades. —¡¿Por queeeé...?! —comenzó Gitax, pero Mey no lo dejó terminar: —Por ser un es.tú.pi.do pervertido misógino del demonio —exclamó parándose de golpe —. Que sea la última vez que te veo tratando a una mujer como un mero objeto, Gitax Weasley, o te juro que la próxima vez será un poco más incómodo que tener cerveza derramada en el cabello. Sin que nadie supiera cómo, la varita mágica había asomado su diestra y apuntaba a la entrepierna del joven. Resultaba fácil hacerle perder la paciencia, pero mucho más si había algún tipo de abuso de por medio, fuera su mejor amigo o un completo desconocido, si había algo que Mey consideraba injusto o incorrecto, reaccionaba de la única forma que le era posible. —Ahora bien... —regresando a su lugar —. Adrian, ya conoces al pervertido Gitax. Y ellas dos son Mei y... ¿Lisa? Si, Lisa eh... —los segundos de incomodidad que siguieron a esta innecesaria presentación la regresaron a la realidad —. Pero supongo que no es necesario que los presente ¿no? —Su lenguaje corporal cambió de inmediato, tensándose —. Y supongo también que tu propuesta no se trata de un trío con tu amiga —apuntó, enarcando una delgada ceja sin apartar sus ojos de Mei Delacour —. Bien, habla. Imperativa como ella sola, Mey no tenía ni la más remota idea de que estaba tratando con la mismísima Líder de la Orden del Fénix... Aunque, a decir verdad, de haber tenido este conocimiento en su poder probablemente no hubiese cambiado en mucho su actitud.
  5. Los enormes ojos de Mey fueron estrechándose poco a poco a medida que la situación se tornaba más extraña. Gitax continuaba bebiendo whiskey de fuego como si fuera agua, y de vez en cuando le lanzaba nerviosas miradas que intentaba simular, pero claro, lo hacía pésimamente. Aquella mujer que había presentado como Lisa dejó automáticamente de prestar atención a Gitax, para enfocarse así en su amiga; Mey incluso notó que algo iba mal, no por la reacción de Mei, tanto por la de Lisa: de aquellas dos, solo una una resulta buena ocultando cosas en profundidad. Porque sí, Mey no tenía la menor duda de que algo pasaba allí, y no le gustaba en lo más mínimo. Pese a haber perdido sus recuerdos, el conocimiento empírico continuaba latente en lo más profundo de su ser, esperando una oportunidad para despertar sus sentidos. Desconfiada como era, no sabía fingir y no tardó mucho en demostrarlo con su lenguaje físico, cruzándose de piernas y brazos y escuchando a medias a Mei. —Nunca fuí muy seguido a San Mungo —afirmó Mey, quitando todo margen de duda al asunto —. ¿Segura que no nos conocemos de algún otro lugar? Insistió sin perder detalle de la respuesta de Mei, pero esta se apresuró en cambiar de tema, dirigiéndose a su amiga y ordenándole que le trajera algo de beber. Aquello la sorprendió bastante, no porque cambiara de tema, mucho menos porque buscara algo fuerte de beber en un bar como aquel, en donde hombres y mujeres esculturales -y prácticamente carente de ropa- no paraba de menearse contra objetos; si no por el cambio en su voz, que pasó de monótono a imperativo. Si lugar a dudas se trataba de una persona acostumbrada a las órdenes. —¿Ese es mi tío Adrian? Se sobresaltó Mey al comprobar que a unos metros de ellos se encontraba Adrián. ¡Pero claro! Si ella misma había arreglado una reunión con este hacía varios días. Por supuesto, con todo lo sucedido en las últimas semanas la pobre no perdía la cabeza porque la tenía puesta. Dando un saltito de la silla, y sin molestarse en excusarse con el resto, se acercó a su tío por la espalda y lo saludó con un fuerte abrazo. —¿Cómo está el Potter Black más sexy de la familia? —susurró a su oído. Una sonrisa ladeada iluminó su rostro por unos segundos. Pese a haber sido borrada del árbol familiar, Mey aún continuaba considerándose una Potter Black en todas las de la Ley; la sangre que corría por sus venas seguía siendo la misma que la de Antara Black después de todo. La Potter Black nunca cerraría sus puertas a quien la necesitara, aquella simple frase que su abuela siempre repetía desde que tenía memoria ya no resultaba tan literal como antes (dada las actuales circunstancias…), sin embargo, en el fondo de su corazón Mey buscaba nuevas lecturas a aquella frase. Bien, era una Potter Black. Bien, necesitaba su ayuda, y en aquel momento toda entidad familiar con la que podía contar era su tío Adrian, el único fenixiano que ella conocía en el mundo (o al menos, que recordara).
  6. El cantinero le contó a Mey que hacía meses que no veía a la matriarca Dumbledore en el bar pese a pertenecerle, algo que no le extrañó en absoluto; aquella mujer era toda una entidad en la comunidad mágica británica, y seguramente tenía cosas más importantes que hacer antes que seguir regentando el negocio. Encogiéndose de hombros, Mey le dio otro sorbo a su vaso, deleitándose en aquel gusto que prácticamente nunca se daba debido a sus obligaciones con Alma, aunque hacía semanas que lo había estado necesitando. —Si la ves, envíale mis saludos. Dijo al fin, dedicándole una última sonrisa al atractivo Luis, antes de que este volviera a enfocarse en su trabajo. El Weasley por su parte no había parado de beber en ningún momento, Mey ya había contado cinco recambios de vasos, pero no le sorprendía tanto esto como el silencio que mantenía... Según su experiencia, Gitax se encontraba ahogando sus penas en alcohol ¿acaso alguna bruja le había roto el corazón? A Mey no le interesaba para nada indagar en el asunto, nunca había sido buena en cuestiones del corazón. A decir verdad, la incomodaba bastante. La noche comenzaba a caer y la Dumbledore´s night poco a poco se abarrotaba de magos y brujas en búsqueda de refugio, bebida y... una buena vista. Una muy buena vista. No muy lejos de, un par de musculosos y aceitados hombres se meneaban contra un caño sobre la misma barra. Todo un espectáculo que la obligó a apurar su trago y aceptar a regañadientes el siguiente que le ofrecía su taciturno compañero de bebidas. —¿No crees que estás bebiendo mucho? Se animó a preguntar, rompiendo así el incómodo silencio en el que habían estado sumidos desde su llegada. Pero Gitax no llegó a responder nada, puesto que en ese momento fueron interrumpidos por dos mujeres que lo saludaron con mucha confianza. Algo incómoda por la abrupta irrupción (el respeto por su espacio era sumamente importante para ella), se enderezó en su lugar y esperó educadamente a que una versión patéticamente nerviosa del Gitax que ella conocía los presenten. ¿Acaso una de aquellas mujeres era la causante de su nostalgia? La penetrante mirada de la Potter Black se dirigió automáticamente a la más parlanchina de las dos. —Un gusto —saludó escuetamente a Lisa, sin apartar su ojos cual rayos X de ella. —Y... Mei Delacour, una buena amiga —continuó dudoso Gitax. Por primera vez en la velada, Mey prestó atención a la segunda muchacha. Entonces el silencio de adueñó del lugar: la música no se detuvo, y los gritos y festejos de los magos y brujas continuaron... sin embargo, ninguno de los cuatro respiró durante unos interminables segundos, hasta que una cantarina carcajada asomó a los labios de la bruja. —¡Vaya formalidad, Gitax! Claro que recuerdo a Mei Delacour... Entonces fue ella la que calló. Recordaba a Mei, pero... ¿de dónde?
  7. Hola ¿cómo están? Alguien cuyo nombre no quisiera pronunciar para no comprometerlo cofGODERICcof me amenazó con cosas tipo "te borrarán todos los hechizos", "te congelarán la ficha si no te pasas" o "no podrás rolear" o "te echarán del foro" Si no me pasaba. Y me agarró miedo (?), así que acá les dejo los conocimientos que quiero mantener: Saludos!
  8. De vez en cuando lo miraba de reojo mientras caminaban por una angosta callejuela empedrada de Diagón. No es que Mey desconfiara de Gitax, pero aún no entendía por qué debían alejarse de la Mansión Weasley (que hasta entonces había servido de refugio a Mey desde que había llegado), y dejado a Goderic al cuidado de alma -nuevamente- para reunirse en un bar. En aquellos días le costaba horrores alejarse de su hija, pero más allá de eso, algo le decía que el Weasley tenía un motivo oculto llevarla allí. —Pareces nervioso —comentó la bruja, escondiendo sus manos en los bolsillos de la capa. El invierno estaba llegando a su fin, pero aún así el frío se colaba entre los negocios mágicos en ráfagas de viento que hacían desear a los transeúntes el alegre crepitar de una chimenea y un chocolate caliente, o en el caso de Mey, un vaso doble de whiskey de fuego. Aquella última idea la alegró un poco y logró que acelerara un poco el paso, logrando que fuera Gitax quien en aquella oportunidad tuviera que que seguirle los pasos. Unos minutos después, sendos hechiceros ya habían traspasado una muralla mágica que los conduciría a la concurrida Leicester Square. —Llegamos. Habían pasado años desde su última visita a la Dumbledore´s Night, e incluso pese a que sus recuerdos se habían emborronado y transmutado hasta solo ser una sombra de los importantes acontecimientos que habían ocurrido tras esas puertas dobles del local, para Mey seguía siendo un lugar emblemático de su temprana juventud. Sin mediar palabras, se le adelantó al Weasley e ingresó al lugar, como impulsada por un deseo ferviente de algo que aún no llegaba a dilucidar. La música de moda y las brillantes luces de colores no tardaron en aturdir sus sentidos, pero no lo suficiente como para encontrar su lugar favorito en todo el bar. Sus ojos no tardaron en encontrar la mirada de Luis, el atractivo -pero tan gay- bartender de siempre, quien con solo un pícaro guiño de ojo supo de inmediato qué servirle. Cuando Mey hubo llegado, el vaso rebosante de la ambarina sustancia ya descansaba en la barra de caoba oscura. Propinando un ligero saltito, se acomodó en la silla alta y le sonrió con complicidad al hombre, olvidando por completo la presencia de Gitax. —¿Y Sally? Las pregunta surgió de sus labios sin siquiera pensarlo, como si lo más normal del mundo fuera preguntar por la dueña del local. A veces la mente de Mey tendía a jugarle aquellas bromas extrañas, como si en el fondo de su mente descansara un mar de nombres, lugares y acontecimientos importantes en grado sumo, pero cuyo hilo de relación nunca terminara de hilvanar. Por suerte, lo siguiente que sucedía era el completo bloqueo mental que tendía a naturalizarlo todo. Sin lugar a dudas Saya Black había hecho un gran trabajo.
  9. El ceño letal e infantilmente fruncido daba muestra total del enojo de la bruja. Claramente una buena batalla nunca estaba de más, pero no en aquellas circunstancias cuando todo indicaba que no llegaría demasiado lejos en su deseo de venganza. -Uno... dos... -empezó a contar en Sabía que lo lamentarían, no en aquel momento, y posiblemente no en la brevedad, pero nadie le arruinaba una cita y menos en aquellas circunstancias. Sin daño alguno (aquellos mortífagos resultaban patéticamente lentos después de todo), y aún con la masa de agua del aqueora protegiéndola, Mey atravesó manteniendo la cara de pocos amigos, logrando de esta manera que la mayoría de los civiles se apartaran de su camino al instante, ni bien la veían, aún confundidos por la extraña semi-batalla que estuvo a punto de iniciarse allí. Por otro lado, la bruja sabía que nadie sería dañado, porque era a ella a quien querían. Apresurando el paso, Mey llegó a la salida, tras lo cual traspasó las puertas del local siendo recibida de esta manera por el frío londinense de la calle, para luego alejarse lo suficiente como para poder desaparecer de allí rumbo al Cuartel General de la Orden del Fénix, donde comunicaría lo sucedido y organizaría un contraataque con sus compañeros de bando.
  10. Aún pese a que había mantenido en secreto la esperanza de no ser perseguida aquella noche, a la hora de la verdad, a Mey no le sorprendió en absoluto encontrarse rodeada de mortífagos dispuestos a todo por su cabeza. Aún en aquella cómoda posición en el sofá, solo atinó a incorporarse levemente en el mismo, para mirar a su alrededor. La música de la rockola se detuvo en ese momento, dejando solo el sonido de sus tacones rompiendo el frío silencio a medida que se acercaba a los mortífagos hasta ubicarse a uno seis metros de cualquiera de estos, dispuesta a mantener dicha distancia todo el tiempo. Con gesto igual de cansino desenvianó a Nefertiti, su varita mágica, sacándola de su brasier para apuntar a todos estos a la vez antes de pronunciar un... -Ardius Aqueora! Haciendo surgir de este modo, de la nada, una masa de agua que se formó en torno suyo. La misma la protegería ante cualquier ataque directo, de forma tal que ningún tipo de rayo o invocación pudiera atravesar la barrera que había formado. -Corpus Patronus! Dijo a continuación, haciendo surgir de la punta de su vara mágica una extraña sustancia que al condensarse al instante dio forma un fénix adulto. El ave legendaria se dispuso a su vez junto a Mey, dispuesta a defenderla y curarla a su vez ante cualquier ataque, así como atacar de ser necesario. -Tripio Sectusempra! Dijo finalmente apuntando a Isaac, enviándole tres rojizo rayos que impactarían de lleno en su pecho, desangrándolo.
  11. En aquella hora de la tarde, la mayoría de los transeúntes retornaban a sus respectivos hogares dejando prácticamente desiertas las callejueslas de Diagón. Sin lugar a dudas, era el momento predilecto de la bruja para salir a caminar, cuando las sombras proyectadas por la conjución de las lámparas mágicas de aceite y la oscuridad se cernían sobre ella ocultando su identidad, aquella identidad que convertía a la Potter Black en un blanco seguro de la caza de brujas que el Ministerio de Magia había lanzando por su cabeza a cambio de unos sucios galeones, convirtiéndola indefetiblemente en la Indeseable Número 1 de toda la sociedad mágica británica. No es que a Mey le molestase en absoluto aquel título y, por otro lado, ya casi no quedaban carteles con su rostro pegados a cualquier pared libre; sin embargo aquel status de subversiva y el hecho de todo ser mágico la pudiera reconocer la limitaba mucho más de lo ella misma hubiese estado dispuesta a reconocer. Pero la Londres muggle era muy diferente de la mágica, posiblemente por ello Mey se decidiera por dar su paseo nocturno por la concurrida Leicester Square, en lugar del tradicional Callejón Diagón. Aún pese a que el anonimato la resguardase, la capucha de su capa de viaje aún recaía sobre su cabeza, ocultando su rostro de cualquier curioso que la observase el tiempo suficiente para reconocerla; o bien para admirar aquel rostro pálido, de rasgos delicados y mirada altiva y penetrante, solo descubierto al atravesar las puertas dobles del local Dubledore´s Night. La bruja conocía aquel lugar como la palma de su mano, el tiempo no había marcado su paso sobre su estructura como en otros lugares de su juventud, por lo cual Mey podía decir que se encontraba decididamente familiarizada. Sin detenerse a contemplar la pista de baile, donde magos y brujas motivados por el alcohol e innumerables sustancias alucinógenas se mecían pausademente, en una especie de extraño y nostálgico ritual, Mey pasó de largo incluso la barra (no sin antes lanzarle un guiño a Lorraine, la camarera), para así detenerse solo en una especie de cubículo de cortinas, dentro del cual una mesita blanca y un sofá de tres cuerpos y varios puffs del mismo tono la aguardaban con toda su comodidad. Pero no había rastros de él. —Gracias. Ni bien se hubo desprendido la capa del cuello, antes de que esta tocase el suelo, ya se encontraba Lorraine allí con su mano preparada para tomarla. Pese a la época en que se encontraban, el cargado ambiente del local era de ensueño, justo para exhibir aquel diminuto vestido de encaje negro que se ajustaba en torno al cuerpo de la Potter Black. La mesera, por otro lado, no daba muestra de reconocerla, aunque Mey sabía que sí lo hacía, solo que era demasiado educada para demostrarlo. En parte lo agradeció, no se encontraba de humor para calurosos saludos, ni mucho menos explicaciones; Lorraine resultaba una digna empleada de Sally Sigel. Con un gesto magistral, la mujer intentó pasarle una carta de bebidas que Mey rechazó al instante con un gesto hosco, lanzándose encima del sofá de forma remilgada y femenina, aunque poco educada en realidad. Las botas le llegaban hasta los muslos sobre las pantys de red, desentonando con su rostro de niña buena que nada reflejaba su verdadero yo, como si llevara consigo todo el tiempo una molesta máscara de falsa inocencia. —Solo querré una botella de whiskey de fuego. Le respondió a Lorraine, quien aún aguardaba la orden. La leve sonrisa de la mujer flaqueó durante algunos segundos ante el duro tono de Mey quien, acostumbrada a dar órdenes a diestra y siniestra todo el tiempo, a veces olvidaba la utilidad de la diplomacia fuera del entorno marcial en el cual basaba su vida. —Por favor. Completó esbozando una falsa, aunque cálida sonrisa; aquella capaz de ablandar el corazón de la mayoría de los magos, pero que jamás correspondía con el brillo frío que se despertaba en sus ojos cada vez que se obligaba a sí misma a mentir.
  12. Todo había terminado mucho más rápido de lo esperado, el único pez gordo de la Marca presente en aquella oportunidad había sucumbido al poder de sendas Demon Hunters sin demasiada teatralidad, puesto que sus compañeros no habían podido ser los suficientemente rápidos como para salvarlo, o siquiera curarlo. Por otro Lado, Claudia, el objetivo principal de aquella reada se encontraba atadas de pies a cabeza, y el resto de los mortífagos también se encontraban perdidos. Si bien por distracción propia, un par de fenixianas habían resultado heridas, estas ya se encontraban camino a San Mungo para ser curadas, el resto de la Orden del Fénix presente en aquella oportunidad se encontraban ilesos. Luego de quitarle el efecto del guardián a Isaac, Aimé pudo llevárselo junto a Kritzai a la prisión fenixiana. A su vez, ella misma también tenía un par de prisioneros que debía llevarse, Radamantys y León, a quienes se acercó con paso rápido, humedeciendo las botas con la nieve del suelo. Tomando a sendos magos por sus respectivos brazos los arrastró hacia la salida, seguida de cerca por Mei, quien se llevaba consigo a Claudia solamente. -Nos vemos en Abaddon, compañeras. Las saludó una vez hubo atravesado la salida de los terrenos circundantes de la residencia Crowley, ya en la calle, a varios metros de allí, donde podía desaparecerse, Mey alzó su brazo apuntando al cielo invocando una bella imagen de un fénix de fuego. La figura delave se adueñó automáticamente del paisaje ante ellas, para iluminar así toda la zona circundante, dejando un claro mensaje a los mortífagos y sus simpatizantes: http://i.imgur.com/aOEPEqw.png Tras lo cual, aún teniendo a León y Radamantys por sus respectivos brazos, la bruja desapareció con ellos rumbo a la Torre de Abaddon, donde serían encarcelados debido a su vínculo con la Marca Tenebrosa. La batalla había resultado ardua, con mucha más sangre de la que Mey hubiese deseado; y aún cuando esta supiese que la sangre derramada no era inocente en grado sumo, seguía revoloteando en su mente el precio que debía pagar por defender a los inocentes de aquellas personas. La Marca, después de todo, seguía queriendo dominar al mundo, a muggles y seres mágicos por igual, a squibs, a amigos y familiares de muggles a todos, creyendo en una superioridad de la raza absurda y resguardándose en una violencia extreña sin precendentes. Mey Potter Black hacía lo correcto, no lo fácil.
  13. El hipogrifo de blanco plumaje que hacía años Mey había bautizado como Indiana dio su vida en ese momento, interponiéndose al rayo del Avada Kedabra lanzado por Kritzai, razón por la cual la bruja aún se encontraba impoluta. Isaac por otro lado había muerto debido a los tres rayos que impactaron en su pecho porque, la distancia de diez metros de Mey no lo salvaba de recibirlos, si no que exceptuaba a cualquier otro mortífago de recibir uno de los tres rayos. Claramente a aquel mortífago le faltaban varias clases de duelos. Siendo silenciada por León, Mey aún si voz apuntó al cuerpo sin vida de Isaac pensando un Guardián, que alzó en vilo el cuerpo del mortífago convirtiéndolo así en una salvaje especie de zombie que no permitiría que nadie se lo llevara de allí. -Liveracorpus! Fue lo siguiente en decir apuntando a Pik, quien cayó de bruces al suelo. Así mismo, el cuerpo guardián de Isaac fue directo a Kritzai para acabar con él con toda la demencia de la que era posible. Fue entonces cuando Mey envió a su morphos viuda negra contra Radamantys para envenenarlo, con la orden de picarle en el cuello. -Tripio Expelliarmus! Fue su siguiente hechizo, enviando tres rayos: el primero impactó de lleno en León, el segundo a Kritzai (el cuerpo guardián de Isaac tenía la orden de no interponerse en el trayecto del rayo de Mey, mientras que el tercero impactaría de lleno León.Los dosmortífagos al querer huir se encontraban cercanos entre ellos. Estos rayos lograron hacer volar las varitas de sendos magos a unos cinco metros a su derecha. De esta manera, cegados y sin varita no podrían escapar para nada.
  14. Teniendo en cuenta el rango de Isaac, aún pese a que tenía consigo la protección del aqueora y las mismas lágrimas como curación de su fénix, esta solo sirvieron para proporcionarle un alivio de emergencia, nada más. Por lo cual le indicó a su fénix que volcara en ella una primera lágrima para la primer herida del fuego maldito, y una segunda lágrima para la segunda herida del fuego maldito de Isaac. Por supuesto también pensó un Episkey para dar una primera curación a la primer herida del Fuego Maldito también. -Corpus Patronus! Volvió a invocar, para hacer surgir así un hipogrifo adulto que la protegería y atacaría cuando ella así lo decidiera. Cada vez eran más, y solo se encontraban Mei y ella como Altos Rangos... Por el momento. -Morphos! Fue lo siguiente en murmurar, convirtiendo una roca del tamaño de su puño en una viuda negra. La araña se escondió de cualquier mortífago, puesto que su misión aún no se encontraba clara en realidad. Más tarde con toda probabilidad Mey la utilizaría, no así en aquel momento.
  15. No solo era un mortífago, para aquellas alturas ya eran dos... ¡no, tres! Sin llegar a preocuparse (Se encontraba dentro de una masa de agua que la salvaba de cualquier tipo de ataque después de todo), Mey se arremangó las mangass del vestido para poder posicionarse en la acción. Ubicándose a una distancia de seis metros de cualquier mortífago, se se dispuso para comenzar la batalla realmente... Encaminándose hasta Isaac dentro del bosque. -Ardius... Comenzó el hechizo murmurando aquel poder que le otorgaba una mayor velocidad, apuntando a Isaac pensó un Confundus, que lo sumió en un estado de semi conciencia que no le permitía actuar con claridad. Fue entonces que su fénix volcó una lágrima sobre la herida provocada por el fuego maldito mortis anterior de Isaac. Confundus, repitió el mismo pensamiento sin dejar de apuntar a Isaac, quien volvió a decaer en la misma confusión reinante segundos atrás. El fénix volvió a volcar una lágrima, esta vez para la herida del segundo fuego maldito mortis de Isaac. Para finalizar, Mey continuó con aquel cliché, sin dejar de apuntar a Isaac, y exclamó un... -Tripio Sectusempra! Haciendo surgir tres rojizas luces de su varita mágica. Los rayos impactarían: el primero en el pecho de Isaac, el segundo en el pecho de Isaac, y el tercero en el pecho de Isaac. A partir de ese momento precisaría múltiples curaciones para poder curarse o terminaría sucumbiendo al poder del hechizo. Por supuesto, el rayo de Kritzai no impactó en ella ni nada ya que la protegía una aqueora
  16. Tras lanzarle una afirmativa mirada a una de las initiés que la acompañaban a modo de entrenamiento aquella vez, esta comprendió cual tendría que ser su siguiente movimiento. Aún no tenían respuesta por parte de los mortífagos, por lo cual Mey decidió que por el momento no necesitaban hacer correr sangre allí: Claudia solo sería desarmada. Aún así, la bruja no creía que las cosas fueran tan fáciles, tras la fuga masiva en Abaddon, varios mortífagos habían sido puestos en libertad. -Aqueora! Exclamó entonces la bruja, haciendo surgir en torno suyo una masa de agua que la protegería ante cualquier tipo de ataque. -Corpus Patronus! Dijo a continuación, logrando que de la punta de su varita mágica surgiera una extraña sustancia casi gaseosa que se condensó en aquel mismo instante para dar vida a un fénix adulto. El ave la curaría a ella y a sus compañeros las veces que fuera necesario y, a su vez, también la protegería y atacaría ante cualquier orden de la bruja. Fue en ese momento cuando una nueva persona apareció en el escenario de batalla, un mortífago sin lugar a dudas. Mey se limitó a observarlo desde la distancia sin actuar, no era necesario que lo hiciera ella, ya aparecería quien...
  17. Ajustándose la gruesa capa de viaje que llevaba encima del vestido (siempre de negro), Mey se felicitó a sí misma por haber optado por medias de lana en lugar de sus habituales medias en red y unas botas de caña alta, el tiempo era terrible en aquella zona. Luego de ingresar a los terrenos del Castillo Crowley, Mey sacó su varita mágica del interior del morral en donde la tenía guardada para así iniciar un hechizo que servía para indicar la presencia humana en el lugar. Tras unos segundos, varios de sus compañeros llegaron a ella, pero Mey se encontraba demasiado ocupada en ese instante. -¡Ya sé donde está! Exclamó, guiando a sus compañeros a orillas del Bosque Negro, donde se encontraba Claudia. No tardaron mucho en llegar hasta allí, la mortífaga se encontraba cercana a un enorme abeto, junto a un desconocido que aparentemente entrenaba. Incrédula, Mey enarcó una ceja, compartiendo con Mei una mirada cómplice antes de acercarse hasta Claudia, deteniéndose a una distancia de seis metros. Solo cuando esta notó su presencia fue que Mey habló: -¿Claudia? -preguntó conociendo la respuesta, solo a modo de saludo -. Tendrás que acompañarnos, según nos han informado fuentes confiables, pertenecés a la Marca Tenebrosa -su mirada se detuvo justo en la mano ocupada de Claudia, y antes de que esta pudiera hacer nada, Mey ya la apuntaba con su propia arma mágica diciendo -Floreus! De la varita mágica de Claudia solo surgirían flores a partir de ese momento. Por supuesto, aquello no se podía detener allí, por lo cual, sin dejar de apuntar a Claudia, Mey exclamó un... -Incárcerus! Invocando tres gruesas cuerdas. La primer cuerda impactó de lleno en los tobillos de Claudia, impidiendo que pudiera caminar. La segunda cuerda impactó entonces en torno a sus muñecas, uniéndolas a sus caderas para que tampoco pudiera utilizar sus manos y, a su vez, la tercer cuerda se enroscó alrededor de la boca de la mujer, para que ningún tipo de palabra, mentira o hechizo pudiera surgir de sus labios.
  18. Había pasado toda la tarde hablando con Mei, semanas en realidad, dado el vínculo de trabajo que las unía, sin embargo Mey todavía no confiaba lo suficiente en la mujer como para entablar una amistad. Hacía años en realidad que la Potter Black no hacía amistad con nadie, convirtiendo su círculo de allegados en lo más parecido a un selecto club al cual muy pocos tenían la posibilidad de ingresar. Sin embargo, a la hora de una batalla, la primer persona que se le venía a la mente era la Delacour y, pese a que jamás lo admitiría en voz alta, esta también resultaba (aún sin ser mejores amigas) de las pocas personas a la cual confiaría sus espaldas sin meditarlo demasiado. -Expecto Patronum! Saliendo de su ensimismamiento, Mey invocó un fantasmagórico nundu, su patronus, el cual fue viajó directo a los miembros de la Orden del Fénix de guardia aquel día. Según fuentes confiabas, una mortífaga llamada Claudia Rambaldi se encontraba en aquel momento en el Castillo de su familia. Minutos después Mey aparecía frente al Castillo Crowley, ubicado en la parte oriental de la emblemática calle Ottery, en la colina que colinda con el Bosque negro, lugar donde se encontraba Claudia en esos momentos. Sin esperar a sus compañeros, Mey se adentró en el mismo en búsqueda de la mortífaga, si estos eran rápidos no tardarían en llegar junta ella.
  19. Aún con sus muertes, los mortífagos habían conseguido algo, y esto era distraer lo suficiente a los miembros de la Orden del Fénix como para que estos no tuvieran tiempo de llegar al edificio central. La bruja no pudo evitar observar la Mansión con cierto deseo; sabía de sobra que los verdaderos secretos de la Marca Tenebrosa se encontraban tras aquellas paredes. Para ella la familia Malfoy siempre había sido la clave de todo aquello, si solo pudiera... -¡Diablos! Gimió Mey negando con la cabeza. Aunque sin herida alguna, solo apenas despeinada y sudorosa bajo su capa de viaje debido a las corridas de la batalla, se encontraba extremadamente cansada, habían transcurrido horas y horas de constante movimiento, y sus fuerzas terminaron por drenarse por completo. No podría realizar el duro trabajo de romper las fuertes defensas mágicas de la Mansión, menos ella sola. Tras corroborar que Jank se marchara de allí sin sufrir daño alguno en el intento con Spectum con él, Mey encendió un cigarrillo con su varita y comenzó a fumarlo encaminándose a la salida. Junto a ella iba Mei en silencio, lo cual la bruja agradeció. Luego de una batalla como aquella el silencio era fundamental, después de todo, no necesitaban comunicarse de otra manera a aquellas horas. Al llegar frente a la verja de entrada, Mey apuntó con su varita mágica al cielo de la Mansión, haciendo surgir la imagen de un fenix en el aire: http://i.imgur.com/if0HMVx.png Luego de esto, traspasó junto a Mei la verja de entrada sin demorarse, hasta la calle adoquinada del pueblo mágico de Ottery St. Catchpole y desapareció de allí llevando a Mei del brazo rumbo al Cuartel General de la Orden del Fénix. OFF Luego de la negociación que llevaron los Altos Rangos de la Orden del Fénix y la Marca Tenebrosa, los saldos son los siguientes. Spectum Crouchs León Corvinus Crowley Afrodita Malfoy Lisa Weasley Rambaldi Hades Ragnarok Near Son capturados luego de haber muerto en batalla. Por otro lado, Gyvraine C. Sullivan logra salir ilesa, y todos los miembros de la Orden de la Orden del Fénix también salen ilesos. Excelente trabajos los dos Bandos, fue entretenido. Disculpen las molestias por la Mansión, fue... irresistible, gajes del oficio (?). Saludos y buenas noches/días a todos.
  20. Aquel chico, Vrael, ya había desaparecido cuando Mey volvió a mirar a su alrededor: ya solo quedaban Jank y ella. Luego de liberar a Lisa, Mey giró sobre sus talones y caminó otros metros por los jardines hasta ubicarse bajo a Spectum a unos dos metros a su derecha, aún no había guardado su varita mágica, por lo cual apuntó esta vez a Spectum, cuyo cuerpo sin vida (luego de haber recibido todos sus hechizos), yacía colgando de un tobillo sobre el nivel del suelo. -Liberacorpus! Dijo en ese momento. Lamentablemente para Spectum, cuando su hechizo quitó el lazo mágico que lo colgaba de un tobillo, este no cayó sobre el terreno fertir de los jardines, si no encima de una estatua, la propia de Mey, la cual se encontraba tirada en el suelo. Posiblemente de haber estado vivo hubiese muerto nuevamente. La violenta imagen desagradó a la bruja, quien tuvo que obviar todo aquello, aquel hombre siquiera había tenido tiempo de hablar antes de morir, puesto que los hechizos que le habían lanzado antes le habían quitado todo el tiempo posible; pero de esta manera era lo mejor, si había algo que Mey odiaba de los mortífagos, eran sus discursos, por eso prefería siempre dejarles la tarea de Abaddon a otros compañeros con más... paciencia que ella.
  21. El resultado de la batalla había resultado por completo a su favor, del ejército de pequeños mortífagos todos habían sucumbido al poder de la Orden del Fénix, irremediablemente, luego de la muerte rápida de sus comandantes de batalla. -Liberacorpus! Musitó ahogando un bostezo apuntando a Lisa, quien colgaba de un tobillo sobe el nivel del suelo. La mortífaga cayó con cierta brusquedad, pero sin causar mayores daños a su cuerpo si vida debido al colchón de cesped y tierra blanda del jardín. -Hey, tú -llamó a Vrael sin molestarse en recordar su nombre -. La llevarás a Abaddon, ahora. Ordenó señalando el cuerpo de Lisa. Ya observando mejor al initié, Mey recordó aquella desafortunada batalla en la cual el chico, siendo aspirante a la Orden del Fénix, había atacado una civil. Pero el muchacho ya se había marchado de allí, y Mey no tuvo cuestión de volver a regañarlo ante el recuerdo, por lo cual se limitó a fruncir el ceño, como hacía siempre que se sentía frustrada por algo.
  22. Rodeada de sus defensas, y con cada vez menos enemigos, Mey supuso que había exagerado con todo aquello. Sin embargo admiraba mucho a las bestias que invocaba, y aquellas estatuas eran muy bonitas. Pero ya resultaba hora de finalizar con todo aquello. Con torciendo el gesto con asco se acercó unos pasos a Spectum pisoteando las flores del suelo. Se encontraba sumamante cansada y era hora al fin de marcharse de allí no sin antes terminar todo aquello. En ese momento el efecto de la gladius terminó por minar el poder de Spectum, por lo cual en aquella acción no podría realizar nada, así fue como Mey volvió a apuntarlo con su varita mágica, al son de... -Sectusempra! Que lanzó, haciendo surgir de la punta de su varita mágica un poderoso rayo que impactó de lleno en el pecho de Spectum, comenzando a desangrarlo. En ese momento envió su estatua de dos metros contra Spectum, esta lo atacaría por atrás, golpeándolo con sus pesados puños en la cabeza hasta terminar con su vida, y también evitaría a como de lugar interponerse ante cualquier ataque de los fenixianos a Spectum. Jank le lanzó a continuación un confundus, por lo cual no pudo responder al ataque. -Sectusempra! -volvió a repetir enviándole un nuevo rayo a Spectum, mismo que impactaría de lleno en su pecho desangrándolo. A su vez envió su viuda negra para que le picara en el cuello y lo envenenara -Expelliarmus! Dijo finalmente, esta vez el rayo impactó en Spectum también, pero lo desarmó, haciéndole soltar su varita mágica, la cual saltó a unos cinco metros a su derecha por los aires.
  23. Asombrada ante el hecho de que la mortífaga aquella no se percatara de su propio envenenamiento, Mey decidió que aquella era una buena técnica, razón por la cual, luego de barajarse varias opciones, apuntó a una piedra del camino del tamaño de su puño y, apuntándola con su varita mágica, pero antes de esto dijo: -Corpus Patronus! Dando vida de esta manera a un hipogrifo adulto de níveo plumaje. La bestia alada tendría la misión de atacar cuando esta lo decidiera, así como cuidarla ante cualquier ataque. Entonces volvió a apuntar a la piedra y exclamó: -Morphos! La misma se convirtió al instante en una araña viuda negra que, al igual que la anterior, tenía como misión esconderse de la vista de cualquier mortífago hasta el momento en que la propia Mey le diera algún tipo de señal. -Piertotum Locomotor! Apuntando a otra estatua de dos metros de un antiguo dios con forma humana feroz, la misma adquirió vida en ese mismo instante, pero a diferencia de la otra su única misión sería atacar cuando la bruja lo decidiese.
  24. Con los peces gordos de la Marca Tenebrosa, un pequeño ejército de neófitos miembros de dicho Bando intentó alzarse ante los miembros de la Orden del Fénix. Mey pensó que los importantes ya se encontraban muertos, así que podrían largarse de allí en seguida. Demasiadas horas de batalla eran malas para el día siguiente, sin embargo su compañera aún quería permanecer un rato más... Encogiéndose de hombros, Mey apuntó a Spectum un mortífago del cual Mey se había ubicado a unos seis metros suyo en el campo de batalla. Este le había intentando morphear una prenda suya, pero el aqueora la defendió -Ardius! Comenzó el hechizo apuntándolo, para luego pensar un Confundus que sumió a Spectum en tal estado de confusión que no podría participar de la batalla. Fue en ese momento cuando envió a su estatua de dios griego de dos metros contra las necrohands de Lisa, las cuales no podrían salvarla porque estarían ocupada con la inmensa estatua. -Floreus! Dijo a continuación sin dejar de apuntar a Spectum, de su varita mágica solo surgirían flores a continuación. Por otro lado, ya la estatua estaba acabando con él. Gladius, pensó en ese momento invocando la espada legendaria que clavó en el suelo dirigida a Spectum para que minara su primera acción de su segundo turno. Por otro lado, Afrodita moría en ese momento envenenada por la viuda negra que Mey le había lanzado dos turnos atrás.
  25. El mortífago Hades había recibido los ataques de las dos Demon Hunters al mismo tiempo, sin lugar a dudas, al igual que Near, este nada podía hacer ante semejantes fenixianas. Luego de realizar sus ataques, Mey notó que había perdido todas sus defensas, por lo cual se apuntó a si misma con Nefertiti, tras lo cual murmuró: -Aqueora! Materializando una masa de agua en torno suyo que repelería cualquier tipo de ataque a partir de aquel momento. Obviamente su fénix también había desaparecido, por lo cual Mey volvió a invocarlo exclamando un... -Corpus Patronus! Aquella extraña sustancia gaseosa dio vida nuevamente al ave legendaria, aquel fénix adulto que la curaría ante cualquier herida y así mismo, atacaría ante la menor señal de Mey. -Piertotum Locomotor! Fue lo siguiente en decir Mey, apuntando a una de las estatuas de dos metros de altura que personificaba un dios de la mitología. La misma adquirió vida al instante y se dispuso junto a Mey, esta atacaría ante la menor señal de la Demon Hunter, y también la salvaría cuando fuera necesario.

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