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Samy Lestrange

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Todo lo publicado por Samy Lestrange

  1. La bruja sonrió al escuchar la siempre presente discusión sobre la confianza con la servidumbre. Si algo su madre jamás permitiría, era que alguien criticara o despreciara su relación con su elfina/madre, mucho menos Alexander. Esas dos estaban unidas hace tantos años y por lazos tan fuertes, que ya hasta se había acostumbrado a considerar a la criatura como casi una abuela. Cosas raras que pasaban en esta familia... — Te quejas demasiado para alguien que recién acaba de llegar a una casa que no es la suya... Si te preocupa tanto ser tratado como "familia" — acentuó sus palabras haciendo la mímica de comillas con sus dedos, ya que esa palabra acababa perdiendo significado de tanto repetirla — deberías saber primero cómo tratamos a la familia. No recuerdo haber cruzado una sola palabra amable con mi hermano o mi padre en los últimos 10 años... ¡Y mucho menos con mi abuelo! Así que ya para con las quejas. No entendía por qué tanto escándalo. La falsa cortesía no era un talento que estuviera en su haber. Nunca le había gustado tener que fingir que alguien le agradaba o que era feliz con la presencia de alguien que en realidad no le importaba. No era un requisito obligatorio con su familia de crianza, de hecho las muestras de cariño eran casi mal vistas, salvo contadas excepciones. Y Sol jamás la había obligado a adoptar esa costumbre. Era ella quien se ocupaba de todos esos aspectos sociales y la Lestrange lo apreciaba. — ¿Qué podría ganar alguien como él viajando al día de la muerte de alguien como Lestrange? — La pelirroja miró a su madre arqueando una ceja con gesto interrogante. — Pues... se me ocurren muchas teorías. — Levantó su mano y comenzó a enumerar con sus dedos: — Quizás conocer la ubicación de algún tesoro oscuro y terrible que oculte Lestrange... Intentar salvar su sucio pellejo de la muerte para conocer a tu querido papito... Un extraño ritual para encerrar su magia y usarla para el mal... Darle aviso para que tenga tiempo de preparar un horrocrux... Una buena manera de mantener a su familia a salvo era siempre pensar lo peor de todo el mundo. Era fácil una vez que te acostumbrabas a hacerlo. Te daba espacio para preparar emboscadas y represalias cuando una de todas tus teorías estaba en lo correcto. — Y dicho esto, hay una cuarta opción: Haydie, ¿puedes llevarme galletas y café a la sala? Puedo comer con Malik mientras ustedes piensan y deciden qué hacer — se alejó de la extraña pareja y murmuró con una risita — preferiblemente vestidos.
  2. Samy Sam no podía evitar ese extraño sentimiento de orgullo cada vez que su madre se rebelaba ante cualquier mandato de su padre. Sabía que ya hacía tiempo la bruja había roto ese cascarón de obediencia sumisa en la que el Lestrange la había encerrado por años, pero también sabía que no podía resultar sencillo llevarlo a la práctica. Aún así, Sol se reforzaba cada vez más en su actitud rebelde contra su progenitor, lo que la hacía feliz. La idea del abrazo fraternal a Lord Lestrange le dio un ataque de risa. No sólo por la idea de alguien intentando abrazar a un fantasma, además la idea de cualquier ser vivo intentando ser cariñoso con una criatura tan pedante y orgullosa le resultaba ridícula. Eso y que el sujeto lo utilizara como excusa para poder tocar a Sol. Nunca era buena idea combinar a los hijos de Lestrange en la misma habitación. Se aclaró la garganta para recordarles que no estaban solos cuando notó que Sol no se estaba negando precisamente. — ¿Qué te hace pensar que nos sentiríamos tentadas de matar al monstruo? — La pelirroja arqueó una ceja ante la insistencia del mago. — Sospecharía mejor que tú tienes intenciones de tomar acciones contra tu supuesto padre, ya que vienes aquí declarándote como su hijo y promoviendo la idea de viajar a ese momento, y pareces tener demasiado interés en ello. Nosotras ya conocemos el final de la historia, el cómo terminó así no es que cambie mucho el final. Merlín no quisiera que por un minuto acabaran sintiendo lástima por aquella alma desgraciada. Eso no significaba que ambas Lestrange fueran incapaces de realizar ese acto como tal… Sabía que ambas podrían si lo quisieran. Lamentablemente, Sam quería más a Sol de lo que odiaba a su abuelo, y sabía que Sol aún sentía cosas por él. Si hiciera algo así, no podría estar segura de su madre no recordaría ese hecho cada vez que la viera y comenzara a odiarla. Tener sentimientos era un asco. — Tal vez deberíamos llevar a Malik para que disfrute del momento. Debe ser frustrante para él tenerlo cerca y no poder arrancarle un trozo.
  3. Alexander Lestrange ¿Qué había hecho en vida para que los dioses lo castigaran con una descendencia que era incapaz de obedecer una simple orden? Sol, su pequeña encantadora y sumisa, se había convertido en una mujer fuerte que parecía tener la necesidad de confrontarlo sólo por el hecho de demostrar que podía hacerlo. En el pasado jamás se habría atrevido a desafiarlo ni siquiera con una mirada. Aquí estaban en su hogar, su legado y su obra, y parecían más concentrados en la idea de revolver el pasado en lugar de comenzar a planificar el futuro. Debería importarles más devolver el honor y el prestigio a su familia, recuperar la antigua gloria que había sabido construir. Había dedicado toda su vida y sus esfuerzos a hacer grande su nombre y su obra, y su semilla malgastaba esos esfuerzos y se dedicaba a perder el tiempo con tonterías. Sin mencionar al demonio pelirrojo que se dedicaba a mancillar el umbral de su puerta y su hogar cada día. No podía entender como Solatrix no se daba cuenta de lo insultante que resultaba su presencia para su linaje completo. — Parece un bonito pensamiento. — Oyó que el incordio comenzaba a decir, en respuesta a la frase de su hijo. — Pero solamente me dice de ti que, o nunca te han hecho daño, o si lo hicieron en realidad no te importó lo suficiente como para odiar con todas tus fuerzas. El odio puro no tiene nada que ver con el amor. Si odias a alguien que amaste, probablemente no puedas odiarlo por completo. En mi caso nunca hubo amor, por lo que tu teoría tiene sus huecos. El sentimiento era mutuo. Se había librado de ese estorbo hacía mucho tiempo, pero parecía que sus errores volvían una y otra vez a golpearle la puerta tras su injusto deceso. Todo porque la persona encargada de deshacerse del problema simplemente se había encariñado de la sonrisa de un rosado bebé. La incompetencia era imperdonable. En un arranque de ira, provocó que las llamas de la chimenea crecieran y lanzaran chispas a su alrededor, mientras flotaba escaleras abajo en su nueva forma incorpórea. — Ya he dicho que no lo harán. ¡Y esa es una orden! — Sabes que a ti te seguiría al infierno si me lo pidieras, aunque seguro me quejaría todo el camino — La pelirroja lo interrumpió descaradamente como acostumbraba, tomando la mano de su hija y dándole un apretón. — A ti no te conozco, pero si el señor fantasma no quiere que sepamos lo que pasó, entonces, allá vam… — Un alboroto en la puerta principal cortó sus palabras, aunque eso pareció divertir a la muchacha, que alzó una ceja con socarronería y miró hacia donde él estaba por primera vez en semanas. — ¿Por qué no vas a abrir la puerta, abuelito? Quizás haya más de tus hijos esperando por conocer a su querido papito…
  4. La pelirroja arqueó una ceja ante el comentario del mago, no sólo por haberlas llamado arañas si no por creerse con derecho a darle permiso sobre cualquier cosa. Sólo pedía permiso a Sol cuando creía que algo de lo que iba a hacer podía disgustar a la bruja, y eso sólo era una mera cuestión de respeto familiar, no porque necesitara en realidad que la Lestrange le firmara una autorización. — ¿Cree que necesito su autorización para decidir lo que hacer con las visitas? Aún continúa en la categoría de extraña visita, en lo que a mi concierne. Y por fortuna se que no es mi padre, así que no crea que tiene algún derecho sólo por tocar a la puerta. Si en realidad necesitaba una definición de “arsenal de vástagos”, es que no estaba prestando mucha atención a la conversación. Aunque en realidad no tenían un número exacto, ni siquiera una aproximación de la cantidad de hijos que Lestrange podría haber procreado, supuso que estaría cercano al nivel de su propio padre, otro al que no le molestaba regar su semilla por doquier. Tal vez por eso apreciaba tanto la vida en el castillo, tan tranquila, aunque solitaria en los últimos años. Aunque su madre adoptiva no tenía hijos consanguíneos, la casa Gaunt era un constante ajetreo, con visitas constantes y un ir y venir permanente de fruto de las adopciones de la matriarca. Si tuviera que convivir con otros tantos hermanos, probablemente se volvería loca. Aún más. — En realidad, solamente odiaba a una de nosotras. Así que parte de su fortuna acabó en mis manos, mal que le pese. Probablemente sea eso y el hecho de que habite en su castillo lo que le impida descansar en paz, o eso espero. La sonrisa de la bruja dejaba adivinar una orgullosa felicidad. Claro, el fantasma podía pasarse la eternidad entre las paredes de su castillo rondando y maldiciendo todo a su paso, pero ella aún tenía el placer de echarle en cara, sólo con su presencia, el hecho de que todo lo que había hecho en vida para mantenerla alejada de su madre y de su apellido no había funcionado. Su sonrisa mermó bastante cuando oyó la última propuesta. En realidad, le interesaba poco y nada lo que había sucedido con su abuelo. Saber que estaba muerto y que no descansaba en paz ya era suficiente para ella. Pero no se apresuró a responder negativamente, ya que sabía que Sol no era del mismo pensar. Sí, tenían una relación difícil, y Alexander fue un desgraciado en vida y después de ella, pero sabía que Sol aún guardaba sentimientos de cariño por su padre. Y, como había mencionado, no creía que él odiara a su hija, aunque diera esa impresión. Miró a la morena con expresión expectante, dispuesta a acompañarla si en realidad quería conocer aquella verdad en la que ninguna había querido escarbar hasta ahora, con vanas esperanzas que la respuesta fuera un no.
  5. Justo en ese preciso momento se les tenía que descomponer la mascota… No entendía qué le pasaba a Malik. Normalmente, tener permiso de comerse a las visitas era suficiente para que diera rienda suelta a su apetito. Aunque claro, no había sido Sol quien se lo había dado, pero creía que comenzaban a llevarse mejor, ahora que a veces obedecía a sus palabras. Claro que solía gustarle tenerlo cerca porque bestia y fantasma se llevaban muy mal y eso hacía que Alexander no rondara cerca, pero no creía que Malik se diera cuenta de ello. — Lamentablemente, no dudo que pudiese llevar sangre de Alexander… Después de todo, jamás se ha privado de los placeres carnales y, con toda seguridad, apenas hemos destapado apenas la olla de su arsenal de vástagos. Se encogió de hombros quitándole importancia. No eran tan inocentes como para no creer en los rumores acerca de la promiscuidad de Lord Lestrange. Siempre había tenido su fama de don Juan. Pero tampoco eran tan tontas para considerar a cualquiera que apareciera en la puerta como parte de la familia. Después de todo, Alexander era el primero en considerar que la sangre no te volvía un Lestrange… Que se lo dijeran a ella, si no. — ¿Acaso cree que ha dado con un nido de arañas? — Miro a su madre con una ceja arqueada y gesto burlón. — ¿Me dejas recibir a las visitas drogándolas y amarrándolas hasta que demuestren sus intenciones? — Le dedicó su mejor gesto de súplica, con el que solía conseguir lo que pedía. — Porfa, seguro que eso nos dará una reputación de viudas negras que hasta mejorará la calidad de las visitas. Aunque, claro, para tener esa reputación los visitantes deberían salir vivos del castillo… Y eso aún no me convence del todo. Intentando ignorar las miraditas que seguían sucediendo entre su madre y el recién llegado, tomó su plato de sándwiches y fue a sentarse lo más lejos que pudo de la situación. El hecho de ser adulta no le quitaba la incomodidad a los coqueteos que recibía la castaña. Les recordaría que, si toda aquella patraña era cierta, en realidad eran hermanos, pero sabía que sería inútil. Los Lestrange no solían hacer caso a los tabúes, ni ascos al incesto, y eso sólo le daría más cuerda al extraño para declararse Lestrange. —Puede charlar con su señoría La Gran Molestia Lestrange si quiere, pero no espere que lo anuncie, en realidad ya no hablo con él. Y no se equivoque, si lo hubiera matado, sería la primera en anunciárselo con mucho orgullo. — El brillo de enojo que cubrió los ojos de la pelirroja era inevitable, después de tantos años que aún no pudiera librarse de él la ponía de muy mal humor. — Entonces, dado que al parecer trajo sus “pruebas”, aunque no sabemos si en realidad son fruto de su estudiada trama… Ya que en realidad no confío en la palabra de Lord Lestrange, y por ende tampoco en la suya, la siguiente pregunta es ¿por qué aparecer ahora? Alexander lleva años muerto, al igual que sus otros hijos, por lo menos de los que teníamos conocimiento.
  6. ¡Aleluya! Por una vez, había conseguido librarse del regaño por su falta de modales. Se pondría más feliz si no fuera por el hecho de que la falta de preocupación de Sol por su comportamiento sólo significaba que algo estaba afectándola más que de costumbre. Pero claro, recibir a otro miembro del plantel de hijos de Alexander, después de lo que había pasado con sus tíos, sobre todo con Farkas, no podía ser nada fácil para la aprensiva bruja. – ¿Acaso son nuestros orígenes los que están en duda? Yo creo que no… Y, dado que eso suena muy cercano a una negativa, me limitaré a creer que en realidad no tiene pruebas de lo que afirma ser, o creer que en realidad es. Porque, en fin, aunque la actitud socarrona y altanera podía considerarse como un rasgo de familia de los Lestrange, en realidad no era una prueba de ningún tipo. Podía nombrar a diez otras personas que cumplían con ese requisito en particular, cuya línea de sangre no contenía más que plátanos y alcauciles. – Permítame adivinar lo que creo que ha pasado. – La pelirroja se apartó el cabello del rostro con gesto dramático, y continuó con el mismo tono de abierta simpatía que el extraño parecía manejar con fluidez. – Un mago descubre, por casualidad o no, que cierta antigua y prestigiosa estirpe de magos aún continúa existiendo en Londres. Pero claro, tras las pertinentes averiguaciones, se encuentra con que, tras la muerte del famoso patriarca, el lugar del rey del castillo está vacante. ¿Cree que es el único en haber tenido esa maravillosa idea? Aunque esa era sólo una verdad a medias. Muchos de los últimos pretendientes al puesto sólo habían llegado a él atraídos por el corazón de la matriarca, pero poco habían tardado en darse cuenta de que podían llegar a pretender más. No importaba la cantidad de riquezas o títulos que un mago tuviera, el patriarcado de un antiguo apellido era un bien incalculable. Que lo potestaran dos brujas parecía no ser suficiente para la sociedad mágica. Abandonó el almibarado tono de voz y regresó a su recelosa voz de costumbre. – Estoy segura de que cada palabra, gesto y sonrisa suya ha sido ensayada reiteradamente, a fin de parecer totalmente verosímil. Y que su investigación ha sido seguramente exhaustiva, pero lamento informarle que la vacante para patriarca se ha cerrado hace ya mucho… pero seguramente encuentre alguna otra familia por la zona que tenga interés en su oferta. Después de todo, que odiara a su abuelo o que fuera una hija ajena al matrimonio no la volvía menos Lestrange ni menos responsable de lo que sucediera con los pocos miembros de la familia que quedaban aún vivos. Excepto tal vez Fokker, pero jamás contaba al torpe como un Lestrange. Después de todo, había pasado sus primeros años de vida y casi toda su adolescencia como una Gaunt, y allí no dabas la bienvenida a los extraños, simplemente te los quitabas de encima antes de que se acercaran, o los usabas como blanco de tiro. A veces la vida así era mucho más sencilla....
  7. Había veces en la vida en que uno sentía que vivía en un déjà vu constante, donde ciertas experiencias y sensaciones se repetían una y otra vez, sin un patrón o un aviso siquiera. Esta era una de esas veces. Tonta de ella, había creído que el paso de los años las había librado de este tipo de sorpresas en su puerta, pero parecía que siempre había algo más por destapar en esa familia. – ¿Cuántas veces se puede oír eso sin que comience una tormenta y se desate el apocalipsis? – preguntó la bruja, mirando hacia arriba. Como no se oyeron truenos ni se desató el caos, supuso que el mundo por el momento estaría bien. Era muy típico del antiguo patriarca de los Lestrange el tener secretos muy bien guardados aún años después de su muerte. Su mirada se dirigió hacia lo alto de las escaleras, donde sabía que el molesto residente no vivo del castillo estaría observando desde su auto adjudicado puesto de honor el drama que ocurría debajo. El recién llegado ni siquiera había notado la presencia de su supuesto padre, ya que estaba muy ocupado observando a la castaña con detenimiento, aunque intentara disimularlo. Su madre solía tener ese efecto en las personas, sobre todo en las del sexo puesto y más cuando al parecer eran sus hermanos. Aunque no es que se notara el parecido genético, ya que a diferencia de su tío Farkas, que era casi una copia de su abuelo, el desconocido sólo parecía coincidir en su altura. – Diría “Bienvenido, pasa y toma asiento”, pero como no soy la que se ocupa de las formalidades de ser buena anfitriona… – la pelirroja ignoró la mirada de disgusto que le dedicó Sol, a sabiendas que no le gustaría nada su actitud, como siempre que fallaba en sus tareas diplomáticas, pero sabía que la conocía lo suficiente para perdonarla más tarde – Me limitaré a preguntar: ¿tiene alguna prueba de lo que afirma, o considera que debemos aceptar la palabra de cada persona que aparece en el castillo aseverando un parentesco con los Lestrange?
  8. — ¿Quieres dejar de seguirme por todos lados? La pelirroja miró molesta hacia la enorme bestia que llevaba un rato convertido en su sombra. Era muy curioso, ya que normalmente se encontraba pegado a las faldas de su madre, como su fiel compañero y protector. Y a veces le ponía los pelos de punta. Sólo Sol podría encontrar adorable a una enorme criatura como esa, y sólo ella podía intentar domesticar a una cosa tan salvaje. Pero parecían llevarse bien. — Si te ibas a poner tan latoso por quedarte en casa, ¿por qué mejor no la seguiste a hacer sus diligencias? Tomando el plato de sándwiches que Haydie había preparado antes de correr a abrir la puerta, le tendió uno a su gruñón compañero, que miró la comida como si acabara de ofrecerle un pañal sucio. Ese perro estaba demasiado malcriado. — Puedes ir a cazar cualquier cosa si no te apetece compartir — encogiéndose de hombros, le dio un mordisco al sándwich rechazado y se encaminó hacia el sofá. — Ya se, ya se, no te gusta la gente ni la calle, pero te divertirías más amenazando a los hombres que saludan a Sol, y me estorbarías menos a mí. Por desgracia, se le había pegado la costumbre de su madre de hablar con el lobo como si de verdad entendiera lo que le decía. Al menos, Malik gruñía o movía su cabeza en los momentos adecuados, como si en verdad la escuchara. Y, más a su favor, no era un fantasma odioso y detestable que la odiaba. — ¿Ama Sam? Hay alguien en la puerta. Dice que desea hablar con los descendientes de Lord Lestrange. ¿Quiere recibirlo? Haydie había vuelto y parecía curiosa y sorprendida por las visitas. Las cosas en el castillo Lestrange habían cambiado tanto en los últimos años, que el sólo hecho de recibir visitas se había vuelto extraño. Por fortuna, no era algo que le molestara en particular. — Mmm no, creo que no. ¿Qué dices tú, Malik? Comida a domicilio, ¡es tu oportunidad! Ve y encárgate de la visita.
  9. ¡Realmente esto era deprimente! La bruja se quitó los zapatos altos con una patada al cruzar el umbral y los lanzó a un lado, feliz de bajarse de esas cosas. Se quitó la capa, que siguió el mismo camino que los zapatos, y pensó en buscar algo que beber ya que estaba en casa por fin otra vez. No entendía cómo, en una tan bonita y con tantos elfos atentos a cada detalle de la misma, podían llegar a estas fechas con tan poca algarabía navideña. Sólo el árbol ocupaba su típico lugar, tan magnificente y tan aburrido como de costumbre. Claro que existían grandes posibilidades de que simplemente los mismos elfos como su madre esperaran a que la pelirroja hiciera su aparición acostumbrada antes de las navidades para dar vuelta el castillo y dejarlo esplendoroso y bello como de costumbre. Después de todo, cualquier adorno o cinta que no fuera colocada por ella misma corría el riesgo de ser desechada sin mirar atrás... ¡Por Merlín! Estaba ocurriendo... ¡Se estaba volviendo una persona predecible! ¿Estaría envejeciendo? No, nadie podía envejecer a su edad... ¿Madurando? Imposible. ¿Qué seguiría, saldría allí afuera y conseguiría un trabajo y una licencia de lo que fuera, como hacía todo el mundo? Incluso ella podía predecir sus siguientes pasos, como en cada visita pre-navidad: descolgar y quemar cualquier cosa y luego cambiarlo todo. Y ver fotos navideñas. Y planear una cena a la que en general olvidaban asistir... ¡Maldición! - Bien, aún podemos arreglar esto - se dijo para sí mientras se dirigía hacia el sofá y robaba algunos cojines para sentarse en la alfombra junto a la mesa del café. - Sólo tengo que hacer algo completamente diferente este año, y ya - se dijo con calma mirando molesta hacia la chimenea, diciéndose que no se acercaría estas navidades a su vieja amiga. Necesitaba una opinión certera y un plan, así que su mejor opción era solicitar refuerzos... Necesitaba a su madre...
  10. La joven sonrió cuando escuchó voces en el piso inferior, por fin había presencia de seres vivos en las inmediaciones del castillo. Prácticamente corrió al reconocer la voz de Sol y bajó las escaleras en tromba para poder asaltarla como siempre hacía. La abrazó y besuqueó con una sonrisa antes de recordar su preocupación inicial, y separarla a la distancia de un brazo para poder inspeccionarla de arriba a abajo y por ambos lados. - ¿Te encuentras bien? ¿Desde cuándo desaparecen tan campantes los tres sin dejar rastro de su paradero? ¡Me asustaron! La pelirroja soltó su diatriba casi sin un respiro entre sus reproches, arqueando una ceja y cruzando los brazos para remarcar sus palabras. Si algo podía identificar a las Lestrange más que los lazos de adn, era la tendencia a causar una escena dramática ante la menor provocación. - Al menos, puedo estar segura de que no has podido fabricar bebés que vengan a invadir esta familia. Ahora puedo contar con la presencia de tu guardián como método anticonceptivo - le sonrió al enorme huargo mientras acariciaba el curiosamente suave pelaje del enorme lomo. No entendía cómo lograba Sol salir de la casa y caminar tranquila con semejante criatura, pero confiaba en que Sol podía adaptarse a cualquier situación. Después de todo, la bruja era una mujer acostumbrada a llamar la atención allá donde fuera y no le importaba atraer las miradas de la gente. - ¿Me has comprado algo? - preguntó con una sonrisa expectante, recobrando su alegría acostumbrada cuando pudo confirmar al fin que todo en el castillo seguía como de costumbre, aunque con más pelos de lo normal.
  11. Un enorme estruendo resonó en las sólidas paredes del castillo. Una puerta abierta con demasiada fuerza se estrelló contra la pared seguidamente, aunque los firmes cimientos del lugar ni siquiera se estremecieron por la conocida presencia que solía alterar su tranquilidad. Deslizándose con sigilo, como si esperara encontrar a alguien allí, la silueta de una muchacha recorrió toda la habitación en penumbras hasta su último rincón, antes de acercarse a los ventanales y abrir las cortinas de par en par para dejar entrar la luz solar, con un suspiro enfadado. Aunque hubiera recorrido todo el castillo hasta el cansancio, Samantha no lograba encontrar a su madre por ningún sitio. No estaba en la biblioteca, ni en el lago, en los jardines, la sala, ni siquiera en su sacrosanta habitación. Ni siquiera podía encontrar a Haydie, que normalmente era la guardiana del paradero de su madre. ¡Tampoco había logrado encontrar a su omnipresente compañero peludo! Lo que era raro, ya que una criatura tan enorme y llamativa debería ser sencilla de encontrar. ¿Dónde se habría metido? Se suponía que no iría a trabajar hoy... ¿Se encerraría en algún spa? ¿Con una elfina y un gigantesco lobo? La bruja sacudió la cabeza ante la idea, descartándola de inmediato. Era muy extraño que Sol desapareciera del castillo. Al menos, sin avisar, ya que era una bruja más que previsible para su loca hija. Tendría que seguir buscándola hasta dar con su paradero o con el de alguno de sus fieles adláteres, antes de que el instinto de impulsividad venciera a la castaña y quizás acabara con uno o más hermanos extras. ¿Quizás se encontraba a escondidas con alguien? ¿Tal vez con su padre? Se suponía que ya no había nada entre ellos, pero siempre existía esa posibilidad... Necesitaba encontrar a Sol con suma urgencia.
  12. Era increíble... Definitivamente, los Lestrange eran una piedra en el zapato cuando querían serlo, y al parecer Alexander era el experto número uno en ese tipo de trabajos. Incluso en la muerte se las arreglaba para regresar y aguar un perfecto día no sólo con su ingrata voz sino también con su desagradable presencia. Los pies de la joven parecieron clavarse al suelo de la biblioteca mientras esa puerta que había cerrado tras de sí tantos años atrás se negaba a permanecer cerrada y todas las emociones fuertemente reprimidas en la parte trasera de su mente parecían querer aflorar al mismo tiempo. Sólo había visto a Lestrange en viejas fotos y cuadros desde que había llegado al castillo, pero su imaginación había completado a la perfección todos los detalles que le habían faltado. El porte orgulloso, el timbre altanero de su voz, el aspecto estudiado de ligero desprecio que parecía respirar con cada aliento, aunque llevara décadas sin respirar. Ese maldito desgraciado había sido el responsable de que la separaran de su madre cuando apenas era un bebé. De que hubiera crecido sin saber quien era, pasando su infancia alejada de su madre, de haberles robado años, no sólo a ellas, sino también a sus tíos. Se había dedicado por completo a aislar a Sol de las personas que la amaban y había arruinado todas y cada una de las vidas que había tocado, la había torturado con sus molestos comentarios los últimos años cada vez que pasaba el tiempo allí... ¡y la había espiado en la ducha! Sentía tantos deseos de hacerle daño que el hecho de que fuera un fantasma incorpóreo la frustraba enormemente. Por desgracia y fortuna, tenía tanto de Lestrange en su alma como en sus venas. Acercándose a su madre, tomó su mano con suavidad y le dio un apretón que pretendía ser tranquilizador, mientras el muchacho que había irrumpido en el castillo en medio del drama se presentaba,sin conocer el trasfondo de aquel reencuentro fantasmal. - Gracias a Merlín y a todos los perros del infierno, esta ya no es tu casa, viejo. Gracias por el castillo, una preciosa herencia- La sonrisa altanera de la bruja podía superar a la de su abuelo con mucha facilidad. - No tengo idea de quién es Ingrid - le susurró a su madre, aunque eso no era ninguna sorpresa. Llevaban años siendo sólo ellas dos en ese castillo, e incluso cuando era niña muchos de los Lestrange fueron desapareciendo, encarcelados, muertos, fugitivos o sólo alejándose de las redes de Alexander. - ¿Qué tal, Ares? Somos las matriarcas - remarcó la palabra con toda la intención, lanzándole una mirada de absoluto desprecio al fantasma. - de la familia, Sol y Sam - señalando respectivamente a cada una. El hecho de que Sol no tomara su papel de anfitriona al instante le decía lo mucho que la afectaba la presencia de su difunto padre. - ¿Qué te parece, Haydie, si nos preparas un rico almuerzo? Servirá para darle la bienvenida al recién llegado, además de quitarnos el espanto... Tú, por supuesto, no eres bienvenido -- le dijo con una mueca al fantasma, mientras se dirigía hacia un sector de la biblioteca que no solía visitar, ya que era el que Sol utilizaba para guardar aquellas cosas que no quería que Sam destruyera. El enorme huargo de su madre gruñó cuando pasó junto a él. La pelirroja extendió su mano y rascó tras sus orejas, lamentando el hecho de que Malik no pudiera destrozar a su abuelo con sus enormes dientes hasta dejar sólo trizas. - Y puedes preparar un par de enormes y jugosos bistecs para Malik, ha sido un buen chico. Tomando en sus manos una caja que sacó del estante, la abrió con cuidado para sacar lo que sabía que Sol había guardado allí. Los pocos retratos de Alexander que se habían salvado de las purgas de Sam... Tomó otra caja más grande y las dejó una junto a la otra, sacando uno a uno cada cuadro y observando la detestable sonrisa del mago con inquina. - ¿Quieres llevar a Ares al comedor mientras Haydie prepara el almuerzo, mamy? alzando el cuadro más grande, lo levantó sobre su cabeza antes de lanzarlo contra el suelo y destrozar el vidrio en mil trozos. - O tal vez al jardín, podríamos hacer un picnic junto al bebé hipogrifo... Y deberías llevarte a Malik, no quisiera que sus patas se lastimen - su tono alegre de voz no varió una sola octava mientras continuaba con la terapéutica destrucción. Recuperando la varita de su bolsillo, hizo que los libros de aquella sección se movieran en una ordenada fila hacia los restos de los cuadros y los apiló allí. Las ediciones perfectamente cuidadas y atesoradas por siglos, sabía cuánto aprecio había tenido Lestrange por aquella colección... El fuego estalló con rapidez desde las amarillentas páginas, una imagen maravillosa que la hizo sonreír. No dejaba de darle una punzada de culpa el saber que estaba acabando con quizás miles de galeones y quizás con las únicas copias que existieran de esos libros. ¿Pero qué importaba? Pocas oportunidades tendría de hacer tan infeliz a un fantasma como aquella.
  13. ¡Por fin! El vapor que se concentraba en el cuarto de baño comenzó a escapar cuando la bruja abrió la puerta. Se envolvió en su bata sintiéndose por fin fresca y limpia como un bebé. Nada como un buen baño para cambiar su humor, definitivamente. Se sentó frente al espejo mientras comenzaba a secar su cabello y luego a cepillarlo suavemente, perdida en sus pensamientos. Le parecía curioso que después de tanto tiempo manteniéndose lejos de cualquier cosa que tuviera que ver con el Ministerio de Magia, tuviera una inspección en su propio castillo. Pero bueno, Sol era quien se ocupaba de aquellos menesteres y ella sabría cómo tratar con ese asunto. - ¿No la odias? Sus manos se detuvieron por un momento al volver a oír la voz, aunque esta vez sonaba más curiosa que molesta. Con expresión pensativa, continuó con su labor, cepillando los largos cabellos rojizos con suavidad. - Jamás la odiaría. ¿Por qué lo haría? - Es una bruja excepcional y jamás estarás a su altura. Y ahí estaba, de nuevo la nota de desprecio en sus palabras. Encantador. - No la odiaría por no poder llenar sus zapatos. Eso es ridículo. - Ella también tenía unos enormes zapatos que llenar. Esta vez, le pareció detectar algo de nostalgia en su interlocutor, aunque no entendía aún qué hacía discutiendo aquello con algo que ni siquiera podía ver. Y una vez más, las palabras de su molesto acompañante la hicieron pensar que podría reconocer a su dueño. - Creo que los ha llenado excepcionalmente. Da igual, es la ama y señora de este reino ahora. Y espero que, esté donde esté, Lestrange se retuerza de agonía al saber que ahora soy matriarca de su familia. La sonrisa malvada de la pelirroja se acentuó cuando escuchó un gruñido molesto y una maldición en respuesta a su pulla. - ¿No conoces la palabra intimidad? Vete - frunció el ceño al notar algo que le resultó molesto. - ¿Acaso rondas por aquí mientras me baño? - No se puede ver mucho con tanto vapor - la respuesta fue acompañada de una carcajada que le puso los pelos de punta. - ¡Eso es asqueroso! - La bruja lanzó el cepillo enfadada, aunque no tenía nada que golpear. Entre el vapor y las sombras del baño le pareció entrever el movimiento de un brillo plateado, aunque fue cosa de un segundo y no podía estar segura. - ¡Sólo deja que encuentre a un buen exorcista! Tendría que buscar a su madre con urgencia y tener una seria charla con ella, y descubrir sobre todo si aquello también le sucedía o sólo ella tenía la "fortuna" de sufrir aquel tormento.
  14. La pelirroja no pudo evitar abrir los ojos con expresión sorprendida y soltar una sonora carcajada por las locuras de su madre. En los últimos años, su amor por las criaturas mágicas se había incrementado notablemente y la asustaba un poco la idea de lo que podría encontrar amarrado en el jardín algún día. Mientras no pusiera a alguno de sus bebés en su cuarto... - Algún día acabarás fundando una reserva ecológica en el castillo, si no lo haces antes en tu habitación... Pobre Malik, ¡no creo que le agrade la idea de compartir tu espacio personal con más bichos! Guiñándole un ojo al enorme lobo, se atrevió a rascar suavemente detrás de sus orejas como hubiera hecho con cualquier perro, no muy segura de que no fuera a masticar su mano, ya que sólo lo había visto dejarse acariciar por Sol. - Por favor, matisera, dime que no iremos a la caza de una novia para el viejo gruñón... - levantando la vista del lobo, contuvo a duras penas la risa esa vez, para evitar despertar a Idris o sobresaltar a Malik cuando estaba demasiado cerca de sus dientes. - Tus instintos de celestina se están saliendo de control. Se puso de pie de un salto, contenta con la idea de dar un paseo y quizás hacer un picnic cerca del lago. El día estaba precioso y el lago era perfecto para disfrutar de esos pequeños placeres... La bruja parpadeó en confusión al ver a su madre girarse hacia la entrada con una sonrisa de bienvenida en el rostro. El castillo no solía recibir muchas visitas, no muchas que se recibieran con una sonrisa, al menos. No tenía idea de quién era la mujer a la que Haydie escoltaba, pero supuso que Sol la conocía dado su cordial recibimiento. - Encantada - le respondió con una breve sonrisa después de que se presentara y explicara el motivo de su visita. - Bueno, ya que Sol es quien se ocupa de la gestión del mini zoológico y de los asuntos ministeriales, ¿me disculpan si me ausento un momento? Creo que siento como si llevara estas prendas hace más o menos media vida... Echándole un último vistazo al nuevo huésped emplumado y despidiéndose de las brujas con un asentimiento, regresó sobre sus pasos y se dirigió nuevamente hacia el castillo, llevaba varios días lejos de la casa y haber pasado la noche en el vagón de un tren no hacía mucho bien a su imagen. Una perfecta anfitriona, sí señor... Una bruja de noble cuna y exquisita educación, sangre pura y orgulloso linaje... Deteniendo sus pasos para mirar a su espalda antes de cruzar el umbral, la pelirroja frunció el ceño al oír una vieja voz que llevaba tiempo sin escuchar. Molesta e incansable, el timbre profundo y altanero de sus susurros era un completo incordio. ¿Qué salió mal contigo? Esas pintas... Esa pobre excusa de modales. Una completa falta de delicadeza y elegancia. Deshonrar de esa manera un antiguo apellido... Sus labios se torcieron en una mueca molesta e inconscientemente su mano revoloteó por encima de su hombro, como si quisiera espantar algún molesto insecto de su oído, aunque no sirviera de mucho. Para ser una voz en su cabeza, ésta era bastante desagradable con ella. - Mmm... ¿qué tenemos aquí? - Acercándose a los estantes de libros que se hallaban en la sala, la bruja paseó sus dedos con tranquilidad por los lomos de los que tenía a su alcance y tomó el que parecía más antiguo. - Tal vez deberíamos hacer una barbacoa junto al lago, y este me vendrá bien para encender el fuego. Cargando el pesado tomo en sus manos, retomó el camino hacia su habitación, sabiendo que no volvería a oír a la molesta voz al menos por un rato. Al menos sabía como callarlo, aunque al parecer eso no sabía que ella jamás sería capaz de quemar un libro, al menos uno que no le hubiera hecho nada.
  15. El enorme lobo pareció entender que su presencia era poco menos que bienvenida por la criatura chillona que aleteaba entre las brujas aún amarrado a su poste. Dedicándoles una aburrida mirada, se alejó de ellas con expresión orgullosa, sin alejarse ni perder de vista del todo a su ama. Curiosamente, al chucho sólo le faltaba poner los ojos en blanco para parecer aún más humano de la cuenta. Sólo Sol podría encontrar un compañero peludo tan peculiar y hacerlo prácticamente parte de la familia. Algún día los encontraría cenando en el comedor y Malik tendría su propio sitio en la mesa, ya podía imaginarlos. No pudo evitar reírse ante la forma de Sol de negarse a "revisar" a la criatura, profanando sus intimidades. Si ella recordaba mal o los encargados de traerlo se habían equivocado, podrían acabar llamando Pedro a una hipogrifa o Penélope a un Penélopo... - Eso podría ser problemático... por muchas razones - le dijo rodeando la cintura de su madre con su brazo y recargando la cabeza en su hombro mientras miraban al pequeño que retozaba en tranquilidad ahora que Malek se había apartado. - Idris suena bonito... y podría considerarse unisex, así no tendríamos que preocuparnos luego de cambiarle el nombre si resulta que no es un niño... La última vez que había tenido como mascota a un hipogrifo, había sido el ejemplar que Mel tenía cerca de la cabaña, una enorme bestia orgullosa y ferozmente preciosa. Este pequeñajo tardaría su tiempo en convertirse en un hipogrifo adulto, pero estaba segura de que sería tan impresionante como aquél. - Umm ma... ¿deberíamos buscar un adiestrador de hipogrifos o algo así? No se tú, pero yo no se mucho sobre cuidar de estos bichos más allá de lo que comen...
  16. El rostro de la joven bruja se rompió en una enorme y brillante sonrisa cuando la imagen más maravillosa que podría haber imaginado se materializó frente a ella, en el jardín de su hogar. Sus pasos se convirtieron en ligeros saltos con las prisas por acercarse a aquél pequeño cónclave, con una carcajada rodeó con sus brazos a su madre y besó su mejilla antes de arrodillarse junto a ella frente a la pequeña criatura de la que provenían los aleteos y chillidos que la habían llevado allí. - ¡Matisera! ¡Lo conseguiste! Extendiendo su mano con cuidado para evitar asustar más al pobrecillo, rozó con las puntas de sus dedos las plumas encrespadas de su cuello, arrullándolo con sonidos calmantes para intentar evitar que quisiera arrancarles los dedos. - Es una belleza... ¿Habías visto algo más pequeño y bonito alguna vez? Un movimiento detrás de ellas llamó su atención, el omnipresente y feroz guardián de su madre ladeó la cabeza observando al nuevo inquilino con una lánguida mirada de curiosidad. Por fortuna, no parecía estar interesado en atacar al bebé hipogrifo. O no le parecía un bocado demasiado apetitoso o no le gustaban las plumas... - Hola, Malek. ¿No estarás pensando en comer pollo, cierto? Sé bueno y no te comas al hipogrifo -le soltó en tono de regaño, aunque seguramente Sol ya lo habría avisado al respecto. Aún le ponía los pelos de punta la forma en que esos dos se entendían y cómo el lobo parecía escuchar y entender a Sol como si de un humano se tratara, pero seguramente acabaría acostumbrándose, como a todo lo raro que formaba parte de su familia y a lo que ya se había acostumbrado. - Mmm... ¿y cómo sabemos si es niño o niña para elegir su nombre? - le preguntó a su madre observando con atención a la criatura con los ojos entrecerrados. - ¿Ya te has fijado?
  17. Qué silencioso se veía aquél lugar... Aquella sensación era extraña, ya que realmente su hogar no era ni ruidoso ni ajetreado y jamás lo había sido, pero después de criarse con los Gaunt y de haber pasado ciertos períodos de tiempo en otros sitios dentro y fuera de Ottery, aún la sorprendía lo tranquilos que se veían los alrededores del castillo Lestrange. No había niños corriendo por doquier, ni gente arrojándose la vajilla entre sí, ni peleando porque alguien le hubiera robado un suéter, una galleta o el caldero favorito a su hermana, ni separaciones escandalosas con todo y drama. Hogar, dulce hogar... Bordeando el camino del lago, la bruja se acercó al castillo canturreando. El lago en el que habían disfrutado la tarde con su madre hace días ya no era una masa congelada, lo que seguro ponía muy feliz a su principal ocupante. La primavera comenzaba a vibrar poco a poco, devolviéndole al jardín su paleta de colores acostumbrada. Ya se encontraba a sólo unos pasos de la entrada, cuando los ruidos que provenían de algún lugar lejos de su vista la sorprendieron. Giró sobre sí misma intentando ver si era algún vecino de Ottery o los pequeños niños de Sol que andaban jugando por allí, pero el sonido tardó algunos minutos más en repetirse. Sonaba como... ¿Un aleteo? Los chillidos que acompañaron ese sonido le parecían conocidos, pero no podía recordar dónde los había oído antes. ¿Qué estaría tramando Sol? Tal vez por fin se hubiera decidido a conseguirles una mascota apropiada, que no fuera el antipático y molesto de Fokker. Con una sonrisa, se desvió de su camino y se dirigió al sitio de donde provenían ahora los sonidos, si algo interesante estaba ocurriendo definitivamente no quería perdérselo.
  18. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la bruja cuando su madre le indicó cuál era su nuevo negocio y la guió hacia allí entre la gente que agarrotaba Diagon. El interior sólo confirmó las palabras de la castaña, todo allí tenía firmemente impreso el gusto de Sol en cada detalle, desde los colores, la iluminación y la distribución del mobiliario. - No se tú, pero yo estoy muerta de hambre... Primero la comida, luego podré dedicarme a asaltar tu negocio con más calma. Curiosamente, había sido bastante difícil encontrar en Diagon un lugar donde cumplir sus caprichos estéticos por ese día. De todas maneras, había valido la pena, ya que Sol se veía extremadamente feliz con su cambio de imagen, las sombras del episodio de esa mañana no habían vuelto a oscurecer su semblante. Mientras subían, observó cómo los diferentes tipos de luces destellaban en los apliques con forma de serpiente que habían pegado en sus uñas, que ahora lucían de un verde esmeralda precioso. Menos mal que había rechazado el horrible rojo que habían propuesto en primer lugar, nunca se vería tan bonito como este. La sonrisa parpadeó en su cara cuando Sol se detuvo bruscamente y se borró del todo de su rostro al ver a la criatura más molesta y odiosa de todo Ottery allí de pie, con la misma cara gruñona que recordaba. Arqueando una ceja, miró a su madre con gesto interrogante. - ¿Qué hace la cosa aquí? ¿Se quedó sin hogar y viene a buscar empleo? - No se por qué su presencia viene hoy a ensuciar mi portal... Estoy segura de que Black tiene todo que ver - Con voz molesta, la bruja abrió la puerta de su oficina para que ambas pudieran entrar, ignorando en lo posible al detestable elfo. - ¿Por qué Jocker enviaría a su elfo a espiarte? Creí que habían madurado y ya no hacían ese tipo de cosas. Siguiéndola dentro, recorrió su oficina con una mirada alegre mientras se sentaba en el sillón de Sol y toqueteaba las cosas de su escritorio. Frunció el ceño cuando Sunev las siguió, inoportuno como era su costumbre. - ¿Sabes? No soy una gran fan de los Black y siempre me pareció poco grata su costumbre de colgar las feas cabezas de sus elfos... pero no me molestaría en absoluto decapitar a este. Y colgarlo en la sala Lestrange. Estoy segura de que su fea nariz sería un buen perchero. ¿Vas tú o puedo hacer los honores? - La pelirroja miró al molesto invitado con toda la intención, nunca durante su estadía en la mansión de los Black Lestrange habían congeniado y definitivamente no guardaba buenos recuerdos del elfo del ex marido de su madre. - ¡Sólo a ti se te ocurriría abrir un negocio con tu ex! Sobre todo con Black. Y sabiendo que la encantadora presencia del bicho este va donde él...
  19. Aunque Sol dijera que todo estaba bien, Sam no podía quitarse de la cabeza que algo andaba mal con su madre. En primer lugar, ella jamás era torpe, y aunque un accidente podía ocurrirle a cualquiera, su palidez y la lentitud de sus reacciones la alertaron aún más. ¿Quizás le habían dado una mala noticia? Pero Haydie no estaba por aquí y no había ninguna carta ni papel cerca que pudiera ver... - Esto... ¿Sol? - la joven tiró de la mano de su madre para que se detuviera, aunque ésta sólo la abrazó para tranquilizarla. Le parecía genial que la bruja quisiera un cambio de imagen y que actuara como si todo estuviera bien en el mundo, pero la segunda pista de que algo andaba mal era que ambas habían subido a cambiarse... Y Sol sólo se había quitado el abrigo, pero aún seguía con el mismo suéter, jeans y botas con los que habían regresado de su paseo. - Tal vez me he perdido de algo pero... ¿no ibas a cambiarte de ropa? Ni siquiera te has cepillado el cabello. La expresión de sorpresa de la Lestrange se convirtió en una risa distraída al darse cuenta que en realidad iba a salir a la calle en esas fachas. Y probablemente a enfermarse por no quitarse aquella ropa que habían usado para jugar en el hielo. La envió a cambiarse con una sonrisa, sin dejar que la preocupación asomara a su rostro hasta que estuvo fuera de su vista. ¿Qué estaba sucediendo? Sentándose con desánimo, deseó saber qué ocurría para poder arreglarlo. La reaparición de la bruja devolvió la sonrisa a su rostro y decidió que deberían seguir disfrutando de su día, tal vez eso ayudara a que Sol le contara lo que pasaba o a hacerla sentir mejor de alguna manera. - ¿Y bien? ¿A dónde nos llevará el destino, señora Lestrange? - le preguntó levantándose de un salto para recibirla. - ¿Dónde quieres empezar tu cambio de imagen?
  20. Helado. Café. Helado. Café. ¿Café helado? Caminando a buen paso por Diagon, la joven se debatía consigo misma mientras ojeaba distraída las vidrieras a su paso, sin pararse a ver ninguna con verdadera atención. Por un lado, el clima en Londres seguía siendo frío, por lo que le apetecía un café caliente con crema y chocolate, y por el otro jamás sería capaz de negarse a un helado, por mucho frío que hiciera... Mejor encontrar primero a la Lupin, así podrían decidirlo juntas. Con su abrigo negro sencillo y la capucha del mismo puesta para evitar el aire frío, la Lestrange podría haber pasado desapercibida en el gentío si no fuera por la larga melena roja que llevaba suelta y que resaltaba sin dudas en el día gris. Las botas altas mantenían sus pies calientes y abrigados, pese a que a veces hacía algún parate en algún charco para saltar como si aún tuviera menos de cinco años. Una sonrisa apareció en su rostro cuando divisó una figura imposible de confundir, junto a la vidriera de Flourish&Blotts. Acercándose en silencio para evitar que detectara su presencia, saltó sobre Poly y la estrujó en un abrazo, levantándola unos centímetros del suelo en su entusiasmo. - ¡Viniste! Creí que esa lechuza era una broma o un pedido de rescate mal planificado... ¿Café o helado? ¿Y el bodoque? - le preguntó sin darle tiempo a contestar, al darse cuenta de que Urian no estaba con su madre, como solía estar las últimas veces que la había visto.
  21. Era hora de emprender el regreso al castillo. La pelirroja se sacudió los restos de hielo que aún se aferraban a su ropa y a su cabello, contenta con la idea de poder cambiarse y entrar en calor. Después de cambiar los patines por sus botas, se abrazó a su madre y volvió a disculparse por su pequeña actuación. - Estaba en juego mi honor de bruja tramposa... ¡Prometo no volver a asustarte! Durante una o dos semanas. Ambas se reían y se regañaban mutuamente mientras caminaban hacia el oasis cálido y reconfortante que representaba el castillo en esos momentos. Sam no recordaba cuando había sido la última vez que habían pasado una mañana tan divertida juntas... Había descuidado mucho tiempo su relación con su madre, pese a que eran muy unidas, no habían estado pasado el suficiente tiempo juntas los últimos años. Prometiendo a Sol que no se demoraría mucho en su cuarto, se apresuró hacia su habitación y se quitó con rapidez las prendas que comenzaban a estar húmedas y heladas y buscó ropa más adecuada para el resto de su día. Tendría que comenzar a buscar sitios a los que pudieran ir o cosas que pudieran hacer juntas para que aquel día no acabara como una excepción a la regla. Pensativa frente al espejo, se cepilló la larga melena roja mientras volvía a pensar en lo extraño que rodeaba a los Lestrange. Era la única pelirroja en la familia, que ella supiera, al igual que Sol era la única con el cabello castaño. El resto, incluyendo a sus tíos y a los hijos de Sol, habían heredado el cabello y los rasgos de su abuelo. Así que Sol y Sam sólo se parecían entre ellas, ya que no tenían más ramas conocidas en su árbol, para saber de donde habían heredado los rasgos que no coincidían con los de Alexandre. Encogiéndose de hombros, acabó por ponerse algo de brillo labial y comprobó que todo estuviera en orden con su cabello y ropa, antes de salir disparada hacia la habitación de su madre, impaciente por comenzar el paseo. Estaba a punto de golpear su puerta para meterle prisa, cuando el sonido de algo cayendo y de un vaso estrellándose en el suelo la sorprendieron. - ¿Ma? ¿Todo está bien? La ausencia de respuesta la preocupó y se debatió durante unos segundos sobre qué hacer. Llamó una vez más para cerciorarse, y al no oír nada más al otro lado de la puerta, la abrió y la empujó, preparándose para encontrar quién sabía qué al otro lado. - ¡Solecito! ¿Qué tienes?
  22. Las risas y carcajadas coparon rápidamente los alrededores, vibrantes y llenas de alegría. La libertad de correr contra el viento helado, girar y perseguirse invadió a ambas brujas, devolviéndolas a la simple tarea de jugar que hace mucho tiempo no disfrutaban. Como dos niñas pequeñas, sin preocupaciones ni deberes, sólo la felicidad de estar juntas. Sol era rápida esquivándola, sólo había podido acercarse dos veces hasta ella antes de que rápidamente virara alejándose, llevándose la promesa del futuro helado con suma facilidad. Lo malo de que fuera su madre, era que la conocía demasiado bien y sabía cómo quitársela de encima. - Me parece a alguien le tocará pagar el helado hoy...- La voz cantarina de su madre se burló entre risas cuando volvió a escaparse por los pelos, tan ágil sobre el hielo como si hubiera nacido sobre esos patines. - ¡Ja! - la pelirroja se encogió de hombros y volvió a alejarse siguiendo un círculo imaginario, su cabello girando a su alrededor en cada movimiento. - Saldría de tu bolsillo de todas maneras, ¡tú me mantienes! Le sacó la lengua como una niña mientras se reía. Era cierto, realmente Sam no tenía un solo knut en su bolsillo y no tenía un trabajo del que sacar ganancias... Mal, muy mal, bruja mala. Lo bueno era que ella también conocía a su madre y sabía muy bien cómo hacer trampas. Esperó a que su madre no la mirara y se preparó para su plan, sabiendo que la bruja caería en él. Durante uno de sus giros, dejó que sus pies resbalaran bajo ella y el hielo rápidamente fue a su encuentro. Había amortiguado la caída con un simple hechizo, lo que hizo que en realidad fuera como deslizarse sobre blando algodón, pero la superficie no dejaba de estar helada y le traspasó rápidamente el frío a través de su ropa. Cuando Sol se percató de lo que sucedía y se apresuró a su lado, la joven contó lentamente hasta diez mientras esperaba a que estuviera lo suficientemente cerca y entonces la atrapó en un abrazo que las hizo rodar a ambas sobre el hielo. - Creo que me debes dos helados. ¡Te atrapé! - le dijo con una amplia sonrisa.
  23. - ¿Por ahora? ¿Es que planeas convertirlo en un abrigo en el futuro, o duermes con él encima? Sam no pudo evitar bromear ante la extraña frase de su madre... Sólo le quedaba esperar que no fuera a "enamorarse" del chucho tan literalmente, ya tenían una familia bastante disfuncional sin llegar a la zoofilia. ¡Hola, soy Samantha Lestrange! No conozco a mi padre pero él y mi mellizo son algo así como demonios, y el segundo es un insufrible mono molesto. Mi tío es una especie de zombie demonio y ama a mi madre. Mi casi abuela es una elfina y mi casi padrastro un lobo... ¡Ja! Casi le ganaban a la madre adoptiva demente y a la hermana lugat, sin mencionar que aún no sabía qué eran sus hermanos, dada la mitad de su adn. Sonaba aún peor cuando los enumeraba a todos juntos, y eso que amaba a su familia... la mayoría de los días, y nunca a Fokker, pero definitivamente sonaba a un menjunje disfuncional. El lobo las siguió hacia la escalera y empujó su pierna al pasar al oír su pregunta, como si la hubiera entendido. Tendría que revisar si Sol le había asignado una habitación en el castillo a su mascota y tener una conversación seria con ella. Y si dormía en su habitación... ¿tendrían que tener dos conversaciones? ¡Mejor deja de preocuparte por tonterías y disfruta el día! La pelirroja negó con la cabeza divertida y se apresuró a su habitación para arreglarse y buscar ropa abrigada, además de sus guantes y gorro. Se alistó rápidamente para encontrar a Sol y bajaron las escaleras entre risas, hacía mucho tiempo que no tenían un día sólo para ellas, sin drama y sobre todo sin incendios. - ¿Malik también patina? - preguntó entre risas al ver al lobo correteando en la nieve de la entrada y esperando a las brujas. Como siempre, Haydie estaba preparada para todo y tenía los patines listos para ellas. Le agradeció con una sonrisa y se alejó hacia el frío, le encantaban los días de nieve y no tardó en ponerse a brincar sobre la helada capa en su camino al lago. - ¿Crees que podría sobornar a tu nuevo mejor amigo para que le de un par de mordidas a alguien de mi parte? - le sonrió a su madre con su mejor carita de inocencia mientras se ponía los patines y luego le guiñó al lobo, acariciando el pelaje de su cuello. - Una semana de bistecs si muerdes a Fokker, dos si es en su pomposo trasero... Un mes si el mordido es Evil. Se apresuró a alejarse de su madre antes de que pudiera regañarla por instar al lobo a hacer aquello. De todas formas, era un perro, no podría entender su pedido... Era una lástima. Dio una vuelta dejando su cuerpo volviera a acostumbrarse a los patines antes de cambiar de dirección hacia Sol. - ¿Un helado si te atrapo?
  24. - ¿Animalitos salvajes? Qué bonita descripción... Y eso que no has sufrido mi primer año en el colegio. Creo que Mel les acabó diciendo que se las arreglaran como pudieran y dejaran de molestarla cada vez que le enviaban una lechuza por mi comportamiento. Me parece que la frase correcta fue, "Ahora es su problema" - Sam soltó una carcajada y se encogió de hombros. Tener a Mel como tutora había sido una experiencia más que extravagante. Y descubrir que en el colegio no valía ninguna de las reglas que regían la vida en la cabaña había sido un particular golpe. Le había costado más castigos que a la mayoría dejar de embrujar a cualquiera que la molestara y aprender a comportarse como una buena estudiante mientras hubiera profesores cerca. Por fortuna no la habían expulsado, aunque fuera un dolor de cabeza para sus profesores, también le habían cogido cariño con el tiempo. Era una revoltosa, pero buena en sus estudios cuando no se hallaba castigada. - No se parecen a su padre, y eso ya es un gran logro para los pobres niños... Confusa por la segunda respuesta de su madre, la pelirroja se aupó sobre la mesada cuando la enorme bestia se acercó hasta la mesa de la cocina, como si de una mascota se tratara. ¿Por qué podían tener un lobo y no un hipogrifo? Observó al animal con atención y luego a su madre, que parecía feliz de malcriar criaturas extrañas sin reparar en su tamaño. - Mmm... sí, parece bastante simpático - le dijo con una risa irónica cuando lo oyó gruñir en su dirección. - ¿No quieres comerte a la bella pelirroja, verdad, lobito?- bajó de un salto al suelo y dejó los restos de su manzana en un plato, intentando no moverse demasiado cerca de la mole de pelo que su madre trataba como a un gatito. Al menos, parecía bastante contento con las atenciones de Sol y se comió su trozo de manzana, observando a la castaña con sus ojos lila, como si tuviera que vigilar a su dueña con suma atención. Qué curioso color de ojos para un perro... - Supongo que deberíamos cambiarnos antes... Yo no puedo patinar en pijama y tú te congelarás allá afuera sólo con un suéter. A menos que Malik sirva también como abrigo para el frío.

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