“No, no, no…” pensó la Delacour cuando notó esa llama en los ojos de Mahia al robar su sangre, sus pequeños ojos mostraron sus pupilas dilatadas ¿Se había excitado o tenía miedo? Las emociones siendo animaga aún no las lograba controlar y mucho menos distinguir, aun así, su mirada seguía clavada en los labios de su hermana hipnotizada.
Las mascotas de Gabrielle ya habían bajado la guardia y era evidente que aprobaban el acercamiento hacia su dueña. La francesa solo se dedicó en dejarse llevar -como siempre- y acomodó sus patas entre las manos que la sujetaban, su cabeza se acomodó por instinto contra el pecho de su prometida y cerró los ojos, solo escuchaba su voz, aquella voz que le tranquilizaba hasta el alma.
“Y sí, nunca vas a madurar”
Suspiró, no era quien para callarla y oírla hablar era de las cosas que mas disfrutaba; su voz la calmaba fuera cual fuera la situación y, estar entre sus brazos (manos en este caso) le reconfortaba como nunca, era una especie de droga estar entre su aroma, entre sus manos, recargada en su pecho, aunque fuera por tan solo unos segundos ¿Y si lo hacían más seguido? Podría la carta sobre la mesa.
Era casi extraño estar en esa cocina sin ser ella, la humana, y aún así parecía que su hermana la conocía a la perfección al dejarla sobre la mesa, tal como la Delacour solía tener de costumbre, habiendo tantas sillas prefería sentarse en la orilla como si los modales no existieran ¿Cuándo le había importado?
Los ojos miel le seguían curiosos “ahora ¿Con qué saldrá está mujer?” pensaba divertida y al ver el chocolate era más que obvio qué prefería.
- Chocolate.
No había ni dudado en volver a ser ella, era la tercera vez que tenía que transformarse de animaga a humana y, para ser exactos, la que menos le había costado. Su vestido aún se encontraba manchado de sangre seca y mostrando los evidentes desgarros de aquella noche, un trapo era mejor que aquello que Gabrielle traía puesto, pero era lo que menos le importaba.
- Siempre será el chocolate. - dijo sin quitar la mirada de los ojos de su hermana, dio un pequeño salto para bajarse de la mesa y caminó hacia ella sujetando el chocolate para casi de inmediato darle la mordida. – Me gusta sorprenderte, por eso evito decirte algunos detalles de mi vida, como ser animaga queda claro.
Sonrió con picardía mientras se acomodaba entre los brazos de Mahia quedando de espaldas a ella mientras volvía a suspirar tranquila. Amaba sentirse tan vulnerable y a la vez segura entre sus brazos, pero lo mas importante amaba el contacto con ella… la amaba a ella.
- Quería darte la sorpresa, velo de esta manera aunque ahora la “tóxica” sea yo…- se giró para verla a los ojos sonriendo y con su mano izquierda acaricio la mejilla de su prometida. - Ahora puedes llevarme a donde se te pegue la gana, quepo donde sea.
La Delacour apresuró a robarle un beso y separarse casi de inmediato para volver la mirada, sabía que también había cierto peligro, ni ella sabía a donde iba su casi esposa todas las veces que desaparecía, pero, para ser honestos, era algo que a Gabrielle nunca le importó, con que regresara a ella era lo que más le importaba. Volvió a meterse entre sus brazos con la mirada perdida tratando de recuperar fuerzas en cada bocado.
Había metido el último trozo de chocolate a su boca y su cuerpo parecía volver a tener la misma energía de antes, al menos podía pensar con mayor claridad y sentir sus piernas sin tener que estar casi completamente recargada en su hermana. Gabrielle recargó aún más su cabeza contra el cuerpo de su prometida y suspiró tranquila al saber que era ella quien la sostenía.
- Creo que deberíamos ir planeando en hablar a alguien del ministerio para que nos case, no soporto un día más sabiendo que haces lo que se te da la gana, a ver si casada se te bajan las ganas de andar desapareciendo.
No había prestado atención ni a la hora, amaba estar en donde fuera con ella; giró su cuerpo para verla a los ojos y sonrió robándole otro beso.
- Mínimo tendrías “collar” y ni cómo te me escapes.