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Annick McKinnon

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Todo lo publicado por Annick McKinnon

  1. ¡¡Querido Elvis!! ❤️ Meses sin pasarme por aquí. ¿Recuerdas a Regina Poulain? Me pidió un rol para reincorporarse al foro, así que por eso vine xD Te dejo muchos besos y abrazos :3

    1. Mael Blackfyre

      Mael Blackfyre

      Gabosita hermosa ♥ La vi pululando por ahi, espero que las dos puedan reincorporarse pronto. Si necesitan ayuda, chiflen!

  2. Un cielo limpio y salpicado de estrellas se alzaba sobre el hotel Transylvania, pero Annick no prestó atención a ese bello panorama. De hecho, hacía varios meses que ya no se deleitaba con la belleza de la naturaleza, y ni siquiera se dio tiempo de apreciar los sonidos de los animales nocturnos que amenizaban aquella noche. Únicamente se distrajo un momento al escuchar música amortiguada que parecía proceder de los jardines, y se preguntó si el gerente del hotel había organizado alguna fiesta para los huéspedes. Continuó caminando a buen paso mientras se debatía entre dejarse invadir por la alegría o mantenerse serena ante una desilusión; y al sopesar aquella última posibilidad, aferró con más fuerza la arrugada nota que apretujaba entre su entumido puño derecho. Le dio un último vistazo para corroborar que había leído bien, y nuevamente intentó reconocer la letra, pero no lo logró. ¿Acaso alguien le estaba jugando una broma. ―¡Jefa, qué alegría verla aquí! ―expresó Otto Babbling, el activo gerente del hotel, en cuanto vio que la pelirroja entraba a la recepción―. ¡Esta semana llegaron varios huéspedes! ¡Parece que el hotel comienza a tener más visitas! ―anunció como si aquello fuera algo increíble. ―Otto, ¿se ha registrado alguien con el apellido Poulain? ―preguntó pasando por alto el entusiasta informe del gerente y olvidándose de saludar a los empleados y preguntarles cómo estaban. ―¿Pulá? ―repitió Otto pronunciado mal apellido―. Sí, creo que sí… me parece… ―se acarició la barbilla mientras pensaba. ―¿En qué habitación está? ―de pronto el corazón de Annick comenzó a latir con mayor rapidez. ¿Acaso volvería a reencontrarse con algún miembro de la familia luego de tantos años de búsqueda infructuosa? ―¿Ha dicho «Pulá»? ―preguntó el mago mientras revisaba las notas de registro―. ¡Ah, sí, aquí está! Ha llegado hace un rato ―comentó luego de que la pelirroja deletreara la manera en la que se escribía el apellido―. Está en la suite 412. ¿Quiere que la comunique con…? ―No, no. Iré personalmente. Es… ―se detuvo. ¿Qué podía decir? Intuía que se trataba de una de sus hermanas, pero recordaba que su caligrafía era diferente, así que no podía afirmar con certeza que fuera ella―. Gracias, Otto. Vendré más tarde para ponerme al día. Utilizó uno de los pasadizos que había descubierto tiempo atrás con ayuda de los fantasmas del hotel, y pronto se encontró en el pasillo que conducía a la suite 412. Cuando llegó a su destino, notó la tensión y percibió el frío de sus manos. Hasta ese momento fue consciente de su apariencia. Intentó mejorar un poco el aspecto de su cabello, y acomodó un poco el suéter gris que llevaba puesto. Respiró profundo y dio tres golpes en la puerta mientras los latidos de su corazón se aceleraban y un cosquilleo invadía sus extremidades. Cuando se abriera, quizá se reencontraría con alguna de sus hermanas. Entonces se preguntó qué tanto había cambiado desde la última vez que las había visto. Lo cierto era que ni siquiera ella misma era consciente de que desde la muerte de su esposo el brillo de sus ojos parecía haber desaparecido, y unas marcadas y permanentes ojeras la hacían lucir constantemente fatigada. ¿La reconocerían? @ Regine Daaè Poulain
  3. Mientras aquellos blanquecinos recuerdos emanaban lentamente cual lágrimas del fénix, Annick dejó de preguntarse quién podría haberlos guardado en un receptáculo tan peculiar. En su lugar, la nostalgia se hizo nuevamente presente y pensó en sus amigos y antiguos camaradas que parecían haber desaparecido; y eso le recordaba lo sola que sentía a pesar de que aún quedaban algunos miembros de su familia… ¿Su familia? No. Incluso su propia familia se había ido. A quienes ahora llamaba así, eran parte de lo que Elvis le había dado, pero tras la muerte del Auror ya no se sentía con derecho a permanecer entre ellos. De pronto una voz desconocida evitó que continuara sumiéndose en aquellos pensamientos. Por instinto, la pelirroja hubiese querido ocultar el anillo, pero al parecer ese chico de cabello negro era conocido de Sophie. «Ito». Así se había referido a él, y dijo que era «digno de confianza». Aquello sí que representaba una gran sorpresa, pues la matriarca Granger no solía confiar en las personas tan a la ligera. Cuando el recién llegado preguntó si alguien tenía un pensadero, Annick murmuró el nombre de Eneas, el elfo doméstico, para pedirle que llevara el suyo; pero nadie pareció percatarse de eso debido a que pronto se hizo evidente que Lisa no compartía el mismo sentir de Sophie y Luna, sobre todo por la cantidad de información que esta última había soltado sin reservas. La pelirroja no intervino ante tal escena. Simplemente dejó que Lisa se expresara. De hecho, en el interior, le dio la razón. La exagerada tendencia de Luna de confiar en todos, incluso en quienes no lo merecían, había orillado a Annick a actuar a sus espaldas para esclarecer la muerte de Elvis… Además se sentía moralmente incapaz de detener a la joven Delacour si decidía atacar a alguien, porque ella misma había usado una maldición imperdonable luego de descubrir la manera en la que su esposo había sido asesinado, así que comprendía bien la exaltación producida por el enojo y el dolor. No obstante, cuando Sophie se puso de pie e invocó a una de sus criaturas, resultó evidente que la situación podría salirse de control. Pero antes de que la pelirroja reaccionara, Daniel intervino para tranquilizar a Lisa… ―Está bien si no quieres disculparte, Luna, pero ¿qué hubiese pasado en caso de tratarse de un simple conocido en quien Sophie no confiara?, y tú vas lo invitas a adentrarse en estos recuerdos que ni siquiera sabemos a quién pertenecen o de qué se tratan ―mientras hablaba, Eneas se acercó a ella para entregarle el pensadero y de inmediato regresó al hogar de los Gryffindor. Esa pequeña distracción la hizo repensar en sus palabras y terminar con lo que parecía a punto de convertirse en una reprimenda. ¿Qué le sucedía? En el pasado hubiese sido más comprensiva con la joven Gryffindor y hubiese actuado como mediadora entre Lisa y Sophie―. Lamento la reacción... ¿Ito? ―dijo en dirección al joven cuya llegada había provocado aquella escena―, no te lo tomes personal, es sólo que ciertas circunstancias del pasado han provocado que algunos de los aquí presentes no confiemos en cualquiera. Sin embargo, dado que Sophie confía en ti, puedes quedarte si quieres.
  4. Annick se había quedado sin palabras desde el momento en el que su prima Sophia había echado las cartas y de entre ellas había sacado una que representaba el martillo de Thor. Fue en ese momento en el que la pelirroja sintió un cosquilleo sobre el hombro derecho, donde hacía años se había tatuado aquel símbolo, y un sentimiento de nostalgia comenzó a invadirla. Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar en eso porque, aunque una parte de ella le recordaba lo que había ocurrido la última vez que había tocado un objeto mágico desconocido, no pudo seguir ignorando las palabras de Lisa y de su prima, así que estiró la mano y con lentitud, o más bien con cuidado, llevó el dedo índice hacia el brillante anillo. En cuanto las tres estuvieron en contacto con el objeto, este desprendió un brillo aún más intenso mientras vibraba como si estuviera a punto de explotar. Sin embargo, a diferencia de lo que quizá habían estado esperando, no ocurrió nada... Súbitamente la vibración cesó y se escuchó un suave crujido: la pequeña piedra incrustada que simulaba un ojo se desprendió, y del orificio que había dejado comenzó a emanar un delgado hilo plateado. En ese instante la ojiverde apartó su dedo para observar lo que ocurría. El anillo permaneció flotando, lo que permitía que todos los presentes pudieran observar bien: en un principio, el hilillo plateado pareció ser una fina lágrima que emanaba del fénix, pero poco a poco la sustancia fue aumentando en densidad. ―¿Es un pensamiento? ―murmuró Annick, y por instinto, antes de que el recuerdo tocara la superficie de la mesa, sacó la varita y transformó el servilletero en un recipiente de cristal para contener aquella blanquecina sustancia―. ¿A quién creen que pertenezca? Estuvo a punto de llamar a Eneas, su elfo doméstico, para pedirle que llevara el pensadero que había adquirido hacía años y que tan pocas veces había utilizado, pero no estaba segura de que aquel fuera el lugar ideal para adentrarse en los recuerdos de otra persona. Así que prefirió esperar a escuchar la opinión de sus acompañantes.
  5. Escuchar a su prima hablar sobre lo que había ocurrido con el Templo Blanco y la Orden del Fénix en general, provocó que un vívido recuerdo invadiera la memoria de Annick: unos entes atacando a Lisa, una sombra oscura extendiéndose por el bosque, el brillo de la guadaña de Zarco, y un cuerno de madera que en un inexplicable impulso ella había tocado tres veces… después de eso, todo había cambiado para la Orden del Fénix de aquella época... Escuchar los nombres de Elodia Riddle y Mei Delacour hizo que la pelirroja hiciera a un lado aquel amargo recuerdo y volviera a centrar su atención en lo que Sophia decía. Lo que su prima estaba contándoles logró asombrar a la ojiverde, por eso no supo que decir hasta que escuchó algo planteado por Luna. ―Honestamente no estoy segura de que las estatuas de los antiguos líderes posean algún tipo de magia, pero… ―acababa de recordar algo, sin embargo dudaba de la fidelidad de su memoria. Miró alrededor para asegurarse de que no hubiera ni ojos ni oídos indiscretos; aunque de todos modos hizo un encantamiento muffliato para prevenir cualquier intromisión―. Creo recordar que hace mucho tiempo, cuando me uní a la Orden por primera vez, Elizabeth Tonks me dijo que si un día me sentía perdida y sin fortaleza para mantenerme en la lucha, podía ir al sitio donde estaban las estatuas de los exlíderes fenixianos, y que ahí encontraría lo que necesitara… La verdad reconozco que no entendí lo que quiso decirme y por eso no ahondé más en el asunto, pero ahora le encuentro sentido a sus palabras. Cuando Hunter mencionó que Mei estaba bien y que aún seguía velando por los ideales fenixianos, Annick esbozó una leve sonrisa, mezcla de alegría y nostalgia. Eso la hizo suponer que su amiga Elodia también se encontraba oculta y haciendo lo mismo que Delacour. ―Escuchen, si lo que Eli dijo es verdad, entonces debemos suponer que Sophia encontró el anillo por algo ―Annick coincidió en lo que Hunter decía, pero no se detuvo a pensar en por qué el chico tenía la capacidad de percibir la energía con tanta facilidad―. Tampoco percibo oscuridad, pero ciertamente hay algo extraño en él… Estiró la mano, pero se detuvo a pocos centímetros del objeto. Sophia y Lisa ya lo habían tocado y no había sucedido nada, pero el recuerdo del Cuerno de madera volvió a manifestarse en su memoria y eso la hizo detenerse. ―Lisa, dices que se parece al anillo que Mei te dio. ¿Alguna vez Mei te dijo que ese anillo tuviera algún gemelo? ―luego se volvió hacia su prima Granger―. Sophia, de las aquí presentes eres quien más tiempo lleva dentro de la Orden, ¿alguna vez escuchaste de algún anillo mágico?
  6. La pelirroja respiró aliviada en cuanto la puerta del despacho se abrió. Por un momento había imaginado que tendría que esperar o regresar sobre sus propios pasos, y lo que menos deseaba era toparse con otras personas en vano. A raíz de la muerte de su esposo, se estaba volviendo igual o más ermitaña de lo que había sido antes de comenzar su relación con Elvis, y eso la hacía desear no toparse con nadie. ―Espero no interrumpir tu trabajo, pero eres el miembro de la familia que tiene un puesto más cercano a la Ministra… ―explicó mientras pasaba y tomaba asiento. Estaba tan enfrascada en lo que decía, que no se dio cuenta de que el suelo estaba extrañamente cubierto de polvo. ―Acabo de leer esto ―dijo mostrando el arrugado recorte de El Profeta donde se anunciaba el edicto sobre Transportes Mágicos―. Sé que la publicación no es reciente, pero… la verdad, desde la muerte de Elvis no había tenido demasiado interés en leer el periódico. Se reservó la explicación del por qué ahora estaba husmeando en números antiguos de El Profeta, ya que nadie sabía sobre su creciente obsesión por averiguar todo lo posible sobre Aarón Black. ―¿En verdad el asunto es tan riguroso como se describe aquí? ―señaló el recorte que le había mostrado―. Hay varios miembros de la familia con empleos dentro del Ministerio, ¿no hay alguna consideración para ustedes? Annick pensó que ya había hablado demasiado y quiso darle oportunidad al chico para que respondiera; así que se abstuvo, al menos momentáneamente, de explicar a Mael el motivo por el cual aquel edicto le preocupaba y le molestaba tanto. @ Mael Blackfyre
  7. Annick frunció el ceño ligeramente, y fue evidente que el paso de los años había logrado que aquel gesto se marcara un poco más que antaño; pero no lo hizo en señal de molestia sino de confusión, no sólo por las palabras de su prima Sophia sino por la escena que se estaba desarrollando ante sus ojos: Lisa y Sophia sentadas frente a frente sin dar señales de querer asesinarse. La pelirroja hizo caso a la invitación de su prima y tomó asiento. Luna permanecía en la misma mesa donde Annick la había interpelado al pasar a su lado, y parecía un poco retraída (algo no muy común en ella). ―Hola, Daniel, mucho gusto, soy Annick ―el apuesto jovencito sonrió, y en su porte y en sus gestos la ojiverde pudo reconocer rasgos de Mei y de Luca. Pero no fue eso lo que más le llamó la atención, sino el hecho de que lograba percibir en él cierta energía que hacía tiempo no percibía. Por un momento estuvo tentada a preguntar por Mei y, en consecuencia, por Elodia, porque si existía alguien que sabría sobre el paradero de Riddle esa persona sin duda sería la exlíder fenixiana. Sin embargo tuvo que reprimir ese deseo al percatarse de que Lisa examinaba un objeto. ¿Acaso era eso de lo que Sophia había hablado? ―¿Vivo? ―repitió Annick con incredulidad―. ¿Eso debería preocuparnos? Suena a algo tenebroso, pero… ―por un momento se detuvo. Hacía mucho tiempo que se había alejado de la Orden del Fénix, así que desconocía el proceder de los actuales integrantes de aquel grupo al que alguna vez se había sentido orgullosa de pertenecer―. Sophia, ¿dónde lo encontraste?
  8. Aedus Lestrange Han pasado varios días desde la llegada de Aedus a Inglaterra. En ese tiempo ha dedicado varias horas a la búsqueda de un lugar donde hospedarse, y ha localizado un par de hoteles que parece que cuentan con poca afluencia de huéspedes. Justo la discreción que le agrada. Durante el resto del tiempo ha intentado averiguar cómo funcionan las cosas entre los ingleses, y ha descubierto que los bribones se encuentran en todo el mundo; sólo hay que saber en qué escondrijo buscarlos y cómo volverlos aliados, y para eso Aedus tiene bastante habilidad. Como no ha visto a Mael en los últimos días, Lestrange decide permanecer en el negocio hasta que el chico regrese. No es que le importe mucho agradecerle; pero si algo ha ayudado a Aedus a obtener lo que desea es el hecho de mantener buenas relaciones. Por eso, para pasar el tiempo, decide entretenerse mirando los objetos que hay en el local. En una de esas quizá encuentre algo interesante que sirva a su colección. Sin embargo un inesperado sonido anunca la llegada de Blackfyre, y Aedus se ve obligado a dejar de husmear. Cuando el joven le tiende un par de pergaminos, Lestrange los examina con curiosidad mientras escucha la información que Mael le da. Enterarse de que la mansión de los Lestrange está casi vacía, le produce una agradable sensación de tranquilidad. Sin Lestranges de la rama inglesa, hay menos probabilidades de que su secreto se descubra. ―El bando tenebroso, eh ―eleva ambas cejas mientras sus delgados labios se curvan en una discreta sonrisa―. Interesante... Aunque intuye que el muchacho no es precisamente una blanca paloma, aún no está seguro de que sea prudente preguntarle directamente por los magos tenebrosos del país. ―Muy bien, Mael, supongo que es momento de liquidar este pequeño trabajo ―dijo sacando unas cuantas monedas de oro del bolsillo contrario a aquel donde ocultaba la varita―. ¿Y cómo va la otra investigación? @ Mael Blackfyre
  9. Annick miró un punto fijo al que realmente no prestó atención. Las palabras de Luca hacían eco en su cabeza mientras se preguntaba si tenía la suficiente fortaleza para soportar lo que Van Halen describía. Ni siquiera en sus tiempos dentro del Departamento de Aurores había atentado contra la vida de alguien a pesar de que se tratara de un mago tenebroso; y ni hablar de la manera en que la maternidad la había ablandado. Entonces recordó que durante su búsqueda de información sobre Aarón Black había leído varias notas antiguas de El Profeta, donde se transcribían sus largos y presuntuosos discursos sobre la pureza de sangre. El simple hecho de leerlos le había producido una repugnancia que no había experimentado antes, así que no podía imaginar cómo sería soportar esas sandeces de viva voz y verse obligada a fingir simpatía. ¿Realmente tendría las agallas para soportar ver cómo torturaban o asesinaban a alguien sin mover un dedo? Ella, que siempre se había sentido orgullosa de defender los ideales de la Orden del Fénix y, más aún, de servir a la justicia como paladín, se preguntaba si el dolor por la pérdida de Elvis la ayudaría a mantener la sangre y el corazón fríos. «Vale la pena combatir, vale la pena hasta dar la vida. Por los que han caído y por los que probablemente lo harán.» Esas palabras perforaron el de por sí debilitado espíritu de la pelirroja, y recordó que ella era la única que podía luchar por intentar hacer justicia por la muerte de su esposo. Ya no podía contar con el apoyo de la Orden del Fénix, tampoco estaban sus amigos ni su familia para pedirles ayuda. Así que, o sea arriesgaba, o la muerte de Elvis pasaría a ser una más en la larga lista de impunidades cometidas por los mortífagos… ―Te lo agradezco, Luca ―dijo finalmente―. He de reconocer que no sé si tenga la suficiente sangre fría como para soportar todo lo que me has dicho, pero me siento obligada a intentarlo. Sé que Elvis hubiese hecho lo mismo por mí. Él hubiera ido al mismísimo infierno de ser necesario ―y entonces se atrevió a expresar su más grande temor―: Sólo espero que en el intento mi pequeño hijo no quede completamente huérfano, y que yo no pierda por completo el alma. @ Lisa Weasley Delacour
  10. Annick apareció en un solitario callejón de Londres, cerca de la ubicación del Ministerio de Magia. En el puño derecho llevaba fuertemente sujeto un trozo de pergamino que ocultó en el bolsillo de sus jeans de mezclilla, no sin antes darle un último vistazo para asegurarse de que había leído bien. De inmediato se encaminó hacia la calle donde se encontraba el acceso a la institución mágica pero, a diferencia de ocasiones anteriores, su intención no era ingresar a ese recinto. Al estar a la intemperie, se dio cuenta de que su blusa de tirantes era un poco inapropiada para el fresco viento que corría; sin embargo, había salido con tanta prisa de la mansión Gryffindor que ni siquiera había tenido tiempo de reparar en su aspecto. De cualquier manera, desde hacía varias semanas se había dado por vencida en sus intentos por disimular el demacrado rostro que revelaba las noches de desvelo que había sobrellevado desde la muerte de Elvis, aunado a su creciente obsesión por encararse con Aarón Black. Pero lo que ese día la había hecho actuar con tal rapidez no estaba relacionado con la muerte de su esposo, sino con una nota que Luca Van Halen le había enviado. La pelirroja había leído el mensaje al menos cinco veces antes de procesar el inminente peligro que representaba el hecho de que su prima Sophia Granger y su amiga Lisa Weasley estuvieran frente a frente. ¿A quién se le había ocurrido permitir que eso sucediera? Con pasos largos y rápidos esquivó a algunos transeúntes a quienes no prestó atención debido a que estaba buscando con desesperación un sitio que correspondiera al que Van Halen le había indicado. Cuando por fin lo encontró, se apresuró aún más e ingresó al café. No fue difícil reconocer las siluetas que buscaba, pero se sorprendió al ver que no estaban solas… ―¿Luna? ¿Qué haces aquí? ―preguntó con extrañeza―. Sophia, pensé que estabas en Estados Unidos; y pensé que tú estabas en Rumanía, Lisa ―vio a un apuesto chico de no más de 16 años a quien no reconoció―. ¿Me pueden decir qué significa esto? Luca me avisó que se encontrarían aquí y, por la premura de su nota, deduzco que está preocupado por lo que pueda suceder.
  11. La pelirroja estaba a punto de hacer un nuevo intento por evitar que el silencio se apoderara del recinto, sin embargo no logró articular palabra debido a que se sorprendió con la llegada de @ Arya Macnair ; aunque más sorprendente fue el hecho de que @ Mael Blackfyre se levantara a recibirla. ¿De dónde se conocían? Casi al mismo tiempo, @ Luna Gryffindor Delacour anunció que iría a recibir a @ Arcanus . Fue entonces cuando Annick notó un doloroso pinchazo en el corazón. Aquello le recordó momentos pasados en los que muchos familiares y amigos arribaban a la mansión, y no pudo evitar evocar la imagen de Elvis recibiéndolos con entusiasmo y cariño. El labio inferior le tembló ligeramente y la vista comenzó a empañársele como sucedía cada vez que pensaba en su difunto esposo; pero se aclaró la garganta y logró controlar el sentimiento mientras Mael le susurraba algo a Arya. ―Hola, Arya ―intentó esbozar una sonrisa, aunque desde la muerte de Elvis le parecía que el gesto ya no le salía con naturalidad―, tanto tiempo… Iba a preguntarle cómo estaba pero, por su apariencia, Annick dedujo que no estaba del todo bien. De inmediato pensó en su propio aspecto: un rostro pálido con marcadas ojeras que evidenciaban las noches de desvelo que habían transcurrido desde la muerte de su esposo. Y entonces se percató de que la joven Macnair se sumaba a la lista de dolientes por la muerte de Elvis. Una vez más se sintió culpable por no haber avisado a todos los familiares y amigos del Gran Auror acerca de su defunción. En principio, el dolor por su pérdida le había impedido pensar en contactar a todos quienes habían conocido a Elvis; y, después, su obsesión por encararse con Aaron Black la habían hecho olvidarse de que otros también sentían el mismo dolor que ella. ―Eres bienvenida el tiempo que desees, Arya. Cualquier cosa que necesites, puedes contar con el apoyo de todos nosotros ―y no puedo evitar formular la pregunta que le daba vueltas en la cabeza desde hacía un momento―: ¿Te encuentras bien? No sabía si era prudente traer a colación el asunto de la muerte de Elvis. En su interior creía que aquel tema estaría siempre presente dentro de los terrenos de la mansión; pero, a pesar de eso, muchos seguían sin estar preparados para hablar del asunto como si se tratara de cualquier otro tema casual. ―Coincido con Mael. ¿Desean comer algo en especial? ―volvió a reparar en Arya. Le daba la impresión de que la joven se encontraba débil, pero no quiso comenzar a acribillarla a preguntas. Hacía mucho tiempo que no la veía y no deseaba incomodarla.
  12. Por un momento la pelirroja se sorprendió al escuchar que su amiga estaba al tanto de la muerte de Elvis, pero luego dedujo que la caída del legendario Auror se había esparcido más allá de la comunidad local. Como ocurría cada vez que alguien lo mencionaba (o cada vez que estaba sola), revivió la imagen de Aarón Black retirándose la máscara justo antes de lanzar la maldición asesina… De inmediato intentó bloquear el recuerdo. Respiró profundo y tragó un poco de saliva para deshacer el nudo que se le estaba formando en la garganta. ―No tengo que invitarte. Estás en tu negocio… ¿o ya me has regalado tu parte y no estaba enterada? ―intentó bromear para despejar su mente mientras se dejaba guiar por la castaña con rumbo al jardín. Quería preguntarle muchas cosas, aunque sospechaba que no le daría respuestas concretas, quizá porque no podía o quizá porque no sabía. ¿Y si le contaba sobre la propuesta que el esposo de Mei Delacour acababa de hacerle? Pero antes de que pudieran decirse algo más, se escuchó un chasquido, y una flama violeta comenzó a consumir la alfombra. Ambas brujas se miraron, pero Waldo fue el primero de reaccionar: ―¡Ay, no! ¡Yo me encargo! ¡Yo me encargo! ―por querer sacar rápido la varita, dejó caer la botella con la que había estado limpiando, y el líquido azul se esparció en el suelo provocando que la parte inferior del mostrador también comenzara a incendiarse. ―¡Espera, Waldo! ―Annick sabía, por el pasado incidente que habían tenido con la carroza y el puente, que Waldo era de buenas intenciones pero de mal tino con la varita. De hecho, el resto de los empleados pensaba que era squib debido a los absurdos incidentes que había provocado en más de una ocasión―. Sólo se requiere ag… Demasiado tarde. De la varita de Waldo salió un rayo púrpura y el fuego se avivó aún más y se espació hacia los sillones y hacia un enorme baúl de madera donde se almacenaban objetos especiales para fiestas o eventos que tenían como intención entretener a los pocos huéspedes que llegaban al hotel. ―¡Los fuegos artificiales! ―gritó la pelirroja cuando recordó que días antes habían guardado en el baúl algunas cosas recién adquiridas en Sortilegios Weasley con motivo de la próxima celebración de Halloween. @ Elizabeth Tonks
  13. Desde que Annick había tomado la decisión de enviar a Otto Babbling de vacaciones… o, mejor dicho, desde que lo había obligado a tomar un descanso, la pelirroja se había arrepentido y contaba los días para que el gerente regresara. Él era el único que conocía a la perfección el funcionamiento del hotel, incluso mejor que ella; y lo había demostrado al resolver problemas tales como la destrucción de la carroza que había ocurrido hacía casi un año. Por eso la pelirroja había decidido darse una vuelta por el lugar para verificar que los empleados no hubiesen provocado otro incendio como el de aquella ocasión ni que Goob estuviera generando alboroto. Sin saberlo, momentos antes la otra dueña del negocio, @ Elizabeth Tonks , había arribado al lugar. ―Oooooh, bienvenida, señorita, bienvenida ―el joven empleado no sabía si debía saludarla de mano o continuar trabajando―. La señora Annick vino hace un par de días, y Goob debe estar refunfuñando en su habitación favorita… Justo cuando el muchacho mencionaba al fantasma, Annick atravesó el umbral de la puerta e ingresó a la recepción. La pelirroja se alarmó al imaginar que el fantasma gruñón había vuelto a asustar a alguno de los pocos turistas que arribaban al lugar. Suficiente tenían con que el Ministerio hubiese reforzado las medidas antimuggles, como para que encima el fantasma asustara a los pocos que llegaban a alojarse. ―¿Goob? ¿Qué pasa con él? No habrá hecho otra de las suyas, ¿o sí? Entonces se percató de que había alguien más que no era precisamente una empleada. Por un momento la pelirroja pensó que su imaginación le estaba gastando una broma, pero luego no puedo evitar reprimir un sollozo. Desde la muerte de Elvis, se había vuelto demasiado susceptible. ―Estás viva… ―murmuró hacia la joven Tonks, y tuvo que elegir entre abrazarla o lanzarle algo (?) como reproche por su falta de comunicación. Y eligió lo primero―. ¡¿Por qué no avisaste que venías?! ¡Si no coincido con que hoy tenía que venir a verificar algunas cosas, no me entero de que has regresado!
  14. Oh, lo siento, no pensé que debía existir forzosamente una relación... ¿podría quedar como conocido? Si no es posible, dejo otras dos opciones (ojalá alguna sea aceptable): socio o, si tampoco es posible, entonces primo lejano. ¡Gracias¡
  15. Cuando Annick miró la negra calavera en el antebrazo de Luca, no supo cómo reaccionar. De hecho tardó un momento en procesar la información, sobre todo porque una parte de la primera frase del moreno se quedó resonando en la cabeza en la pelirroja: «tienes un hombre dentro». De un momento a otro, y de manera inesperada, el rumano estaba ofreciéndole algo que ni siquiera había imaginado. ―No sé qué decir… ―murmuró la ojiverde con la voz un poco afectada―. Sólo que me alegra que Lisa y Mei cuenten con alguien como tú. El corazón de Annick no había dejado de latir a gran velocidad desde el momento en el que Luca se había revelado como mortífago; pero latió aún con más fuerza al pensar en la posibilidad de entrar en ese mundo. Su pequeño hijo sólo la tenía a ella, y no deseaba dejarlo huérfano. ―Hola, Yuki ―saludó a la hermosa loba blanca que momentos antes había ingresado al despacho. No sabía por qué pero, por alguna razón, el imponente animal le provocaba confianza y seguridad―. ¿Dices que será mi sombra? ¿A caso aquello era una especie de señal de que valía la pena arriesgarse a tomar la oportunidad que Luca parecía estar ofreciéndole? ―¿Es difícil…? ―no sabía cómo plantear la pregunta, pero tenía la necesidad de externar la única duda que podía hacerla titubear―. ¿Es difícil fingir estar de acuerdo con los ideales mortífagos cuando en realidad se es fiel a otra cosa? Por más que le dolía la muerte de Elvis y deseaba dar con todos los implicados en su asesinato, se preguntaba si podría tener la suficiente fortaleza y la sangre fría para hacer cosas que iban en contra de sus ideales; porque, muy en el fondo, Annick seguía siendo fiel a los ideales de la luz. Quizá Luca, como esposo de Mei y primo de Lisa (dos de las personas más leales al fénix), podría comprender su temor. @ Lisa Weasley Delacour
  16. Cuando Luk explicó que alguien le había enviado una nota anónima invitándolo a hospedarse en la mansión, Annick pensó que tal vez había sido Luna quien lo había hecho, y estaba a punto de decirle eso; pero se sorprendió cuando escuchó la voz de Mael atribuyéndose la acción. Como el joven Blackfyre a veces parecía ser distante y poco social, esa muestra de altruismo llamó la atención de la pelirroja. ―Tal como dice Mael, no es necesario un trueque ni ningún otro tipo de pago ―confirmó intentando esbozar una sonrisa, un gesto que le dolía desde la muerte de su esposo―. Esta familia siempre brinda ayuda a quien lo necesita, así que no te sientas obligado a retribuir nada. A pesar de que Mael había dado muestras de apoyo a Annick, la bruja aún lo lograba establecer con él el mismo grado de cercanía y familiaridad que con el resto de los Gryffindor; y no sabía si se debía al carácter poco social del chico o a que ella inconscientemente tenía ciertas reservas debido a quién era la madre del joven. Como no deseaba que eso último influyera, aprovechó que al parecer Blackfyre estaba haciendo un esfuerzo por socializar un poco y los invitó a acompañarlo a comer. ―Sí sí, vamos. Es buena idea ―le hizo una seña a Luk para indicarle dónde se encontraba el área del comedor―. Luk, más tarde te mostraremos la casa para que la conozcas; mientras tanto, seguro tienes hambre o deseas descansar. Entonces apareció Luna quien, como cualquier otro Gryffindor, se presentó con Luk y continuó actuando de manera natural, como si recibir a desconocidos fuera algo normal. Y de hecho lo era. ―Claro, acompáñanos, Luna. También te extraño ―no quiso decir “te extrañamos” porque no deseaba estirar demasiado el ánimo de Mael, pues Annick sospechaba que el chico no estaba acostumbrado a ese tipo de muestras de afecto―. ¿Acabas de llegar al pueblo, Luk? ¿Se puede saber de dónde vienes? ―luego miró a Mael y quiso incluirlo en la conversación deseando no abrumarlo―. Mael también llegó al pueblo no hace mucho tiempo, ¿verdad Mael? Seguro ambos podrán identificarse en varios aspectos. @ Mael Blackfyre @ Luk Vaak @ Luna Gryffindor Delacour
  17. Saber que Mei y Lisa estaban en Rumanía provocaba sentimientos encontrados en la pelirroja. Por una parte se alegraba de que ambas estuvieran a salvo; pero, por otra, confirmar que estaban en el extranjero hacía que se esfumara su última esperanza para actuar en relación a la muerte de Elvis. Annick pudo notar la rabia en las palabras de Luca al referirse a la Orden del Fénix, y lo comprendía muy bien. La partida de Mei y Elodia había representado una gran pérdida para la comunidad mágica, incluso para aquellos que ni siquiera eran conscientes del papel que ambas habían representado en la lucha contra los mortífagos. Pero lo que más llamó su atención fue su declaración de que de ser posible él mismo terminaría con la Marca. ―La verdad es que buscaba a Lisa con una finalidad similar ―confesó Annick mientras tomaba asiento―. Ella es una de las pocas personas en quien puedo confiar y que además, tal como dijiste, es lo suficientemente descerebrada como para lanzarse conmigo en lo que sin duda sería una misión suicida ―agregó esbozando una triste sonrisa. No sabía por qué, pero a pesar de que apenas conocía a Luca, tenía la sensación de que podía confiar en él. Tal vez debido a sus refinados modales y a su amabilidad. O tal vez al hecho de que confiaba en que el esposo de la exlíder fenixiana fuera fiel a los mismos ideales que la Delacour. ―Sé quién asesinó a Elvis, pero no puedo hacer nada ―guardó silencio algunos segundos para recomponer la voz, ya que solía quebrársele cuando hablaba sobre la muerte del amor de su vida―. El Ministerio me pide pruebas contundentes para poder actuar en su contra debido a que se trata de un respetable miembro de la comunidad ―murmuró con amargura―. Así que la única opción que tengo es encargarme por mi cuenta, pero… es difícil llegar a alguien que ocupa un lugar de jerarquía entre los mortífagos. Por eso buscaba a Lisa. Para ver si ella podía ayudarme a buscar información o a encontrar una manera de acercarme al asesino. De pronto se dio cuenta de que Luca tendría cosas más importantes que atender, pero su relación y cercanía con Lisa y Mei había provocado que la pelirroja revelara de manera clara el motivo por el cual había ido a ese lugar. Algo en él le recordaba a la sensación de camaradería que tenía con sus antiguos compañeros fenixianos. @ Lisa Weasley Delacour
  18. Un apuesto hombre de cabello oscuro confirmó, para desilusión de Annick, que Lisa no estaba. Sin embargo cuando el caballero se presentó, la esperanza de la pelirroja se reavivó nuevamente. ¡Conocía ese nombre! Alguna vez había escuchado a Elvis mencionarlo en alguna conversación. ―¿Luca? ¿El esposo de Mei? ―la ojiverde sonrió como no había podido sonreír desde la muerte del patriarca Gryffindor, aunque de inmediato intentó sosegarse―. Lo siento. Soy Annick. Lamento presentarme de esta manera, pero tenía la esperanza de encontrar a Lisa. Somos viejas camaradas. Annick aún recordaba la última vez que había visto a la rumana. Zarco también las había acompañado durante aquella ocasión en la que un mal presagio se había presentado en los terrenos de la Orden del Fénix. Y después de eso muchas cosas habían cambiado… La pelirroja aceptó la oferta de Luca de hablar con él y comenzó a seguirlo. Probablemente la guiaría hasta un lugar un poco más privado, lejos de los oídos de los empleados. Por su parte, Annick tenía el firme propósito de averiguar si existía la mínima posibilidad de obtener ayuda de sus viejos camaradas fenixianos. Desde la muerte de Elvis se sentía sola. Se había quedado sin su soporte principal y sin amigos ni familia. ―Mei tampoco se encuentra aquí, ¿verdad? ―de pronto, la fugaz esperanza que había experimentado se esfumó como si fuera un globo que se desinfla con lentitud―. Estoy segura de que si Mei, Elodia o Lisa estuvieran aquí, la Orden del Fénix no se habría quedado de brazos cruzados luego de la muerte de Elvis Gryffindor… Expresó aquellas palabras casi sin darse cuenta de que se encontraba ante alguien a quien apenas conocía; pero era evidente que la pelirroja sentía un poco de amargura porque creía que la actual Orden había abandonado a su esposo. Ni siquiera se habían presentado en su funeral, y eso le había hecho darse cuenta de que las cosas no eran como tiempo atrás. @ Lisa Weasley Delacour
  19. Annick apareció al pie de la colina. Dentro del puño izquierdo se encontraba, ligeramente arrugada, la enigmática y escueta nota que había recibido hacía un rato. Mientras guardaba el trozo de pergamino en un lugar seguro, sus ojos verdes lograron identificar las ruinas de una mansión en lo alto del terreno. Estaba tan concentrada en ese punto, que no se percató de que a sus espaldas se encontraba alguien, hasta que escuchó su voz y le provocó un ligero sobresalto. La pelirroja apenas tuvo tiempo de reconocer a Mael cuando el muchacho prácticamente la obligó a salir del camino para refugiarse entre los árboles. ―¿Por qué dices que nos matarán? Fue tu madre quien me envió una nota y… ―¿y si había malinterpretado el significado de la firma en la misiva? Le había tomado sólo unos segundos convencerse de que Shelle había escrito aquel mensaje, pero no se había tomado el tiempo necesario para considerar otras posibilidades. ¿A caso su latente necesidad de sentir que hacía algo ante la muerte de Elvis la había orillado a actuar con imprudencia? Mientras pensaba en eso, una máscara se materializó en sus manos. Mael tenía la varita en ristre, lo que indicaba que él la había hecho aparecer. Annick miró aquel objeto y luego al muchacho. Estaba confundida, pero el joven volvió a hablar antes de que ella fuese capaz de comprender lo que estaba ocurriendo. ¿Salir vivos de eso? ¿Quién los podría estar esperando? ¿Por qué debían ocultar sus rostros? Eran demasiadas las preguntas que la pelirroja quería formular, pero Blackfyre no le dio la oportunidad. Annick tuvo que tomar la rápida decisión de confiar en él, una vez más; así que lo imitó, se colocó la máscara que le había dado, y apresuró el paso para no quedarse atrás. Por las premuras, ella no se había detenido a observar los detalles de la máscara. Si lo hubiese hecho, se habría dado cuenta de que el leve resplandor en las rendijas de los ojos simulaba lágrimas de sangre, fiel reflejo de lo que sentía desde la muerte de su amado esposo. Decir que estaba ofuscada era lo menos. Observó cómo Mael usaba la varita para hacer un limpio corte en la palma de la mano, de donde comenzó a brotar el conocido líquido rojo. Luego, mientras el muchacho curaba la herida, traspasaron lo que Annick supuso que era un hechizo protector. Entonces la ojiverde comenzó a distinguir otras figuras enmascaradas e intuyó cuál era la naturaleza del entorno en el que se estaban adentrando. ―No lo entiendo... ¿por qué estamos aquí? ¿Acaso…? ―su voz era un murmullo que sólo Mael podría escuchar, pero no concluyó la idea. Ni siquiera esperaba una respuesta... Continuó avanzando al lado de su enmascarado acompañante mientras intentaba poner orden al torbellino de ideas que se había formado en su cabeza. ¿Estaba preparada para lo que sospechaba que se avecinaba? ¿No era eso lo que había estado buscando desde que había visto en el pensadero la manera en que Elvis había muerto? De pronto se dio cuenta de que se estaban acercando a un nutrido grupo de personas, y su corazón dio un doloroso vuelco al reconocer la máscara de uno de los presentes. El asesino de su esposo… @ Mael Blackfyre @ Dana Gryffindor
  20. Annick se detuvo frente a la alta construcción y observó el nombre y el blasón de Rumanía para corroborar que no se equivocaba de sitio. Si la información que le habían dado era cierta, existía una gran probabilidad de que ahí pudiera encontrar a Lisa o al menos tener noticias de ella. Mientras retomaba el paso para ingresar al edificio, se preguntó por qué no había pensado antes en ir a buscarla. El sonido de sus tacones resonó en el amplio y solitario vestíbulo. Se detuvo un momento para observar el hall, y comprobó que había un único gran mostrador. Supuso que ahí le darían informes, así que se digirió a él con decisión; pero mientras se acercaba comenzó a preguntarse si le darían una respuesta verídica a una simple civil como ella. ―Hola… ―por un momento dudó en qué decir, pero se aclaró la garganta y continuó―. Quisiera saber si es posible ver a Lisa Weasley Delacour, o si existe alguna manera de que pueda contactarla. De pronto se preguntó si debía haberse expresado de manera más formal para solicitar ver a la reina de Rumanía, pero ya no podía remediarlo. Esperaba que al menos le dijeran dónde estaba su antigua camarada. @ Lisa Weasley Delacour
  21. Meg Moreau ¡Maldita… maldita la hora en que hice ese trato con el imb.écil de Aedus! ¡Y maldita la hora en que Aedus vino a Inglaterra y se topó con Mael! Si no fuera por Mael, Aedus jamás se hubiese interesado en unirse a los mortífagos, y si no fuera por el maldito trato que hice con él, no estaría obligada a hacer todo lo que se le ocurre como si yo fuera un títere que puede mover a su antojo. «Ve. Es necesario comenzar a conocer y relacionarse con los camaradas». ¡Bah! Hubiera venido él… aunque, según dijo, era una reunión de chicas… De pronto me doy cuenta de que por ir maldiciendo a Aedus, caminé con demasiada rapidez y he llegado a la puerta. Antes de tocar con los nudillos, acomodo bien mi chamarra de cuero y paso las manos sobre mi oscuro cabello para acomodarlo un poco. Casi de inmediato una elfina doméstica abre y me mira fijamente. ―Ehm… hola… ―¿qué tenía que decir? Ni siquiera sé quién rayos me convocó. Solo sé que debía presentarme ahí―. Me convocaron para una reunión… ritual… algo… ¿Estaría bien llegar así o tendría que actuar de otra manera? ¿Debería haberme vestido diferente? ¿Qué tipo de ritual será? No sé en qué rayos me he metido. Sé algo sobre los mortífagos y no me desagrada lo que hacen y piensan, pero una cosa es que apoye sus opiniones y otra es que me meta en la boca del lobo, como decía mi abuela. En fin. Ya no hay marcha atrás. La elfina doméstica me conduce hacia el interior de la elegante casa, y mis jeans deslavados comienzan a parecerme inapropiados hasta que entro en la sala y veo a tres personas… ¿una de ellas con un turbante de toalla y envuelta en otra como recién salida del baño? ―Ehm… soy Meg. Fui convocada… ehm… soy nueva ―miré a las tres damas, aunque no pude evitar volver a fijarme nuevamente en la mujer que estaba envuelta en una toalla. Su rostro me resultaba familiar, pero no sabía de dónde.
  22. Habían pasado unos cuantos minutos luego del regreso de Annick a la mansión. Se había ausentado algunas horas yendo a verificar su solitario negocio y aprovechando para llevar de paseo a su pequeño hijo, y a su regreso se había topado con una escena que hacía bastante tiempo no había visto: los estragos de un enfrentamiento entre fenixianos y mortífagos. Lo supo por los mensajes que habían dejado. Como la Orden del Fénix formaba parte de un pasado que le dolía, pidió a los elfos domésticos que reunieran los carteles y los llevaran a la habitación de Luna, ya que uno de ellos tenía dedicatoria para la chica. La pelirroja había decidido no involucrarse ni emitir opiniones sobre la Orden por respeto a las decisiones de la matriarca. De pronto escuchó que alguien tocaba la puerta y decía algo que no pudo comprender en su totalidad. O quizá sí había comprendido, pero le resultaba tan extraño que creyó que no había escuchado bien. Dijo a los elfos que ella atendería y les pidió que se dieran prisa con la limpieza, así que se encaminó hacia la entrada y aprovechó para reparar el perchero y colocarlo en su lugar. ―Hola ―saludó intentando esbozar una sonrisa, ese gesto que tanto le dolía hacer desde la muerte de su esposo―. Soy Annick. Se trataba de un joven pelirrojo y de ojos verdes, rasgos que compartía con Annick. Por un momento se preguntó si serían familiares, pero luego pensó que durante años no había logrado averiguar mucho acerca de la familia de sus padres, así que era poco probable que tuviera algún parentesco con el recién llegado. ―¿Has dicho algo sobre una nota? ¿Buscas a alguien en particular? ―preguntó frunciendo ligeramente el entrecejo en señal de confusión, pero casi al instante se dio cuenta de que estaba siendo poco amable―. Disculpa la descortesía ―se apresuró a añadir y se hizo a un lado para abrir la puerta por completo―. ¿Quieres pasar? @ Luk Vaak @ Mael Blackfyre
  23. Annick caminaba más rápido de lo normal y sin prestar atención a quienes estaban alrededor. No lo hacía a propósito. Desde la muerte de Elvis su mente era un remolino de pensamientos que giraba en torno a revivir una y otra vez el momento en el que Aaron Black se retiraba la máscara antes de lazar la maldición asesina que había arrebatado la vida al patriarca Gryffindor. Y ahora sumaba una preocupación más. En la mano derecha llevaba fuertemente empuñado un recorte del Profeta que su elfo doméstico le había mostrado. La fecha de la publicación no era reciente pero ella apenas se había enterado del asunto. Tras la muerte de Elvis había dejado de lado varios hábitos, como leer el diario para estar al tanto de los acontecimientos importantes; y justo hacía un par de horas había descubierto que ya no le sería tan fácil viajar a Francia para ver a sus ancianos y enfermos padres. Lo primero que se le ocurrió fue ir al Ministerio en busca de Mael. Quizá él por ser empleado ministerial podría gozar de ciertos privilegios relativos a los transportes mágicos, o quizá podría encontrar otra manera de ayudarla… ¿Por qué iba en busca del joven mago si era casi un desconocido para la familia? La realidad era que la pelirroja tenía la sensación de que tras la muerte de Elvis se había quedado sin apoyo: su cuñada se había mudado, sus primas se habían ido al extranjero y sus hijas adoptivas tenían su propia vida y preocupaciones. Hasta entonces el único que le había ofrecido ayuda, incluso arriesgando su puesto en el Ministerio, había sido Mael. La puerta de la oficina del mago estaba cerrada, así que la ojiverde tocó con los nudillos de los dedos en espera de que el muchacho se encontrara dentro, de lo contrario tendría que aguardar porque no le apetecía buscarlo por todo el Ministerio. Entonces, por casualidad, reparó en que entre los pliegues de la blusa color beige había algunas migajas de las galletas que Elros había compartido con ella. Rápidamente las sacudió y se fijó que sus jeans no tuvieran algún otro desperfecto, aunque el color café ayudaba a disimular en caso de que se hubiese ensuciado mientras jugaba con su pequeño hijo y sus mascotas. Finalmente pasó hacia atrás de las orejas un par de rebeldes rizos que le estorbaban en el rostro, y esperó escuchar una respuesta del otro lado de la puerta. @ Mael Blackfyre
  24. ¡Hola! No imaginé regresar al juego de bandos y menos solicitar ingreso a la Marca, pero vengo siguiendo al queridísimo Elvis. Solo tengo una duda/aclaración: por ahora no deseo que Annick (mi personaje principal) sea mortífaga, así que supongo que puedo usar un personaje secundario para el rol de bando, ¿o no? Nick: Annick McKinnon Número de ID: 55476 Link a la Ficha: https://www.harrylatino.org/forums/topic/82464-ficha-de-annick-mckinnon/ Saludos n.n
  25. Nombre: Aedus Lestrange Edad: 47 años Nacionalidad: de origen inglés, pero se hace pasar por francés Raza: Humano Personaje principal al que está asociado: Annick McKinnon Relación con el personaje principal: ninguna Aspecto Físico: Tiene cabello lacio de color castaño oscuro, el cual suele peinar hacia adelante en la zona de la coronilla para disimular la calvicie que ha comenzado a afectarlo con el paso de los años. Su frente es ancha y está surcada por varias arrugas que se suman a un gran surco que tiene en el entrecejo. Sus ojos marrones están enmarcados por un par de cejas bastante pobladas. Sus labios delgados casi se pierden entre el bigote y la barba corta que ha usado en los últimos años, en la cual apenas comienzan a atisbarse las primeras canas. Mide 1,78 m de estatura. Su complexión es media y, de hecho, con la edad su estómago ha comenzado a sobresalir un poco. Para intentar disimularlo, suele vestir con trajes elegantes de color negro y camisas de seda en tonalidades neutras y oscuras. Nunca olvida usar corbata y sus zapatos (generalmente negros) siempre lucen lustrosos. Su voz, aunque masculina, es suave y ligeramente áspera. En ocasiones, cuando está a punto de perder la paciencia, habla en susurros perfectamente inteligibles (señal de que lo próximo que hará será gritar). El gesto que más lo identifica es elevar ambas cejas (lo hace para expresar sorpresa, alegría e incluso incredulidad). Cualidades psicológicas: La paciencia es su mejor cualidad, y a eso atribuye que por lo general logra obtener todo lo que desea. Además siempre intenta prever el resultado de sus planes y las posibles complicaciones para tener un plan de respaldo y otro de escape en caso de necesitarlo. Suele mostrarse amable, aunque en realidad pocas veces siente lo que expresa, ya que simplemente lo hace por parecer elegante y bien educado (esto para mantener la fachada sobre su procedencia). Su voz es generalmente baja pero perfectamente audible y, aunque procura no perder los estribos tan seguido, cuando está a punto de perder la paciencia no puede controlar el impulso de elevar el tono de la voz, lo cual suele ser aterrador para sus subalternos. A pesar de que prefiere tener aliados y personas que le deban favores, no duda en desaparecer de su camino a quien le estorba o quien representa peligro para él y sus propósitos. Es muy reservado en cuanto a sus planes y vida pasada; sin embargo, en relación a esto, tiene un defecto que él mismo ignora debido a que no se ha puesto a prueba: en el fondo el abandono de su madre lo afectó más de lo que él mismo desearía, y su necesidad de amor podría debilitar la muralla tras la cual ha permanecido durante casi toda la vida. Historia: A la corta edad de cinco años, su madre lo vendió a un francés errante; más que dinero, lo que ella deseaba era deshacerse del hijo que tanto le recordaba al hombre que la había abandonado al descubrir que era una bruja. En medio de los maltratos, el trabajo forzado y la vida errante, el francés enseñó al pequeño Aedus a escabullirse entre las sombras, robar y mentir a magos y muggles, además de otros valiosos trucos; y cuando mostró habilidades mágicas, también lo ayudó a controlar su magia. Fue hasta que cumplió la mayoría de edad que Aedus se sintió libre por primera vez, luego de que el francés errante muriera misteriosamente... Desde entonces decidió radicar en Francia, donde comenzó a trabajar para una importante familia mágica. Con el paso de los años, y valiéndose de sus extraordinarias habilidades de persuasión, logró ganarse la confianza del patriarca de la familia, y pasó de ser un simple empleado a convertirse en su mano derecha. Lamentablemente, con el paso del tiempo y debido a infortunadas e inexplicables circunstancias, los hijos del acaudalado anciano fallecieron, por lo cual decidió que heredaría todos sus bienes a la única persona en la que confiaba… Otros datos: ~ No confía en nadie y no cree en la amistad, así que jamás ha revelado sus secretos a nadie. ~ Aunque parezca confiado, siempre lleva una mano metida en el bolsillo del pantalón con la varita firmemente sujeta, preparado para cualquier ataque. ~ Aunque sabe hacer uso de la varita, prefiere que otros se ensucien las manos; por eso se asegura de siempre tener buenos contactos. Condiciones de utilización: ~ Utilizado exclusivamente por Annick McKinnon
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