伊藤健三 (Kenzo Ito)
La explicación del doctor no me había convencido. Mientras mis compañeros intercambiaban palabras con él, seguí investigando los documentos lo más que pude. Tenía que haber algo ahí, algún detalle que estuviéramos pasando por alto. La historia de la lágrima del fénix no tenía mucha coherencia; para un virus tan específico, hacía falta mucho más que ese componente (por más potente y útil que fuere). Recordaba haber visto algo similar en otro lado, más no tenía tanta experiencia lidiando con doctores. Si la paciente Ava no había podido librarse de los efectos secundarios de un determinado prototipo de la droga, eso sólo podía significar que había algo en ella que estábamos obviando. Observé a Ludwig concentrarse en uno de los frascos; no había duda de que él estaba corroborando lo que yo estaba visibilizando en los documentos.
Fue el ruido de un frasco rompiéndose en el suelo lo que me sacó de mi estado de concentración. Levanté la cabeza, para encontrarme Ludwig del otro lado de ese pequeño laboratorio, con la preocupación pintada en su rostro y una poción rota a sus pies. Cillian se puso en alerta de inmediato, podía sentir su energía acumularse en un instante en sus manos. Invocó una de las armas de los paladines. Sus palabras se sintieron un poco severas, quizás yo estaba de por sí demasiado sensible y nervioso. Me limité a cerrar los documentos y asentirle a mi compañero paladín quien en parte tenía razón. Me había dejado llevar por la curiosidad. Tenía mucha experiencia como guardaespaldas, esa era mi profesión, no debía olvidarlo.
Aldrich salió de pronto de la habitación. Mi compañera, quien no conocía, explicó que lo tenía bajo una ilusión. Nos había ganado valioso tiempo de investigación.
-Algo no está bien. Estamos obviando algún detalle - dije.
Mis compañeros debatían sus teorías mientras me apuraba a revisar todo. El doctor volvería en sí en pocos minutos, así que fui moviendo los objetos de los estantes con magia. Además de los documentos y los viales había cajas con pertenencias varias, tickets de compras de todo tipo, cintas de video y pendrives, parecía la oficina de un detective más que de un doctor. Con magia fui corriendo y apilando los objetos, tratando de encontrar algún patrón o indicio que nos pueda ayudar. Decidí entonces vaciar uno de los estantes, que se encontraba justo contra una esquina, y retiré el mismo de la pared. Había una especie de parlante pequeño y, al lado...
>>!!!<<
En una de las esquinas casi contra el techo había un orificio negro del tamaño de una moneda. Apunté con la varita y un pequeño sonido salió de la misma. El sonido hizo eco y se perdió en la profundidad de las paredes. Me trepé al estante y acerqué mi nariz al agujero en la pared. Cuando aspiré, un olor muy fuerte invadió mis fosas nasales. Salté hacia atrás, casi cayendo de espalda y comencé a toser. El olor era tan extraño e intenso que pensé que me había quemado los pelos de la nariz. Sin decir una palabra, me di media vuelta, mirando hacia la salida. La puerta se cerró de golpe.
-¡No dejen que se cierre!- grité.
Una especie de campo mágico se elevó en las paredes, del suelo hacia el techo. Lancé un rayo contra la pared, para hacerla explotar, pero el campo lo absorbió por completo. La puerta se había cerrado y también estaba protegida por el campo.
La ansiedad y el miedo empezaron a recorrer mis venas.
>>En los documentos había sólo muggles. ¿El motivo es el virus o... o que nunca había tenido la oportunidad de experimentar con magos y brujas?<<
Mi vista estaba clavada en el orificio negro de la pared. Retrocedí.