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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. ¡Muy buenas! Me sumo a las dudas de mi compañero. Hasta donde he revisado de las reglas de intercalaciones, un efecto puede evitar otro efecto siempre y cuando repercuta en cosas físicas que le ocurran al contrincante, en este caso la Zancadilla le hace caer, la caída evidentemente repercutiría en su puntería para el Arena del Hechicero y éste no sería válido. Además, por el rol de Dick acepta la Zancadilla, por lo que ya no sé cómo quedarían los tiempos. Intuyo que, en caso de que Zancadilla anule Arena del Hechicero sería así: T1 Adrian: Cinaede T1 Dick: Annapeo (de urgencia contra Cinaede) T2 A: Zancadilla (efecto físico, derriba al contrincante) T1 D: Arena del Hechicero (desviado) T2 A: Flechas de Fuego (impactan, debe apagarlas en el siguiente o segundo turno) T2 D: Immolo Oppugnare T3 A: -- T2 D: Cinaede T3 A: -- Y en caso de que el Zancadilla no lo haya anulado, pero ha sido aceptado posteriormente por Dick, sería: T1 Adrian: Cinaede T1 Dick: Annapeo (de urgencia contra Cinaede) T1 D: Arena del Hechicero (afecta y ciega) T2 A: Zancadilla (no válido) T2 A: Flechas de Fuego (¿qué pasaría con esto, al haber roleado puntería? Intuyo que no impactan) T2 D: Immolo Oppugnare T3 A: -- T2 D: Cinaede T3 A: -- Espero estar en lo correcto.
  2. Observé al mago, todavía apuntándole con la varita, ahogarse a causa de aquel veneno que inundaba sus vías respiratorias. Sabía que había sido duro y me había aprovechado del sentimiento de confianza que habíamos tenido que crear para sobrevivir al camino hasta allí, pero últimamente había aprendido a dosificar aquel tipo de vínculos y dar la medida justa para no salir yo perjudicado. Cada vez me resultaba más sencillo desligarme de los sentimientos que creaba temporalmente con los demás y aún más si era por conveniencia; no habían sido meses fáciles, después de lo sucedido en las mazmorras de Lázarus. Aún así, conocía el efecto de aquel hechizo, íntimamente ligado a la destreza del mago o bruja, y yo todavía no tenía un conocimiento y uso tan veterano del mismo, por lo que suponía que no le costaría zafarse de sus efectos; aunque le pudieran quedar rastros de dolor, podría seguir de inmediato, y sabía que su próxima respuesta sería atacar, así que previne y con la mira claramente fijada en sus tobillos, pensé un claro <<Zancadilla>> justo en el momento en el que vi al mago respirar y apuntarme. Fuera lo que fuese lo que su mente estuviera tramando o conjurando, su desestabilización al ver sus dos articulaciones amarradas por aquel lazo mágico y consiguiente caída al suelo, provocaron que errase en su puntería. - De verdad que lo siento, Grayson... Pero no he venido aquí a hacer nuevas amistades. ¿Desde cuándo me había vuelto tan frío? Bueno, claro... ¡Qué tontería! La pregunta más bien sería qué me habían hecho, o qué era aquello que me oprimía constantemente el pecho, oscureciendo todo lo que había dentro. Daba igual. No podía ponerme a juzgar mi moral y comportamiento en mitad de un duelo. Busqué con la mirada la figura de la Guerrera Uzza, intentando conectar con la suya, quizá en busca de la aprobación de mi forma de actuar; nadie mejor que ella sabría que en la batalla no existían normas sociales, aunque quizá su pueblo sí mantenía un código de respeto que yo me estaba saltando. Preferí no saberlo, y regresé la vista a mi contrincante, aquel hombre tirado en el suelo al que apunté de nuevo, para murmurar: - Flechas de Fuego. Los ígneos filamentos comenzaron a salir disparados de mi varita, dispuestos a clavarse en todo trozo de tela o carne que pillasen, haciéndolos prender. Iba a tener que invitar a aquel hombre a un buen desayuno, o una buena noche de copas, después de aquello. Si es que no me odiaba para entonces.
  3. No había sido nada fácil llegar hasta allí. A mitad de camino y todavía cegados por los efectos de la Arena del Hechicero, un grupo de hipogrifos nos habían descubierto en los terrenos de su morada, que al parecer se hallaba en lo alto del pico de aquella montaña. No eran unos animales excesivamente hostiles, siempre que supieras cómo tratarlos, pero allí no teníamos siquiera espacio para movernos y pudimos intuir enseguida que no serían benevolentes con dos intrusos cercanos a su guarida y mucho menos estando en plena cacería para alimentarse. Habíamos superado el resbalón de Dick momentos antes de tener que lanzar como locos Semillas de Hielo a aquellas criaturas; casi le clavé el pico a Dick en la cabeza, cosa que pude comprobar al ver su cabello irregularmente recortado al llegar al otro lado de desfiladero. Conseguimos esquivar a los hipogrifos, aun teniendo que gastar gran parte de las semillas, pero confiaba en que se regenerarían pronto; a ser posible, antes del duelo entre ambos. Y por suerte, para cuando la última sorpresa del recorrido, aquellas Flechas de Fuego, llegó, habíamos recuperado la vista y sólo tuvimos que crear los escudos mágicos pertinentes. Fuera como fuese, allí estábamos, siguiendo de nuevo a la impasible Guerrera Uzza hacia lo que supuse sería nuestro campo de batalla final. Sudorosos, recobrando el aliento y con las ropas hechas trizas (adiós al cárdigan, completamente picoteado por los hipogrifos y rasgado), llegamos a aquel claro en el que la mujer nos dio las últimas indicaciones, aislándonos de todo alrededor y esperando a que comenzásemos. Ni un poco de agua nos había dado para refrescarnos. Daba igual. Estaba preparado y todavía me sobraba adrenalina para seguir enfrentándome, aunque ahora debía cuidar de no sobrepasarme con mi compañero. Agité la cabeza. Tenía que cambiar el pensamiento; ya no éramos un equipo al borde de la muerte, ahora tocaba que cada uno demostrase su propia valía. Miré a mi mano derecha para comprobar lo evidente: Dror seguía allí. Casi ni la sentía. La había estado agarrando con tanta fuerza durante todo el trayecto, evitando que se me cayera o la tiráramos en cualquier movimiento, que se había convertido verdaderamente en una prolongación del brazo. No lo pensé. Apunté a Dick, todavía a mi lado, me aparté apenas un par de metros y hablé sin darle tiempo a nada más: - Lo siento compañero, ha sido un placer estar en el mismo equipo... Cinaede. Había empezado fuerte, lo sabía. Además, con el hechizo sobre el que el hombre había tenido dudas al comienzo de la clase. Al menos así no le quedaría ningún lugar a dudas sobre sus efectos. Comenzaría a ahogarse con los cortes en sus vías respiratorias, debía curarse. Y aquello me daría un tiempo crucial. @
  4. Ehm... Madre mía. Soy un loco. Creo que no, pero ahora me está surgiendo un poco la duda. Después de que, no sé por qué, pero me haya costado bastante narrar el inicio del duelo, tengo el temor de haber cometido abuso de rol, al "presuponer" acciones y movimientos de mi contrincante, al ponerle directamente como perseguido, en una situación muy específica. Dejo el link, aunque no tenga pérdida, para que me digan y te menciono @@Keaton Ravenclaw para que leas esto antes que aquello. Creo que no lo he hecho porque he dejado hueco a que puedas rolear todos los detalles incluso que haya sido una jugada de mi imaginación o que haya un escondrijo oculto que yo no vea, no sé... Pero me ha surgido la duda de haberme pasado con el rol xD Ay pollito que no la haya liado ya de buenas a primeras Cruzo dedos. Fummus, hummus.
  5. Puntos de Vida: 100 PV Puntos de Poder: 6 PP ------------------------------- Comenzaba a relamerme, humedeciendo los labios. No era hambre, era sed. Y no sed de sangre, sed de llevar horas y horas, más de un día entero, sin poder beber ni una gota de agua más allá de la lluvia con la que el cielo parecía obsequiar mis esfuerzos. Había dejado de sentir el pánico del principio, o la testarudez de lanzar hechizos a diestra y siniestra para intentar despejar el camino por el que sentía que aquel hombre se me escapaba, una y otra vez. Era diestro, sin duda, pero todavía no me había dado la posibilidad de demostrar que yo también podía serlo. Cuando acepté la tarea no imaginé que fuera a ser tan difícil. "Se trata simplemente de una bestia, no podrás verlo jamás como un ser humano", me habían informado. Lo que aquellos desconsiderados y altivos magos no sabían era que yo también era una bestia, bajo sus ojos, y que nuestros puntos de vista ante tal concepto eran muy diferentes. Así que allí estaba, intentando darle caza a un igual, a otro vampiro, tras haber hecho un terrible pacto con magos de cuyo criterio jamás debía haberme fiado. Pero ahora, mi vida corría peligro, y sólo había dos opciones: él o yo. También había dejado de maldecir mi estupidez, aunque aquello había ocurrido apenas acabada la primera hora de persecución y tras haber recibido algún que otro daño y perjuicio. Tuve que parar a curar las heridas leves provocadas, y entonces supe que aquello se alargaría más de lo esperado. - Te tengo. Qué iluso fui cuando pronuncié aquellas dos palabras, realmente convencido de que había logrado acorralar al hombre en aquella habitación sin salida. Todo nuestro recorrido por las desoladas calles de aquel pueblo sin alma, esquivando toda clase de muebles y cacharros rotos, enmugrecidos y desconchados, que parecían brotar directamente de puertas y ventanas, nos había llevado a un pasadizo subterráneo, a lo que parecía un laberinto de refugios de guerra. Si arriba parecía que hubiera pasado un tornado, allí abajo todo estaba impoluto, sin tocar, sin tan siquiera una pizca de humedad. Una especie de búnkers acorazados interconectados. ¿Por qué narices había un pueblo destruido y sin vida sobre todo un entramado metálico de protección, que además parecía poseer todo tipo de suministros para sobrevivir? No me paré a pensar en todo lo que aquello podía significar, ni por qué ese era el sitio al que me habían mandado para matar a aquel vampiro. Era cierto que debería haber arreglado mi rasguñado vestuario, aquellos pantalones ceñidos negros tenían más rotos de los que les correspondían y la camiseta negra podía confundirse por una estampada de manchas, pero le había visto introducirse por una de las puertas y confié en que diese a una habitación donde poder acorralarle. Corrí sintiendo el frío del suelo metálico en mis pies. Iba descalzo. Había decidido deshacerme de las botas horas atrás, cuando comenzaron a resultar más incordio que otra cosa, con tantos boquetes que impedían que se sujetaran en condiciones. De todos modos, estaba acostumbrado a cazar así; me permitía mayor libertad de movimientos y agarre en el terreno. Si algo estaba curtido en mi cuerpo, eran mis manos y mis pies. Llegué a la puerta de la habitación. No parecía tener más accesos que por el que había entrado, así que estaba seguro que hallaría al vampiro por fin quieto y preparado para atacarme. - Avis --murmuré, conjurando frente a mí aquella docena de aves, preparado para el primer ataque. Entré con la misma rabia que me llevaba impulsando aquella última media hora, varita en ristre y con aquellos pajaros rodeándome, dispuesto a lanzarse para protegerme. Paré en seco, mirando a mi alrededor; allí no había nadie. Las tuberías del techo, no muy alto, resonaban y en la habitación sólo había un aparador cerrado con llave repleto de medicamentos y diferentes utensilios médicos, un lavabo con un espejo y una camilla en el centro. Parecía una enfermería, y efectivamente, no parecía tener más posibles accesos. - No puede ser... ¡No puede ser! ¿Dónde estás? --grité, girando sobre mis pies a la par que inspeccionaba con sumo detalle cada rincón de la sala--. Es imposible que seas más rápido que los relámpagos de allá afuera... Estaba furioso. Furioso de que me hubiera dado esquinazo de nuevo, aparentemente. Furioso de llevar más de un día persiguiéndole por toda la región. Furioso de pensar que podía estar jugándomela. Pero sobre todo, furioso de ser tan increíblemente necio de haber aceptado aquel encargo y tener que matarle.
  6. Me resultó algo curiosa la forma de proceder de Dick. Tras aludir a nuestra segura muerte y darme lo que parecía una palmada de consideración en el hombro, se puso a buscar alrededor y se hizo con dos trozos de madera consistentes y largos que acabó convirtiendo en dos picos de escalada. Repitió el encantamiento con en sus botas, que se transformaron en un calzado de alpinista, más conveniente con la situación a la que nos enfentábamos. - No, no creo que sirvan las Semillas de Hielo, de hecho lo más probable es que, si las utilizásemos al caer por ahí --dije señalando el empinado precipicio-- lo único que conseguiríamos es asegurarnos de que nuestra muerte, además de inminente, fuera dolorosa. Desconocía si aquel hombre tenía alguna naturaleza inhumana, como yo, pero estaba seguro de que a ninguno nos gustaría ser acuchillados por afiladas puntas de hielo que se crearían al congelar los árboles que había dispersos por toda la caída. ¿De verdad me estaba preguntando por mi nombre? Comencé a sentir como si resquebrajaran la paz que había mantenido en mi interior. Al menos el hombre era precabido, eso sí se lo tenía que reconocer. Yo me hubiera aventurado al angosto sendero sin picas ni zapatos apropiados, aunque contemplando los míos consideré que no necesitaban tampoco mucha modificación. Con una floritura de la varita les añadí una pequeña muesca afilada en la punta con la que poder engancharme a la pared helada. Preparado, a mi parecer, y varita en mano, me acerqué hacia Dick, que había iniciado la tarea, asegurándose de que las picas configuraban un claro y seguro amarre con el que avanzar. - Adrian Wild. Me llamo Adrian Wild --contesté remarcando las palabras, enganchándome en su brazo más próximo, procurando dejar una pequeña, casi imperceptible, Marca de Sangre en la parte interna de su codo y clavando con cuidado los pies en la superficie--. Tú avanzas abriendo camino y yo nos protejo --le indiqué, de lateral como estábamos, enfrentados a la fría y resbaladiza pared, con Dror cerrando la línea. Debíamos tener al menos una mano que empuñara la única forma de salir de allí vivos. El aire dificultaba el avance, lo teníamos completamente en contra, pero por lo menos nos mantenía pegados a la pared, la cual intentaba rozar lo menos posible con las partes descubiertas del cuerpo. <<Seré est****o>>, pensé al descubrir que no me había quitado el cárdigan y que el viento lo hacía ondear en dirección contraria a nuestro avance. Esperaba que no resultase demasiado incordio. Lo que desconocía era que aquel era el menos de nuestros problemas en aquel preciso instante. La vista se me empezó a nublar. Sentía algo corroyendo mis ojos por dentro. - El viento... Dick, ¡el viento! ¡Arena del Hechicero! Perfecto. Estábamos ciegos, atravesando un sendero al borde de un precipicio de cientos de metros, con una pared de arenisca congelada como sujección, una pobre enredadera que acabaría terminándose y a saber qué clase de criaturas acechando. Pero debíamos continuar. - Ahora sí que tienes que asegurarte de clavar bien esos picos. ¡Maldición! Mejor callar. Debía agudizar todos los sentidos y prestar atención por si algún otro ruido nos alertaba de cualquier clase de peligro. Aquello iba a ser más intenso que salir de caza. Aunque bueno, a las malas, tenía una presa al alcance de mis dientes. Una presa de cuya guía dependía. Pésima gestión, señorito Wild.
  7. @@Niko Uzumaki ¡Gracias por resolverlo! @ Vale, sí, perdona, no me paré siquiera a interpretar esa parte y mi cerebro lo asimilaría como otra cosa. Claro, de ahí la confusión, completamente. Pero de todos modos bendita confusión porque así me ha hecho preguntar algo que aunque creía evidente, me ha supuesto una duda. Genial compi, ahora veo cómo sigo con ello, porque entonces creo que podemos contar con los picos de alguna forma si especifico en mi rol que te veo coger dos tronquitos medianamente grandes
  8. @ Cierto ciertísimo, ya sabía yo que algo estaba haciendo mal pero el sueño no me dejó reconocer qué. Perdón. Añado otra compra. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero (Nº 107285) Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Personal (Nº 78776) Link a Tópic de la clase o a la prueba: -- Nivel Mágico: XIV Fecha: 2020-04-12 Nombre del producto: Poción Lágrimas del Fénix Consumible o Libro de Hechizo: Consumible Nivel (del libro): -- Precio: 2000 g Nombre del producto: Poción Curativa Consumible o Libro de Hechizo: Consumible Nivel (del libro): -- Precio: 1000 g Precio total: 3000 G ¡Gracias! *-*
  9. ¡Hola, hola! Vengo con una duda respecto al útlimo post de Dick. No es una duda en sí sobre los conocimientos del libro, pero sí sobre lo que hace en su rol. Según entendí (y antes que nada, WTF?!) transforma "las dos varas" en picos de alpinista, y quería preguntar, ¿es eso acaso posible? O sea, seguramente y porque al Wild no le toca la vara nadie de naide (¡cuidado con el abuso de rol compi! ¿Es abuso de rol no?), yo puntualice en mi siguiente intervención que sólo él transforma la suya en un pico (que ojo, me parece genial que transformes algo en picos de montaña, ¡pero no las varitas! xD Alguien tendrá que tener la varita a mano para defendernos), pero la duda principal es si se puede aplicar un Morphos a las varitas transformándolas en picos, y, en caso de poder hacerlo, intuyo que aún con la forma nueva mantienen sus características y pueden usarse como canalizadoras (ya nos veo haciendo florituras con picos de montañana XD). Es eso principalmente. Esperaré a la respuesta por aquí antes de seguir si no se alarga para tampoco perder mucho :3 En tal caso roleo que él transforma la suya y las botas y yo me quedo con Dror por detrás al acecho. @ ¡ah maldito, me leíste el pensamiento con la Marca de Sangre! Juas, juas, va a ser interesante esto... jajajajaja @Asenath
  10. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero (Nº 107285) Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Personal (Nº 78776) Link a Tópic de la clase o a la prueba: -- Nivel Mágico: XIV Fecha: 2020-04-12 Nombre del producto: Poción Lágrimas del Fénix Consumible o Libro de Hechizo: Consumible Nivel (del libro): -- Precio: 2000 g Nombre del producto: Poción Lágrimas del Fénix Consumible o Libro de Hechizo: Consumible Nivel (del libro): -- Precio: 2000 g Precio total: 4000 G
  11. *asoma la cabeza lentamente* UF, vale, no soy el primero, menos mal. Vengo con una duda dudosa que no tiene que ver con los Duelos Relámpago, sino con los Consumibles de Batalla. En específico con todos los que tienen que ver con destrucción total, como los Cuernos de Erumpent, porque la duda es más sobre las muertes. La cosa es que en la descripción de los cuernos dice así: Siento que me perdí esa parte de todas las reformas habidas y por haber. ¿Cómo queda el tema de las resurreciones ahora, con el nuevo CMI donde no hay San Mungo propiamente? ¿Cuándo se considera que alguien ha resucitado? Realmente de pronto al leerlo recordé todo ese otro sistema que teníamos y quizá esté explicado en alguna parte del Manual del Rol, pero no lo recuerdo T_T Sólo eso, por el momento. *deja chocos, a la antigua usanza*
  12. Sin más preguntas que responder, al menos por el momento, la Guerrera Uzza nos indicó que la siguiéramos por un camino pedregoso que se perdía en la maraña, fuera del claro. Maraña que resultó desembocar, a su vez, al borde de la montaña. El camino se fue estrechando hasta llegar a un pequeño desfiladero, al inicio del cual nos encontrábamos apenas pudiendo estar uno al lado del otro y con la maestra por delante, imponente en todos sus gestos. Observé el vasto prado repleto de curiosos árboles inclinado que se extendía a nuestra izquierda, mientras escuchaba con atención las palabras de Asenath. La sonrisa de la mujer, aquel paisaje empinado, el angosto camino que bordeaba la alisada pared de la montaña y el terrible aire que se arremolinaba allí arriba, podrían ser señales de mal augurio y de la creación de una impresión de inquietud en el ambiente, pero sin embargo, el lugar, con todas aquellas muestras de peligro, se mantenía calmo. Los suaves colores de la ladera incitaban a la quietud, el liso de sus paredes a la templanza y la estrechez del camino... Al equilibrio. Ahora lo entendía. Si queríamos atravesar aquel camino deberíamos contar con la fuerza mayor del equilibrio: la templanza. No sólo físicamente, sino mental y moralmente, así como aprender a trabajar entre ambos, por mucho que pudiéramos suponer una amenaza el uno para el otro. Asentí callado, tras las últimas palabras de la Guerrera. Desapareció, dejándonos a nuestra suerte. Me giré hacia mi compañero, evaluando brevemente la situación. - ¿Quién va primero? Desde luego no esperaba que, en cuanto ambos pusiéramos nuetros pies en aquella resbaladiza superficie, una ráfaga de aire traería consigo Arena del Hechicero a nuestros ojos. Lo que sí entendí al apoyarme en la pared de la derecha para tantear con el pie cuán estables eran las piedras del camino, era que también suponía un riesgo. - La pared de la montaña que sube está congelada, Dick. Debemos tener cuidado de no resbalar bajo ningún concepto y... --Empecé a sentir rigidez en los dedos apoyados, retirando la mano de inmediato--. Casi mejor si evitamos mantener en contacto la piel por mucho tiempo con ella. Estuve a punto de aventurarme y tenderle la mano a mi compañero, pero esperé su respuesta. Debíamos colaborar, y era importante llegar a acuerdos rápidos y seguirlos. Quisiera ir él por delante o no, le dejaría elegir, intentando reforzar la relación y estableciendo un equilibrio desde el primer momento. Debíamos empezar con buen pie, literalmente.
  13. ESTUDIOS MUGGLES - ¡Maaatt! ¡Maaaaaaaaatt! Por las barbas chamuscadas de Merlín... ¡MATT! El desastre fuera parecía aumentar a una velocidad exponencial. El crucero, con todo lo grande que era, se tambaleaba levemente de un lado a otro, empujado por el fuerte oleaje que se levantaba, cada vez más iracundo, sobre el casco. Y Matt no aparecía. Había buscado en el camarote que compartíamos, en los baños donde solíamos asearnos, en los salones dedicados al Club de Juegos, en el comedor principal... ¡Nada! Avanzaba por estrechos y alfombrados pasillos agarrándome en cada inesperada embestida a los pasamanos dorados o... A cualquiera que pasara por allí. - ¡Perdone señora! ¿Se encuentra bien? La mujer ni se paró, a pesar de haberla hecho tropezar y chocar contra la pared. Siguió su camino, apurada por llegar al camarote donde esperaban sus hijos. Pobres, estarían asustadísimos. Al alzar de nuevo la vista hacia el fondo del pasillo me pareció ver una cabellera pelirroja. - ¡Matt, espera! Subía las escaleras hacia cubierta. ¡¿Pero es que estaba loco?! El fuerte sonido de la lluvia y los truenos que comenzaban a aterrorizar hasta al más valiente eran suficiente para echar por tierra cualquier idea de subir allá arriba. Corrí tras él, chocando con paredes, tuberías e incluso perros, ¡perros sueltos, escapando de sus dueños, ladrando aterrorizados! Cuando llegué al final de la resbaladiza escalera, empapada como estaba por la lluvia que se colaba, y abrí la puerta que comunicaba directamente con cubierta, la densa cortina de lluvia había disuelto cualquier movimiento en ella. Nada. Pero de pronto, la cabellera apareció desde el lateral, empapada. - ¡Qué hace aquí caballero, debe bajar de inmediato, no se puede estar aquí arriba! - Oh, no --maldije al comprobar que no era Matt, sino uno de los mozos de almacenes, a juzgar por las camiseta de tirantes y el pantalón de pesca--. Iba en su búsqueda, creí que era otra persona... --dije bajando las escaleras de nuevo, seguido del hombre. - Si busca a alguien dudo que lo encuentre allá afuera. Voy a sellar la puerta, aléjese. No dije más. Me giré de nuevo hacia el pasillo, decidido a continuar con la búsqueda. Me empecé a preocupar de verdad. Maldije de nuevo, sin dejar de repetirme: "Tenía que haberle dado un espejo, tenía que haberle dado un espejo". Un hombre que rozaba la cuarentena, con barba muy poblada, cobriza, y pelos alborotados, salió por una de las puertas por las que pasaba, gritando para que alguien le ayudase. - Por favor, se ha desmayado, se ha desmayado --dijo al verme parado frente a la puerta--. Llame a un médico, o ayúdela... Eché un vistazo al camarote. Había una mujer joven, de mi apariencia, tendida sobre la cama, cubierta por la manta. Consideré la opción de quedarme con ella y que fuera él a por asistencia. - ¿Es su hija? - No... Por favor... - ¿Quiere que me quede con ella? El barco dio una fuerte sacudida, tanto que la muchacha cayó al suelo, desplomada. Estaba desnuda. Corrí a por ella sin darme cuenta que había apartado bruscamente al hombre, que temblaba entero. - Vaya usted a por ayuda. Me quedo con ella --dije apresuradamente y con un tono que no admitía réplica, mientras colocaba de nuevo a la chica en la cama y la tapaba--. ¡Vamos hombre! --grité al verle dubitativo en la puerta del camarote. Salió corriendo y gritando desesperado, vestido únicamente con unos pantalones de pijama. Eché en falta a Dror; con ella podría conjurar una pantalla invisible protectora que impidiese que la chica se volviera a caer. En su lugar, tuve que arrimarla a la pared y sentarme en el borde de la cama, apoyando manos y piernas en las barras metálicas de la litera, bloqueando el hueco. Al menos respiraba y no parecía sangrar. Me sentí un poco inútil sin mi varita... Igualmente, hacía mucho, muchísimo tiempo que no trabajaba en San Mungo.
  14. ESTUDIOS MUGGLES Le di un sorbo a aquel cocktail refrescante, cuyo sabor afrutado lo hacía increíblemente deseable. Sonreí ampliamente mirando a mi interlocutor. Era fascinante, había olvidado por muchos meses lo que era pararse en la barra de un bar o una cafetería y dejar que el barman te contase todas sus historias, repletas de... Nada de magia. A veces era la mejor desconexión que un mago podía tener, aunque casi siempre hasta ahora lo había hecho con Dror a mi lado, siempre preparada ante cualquier incidente. - ¿Sabes? Yo no tendría ni siquiera que estar aquí. Esto es sólo un salvoconducto que me he buscado para alejarme de mi novio... Últimamente las cosas no iban bien, y en Londres el ambiente se estaba volviendo un poco agobiante. ¿No lo has notado? Estos últimos meses parecía que fueras donde fueses la gente estuviera siempre tensa. El muchacho me recordaba a mí hacía años. Era joven, no debíamos llevarnos mucho en apariencia, pero en años de experiencia... Llevábamos desde el primer día reviviendo aquella situación tras el almuerzo, cuando todavía muchos decidían bañarse en la piscina que había bajando las escaleras de la plataforma donde se hallaba la barra de bebidas. Él me contaba historias; yo escuchaba, acompañado del cocktail que me reocmendaba. Parecía gustarle tener la plena atención de alguien y a mí me venía genial aquel momento para no pensar en todo lo que habíamos dejado en Londres, en lo ocurrido, ni en que allí no tenía mi varita, por más que lo comprobase llevando la mano al bolsillo oculto del pantalón. Era una relación necesaria. Por un momento me descubrí observando las venas de su cuello. Me sobresalté en el asiento, cambiando de postura y bajando la mirada. La sonrisa había desaparecido. - ¿Todo bien? ¿Demasiada piña? Estás algo pálido. El muchacho posó su mano sobre la mía, que agarraba la base de la copa, y tomó mis dedos comprobando su teoría. - No, no, todo bien, soy muy pálido --dije mirándole sorprendido por su atrevimiento. Aquello sí que no me lo esperaba. ¿O sí? Una gota cayó en mi mano, lo que me dio la excusa para apartarla--. Está... ¿lloviendo? ¿Cómo era posible? ¿Cuánto tiempo llevábamos hablando que ni nos habíamos dado cuenta que el sol había ido ocultándose poco a poco tras oscuras nubes? Pero, ¡si no había ni empezado por la segunda copa! No podían haberse formado nubes de la nada en apenas media hora. La gente comenzó a recogerse al interior del crucero. - Ve al bar de dentro si quieres, yo recojo aquí y terminaré mi turno allí. Asentí. No sabía muy bien si quería volver a encontrarme con él, si hacerlo significaría que aceptaba que me hubiera tomando la mano con la excusa de comprobar mi palidez. Le di un largo sorbo al cocktail, me levanté con él en la mano y miré a mi alrededor. ¿Dónde se había metido Matt? Tenía que buscarle antes de decidir. Aquello me daría tiempo. - Tengo que buscar a mi sob... Amigo --le comenté al muchacho. ¡Ni siquiera sabía su nombre! Allí no hacían falta nombres, estábamos todos en un paréntesis de nuestras vidas. El viento comenzó a soplar fuerte y todos los empleados del barco comenzaban a recoger sombrillas y a cubrir los puestos de cubierta--. Nos vemos. Fue todo lo que dije antes de caminar hacia las escaleras que bajaban a los pasillos de los camarotes. Tenía que haberle dado a Matt uno de los espejos antes de que se fuera. Pero claro, no lo habíamos hecho ningún otro día; siempre nos dejábamos momentos para explorar por nuestra cuenta el barco o hacer la actividad que cada uno quisiera. ¿Quién sabía que hoy iba a llover? ¿Él? ¿Y si lo había previsto así? - Dónde estará este pelirrojo... ¿Dónde suele ir cuando me deja ahí hablando?
  15. Escuché atento a las preguntas que también planteó mi compañero. Aquello me alivió un poco; siempre era bueno no ser el único que parecía participativo y más cuando se trataba de resolver dudas, pues los otros muchas veces planteaban cuestiones que a uno no se le habían ocurrido. Y así fue. Tanto su primera conjetura sobre el hechizo Cinaede como la segunda, sobre las Semillas de Hielo, me causaron la misma intriga. Aunque aquella segunda me sorprendió. Aproveché el silencio de la maestra para intentar recordar bien todo lo leído la noche anterior sobre las Semillas de Hielo. Dick planteaba el ejemplo de congelar un brazo "del enemigo", que no de ninguna criatura, pero hasta donde yo había entendido, aquel hechizo no se podía usar directamente en seres humanos, ¿o sí? - Pero... --murmuré interviniendo antes de que Asenath contestara--. Las Semillas de Hielo no pueden usarse para congelar el brazo del enemigo, ni ninguna parte de un ser humano, ¿no es así? ¿O si son partes pequeñas, que no la totalidad, sí es posible usar el hechizo para ello? Sentí que había hecho bien en plantear la duda antes de que nos contestase a todo, para así poder reunir todas las preguntas en un mismo bloque y que fueran resueltas a la vez, permitiéndonos continuar con mayor rapidez en la lección.
  16. La Guerrera Uzza se puso en pie, mirándonos sucesivamente, impasible. ¿Era yo o parecía que todos sus movimientos eran medidos con extremada precisión? Transmitía calma y podría decirse que no implicaba en sus movimientos ningún músculo de más, sólo aquellos indispensables. Era como si hubiera aprendido el gran arte de la economía de movimientos con gran minucia y todo gesto, todo tambaleo, toda respiración, fueran completamente orgánicos y estuvieran exentos de boluptuosidades. Quizá toda aquella impresión recibida era causa del entorno en el que nos encontrábamos. ¿Tendrían algún efecto alucinógeno o relajante las esporas que emanaban de aquellos árboles? Asenath habló. Definitivamente, aquella voz correspondía a alguien en cuya sabiduría residían artes y habilidades que todavía se me escapaban. Tal vez no fuera todo cuestión de las especiales fuerzas mágicas que emanaban del lugar donde nos hallábamos. Por lo pronto nos pedía conservar nuestras varitas a buen recaudo, para simplemente contestarle sobre lo que conocíamos acerca de los poderes que otorgaba el libro. Específicamente, me encomendaba a mí explicar mis conocimientos sobre las Semillas de Hielo y el Amuleto de Resurrección, ambas cosas colgadas de mi cuello. Aquel primer tramo de la lección iba a ser fácil. Desde mi último intento de vinculación, había revisado varias veces el libro y sus poderes, intentando familiarizarme mejor con ellos, y la noche anterior había hecho la última revisión, interiorizando bien cada concepto. Tras la sonrisa que dedicó al aire la mujer, ante la que intenté no perturbarme, miré a mi compañero, para indicarle con un simple gesto que, si no le importaba, procedería con mi explicación. - Las Semillas de Hielo, que aquí traigo --mostré el cristalino frasquito que las contenía, sujetándolo entre el pulgar y el dedo índice de mi mano izquierda. Conocía la naturaleza siempre desafiante de aquellas clases, por lo que quería tener la mano derecha libre para poder agarrar a Dror en cualquier momento--, tienen la capacidad de convertir en hielo cualquier superficie alrededor del mago o bruja que las emplee. Lanzadas mediante el hechizo y a través de la varita, también posibilitan congelar una criatura. Hay que ser cuidadoso en su uso, pues se agotan, pero la maravilla de este sortilegio --dije en referencia al frasco en el que venían-- es que permite que se regeneren con el tiempo. Solté el frasco dejando que cayera sobre mi pecho de nuevo, no sin antes observar los destellos que emanaban de la arena plateada de su interior. Tintineó al chocar con el colgante del Amuleto de la Resurrección, que se dejaba ver por encima del Amuleto Volador. Un temor irracional que no supe bien de dónde venía me hizo esconder todo lo que llevaba colgado por dentro de mi camiseta impulsivamente. - El Amuleto de Resurrección te permite volver a la vida en caso de ser portado en el momento de la muerte --Carraspeé. Aquello sí que era gracioso y, cuanto menos, curioso, para un vampiro. Llevaba años intentando comprender mi propia naturaleza, el hecho de estar vivo, sin estarlo y poder morir por ello, pero todavía debía consultar muchos tomos y grimorios acerca de los misterios de mi raza--. Usarlo consume al completo su energía, que del mismo modo, será recargada una vez la luna haya completado todo un ciclo desde el momento en el que se use. Callé. No creía que debiera decir nada más, aunque había algo que me rondaba la cabeza desde que había revisado los poderes del Libro del Equilibrio la noche anterior. Sin embargo, esperé pacientemente a que Dick formulara su explicación y, una vez hubo terminado, decidí que era el momento apropiado para plantear mi duda. - Maestra... --Confiaba en que no fuera irrespetuoso usar aquel calificativo--. Tengo una duda respecto al Anillo antiveneno. --Hice una pausa, esperando algún gesto que me permitiese continuar. Una vez recibido, planteé la pregunta--. ¿Sirve para cualquier tipo de veneno, sea líquido o gaseoso? Porque, en ese caso, el maleficio de Cinaede no surtiría efecto en caso de portarlo, ¿o no son antagónicos?
  17. @@Sagitas Potter Blue Holi, holi. Pues creo que ese comentario ha sido por lo que puse yo en mi rol, AQUI. Sin embargo, ahí mismo indicaba que a mí exclusivamente no me habían dejado pasar por no considerar indispensable mi presencia en el MM, ya que mi "oficina se había cerrado", pero sí quería dar a entender que, para acceder al MM, había que tener un motivo factible en situación de guerra y que no todo estaba en plena actividad, por cuestiones obvias. Pero hay mucha gente que ha roleado que va al MM, Candela, Keaton están dentro, todos los que están alrededor del Ministro, evidentemente se sobre entiende que "han pasado los controles" o son personas que sí pueden estar ahí. Vamos, yo lo puse por una cuestión de coherencia bélica, y creo que por eso Heliké comentó eso. Creo que lo lógico es que haya ciertas restricciones, pero no es un bloqueo mayor que te impida seguir con tu rol, mana. Espero haber resuelto la duda :3 ¡Fumus, hummus!
  18. No pasaron ni unos segundos de silencio en los que el anciano apenas me indicó en un simple gesto que aceptaba mis disculpas amablemente cuando una cortina al fondo del establecimiento se descorrió, descubriendo una figura que hacía mucho tiempo que no veía. - ¡El...vis! ¿Cuánto tiempo había pasado sin ver a aquel hombre? Me dirigí a su encuentro, estrechándole la mano brevemente para introducirme con él en la sala a la que me invitaba. Allí estaba Anthony. Al parecer ambos hombres habían estado haciendo tiempo en lo que me esperaban. Fue Elvis quién formuló la pregunta que todavía se había quedado sin respuesta flotando en mi cabeza. - Mucho... Y veo que los años te han sentado bien --dije maravillándome de aquel reencuentro y de ver a aquel conocido en tan buen estado. Creí haber descubierto, gracias a esa sensación de seguridad y amparo que me transmitió de forma inmediata el hombre, de dónde nos conocíamos. Indudablemente debía ser de la Orden del Fénix. Había pasado mucho, mucho tiempo desde que había abandonado el bando, en busca de seguridad e información propia, y el mismo tiempo o más era el que llevaba sin trabar contacto con Elvis. Y ahora allí estábamos de nuevo, a través de la coincidencia de hacía unas semanas con el peliverde a quién saludé tras las palabras que mi antiguo ex-compañero le dirigió. - Gracias por buscar el lugar y... A un gran maestro --dije en dirección a Anthony--. Creo que sí, estamos todos al día de lo que ocurre. Ni siquiera tomé asiento. Contemplé rápidamente el espacio en el que nos encontrábamos. No era muy amplio, pero confiaba en que Elvis tuviera más de algún truco preparado para modificarlo y poder llevar a cabo allí nuestro entrenamiento. - Necesitamos desempolvar nuestras varitas, pero queríamos tener supervisión que pusiera orden y concierto si las cosas se iban de madre --contesté, todavía barajando las posibilidades del espacio--. ¿Existe alguna otra sala, lejos de interrupciones innecesarias y más amplia, Elvis? Cuento sólo con esta tarde, a la noche debo partir. Cuanto antes empecemos, mejor. Debía prepararme para las semanas de investigación que me esperaban por delante, y el tiempo y la situación ahí fuera apremiaban. @@Anthony Ryvak Dracony @
  19. - Oh. Jamás había estado en aquella isla. Hasta donde sabía, los magos y brujas británicos apenas acudían ahí para aprender las enseñanzas de los Arcanos, habilidades que algún día intentaría desarrollar. No sabía hasta que punto me estaba perdiendo un lugar tan bello y con unas energías tan amables y sinceras. No podría haber imaginado un lugar mejor para llevar a cabo las enseñanzas del Libro del Equilibrio. El verdor de la vegetación que cubría el relieve volcánico, las exóticas flores y los suaves colores que de ellas manaban, incitaban a la meditación profunda, a un largo paseo de sensaciones en el que, sin pensarlo, me aventuré. Caminé durante unas horas, habiéndome anticipado con tiempo suficiente a la cita marcada por la Guerrera Uzza que iba a ayudarme en el vínculo con el libro. Era la primera vez que iba a conocer personalmente a un Guerrero Uzza y que me iba a poner en sus manos como discípulo. No estaba especialmente nervioso, pero sí alerta, cierta emoción que intenté sosegar. El paseo me ayudó, permitió que desfogara el exceso de energía jugando con el entorno, entre los árboles y consiguió que adquiriera un estado mental abierto, relajado y dispuesto. No era la primera vez que intentaba vincularme al libro, así que adelanté algo de trabajo, predisponiendo cuerpo y mente al equilibrio. Había elegido unos pantalones y una camiseta grisáceos oscuros, ceñidos al cuerpo, cubiertos por un cárdigan abierto que me llegaba hasta las rodillas, ondeando a mi paso, verde oscuro. Había previsto el terreno irregular al que me enfrentaría así que me había calzado con unas botas minimalistas color tierra mojada que permitieran sentir el contacto con el suelo y la completa articulación de los pies. Llevaba al cuello, colgados de un cordón chocolate, todos los amuletos que poseía y en mis dedos los anillos adquiridos por todos los libros que poseía, conscientemente colocados en dedos asociados a cada uno para un rápido uso e identificación de los mismos. A mi cintura enganchado el monedero de piel de Moke y en el fino y discreto bolsillo lateral de mi pantalón, creado para ese fin, se alojaba mi varita, Dror. Sí, iba preparado. Como he advertido, no era la primera vez. A medida que subía por las montañas, la altitud reveló una niebla que se iba espesando a mi alrededor. Apresuré el paso para no llegar tarde al encuentro con la Guerrera Uzza y en cuestión de minutos los terrenos de la escuela de magia japonesa se extendieron ante mis ojos. Tardé algo más de lo esperado en encontrar un acceso, pero llegué al punto exacto donde me había citado a la par que otro joven, bastante musculado, al que nunca había conocido. Estábamos en un claro del bosque, dentro de los límites de la escuela, cercada por una muralla camuflada entre la vegetación (aparte de todos los hechizos anti-muggles y de protección con los que seguramente contaba). Casi no se podía distinguir dónde estaban esos límites, pues desde una perspectiva más alejada de la isla, uno no podría ver más que un increíble edificio de blancos destellos rodeado de naturaleza, aparentemente salvaje aunque perfilada. En aquel claro, esperaba ella, la imponente y calmada Guerrera Asenath. Sólo pude contemplar sus intensos ojos grises mientras el que iba a ser mi compañero se presentaba. Lejos de asustarme o tensarme, mi calma se extendió más allá de los poros de mi piel. Estaba tranquilo y sentía, en mucho tiempo, paz. - Adrian Wild --dije inmediatamente detrás de él--. Preparado y dispuesto. Casi reverencié a la mujer, pero me contuve. No conocía los códigos de aquel pueblo y no quería realizar ningún gesto equivocado. Tampoco había tiempo que perder; era cuestión de minutos tener que mancharnos las manos en las vicisitudes del libro.
  20. ESTUDIOS MUGGLES La verdad era que el plan sonaba fenomenal. Un fin de semana entero con mi sobrino, lejos de todo cuanto habíamos vivido aquellos meses en la familia, de ataques, problemas, incendios y responsabilidades. Un crucero, alta mar, y lo más emocionante, ¡no sabía cuál era nuestro destino! No había querido especificármelo en la lechuza, pero aquella aventura se me antojaba emocionante: relación completa con muggles, buen tiempo y un descanso más que merecido. Sin magia. Bueno, aquello último me angustiaba un poco. Últimamente había tenido mucha conexión con las fuerzas mágicas que había usado, y el hecho de tener que dejar la varita atrás me suponía... Una pérdida. Pero debía intentarlo. De algo debería servir estar en contacto durante más de doscientos años con el mundo muggle y conocer la mayoria de sus avances, novedades y comportamientos. Wilmo seguía sin entender por qué tenía que cursar aquella asignatura, y mucho menos entendió cuando le dije cómo se iba a desarrollar. - ¿¡Sin varita!? --Para cualquier elfo domético, el que privaran a un mago o bruja sin varita y sin magia era algo imperdonable--. ¿Y piensa...s seguir esa norma? Sonreí al recordar su estupefacción, mientras contemplaba a través de la ventana del autobús el puerto que empezaba a acercarse por la derecha de la carretera. El clima realmente nos había sonreído aquel fin de semana en la isla, algo completamente sorprendente. Estaba seguro de que Matt había estado revisando semana tras semana la previsión meteorológica, tanto mágica como muggle, hasta dar con el momento idóneo para poder llevar a cabo nuestra escapada. Lo tendría todo bajo control. Cogí la mochila con la ropa necesaria para el fin de semana de debajo del asiento delantero y esperé pacientemente a que todo el mundo se bajara del armatoste a motor. Tuve que sacar de la misma las gafas de sol redondeadas cuando la luz me cegó por completo al bajar el último escalón. Comprobé que mi monedero de piel de Moke seguía ahí. No, no había incumplido ninguna norma, sólo llevaba algunos galeones que había cambiado por libras un día antes y mi par de espejos comunicadores. Era lo más parecido que tenía a un teléfono móvil y estaba seguro de que, en caso de necesidad, Matt también agradecería poder comunicarnos, aunque esperaba no tener que usarlos. Estiré mi cuerpo y me coloqué los pantalones ajustados grises con un roto en una de las rodillas. No me solía gustar llevar pantalones cortos, la blancura de mi piel era demasiado llamativa, sólo me había guardado un bañador largo en la mochila. Mis pies estaban cubiertos también completamente por unas zaptillas de tela beige, combinadas en color con una camisa de lino con cuello en uve muy abierto y manga de tres cuartos suelta, que dejaba a la vista el medallón para avisar de peligro sobre mi pecho. ¡Sí bueno, lo había llevado! Pero nadie vería nada raro en él. Era un colgante más, y su brillo, en caso de que se pusiera en funcionamiento, sólo lo vería yo. Seguí las indicaciones del guía que nos iba a llevar a todos al muelle donde el barco nos esperaba, hasta que vi al pelirrojo esperando cerca de la pasarela donde un grupo de tripulantes cargaban los equipajes a la bodega, apoyado en una moto voladora. - ¡Si llego a saber que se puede meter en la bodega hubiese traído la mía! --fueron las primeras palabras que le dediqué, terminadas en un abrazo--. Bueno, ¿me vas a decir ya dónde vamos? Aunque confieso que me emociona no saberlo. ¿Le distraería lo suficiente como para que tardase en reconocer el colgante? @@Matt Blackner
  21. Crucé el umbral de la puerta mientras me descubría la cabeza, dejando que la amplia capucha de la capa de viaje grisácea cayera sobre mis hombros. Al parecer el viejo tablón de madera que permitía el acceso al lugar no era lo único reseco y árido. Todo allí dentro parecía un desierto de polvo, oscuro y asfixiante, repleto de tomos enormes y libros deshojados que habían olvidado lo que era que unas manos los rozasen y acariciasen sus páginas. ¿Cómo se podía tener una librería tan desatendida? Era cierto que yo no era el más indicado para criticar el desatender un negocio, pero desde que había abierto el Ars & Vita, nunca lo había dejado desatendido del todo y contaba con un equipo de elfos que permitían que todo siguiera funcionando aún cuando yo no pudiera ocuparme. Pasé mi mano izquierda sobre alguno de aquellos libros, sintiendo cómo el cuero que los encuadernaba se estremecía ante la relativa calidez de mis dedos. Curioso lugar para llevar a cabo nuestro propósito. Sí, evidentenemente estaba allí por una invitación, ¿por qué si no iba a entrar en un sitio como aquel? Hubiera pasado completamente desapercibido ante mi mirada; de hecho así había sido durante todo aquel tiempo. No me di cuenta de la montaña de libros en la que mi capa se había engachado, por lo que me aparté de un salto empuñando a Dror de inmediato cuando los libros se desparramaron por el suelo a mi paso. - Gaste cuidado, caballero. Dudo que los libros le puedan atacar. Me giré de inmediato, apuntando en dirección a la voz que me interpelaba. Descubrí que, a un metro escaso de la punta de la varita, un anciano rostro de perlados ojos agrandados por anteojos y un curioso sombrero de punta me observaba con calmada respiración y una sonrisa en los casi inapreciables labios. - Disculpe, señor --dije inclinando la cabeza y guardando de nuevo a Dror--. Se respira demasiada tensión en las calles y... Hay gestos que se han vuelto involuntarios --me excusé--. Buscaba a Anthony Ryvak, recibí su lechuza hace una hora citándome en este lugar. Ciertamente las cosas estaban muy tensas aquellos días, y más aún lo había estado yo con demasiadas empresas que llevar a cabo. No era de extrañar que, en mitad de todo ese movimiento, de todas mis pesquisas y exploraciones, hubiera conocido al joven de pelo verde que me había suscitado cierto interés de pensamiento y acción. Él mismo, en una de aquellas conversaciones de las que nos habíamos hecho frecuentes en locales donde se servían tragos e historias sin medida, me había informado sobre las profecías que hacía unos meses habían sido descubiertas, de su contenido y de la importancia del misterio de las fuentes sagradas. El tiempo de recuperación que tuve que otorgarme tras el suceso en la mazmorra de Lázarus, todo lo que ya rondaba por mi cabeza, se vió alentado a actuar ante el inminente temor de que todo el mundo que conocíamos hasta la fecha pudiese cambiar tresciento sesenta grados. Y Anthony me había propuesto entrenarnos para enfrentar lo que estaba por venir... Lo que ya había llegado. @ @@Anthony Ryvak Dracony
  22. - Bolinda, escúchame, tenemos que hacerlo. - Amito, le respeto y respetaré de por vida --¡faltaría más!-- pero no podemos arriesgar el negocio de esa manera. ¡Nos convertiríamos en un blanco seguro! Aquello me ocurría por ser tan permisivo con los elfos. Era cierto que me gustaba que se expresaran, que no tuvieran miedo a opinar y hacer observaciones sobre mis decisiones, pero cuando tenía una idea clara sobre algo no podía permitir tanta negación. Miré a la elfina, contemplando el brillo impostado de seguridad en sus ojos, ocultando un temor en lucha con aquel talante valiente que me mostraba, casi desafiante. Sopesé dejarle claro que no tenía ningún derecho a rebatirme, ni a decirme lo que tenía que hacer con mi negocio, pero eso ella ya lo sabía. Y yo era consciente. - Lo vamos a hacer. Punto y final. Prepara a los chicos. Y Melinda... --No sabía ya qué hacer con aquella elfina tan complicada--. Que revise los túneles. Dile que me reuniré con ella allí abajo. La elfina intentó disimular su sorpresa, completamente reprobatoria, pero sus ojos saltones casi salieron disparados de sus órbitas. Ella era la única en la que había confiado hasta entonces para revisar y asegurar las protecciones de los pasadizos secretos que había bajo el local, jamás revelados a nadie más allá del equipo de elfos y la dirección del centro. Se ofendió, por supuesto que se ofendió. - Ipso facto, Bolinda --dije, previniéndola de no decir nada más. Sabía lo que había ocurrido el tiempo que había estado ausente, el tiempo de mi secuestro. No había sido fácil superar todo aquello, la historia con Lázarus, tener que alejarme momentáneamente de los Potter Black para evitar esos recuerdos. Sabía que Bolinda todavía no había encontrado una explicación; no había encajado que su amo tan apreciado y que tanto la apreciaba, hubiera desaparecido sin decir nada y hubiera vuelto diciendo mucho menos y con un carácter diferente, extraño, seco. Sabía que ella, llena de la seguridad que mi confianza le había infundido, había tomado decisiones difíciles por mantener el negocio, hasta llegar a suplantarme y, no sólo no había recibido ninguna muestra de agradecimiento, sino que ahora le otorgaba a Melinda, férrea detractora suya, una función que hasta ahora sólo había llevado a cabo ella. La había traicionado, o al menos así lo había sentido ella. Lo que todavía no comprendía era que tenía que enseñar a Melinda, tenía que enseñarle lo difícil que era ser ella, la responsabilidad que siempre recaía sobre ella, para que dejase de odiarla. Me reacomodé en la silla acolchada y miré por la ventana. Los pocos locales que había alrededor de los terrenos del Ars & Vita habían cerrado o abrían ocasionalmente. El teatro hacía dos meses que había cancelado toda su programación, y todavía tenía que terminar algún que otro papeleo para aplazar de forma indeterminada el Festival Internacional de Teatro Mágico. Sin emabrgo, el Ars & Vita colaboraría con todos aquellos que intentaban darle refugio a quien lo necesitara. Se modificarían todos los espacios de la primera y segunda planta para crear dormitorios ampliados mágicamente, la azotea se cubriría, alojando una gran cocina y un comedor que, aunque de manera racionada, suministraría alimentos y comidas calientes y abajo, en las salas de espectáculos, se crearían espacios de actividades variadas, socialización y distensión. Por eso, ante tal recepción de gente, los túneles y lo que escondían debían permanecer bien protegidos y lejos de que cualquier mago o bruja que intentara curiosear por el lugar. Ahora, debíamos pensar cómo darnos a conocer, y para empezar, escribiría algunas cartas a mis principales contactos. No podíamos mostrar el local abierto de par en par y con un gran cartel que dijera "refugio". Debíamos ser discretos para no convertirnos en un blanco, como temía Bolinda.
  23. ¡Justo lo que necesitaba! jajaja Pues aquí que me lanzo, a ver si practico un poco que lo voy a necesitar también para los libros :3 Nick: Adrian Wild Bando: Neutral Nivel Mágico: XIV Libros que posee: Hasta Libro de la Sangre (N.7) Aunque bueno, espero sacarme ya de una maldita vez el del Equilibrio este mes que entra. ¡Fumus hummus!
  24. Centro de Atención de Emergencia "Sangre de Cristo" 13 de marzo, madrugada Ahora comprendía todo. Por eso estaba ocurriendo aquel sinsentido en las calles muggles de Londres. ¡Vaya una auténtica locura! ¿Cómo habían podido permitir que el mismísimo Ministro de Magia británico, máximo responsable de nuestra comunidad mágica, hubiera arrancado con tamaña soberbia el velo que nos había estado protegiendo durante más de trescientos años? Ni siquiera yo, con tantos años a mis espaldas había conocido Londres sin esa protección. No podía creerme que no hubiera controles en sus discursos y comparecencias, que no estuveira todo programado, que... ¿Y si no había sido sólo decisión suya soltar aquella sentencia? Con un gobierno liderado por mi hermana, por muy payasa que fuera, esto no hubiera sucedido. No podía imaginar qué ocurriría si... Si... - ¿Pero, a quién tememos exactamente? ¿A los muggles o a nosotros mismos? Mi observación fue lanzada al aire insconscientemente. Ni siquiera había pensado en que diría algo así. Sin embargo, podía imaginar de dónde surgía: de mis años de experiencia relacionándome con ese mundo del que nos habíamos apartado por terrores pasados. Pero, el pasado era eso, pasado. Yo mismo sabía cómo se comportaban los muggles frente a la magia, aunque jamás pudiera revelar mi familiarización con descubrirle nuestro secreto a la familia muggle que había significado mi único hogar durante los primeros años de mi vida . Ellos jamás me habían traicionado, aunque era cierto que vivían cada muestra de magia como algo excepcional, como algo de lo que poder aprovecharse; pero nunca lo habían hecho. Nunca me habían tenido miedo. La causa de todos los miedos es el desconocimiento, eso lo sabía bien. Yo había temido a mi padre, a reencontrarme con él antes de saber que estaba muerto, hasta que descubrí... Hasta que conocí más sobre él. - Quiero decir --me había percatado que mi observación, aunque inconsciente, había dejado perplejos a ambos hombres, y debía solucionarlo--, ¿por qué nos han de temer si no les damos motivos para ello? ¿Por qué debemos volver a cánones antiguos? Quizá seamos nosotros los que no sepamos no estar por encima de ellos, infundiéndoles temor. Ante la estupefacción de mis palabras, que ni yo mismo creía, decidí tirar por la tangente: - Creo que aceptaré esa sangre. Estoy delirando. Llevo días sin probar... --"Ya lo has empezado, Adrian, ahora termínalo", mi mente me jugaba aquellas malas pasadas--. Bocado. La situación era mucho más complicada de lo que había imaginado. No pude mantener la mirada fija en mis interlocutores, por lo que observé cómo desde unas puertas situadas al fondo del refugio el grupo de magos y brujas encargados de la cocina repartían toda clase de austeras comidas a los comensales distribuidos entre dos grandes mesas alargadas a los lados. Qué raro. Allí no había elfos. Edito: olvido menciones, para variar... @@Rory Despard @@Syrius McGonagall @@Sherlyn Stark
  25. @@Ellie Moody Quizá la notificación con la mención era en un post nuevo, para hacerte puente, y la incluí en el post modificado xD Por si acaso te hago el puente y te vuelvo a dar las gracias. *la apapucha* En cuanto tenga la historia renovada la traigo, que por lo que leí este cambio no cuenta como el mensual (aunque bueno, ya se me va a pasar a abril xD). Y... ¡Fumus, hummus!
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