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(¯\_¤~-Dumbledore's Night-~¤_/¯) (MM B: 100837)


Sally Sigel
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Los minutos pasaban (o al menos eso le parecía la ojiverde) y la compañía seguía sin aparecer. No se sentía cómoda estando sola en un lugar como aquel; de hecho no se sentía cómoda estando sola en cualquier lugar que no fuera su hogar. Tenía ese defecto. Simplemente no sabía cómo sobrellevar la soledad.

 

Quisiera algo suave, sin mucho alcohol –explicó a la mesera que se encontraba más cerca.

 

Afortunadamente no era la única persona solitaria. Momentos después apareció una chica de cabello violeta oscuro que parecía familiarizada con el sitio, y aunque no la conocía ni cruzaron palabra de alguna ya no se sentía tan fuera de lugar.

 

La mesera regresó casi al instante y colocó sobre la mesa una bebida pero la timidez de la pelirroja le impidió preguntar qué era; además prefería no saberlo y averiguar después de descubrir si le gustaba o no. Estaba bebiendo un poco cuando una pareja arribó al club. Como estaba sentada en una mesa apartada era difícil que la vieran, pero eso no le impidió reconocer a Cye. Parecía feliz y se alegró por ella.

 

No obstante su sonrisa pronto se tornó un poco triste. Pensó en Elvis y en lo maravilloso que hubiese sido que estuviera en ese momento con ella. Pero el trabajo del Gryffindor demandaba tiempo y dedicación, y en ocasiones no podían estar juntos como lo deseaban.

 

Tomó otro trago de la bebida. Era dulce pero eso no impedía que se notara el paso del alcohol por su garganta, provocando una leve sensación de cosquilleo en esa zona. En ese momento se escuchó una linda melodía que reavivó algunos recuerdos.

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Hacía mucho que no me daba el lujo de pasear por las calles de Ottery. Y cuando lo hacía, al final terminaba en cateo o en vigilancia. Las únicas veces que me había permitido rejalarme a consciencia había sido con Richard, por lo que adivinando que quizá aquella noche corría peligro de caer nuevamente en algún tipo de revisión, me llevé a mi hermano como la excusa perfecta para hacer cuanto quisiera.

 

El local que él había elegido para mí tenía todo el estilo de Richard plasmado desde el letrero. Incluso el interior, iluminado por las luces de colores y las mesas, la pista en semioscuridad... todo parecía dispuesto con un gusto sumamente parecido al de mi hermano, con la diferencia de que él prefería los clásicos por encima de los estilos geométricos, incluso para locales como las discotecas o zonas de ese tipo.

 

Alcancé la barra exhausta de pelear conmigo misma. Richard me observaba pasándosela en grande, como siempre que yo la pasaba mal, así que no podía conseguirle mejor noche que esa. Eso claro, hasta que notamos la figura de una pelirroja apenas a pocos metros. No la habíamos visto bien por culpa de las luces, pero principalmente porque habíamos estado bastante enfrascados el uno en el otro, tratando de poner nuestras mejores caras, de forma que el hermano de turno no pudiera burlarse a sus anchas.

 

-¿Poulain?

 

Lo solté casi por inercia. Sólo le había visto un par de veces y aun así...

 

-Eres tu -indicó mi hermano sorprendido.

 

Fue entonces cuando caí en cuenta de que él también la conocía. Después de todo, era él el que había escrito el letrero de su bienvenida, aunque esta se hubiera visto opacada por nuestra ineptitud al momento de celebrar ese tipo de cosas. Richard fue más rápido: se acercó y la saludó tomando su mano y plantándole un suave beso en el reverso de la misma, como siempre solía hacer con las chicas. Era una costumbre antigua suya, que no había conseguido quitarse ni con un par de siglos de modernidad.

 

-Hola Poulain -dije esta vez más segura-. Me sorprende verte aquí.

 

En aquellos momentos la mesera se acercó. Richard le dedicó una de aquellas sonrisas suyas, al momento de pedir una barrilillo de cerveza, de forma que la animada jovencita lo trajo más rápido de lo que había creído humanamente posible. De no ser porque no le había prestado atención, habría jurado que lo había llamado con el encantamiento convocador y no se había movido para nada.

 

Mi hermano agradeció con otra sonrisa ladeada y sirvió dos pintas para ambos; luego, se volvió dubitativo hacia Poulain.

 

-¿Te unes al concurso, Poulain? Hemos apostado cinco galeones y un juego de gobstones de plata a que hoy ella caerá ebria hasta el aturdimiento. Si ella consigue que yo lo haga primero, va lo mismo. No necesitas apostar, pero cuantos más compartamos este arsenal -le dió unas palmaditas al barrilillo- tanto mejor ¿no te parece?

 

Evalué con calma la actitud de Richard. Si bien es cierto en ese tipo de situaciones no sabía lo que era la cautela, estaba siendo bastante amable con Poulain. Sólo cuando dijo aquello último, me di cuenta de que él la consideraba una camarada por el lugar en donde la había conocido. En otras palabras sabía que era alguien de mi confianza. Aquello me halagó un poco, pero también hizo que me preguntara si es que la evidente timidez de Poulain aguantaría la amabilidad de Richard. Podía llegar a ser bastante cortante y por otro lado, a veces asfixiante. Al menos aun se mantenía en un punto medio.

 

En aquel momento, Richard alzó su copa y probó la cerveza. Se sirvió la segunda pinta y agregó jovialmente.

 

-Un poco de ventaja para mi hermana menor. Entonces ¿qué dices?

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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La Poulain volvió a tomar un poco de su bebida, pero lo hacía más por inercia que por placer. No encontraba otra manera de entretener el tiempo, y a ese ritmo pronto tendría que pedir otra copa o irse. Comenzaba a hacerse a la idea de que Elizabeth no llegaría, por eso le sorprendió escuchar que alguien la llamara por su apellido.

 

Bastaron sólo un par de segundos para que reconociera a Pandora y a Richard. Recordaba perfectamente los nombres de ambos; aquello era todo un suceso dado que tenía una pésima memoria para recordar rostros y nombres, aunque tal vez tenía que ver con el hecho de que ellos le habían dado la bienvenida a Grimmauld Place cuando regresó a la Orden.

 

Apenas había tenido tiempo de murmurar un «hola» cuando, tomándola desprevenida, el hermano de la exlíder le dio un suave beso en la mano. Sólo otro mago la había saludado de esa manera: Marcellus. Aquel gesto revivió el viejo recuerdo, una inolvidable cena con aquel apuesto chico. Esbozó una pequeña sonrisa, pero era difícil saber si le sonreía a Richard o si lo hacía por lo que había recordado.

 

He de decir que también me sorprende encontrarlos aquí –comentó invitándolos a que se sentaran con ella–. Esperaba a una amiga, pero tal parece que olvidó que fue ella quien me invitó (?) –la mesera que la había atendido se presentó enseguida y la pelirroja no pasó por alto la manera en que miró a Richard. Éste parecía tener éxito con las mujeres, casi de manera similar a su hermano Salazar.

 

Luego de que la mesera se alejara por tercera vez, prestó atención a lo que el joven le decía y de vez en cuando desviaba la mirada hacia Pandora; no se hubiera podido imaginar que hiciera aquel tipo de apuestas con su hermano mayor. Daba la impresión de que ambos mantenían una buena relación, y la pelirroja no pudo evitar que el sentimiento de vacío se expandiera al pensar en Salazar.

 

B-bueno, creo que nunca he tomado tanta cerveza –comentó un tanto preocupada por la reacción que podría tener.

 

Sus hermanas Regina y Effie eran fanáticas del tequila, una bebida originaria de un extraño país que la paladín no conocía, y sólo estaba acostumbrada a beber eso en grandes cantidades sin peligro de embriagarse. Nunca antes había tomado mucha cerveza y no estaba segura de qué efectos podría producirle.

 

¡Pero qué más da! -exclamó- Creo que puedo acompañarlos tomando un poco. Además necesitarán que alguien se mantenga un poco sobrio para saber quién de los dos gana, ¿no? –bromeó–. Ah, y por cierto, pueden llamarme simplemente Annick –agregó guiñando el ojo derecho, pero de pronto se le ocurrió algo– ¿También puedo llamarlos por sus nombres o prefieren que use su apellido?

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Escuchó como la mujer habría levantado para de nueva cuenta cerrar la puerta que dejaba aquella mesera, a quién habría visto de reojo y dicho unas palabras segundos antes. El sonido del cerrar de la puerta le confirmó al italiano que la Dumbledore estaba por responder a las pretensiones que le habría tratado de decir; sin poder adivinar la mujer. Kris por su parte simplemente cruzó sus piernas y tomando un sorbo de aquél vaso de whiskey esperó alguna palabra de respuesta de parte de la mujer; aunque las palabras anteriores no le habrían gustado, puesto que el confiaba ciegamente en su familia.

Quizá fue un error venir a verte Sally. Alguien que desconfía de mi propia sangre. Yo a Mia la defenderé siempre; se que es una Malfoy pero estoy completamente seguro cuando digo que fue obligada.

Sentenció un tanto tenso el vampiro mientras en sus pensamientos las palabras de la mujer resonaban. Quizá habría estado demasiado duro, o quizá las palabras inculpando a su hija le habrían dolido de más demasiadas circunstancias habrían irritado al italiano quién solamente llenaba su copa con un nuevo liquido antes de pensar sus siguientes palabras.

No puedo negar que quizá ella tenga inclinaciones oscuras; nunca la eh visto practicándolas, sin embargo necesito que confíes cuando te digo que no lo hizo a voluntad… necesito saber que confías en mi.

Finalizó posando su mirada en la de la mujer.

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Le sorprendió su respuesta, no esperaba que defendiera a su hija y eso en parte la hizo sonreír al ver que el mago tenía ese tipo de sentimientos y lealtad hacia su familia. Pero por otra parte la ponía triste, la hacía sentirse rara. Lo miró fijamente por unos segundos, tratando de adivinar en sus ojos si sus palabras habían sido demasiado directas. Suspiró, porque aunque quisiera no podría entenderlo...

 

Ella sabía que su hermana Lyra estaba relacionada con los mortífagos, así como su hermana sabía que ella estaba relacionada con la Orden. Pero nunca la traicionaría, hasta ahora había encontrado la forma de no verse implicada en nada que tuviera que ver con su captura y esperaba que así fuera por un largo tiempo. Sin embargo, si se diera aquella situación, ella jamás podría defenderla y sabía que su hermana tampoco la defendería a ella, en ese aspecto serían más leales a su bando que a sus lazos afectivos. Tal vez un hijo fuera diferente, uno querría defenderlo y siempre creería lo mejor de él. Ella... nunca lo había experimentado de esa forma, no aún.

 

- Lo siento - dijo por fin, acercandose a él y poniendo sus manos sobre sus hombros - Creeme que para mi no es fácil confiar en los demás, he visto demasiadas traiciones a lo largo de mi vida... Pero confiaré en tí - le sonrió y le dio un beso en la mejilla, tras lo cual se alejó rapidamente. Había querido disculparse de esa forma, porque realmente parecía haberlo lastimado con sus palabras y esa no era su intención. Se acomodó contra el respaldo del sofá y se relajó - Entonces, qué planeas hacer?

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"Cuando mi voz calle con la muerte,

mi corazón te seguirá hablando."

- Rabindranath Tagore

 

Todo iba demasiado perfecto esa noche para mi esposa, Cye, y para mi, la música encajaba perfectamente con nuestros sentimientos y, sí, con nuestros movimientos en la pista de baile. Terminamos moviéndonos al ritmo de tres melodías más antes de poder tomar asiento en nuestra mesa de nuevo para descansar un poco; no es que estuviésemos cansados, simplemente que la salida también era para disfrutarnos de otra manera.

 

Le tomé la mano a Cye mientras brindábamos nuevamente y veíamos a nuestro alrededor, creí reconocer a lo lejos a unos cuantos conocidos pero me quedé en mi sitio, la verdad es que ésta noche era sólo de nosotros dos y no quería, por el momento, tener a terceros en nuestra conversación.

 

- Hubiéramos ido a cenar antes, ¿no crees? - Le dije al oído aquellas palabras para que me escuchara sin dificultades - Creo que hay restaurantes muy buenos al final del callejón, antes de llegar a Moon's River. - Un trago más a mi bebida en aquella pausa. - Tenemos que hacer esto cada semana amor, esto es tan... especial.

 

Un par de tiernos besos en los labios antes de que me respondiera la rubia para que, después, rellenara nuestras copas con aquel vino espumoso. Nuestras manos estaban juguetonas aquella noche, mientras hablábamos, por debajo de la mesa no nos podíamos dejar en paz aunque lo hacíamos tranquilamente: eran juegos de enamorados. Mi mano se intentaba escapar de la fuerza de Cye para rozar su abdomen y provocarle una risa más audible aunque mi querida esposa era astuta, no me dejaba cumplir con mi objetivo al cien por ciento.

 

- ¿Hay alguien en la casa? - Pregunté cuando la música bajó un poco de volumen en una parte de la actual canción - No quiero llegar haciendo en un escándalo, sobre todo porque estas copas podrían durar un poco más si sabemos como aprovecharlas.

 

Todo estaba planeado desde hace días: una salida a bailar y, después, un dulce encuentro en nuestra habitación.

Editado por Ishaya

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La noche trascurría de forma maravillosa, se sentía como en un cuento de Hadas con príncipe y todo, así se sintió cuando conoció a su esposo y así se seguía sintiendo después de tres años de casados, las mismas cosquillas, las mismas mariposas en el estomago con su cercanía, si algo había cambiado era que lo amaba más y por supuesto lo conocía mejor, no habían dejado de ser amigos, confidentes, amantes y lo único que les faltaba llamarse era padres, no porque no lo fueran ya por diversas circunstancias de la vida, sino porque aún no habían vivido juntos aquella etapa que seguramente cuando les tocara sería tan especial como el resto de su historia.

 

La canción acabo y volvieron a la mesa, las burbujas hacían cosquillas en la garganta de la chica que bebía despacio, saboreando no solo la bebida, sino los besos, las miradas y por supuesto las caricias juguetonas y encubiertas.

 

—Cenar…¿ tienes apetito?— pregunto la rubia echando el cabello hacia atrás y dejando expuesta toda la línea de su cuello, años atrás no hubiera hecho la pregunta, ni siquiera se le hubiera ocurrido, no con la intensión que llevaba, pero ahora era diferente ambos, al menos ella había aprendido, tenía un excelente maestro.

 

—Si seguro que hay lugares espectaculares, el callejón alberga a tantos negocios nuevos, que debemos proponernos conocerlos y por supuesto— acerco los labios al mago y los roso susurrando.

 

—Ir de compras— Cye seria todo lo que quisieran, pero era bruja y ¿a que bruja no le gustaba ir de compras con los galeones de su marido? era irónica la situación, por lo general a los magos no les importaba desprenderse del dinero mágico, siempre y cuando no tuvieran que desperdiciar tiempo, en cambio a las brujas les encantaraban las compras pero eran más excitantes, si, si, excitantes si lo hacían en compañía de sus maridos y Cye no era la excepción, así que no podía dejar de hacer alusión al respecto.

 

—Jajaja, no importa si hay alguien en casa, tenemos un piso para nosotros solitos— dijo al tiempo que interceptaba una mano traviesa bajo la mesa.

 

—Ahora que lo dices, creo que me está dando hambre— sonrió traviesa y dio otro sorbo a la copa a medio llenar.

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"Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo;

por un beso... yo no sé qué te diera por un beso."

- Gustavo Adolfo Bécquer

 

¿Cómo no se me había ocurrido antes lo de las compras? Era obvio que a mi mujer le encantaría pasear una tarde por el gusto de gastarse unos cuantos galeones en ciertas tiendas y, claro, no negaré que yo también disfrutaba de ese tipo de paseos. Al menos podíamos contar con nuevos planes para estos días, para las próximas semanas, para todo el año, ¡para toda la vida! Lo importante era que lo haríamos juntos.

 

- Bueno, si es así... - me terminé la copa de vino y le pedí al mesero que me trajera la cuenta - es momento de buscar un sitio donde comer, ¿te parece?

 

Habíamos disfrutado mucho la música del lugar y el ambiente en general pero, aprovechando la hora, podríamos llegar a otro local del callejón y mantenernos con la expectativa de lo que podíamos hacer. Al final terminaríamos en el castillo, lo sabíamos, pero una de las mejores cosas de nuestra relación era simplemente disfrutar uno del otro en cualqueir momento y en cualquier circunstancia y esta vez no sería la excepción.

 

El mesero llegó con la cuenta y unos cuantos galeones cubrían con eso y hasta el 15% de lo que el joven se ganaría; tomé el abrigo de mi mujer y la cubrí mientras yo agarraba el mío para salir del lugar.

Editado por Ishaya

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Ante su último comentario el mago la miro enigmático y luego su semblante volvió a ser el mismo de antes risueño, hermoso, ella por su parte no había dejado de mirarle, de bebe de sorbito en sorbito la burbujeante bebida, todo era un juego divino de palabras, miradas, gestos y coqueteos, estaban en público, y aunque la nocturnidad los amparaba, nadie hasta el momento podía decir que no eran correctos.

 

—Si, si, vamos— dijo dejando de lado lo que quedaba de su bebida, después de que pidieran la cuenta y su marido se encargara de esos detalles, la ayudo a cubrirse con el abrigo, Cye observo la pista por un instante, así como las mesas aledañas, había sido una bonita forma de conocer el establecimiento, seguramente esa no sería la última vez que lo visitaran, pero por aquella noche había la velada allí concluía.

 

—Gracias por traerme a conocer el lugar, te amo— le dijo dándole un besito fugaz, antes de encaminarse hacia la puerta y desaparecer entre los transeúntes que por aquellas horas transitaban el Callejón Diagón.

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Entiendo...

Fueron las ultimas palabras que salieron de los labios del italiano, pensando quizá en lo que habría mencionado la Dumbledore. Tanta responsabilidad le habrían quitado aquella bonita sensación de confianza a la mujer, era comprensible que después de todo no era nada fácil el sobrellevar una responsabilidad tan grande como la de defender a decenas de Fenixianos, luchando precisamente contra personas en las que seguramente su hija pudiese estar inmersa.

De pronto aquél suave beso hizo regresar la mente del vampiro, llenándolo de enigmas las cuáles pronto se esfumaron al escuchar de nuevo las palabras de la Dumbledore acerca del como proceder ante la difícil situación. Observó a su alrededor, cerciorándose que ninguna persona estuviese cercano aunque en realidad encerrado entre aquellas paredes, era prácticamente imposible el escuchar si alguien se encontraba afuera, como la plática que sostenían ambos.

Pensaba, que quizá pudiéramos fingir, quizá una relación... y aquella noche... tener una coartada, si te llegan a interrogar.

No era fácil para el vampiro aquella decisión, no por que la mujer no le agradara; sin embargo la situación lo amerita, sabía que sus hijas lo necesitaban y prácticamente desde hacía un tiempo a la única persona que conocía y que estaba seguro habría la suficiente confianza como para pedirlo era sin lugar a dudas la mujer: Sally Sigel.

Sé que no es fácil. Pero eres la persona en quién más confío y sé que si me pasara algo... cuidarás a mis hijas...

Sentenció posando su mirada en el rostro de la mujer.

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