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La Taberna del Loro Tartamudo


Beltis
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"Cualquier persona es bien recibida, mientras pague su copa y no enfurezca a Mauricio."

 

Letras blancas sobre tosca madera. Ladeó un poco la cabeza y siguió adelante, del mismo modo que le pasó de largo al letrero de la entrada. La Taberna del Loro Tartamudo. Algunas personas no se cansaban de tener creatividad tan ridícula.

 

Era característico que el local tuviese una iluminación casi nula, pero logró barrer el lugar con su densa mirada. Inquebrantable y estruendosa, reflejaba el latir del diluvio de pleno febrero en sus pupilas dilatadas. Los latigazos de la luz rodeaban todo el lugar, incluyendo la superficie de la máscara que escondía su rostro. Al igual que el sonido de los rayos que bajaba del cielo como tambores.

 

Por un momento se detuvo; alzó la mirada y visualizó la barra. El lugar era un completo abandono que era gozado por los clientes. Ninguno parecía exigir condición alguna, salvo que su último trago estuviera rebosante. Mortífagos, en qué momento dejaron de ser los mortífagos que eran antes.

 

La capucha de su gabardina se mantenía resguardando sus cabellos, la lluvia no había logrado llegar a él por ningún motivo, salvo por el hecho que se deslizaban por todo el borde del cuero hasta llegar al suelo de manera menos estrepitosa. El rastro de Patrick Colt al entrar al lugar solo estaba seguido por charcos de agua.

 

Extrajo la varita del interior de la solapa izquierda y se aferró a ella como dependiera de ello para no caer a un precipicio. Avanzó, sigilosamente, recordó que llevaba su máscara en el rostro y susurró.

 

- Mauricio - la voz llevaba una sensación como si arañara, rasgaba y hería. Era fría como la brisa de lluvia que corría por la taberna.

 

- S-se-señor - dudó al ver la máscara. No podía repetir lo que sabía, pero era él, El Cardenal de la Muerte, esa aura del mortífago enmascarado más buscado de todos los tiempos. Sanguinario despiadado de pie frente a él, como si no hubiese un nuevo mañana. Trastabilló y reposó su mano sobre el aparatejo del bar para no ir más atrás y lograr apoyar la botella que limpiaba, sobre su tarugo.

 

El olor a vidrio y a sal se hicieron evidentes. Mauricio no podía ver la sonrisa en el rostro del mortífago pero la sospechaba, trago profundo y sintió sabor a sangre. Cayó en la cuenta que se había mordido un labio.

 

- Tanto tiempo.

 

- Los Malfoy - preguntó serenamente.

 

- No se les ve ya casi, mi señor.

 

- Y los Black - el Cardenal de la Muerte insistió.

 

- Están resurgiendo con mucha fuerza.

 

Levantó las cejas y dejó escapar un bufido de risa. Asintió lentamente, su varita no dudó en emitir el vibrato.

 

- Interesante - concluyó.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase
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  • 4 semanas más tarde...

Le pido a Dios que me alcance la vida para decirte, todo lo que siento gracias a tu amor, que me da luz, que es el despertar, que me llena de calor el mundo para no perder el rumbo ♫ —raro, sí, pero Maida Ivashkov, paseaba por los terrenos de Hogwarts canturreando una canción que ni siquiera podía decir de quién era. Aunque claro, para ella, estaba claro quién la había inspirado. Era lo hermoso de pertenecer a un mundo selecto de personas llenas de magia. Ayer había pasado la noche en un país frío como su vieja y amada Bulgaria y hoy estaba ahí, sintiéndose tan cálida en los jardines de Hogwarts, buscando el refugio de una Taberna que se había colado en las conversaciones con viejos mortífagos.

 

Debía reunirse con Alegna Black Lestrange, desde aquel raro incidente en el Callejón Diagon no la había vuelto a ver. No temía por su seguridad porque sabía que seguía cumpliendo con sus labores dentro del bando, sin embargo, quería verla. Era una de las pocas personas que podía considerar como una "amiga" dentro del lugar, sin tener que andarse cuidando las espaldas. Hacía no mucho había enviado a su elfo doméstico para comunicarle de su invitación y esperaba que no surgiera ningún inconveniente.

 

— Aquí estamos —dijo poniendo uno de sus pies dentro del local llamado El Loro Tartamudo.

 

Le causó gracias que aquel local también guardara cierta relación con el bando tenebroso, pues, con esa, ya eran tres las que iba contando. Ella no bebía una sola gota de alcohol, sin embargo, comenzaba a creer que deberían tener algún tipo de grupo de soporte entre ellos. Recordó con gracias las varias veces que miró a Aaron Black empinar el codo en una sola reunión con ella. Y la de veces que vio a los mortífagos vaciar el contenido de sus vasos en cuestión de segundos.

 

Una limonada frozen —pidió mientras se acomodaba con ambos brazos apoyados en la barra y trataba de ver si existía un reloj cercano a dónde se encontraba.

 

Había que reconocer que aquella era la mejor cuidada de las tres tabernas que albergaba los más fieles ideales oscuros. Aunque quizá eso se debía a que este se debía camuflar en un lugar tan puro y noble como Hogwarts.

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La tarde-noche se avecinaba como una de las mas oscuras y frías del mes, ¿Cómo lo sabía? Fácil no había luna y los dolores en su antebrazo derecho avisaban el cambio. Ya mucho no me importaban esas recurrentes nuestras de dolor, es mas agradecía que mi cuerpo me recordara las malas decisiones de mi vida, y las consecuencias que ellas proporcionaban. Esa de hecho, era la peor decisión que había tomado solo para tratar de integrarme, aunque al menos ya había aprendido que si alguien quería seguir en mi vida debía ganarlo mas que tener que adaptarme a sus juegos.

 

Por eso fui al encuentro con Maida, su elfo me encontró en una situación no publica, aunque por lo que pude adivinar Tadeus hizo todo lo posible para que no me viese en ese momento. Sonreí a los elfos mientras tomaba mis ropas y me vestía diciéndoles que podían retirarse que iría al encuentro con la mortifaga. Salí de la mansión Black Lestrange ataviada con un pantalón de cuero negro, remera de cuello alto y un sacón bordo oscuro.

 

La aparición no dejo secuelas, aunque dudaba que con una cerveza mi estomago opinara igual camine los metros que separaban a la taberna del campus universitario, allí entorne los ojos para buscar a la chica entre adolescentes y magos que tenían mirada perversa, cosa que omití y con paso firme sin mirar a nadie me adentre en el lugar. Allí en la barra estaba ella.

 

-Una cerveza

 

Lamentaría lo que iba a hacer eso de seguro pero no bebía una limonada en una taberna, me senté junto a mi anfitriona dándole el primer sorbo a la botella refrescando mi garganta y helando mi lengua, gire despacio para ver a esa chica que me había convocado mirándola con curiosidad.

 

-Buenas tardes Maida ¿querías verme?

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

@@Alegna Black

 

Su pedido llegó minutos más tardez, y fiel a su costumbre, le quitó todo el líquido a la beida dejando en el vaso sólo el hielo escarchado que poco a poco iría volviéndose limonada. Se dedicó a observar a algunos de los estudiantes que iban, estaban sólo un rato, y finalmente se retiraban del lugar. Ella podía verse en esas sillas, pero en un lugar más lejano y con otras personas. Su vida había cambiado tanto desde su ingreso a la sociedad londinense que era imposible no notarlo. Aquí había florecido. Como si todos esos años en la Europa Oriental la hubieran mantenido en una burbuja mágica —o quizá era mejor decir, demoníaca—, una que sólo le había permitido conocer un lado de la moneda.

 

Antes de entrar a Ottery, ella sólo conocía algunos viejos cuentos muggles. Nada más le era permitido, nada más podía enseñársele sobre las personas que no poseían magia alguna corriendo por sus venas. Y aún a tiempos de hoy, esa falta de conocimiento se le podía leer en el rostro cuando mencionaban cosas que ella no comprendía. Eso era algo que la hacía sentir coja. E incómoda, en ocasiones. Como esta.

 

Pronto vio a Alegna acercarse y pedir una cerveza. Antes de saludarla. Si.

 

Buenas tardes Alegna —saludó sonriente—, si, quería verte, para nada en particular, Habría entendido perfectamente si no hubieras podido reunirte. Es sólo que necesitaba escapar de la rutina, y tu nombre me cruzó por la cabeza. Espero no haber interrumpido nada importante.

 

¿Por qué siempre tenía que sentirse como si hubiera escogido mal la ropa cuando se veía en frente de otras brujas? Esa sensación parecía no querer abandonar su cuerpo nunca. Alegna, podía delatarse, no había dormido del todo bien, pero aún así, estaba robando miradas que jamás habría podido ella. ¿Era que esa parte de la femeneidad jamás se la habían enseñado? Sin darse cuenta, Maida se evaluó de reojo la recatadas prendas que cubrían su figura. Sonrió de lado.

 

— Me he llenado sin trabajo sin quererlo, no volvía aquí desde mi maestría en Pociones —explicó con tranquilidad—, y de eso ya pasaron algunos meses.

 

@@Alegna Black

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  • 4 meses más tarde...

Parece que fue ayer cuando el joven Katsumoto recorría los prados de aquel campus universitario al cual muchas veces anheló ir. Desde el olor de la hierba recién cortada le parecía algo tan agradable pero a la vez el corazón del nipón lo trasladaba a su pequeño pueblo incrustado en las montañas japonesas.

 

Tuvo que sacudir su cabeza dos veces como para reaccionar y darse cuenta la gran cantidad de camino que había recorrido, sus pies lo habían llevado por donde habían querido y él les dio carta libre para que lo llevasen para donde más gusten. Estaba a los pies de la Taberna del Loro Tartamudo, de pronto la idea de un trago jamás había sido tan agradable como en ese momento ya que la soledad y la nostalgia poco a poco congelaban su corazón, nada como un buen licor para calentar y aliviar las penas y recuerdos más profundos del alma.

 

Al ingresar vi un lugar no muy concurrido, había algunas mesas vacías, otras pocas llenas con una gran cantidad de magos y brujas que no conocía, por un momento la idea de que nadie se fijase en él fue agradable, ya que a pesar de su soledad no quería tampoco a nadie a su lado. Que dicotomías tan grandes que muchas veces tienen las almas confundidas, odiaba la soledad sin embargo no quería a nadie a su lado.

 

Se sentó en una mesa redonda color caoba donde solo cabía tal vez una persona más. La silla no era de los más cómoda pero en ese momento tampoco velaba por su comodidad, simplemente quería algo fuerte.

 

-¿Qué habrá en el menú?- se preguntó a sí mismo, recordando al mismo tiempo que no había probado bocado en todo el día.

 

Esperó a que alguien se aproxime para le dé una carta o un listado de lo que se podía uno servir allí. Dio un suspiro tan grande que parecía que se iba a robar el aire de toda la taberna y tragó saliva para desatar aquel gran nudo en su garganta.

 

-¿Alguien que atienda acá por favor?- alzó la voz esperando que alguien tuviera compasión de él y le sirva un trago con urgencia. Decidió esperar con paciencia...-cinco minutos espera Katsumoto, solo cinco y si nadie viene vamos a la barra- y así se quedó sentado con su mirada perdida en un punto imaginario en medio de la pared dando para a que en su mente divaguen uno y mil pensamientos que le llevaban a una y mil posibilidades, todas tan locas como la primera. Esperar, solo queda eso, esperar.

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la chica demonio cumplía con sus deberes como era debido después de todo sus deberes como aspirante son claras, pero un merecido descanso estaría bien merecido estaria bien una tarberna aqui por estos lugares donde solia caminar, saori miraba donde enttrar queria un respiro queria psar tiempo de calida sola teni problemas y de mas.

 

Al caminar algo curioso logro ver al parecer era un taberna la cual estaba a cargo de los mortios saori miro de re ojo y entro, abrió suave la puerta y vio a mucha gente se puso algo nerviosa y con mirada algo fría camino hacia la barra a mirar que había de nuevo allí o que le podría ofrecer el lugar. Se quita su sombrero y suspira un poco y pide al elfo.

 

-Disculpa me regalas un trago - dijo con cansancio .

 

Aquel elfo le pasa el trago y se lo toma de solo un sorbo y deja su bolso encima de la barra mirando a los que estaban allí dijo en sus pensamientos - Jummm necesito comer haber veamos el menú- rió un poco por aquel pensamiento ya que saori era un demonio los humanos eran su presa favorita pero no quería causar algún problema calmo sus ansias y miro hacia su lado derecho de la barra y vio a un joven al parecer no era la única con rasgos asiáticos lo miro un poco y bajo su mirada pues no quería llamar la atención.

 

 

@@Katsumoto Kobayashi

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El joven Kobayashi estaba sumido en sus pensamientos, parecía petrificado ante el ir venir de la gente, sonrió para sí mismo, era como un triunfo sobre su pesimista sentir, negó con su cabeza.

 

-Eres un terco Kobayashi, reacciona y mira que puede que la fortuna te sonría, no nos dejemos abatir por lo problemas, todo se solucionará ya verás amigo, todo a su tiempo tendrá un sentido, animo...ANIMO-...

 

De pronto el oriental sintió una mirada, una fugaz mirada y casi automáticamente miró hacia la barra para encontrase con una grata sorpresa. Una persona oriental, seguramente de Japón igual que él estaba sentada en la barra. Sintió que Amaterasu iluminaba con todo su poder el lugar y le llenaba con fuego su alma, al fin algo conocido, una persona que tal vez sienta o haya sentido ser un gaijin, si lo superó el también podría. Al fin se observaba algo de luz al final del túnel.

 

Con cierta timidez se levantó y caminó lentamente hacia donde se encontraba la mujer, inhaló profundamente y logró articular un par de palabras.

 

-Konnichiwa...- luego pensó que el saludo tal vez en japonés no era lo adecuado, tal vez tenía solo parentesco oriental y el japonés no era su lengua madre...-perdón...hola, no me consideres atrevido, o inoportuno, es lo que menos quiero y disculpa por invadir tu espacio, pero acabo de llegar de muy lejos y ver un rostro conocido me empujó a acercarme, mi nombre es Katsumoto- inclinó un poco su cabeza en señal de respeto...-¿me permites invitarte un trago?...-era más que un pedido, aunque este sonaba como tal, era un ruego desde el rincón más profundo, Katsumoto necesitaba conversar con alguien y ella cayó del cielo.

 

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saori suspiro un poco pensó con cabeza fría y deicidio recostarse un poco la alma que no tenia se sentía casada y algo sola, pensó para si misma - Que carajos hago aquí - se dijo así misma, no era muy agradable estar en esa Situación , volvió a su cabeza las cosas mas chocantes de la misma fuerza -QUE HAGO AQUÍ - concluyo un poco brusco.

 

Levanto su cara un poco acomodo su cabello pidió otra copa y mirar que había para comer que no fueran almas humanas prometer a su madre no volverlo hacer, saco su libro favorito miro leyó un poco tomando el trago mientras preguntaba al elfo - Disculpa ay comida o algo para comer - no iba muy menudo a esa taberna su mente era borrosa respecto a ese lugar. Saori atraia miradas algo sospechosas o curiosas ya que su aspecto físico era un poco diferente a la de los demás a pesar de que su nacionalidad era alemana su padre era coreano un lindo coreano por lo que dice su madre, la gente piensa que es una emigrante o algo por el estilo pero salio de lo mas oscuro del vientre de su madre .

 

Poco paso el tiempo y miro a su alrededor con disimulo aquel joven que había visto que al parecer no era la única con ese aspecto lo cual la motivaba un poquito mas no irse de Inglaterra, aquel joven se le acerco y con unas palabras en idioma japones saluda a saori " Konichiwa" saori mira con un pequeño rubor.

 

El joven se dio cuenta que ella no hablaba ese mismo idioma ya que saori creció su vida en un orfanato, saori mira y con voz delicada pasa saliva y dice - Je!! hola .. eehh no tranquilo jaja no molestas nada - mirándolo fijamente - estaba leyendo un poco mi nombre es Saori mucho gusto - entiende su mano - Claro por que no - no quitaba sus ojos de aquel joven

 

 

@@Katsumoto Kobayashi

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El tener contacto con otra persona le trajo paz al agitada y confundida alma del Kobayashi, necesitaba con urgencia el compartir con alguien a si sea la conversación mas efímera, si no la bestia negra de la soledad poco a poco iba apagando su ímpetu y sus ganas de seguir adelante.

 

La bruja a más de ser atractiva se le notaba un aire alegre y que se tenía confianza en sí misma, esa era la inyección que Katsumoto necesitaba para ser el de antes, poco a poco tenía que empezar a soltar su carácter y recuperar el temple y la fuerza que lo caracterizaba a él y a su familia por generaciones. Fue venciendo a la timidez y lo que antes era una mueca de duda se empezó a convertir en una sonrisa que fue iluminando el pálido rostro del oriental.

 

-Dos hidromiel calientes con especias por favor- le dijo al elfo que se encontraba en la barra, de un segundo a otro la voz del mago cambió, era más fuerte y segura, ya no era una discreta pregunta que hacía, era una orden y un deseo que debía el elfo obligadamente cumplir...-En Japón he escuchado tanto de esta bebida que la verdad me muero por probarla- le sonreía a la joven bruja a manera de flirteo, de un pequeño juego de coqueteo sin ninguna mala intención, más bien como una manera agradable y sutil de romper el hielo.

 

-Por lo visto no hablas japonés, seguramente debe ser otro tu origen oriental pero no nipón, aunque hubiera jurado que eras japonesa, no solo por tu nombre- miró de reojo al elfo con la finalidad de apurar un poco ese trago pendiente...-cuéntame Saorí, ¿de dónde eres?- duda razonable con la que quería encontrar la manera de cruzar historias y hacer de aquella tarde que pintaba solitaria una que sea memorable.+

 

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Editado por Katsumoto Kobayashi

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el tiempo trascurrida y saori aun quería saber que hacia allí la pregunta mas común pues su día había sido agotador y hacer amigos no iba en sus planes pero era internaste personas así, pues podría saber un poco de la cultura de su padre ya que no cerio con el por problemas de hace dos siglos por lo que le cuenta su madre.

 

Saori mira con una dulce sonrisa a al joven y pide unas debidas muy interesantes y que ya había probado en sus vidas pasadas, pero algo en la mente de saori decía que quería algo mas que solo una debida su hambre saciaba ( respiro hondo) miro al joven un poco de re ojo mordió un poco sus labios resecos y se acordó que en su pequeña cartera tenia unas golosinas muy ricas ella nunca salia sin sus golosinas.

 

El muchacho de curiosidad y saori con una mirada algo seria y tratando de no demostrar mucho respondiendo cómoda mente a su pregunta *-No mi madre es coreano yo nací en Alemania en un orfanato- agacha un poco su sonrisa - Tuve algunos problemas en mi infancia - concluye.

 

-tu de donde eres, como te llamas - pregunto saori mirándolo fija mente sin perder la vista de sus ojos - que haces aquí jaja no es muy común ver personas que tengan mis rasgos orientales - concluye saori con una risa suave .

 

 

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