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TERRORTOURS (MM B: 113226)


Edmund Browsler
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En el número 59 del Callejón Diagon se erige una edificación de dos plantas de color negro. La estructura de concreto armado posee un cartel del mismo color indicando el nombre del negocio. La única peculiaridad es que el color de las letras negras irradia un brillo tenue al caer la noche, el cual desaparece durante el día. Debajo del cartel se encuentra una advertencia en un anuncio de letras rojas que señala «Terrortours no se responsabiliza de muertes o heridas».

La puerta principal posee una aldaba de plata que debe ser tocada tres veces para poder acceder al negocio. Esta se abre mágicamente sin hacer ningún ruido para invitar al cliente a pasar. Al lado de la puerta hay una ventana de vidrio templado bastante amplia que sólo muestra oscuridad. Al entrar al local la puerta de hierro se cierra nuevamente sumiendo al cliente en tinieblas. Cuando se da el primer paso, una luz casi imperceptible proveniente de una vela suspendida en el aire dirige la marcha hacia la recepción.

La recepción consta de dos mesas de madera que bloquean el paso más allá de ellas. No hay sillas, estas aparecen por arte de magia dependiendo del número de clientes que estén. Una vez que tomen asiento, la vela se apaga. Los encargados de atender el negocio son un par de squibs, un hombre y una mujer, ambos de características físicas algo grotescas pero sumamente tímidos, obedientes y amables. Detrás de la recepción se encuentra una estancia que permanece bajo llave donde permanecen todos los documentos de los viajes y del negocio, a la cual sólo tienen acceso los propietarios. Al lado del archivador está un baño de uso público.

Para llegar a la planta superior se debe subir por una escalera de mármol negro que se encuentra al lado de la puerta del baño. Esta da paso a un cómodo e iluminado despacho gracias a las velas encendidas que flotan en el aire. Esta estancia cuenta con dos escritorios de madera, uno para cada propietario, estanterías repletas de libros y guías turísticas, un juego de muebles de cuero y una sala de baño más grande que el de planta baja.

 

PRÓXIMOS DESTINOS

- Alquiler de castillos transilvanos, con vampiros incluidos.
- Ruta zombie donde los viajeros pueden encontrarse con muertos vivientes cara a cara.
- Crucero por el Triángulo de las Bermudas donde se pueden ver barcos que no se percataron del monstruo.
- Ruta por las Pirámides Malditas donde podrán fotografiarse con las momias más famosas.
- Alquiler de cabañas en Aokigahara, el bosque de los suicidios.
- Alquiler de la isla de los muertos para eventos (Poveglia, Italia).

 


Propietarios: Evarela Black y Edmund Browsler.

Atención al público: Wendy y Warren.


Wendy es una mujer cuarentona no muy alta y delgaducha. Tiene el pelo naranja con un rizo muy marcado, casi afro. Su piel es blanca y su rostro está lleno de pecas. Su nariz es aguileña, sus labios finos y sus ojos grandes, de un tono azul muy claro. Suele vestir túnicas de colores oscuras que resaltan en contraste con el tono de su piel. Es una persona muy amable y servicial, idónea para trabajar cara al público por lo habladora que es. Es obediente, quizá por el sentimiento que inferioridad por no poder hacer magia, y muy trabajadora aunque también tiene su carácter si le buscan las cosquillas.


Warren es un joven raquítico -hijo adoptivo de Wendy- hasta el punto que su rostro parece una calavera y su cuerpo cadavérico, producto de una enfermedad desconocida e incurable. Viste siempre túnicas de color negro que no denotan su delgadez. Carece de cabello, su piel es aceitunada y tiene los ojos negros, grandes y redondos. Es un squib que tiene cierto problema para hablar, pues es tartamudo. Sólo logra hablar correctamente cuando se enfada. A pesar de ese pequeño problema, es cortés y amable, por lo que siempre trata con esmero a los clientes.

 

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La lluvia no parecía querer dar tregua a Londres, el ćumulo de nubes grises que se cernía sobre Diagón así lo indicaba. Por esa misma razón había pocas personas que se atrevieran a vistar el lugar que daba cobijo a los negocios de los magos y brujas. El viento acompañaba a la lluvia, soplando con fuerza, meciendo carteles y las escasas túnicas que se dejaban ver. Varios charcos se habían formado sobre los ladrillos que cubrían el suelo y, en ese momento, la mujer encapuchada esquivó uno.

 

No necesitó buscar demasiado, sabía que el negocio en cuestión se ubicaba en el número 59. Caminó sin prestar demasiada atención al resto de locales, dirigiéndose directamente a su destino. Cuando estuvo frente a la fachada negra de dos plantas se detuvo y alzó la vista para observar el lugar elegido por su nuevo socio. No pudo evitar sonreír al leer la frase de letras rojas. Tras unos segundos, caminó hasta la puerta para golpearla tres veces y no tardó en adentrarse cuando se abrió.

 

Cuando la puerta se cerró tras ella, Evarela apartó la capucha de su rostro. La estancia estaba completamente en tinieblas pero entonces, tras dar el primer paso, una vela se iluminó delante de ella. La llama a penas conseguía alumbrar su alrededor pero al menos le ayudaba a ver dónde pisaba. Siguió caminando hasta que pudo vislumbrar dos mesas y dos personas sentadas tras cada una de ellas. La Black caminó hasta colocarse en medio de los dos muebles y miró a sus empleados.

 

- Buenas tardes señorita Black - saludó Wendy.

 

- Buenas tardes - saludó la Black mirando a la mujer - ¿Qué tal todo por aquí?

 

- Bien, bastante tranquilo - respondió Wendy en seguida - Warren saluda a la señorita - dijo a modo de reproche.

 

- Ho-hola - saludó el mago, sentado tras la otra mesa.

 

- Hola Warren - respondió la banshee por educación - ¿Hay algo para beber? Todavía no he tenido tiempo de traer nada de mi bodega, pero de alguna forma hay que celebrar la apertura.

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— ¿Y piensas celebrar sin mi?

 

La voz de Edmund rompió el súbito silencio que se generó después que Evarela mencionara que debían celebrar la apertura del negocio. Tanto Wendy como Warren no habían contestado pues sabían que en Terrortours no había licor disponible aún, ni siquiera para los dueños. Browsler sacudió su varita mágica y más velas se encendieron para iluminar el momento en el que él sacaba una botella de whisky de fuego de su túnica negra.

 

Había sido el primero en ingresar al local bajo aquella noche lluviosa, después de haber pasado por el despacho de licores para adquirir aquella botella, el cual no quedaba lejos de la agencia de viajes. Las ropas del mago no se habían mojado gracias a que había utilizado un sencillo encantamiento que repelía las gotas de la lluvia. Una media hora después habían llegado Wendy y Warren. Evarela había seleccionado a la mujer squib y Edmund al joven, para su sorpresa estos resultaban ser madre e hijo, cosa que no se habían imaginado.

 

— Sabía que esto sería lo primero que ibas a pedir al llegar a acá —comentó Browsler sirviendo la bebida en cuatro copas diferentes que Wendy había acercado a uno de los escritorios. La squib entornó los ojos cuando el mago acercaba una de las copas a su hijo—. Oh, vamos, Wendy, creo que ya Warren está en edad para tomarse un trago, no es para tanto. —La última copa se la entregó a la Black y dio un sonoro beso en unas de sus mejillas para saludarla.

 

— ¡Por Terrortours!

 

Edmund vació su copa de un sólo sorbo.

 

— ¿Me acompañas al despacho? —preguntó Edmund realizando un ademán de mano que invitaba a la banshee a subir por las escaleras de mármol—. Tenemos asuntos que tratar.

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Evarela se sobresaltó al escuchar la voz de Edmund. Daba por hecho que el mago tardaría más tiempo en llegar pero, al parecer, llevaba ahí un buen rato. Podía ser tan sigiloso cuando se lo proponía que la banshee ni si quiera había reparado en su presencia. Entre ese pequeño detalle y la penumbra del lugar no era de extrañar que no hubiese reparado en él. Sonrió mientras se giraba hacia el mago mientras hablaba a la par que sacaba una botella de whisky de fuego. Al parecer había detalles que no olvidaba.

 

No tardó en servir cuatro copas, que la empleada había colocado sobre la mesa. Gracias a las velas que el dueño había convocado Evarela pudo ver el gesto de desaprobación de Wendy cuando se percató que uno de los vasos era para Warren. Habían contratado a aquellas dos personas por separado y se habían enterado, una vez formalizado todos los trámites, de que eran madre e hijo. La banshee no era muy reacia a estar cerca de squibs pero no podía manifestar aquel hecho delante de su socio. Además, Wendy había sido la mejor candidata de todas las que se habían presentado.

 

- Por Terrortours - repitió alzando su copa para beber después.

 

Saboréo el licor unos segundos y lo ingirió, notando como el líquido quemaba su garganta. Volvió a beber y dejó la copa vacía sobre la mesa de Wendy. Miró a Edmund cuando le preguntó si la acompañaba al despacho. Asintió y se dirigió hacia las escaleras, seguida de cerca por el mago. Una vez arriba, se quitó la capa y la colgó en el perchero. Debajo llevaba un sencillo vestido negro, de falda y manga larga con un bonito escote en forma de V. Se apoyó contra una de las mesas, quedando frente al Browsler.

 

- ¿Y bien? - inquirió mirándolo de la cabeza a los pies.

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Evarela había accedido a subir al despacho con un leve asentimiento de cabeza. Browsler se despidió de los squibs realizando un gesto con su mano libre para luego tomar con esta la botella de whisky de fuego, la cual estaba llena hasta un poco más de la mitad, y dirigirse escaleras arriba. Mientras ascendían, los tacones de la banshee resonaban con cada paso que daba mientras que los de Edmund no provocaban sonido alguno. El mago colgó su abrigo también sobre el perchero sin apartar su mirada de la figura curvilínea de la bruja que se dirigía hacia el escritorio. Edmund prácticamente la había devorado con sus ojos y recobró la compostura cuando Evarela giraba sobre sus pies.

 

La bruja lo observó desde la cabeza hasta los pies con interés.

 

— Con tu permiso —se excusó Browsler acercándose a la banshee—. Debo decir que te ves hermosa hoy. —Sus ojos azules como el océano se habían posado en los verdes de la bruja, sin pestañear ni una sola vez—. Seguro este viernes me dejarás loco. —Sí, no había olvidado la cita que tendrían en los próximos días. Al recordar el evento que había visto en el negocio de la Black días atrás, añadió con sorna—. Si no estás ocupada en la tetería, claro. He oído que trabajas arduamente allí, hasta por las noches, y que la atención al cliente es la mejor del Callejón Diagon.

 

Había dado en el clavo. Además, había utilizado las palabras exactas y el tono adecuado. Su mensaje estaba oculto ante aquellas palabras ambiguas. Evarela entornó los ojos, tal vez estaba confundida o se sentía halagada por el último comentario de Browsler. No podía asegurar a ciencia cierta que era lo que pasaba por su cabeza.

 

— Pero cambiando el tema para hablar de negocios... Acá están disponibles los seis destinos que acordamos —indicó Browsler colocando una carpeta llena de documentos sobre el escritorio—. Luego podríamos buscar algunos más para ir ampliando la lista, pero creo que por ahora vamos bien. —Edmund llenó nuevamente sus copas con aquel licor y brindó con su socia nuevamente, vaciando la copa de un trago. El líquido amargo le quemó la garganta pero no tuvo ningún inconveniente ya que estaba acostumbrado al sabor—. Ahora, también debemos realizar los trámites ministeriales, por lo menos en lo que respecta al hechizo antiaparición, no queremos visitas indeseables por acá.

Editado por Edmund Browsler

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- Es la idea - respondió Evarela refiriéndose a la cita. Cuando sus mirada se encontraron sintió que una extraña sensación en el estómago.

 

Todavía no sabía muy bien por dónde le saldría el mago, el compartamiento del último encuentro la había descolocado un poco. Primero la besaba y después actuaba como si fuese cualquier otra persona, por eso actuaba con precuación. Su gesto cambió, la sonrisa de sus labios se esfumó y su ceño se frunció. El comentario a cerca de lo bien que trataba a los clientes la pilló totalmente por sorpresa. Sabía que no decía aquello a la ligera y tenía una idea aproxima de a qué cliente se refería en concreto. Se encogió de hombros y volvió a sonreír.

 

- Intento que los clientes se sientan a gusto, para que regresen... - respondió con el mismo tono de sorna que el Browsle había empleado.

 

Caminó hasta colocarse al lado de Edmund. Estaba tan cerca que podía percibir su aroma y tuvo que hacer un gran esfuerzo por mantener la atención en lo que decía sobre el negocio. Clavó su verde mirada en la carpeta que su socio había dejado sobre la mesa. No tardó en sevir otra copa y la Black bebió de la suya tras brindar. Miró al mago y dejó el vaso sobre la mesa.

 

- Puedo ocuparme de los trámites, pero deberíamos esperar a tener ingresos suficientes en la bóveda. Claro que también puedo pagarlo de la mía - hizo una breve pausa - Y sí, deberíamos ofertar más destinos, cuanto más variedad, más clientes. ¿Se te ocurre algún sitio más? Claro que, deberíamos visitar los nuevos destinos, para comprobar que todo sería tal y como queremos.

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Entonces debería visitar pronto la tetería —comentó Edmund con una mirada inquisitiva—, para comprobar que el servicio sea tan bueno como se rumora.


Edmund suspiró de alivio cuando la bruja mencionó que ella se encargaría de los trámites ministeriales. Particularmente, él los detestaba, aunque últimamente su trabajo residía en realizar visitas domiciliarias para restaurar dichos servicios. Y tal vez también tendría que hacer lo mismo en terrortours. Aunque también existía la posibilidad de que se encargara algún otro empleado.


El mago sacudió la cabeza cuando Evarela mencionó que ella podría pagar los servicios de su bóveda personal.


En absoluto —se opuso Edmund mientras dirigía de una de sus manos a la cintura de la banshee, aprovechando que la tenía muy cerca de sí mismo—. Mejor esperemos un poco a que el negocio salga a flote. —Ahora sus dos manos, que rodeaban la cintura de Evarela, sentían su piel debajo de su vestido escotado—. En este momento no se me ocurre ningún otro sitio, ¿y a usted, señorita? —preguntó mientras acercaba el cuerpo de su interlocutora al suyo al punto que ella podía percibir su aliento.


Ddraig Goch apareció en una de manos. Eso fue lo último que sucedió en terrortours.


Transilvania, Rumanía.


Aparecieron casi abrazados en un sendero adoquinado que ascendía en una colina que parecía no tener fin. Edmund tomó a la Black de la mano para guiarla cuesta arriba. El sonido de sus zapatos y tacones se escuchaba en aquella taciturna noche sin luna. Las ramas de los árboles que flanqueaban la vía se mantenían estáticas pues no soplaba ni una brisa de viento. Sin embargo, el frío si se hacía sentir. Browsler rodeó con su brazo el cuello de Evarela para proporcionarle un poco de calor al tiempo que se preguntaba por qué no estaba lloviendo.


Ya casi llegamos —indicó cuando alcanzó a ver el Castillo de Bran.


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Edmund se negó a que Evarela pagara las tasas ministeriales de su propia bóveda mientras colocaba una de sus manos en la cintura de la mujer. Ésta lo miró y sonrió, pero no se movió, esperando a que el mago hiciera algo más. La otra mano hizo lo mismo que la primera mientras seguía hablando. A penas un paso los separaba y la banshee tuvo que hacer un gran esfuerzo por no besarlo. Durante unos segundos los grandes ojos verdes de la bruja se posaron en los labios del mago pero la pregunta hizo que llevara la vista hacia sus profundos ojos azules.

 

- La verdad es que no, tendría que mirar un par de libros.

 

Entonces la escena cambió. De repente, un frío invernal recorrió su cuerpo, haciéndola tiritar. Acababan de aparecerse en una colina bastante inclinada. La Black miró a su alrededor, algo atónita ante lo que acababa de hacer su nuevo socio. Era de noche y a penas podía ver dos pasos más allá. Miró el rostro de Edmund, o al menos lo intentó, pero éste se limitó a agarrarla de la mano para guilarla sobre aquel suelo empedrado. Hacía un frío de mil demonios pero prefirió no decir nada, se limitó a abrazarse así misma mientras seguía caminando al lado del mago. En cuanto soltó su mano Edmundo rodeó su cuello con un brazo.

 

- ¿A dónde? - inquirió de forma automática.

 

Entonces vislumbró un imponente castillo en medio de un frondoso bosque. Conocía aquel lugar, pues hacía años se había celebrado allí una gran fiesta de mortífagos pero aquel hecho no podía decirlo en voz alta. Aceleró el paso, todavía con el cuerpo del hombre pegado al suyo, hasta que por fin llegaron a la puerta del gran edificio. Con una floritura de la varita, que segundos antes había aparecido en su diestra, abrió la puerta y se adentró en el vestíbulo. El cambio de temperatura era más que notable.

 

- ¿Para qué me has traído aquí? No soy la más indicada para hacer de guía turística en este castillo.

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La puerta del vestíbulo se cerró automáticamente cuando ingresaron al vestíbulo del Castillo de Bran. La diferencia de temperatura dentro del castillo era notoria, siendo mucho más agradable que la de afuera. Evarela soltó una pregunta abruptamente, a la cual Edmund no pudo responder.


Los estábamos esperando, señor Browsler y señorita Black —saludó una voz en apenas un susurro. Edmund giró sobre sus pies para observar al vampiro mayordomo acercarse—. Bienvenidos sean.


Muchas gracias, Sanguini —respondió Edmund para estrechar la mano del susodicho.


Si bien la piel de Edmund era pálida, la de Sanguini lo era diez veces más, observándose una gran diferencia en el color de ambos.


La cena está servida. Acompáñenme.


Siguieron al mayordomo a través del vestíbulo, en cual sólo había una chimenea con fuego crepitante. El vestíbulo daba acceso a un pasillo largo, de cuyas paredes colgaban retratos de vampiros famosos. Mientras caminaban, Edmund explicaba a Evarela que era necesario que visitaran los destinos que estaban promocionando para cerciorarse que el servicio fuera óptimo y que por ello ahora se encontraban en aquel castillo transilvano.


Y no debes preocuparte, sólo pasaremos aquí la noche —añadió cuando llegaron hasta el comedor.


Al pasar frente a un espejo notó cómo sólo se reflejaban él y la bruja, exceptuando a su mayordomo. Pero alejó aquel pensamiento al notar la magnitud de aquella estancia. Las paredes de piedra alcanzaban los cuatro metros de altura, una mesa de madera era el centro de la estancia y esta era más larga que unas diez saetas de fuego ubicadas en línea. Edmund se acercó a la cabecera de la mesa y se sentó, no sin antes retirar la silla de la Black para que tomara asiento primero.


Buen provecho —dijo Edmund mientras servía dos copas vinotinto—. ¿Te cuento algo curioso? Según Sanguini, este vino contiene sangre de un quintaped. —Comentó alzando su copa—. Por lo menos no se trata de sangre de unicornio, de lo contrario estaríamos malditos para cuando nuestros labios tocasen este licor.

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De repente una voz susurrante la sobresaltó. Evarela miró en dirreción al recién llegado, al que ni si quiera había oído llegar. Claro que, al tratarse de un vampiro, era normal que fuese totalmente sigiloso. La piel de aquel ser era la más blanca que la banshee había visto jamás. Todo aquel vampiro resultaba bastante escalofriante, aunque la bruja estaba más que acostumbrada a tratar con ese tipo de seres a diario. Lo que más le sorprendió de todo aquello fue que Edmund llamara por su nombre al mayordomo.

 

- Gracias - dijo también la castaña.

 

Asintió, un tanto confundida, cuando escuchó que debían seguir al vampiro. Al parecer, su socio había preparado todo aquello con atenlación. Mientras caminaban por un largo pasillo, donde había numerosas pinturas de lo que parecían ser más vampiros, el mago le indicó que antes de ofrecer cualquier servicio debían comprobar que estos eran lo suficientemente buenos para los clientes. La Black asintió, estaba totalmente de acuerdo en aquel punto, pero todavía le sorprendía la rapidez con la que el Browsler había reaccionado.

 

No pudo evitar sonreír al escuchar que sólo pasarían allí la noche. Estuvo a punto de decir algo más, pero prefirió dejarlo para cuando estuvieran a solas. No tardaron en llegar a un enorme salón, decorado a corde con la época a la que pertenecía aquel edificio. Lo que más llamó su atención fue la enorme mesa ubicada en el centro de la estancia, preparada para una cena íntima para dos. Evarela tomó asiento cuando su acompañante retiró la silla para que lo hiciera.

 

- ¿Ah sí? - inquirió observando el vino antes de darle un sorbo - Pues he de decir que está exquisito - dejó la copa sobre la mesa y miró a Edmund a los ojos - Has conseguido sorprenderme con este viaje.

 

En el centro de la mesa había un plato con canapés variados y otro con una ensalada de los más bariada. Evarela tomó uno de los canapés y le dio un mordisco. Lo dejó sobre su plato y volivó a centrarse en el mago. Aquella era una oportunidad que se presentaba muy pocas veces y no pensaba dejarla escapar.

 

- Y dime ¿piensas dejarme dormir sola en un castillo lleno de vampiros?

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