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Avant Garde (MM B: 108676)


Helene Eloise Bellerose
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«Los recuerdos no envejecen.» Aquella frase prevalecía en la mente del Gryffindor. Lo habría leído en un libro o visto en alguna película, era algo que nunca pensó en trasladar y es que el tiempo había pasado y algunas cicatrices de batallas en el pasado se dejaban notar en sus pálidos y fríos brazos, cicatrices que conllevaban recuerdos y que a decir verdad eran aquellas cicatrices las que menos dolor causaban. En el corazón las que dolían aún más, incesantes, como picaduras de avispas defendiendo su colmena. Las 6 de la tarde marcaba su reloj en aquella pequeña morada de paso en la que se había instalado hacia unos cuantos días antes de volver a casa…

 

No espero que me entiendas… mucho menos que me perdones… ─ Susurraba el vampiro al tono que escribía en un amarillento papiro extendido en su escritorio improvisado. Sentado detrás de una pequeña mesa rectangular la cuál dejaba así una vista espectacular hacía el atardecer que caía en los alrededores de los pasadizos que llevaban hacia el Callejón Diagón. Los últimos días habrían sido muy tranquilos y es que los periódicos informaban una serie de asesinatos “desconocidos” cosa que no era nada raro desde hacía bastantes años atrás. Esto habría hecho Londres una ciudad extremadamente peligrosa, porque las altas horas de la tarde parecía ser hogar de solo unos cuantos valientes.

 

A lado del tintero de donde el vampiro colocaba su pincel, se dejaba ver una montañita de sobres, algunos abiertos, otros completamente sellados, eran algunos informes que Marduk le mandaba a escondidas. Y es que habría jurado no perder contacto de sus hijos y familiares los cuáles formaban sus vidas, crecían, se casaban, algunos extendían el árbol familiar, sin embargo, una personita era la única que le importaba saber y era precisamente de quién tenía la mayor parte de aquellas abiertas.

 

Tiene que venir, señor…” Fueron las palabras que tenían la última carta abierta ¿Algo habría pasado con aquella persona quién habría mandado a cuidar a la pequeña criatura? Aquella habría sida la razón por la cual, él se encontraba en Londres tan pronto. Sin embargo, no era algo que le agradaba, su visita habría alertado a más de algún cazador que, a pesar de no ser más miembro de La Orden Del Fénix, aún su nombre se encontraba dentro de las grandes recompensas. Solo quería paz, apartarse de aquél mundo y olvidar…

 

Minutos pasaron y unos cuantos papiros en el cesto de basura se habrían acumulado, nunca habría sido bueno escribiendo y aquella no sería la excepción, La espalda del Gryffindor se arqueó completamente de tal manera que su rostro miraba ahora el techo de la habitación, como esperando una respuesta a su escritura que jamás llegaría, sería en ese entonces cuando decidió ir hacia donde según los escritos de su elfo ella se encontraría, una colonia, sería la bura excusa. Aunque estaba seguro que ella comprendería sus verdaderas intenciones de volver a verla una vez más.

 

Una vez más, solo una tener en mente aquellos grandes ojos que le cautivaron desde los primeros días en la Academia. «Un vampiro enamorado de su estudiante… que estupidez…» Resopló el Gryffindor con un dejo de cansancio mental. Y es que era una idea que le carcomía de tal manera que terminaba simplemente atormentándose cada vez más, ya que al final de cuentas era cierto. Resopló un par de veces más mientras una sonrisa se asomó entre sus rojos labios. «¿Por qué me haces esto? » Terminó el vampiro para sí mismo mientras poco a poco se incorporaba haciendo aquella silla reclinaba un poco hacia atrás y así éste por fin levantarse.

 

Lucía una camisa en color vino, con los primeros dos botones entreabiertos, que hacían relucir su pálida tés blanca de su pecho, el cuál acompletaba con un saco en color gris a tres botones que dejaba simplemente abierto para su comodidad. Y que terminaba con un pantalón del mismo color que bajaba hasta sus zapatos los cuáles resonaban al contacto con el azulejo de la habitación. Así el Gryffindor decidió empuñar su inseparable varita de roble con núcleo en fibra de corazón de dragón «Tormentor» y salir de la habitación donde se encontraba en busca de la lícantropa.

 

Los pasos del Gryffindor se dejaban sonar mientras un silencio sepulcral se entonaba en cada esquina, algunos grupitos de personas miraban al vampiro quién solo pasaba de largo sin dejar espacio a cuestionamientos sobre quién era. Fue entonces que al pasar por los pasadizos se fueron haciendo cada vez más evidentes que más de una persona sabía que se encontraba en aquellos Callejones y pronto tendría que reparar en un nuevo hogar lejos de aquellos lugares. ¿La Mansión? No… no estaba preparado aún.

 

Los minutos pasaban y la noche comenzaban a caer, en su diestra el reloj marcaba las 7 de la noche y la luna comenzaba a iluminar naturalmente aquellos callejones, ayudados por aquellas lámparas al estilo victoriano que le hacía sentirse como en casa. Varias parejillas se encontraban caminando hacia diversos locales de comida, sin embargo, al Gryffindor le llamó la atención un local pequeño, hogareño en donde al parecer contrastaba de sobremanera con las grandes edificaciones “Chocolates De La Abuela” el ojiverde sonrió inevitablemente mientras hacía una rápida parada al lugar.

 

Así fue como él salió con una pequeña cajita y siguió su andar en donde se vislumbraba un local en “L” con demasiada luz artificial. «Este es…» Musitó en sus adentros mientras paraba por un instante. Algo en sus adentros le decía que era una mala idea. La noche era perfecta, la Luna justo encima de la “L” emanaba su luz, algunas personas pasaban de un lado a otro por la explanada al centro de la edificación, por fuera con bolsas repletas de compras. El vampiro simplemente con aquella cajita en su diestra caminó a una de las bancas de mármol alejada de varias parejillas que se sentaban a descansar.

 

«Es muy tarde…» Musitó el vampiro mientras dejaba aquella cajita a un costado de la blanca banca de mármol y colocaba sus manos en su rostro. «Ingenuo es haberte ido… eres un cobarde…» Pensó el Gryffindor mientras algunas personas pasaban a su lado mirándolo de forma rara para así seguir su camino.

 

 

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La tarde caía tiñendo el cielo de suaves colores purpúreos y azulados, en medio de naranjas y rojos brillantes. La luz del crepúsculo se colaba en la amplia oficina, haciendo innecesario el uso de lámparas artificiales. Cómoda en su escritorio, Weasley trazaba con maestría bosquejos de lo que serían las prendas de la nueva colección que el atelier produciría aquella temporada, aprovechando por una vez la tranquilidad de la oficina vacía, que desde hace tiempo no había visto la presencia de sus socias y mejores amigas, a quienes la vida había llevado por caminos separados a causa de diferentes circunstancias.

Si bien tenía un trabajo a tiempo completo en otro lugar, Weasley disfrutaba mucho de visitar el Avant Garde seguido, para así controlar que todo estuviese fluyendo bien. Hasta la fecha no habían requerido emplear diseñadores, las tres brujas realizaban su trabajo desde los lugares en donde se encontraban, siendo Kassandra la única que se encargaba de supervisar el trabajo de manufactura y elaboración en el atelier.

Cuando finalmente terminó, trazó con elegancia la firma del diseño y apartó el bocetero de sí misma, depositándolo con cuidado en la superficie del escritorio labrado. Apenas ahí, levantando los ojos del papel que había centrado su atención toda la tarde, Weasley pudo apreciar finalmente el espectáculo que el cielo estaba pintando ante sus ojos, decidió entonces acercarse a la ventana para apreciar por unos momentos el ajetreo del callejón, la gente que hacía sus últimas compras para retirarse hacia sus hogares y descansar luego de la jornada. Así permaneció por unos minutos, turnando los orbes castaños entre los individuos, disfrutando de crearles historias en su cabeza, imaginando que podía adivinar quienes eran y a dónde se dirigían. Todos estaban en constante movimiento, excepto un hombre que se encontraba demasiado quieto, sentado en uno de los bancos de la plazoleta.

Intrigada por aquello, Seraphine entornó un poco la mirada intentando identificarle el rostro, la expresión. ¿Estaba esperando a alguien? Sin embargo, la oficina se encontraba varios pisos encima, por lo que las figuras de las personas eran poco distinguibles. Dándose por vencida y quitándole completa importancia, se alejó de la ventana para ir finalmente por el abrigo de cashmere que cubriría de la rudeza de los elementos a la Weasley, que vestía en aquella ocasión una sobria blusa de seda color beige, combinada con una elegante falda tubo de color negro. Tomando por último el bolso, caminó con paso firme hacia la salida, con la satisfacción de un trabajo bien realizado.

Se despidió de los miembros del staff a medida que se acercaba a la salida del gran edificio. Una corriente fresca despeinó su melena castaña, en el fragmento de segundo que la mujer decidía su ruta de camino a casa. Peinó el entorno evaluado sus opciones, pero sus orbes castaños se detuvieron en la silueta del hombre que había visto antes, aún sentado en la banca de la plazoleta. Silueta que vista desde más cerca tenía un aire intrigantemente familiar. Extrañamente ansiosa y con el corazón latiéndole cada vez más rápido, Weasley dejó que sus piernas se dirigieran hacia la plazoleta, donde se encontraba el mago de espaldas. Su mente, flasheaba imágenes de un fantasma de su pasado, alguien a quien no había vuelto a ver en muchos años, demasiados para llevar la cuenta. No había vuelto antes, ¿qué iba a hacer ahí ahora?

Estuvo a punto de obligarse a dar media vuelta y regresar, porque sabía que lo que su mente le sugería era un disparate. Sin embargo, a sabiendas de que al acercarse lo suficiente se llevaría un encuentro con la desalentadora realidad, continuó su avance para distinguir el rostro del extraño que se parecía a… hasta que un movimiento de muñeca por parte del hombre atrajo su atención hacia el reloj, una pieza de joyería que había visto muchas veces en incontables ocasiones. Se detuvo en seco, todavía estaba lo suficientemente lejos como para dar la vuelta sin que pareciera que lo estaba evitando a propósito, pero sabía que a él ya no le había pasado desapercibida su presencia.

Ahí cayó en cuenta que efectivamente, él estaba esperando a alguien. Le estaba esperando a ella.

¿Cómo le había encontrado?

Sin saber exactamente qué esperar, se acercó a él sin ninguna prisa y cuando le tuvo suficientemente cerca esperó a que él le diera la cara, insegura sobre cómo reaccionar. ¿Aliviarse porque seguía vivo o darle una bofetada por haberse largado sin decir una palabra? Manteniendo el semblante tan relajado e inexpresivo como le fue posible, Seraphine se quedó quieta, esperando a que los ojos de ambos se encontraran finalmente, después de tantos años de no haberse visto.

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El flujo de transeúntes dejaba entrever cada vez más segundos en desolación, mientras algunas luces a lo lejos comenzaban a apagarse, dejando solo la suya al percibir presencia alguna cerca. Solo aquella luz artificial y claro estaba, la luz emanada por el astro nocturno que iluminaba la figura del vampiro quién se encontraba sentado aún en aquella blanquecina banca de mármol en donde a un costado del castaño se encontraba aquella pequeña cajita de chocolates que hacía varios minutos atrás habría adquirido de la modesta tienda aledaña.

 

 

Apenas el Gryffindor bajó los brazos, intentando tomar valor para cerciorarse que Kassandra se encontraría en el negocio a sus espaldas y con la incertidumbre de si se encontraría, escuchó unos pasos a sus espaldas los cuáles pararon en seco. «¿De nuevo ustedes?» Sentencio el Gryffindor con un dejo de cansancio y enfado al mismo tiempo, y es que en su cabeza en ese momento pasaban demasiadas cosas al mismo tiempo. Por un lado, era saber cómo explicar su repentina huida de la última vez que se encontró con la castaña. Por otro lado, los cazadores comenzaban a reunirse en gran número. El pasado lo habría marcado de por vida.

 

 

Su diestra en un movimiento se posó en su bolsillo en donde se reflejaba aquella negra varita mientras se levantaba en un solo movimiento sin voltear a ver la figura, sin embargo, tal había sido su sorpresa que en el piso solo se logró escuchar el rebote del arma… uno… dos… tres veces y seguir su camino rodando por la acera, hasta que finalmente su paso paro y un silencio total se hizo por unos segundos. En sus ojos la figura de aquella mujer por la cuál habría quedado en total anonimato desde aquella noche.

 

 

Sus ojos inmediatamente quedaron en completa incredulidad. No podía ser ella, aquellos grandes ojos no habían cambiado desde la primera vez que la conoció. Aunque su figura habría cambiado de gran manera fue en ese momento cuando el Gryffindor pudo reaccionar. La mujer frente a él habría de ser el punto débil, y tal vez la razón del por qué tendría que partir hacía tanto tiempo. Parte del pasado volvía en sí y sin duda algo que tenía que enfrentar tarde o temprano.

 

 

El sonar de sus zapatos contra la acerca colocó al vampiro a un par de metros de distancia con la castaña, quién claramente esperaba respuestas al intrigante pasado del vampiro.

 

 

Lo siento…─ fueron las primeras palabras que salieron de aquellos rojizos labios del vampiro, quién no solo no pudo mirar a los ojos a la mujer, si no posaba su mirada a los pies de la mujer. En realidad, algo habría pasado en la vida del vampiro quién a pesar de tanto tiempo, esas palabras en otra época no hubiesen salido nunca de los pensamientos del ex Fenixiano y ahora él estaba frente a ella indefenso y preparado para cualquier tipo de maldición proveniente de la castaña.

 

@Kassandra Weasley

 

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Muchos pensamientos cruzaron por la cabeza de la licántropa en el nanosegundo que duró lo que el vampiro se giró para encontrarse con ella. Haciendo gala de sus inolvidables dotes de duelista, la confundió con un atacante, apuntando fieramente su varita hacia ella, dispuesto a emitir un hechizo dañino. Weasley quien ya tenía el pulso bastante acelerado por los nervios sintió que el corazón se le salía del pecho en ese fragmento de segundo, en el que abrió los ojos desmesuradamente intentando no retroceder presa del susto.

 

Sin embargo, pudo atreverse a afirmar que el más asustado terminó siendo el vampiro, quien soltó el arma con la misma rapidez con la que la supo envainar, incrédulo. La varita por su lado, rodó libremente por los adoquines de la plazoleta, posándose muy cerca de los zapatos de aguja de la castaña, quien no se atrevió a moverse ni un poquito, intentando recomponerse. Lo escrutó, los ojos verdes apuntaban al piso, incapaces de cruzarse con los suyos propios. Kris lucía bastante abatido, aunque fuera de eso se veía exactamente igual como lo recordaba. "Las bondades de la inmortalidad", pensó.

 

Sintiendo que la rabia que le había invadido al reconocerle inicialmente se desvanecía con aquellas disculpas, el confundido cerebro de la licántropa dio paso a una sensación de alivio que le invadió por completo. Estaba vivo, estaba bien. Eso era algo que no había dudado, después de todo, que lograsen atraparle hubiese sido noticia nacional, se hubiese enterado antes. Sin embargo el hecho de no saber de él había atormentado bastante a la castaña, aunque se hubiese esforzado por admitir que no le importaba.

 

Como si el tiempo transcurriera en cámara lenta, Seraphine depositó los ojos en el suelo, enfocándolos en el delgado trozo de madera que reposaba a sus pies. Se agachó con gracia para recogerlo, sosteniéndolo en sus níveas manos.

 

—Gryffindor, ¡grandísimo tonto!

 

Con una mezcla de indignación y añoranza, Kassandra acortó definitivamente la distancia que separaba ambos individuos con los brazos abiertos. Como si ni un solo día hubiese pasado, la bruja sorprendió al ex patriarca con un abrazo cálido y fuerte, dándose cuenta finalmente que estaba ahí, que era de carne y hueso y no una aparición.

 

Se permitió disfrutar por un minuto de aquel momento, dejando para después las preguntas y los reproches que seguro vendrían.

 

 

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... tonto... Fueron las primeras palabras que la mujer había dicho después de mucho tiempo atrás, después de aquella noche en el que habrían terminado su cita sin haberla empezado necesariamente. Fue entonces que la mujer abrió sus brazos con un dejo de sinceridad, algo que definitivamente al Gryffindor habría hecho falta por mucho tiempo. El vampiro solo avanzó unos cuantos pasos más hacia ella mientras rodeaba la delgada figura de la Weasley por su cintura, los brazos cálidos de ella se posaban por el cuello del vampiro mientras sentía el latir del corazón de ella, como si en verdad ahora fueran uno solo por un instante y tontamente confundido se encontraba él, como si en verdad él fuera una persona y no un monstruo atrapado en una dimensión equivocada.

 

 

Cerró sus mientras sentía a su costado el mentón de la mujer recargarse en el hombro de su saco y la fragancia de la mujer inmediatamente se impregnó en el cuerpo del vampiro quién solamente quería no separarse más y hacer que ese momento perdurara la misma eternidad que el vampiro sufriría en la existencia terrenal. Algunas luciérnagas volaban alumbrando un poco la oscuridad que intentaba ser extinguida por el astro nocturno y aquellos peculiares voladores animalillos. Los días habían pasado desde la última vez que un encuentro con la Weasley se hubiese dado sin embargo en sus noches más difíciles a la penumbra rogaba por algún día volver a verla, hablarle sin que escuchara era algo recurrente, mirarla en fotos sin poder ella devolver su mirada y sobre todo el pensar que lo olvidase en algún momento. Que su desprecio merecía de ella por cientos y cientos de años y de poder hacerlo los mismos que le regalaría en su mente.

 

 

Unos cuantos segundos pasaron después de las palabras de la mujer hubiesen cortado aquél silencio precedida por la disculpa del castaño, cuando apenas con un movimiento lento dirigió sus palabras hacia el oído de la mujer.

 

 

Al final soy un peligro… para bien o para mal… ─ Sentenció el Gryffindor mientras poco a poco ambos comenzaban a separarse lentamente. Había planeado tantas veces esa situación, sin embargo, todas aquellas escenas habrían sido desvanecidas de la mente del Gryffindor y ahora en su estado más vulnerable se encontraba, frente a ella. Las figuras se separaron de nueva cuenta, y el Gryffindor simplemente tomó ambas manos de la Weasley como esperando alguna reacción para continuar.

 

 

Yo nunca quise irme… pero… fue lo mejor… tú estás mejor sin mi…─ Sentenció, finalmente desviando su mirada intentando no dejarse llevar por esas ultimas palabras.

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Los brazos cálidos de la licántropa rozaron la gélida piel del cuello del vampiro en aquel abrazo y ella ni se inmutó ante el helado contacto pues estaba acostumbrada desde hace tiempo.¿Cuánto tiempo estuvieron abrazados? pudieron ser minutos, horas inclusive. No había prisa alguna en aquel gesto que había sido tan anhelado por ambas partes, como si el tiempo que no se habían visto no hubiese transcurrido en absoluto. Que desafortunado sin embargo que el destino se encargara de unirles otra vez en circunstancias tan distintas a las anteriores. Suspiró.

 

Separó el abrazo con delicadeza y devolvió la varita que sujetaba a su dueño, no sin antes escuchar las palabras que él le susurró al oído. Su semblante se endureció con lo siguiente, aunque no hizo ademán de separar las manos que él tomaba con tanta gentileza entre las suyas. ¿En serio se atrevía a afirmar que sin él estaba mejor? Como si solo valiera la opinión de él o si de alguna forma su huida hubiese sido necesaria...Sus orbes caobas entonces alternaron entre los esmeraldas del mago, hasta sus propias manos, donde una alianza de bodas relucía en la zurda.

 

—El principal error de tu existencia es asumir que sabes qué es lo mejor para mi. Darlo por hecho. Siempre lo hiciste, ¿no? nunca te detuviste a pensar qué era lo que yo quería.

 

Hablaba con amargura, recordando como si fuera muy reciente el dolor que sintió cuando se dio cuenta que él le había abandonado sin ningún tipo de explicación, "por su bien", seguramente. Los años no habían pasado en vano y los hechos que marcaron su vida a continuación de aquello tampoco. Quiso pensar que eso estuvo destinado a no ser desde el principio, aunque no podía dejar de creer que todo había sido desde el inicio una broma cruel de la vida misma para ellos dos.

 

Yo... bah, no sé. ¿Quieres un café? —Propuso sin pensarlo mucho, más que todo porque la situación se le hacía tan surreal, que parte de sí necesitaba una conexión que le ate a la realidad para darse cuenta que aquello no era un juego cruel de su subconsciente. —No han habido ataques de "ese" tipo en años, pero odiaría pensar que vendrán por tu cabeza justo ahora... no sin que nos pongamos al día. Me imagino que tienes mucho para contarme.

 

Deshizo el contacto de las manos con cuidado, pero haciendo uso de la confianza de años, le tomó del brazo en un gesto que para ambos era demasiado familiar. —El café es bastante decente en el atelier, vamos. —No esperó realmente respuesta y sabía que él en ese punto se iba a dejar llevar sin protestar. Con calma ambos cruzaron la plazoleta que para esa hora ya estaba quedándose sin gente y atravesaron sin mucha ceremonia las puertas del llamativo establecimiento. Las luces ya se habían apagado y la mayoría de los empleados ya había partido. Intentando cortar un poco el silencio incómodo, Seraphine decidió contarle un poco sobre el lugar.

 

—Este negocio lo abrimos con Little y Hillary hace un par de años. Cada una se encarga de diseñar diferentes cosas, aunque actualmente yo soy la única que viene con frecuencia. —Una sonrisa nostálgica se pintó en el rostro, pero decidió no darle mucha importancia. Ambos cruzaron el amplio recibidor y doblaron la esquina hasta ingresar al elevador. Kassandra apretó el botón del último piso donde se ubicaban las oficinas administrativas. Con un sobresaltante "ding" el ascensor se detuvo y abrió las puertas, dejando en evidencia la elegante estancia.

 

—Bienvenido a donde todas las ideas nacen. —Intentó pintar un sonrisa cálida, sin lograrlo realmente.

 

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Editado por Kassandra Weasley

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  • 2 semanas más tarde...

«Siempre lo hiciste» Esas palabras cayeron como una proyección de katana sobre su pecho ardiendo a cada instante mientras su mirada se posaba desviada hacia el piso, como si esperaría ya aquella respuesta de parte de la Weasley, quién definitivamente tenía todo el derecho sobre el vampiro quién solamente en silencio escuchó sus cálidas, pero duras palabras al Gryffindor. Quería en ese momento contarle lo que habría pasado, decirle lo mucho que le habría hecho falta, las noches en vela pasadas a la espera de una carta, los días eternos de ciudad en ciudad pensando en que solo por aquella noche ella se encontrase a salvo de todo el peligro que el Gryffindor podría haberle causado.

 

 

Claro…─ musitó el vampiro mientras una pequeña sonrisa se formó en los labios de Kris, quién solamente quedó a disposición de la castaña quién tomaba del brazo al vampiro extrañado y a la vez familiarizado con aquella sensación, por un momento olvidando todo lo pasado. Era necesario decirle todos los sentimientos que tenía en ese momento, decirle lo mucho que le había echado de menos. Poco a poco sus pasos se fueron dirigiendo hasta las dos grandes puertas principales las cuáles aún se encontraban con las luces prendidas, no así la mayor parte del interior las cuáles poco a poco se fueron extinguiendo conforme las jovencitas de los mostradores salían una a una, dejando así aquel negocio casi vacío.

 

 

De inmediato Kassandra comenzaba a explicar un poco de la historia de aquél negocio el cuál era definitivamente relativamente nuevo para él. Habría sido una excelente noticia, sobre todo para él, un amante del buen vestir. Por un momento olvidó absolutamente todo lo que habría pasado, sin embargo, llegó un punto en el que ella cambió un poco su tono de voz al mencionar a sus socios quiénes al parecer le habrían dejado prácticamente toda la responsabilidad, por un instante el Gryffindor tomó de la mano a la mujer intentando darle un poco de ánimos. ─ Siempre has sabido cómo hacer las cosas, solo te hacía falta confiar un poco más en ti y mírate ahora mi partida creo que te hizo bien ─ susurró el vampiro con una inevitable sonrisa en los labios mientras escuchaban el pitido suave del elevador ser llamado.

 

 

Inmediatamente un silencio sepulcral acompañado con una bienvenida semi-cálida de parte de la Weasley le hizo recordar donde se encontraban: “Las Oficinas”. Kris se separó unos instantes mientras por unos instantes quedó en completo silencio mientras miraba de frente a su acompañante e intentar así romper el silencio. ─ Sé que fui un tonto el haberte dejado así, merecías una explicación y la mereces… pero ya habrá tiempo solo quiero decirte que te eh extrañado tanto que no ha habido una sola noche en que no haya dejado de pensar en ti…─ Apenas una pequeña lagrima rodó por sus mejillas desde sus parpados, por su mejilla izquierda bajando lentamente hasta su mentón en donde caía lentamente hasta el suelo.

 

 

 

Sus sentimientos habrían sido resguardados desde hacía mucho tiempo, sin embargo, si por alguien hubiese derramado en más de una ocasión aquel salino liquido definitivamente era por la Weasley, que se encontraba justo delante de él. Sin siquiera decir una sola palabra el Gryffindor adelantó un par de pasos mientras tomaba de nueva cuenta las manos de la Weasley una en cada una de las de él. Y su mirada ascendía hasta poner en contacto sus verdes ojos con los de ella. ─ No eh sido el mejor, sé que puede que en tu corazón ya no me encuentre yo… pero quiero que sepas que tú estás aquí… ─ Susurró mientras dirigía la diestra de su mano hacia el pecho del vampiro.

 

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  • 5 semanas más tarde...

Desembarcaron el elevador con incómoda rapidez, pues Kassandra todavía no lograba estar 100% a cargo de sus emociones al lado del vampiro. “Mi partida creo que te hizo bien” había dicho él antes de bajarse, algo que la castaña discrepaba profundamente, pero prefirió no hacerlo en su momento, pues no quería arruinar el reencuentro del todo al hacer solamente críticas o al exteriorizar sus frustraciones. El sonido de sus tacones hizo eco al caminar por el frío suelo de mármol, mientras Weasley cruzaba el pasillo en dirección a la máquina de expresso, esperando que el Gryffindor se sintiera a gusto y se acomodase donde deseara.

 

El esbozo de unas disculpas interrumpió el accionar de la licántropa, que detuvo la búsqueda de tazas de porcelana para girar lentamente en dirección al ojiverde, intentando que su rostro no reflejara la dureza que le provocaba el escucharle hablar. Lo vio luchar con un montón de sentimientos encontrados, estático a unos pasos de ella. Su rostro reflejaba bastante ¿dolor? La tan ansiada disculpa sin embargo vino a medias, pues en un intento de no arruinar el reencuentro, el castaño se abstuvo de soltar las correspondientes explicaciones, decidiendo dejarlas para otro momento.

 

Pudo decir tantas cosas, pero se vio abrumada por la proximidad de Kris, quien acortó las distancias que les separaban para tomarle las manos nuevamente. Seraphine le dejó hacer, no sin reparar en la única lágrima que había acompañado todo lo anteriormente dicho de su parte. “Puede que en tu corazón ya no me encuentre yo…” vio su mano ser dirigida hacia el pecho masculino y la dejó ahí un momento, mientras analizaba los ojos verdes que tan mortificados le veían.

 

Suspiró entonces, lamentando lo tarde que el mago había decidido volver a su vida. Había tratado de aguantarse el reprocharle, pero luego de todo eso, simplemente no pudo sostenerse más. Se mordió el labio en un gesto distraído mientras intentaba encontrar palabras que pudieran expresarle al menos un poco la marea de sentimientos que se estaban agolpando en su pecho.

 

Ay… Kris. —Suspiró nuevamente, ensombreciendo un poco el gesto. —Yo te amé muchísimo. Mis sentimientos hacia ti fueron más reales de lo que puedes imaginarte. Yo quería un futuro contigo ¿sabes? Envejecer contigo, una familia contigo, todo eso. De todas las cosas caóticas que sucedieron en mi vida, nada era tan malo, porque siempre estabas tú ahí, eras mi roca de apoyo a pesar de todo… —Y lo era. A pesar de que ella era muy joven cuando se conocieron, estaba segura de que él era lo que quería. Nadie podía dudar que las palabras de Seraphine eran sinceras en aquel momento. —Te esperé todo lo que pude hasta que simplemente tuve que aceptar que no ibas a regresar más. Después de todo, nunca me hiciste llegar ni un solo mensaje, era bastante obvio que no querías que te encontrara. Y créeme, te busqué. —Una triste sonrisa se pintó en sus labios, la mano que reposaba en el pecho de su acompañante viajó lentamente hacia su rostro, acariciándole la gélida mejilla con delicadeza. —La inmortalidad puede que relativice el tiempo para ti mi cielo, pero para los mortales cada día cuenta, cada día que pasa deja una mella y no podemos no ser consientes de que tenemos una fecha de caducidad…

 

Y… estaba molesta nuevamente. No había forma de tratar el tema sin dejar que su corazón herido tomase la batuta de la charla y hablase sin dejar mucho control a la razón. Separó el contacto con gentileza, regresando a la búsqueda de las tazas de porcelana para servir el café. Estaba tan nerviosa que sus manos temblaban mientras ponía a andar la máquina, que empezó a emitir el característico sonido de hervor mientras procesaba el café molido y lo vertía en las tazas que se llenaban con el humeante contenido.

 

De espaldas a él, le habló nuevamente, concentrándose en servirle el café para no verle el rostro. No quería medir el impacto que sus palabras tendrían en el vampiro. —Hace algunos años conocí a alguien y me casé con él. —Realmente no había forma de soltar ese dato de una manera más gentil, así que lamentó haberle espetado las cosas así casi de inmediato. —Tengo una hermosa familia ahora, yo… yo soy feliz, realmente. —Tomó ambas tazas y giró, dándole nuevamente la cara al vampiro. Le extendió una de ellas, esperando que la tomase.

 

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Editado por Kassandra Weasley

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  • 1 mes más tarde...

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La estrategia ya había sido planteada en el Coffe Artist, teníamos que preparar un antídoto para poder sacar a Jank y a Kass del embrujo o hechizo, lo que fuera que los estaba haciendo actuar como un par de chiquillos hormonales persiguiendo a un crush imaginario, super imaginario se podría decir sin contar que creo que ya están hasta muertos pero bueno, retomando el caso teníamos que preparar esa poción y ya que los expertos estarían trabajando en eso mi trabajo así como el de todos los demás era encontrar los ingredientes necesarios para poder crear el antídoto correcto.

 

por eso ahora se dirigía la primer posible lugar de la lista según lo que les había informado la señora Slughorn con respecto a los supuestos ingredientes que estaban escondidos por todo el callejón Diagon desde esa competencia de maestros de pociones que habían organizado. Ahora tenía que pensar era en como iba a encontrar lo que necesitaba si los dueños o empleados del lugar no tenían idea de eso, no podía llegar como - Hola que tal, vengo a desordenar su local buscando un ingrediente mágico - si eso no iba a funcionar ah no ser que quisiera terminar en el área psiquiátrica de San Mungo.

 

Cuando estuvo frente al local no pudo sino agradecer por su suerte, o mejor dicho la falta de ella, este lugar era un edificio completo caray, se iba a demorar mucho buscando eso. Cruzo el umbral de las puertas de cristal, todo el piso estaba cristalizado y Dennis se sentía como que no estaba usando la mejor vestimenta teniendo en cuenta todo lo que había pasado. Solo esperaba que no la sacaran, disimuladamente saco su varita y dijo - Accio Moondew - pero nada paso, bueno no podían culparla por intentarlo de la manera sencilla, era hora de ponerse manos a la obra. Le alegraba que al parecer estuvieran en una venta de esas que duran 24 horas y estuviera abierto aun.

Editado por Dennis Delacour

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¡¿Ehhh?! Que increíble que estos lugares estén abiertos a tan altas horas de la noche-, la cabeza del muchacho se asomaba por las puertas acristaladas. Esta vez habla un poco más alto de lo usual, dejándose impresionar por la apariencia del lugar. No sabe si su repentina llegada tras de ella ha conseguido asustar a Dennis, que parece completamente concentrada en su tarea. ―Fue un buen intento, el de convocarlo, ¿Por qué no habrá funcionado? -, hay un tono en su voz casi monótono, como el que emplea con los alumnos del quinto curso en Hogwarts cuando da clase. ― ¿Será que no sabes bien lo que estamos buscando? -, es, usualmente tranquilo y con lentos pasos y la mirada distraída en su alrededor se abre camino hasta llegar junto a Dennis.

 

Después de todos los inusuales hechos que han sucedido desde su visita pasiva en la madriguera hasta los últimos acontecimientos en el Coffe Artist, Garry Ollivander debe aceptar que se siente de mucho mejor humor a cuando apenas conseguía darse ánimos para entrar a ver una película muggle en compañía de otros aspirantes y miembros de la Orden del Fénix. Si verdaderamente la última de sus intenciones había sido convivir, no renegaba tampoco si la situación se daba. Asi que se siente realmente sorprendido de que, en todo el tiempo que ha tratado de integrarse en equipo, el extraño caso de los enamorados es el que lo ha llevado a conocer a un par de magos y brujas interesantes con quien puede trabajar.

 

Ya he ayudado a Binny y Hann con lo demás, ellas son muy buenas en eso de…buscar y…-, explica a la muchacha su repentina llegada, ella no lo ha preguntado aún, pero cree que es lo justo. ―Pensé que tal vez podría venir-, se encoge de hombros. ― ¿Qué es lo que buscas, Dennise Delacour? -, pregunta sin más rodeos, realmente espera volver ya con todos los ingredientes al Coffe Artist, para entusiasmadamente, aceptar la propuesta de Rosemary Slughorn de dejarlo ayudar a preparar el brebaje, no lo parece en absoluto, pero realmente la idea le emociona de más.

 

@@Dennis Delacour

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